Sobre las oportunidades de la vida
Estando las trayectorias vitales condicionadas por el lugar en donde a uno le ha puesto su madre en este mundo, precisamos que este Comentario se refiere, básicamente, a algunas maneras de aprovechar las oportunidades que se presentan a un ser humano en el mundo occidental, al ser ésa la estructura sociológica que mejor conocemos.
Existen, desde luego, decisiones que un individuo no toma por sí mismo y que le marcarán para siempre: la solvencia económica de sus papás, el colegio al que le han enviado, su coeficiente intelectual o sus capacidades físicas, son algunas de ellas.
Aunque se tiende a ver estas características como positivas o negativas, hay que advertir que no siempre se cumple en un especimen particular lo que resultaría válido para el conjunto de afectados por la hipotética ventaja o desventaja.
Así, ser vástago de una familia inmensamente rica puede convertirse en un hándicap si, por ejemplo, llegado el tiempo, se descubre que los dineros son provenientes de un desfalco; si los papás enviaron al infante a un colegio en el que los compas se han hecho, ya de mayores, en su mayoría, simpatizantes ideológicamente del liberalismo económico, puede resultar útil si uno ha evolucionado hacia la socialdemocracia, pero sería peligroso si, habiendo sido educado en el islamismo, el adulto se ha convertido al judaísmo ortodoxo y escribe un libro sobre la vida sexual de Mahoma.
El tener un coeficiente intelectual bajo -aunque no excesivamente bajo- es, en general, bueno, pues esa limitación obliga a sus portadores a concentrarse en pocos temas y a sacarles el máximo jugo, y a repetir una y otra vez los mantras de su escaso doctrinario; un coeficiente intelectual muy alto es, en general, una lacra, pues suele llevar a los portadores de esa características a la investigación físico-teórica o al ostracismo, y aunque existe una remota posibilidad de que le den a uno, a título normalmente póstumo, el premio Nobel o un homenaje desde el centro para enfermos síquicos terminales, no se puede decir que sirva para triunfar en la vida, al menos, en el sentido que la mayoría lo entendería.
No todos los tontos llegan a jefes de empresa, ministros o se hacen inmensamente ricos, sin embargo: solo unos pocos. Tampoco todos los muy listos acceden al culmen del tratamiento siquiátrico y solo dos o tres cada año alcanzan el premio Nobel de Física (estos últimos tienen, además, que haber nacido en la India o en un país báltico y haberse nacionalizado norteamericanos); muchos de ellos, se hacen a tiempo funcionarios y se dedican a pasear al perro u organizar manifestaciones.
Eliminadas las excepciones, concretaremos que el número de oportunidades que se presentan a todo individuo adulto en su vida, para triunfar en ella, son, rigurosamente tres y surgen, respectivamente, entre los 20 y los 30 años, entre los 40 y los 50 y entre los 70 y los 80 (esta última, en especial, para los que han sobrevivido hasta ahí).
(continuará)
2 comentarios
Angel Arias -
dorita abella -
Dori Abella.