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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sociedad

Disponible el libro con los Comentarios de Alsocaire en 2011

Como otros años, tengo a disposición de los lectores que lo deseen, en formato pdf el compendio de los aproximadamente 330 Comentarios que publiqué en este blog durante 2011. Un total de 310 páginas que recogen mis reflexiones de actualidad durante el período.

Para recibirlo, basta con que manifiesten este deseo en este mismo blog, indicando, eso sí, un correo electrónico correcto. No quedará visible para el público general este correo, si al rellenar los datos para escribir la petición, escriben la dirección de envío donde se solicita "correo electrónico del autor del comentario (no será publicado". Solamente yo podré, en tanto que único Administrador del blog, leer ese contenido.

Gracias por vuestro interés.

Angel Arias 

No escatimar energías en abandonar ciertas prudencias

Son tantos los temas abiertos que se nos presentan a los españoles, que produce vértigo asomarse a la ventura que supone relacionar los temas pendientes a final de 2011.

No hay borrón y cuenta nueva, desde luego. Por el contrario, después de la celebración de Nochevieja, se comprueba que los problemas siguen intactos. Su enumeración completa resulta casi imposible (por lo extensa).

Un problema grave, sin duda, es el que resulte del contenido -ya muy presumido- de la declaración que deberá realizar el yerno del Rey ante la fiscalía que investiga, no solamente trato de favor que recibieron las entidades de las que es o fue socio, sino el incumplimiento grave de sus responsabilidades fiscales y un presunto cohecho. La imagen de la monarquía está afectada y no será sencillo contener en límites masticables la marea creciente de indignación popular en la que se fueron trasformando el estupor y la sorpresa, tarea en la que el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, no tendrá tampoco fácil mantenerse al margen.

Para el Gabinete del presidente Mariano Rajoy en su conjunto, la selección de las líneas de desarrollo prioritarias con las que impulsar la economía a corto plazo, debería ocupar la parte más compleja de las disposicones a tomar. Con recortes presupuestarios, medidas de ahorro e incremento de impuestos no se dinamiza la estructura socioeconómica de un país, sino que se contrae el consumo. El apoyo a los sectores más activos en la exportación, la generación de nuevas alianzas de cooperación entre las empresas tecnológicas y los departamentos universitarios más eficientes y un programa con propuestas innovadoras que impulse al sector turístico y a los servicios en general (desde la ingeniería hasta la hostelería y restauración o la distribución al detalle) son algunas de las preferencias que aparecen, a primera vista, más prometedoras.

Igualmente necesario es la reconstrucción filosófica de un proyecto nacional, en el que colaboren, por supuesto, los partidos políticos con distribución por todo el territorio español y por el que resulten arrumbadas, al menos provisisonalmente, las tensiones ideológicas o separatistas, que solo servirían para agudizar la crisis común. Por ello, parece sustancial atender a la incorporación activa a ese esquema de cooperación, de los principales grupos empresariales y de los sindicatos, pero también la plasmación de un programa de actuaciones creíble, que sea corrector sin renunciar a ser equitativo y que genere confianza social. Llegada la hora de los sacrificios, deben poner más los que más tienen. La modificación de las cargas fiscales por las rentas del trabajo que ha aprobado el Gobierno en la primera reunión efectiva de su Gabinete es más progresiva, pero insuficiente para desechar la persistente impresión de que la parte más dura del ajuste la asumirán las clases medias.

No hay una propuesta sencilla, pero ha llegado la hora de no escatimar energías para intensificar el trabajo, abandonando algunas de las prudencias que anquilosan nuestro sistema político, perjudican la estabilidad social e impiden el libre desarrollo económico. Sentarse a esperar lo que otros hagan es la fórmula segura para dejar pasar la oportunidad de renovar las pieles mustias de un pasado cuya tosca dinámica se ha hecho tan insoportable como perceptible.

 

Con pocas palabras y en primera persona

En este comienzo de 2012, un año crucial por muchas razones, tanto ya explícitas como simplemente anunciadas (y acaso imprevistas), deseamos plantear algunos cambios en esta bitácora, en la intención de aumentar su visibilidad en la red y hacer sus contenidos más concretos.

Por ello, nos proponemos iniciar, a partir de este Comentario, las modificaciones siguientes:

1. Eliminar la redacción en primera persona del plural, que estuvo inicialmente justificada porque la habíamos concebido como una expresión plural, en la que intervinieran varios autores. No ha sido el caso, y por ello, ya hace algunos años que modificamos el nombre desde "Alsocaire" por el más personal de "Alsocaire del blog de Angel Arias", puesto que yo fui el único responsable de todos ellos.

2. Reducir más el ámbito de los comentarios, polarizándolos hacia los dos aspectos profesionales que conozco mejor, como resultado obvio de mi formación académica: la ingeniería y la abogacía. Sin embargo, y dada mi vocación política y mis aficiones personales, no descuidaré los análisis sociales, económicos e incluso filosóficos, que agruparé en los apartados correspondientes.

3. También acortaré la extensión de los comentarios, que -salvo excepciones que vendrán motivadas por el propio alcance del tema- se reducirán a un máximo de 500 palabras.

4. Por último, encuentro que es una innecesaria limitación para la titulación de las entradas al blog la pretensión de empezarlas con una preposición (los lectores más antiguos recordarán que, en los primeros años, todos comenzaban con la preposición “Sobre”, lo que dio lugar a tres generaciones anuales de “Ensobrados”.

5. Eso sí, mantendré, para presentar las aportaciones más personales, e incluso íntimas, de mi producción literaria y artística, “El blog de Angel Arias”, en el que seguiré recogiendo poemas, pinturas y dibujos, y otros artículos de divulgación, publicados o no en otros medios, así como otras reflexiones que no encajen, por su carácter o destino, en el Blog que ahora estás leyendo.

Feliz año a todos, amigos. Que 2012 nos sea, no solamente más leve de lo que asoma, sino más propicio de lo que parece.

Sobre las oportunidades de la vida (y 2)

En la década de los veinte, el individuo, que para entonces ya habrá terminado su formación, deberá encontrar pareja. Es muy importante que, dejando a un lado los prosaicos tactismos de la atracción sexual -animalmente vinculados a la idea de belleza o compensación genética- mire al bolsillo de la futura familia política. Deje a un lado, dominándolos con rudeza, los impulsos de aparearse legalmente con quienes sean más bell@s, más alt@s o con la nariz roma si uno la tiene aguileña: lo fundamental aquí no es el futuro cónyuge, sino el poder que ostenta -y la competencia que hay dentro de ella- la familia en la que uno pretende incrustarse.

Si se ha sabido elegir un/una hij@únic@, de una estirpe con dineros contantes -muy importantes las propiedades inmobiliarias- y poseedora fehaciente de un paquete accionarial en un grupo de empresas floreciente (aquí habrá que acudir a expertos en calcular el van y el tir y hacer lo contrario de lo que nos aconsejen), se habrá hecho lo necesario para triunfar en la vida a la primera.

¿Cómo es posible -se preguntarán los muy jóvenes que me lean- que un pobretón, feo, cojitranco, se ligue de por vida a una joven hermosa, rica e inteligente?

No hemos escrito éso. Si se pretende tener lo máximo, hay que saber prescindir de lo superfluo. Y, después, aunque lo haya parecido, nuestro consejo es asexuado.Si se es bella, anímese con los cojitrancos vejestorios, pero inmensamente ricos; si se es feo, no quedará más remedio que apuntarse a chófer o ayuda de cámara de una viuda sin hijos y en fase de decrepitud, pero con afición al alcohol. Es necesario, en fin, estar atento a las crónicas de sociedad y llegar de los primeros.

Mucho más interesante, por ser más asequible, es la llamada al éxito que se presentará pasados los cuarenta. En este caso, hay que sabérsela trabajar en las décadas anteriores.

La pertenencia a un grupo con perspectiva es, para esta segunda oportunidad, imprescindible. Como también lo es no haber destacado antes lo más mínimo: no haber participado en ninguna de las guerras internas, no haberse definido por nadie, no haberse mojado por ninguna opción. No haber hecho nada, incluso, es mucho mejor que haberse descornado con iniciativas, salvo que hayan servido para que otro las hubiera rentabilizado, pero cuidando de hallarse prudentemente en la sombra: se puede, incluso, si se llega a dominar el arte, ofrecer dadivosamente iniciativas o ideas a un incompetente encumbrado, pero jamás -jamás- apareciendo como su autor.

Es absolutamente necesario que, llegado el momento, la opción de uno aparezca a la mayoría, incluso por aclamación, como la más incompetente, la más anodina y floja para presidir y mandar al colectivo.

La última oportunidad -que solo aparecerá, obviamente, si las anteriores se han desaprovechado o malogrado- vendrá, increíblemente, llegada la senectud, y por el hecho mismo de haber sobrevivido. También en este caso será necesario prepararse para subsistir, lo que puede consistir, esencialmente, en no haber realizado mucho ejercicio físico, haber sido moderado en las bebidas y, sobre todo, haber visto muchas películas de vaqueros y dibujos animados, que son relajantes.

Si, con esa edad, se asiste regularmente a la multitud de cócteles, desayunos de trabajo y otras reuniones más o menos folclóricas que se convocan a mogollón en cualquier poblachón, manchego o no, no se dude que un día sonará el teléfono y le convocarán para hacerle un homenaje.

No importa la razón. Ni siquiera los que le llamen lo sabrán por seguro. Pero, si Vd. acepta -¡y cómo no aceptarlo!- Vd. habrá triunfado en la vida.

 

Sobre las oportunidades de la vida

Estando las trayectorias vitales condicionadas por el lugar en donde a uno le ha puesto su madre en este mundo, precisamos que este Comentario se refiere, básicamente, a algunas maneras de aprovechar las oportunidades que se presentan a un ser humano en el mundo occidental, al ser ésa la estructura sociológica que mejor conocemos.

Existen, desde luego, decisiones que un individuo no toma por sí mismo y que le marcarán para siempre: la solvencia económica de sus papás, el colegio al que le han enviado, su coeficiente intelectual o sus capacidades físicas, son algunas de ellas.

Aunque se tiende a ver estas características como positivas o negativas, hay que advertir que no siempre se cumple en un especimen particular lo que resultaría válido para el conjunto de afectados por la hipotética ventaja o desventaja.

Así, ser vástago de una familia inmensamente rica puede convertirse en un hándicap si, por ejemplo, llegado el tiempo, se descubre que los dineros son provenientes de un desfalco; si los papás enviaron al infante a un colegio en el que los compas se han hecho, ya de mayores, en su mayoría, simpatizantes ideológicamente del liberalismo económico, puede resultar útil si uno ha evolucionado hacia la socialdemocracia, pero sería peligroso si, habiendo sido educado en el islamismo, el adulto se ha convertido al judaísmo ortodoxo y escribe un libro sobre la vida sexual de Mahoma.

El tener un coeficiente intelectual bajo -aunque no excesivamente bajo- es, en general, bueno, pues esa limitación obliga a sus portadores a concentrarse en pocos temas y a sacarles el máximo jugo, y a repetir una y otra vez los mantras de su escaso doctrinario; un coeficiente intelectual muy alto es, en general, una lacra, pues suele llevar a los portadores de esa características a la investigación físico-teórica o al ostracismo, y aunque existe una remota posibilidad de que le den a uno, a título normalmente póstumo, el premio Nobel o un homenaje desde el centro para enfermos síquicos terminales, no se puede decir que sirva para triunfar en la vida, al menos, en el sentido que la mayoría lo entendería.

No todos los tontos llegan a jefes de empresa, ministros o se hacen inmensamente ricos, sin embargo: solo unos pocos. Tampoco todos los muy listos acceden al culmen del tratamiento siquiátrico y solo dos o tres cada año alcanzan el premio Nobel de Física (estos últimos tienen, además, que haber nacido en la India o en un país báltico y haberse nacionalizado norteamericanos); muchos de ellos, se hacen a tiempo funcionarios y se dedican a pasear al perro u organizar manifestaciones.

Eliminadas las excepciones, concretaremos que el número de oportunidades que se presentan a todo individuo adulto en su vida, para triunfar en ella, son, rigurosamente tres y surgen, respectivamente, entre los 20 y los 30 años, entre los 40 y los 50 y entre los 70 y los 80 (esta última, en especial, para los que han sobrevivido hasta ahí).

(continuará)

A espaldas de Doña Manolita

A espaldas de Doña Manolita

Desde principios de diciembre -e incluso antes-, en los aledaños de la Puerta del Sol de Madrid, se forman dos grandes colas, formadas por gentes ansiosas, venidas incluso de lejanos lugares, que esperan cumplir su deseo.

Aunque las movilizaciones tienen que ver con la Navidad, sus propósitos son diiferentes. Para unos, el objetivo es dar una vuelta en torno al Belén que se instala por estas fechas en el Palacio de Cibeles, sede actualmente del gobierno regional madrileño. Este año, bajo el cobijo de la sala de Cristal, agrupa figuras cuyo principal autor es el admirable belenista (y escultor) José Luis Mayo Lebrija.

La otra cola se forma a la puerta de la expendeduría de Doña Manolita, un local de venta de lotería que ahora está ubicado en la calle del Carmen, y que regentaron durante muchos años tres hermanas, de la que la mayor -fallecida en los cincuenta del pasado siglo-, Manuela, dió su nombre al negocio. La lotera se hizo famosa porque unos simpáticos estudiantes se encargaron de divulgar la patraña de que los billetes que se vendían en su local tenían mayor probabilidad de ser agraciados.

La idea contra natura de las cosas, prendió. El negocio de Doña Manolita, (propiedad en la actualidad, según el archivo contrastado de mentideros de la villa donde reside la Corte, de D. Juan Luis de Castillejo y Bermúdez de Castro, conde de Cabrillas, título generado por S. M. Alfonso XIII), sigue siendo reconocido como el que más premios reparte de toda España, en competencia relativamente reciente con el de La bruja de Sors, otra idea publicitaria muy bien aprovechada.

Se hace imprescindible poner orden. Las figuras de Mayo sí son una joya: representan escenas llenas de imaginación y gracia, retrotraídas en muchos casos al primer siglo de la era cristiana, allá por Judea y, por tanto, no exentas de ironía: merece la pena hacer la cola.

La probabilidad de que toque a un billete comprado en doña Manolita es la misma que la de que toque a un billete comprado al lotero de la esquina.

Este año, por ejemplo, la lotería de Navidad supuso la puesta a la venta de billetes por valor de 3.300 millones de euros (2.520 millones repartidos en premios: es decir, un reparto en relación 0,76). La administración de Doña Manolita reconoce -a través de su regenta- que ha repartido 15 millones de premios en la lotería de Navidad, por lo que tuvo que vender del orden de 19,64 millones de euros en billetes.

Puesto que la comisión de un lotero en el sorteo de Navidad es del 3,7% -llega al 5% en otras ocasiones-, en este concreto asunto, ese negocio consistente en mover papeles de sitio ha ingresado unos 600.000 euros con cargo a las ilusiones de los que están contentos de perder, al menos, el 24% de lo que juegan; puede parecer que no es mucho lo que se gana por ser tan famoso, pero -como suele decirse, y esta vez con razón- menos da una piedra...

Sobre las cosas de familia

Ya se sabe que, como el cariño de la familia, no hay nada. Nos referimos a la familia natural y, dentro de ella, la troncal, aquella que forman los padres, hermanos, hijos y abuelos.

Las madres, sobre todo, tienen un apego incontrovertible a lo que han generado en su ser, que en el caso de los progenitores varones no siempre alcanza las mismas cotas; los romanos consiguieron recoger la idea  en un aforismo en latín, lo que tiene su mérito (por lo del aforismo, no por el idioma en el que está expreso): mater semper certa est.

Esta frase apodíptica no tiene mucho que ver, aunque lo parezca, con el dicho castellano de que "madre no hay más que una", que implica apreciar la misma situación, pero desde otro ángulo del árbol genealógico.

En algunas poblaciones del sur de Italia y de la zona oeste de Estados Unidos y con relación a ciertos negocios -que no solo son asquerosos porque tengan que ver con la basura-, se habla de La Familia, pero esa es de otro pelaje, no genético, sino de conveniencia.

En la sociedad española, que valora la transparencia, las sociedades secretas están informalmente prohibidas, y los intereses se defienden mediante grupos de presión, sociedades gastronómicas, religiosas o filantrópicas y, por supuesto, grupos de opinión y partidos políticos, todos ellos, actuando a la luz del día.

Por cierto, los partidos políticos se acostumbran a identificar con "familias", como reflejo de la estrecha unión entre sus miembros, si bien la relación es más mística que física (aunque también hay algunos casos de la segunda).

Hoy día, en España, está en boca de todos que la "familia socialista" se encuentra en trance de descomposición. En realidad, se halla a punto de alumbrar varias facciones, y los partos múltiples en un partido político anuncian peligro de extinción. No hace falta mucho talento para pronosticar que algunas decenas de miles que no votaron a los candidatos del PSOE en las últimas elecciones confían que una de ellas se consolide como partido progresista, sin condicionantes personales ni históricos, ni ideológicos. 

Hay familias desestructuradas y familias mal avenidas, desde luego, que ya se sabe que hay familias y familias. Pero lo normal es que una familia actúe como una piña, seguramente porque, en tanto que una rama desgajada del árbol de los primates, la defensa instintiva ante los deprededadores es agruparse. Ante el peligro exterior, renir las huestes.

Las familias suelen llevar el mismo apellido y, si este es común (lo que es muy común en España, valga la aparente redundancia), se sustituye por el de una población, un mote, o una casa. Los interesados, para evitar confusiones, hablan de "mi familia", para distinguirla de la "familia política".

La familia propia puede extenderse en ocasiones, incluyendo hasta primos lejanos. Si hay alguien importante, que destaque en un momento dado, se puede incorporar como de la familia a primos terceros y hasta a gentes que apenas si tendrán un par de gotas de sangre común. "¿Qué me vas a decir? El director de personal es de mi familia".

Existe una modalidad que es ser "como de la familia", lo que se produce, en general, en relación con algún contubernio, pero no únicamente. Entre vecinos de la misma casa, se puede encontrar personas que son como de la familia, porque se prestan de vez en cuando un huevo o el cacillo de la sal; solo que, si por un casual, al del quinto le da por acuchillar a su pareja, declararán a la policía judicial (no a la prensa) que no se conocían de nada.

La familia está actualmente en descomposición o, cuanto menos, en peligro. Hay familias incluso monoparentales cuyo origen es un combinación de circunstancias, desde la existencia de los primeros minijobs, la emancipación de la mujer y lo fácil que está comprarse la comida hecha en el super. Ya no se ven familias numerosas (en estos predios; en los emiratos y en los países vinculados a la miseria siguen estando de moda), aquellas que ocupaban dos o tres filas de la iglesia en la misa de doce del domingo; ahora en las iglesias lo que se ven son ancianos que están lo bastante bien todavía para que sus hijos no los recluyan en un asilo.

No deja de ser notable que algunas de las familias más importantes sean consideradas por algunos estudiosos como imaginarias: La Sagrada Familia y las Familias reales son ejemplos típicos. La composición de la primera es, sin entrar en mayores disquisiciones, no es, contra lo que pudiera parecer, inhabitual, según estudios realizados por sociólogos. Respecto a las Familias reales, su característica diferenciadora consiste en tener sangre azul, lo que, según hemos leído, solo tienen algunos miembros de la Familia real española.

Por cierto, y escribiendo sobre Familias: S.M. El Rey, en su habitual discurso de la noche de Navidad, ha introducido una variante. Ha precisado con ella, utilizando el lenguaje peculiarmente ambiguo de la institución, una precisión respecto al alcance de su propia familia que, a expensas de lo que decidan los jueces, se ha visto, lamentablemente, aunque esperamos que sea por poco tiempo, reducida.  

Sobre lo mucho que necesitamos la poesía

Sobre lo mucho que necesitamos la poesía

Aunque muchos lo ignoren, o hagan por ignorarlo, los seres humanos necesitamos de la poesía. Más que la forma de expresión acorde con uno de los géneros literarios, la poesía es una manera de sobrevivir.

A lo largo de la Historia, la Humanidad fue acumulando, consolidándolos como mensaje cultural que se ha ido transmitiendo y perfeccionando de generación en generación, magníficos ejemplos de poesía. Aunque están, en cada pueblo, bien aferrados a su naturaleza, su incorporación como gen específico a nuestro ADN no ha tenido éxito hasta ahora, a pesar de su incuestionable éxito como garantía de supervivencia ética, como modelo de comportamiento moral que justificaría nuestra existencia animal.

Esos mensajes culturales tienen que ver, como el lector habrá adivinado, con la búsqueda de una explicación para los fenómenos más impactactes de la Naturaleza. El perfeccionamiento de los métodos de observación y la elucubración acerca de las justificaciones de todavía imposible comprobación, -pero demasiado importantes para mantenerlas irresolutas- nos ha llenado de mensajes poéticos la existencia.

Aficionados a la poesía, científicos muy sabios en la selección de historias creíbles, han imaginado hace algunas décadas que ha habido un comienzo de todo esto con una gran explosión en la que una condensación concreta de energía, descomunal para nuestras escalas de medida, consiguió traspasar la frontera que la iría convirtiendo en materia y conducirnos, en un despliegue lleno de discontinuidades, hasta el aquí y el ahora.

Mucho antes -pero, también, hace un instante minúsculo en el calendario cósmico- otros poetas habían elucubrado sobre las hierofanías, elaboradas formas mentales que pretenden vincular, mediante representantes venidos de quién sabe dónde y traídos aquí por los únicmos procedimientos que somos capaces de concebir, el mundo de las ideas con el de la carne.

En días como hoy (24 de diciembre), son muchos los "seres humanos vivos" que celebran una gran fiesta familiar, acompañada con manjares y licores, en la que recuerdan a sus muertos recientes, con la excusa de conmemorar el perfeccionamiento de una idea llena de lirismo -pero no exenta de pragmatismo-, por la que una facción rebelde de un pueblo oprimido decidió que había llegado la hora de apelar a las fuerzas cósmicas para reorganizarse, apelando al arma solidaria más seria que se conoce: tratar de ser buenos con los demás. No de aparentarlo: serlo.

Para los no creyentes, todo puede sonar a fantasía interesada, a cuento chino o, mejor dicho, a cuento judeooccidental. Pero no hay que engañarse: cada pueblo, cada civilización tiene la suya: es nuestro reflejo de un época en la que formábamos parte de la metafísica y a la que, ¿Dios mediante?, ¿inexorablemente?, volveremos.

Feliz Navidad, amigos.

De ahora en adelante: arranca despacio, no cambies bruscamente de marcha y arrímate a la derecha

El titular del Comentario no corresponde a ese último consejo, al bajarse del coche y dejarlos solos al volante, que los monitores de las academias de conducir, darían a los novatos que acaban de sacar el carné.

Tampoco nos consta, aunque podría encajar bastante bien, que ese texto provenga de un mensaje transmitido -tal vez por sms- por un simpatizante del Partido Popular a Mariano Rajoy, investido desde el 21 de diciembre de 2011 como sexto Presidente de Gobierno de la democracia española. A falta de ulteriores concreciones, podría servir, sino como programa de Gobierno, sí como modo del mismo.

Poco se sabe de las intenciones concretas del nuevo conductor de la Administración central del Estado que, por experiencia, carácter y sentido de la oportunidad, parece más orientado hacia la flexibilidad que a la rigidez del modelo de gestión. Sea como sea, la publicación en las fechas finales de 2011 de los nombramientos de los nuevos ministros españoles habrá de empañar la relevancia del tradicional discurso de Navidad del Rey, este año forzado a precisar, sin llegar al detalle de publicar los gastos de peluquería de la Casa Real, algunos aspectos del comportamiento económico-financiero de alguno de sus miembros, presuntamente muy activo en la zona trapacera del mundo de los negocios.

En cuanto a los ministrables, ha habido una únicamente una filtración previa respecto a la composición del nuevo Gabinente. Se trata del nombramiento de Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, como Ministro de Defensa.

Los lectores de El Mundo -y, por contagio informativo, el resto del periodismo de investigación- pueden creer que esta revelación proviene de un sms interceptado en el móvil del animusdisminuído lider de la oposición, Alfredo Rubalcaba, por el que éste comunicaba no se sabe a quién el chivatazo de una infiltrada en el Ayuntamiento, su confidente.

No hay tal novedad. Todo el mundo (con minúsculas) aficionado a la especulación ya había atribuído a Gallardón esa cartera, como consecuencia de tenerle asignado un puesto fijo en el Gobierno, en reconocimiento a su talla política y capacidad de endeudamiento en la alcaldía de Madrid y el peligro que supone para sus compañeros de gabinete la personalidad avasalladora del curtido y avezado simpatizante de la tendencia más rojiza del Partido.

La cartera de Defensa es la de un ministerio importante, pero marginal, con un presupuesto claro, aunque reducido, dotada de personal funcionarial disciplinado y sufrido (¡por ahí podíamos volver a pasar!), y que permite ostentar una capacidad de representación notable, pero inocua, en la que se incluirán viajes al extranjero para asistir a más bien inoperantes organizaciones. Un sitio cómodo para no molestar, mucho, vamos.

Ante el cúmulo de noticias que se avecinan en este final de año 2011, puede creerse que, con sentido de la oportunidad, y conscientes de la importancia de mantener un alto nivel mediático, el piloto Fernando Alonso y Raquel del Rosario han anunciado que se separan oficialmente. Quedaría con ello resuelta la curiosidad general acerca del tiempo del que podrían disponer para estar juntos, dada la frenética actividad de ambos.

Tampoco nos dejaremos engañar. Lo que pasa es que, necesitado Rajoy de temple de acero para conducir el bólido del Estado español -en el que hemos sido varias veces doblados por Alemania y Francia, estamos pasados de revoluciones, nos han penalizado por conducir como locos por la izquierda sin gasolina en el depósito, hemos chocado contra Portugal, Grecia e Italia que iban a entrar en boxes-, Fernando ha sido tentado por los fontaneros de Rajoy para ser asesor de ritmos, y necesita, claro, mucho tiempo para estudiarse con calma el complicado circuito.

Sobre el significado de felicitar la Navidad

Sobre el significado de felicitar la Navidad

Entre las costumbres y usos de buena educación que se han perdido -aunque de ésta, en concreto, quedan aún algunos restos dispersos- se debe señalar la de felicitar con una tarjeta física, bien las Navidades y el Año próximo, bien ambos eventos, bien todo el año venidero.

Desde el advenimiento de la telemática y las redes sociales encajadas en ellas, se ha ido sustituyendo lo real por lo virtual. Con un doble efecto positivo, desde luego: ahorro de materiales y, por tanto, de CO2 equivalente y con aumento de la creatividad global, aunque sea limitada al trabajo elemental de sustituir la cabeza de Papá Noel en un dibujo pixelado por nuestra fotografía escaneada.

Lo hace todo el mundo. Porque hoy, quien más quien menos, no hay humano que no disponga de una dirección propia de correo electrónico (aunque viva con su padre o habite piso realquilado), y sea usuario de alguna porción de la inmensa variedad de herramientas que internet y la informática aplicada ponen a disposición del más lerdo en nuevas tecnologías.

Pocos se sustraen, por ello, a la atracción gratuita de la posible difusión global que supone generar en un par de minutos un tarjetón digital personalizado y lanzarlo, con un clic digital (este, físico), a centenares o miles de personas.

El uso masivo de las fuerzas telemáticas tiene por consecuencia que, en estas fechas, -se quiera o no, se ponga uno como se ponga-, se recibirán muchos -muchísimos más- deseos de felicidad de los que sería el caso si el envío se hubiera efectuado utilizando los servicios de Correos; el impulso de comunicar a algunos de los que nos rodean que los queremos hasta el punto de implorar a las fuerzas cósmicas que les traten bien durante el próximo año, nada costará al remitente... y puede servir para algo.

Toda nuestra cartera de contactos y relaciones se verá, por ello, potencialmente afectada por ser subsumida en una marea irrefrenable que, impulsada desde varios ordenadores, se empeñará en expresarnos que seamos felices, que no se nos desea ningún mal, que se quiere que lo pasemos bien con los nuestros, que no se oponen a, sino que promueven, que tengamos un happy year, ... aunque, a pesar de las promesas, ninguno dejará testimonio fehaciente -¿un jamoncito, un turrón de guirlache, una cartera de piel de vacuno...un traje a medida... un empleo?- de que se comprometen a mover algún otro dedo (además del ya han movido) para que lo seamos por su culpa.

Y, obligados a la reciprocidad, inermes ante el avasallaje, los convertiremos a todos ellos en objetivo de vuelta, indiscriminadamente, al buen tuntún, tanto a amigos de verdad como a perfectos desconocidos, lanzando cientos, miles, de comunicaciones de felicidad, a tropeles de gentes y entidades que, sencillamente, jamás hubiéramos pensado tener ni en nuestro corazón ni en nuestras listas, ni, seguramente, sabemos bien quiénes son, ni porqué o cuando hemos hecho algo para que no nos odien o nos ignoren, arriesgándonos a desearles lo mismo, a los mismos, incluso con las mismas tarjetas pixeladas, varias veces.

Así están las cosas. En estos días, la escena se repetirá, una y otra vez. Abriremos el correo electrónico y nos encontraremos con decenas de mensajes nuevos en los que se nos darán consejos sobre cómo ser felices, frases pretendidamente ingeniosas que expresarán, incluso en varios idiomas -¿chino, coreano, suahili, árabe clásico, latín?-, que tenemos la obligación de ser felices con los que queremos, apoyando esa obviedad incluso entre admiraciones.

Si nos preocupara saber, quizá para corresponder a la batería de homónimas voluntades con deseos más concretos, quiénes y porqué están detrás del esfuerzo de pulsar la tecla para enviar esas banales intenciones, utilizando nuestra dirección electrónica embutida entre otros cientos, tendríamos que arriesgarnos a especular sobre sus intenciones subyacentes.

No es tan difícil, ya embarcados en la aventura, hacer abstracción de la forma e imaginarse, tirando al fondo, porqué se nos quiere tanto de repente.

Allí, entre los deseos subliminales puestos a la luz, encontraremos a una mayoría formada por representantes de compañías con las que hace años hemos tenido alguna relación, empresas que venden adminículos variados -viajes a Burkina-Fasso, útiles de restauración, apósitos clínicos, ...- que jamás hemos pedido ni pediremos, pero que alguien más bien perverso ha convencido a un ingenuo a punto de suspensión de pagos de que podemos ser potenciales consumidores de sus productos.

También estarán, surgidos del túnel del tiempo, con polvo tal vez de decenas de años, la práctica totalidad de los viejos amigos (que creíamos muertos), colegas (con los que no nos hablábamos), conocidos (de los que no recordábamos el nombre), participantes en torneos y ménsulas de opinión (cuando niños y/o cuando ilusionados), algunos más pasados de fecha de caducidad que la lata de anchoas que se quedó olvidada en un cajón de la despensa. ¿Qué quieren? Que no los olvidemos, que los coloquemos otra vez en la mesita de los cariñitos, porque... nunca se sabe.

Todo ese movimiento con frecuencia anual e intensidad creciente, nos obligará a adentrarnos en el juego y, para no arriesgarnos a que, por haber omitido una felicitación bien intencionada, se nos señale en el mundo real como un zafio, tendremos que entrecruzar, con el mejor esmero, las máximas intenciones de felicidad en estos días. 

Lamentablemente, esta frenética actividad de confirmación urbi et orbe de que no estamos dispuestos a acuchillarnos unos a otros sino que nos deseamos que el próximo año sea más feliz que el que termina y que se pase el momento muy requetebién con nuestra familia ("los tuyos"), no ha tenido, que se conozca, hasta ahora, efecto alguno sobre la realidad de las cosas.  Seguimos siendo, igual de feos, pobres, solitarios o guapos, ricos, animosos.

Así será, al menos, hasta la próxima oleada de fiebre contagiosa en la que las oscuras aves migratorias de las navidades volverán, en nuestro mundo regido a impulsos de la Cocacola y del cristianismo nominal, a nuestros escritorios, para dejarnos cientos de granos cargados de deseos virtuales, sin conseguir persuadirnos, desde luego, de que deberíamos ser obsequiados de rositas con una felicidad que la hosca realidad nos recuerda, tercamente, que será inalcanzable si no nos empeñamos de hoz y coz en trabajar duro por ella.

(P.S. "¿Por qué no me habrá felicitado estas Navidades Fulanito? ¿Estará enfadado? ¿Debo felicitarle yo primero? ¿Lo interpretará como que deseo pedirle algún favor? ¿Tendré bien su dirección? ¿Creerá que le quiero hacer la pelotilla? ¡Ay, ojalá me felicite antes de que pase el mes de enero...aunque...no sé...!"

Sobre modos, formas y maneras

Si nos proponemos analizar la pasión iconoclasta que se ha instalado en la sociedad, tratando de encontrar sus aspectos positivos y negativos, no nos faltará material para despiezarlo sobre la mesa.

Se oye decir, con frecuencia, que "se han perdido las maneras". Un juicio de este estilo suele provenir de personas mayores y, como nota de importancia para la valoración, con independencia de su procedencia social o nivel educativo.  

Las ocasiones que sirven para detectar esa pérdida de atención en los comportamientos son varias: jóvenes que no se levantan para ceder su asiento ni a embarazadas, lisiados o ancianos; estudiantes que, no solo tutean al pulcro académico, sino que suelen acudir a las clases en chanclas, minifalda o pantalón deportivo; funcionarios públicos que simulan estar enfrascados en funciones metafísicas; dependientes de grandes almacenes que parecen optar aleatoriamente entre estar dispuestos a entablar discusión con el cliente o tratarlo como si fuera el vecino del sótano...

El 15 de diciembre de 2012, hemos tenido ocasión de contemplar una peculiar manifestación de maneras, expresadas por S.M. El Rey y los representantes de los partidos que han alcanzado representación parlamentaria en las últimas elecciones en España, a los que, por imperativo del art. 99 de la Constitución Española, el monarca debe consultar antes de proponer, a través del presidente del Conngreso, un candidato a Presidente de Gobierno.

Esa ronda de consultas es parte del fundamentalmente etéreo ropaje formal con el que la Constitución ha pretendido adornar las mínimas funciones adjudicadas a quien detenta la Corona española, caracterizada nominalmente como Jefe del Estado. Pero no es esa la cuestión: está claro que en unas votaciones en las que un partido ha alcanzado la mayoría suficiente para gobernar en solitario, y que su cabeza de lista ya viene siendo designado como "Presidente electo" o "futuro Presidente de Gobierno", poca entidad han de tener esas consultas.

Por eso, asombra oir las declaraciones de los distintos representantes, una vez realizada la Audiencia, acerca de supuestas opiniones reales, su estado de ánimo o hipotéticas indicaciones acerca de cómo debería desarrollarse la legislatura o si el Monarca es partidario o no de que ciertos partidos formen grupo parlamentario.

Nos quedamos, exclusivamente, con las formas. En contraste con la cordialidad evidenciada en las demás reuniones, y particularmente, con el respeto manifestado ante El Rey por el futuro presidente, Mariano Rajoy -que realizó la protocolaria inclinación de cabeza y esperó a que S.M. tomara asiento antes de hacerlo él- un representante de un grupo minoritario, favorecido por la injusta Ley d´Hont, puso en evidencia sus malas maneras, pretendiendo convertirlas en un mensaje.

La postura de Xabier Errekondo, hoy portavoz de Amaiur y anteriormente defensor de los colores nacionales en el equipo nacional de baloncesto, avanzando con la mano izquierda en el bolsillo, que solo sacó para dar una palmada a D. Juan Carlos y sus declaraciones posteriores, demostrando su capacidad inventiva y su voluntad de transformar en publicidad para su agrupación las ocasiones que le brinde la Constitución, no pueden hacernos olvidar a quienes lo contemplamos que, si él representa a 333.628 votos, concentrados en un área específica del territorio nacional, enfrente, en esta ocasión, tenía al representante constitucional de 46 millones de españoles.

(P.S. Este Comentario incorpora, sin perjuicio de lo expresado, lo que es un error de la Mesa del Congreso, en nuestra opinión, al no acceder a que los diputados de Amaiur formen grupo parlamentario propio. Error que suponemos se corregirá cuando el Tribunal Constitucional analice la reclamación presentada por esta agrupación.

No nos convencen los argumentos de la falta de unas décimas para alcanzar la representación del 15% de los votos emitidos en Navarra ni resulta coherente el que se permita a UPyD tener ese grupo con la ficción de incorporación transitoria del parlamentario del Foro por Asturias, cuando no ha llegado al 5% de votos emitidos en el conjunto de las jurisdicciones españolas.

El problema está en la Ley d´Hont para el reparto de escaños y esa es la disposición a modificar, por injusta. Mientras se mantenga, o se actúa con rigidez aplicando el Reglamento o, si se elige practicar una cierta tolerancia, que no provoque más discriminaciones o hipotéticos agravios políticos. Haya paz parlamentaria.

 

 

Sobre los mini-jobs

Siendo el paro el problema social más importante por el que atraviesa la sociedad española (1), es lógico que cualquier sugerencia que sea presentada como fórmula de creación de empleo suscite interés y -puesto que nos encontramos en uno de los países que aspiran a la categoría de ser el máximo polemista mundial- levante encendidas divergencias.

La propuesta de incorporar un tipo de contratación a tiempo parcial, en el que la remuneración máxima regular del trabajador sea de 400 euros mensuales -por un máximo de 15 horas semanales-, con ciertas exenciones fiscales para su empleador, ha provocado la expresión de opiniones contrarias entre el presidente de la CEOE, Juan Rosel, y el secretario de la UGT, Cándido Méndez.

En realidad la propuesta no es sino una más dentro de la amplia panoplia de posibilidades de legalizar o autorizar tipos de contratación que no están permitidos por la legislación anterior. Tampoco es una propuesa original o novedosa, pues en Alemania se viene utilizando desde hace varios años (a raiz de la integración de las dos Alemanias, cuyos niveles socioeconómicos eran tremendamente dispares).

La contratación temporal tipo "mini-job" (desgraciada denominación) tiene algunas ventajas: a) no se pagan impuestos ni contribuciones sociales, b) proporciona la oportunidad de adquirir conocimientos y experiencia al trabajador, c) permite que el empleador conozca las capacidades del empleado d) sirve de referencia para el currículum del trabajador, suponiéndole contactos, mejora de cualificación y -en caso de quienes no tenían experiencia laboral previa- les introduce en la visión del mundo del trabajo y de la empresa.

Estos elementos se reúnen en la idea de que un "mini-trabajo" sirve de primer paso importante para conseguir una relación laboral normal. En Alemania, las empresas que desean ofrecer este tipo de empleo lo comunican a las Agencias de Empleo o Bolsas de trabajo específicas (que le darán una difusión local o las publicitarán en internet). Las Agencias son competentes para determinar la parte del subsidio por desempleo que queda compensado, según las características, por el mini-trabajo.

El ahorro por parte del empleador de los impuestos y cuotas correspondientes a la seguridad social es, como se ha hecho notar, no solo una ventaja para él, sino también una desventaja para el trabajador, pues implica que éste no está cubierto por el seguro. Además, para muchos empresarios/empleadores es más rentable contratar a varios trabajadores con este tipo de contrato que a uno solo (o más) con un contrato "normal".

Los colectivos para los que un mini-trabajo puede resultar interesante están bien detectados en Alemania. Son estudiantes, desempleados, jubilados, y aquellos que quieren trabajar más tiempo, teniendo ya un contrato a jornada completa. 

Pero el asunto más relevante, en  nuestra opinión, afecta a la naturaleza estructural de este tipo de contratos y sus posibilidades de transformación en un contrato normal. Podemos valorar que, en concretos supuestos -reales- sea ventajoso para empresario y trabajador. Sin embargo, la clave para que estas contrataciones sirvan como solución consistente es el análisis de las posibilidades de que, en plazos determinados, se conviertan en trabajos estables y completos.

Para ello, la empresa tiene que haber mejorado su oferta y su rentabildad, al incoporar al mini-trabajador. Y esto exige controles estrictos para evitar que la cuestión se convierta en un fraude, en una engañifla para el sistema, y en la formula para que los empleadores obtengan trabajadores a coste menor.

Nos parece que, sin rechazar de plano esta modalidad (estableciendo sus límites concisos, tanto en cuanto al tipo de empresas, al colectivo al que va dirigida y la duración temporal de la misma), los esfuerzos del Gobierno- legislador, los empresarios y los sindicatos deben concentrarse en activar la economía, apoyando sectores emergentes, modalidades tecnológicas con proyección, propiciando la colaboración entre empresas complementarias, y dotando de un impulso mayor a la exportación de productos elaborados.

Todo ello implica exenciones fiscales, reducciones de impuestos a la reinversión y subvenciones específicas (no necesariamente a fondo perdido). Claro que esto implicaría, en lugar de estar pensando en "mini-jobs" el trabajar en la búsqueda de "super-jobs": esas figuras que tienen salarios que a los demás se nos antojan estrambóticos, como ejecutivos/ejecutantes de las grandes empresas (y no tan grandes), deberían exprirmirse las meninges, y repartir de lo suyo.

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(1) Se ha hecho costumbre decir "crisis que atraviesa la sociedad", pero nos parece más correcto expresar "crisis por las que atraviesa la sociedad". ¿No les parece?

Sobre la originalidad

Entre las muchas contradicciones con que nos movemos los humanos, la pretensión de originalidad, en conflicto con la necesidad de ser gregario para no correr el riesgo de resultar marginado, debe ser una de las que provocan las mayores esquizofrenias en nuestra dotación genética más íntima, ésa que es subyacente al ADN y a los alelos, y, por su carácter metafísico, aún no investigada.

Empezando por lo fácil: necesitamos mucho a los demás y, más precisamente, de la sociedad, hasta el punto de que no seríamos capaces de sobrevivir sin ella.

No estamos pensando en los primeros meses o años del infante, en el que la dependencia de la madre es absoluta, sino en la existencia del ser ya adulto. Poco sabemos hacer por nuestra cuenta, como consecuencia de la especialización y complejidad de las tareas que permiten conseguir los productos, cada vez más sofisticados, imprescindibles para vivir; ya no digamos, de aquellos que la publicidad nos invita a desear poseer o de los que queremos disfrutar porque nos obsesionamos creyendo que nos harán más felices.

Aún para ejecutar lo más sencillo, y específicamente en los países avanzados, la inmensa mayoría necesitamos del auxilio de otros. Nos hemos convertido en unos incapaces esféricos, en un acopio parásito de lo que podíamos calificar como "inutilidades adquiridas".

Sin valorar el riesgo de la situación, no son pocos quienes, con estúpida petulancia, hasta se jactan de ello: "No sé ni freir un huevo", oímos decir; es una demostración de inutilidad, desde luego, pero quien alardea de tan penosa condición debiera admitir, además, que para conseguir ponerla en evidencia debiera disponer de un huevo, una sartén, fuego y aceite: demasiadas cosas previas.

Si pensamos en cómo podríamos sobrevivir, totalmente solos, en distintos escenarios naturales -ni siquiera hay que imaginarse en el desierto o el ártico, basta suponernos desplazados, sin móvil ni dinero, a un bosque de un país del que no conozcamos el idioma (y sin cámaras de televisión que nos sigan, claro)-, la conclusión alarmante es que no duraríamos mucho: el hambre, la sed o el frío acabarían con nuestro experimento, inadaptables al medio, dependientes de la piedad o la lástima de desconocidos.

En algunos lugares, más por diversión que por otra cosa, se realizan periódicamente ejercicios de supervivencia, a la manera de aquellos manuales para boyscouts que enseñaban a distinguir una sabandija de una sanguijuela y a hacer fuego frotando dos maderos, consiguiendo que las manos ardieran. Pero no tienen mucha credibilidad, porque el que experimenta la falsa soledad sabe que, si algo se tuerce, vendrán a rescatarle.

Está, por otro lado, la cuestión de querer ser originales ante aquellos a los que deseamos impresionar: la persona a la que estamos cortejando, el jefe al que pretendemos convencer de nuestra capacidad, el grupo al que desearíamos ver entregado a nuestra facilidad de palabra, dotes escénicas o el genio musical que desplegamos anteél.

Pocos, muy pocos, de entre nosotros somos originales, aunque la medida fuera solo "una chispita". A la inmensa mayoría, no queda otra opción que copiar, trasladando a la esfera personal lo que se ha visto o aprendido en otros lugares, confiando en que nuestra falsaria acción no sea descubierta, en que lo que imitamos sirva para elevar la estima que pretendemos de los demás.

Cruzándose entre ambas tensiones -ser gregario y aparentar originalidad-,  individuos particulares en nuestra especie, se apropian del resultado de la originalidad de otros, retirándolo de la contemplación o el disfrute a todos los demás. 

Pueden ser los autores o instigadores de robos de páginas miniadas monacales, lienzos de maestros pintores, delicadas piezas de orfebrería, valiosos elementos sustraídos de museos, iglesias o viviendas ajenas; son "coleccionistas privados", que nos privan, en realidad, al resto, del gozo que se quieren reservar a sí mismos.

A veces, su propósito de apropiarse de la originalidad, les cuesta mucho dinero. Pueden ofrecer cantidades estrafalariamente altas por una obra que se subaste en una prestigiosa casa de pujas, haciéndose con la pieza pagando por ella un caudal que hubiera supuesto inmensa felicidad para el autor, quizá muerto hace años en la miseria (es sabido que, para que un original se cotice más, su artífice tiene que haber fallecido: así se tendrá la certeza de que no competirá consigo mismo).

Apostaríamos que lo importante no es la posesión de la obra para estos exclusivistas de la originalidad ajena. Es más atractiva la sensación voluptuosa de haber sustraído de la contemplación de todos, eliminándolo del mundo salvo para ellos, el producto de la originalidad de un artista. Equivale a haberla destruído para siempre, similar a quemarla, romperla a martillazos, enterrarla muy hondo, negando a partir de ahí, fundadamente, su existencia fuera de un territorio de vacuidad y miseria mental del que ellos son los únicos guardianes. 

Sobre el control de la natalidad

La capacidad de influir sobre la naturaleza, distorsionando (así lo creemos) su evolución en beneficio propio, tiene, también, sus servidumbres. Somos, desde luego, unos excelentes depredadores, dispuestos a utilizar, muchas veces de forma consuntiva o destructiva, lo que encontramos elaborado, -pertenezca al reino que sea-.

Somos tan fastidiosos para la mayoría de nuestros compañeros de viaje -desde luego, prácticamente todos los visibles-, que se alegrarán, posiblemente, de que solo compartamos con ellos una mínima parte de la eternidad, desapareciendo para siempre.

Para contabilidad peculiar de nuestro orgullo como especie, sin embargo, podemos jactarnos de haber escrito algunas páginas brillantes, según nuestros propios cánones. Hemos sido capaces de transformar, perfeccionándolas, adaptándolas a nuestro disfrute y aprovechamiento exclusivos, muchas cosas.

La curiosidad de algunos miembros de la tribu nos ha permitido, por ejemplo, conocer la forma de curar ciertas enfermedades, aumentar bastante la productividad agrícola y, a pesar de ser relativamente patosos, conseguimos movernos de un lado a otro del planeta Tierra sin esfuerzo propio, aunque a cambio de contaminar bastante.

Tenemos pues, en principio, serios motivos, -mientras no aparezca alguien por ahí con mejores credenciales-, para creernos el centro del Universo, la anomalía consciente más activa de la evolución natural desde el gran estallido.

Hemos también perfeccionado, sofisticándola, nuestra ilusión de entender lo que sucede, mezclando filosofía e imaginación. Los avances han sido aquí también, espectaculares, pues no solo estamos más cerca de teorizar sobre cómo se produjo el comienzo del cosmos, sino que hemos desarrollado algunas convicciones sobre lo que significa la existencia para nosotros, y que se han difundido y se difunden, incluso a sangre y fuego. (1)

Impulsados por la natalidad, protegidos por los avances médicos, controlada buena parte de los enemigos procedentes de otras especies y, por el momento, situados los humanos en períodos interbélicos, crecemos rápida, exponencialmente. Ya somos, según cálculos aproximados, 7.000 millones de seres humanos sobre la Tierra. Viviendo en condiciones muy diferentes, eso sí; aproximadamente, un 15%, subsisten y mueren en la penuria; son, socioeconómica y tecnológicamente, asimilables a una subespecie. (2)

El día 8 de diciembre -día en que se celebra por la Iglesia católica la Inmaculada Concepción de la Virgen María- puede ser un momento adecuado para reflexionar sobre el control de la natalidad, y sus derivados controvertidos, la contracepción y el aborto.

Cuando a mediados del siglo XiX, el Papa Pío IX elucubró, convirtiéndolo en dogma, sobre la concepción extraordinaria de la que había sido madre de un Dios hecho judío, poniéndola en relación con el pecado heredado de una pareja de sapiens que hizo, por primera vez, caso omiso de las leyes cósmicas, no había aparecido aún el problema mayor con el que nos enfrentaríamos los seres humanos. Por lo tanto, no tuvo ocasión de pronunciarse, con similar inspiración, sobre otras verdades que el futuro convertiría en imprescindibles para la supervivencia.

Hoy está muy claro. No porque lo haya dicho Malthus, ni se debata en el Club de Roma, ni surja como producto de una revelación externa. Somos objetivamente demasiados. Tanto los de aquí, los que estamos en la parte hasta ahora rica y poderosa de la Tierra -incapaces de mantener nuestro ritmo de consumo, faltos de recursos-, como los de allí, los de las zonas hoy pobres -incapaces de explotar los recursos que aún se mantengan intactos en sus territorios, porque no encontrarán suficientes mercados capaces de pagar su coste-.

Si no paramos la máquina de nuestra natalidad, no habrá para todos: ni alimentos, ni aire limpio, ni agua. Hemos poblado la tierra, hasta alcanzar, con mucho, el límite de saturación, y  precisaríamos más de dos planetas como el nuestro para sostenernos. Y cada vez somos más y, por tanto, tocamos a menos.

Podemos llamar al remedio más inmediato como queramos: control de natalidad, contracepción, aborto provocado. Una solución de urgencia que no solo depende de la relativa obviedad de admitir que las mujeres puedan decidir libremente sobre sus cuerpos y lo que suceda en ellos por su condición de receptoras de la llave de la fertilidad.

Todos debemos sentirnos involucrados. La humanidad entera debe tener claro que hay que poner orden en esta evolución sin mesura, y que estamos solos en el cosmos para adoptar las medidas que limiten nuestro feroz crecimiento demográfico. Corrigiendo, de paso, nuestra insensata cerrazón en sostener que la humanidad es dicotómica, y consta de dos naturalezas: una, privilegiada, y la otra, subordinada al bienestar de la primera.

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(1) 

Echamos la vista atrás y advertimos que hace apenas diez mil años -que es una nimiedad, incluso considerando la totalidad del período de presencia de la especie humana en la Tierra-, hasta los más sabios de una forma de razonar de la que nos consideramos sucesores, creían que la parte poblada por el hombre se concentraba entre dos ríos, ignorantes de lo que sucedía en las demás. 

Los acontecimientos se aceleraron a medida en que se descubrieron otros territorios, más gentes, culturas y modos diferentes de explicar lo ignoto. Sorprende, sin duda, que solo fue hace más o menos dos mil años, cuando algunas familias autóctonas de esa franja de lo que hoy conocemos como Oriente Próximo, se entregaron a la difusión a ultranza de una fábula apasionante, que volvía a conectar, antropomorfizándolo y dotándolo de principios éticos que superpusieron a los legales, lo físico y lo metafísico.

No resultaba imaginable que esa construcción llena de piedad llevara implícitas semillas de discordia. En otros lugares, la historia no evolucionó de manera diferente y, cuando se consumó, al fin, el contacto entre todos los pueblos y se compararon las creencias, ninguna facción estuvo dispuesta a admitir que las suyas eran menos valiosas.

(2) 

Las múltiples diferencias entre las zonas pobladas por el hombre, evidencian que, aunque genéticamente compatibles, no formamos parte del mismo grupo. Estamos hechos de distinta naturaleza, y, por eso, nos preocupan cosas distintas: en el mundo desarrollado, sin ánimo de exhaustividad, nos obsesiona disfrutar a tope de la vida, el coste del dinero, el control tecnológico, la máxima producción de energía, la moda en el vestir y los sabores y placeres insólitos, así como los viajes especiales y la caza por placer; en el mundo de la miseria, unos homínidos con muy inferior capacidad de supervivencia, se obcecan en analizar a diario su disponibilidad de agua para beber, abrumados por enfermedades que desde el lado de la opulencia hemos superado, no consiguen en general llegar a los treinta años de vida y, varios cientos de milllones, puede que no consigan comer hoy, y serán miles de millones los que lamentarán, cuando paren, tener hijos hembras.

Con algunas ideas para el discurso de Navidad de El Rey

La proximidad a las fiestas navideñas, en las que S.M. El Rey ofrece una alocución, a modo de discurso institucional,  preparada, según se ha comunicado otras veces, por el Gobierno de la nación, nos sugiere ofrecer graciosamente al anónimo escriba, algunas ideas que podrían ayudarle en su trabajo.

Ante todo, y aunque este año también ha habido éxitos singulares para el deporte español, desaconsejamos que, sobre la mesita, se haga figurar una foto del Barça, o de Nadal, descartados, de momento, tanto Contador como Marta Domínguez (...¿o era Sánchez?). Tampoco convendría incluir una foto de la familia, ya menguada en otra ocasión y, lamentablemente, a punto de sufrir -salvo remedio de última hora- otra pérdida afectiva.

Podría ser una sorpresa agradable para el mundo técnico-científico que se pusiera sobre la ménsula de la sala regia la foto de algún investigador, empleados de cualquier centro de desarrollo o, incluso, de los startuperos que se reunieron con representantes políticos de gobierno y oposición, hace unas semanas, para presentar sus ideas de cómo mejorar el país, pero habría que poner un letrero junto a la instantánea para que pudieran ser identificados.

Nos queda, por tanto, la elección limitada entre la fotografía del gobierno saliente o una de las acampadas del Quince-Eme. Ambas podrían servir como demostración de sensibilidades, bien hacia políticos que no gozan del fervor popular en estos momentos, bien hacia el fervor popular que no goza del apoyo de los políticos.

Pero esto son, al fin y al cabo, pecatas minutas. Gran parte de las ideas, reflexiones y consejos expandidos el año pasado, siguen siendo de furiosa actualidad, desde luego; incluso, más rabiosa todavía. La frase "Debemos proseguir y abordar las reformas necesarias, cumpliendo además nuestros compromisos en materia presupuestaria y de déficit" parece haber sido acogida por el tándem Merkel-Sarkozy, aunque ambos personajes son, reconocidamente, republicanos.

El dolor de la crisis "que ha golpeado a tantos hombres y mujeres que han sufrido -en su propia carne o de sus familias- la pérdida de empleo", no habrá hecho, también lamentablemente, sino aumentar. "Todos ellos merecen nuestro más amplio respaldo", dijo entonces S.M., y es de agradecer, aunque sería preferiblemente que se les diera un trabajo.

Vayamos, pues, directamente, al consejo, que será único: Convencidos, al fin, por haber sido la clave del discurso que llevó a Mariano Rajoy ganar las elecciones de noviembre de 2011, de que "somos una gran nación", es hora de demostrarlo, caiga quien caiga. Como para la noche del 23 de diciembre aún no habrá dado el futuro presidente de España las claves de su programa político, se puede perfectamente aprovechar la credibilidad y simpatía de S.M. para hacerlas públicas, ya que tenemos que suponer que serán representantes del futuro gobierno y no del que está en funciones quienes redactarán las líneas del discurso.

Como será comprendido de inmediato, no podríamos ser nosotros quienes desvelemos el misterio. Hay que preservar la posibilidad de máxima audiencia de una emisión que se emocionará, una vez más, escuchando que "debemos desterrar el desánimo, levantar la cabeza, aunar esfuerzos y continuar la faena, conscientes de lo que somos, de lo que ya tenemos, y de lo que podemos avanzar".

O algo parecido. ¡Morituri, te saluntant!

Sobre el desarrollo compatible contra la avidez de los que más tienen

Ya no se habla apenas del desarrollo sostenible o sustentable, porque la explosión de la crisis económica de los países occidentales ha puesto en su lugar las verdaderas prioridades humanas: y, como podríamos habernos imaginado, la máxima prioridad no tiene que ver con las necesidades de los más humildes, sino con la avidez y el egoismo de los que más tienen.

Pero no estará mal volver una y otra vez, al menos para mantenerlos vivos y frescos en la memoria colectiva, sobre cuáles son los argumentos que han quedado arrumbados en las lindes del camino, una vez que sonaron las sirenas de alarma -accionadas por unos individuos que ahora se empeñan en decir que no era para tanto, y que volvamos al trabajo- que provocaron la desbandada general, dejando abandonados, entre otros, los petates intelectuales.

Permita el lector ilustrado que recordemos una presunta definición que, de tan manida, parecería formar parte de las evidencias absolutas: "Desarrollo sostenible es aquél que satisface las necesidades actuales de las personas, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas".

Hay en esa aparente definición de una verdad incontrovertible demasiadas peticiones de principio para hacerla efectiva. No sabemos cuáles serán las necesidades de esas futuras generaciones y, aunque fuéramos capaces de predecir (que no lo somos) las de la inmediata a la nuestra -entendiendo por ella, la de nuestros hijos o nietos- no parece que la norma de actuación quiera limitarse a un horizonte tan escaso, visto desde la perspectiva de la historia del hombre sobre la Tierra.

Queda abierta, pues, la incógnita acerca de qué deseos serán capaces de producir satisfacción a los que nos sucedan, y con qué capacidades actuales pretendemos cubrirlos, y para un intervalo de cuántas generaciones deberán ser considerados.

Ah, pero el valor de la palabra "comprometer" y ante quién se asume la obligación, nos devuelve, como en un frontón, la pelota dura de nuestra intención. ¿Cuál será el castigo y quién lo habrá de imponer, en el caso -ya dijimos que difícilmente demostrable, pues se carece de pautas- de que se incumplan las expectativas?.

Si fuéramos serios, habríamos reconocido que no puede, válidamente, pretender actuar ante el futuro bajo unos principios éticos y de solidaridad que no se es capaz de incorporar en el presente. ¿De qué personas habla la definición?. Es evidente que, dadas las desigualdades -económicas, de expectativas, de acceso a la educación, a la sanidad, a los recursos- según áreas y grupos sociales, no se parte de ninguna homogeneidad, luego tampoco tiene sentido hablar de "desarrollo" sin introducir el concepto de reparto.

No queremos extendernos mucho más en reflexiones que son, en esencia, muy elementales. Digamos que somos partidarios de un desarrollo compatible, que tiene una dimensión interior y otra exterior al concepto. En lo interior, la compatibilidad se refiere al mantenimiento -pero solo en lo posible- del nivel de vida en los países occidentales, compatible con el aumento del bienestar, de los medios tecnológicos y del incremento del Producto Interior Bruto en los países menos desarrollados, considerando la disminución de las diferencias como un objetivo global.

En la dimensión exterior, el desarrollo ha de ser compatible con el menor deterioro al ambiente, procurando -lo que exige su correcta valoración técnica y económica- la restitución de los deterioros que provoque la explotación y el uso de los recursos.

En la frontera de ambos criterios, se encuentra, sea cual sea el nivel de éxito alcanzado en esa tarea continua, la incontrovertible obligación de ampliar a todos los seres humanos los beneficios de las mejoras en la producción y las derivadas del aprovechamiento de los recursos.

Como no somos capaces de ponernos de acuerdo en estos principios, en las cumbres de Río, Oslo, Durban, México o... de Wonderland, se seguirán empleando palabras rimbombantes, redactando prolijos informes de reconocible vacuidad, pero seguiremos avanzando por el sendero abierto de la destrucción irreversible y acelerada de nuestro medio, reduciendo drásticamente el espacio de disfrute real, que se concentrará, cada vez más, en el privilegio de unos pocos, siempre -aunque se empeñen en convencernos de otra cosa- menos.

Porque la felicidad no tiene poco que ver con un "desarrollo sostenible" con ribetes academicistas para torpe consuelo de pólíticos ineficientes , y mucho con nuestra capacidad para hacer compatible nuestra forma de vivir, como humanidad, disminuyendo el desequilibrio entre las tensiones ambientales, sociales, económicas. Algo en lo que venimos fracasando.

Entre pamemas

La historia mundial de las pamemas está por escribirse -al menos, de agruparse sistemáticamente-, pero habría de ser muy formativa.

La sospecha de que algo raro sucede en la forma de contar las cosas, proviene de que la mayoría de los hechos heroicos que se veneran como glorias nacionales en unos pueblos son irrelevantes, sucesos sin importancia, para otros; otras veces, no escasas, un mismo acontecimiento parece haber servido, para mérito de todos, lo que la más elemental racionalidad revela como imposible.

El lector podría imaginar que es lógico que, por ejemplo, en una contienda, los vencedores entiendan que se han cubierto de gloria, en tanto que para los vencidos, la situación se haya convertido en un asunto para olvidar, una desgracia, y se borre para siempre de la memoria colectiva propia. El refinamiento de esta forma de mejorar el pasado es convertir en victoria lo que fue derrota.

Obviamente, no existe un pueblo o nación que haya sido permanentemente vencido a lo largo de su historia (puede ponerse también con mayúsculas, si se desea), por lo que los relatores oficiales han tenido ocasiones para ir suprimiendo cada cierto tiempo, los hechos en los que se probó el amargo sabor de la desgracia. Al cabo de los siglos, perdidas las referencias, solo quedan historias inconciliables, haciendo imposible la exacta reconstrucción de un coherente pasado común.

Así que, inventados, mejorados o, simplemente, falsos, el libro de hechos de la humanidad está poblado de heroicidades y héroes, que unen personajes de cuento y relatos novelados, siendo muy posible -pero imposible de detectar- que momentos sin ninguna enjundia se hayan convertido en hazañas, y que, quienes podrían haberlo hecho, no han desmentido, cómplices todos de los sastrecillos valientes que mataron siete de un golpe, sin especificar de qué les fue la bola.

Toda nación arrrastra, creyéndola cultura, una muestra estupenda de su peculiar idiosincracia, que, en realidad, son sus pamemas.

Para descubrir las pamemas que forman parte de nuestra propia historia no hay más que leer con ojos críticos el relato de lo que nos dicen que ha sucedido, despojándolo de oropeles, incongruencias, méritos individuales, juicios colectivos.

Lo que queda, si queda algo, es la Historia verdadera de la Humanidad, no la que se cuenta, sino de la que cuenta. El resto, el inmenso material que hayamos dejado a un lado, inservible, hueco, forma parte, ese sí, del cuento.

Desde esta perspectiva, con esa llave de la sagaz sabiduría, sirve de consuelo al menos, atinar a percibir que estamos ahora mismo viviendo en una pamema global, en la que por una vez, todos aparecemos como vencidos por un enemigo al que, como no conseguimos ponerle cara y ojos, habrá que concluir que, muy posiblemente, se ha afincado dentro de nosotros, formando parte de nuestro imaginario colectivo.

En un universo multidimensional

Hay un juego para niños y crédulos en el que se pide adivinar el nombre de una persona, animal o cosa, a base de hacer preguntas a las que quien ha hecho la propuesta contestará afirmativa o negativamente. El procedimiento para generar las respuestas, que puede convertir la búsqueda en desesperante para el presunto investigador, es que se responderá "sí" cuando la pregunta termine en consonante y "no" si acabare en vocal.

(P. ej.: "-¿Tiene pelo? -No. -¿Es un animal? -Sí. -¿Es un ser humano?. -No." ... Etc.)

La investigación acerca de lo que nos rodea, en la medida en que los físicos teóricos y los experimentales nos van indicando sus conclusiones -provisionales- respecto a lo que elucubran o descubren, no nos aclara demasiado. En cierto sentido, parecería que la respuesta a las preguntas que nos formulamos depende de cómo las hayamos formulado.

Hace un par de siglos creíamos estar más seguros de haber comprendido la razón de lo que nos rodea que ahora mismo (ahora en sentido relativo para el lector, y absoluto para quien esto escribe). Dados a cuantificar nuestra ignorancia, los que más saben de la misma, han decidido que el universo está formado por un 72% de energía oscura, a la que habría que añadir otro 23% de materia oscura y una pequeña dosis -el 5% restante- de "materia normal".

Demasiada oscuridad, sin duda, para que nos podamos sentir seguros de saber por dónde andamos. Y mucha más si, como últimamente les ha dado por imaginar a algunos poetas de la física, candidatos a Premio Nobel del ansia por desbrozar un universo plagado de trampas, podemos encontrarnos en un universo de infinitas dimensiones, en las que -dada nuestra propensión a limitar nuestros sentidos a tres o cuatro-, quedarían a nuestro entendimiento, exactamente, infinitas dimensiones ocultas-.

Es evidente, con estos datos, que está volviendo un tiempo favorable a los poetas, que estarían de enhorabuena. Reaparecen excelentes oportunidades para la lírica.

Sobre lo que sabemos del futuro

El interés por conocer nuestros orígenes como especie y la preocupación por plasmar con exactitud los hechos relevantes de cada generación, o descubrir los de las anteriores, para poder analizar la evolución que nos ha llevado hasta aquí y tratar de deducir de esa observación hacia dónde se nos está conduciendo o, si negamos el determinismo, hasta dónde podemos llegar, es sorprendentemente reciente.

El pasado del hombre está lleno de vacíos y, por lo que vamos descubriendo, de ominosos silencios, de interpretaciones fabuladas y de desencuentros entre seres con identidades morfológicas pero tremendas discrepancias ideológicas, que, lejos de aminorarse, se han ido incrementando con el paso de los siglos.

No podemos dejar de lado, como hecho sustancial, que una parte de la humanidad vive de la explotación de la otra, y que así ha sido, sino desde los primeros tiempos de la especie (que parece que sí, que fue de esa manera), en estos últimos. Tenemos un estupendo historial de guerras, de dominaciones, de exterminios, y la marea de esa crueldad del hombre contra sí mismo, llega a nuestros días, nos alcanza los pies, nos llega en muchos sitios hasta la cabeza.

Con estos antecedentes, lo que podemos predecir del futuro, lo que sabemos de él por extrapolación, no es muy tranquilizador. Si pusiéramos sobre un mapa terreste todas las zonas de conflictos -armados, comerciales, económicos, ideológicos- cubriríamos toda la superficie. Podemos, si nos apetece, hablar de un mundo tecnológicamente avanzado, pero deberíamos cuidarnos muy mucho de llamarlo civilizado.

Las recientes proyecciones sobre la evolución de la temperatura media sobre la superficie de la Tierra -ya no importa entrar a discutir si como consecuencia de un proceso natural o antropogénico- indican que subirá entre 3 y 6 ºC antes de 2035 y que la tendencia es irreversible.

Preocupados por la crisis financiera actual -cuando no por los resultados del último acontecimiento deportivo o las declaraciones de cualquier disminuído síquico no diagnosticado- no nos ocupamos de un riesgo que está creciendo a velocidad de vértigo: en muy pocos años los humanos se enzarzarán en una lucha brutal por las disponibilidades de agua limpia y energía primaria. Apelar a la solidaridad suena muy bien, pero nos devuelve, en la realidad, un eco vacío, metálico, con fragor a desastre.

Hay un libro de metáforas, muy leído e interpretado, que nos cuenta de un tal Noé que construyó una barca con capacidad sorprendentemente suficiente para albergar un par de animales de cada especie, y que permitió salvar de la destrucción lo mínimo de lo existente.

Dentro de un par de miles de años, la imaginación nos indica que esforzados exégetas podrían estar analizando señales y signos, tratando de descubrir qué pudo haber sucedido en este planeta en el que, bruscamente, varias zonas que aparecían hasta entonces como muy pobladas se desocuparon de una gran parte de los eucariontes.

Si esto sucediera, esos descendientes de trasuntos de Noé y sus allegados, podrían llegar a la hipótesis de que, en esa época anterior (la nuestra), incluso los seres superiores de la cadena trófica -que parecía dominar un superdepredador extinguido-, eran organismos mentalmente poco evolucionados.

Sin culpables, de momento

Contrastando con la persistencia de la jauría internacional que se alimenta del dinero (es decir, del bienestar de otros), que sigue persiguiendo a España como si no hubiera pasado nada después de las elecciones generales del 20-N, aquí estamos atravesando un período de calma.

Quienes están especialmente de enhorabuena por esa laxitud, son los simpatizantes -confesos, intuídos o, simplemente sospechosos- socialistas. Para ellos, han terminado las incómodas imprecaciones en el trabajo, en el restaurante y hasta en el wáter, en donde se les instaba a reconocer que el Gobierno de Rodríguez Zapatero todo lo estaba haciendo mal, o que tal específico ministro era un incompetente más torpe que el asno de Buridán. (1)

La presión se va acumulando sobre los simpatizantes -igualmente, se pueden emplear idénticos adjetivos calificativos que anteriormente- de las posiciones liberales. Se debe hacer aquí la precisión, seguramente solo válida para España, que los liberales de estos predios, son, mayoritariamente, los que no siendo comunistas, están en contra del Gobierno que corresponda.

Por eso, en este período de cambio de Gobierno forzado por unas elecciones generales, los liberales de hace apenas unos días están a la expectativa respecto a qué posición tomar. La falta de definición en cuanto a lo que se propone hacer el presidente in pectore Rajoy -¿más, menos, nada de lo mismo?- y la desaparición de la escena del presunto/falso culpable de todos los males, les ha dejado sin argumentos.

Los liberales de boquilla, ayunos de material didáctico, no saben exactamente qué apoyar (¿reducción de impuestos para incrementar la inversión privada? ¿encomendar a la gestión privada todo o la mayor parte de lo público para poder pagar las pensiones? ¿imponer el copago para reducir el gasto sanitario y aguantar algo más de tiempo con las prestaciones públicas en salud?) y tampoco disponen, aún, de ejemplos concretos que criticar, por actuaciones que se animen a juzgar como erróneas, del nuevo Gobierno.

Ojalá que la situación que nos toca vivir no pueda describirse apelando a la burra de Balaam, detenida por la voz de un espíritu superior y que, a pesar de los latigazos con que la castigaba su amo, se negaba a seguir adelante. Ojalá que sepamos, al fin, qué hacer, y todos lo apoyemos.  

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(1) El asno de Buridán pertenece al imaginario filosófico. Fue ideado por un francés para ilustrar sobre la necesidad de decidir ante alternativas que pueden parecer equivalentes. El pobre asno, padeciedo hambre y sed, fue confrontado con un cubo de agua y un montón de heno, y no sabiendo qué hacer primero, murió sin decidirse.