Sobre el posible discurso de Navidad de SM El Rey de España
Ciudadanos españoles y comunitarios, emigrantes regulares y regularizados, residentes ilegales, turistas, delincuentes organizados y ocasionales provenientes de otros países, habitantes todos de este territorio llamado antes con orgullo, España, y que ahora pronunciamos con la boca pequeña:
Este año de 2007 ha pasado con más pena que gloria. El panorama general de los afectos se ha endurecido, tanto a escala internacional como nacional. A pesar de las muchas reuniones, foros y asambleas, no se han resuelto ninguno de los conflictos que perturban tan gravemente la existencia de las gentes en los lugares más variados del planeta. En casi todos ellos, están involucrados los países más pobres del Planeta: Palestina, Serbia y Kosovo, Chechenia, Irak, Sudán, Chad, Bolivia...
Como es sabido, mi posibilidad de intervención en fijar las directrices exteriores del Gobierno es prácticamente nula. A veces me indican algo los Presidentes de turno, pero mis comentarios no dejan de ser simples observaciones similares a las que podría dar cualquier otro ciudadano bien informado. En ciertos momentos, me han pedido que llame por teléfono o tal o cual jefe de Estado, aprovechando que es su cumpleaños o con ocasión de cualquier acontecimiento relevante. Me gustaría haber intervenido más, desde luego, pero no siempre me dicen que es oportuno.
Un caso especial este año que termina ha sido mi comentario pidiendo que se callara, al Presidente de Venezuela. No estaba en el guión, -mi papel exige que solo intervenga diciendo lo que me parece en los cócteles-, pero en este caso no pude contenerme. Contrariamente a lo que algunos murmuraron, no había bebido. Me salió del alma.
La semana había sido muy difícil, con el anuncio de la separación de mi hija mayor, Elena, y la visita a Ceuta y Melilla me había crispado bastante, porque la postura de ese joven rey de Marruecos, siempre bordeando la provocación, me parecía incomprensible. Así que le dije a Chaves lo que se merecía por estar interrumpiendo al pobre Zapatero que no conseguía sacar adelante lo que había estado preparando con Moratinos y Trinidad durante la comida.
Creo que este año ha significado un paso atrás en algunas cosas de las que estaba muy orgulloso. Desde luego, me parece que es un motivo de satisfacción reconocer que la popularidad de Felipe ha aumentado, después del disgusto que nos dió a la Reina y a mí casándose con una divorciada. Pero las niñas son muy graciosas, y, la verdad, Leticia sabe desenvolverse con soltura entre los periodistas.
Pero, por otro lado, España ha perdido unidad y coherencia, por culpa del tema de las autonomías, y la ambición por parte de los políticos regionalistas de conseguir el máximo de poder económico. Esto está provocando la merma de la solidaridad, y me temo que se está volviendo a crear reinos de taifas, que en la historia de este país ha traído amargas experiencias. También está la cuestión del terrorismo, que jamás he conseguido entender. Hay dos terrorismos amenazando España, el de ETA y el de Al-Qaeda y siempre me ha parecido que ambos tienen las mismas raíces, la incomprensión de los demás, la incapacidad para entender a los otros.
En fin, no quisiera perpetuarme en esta posición decorativa, y veo que mi persistencia como Jefe de Estado nominativo está provocando el retraso en la modificación de la Constitución y en la modernización de ciertas estructuras del Estado. Me gustaría que el Rey tuviera algún poder más, asimilándose su figura a la de, por ejemplo, la Reina de Inglaterra. Me gustó la película The Queen porque refleja algo que sería muy difícil de lograr en España: demostrar con ejemplos concretos la influencia y el carisma del Jefe de Estado. Dicen que yo tengo mucha influencia, pero, desde el 23F no había habido ningún ejemplo de esa influencia. Hasta que llegó el Que te calles, que fue como una visión de oportunidad, que aproveché.
Por eso, aprovechando que vuelvo a estar en boca de todos los españoles (ya que no en el corazón) y que en muchos lugares del extranjero se habla ahora con admiración de mí, quiero anunciar mi decisión irrevocable de abdicar.
Seguramente Sofía y yo permaneceremos en España algún tiempo, aunque a ella le hace ilusión volver a Grecia, como ciudadana normal. En todo caso, vendríamos con frecuencia a España a visitar a nuestros hijos y nietos.
Gracias por todos estos años tan felices y, para mí, inolvidables. Para quienes me habían vaticinado un reinado breve (me han dicho que me habían apodado Juan Carlos Primero el Breve), supongo que habré sido un fastidio, así como para esa minoría republicana que todavía no ha reconocido que más vale un Rey de sangre azul que un Presidente que se ponga morado. Espero que, para la mayoría de vosotros, los Borbones sigamos siendo la mejor de las opciones, mientras profundizáis en ese mito que es la plena democracia.
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