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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Internacional

Disputas al margen de las civilizaciones

Empezamos la segunda quincena de noviembre de 2012 con un recrudecimiento -así lo denominan los expertos, si es que hay expertos en estas artes del desencuentro- de la tensión entre palestinos e israelíes. Con otras palabras: la guerra que tienen planteada desde los apaños de Camp David (1) se cobrará nuevas víctimas, (especialmente entre los palestinos, pertenezcan o no a Hamás y simpaticen o no con la Yihad islámica), hasta que los intereses económicos de los judíos norteamericanos encuentren un nuevo punto de equilibrio inestable. 

Hubo un tiempo en que un iluso denostado, que pilotó, hasta encallarlo en los arrecifes de la avidez internacional, el barco de los intereses españoles, defendió la necesidad de una alianza entre civilizaciones.

Por supuesto, la propuesta era una tontería (acepciones 3 y 4 del Diccionario de la RAE). Ningún grupo está dispuesto a compartir en un mismo cuenco las "costumbres, ideas, cultura o arte de un pueblo o comunidad" (definición de la RAE) sin que, ante todo, se le reconozca su superioridad frente a todas las demás opciones. Desde el mejor cocido lo hace mi madre, pasando por los mejores aires son los de mi pueblo, se llega, en camino natural, hasta qué se creerán esos, si la razón está indubitadamente de nuestro lado.

Es relativamente sencillo, si se toma uno el interés de no quedarse en lo superficial, comprender que los pueblos no discutirán, jamás, por cuestión e civilizaciones, que es un quítame allá esas pajas, comparado con el estímulo central de las apetencias humanas. La clave está siempre, lo estuvo siempre, lo estará por siempre jamás hasta la destrucción de la especie de la que formamos parte, en la posesión de la tierra; en especial, de la tierra fértil, esto es, con agua.

Cuando se disipa el polvo de las batallas por imaginarias discrepancias religiosas, ideológicas, culturales, aparece, diáfano, el motivo que nos hace discrepar a los humanos: dominar la Tierra. Está en la Biblia. Solo que Dios se lo dijo a muchos patriarcas al mismo tiempo, y en esta carrera desenfrenada hacia la destrucción, cada tribu cree tener el auxilio de la superioridad para alcanzar el objetivo.

Me ha producido una intensa emoción el advertir, una vez más, que en la disputa regulada por la presidencia de los Estados Unidos, ambos contrincantes recurren a los sentimientos religiosos y a la convicción indemostrable de que el pueblo norteamericano tiene una vocación o designio divinos.

Retomando la situación desde la Unión Europea, no me atrevo a valorar cuántos desencuentros y destrozos pueden ser atribuíbles al agnosticismo admitido de muchos de sus dirigentes o a la pluralidad de matices, convertidos en relevantes, que han separado, en este continente con mentes viejas, a los creyentes, sin que nadie parezca haberse dado cuenta de que toda diferencia es, siempre, producto de una mentira originaria, de una falsedad instrumental.

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(1) También podemos remontarnos a la declaración de Balfour (1917), o a guerra árabe israelí de 1948, provocada por la nada inocente intromisión de las Naciones Unidas en la zona, arrojando sobre ella el ascua del reciente incendio.

El Club de la Tragedia: Lo que nos importa que haya ganado Obama

A pesar de que las encuestas previas presentaban un panorama de igualdad entre ambos candidatos, el actual Presidente de los Estados Unidos de América ("The States"), renovará por otros cuatro años su mandato por una cómoda mayoría. Barack Obama ha superado con cierta horlgura el número mínimo de electores -270-, derrotando al candidato republicano, Mitt Romney, quien ha aceptado el resultado.

Si los españoles hubieran tenido capacidad de decisión en este evento, la ventaja que habría obtenido el candidato demócrata hubiera sido abrumadora. Tanto los partidarios de la socialdemocracia como del liberalismo se han mostrado votantes potenciales del presidente más negro de cuantos, hasta ahora, han tenido los norteamericanos.

Y lo habrían hecho por pura simpatía ideológica, ya que la izquierda de los norteamericanos queda, en general, escorada a la derecha del espectro sentimental hispano. 

Esto es lo que se argumenta, en fin, de manera repetitiva, en los foros de los analistas, para justificar porqué los españoles preferimos a Obama, a pesar de que, como ya resulta habitual cuando las crisis azotan, tampoco ha cumplido la mayor parte de su programa. 

Me gustaría poner la atención en dos aspectos sustanciales. El más evidente: los programas de los dos candidatos norteamericanos apenas diferían entre sí, y quienes se hayan tomado la molestia de analizar los discursos pronunciados por ambos, según el momento y el auditorio, habrán quedado sorprendidos de las analogías. 

Ambos programas reflejan, principalmente, un alto sentido pragmático, y un enfoque fundamentalmente orientado a la política interior. La pesada maquinaria de una economía de gran porte, con entresijos cuyo manejo resulta inexplicable incluso para los premios nobel de economía, obliga a pasar de puntillas sobre una realidad subyacente, pero insoslayable: a ningún mandatario se le ocurrirá cambiar nada que pueda enfadar a los grandes consorcios norteamericanos, verdaderos controladores de la economía. 

El otro aspecto sobre el que deseo llamar la atención es respecto a los pretendidos efectos saludables de la elección de Obama para Europa. Si soy escéptico respecto a las consecuencias que tendrá para Europa el resultado electoral en los Estados Unidos, aún lo soy más en cómo entiendo afectará a España.

Siempre he creído que el feudo europeo, desde que los norteamericanos intervinieron en nuestras guerras para obtener la mayor parte del mérito, aprovechando muy bien la opción de tenerlas convertidas en mundiales, es un recurso más, un elemento de cambio de su política exterior. Algo, en fin, que se canjea según convenga.

Lo entenderemos mejor si hablamos en porcentajes. España representa aproximadamente el 2,1% de la economía mundial. Es el mismo peso que Asturias detenta en el contexto español (2,2% del pib). Y ya sabemos cómo nos va a los asturianos.

Me levanto, con todo, de mi asiento, para unirme al coro de los que se felicitan porque haya ganado Obama. Como los habitantes de aquella isla del Pacífico que se reunían en el centro de su minúsculo territorio, cuando azotaba el huracán, para recordar a Dios su existencia, con el grito conjunto de "¡Eh, que estamos aquí!", le digo a Obama y a sus asesores internacionales, desde lo profundo de mi escepticismo: "¡Eh!".

Uno de los nuestros: negro y demócrata

El presidente Barack Obama lo tiene negro, lo de ganar las elecciones presidenciales en el país más racista de la Tierra (1), en este año de 2012. La alternativa, Mitt Romney, blanco como la leche, le sigue tan de cerca que no solo le pisa los talones, sino que, a veces, le adelanta, en la carrera por la Casa Blanca. Por supuesto, siempre por la derecha.

Los que manipulan las dosis de ingredientes para que la pócima electoral sea la adecuada para salirse con la suya, entienden que Obama tiene que motivar a su favor al voto negro. Hay que convencer sin fisuras a la población de color de que votar a Obama es votar a uno de los nuestros; es decir, de los suyos.

Como la proporción de ciudadanos afroamericanos es del 13%, esa movilización cuyo fundamento sería el color de la piel, desestabilizaría a favor del actual presidente la realidad del voto.

No admite discusión que es más sencillo demostrar que se es negro (si se es) que demócrata (porque la democracia es un postulado y, por tanto, no admite demostración).

Estas consideraciones cobran especial carácter en un país tan poco sutil para los detalles como los Estados Unidos de América. Para lo primero solo hace falta mostrarse a cara descubierta, y no parece que Obama tenga especiales dificultades en hacer ver, incluso a los más exigentes especialistas en analizar la negritud de una piel, que, aunque con los ademanes elegantes de haber estudiado en Harvard y Columbia (más por lo primero), es bastante negro.

Lo que tiene más difícil es demostrar que es demócrata, pero no porque eso de la democracia sea una entelequia cuya valoración, a la postre, reside en el corazón de cada votante. Sino porque en Estados Unidos, ser demócrata, como el valor en el soldado, no hace falta demostrarlo: se le supone al candidato. Los votantes republicanos son, por principio, en Estados Unidos, tan demócratas como el más demócrata de los simpatizantes del partido demócrata.

El nombre solo sirve, en ese caso, para despistar. Porque Estados Unidos es una democracia republicana, aunque la discriminación sea un hecho y aunque existan familias que copen los puestos relevantes, como en las más genuinas sagas de sangre azul.

Si las elecciones tuvieran lugar en España, y se tuviera que valorar a un candidato por su pertenencia a una minoría étnica y su calidad de demócrata o republicano, apostaría que ganarían los republicanos. Por lo bien que suena. 

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(1) La afirmación puede parecer escandalosa. Si lo indico así, es solo haciendo referencia libre a la Historia de los Estados Unidos en, digamos, los últimos 150 años; pero no pretendo, en realidad, reconstruir un ranking de la miseria humana.

Considerar al otro enemigo por pertenecer a distinta tribu, creer en un dios diferente, ser más pobre (o más rico), o haber nacido en un determinado lugar, son los matices, algunos incongruentes, de los pecados originales de los que no libera a muchos seres humanos ningún rito, ni exorcismo; ni siquiera el bautismo. 

Venezuela puede esperar

"Mientras me queden sueños por cumplir, la muerte puede esperar", dice la letra de una canción. Mario Vargas Llosa, el mismo día en que se celebraban elecciones presidenciales en Venezuela (7 de octubre de 2012, EP) , expresaba lo que pretendía ser una visión esperanzada, cualquiera que viniera a ser el resultado de las mismas.

Entendiendo que el cáncer de Chavez no estaba curado y que Capriles era joven y había conseguido aglutinar la oposición a un presidente autoreproducible, aunque éste ganara el referéndum, su previsible muerte durante el mandato y la necesaria convocatoria de nuevas elecciones dentro del trimestre siguiente, daría el triunfo seguro a su actual opositor, puesto que detrás del líder bolivariano no había sucesores cualificados.

Venezuela podría esperar, pues, a que la muerte hiciera su trabajo. Un votante subterráneo, con poder cualificado, en suma.

Hoy sabemos que Hugo Chavez ganó por casi de 1,5 millones de votos a Henrique Capriles, por lo que la introducción de la parca como defensora hipotética de los intereses del cambio en Venezuela vuelca hacia ella la esperanza de cambio de los 6 millones de venezolanos que se pusieron del lado del candidato liberal.

Lo que faltaría por resolver, en cualquier caso, es conseguir dar una respuesta a 7,5 millones de venezolanos respecto a los "sueños que les quedan por cumplir". Ciudadanos que siguen viendo en Chavez, el mejor de los líderes posibles, y que confían en él para que se los haga realidad. Aunque otros los vean como sonámbulos o drogados por una mezcla de populismo, santería y antiamericanismo.

Tengo mi propia experiencia. Hace unos tres años fui seleccionado como director de la Corporación Andina de Fomento, con sede en Caracas. Antes de firmar el contrato, fui invitado al país, para ultimar detalles de intendencia y conocer al resto del equipo.

Era un trabajo apasionante, un reto magnífico, con un grupo de gente cualificada, seria. Pero la inseguridad de la ciudad era tan alta, que había que limitar los desplazamientos prácticamente al área de Libertador, hacerlo en coche preferiblemente blindado, y ocultar la propia identidad.

Dije que no aceptaba esa restricción de mi libertad. Venezuela podrá esperar. Yo no puedo; no pude. Venezuela, como objetivo personal, se borró de mis sueños por cumplir.

Heute zu merken: Angela in Madrid

El Prólogo del libro "Nuevo Método Práctico de Lengua Alemana", escrito por Domingo Sánchez Hernández (1), catedrático de Salamanca, publicado en 1942, Félix Diez Mateo, destacado esperantista, políglota  y filólogo, profesor en Deusto a la sazón, comenzaba con estas palabras:

"Soñábamos... que un día desplazase el idioma alemán al inglés en nuestros Institutos. Preferido el español en Alemania, es justo corresponda nuestra Patria a tan delicada prueba de afecto".

En momentos como los actuales, en los que la canciller alemana Angela Merkel visita Madrid en viaje de negocios (supongo) es de lamentar que aquel deseo no haya sido plenamente cumplido y sean pocos, verdaderamente, los españoles que -incluso admitiéndoles fallos gramaticales- puedan expresarse en esa lengua.

Es imposible resistirse a recoger también el inicio del párrafo siguiente, que deja ya algo más claró el espíritu dominador del momento:

"En la época de formación intelectal, urge para el estudiante la posesión de una lengua germánica, precisamente la que ocupa el ranngo más elevado en el orden filológico, tan semejante al griego; la que requiere gimnasia educativa de als tiernas inteligencias; (...) la lengua del pueblo que fue sumido en la esclavitud odiosa impuesta por el tratado de Versalles, esclavitud de la que ha sabido redimiirse, dando lecciones de caballerosidad a los mismos que lo esclavizaron; la lengua del pueblo que con Italia nos ayudó en nuestra guerra contra el marxismo (pues, a no ser por esas bueans amistades, se habría rodo en muchos pedazos nuestra España y habría dejado de ser católica"

La Dra. Merkel no se encontrará hoy (6 de septiembre de 2012) con españoles que sean capaces de vitorearla, agasajarla, requebrarla, pedirle, suplicarle en alemán...ni siquiera, ay!, en inglés.

Pero sí encontrará interlocutores, a buen seguro, que intentarán trasladarle -vía los intérpretes seleccionados escrupulosamente- el afecto del pueblo español hacia todo lo alemán, que será correspondido, naturalmente, con parecidas palabras de la canciller, reconociendo que los alemanes también nos quieren mucho, y valoran nuestra forma distendida de ver las cosas, y nuestro carácter sufrido.

¿En qué consiste el juego de la alta política? Lo ignoro, y doy por supuesto que no lo sabré nunca. Quizá, como sucede con -casi- todas las cosas importantes que manejan unos pocos, en cubrir las apariencias. Y alimentar lugares comunes.

Puede citarse también en esa reunión de cortesía, la opinión de un austríaco que consiguió conquistar, por unos cuantos años, el corazón de los alemanes y de algunos españoles, en su momento:

"Considerados como tropa, los españoles son una banda de andrajosos. Para ellos el fusil es un instrumento que no debe limpiarse bajo ningún pretexto. Entre los españoles, los centinelas no existen más que en teoría. No ocupan sus puestos, pero si los ocupan es durmiendo. Cuando llegan los rusos, son los indígenas quienes tienen que despertarlos. Pero los españoles no han cedido nunca una pulgada de terreno. No tengo idea de seres más impávidos. Apenas se protegen. Desafían a la muerte. Lo que sé es que los nuestros están siempre contentos de tener a los españoles como vecinos de sector." (2)

Y, si hago abstracción de lo abyecto del personaje que expresó aquella opinión sobre los españoles que conocía, me queda el regusto de sospechar que así nos siguen viendo los alemanes y, lo que es más raro, que así queremos que nos sigan viendo los españoles.

Es lebe die Gemutlichkkeit, Angela! (3)

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(1) El método propuesto en el libro para aprender alemán es, en mi opinión, bueno y didáctico. La época en que fue publicado, la necesidad de comer y otras razones que desconozco, aconsejaron al autor --director durante la guerra civil del Departamento de Censura Internacional- a escribir estos ripios, que ruego al lector me disculpe de traducir: "Heil Franco!/ Ich liebe mit ganzer Seele/mein spanisches Vaterland,/das nun durch general Franco/ den Weg zur Freiheit fand.//Viel Bitt´res musst es leiden/man nahm ihm Zucht und Ehr/Viel tausend Spanier darbten,/die Zaite war sorgenschwer.//Doch dann kam General Franco/gab ihnen Arbeit, Brot;/Am Freiheitshimmel strahlte/ein neues Morgenrot.//Mein Vaterland kam wieder/su Anseh´n und zu Macht,/Heil, unserm grossen retter,/der diese Tat vollbracht! (D.S.H.)"

(2) Existen varias versiones (en español) de esta opinión sobre los españoles, soportada por el comportamiento que observó en quienes formaban la División Azul, y que se atribuye a Hitler.

Tengo, por mi parte, devoción, fundada en hechos que vivieron personas de mi familia, a la valentía de aquellos expedicionarios que se batieron heroicamente en la batalla de Krasny Bor. En ella (1943), el primo de mi madre, Joaquín Fernández G. Madera, perdió una pierna, falleciendo en 1946.

(3) "Te llamas Angela, como yo/ y tú/ y me llamaría clavel/de ser tu rosa" -principio de un poema dedicado a ese nombre de mujer, que escribí cuando se tiene edad para poemas de amor enardecido. Se lo brindo a Mariano Rajoy, libre de derechos.

Por cierto, requebrar, en una acepción olvidada del vocablo, recogida por supuesto por la RAE, es "lisonjear, piropear a una mujer, alabando sus virtudes": en este caso, capacidad de trabajo, inteligencia emocional, pragmatismo, solvencia, actitud negociadora, firmeza, defensa acérrima de los intereses propios, etc.

Tómeselo a risa

En algún sitio leí, pero no recuerdo dónde ni en qué momento, que todo tiene su lado cómico. Supongo que el autor de la sugerencia se referiría a aquellas situaciones en las que uno no está en el meollo, sino como espectador, pues no le veo el punto a desternillarse mientras le realizan una inspección fiscal o le arrancan la piel a tiras, salvo que se haya obtenido la gracia divina y le sobren arrestos hasta para pedir a los verdugos que le den la vuelta para que se ase mejor en la parrilla.

La actitud previa es fundamental, con todo: la asunción de que el problema que nos preocupa no tiene solución, es importante. Por eso, ya empezamos a tener ánimos para sonreirnos ante la promesa contundente a nuestro flamante ministro de Hacienda que al final de la legislatura todos pagaremos menos impuestos, porque comprendemos que es un golpe de efecto muy gracioso, mientras nos echa mano a los bolsillos.

Bastante más nos cuesta, porque para estar a tono tendríamos por lo menos que caer rodando por el suelo, con los ojos anegados de lágrimas de placer, dándonos puñadas en el pecho y manteniendo la quijada desencajada, encontrar el lado gracioso de la evolución de diferentes estriptís de ciertos políticos, algunos consortes de infantas, esos periodistas e incluso aquellos policías y otras personas de orden (y mando), que han estado durante años, por lo que vamos sabiendo, tomándonos por tontos, aduciendo que todo estaba en orden cuando lo que estaban era ordenando sus negocios con lo que nos iban quitando.

Más fácil nos resulta reirnos al ver a esa pareja de cómicos que cree dirigir los destinos europeos besándose en los morros (así parece, tal vez por efecto óptico) los días alternos, mientras anuncian sobre un atril lo primero que se les viene a la cabeza, pensando en tranquilizar, -nos dicen los que conocen el guión-, a los mercados, aunque deberíamos saber que la vista la tendrán siempre puesta en su electorado.  (1)

Y aunque ya no es en absoluto cosa de reirse, como nos ponen las imágenes en la televisión preferida siempre a la hora del almuerzo, y careciendo de manual de instrucciones para entender bien cómo nos afectan las movidas foráneas, puede ser el momento para contar un chiste de esos de médicos, gallegos, incontinentes o tipos sin mollera, cuando informan de atentados idénticos con decenas de muertos en países que habíamos creído disfrutando de importadas democracias primaverales.

Ya, ya sé que tomarse a risa asuntos tan serios es síntoma de inmadurez, refleja defectos en el sentido común, anuncia falta de solidaridad y es cosa fea, pero no se me ocurre otra manera de expresar que estamos al cabo de la calle, que entendemos el cuento, que asimilamos, sabihondos, que por dónde nos van llevando, no hay remedios.

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(1) Algo más habrá, cuando hemos sabido que hay inversores que prefieren comprar deuda alemana a cambio de perder solo un poquito, anunciando de este modo singular que nos espera una recesión de tomo y lomo.

Peligro de confusión entre lo que es urgente y lo que es imprescindible

Como profesional que ha cambiado (y le han hecho cambiar) unas cuantas veces de cometidos, tanto en la empresa privada como en las administraciones públicas, he tenido presentes dos principios: tener claro que mi posición era pasajera y tratar de dar continuidad -en el antes y en el después- a mi trabajo.

No deja de sorprenderme advertir que parece condición propia de nuestro estado de persistente improvisación, despreciar todo o casi todo lo que ha hecho el anterior y no preocuparse de atender a que se es parte de una cadena de voluntades de perfeccionamiento del proceso del que, eventualmente, nos hallemos a cargo. 

Esta despilfarradora cualidad se descubre, especialmente, en las instituciones, que padecen de la ausencia de proyectos e iniciativas persistentes. Que nuestra socialdemocracia, que creíamos afianzada, adquiera ahora el aire de estar empezando otra andadura, no es tranquilizador, porque anuncia tensiones en el modelo que arriesgan romper el cántaro que tan trabajosamente habíamos construído.

Puede resultar imprescindible para el nuevo Gobierno reducir el déficit público, para cumplir con los "compromisos de Bruselas" (de los que fue garante, por cierto, un Gobierno que perdió las elecciones), pero es urgente no deshacer los cimientos del estado de bienestar, base de la cohesión social, para lo que se deben tener en consideración las consecuencias de reducir aún más el consumo, ya tan deprimido, y atender a la necesidad de crear puestos de trabajo.

Bruselas puede esperar; los mercados bursátiles pueden esperar. La economía real, las necesidades concretas, no. No debe importar en el ahora lo que piensen los inversores especulativos de ese juego perverso con los intereses de los pequeños ahorradores que es la Bolsa, ni siquiera el diferencial del interés que habrá de pagar el Estado respecto a los países cuya solvencia es juzgada con mayor benevolencia.

En coherencia con las prioridades y los tempos, cuidar que no se destroce la línea que supondría la continuidad de los logros de la democracia, es urgente, presentando -como se había anunciado, y ahora parece que sin intención de mantener el propósito- que el cambio de Gobierno supondrá una mejoría en la gestión del modelo, pero no un giro brusco del mismo. Porque mucho más importante que lo piensen de nosotros en el exterior, es motivar la confianza en que somos muy conscientes de cuáles son nuestras voluntades y necesidades.

 

 

Desde Libia a Somalia, pasando por Siria

El viaje que proponemos no es un itinerario turístico -desde luego, de realización desaconsejable en esta quincena final de agosto de 2011- sino, una incursión crítica por la delicada situación de estos tres países, a la que habrían llegado, aparentemente al menos, por vías diferentes.

Tres vías diferentes de involución política.

Los rasgos generales del panorama son bien conocidos:

-Libia se encuentra inmersa en una guerra civil entre partidarios y detractores de un personaje estrambótico al que se conoce como coronel Gadafi, apoyados estos últimos, con la cautela propia del que no enseña sus verdaderas intenciones, por la llamada "comunidad internacional", cuya ayuda a los rebeldes ha sido creciente a lo largo de la contienda, en la medida en que las potencias occidentales advertían que el régimen gadafista, al que habían cambiado armas por petróleo, tenía las de ganar.

-Somalia, ejemplo delirante de Estado fallido, sufre una hambruna terrible, que ha situado al borde de la muerte por inanición a una parte inestimable de sus habitantes -caracterizables, según apetezca, como refugiados, nómadas, perseguidos, secuestrados, analfabetos, oprimidos, etc-, área con reservas minerales muy atractivas y una zona de influencia marítima teórica muy rica en pesca, en donde tienen sus caladeros las flotas europeas y japonesas y se producen con regularidad episodios de secuestro de barcos por piratas lugareños dotados con medios muy sofisticados de origen occidental;

-y, en fin, en Siria, el tercer país de este itinerario sobre algunas de las más evidentes tensiones actuales, un régimen dictatorial bien pertrechado en su falsa legitimidad, que no duda en ordenar disparar contra los disidentes, prometiendo al mismo tiempo tibias reformas constitucionales por decreto, y cuya cabeza visible, Al Asad, como en el caso de varios hijos del preboste libio, ha sido laureado por prestigiosas universidades europeas.

Pues bien: bajo la clara dirección del cambio en la política de tolerancia con algunos regímenes no democráticos con los que se mantienen importantes relaciones comerciales, que está propiciando el gobierno de Barak Obama, Libia, y seguramente de inmediato, Siria -como ha sucedido de manera sorprendentemente fácil en otros países de la zona- se verán forzados a un cambio constitucional, en el que el poder cambiará de manos; ojalá que el pueblo adquiera con ello un verdadero protagonismo.

En el caso de Somalia, parece que las fuerzas del orden internacional han decidido que la olla local puede seguir calentándose antes de intervenir: la solución que ahora parecería más viable es dividir al frustrado país en tres o cuatro, dejando en una de las zonas la mayor concentración del problema, salvando así los muebles de las principales riquezas minerales del cuerno de Africa. Pero lo opción es demasiado cara, y habrá que observar antes cómo se comportan esos militares guerreros surgidos de las profundidades de la Edad media que han apelado al islamismo radical para controlar a los disidentes.

En Sudán del Sur no saben qué hacer con el petróleo

Si el lector tuviera tiempo libre, y nos curamos en salud lamentando que no lo tenga, le aconsejaríamos que leyera el Informe del Banco Mundial sobre Sudán. Publicado en diciembre de 2009, 19 meses antes de la escisión del país, proporciona datos económicos y sociales, pero, en lo que más nos interesa reflejar aquí, realiza una reflexión acerca de lo que sería necesario lograr para desarrollar la región.

Una región en la que se produce la incongruencia de disponer de un recurso muy codiciado por los países más desarrollados -el petróleo-, con el que ha conseguido desde 1999 un notable crecimiento en los indicadores macroeconómicos y en el que, sin embargo, la mayoría de la población sigue viviendo en la pobreza.

¿Cómo puede ser que un país que es el décimo productor mundial de petróleo - 500.000 barriles/día- no saque partido de ese flujo de divisas? (exporta a China las 3/4 partes de esta producción, 12,6 millones de t).

La respuesta es sencilla, pero dolorosa y tiene tres soportes: 1) La participación en los ingresos por el petróleo en la balanza comercial ha aumentado al 96% (en 2008), que se cambia, básicamente, por productos agroalimentarios. 2) La Corporación Nacional de Petróleo de China actúa prácticamente como monopolista; el gobierno de Sudán recibe directamente, a través de empresas particulares, la mayoría de las "compensaciones"; 3) Se calcula que el país tiene reservas para únicamente 20 o 30 años, y, al no haber conseguido -ni intentado- generar un tejido industrial diversificado con el apoyo de los ingresos por petróleo, al acabar este período se verá sumido en una catástrofe fácilmente imaginable.

La división del país ha sido apoyada unánimente por la "comunidad internacional" pero no está, en absoluto, claro que ofrezca más soluciones que problemas, si el objetivo fuera el desarrollo de Sudán: la mayor producción de petróleo se encuentra en el Sur de Sudán, pero las conducciones hasta los puertos de descarga se hallan en el Norte; aunque ha habido un auge en la edificación se ha concentrado en las dos ciudades más importantes: hay el mismo número de puentes -ocho- que cruzan el Nilo en Jartum que en el resto de la región; la carencia de servicios de agua y electricidad afecta a más de 8 millones de personas (el país tiene una población de 35 a 40 millones, imposible de conocer con exactitud, por la ausencia de censos oficiales, incluso después de la paz impuesta por la ONU en 2005); y la sequía y la hambruna amenazan con desequilibrios persistentes en amplias zonas, separados, sus habitantes, además, por ideologías que se está alimentando continuamente -con armas y soflamas- como inconciliables, enraizadas en tensiones étnicas y tribales que han crecido profundamente gracias a la incultura, la pobreza y el aislamiento.

Juba, la capital ahora de Sudán del Sur, es un poblachón que actualmente no superará los 350.000 habitantes (pero imposible ser precisos: la población tiene uno de los crecimientos mayores del mundo), que han sido atraídos desde el desierto hacia esta ciudad artificial, con tremendos déficits en servicios básicos, aunque con una floreciente actividad económica puntual, gracias al petróleo y a la ayuda del gobierno chino, que ha centralizado en ella las oficinas de la actividad extractora del crudo en la zona.

(continuará)

 

¿De veras sabe alguien lo que está sucediendo en el mundo árabe?

Son muchos los comentaristas que tratan de explicar "las claves" -así enuncian- de lo que está sucediendo en buena parte de los países árabes, embarcados en lo que parece ser un cambio sustancial de sus regímenes políticos.

Los argumentos se centran en expresar que, después de décadas de soportar dictaduras envilecidas por su distanciamiento de la población, en las que los dirigentes y sus camarillas se han enriquecido desmesuradamente, los jóvenes -nacidos durante esa época de represión y sintiéndose con frustradas perspectivas- han tomado bruscamente el protagonismo, exigiendo la apertura democrática de las instituciones del país, a semejanza de lo que ven que se está disfrutando en los países occidentales.

Como los comentaristas occidentales están viviendo en el auge de las nuevas tecnologías, han encontrado también consenso en indicar que, para propagación de ese estallido de descontento, se habrían utilizado masivamente los móviles e internet, que aparecerían como los instrumentos materiales de difusión de las movilizaciones.

Ese movimiento revolucionario habría tenido diversas repercusiones en los diferentes países en donde se está presentando, graduación que se hace depender de la sensibilidad de los actuales dirigentes para captar el espíritu y la fortaleza de exigencia de cambios -teniendo la habilidad para asumirlos o, si no se sentían capaces, abandonando la resistencia desde el poder antes que convertir en cruenta la represión- o, en los casos más dramáticos, para oponerse frontalmente a ellos.  

Si hemos sido afortunados en reflejar de esa forma la interpretación dominante del fenómeno, no nos queda sino indicar que estamos en desacuerdo, para pasar a explicar las razones de nuestro análisis.

1) Ante todo, no creemos que los jóvenes sean los instigadores de la revuelta, sino los mayores, sufridores principales de la represión, frustrados por ella y con líderes con capacidad de contactos internacionales a alto nivel para ofrecerla como una opción en el banco de pruebas de la política internacional.

2) Los regímenes dictatoriales han funcionado siempre muy bien para los intereses comerciales. Proporcionan una base de corrupción previsible, son fiables en los tratos y disponen de un aparato represivo sobre la población civil muy eficaz. No se puede olvidar que la población está siempre desarmada y, por fuerte que sea su descontento, jamás podrá alzarse en armas, salvo que cuente con el apoyo de una facción del Ejército.

3) Occidente ha tenido mucho que ver en el fortalecimiento de las dictaduras árabes, mitificando a sus líderes, ofreciéndoles amistad duradera y, sobre todo, intercambios comerciales satisfactorios.

4) Las revueltas surgieron con el único objetivo de derrocar a los regímenes imperantes. Salvo la unión para vociferar contra el dictador local -en el que se concentraron todas las iras de la población, obviando las camarillas. No existía un programa de acción posterior, ni propuestas de prioridades respecto a las actuaciones inmediatas: los propósitos respecto a lo que se iba a hacer después de la caída de los autócratas eran, fundamentalmente, producto de la imaginación periodística occidental o de profesores universitarios locales que teorizaban sobre un mundo ideal.

5) La feroz resistencia de los regímenes en Libia, Yemen y Siria no puede menospreciarse, como tampoco se pueden echar a volar las campanas de la complacencia por la aparente facilidad con la que se ha arrumbado a los dictadores de Egipto o Túnez (Mubarak y Ben Alí), ni el silencio que rodea lo concerniente con Argelia.

En los países citados en primer lugar, se está en presencia de guerras civiles que, por la posición adoptada por las potencias occidentales -tardía, confusa, timorata- arriesga convertirse en un conflicto duradero, con repercusiones bélicas internacionales, si -por ejemplo- Irán se añade a la caldera de los intereses económico-religioso-políticos.

De sátrapas, revolucionarios y otros intereses en los países árabes (y 2)

Quienes se han lanzado a la arena del análisis de las razones por las que la actitud revolucionaria se ha extendido entre los países árabes, han puesto el énfasis sobre la explosión de la voluntad de forzar la caída de unos regímenes totalitarios, surgida, fundamentalmente, de la movilización de una población joven, que deseaba para sus países una estructura democrática similar a las occidentales.

Tenemos que discrepar frontalmente de esta explicación voluntarista, que desconoce el perfil de esa juventud árabe -adolescentes, en su mayoría- a la que se atribuyen voluntades de asimilación con Europa o Norteamérica.

Pocos han tenido la oportunidad de viajar al extranjero y,son aún menos los afortunados que han podido estudiar fuera del propio país: lo que sabe del exterior es, sobre todo, por el turismo, en su mayor parte por transmisión oral de quienes han tenido contactos directos, a los que que se añade la imaginación la intuición y las películas que alimentan la versión europea del sueño americano.

Tampoco pueden asociarse los motivos de un movimiento que se ha encendido, con práctica simultaneidad, en países con mayorías religiosas y étnicas muy diferentes, a una identidad de móviles políticos o a un deseo repentino de implantar en la zona una determinada forma de entender la doctrina de Mahoma: no es exactamente una cuestión de suníes, chiíes o alahuíes lo que subyace en el descontento: la etnia tiene más fuerza que las peculiaridades en manifestarse con normas el Altísimo.

No nos parece que sea así, como lo quieren los comentaristas oficiales, sino que la mecha que ha prendido el subyacente malestar de la mayoría es el haber intuído que existía una repentina oportunidad de cambiar la situación, por contagio respecto a lo que había sucedido en Egipto y Túnez, países en los que existía ya una contestación organizada al poder establecido.

Ese descontento no estaba impulsado inicialmente por los jóvenes, sino por los más venerados de las etnias y grupos religiosos, que allí siguen siendo los ancianos. Y el objetivo, desde luego, no podía ser otro que provocar la salida de quienes se encontraban en el poder y sus camarillas, favoreciendo un nuevo reparto de las fichas del juego de intereses en el que aparecieran nuevos rostros.

Además de las expectativas autóctonas, el cambio de actitud en la posición mantenida por los intereses empresariales extranjeros (norteamericanos, frances y alemanes y, en menor medida, italianos) en los países árabes estaría jugando un papel sustancial.

Los capitales extranjeros venían masticando el temor creciente a que la reproducción sine díe de las dinastías dominantes en esos países, a la muerte de los actuales dictadores, los condujera a una gran inestabilidad, dado el perfil mucho más bajo de los sucesores y han preferido alimentar, en lo que entendían podía ser un desmantelamiento controlado, el impulso renovador que estaba dispuesto a aflorar desde las clases menos favorecidas.

Pero si en Egipto y Túnez los militares y una parte de los líderes morales y religiosos -en realidad, económicos- aparecieron como dispuestos para alinenarse de inmediato con las peticiones de apertura democrática, una vez que los presidentes -corruptos, sí, mas, ¿quién tira la primera piedra, sintiéndose libre de mancha?-, sus familias e  inmediatos apoyos entendieron garantizada la salida ordenada de sus país y el respeto a los capitales que habían situado fuera de las fronteras, la situación no es la misma en los demás feudos del Magreb y Makreb.

En Siria y Libia, en concreto, el régimen dictatorial detenta la fuerza militar y cuenta con el apoyo sólido de las élites económicas, funcionariales e incluso, de las intelectuales del país, sin que exista una alternativa creíble de recambio.

La fuerza persuasiva de las potencias extranjeras, por la vía diplomática y empresarial, está lejos de ser suficiente para convencer a los clanes dominantes para que abandonen por las buenas el poder y dejen que los países en los que han campado a sus anchas experimenten -con las armas- en el sinuoso camino de una revolución popular sin líderes claros ni programa inteligible.

Por eso, nos parece extremadamente delicada la intervención occidental en el escenario de la guerra civil libia, tomando claro partido por los revolucionarios. Cierto que Libia tiene solo 5 millones de habitantes y que Al Gadafi es un sátrapa enajenado, pero la oposición al régimen no constituye hoy una alternativa, por lo que será imprescindible, una vez que se logre la deposición del coronel autor del Libro Verde, generar una estructura que cree estabilidad en el país.

¿Cómo?. Puede creerse ingenuamente que ese germen existe ya en Libia - pero no hay razón para pensar que sea así. Y no digamos nada de Siria, un desierto ideológico en el que se ha venido ahogando sistemáticamente cualquier oposición a la familia "reinante".

Además, como se demostró en Irak (y en Afganistán), los occidentales no saben cómo crear estructuras democráticas en los países árabes. Nunca los han entendido más que como colonias para sacarles el fruto de sus territorios.

Así que solo se puede imaginar que la inestabilidad se prolongará por mucho tiempo, y, no hay que descartar que, si no se está atento a demostrar con exhibición de fuerza bélica a lo que se está dispuesto, la intervención del fanático régimen iraní -que puede arrastrar incluso a sus exóticos aliados sudamericanos- nos llevaría a una complicada situación en la zona, preludio de un complejo escenario de confrontación.

Lejos, por cierto, una vez más (y va la tercera) del intocable territorio de los Estados Unidos de América.

De sátrapas, revolucionarios y otros intereses en los países árabes

La importancia y repercusión de lo que está pasando en los países árabes no pueden ni minimizarse ni dejar de situarse en su contexto. Un tejido de elementos culturales -entre los que se incluye la adaptación de la religión cristiana a la estructura tribal de sus poblaciones- y un escenario consistente de hacer valer sus propios intereses económicos por encima de las necesidades locales, por parte de los Estados europeos y, más recientemente, del gran vecino norteamericano.

Los niños y adolescentes occidentales (cuando nos hacían estudiar geografía e historia mundial) habíamos aprendido acerca del trazado convencional de las fronteras de los Estados africanos, surgidos, primero de una colonización genuinamente explotadora, y continuada con el reparto de territorio sin contar con la población autóctona.

Una visión utilitarista de la geopolítica cuya "obra bien hecha" se culminó  cuando soplaron vientos que aconsejaban conceder la independencia formal y se comprobó que los bastiones aseguraban el negocio.

Las claves de la operación se sustentaban en la complacencia -cómplice- hacia unos caudillos locales que se enriquecían sin escrúpulos cambiando los recursos de los territorios en los que gobernaban como señores feudales, por divisas que acumulaban en cuentas a su nombre y el de los suyos en entidades financieras extranjeras.

Se podrán realizar cuantos matices se desean a una afirmación aparentemente tan trivial, pero la religión islámica, y sus dos mayores consecuencias sociales -la marginación de la mujer y la subordinación de los jóvenes al dictado de los varones mayores, ordenados en castas- resultaban ser los elementos claves para entender tanto el mantenimiento del terrible retraso de los países árabes después de su independencia, como su incapacidad para organizar agrupaciones que se rigieran por principios democráticos.

Primaban los principios de subordinación al poder eclesiástico y civil (no pocas veces, confundidos) y la creencia en la conexión entre la vida terrena y la sobrenatural, que premiaría definitivamente los sacrificios a que obligaba una fe sin condiciones.

(seguirá en otro Comentario)

A costa de qué, a beneficio de quién

Además de a quién beneficia (qui prodest) debemos preguntarnos a costa de qué o de quién (cuius sumptibus); o sea, quién paga el pato, los platos rotos, quién asume los gastos de la fiesta.

No es raro encontrar que quienes sacan tajada son distintos de quienes apechugan con el marrón. Por lo tanto, no basta, aunque ya es un dato, indagar quiénes están detrás de un movimiento, ocultos tras la mampara.

Tenemos en este momento varios asuntos de relevancia internacional que nos permiten, con la información disponible, desvelar el misterio de los que se lucran y de los que apoquinan.

En el mundo del derecho, que gusta del brocardo, el lema y la ocurrencia, se apela a veces al acto de "levantar el velo", es decir, descubrir lo que ocultan las enaguas (prenda que antaño usaban las mujeres para proteger las intimidades de los vientos); hoy, siendo neutros con el género, deberíamos referirnos, ya que es la prenda utilizada masivamente por unos y otras, al momento de "bajar los pantalones" para dejar al sujeto con sus vergüenzas al aire.

¿Quién es el beneficiado de la que se está montando en Libia?. No es el pueblo libio, desde luego, enzarzado en una guerra civil entre tribus cuya rivalidad no se entiende más que haciendo retrocediendo en el túnel del tiempo varios siglos; no será, desde luego, ese misterioso gen de la política occidental que se llama democracia participativa.

Los beneficiados de la operación son las empresas petrolíferas, fundamentalmente norteamericanas y francesas (no podemos olvidar tampoco los intereses de Repsol); y el país que robustecerá su antorcha como proveedor de mercancía energética es Argelia. ¿Quién lo va a pagar?: los contribuyentes norteamericanos y europeos; ¿Por qué Alemania no participa en el envío de material bélico a Libia? Porque quiere reservarse un papel mediador ante los adictos a Gadafi, con los que mantiene unas buenas relaciones de cooperación, en el sector de la desalación, en la explotación del inmenso acuífero de Nubia y, claro está, -junto a Italia y Francia- en material para usos bélicos.

¿A quién beneficia la campaña de desorientación respecto a las actuaciones del gobierno japonés y la empresa Tepco en el control de los reactores de Fukushima, afectados por el tsunami de finales de febrero de 2011?. A las empresas de seguridad, a las constructoras, a los fabricantes de aerogeneradores y otros productores de energías con baja tecnología y, no en último lugar, a los gobiernos incompetentes asentados en Europa, como resultado de la apatía y el miedo cerval de la cidudadanía.

¿Quién pagará estos despilfarros?. Los poseídos por el temor a cualquier amenaza, de la índole que sea, los ignorantes tecnológicos, y, desde luego y como siempre, los ciudadanos cumplidores con sus impuestos, pero poco escrupulosos en perseguir en qué se emplean sus aportaciones.

Sea como sea, lo que es imprescindible cuidar se puede decir en latín, que siempre queda más culto: Sumptus censum ne superet. Que los gastos no superen a los ingresos. Porque, en otro caso, lo que se conseguirá es profundizar en el pozo de la diferencia entre lo que se puede y lo que se desea, que es cargar más a los que pagan con el peso de los que se lucran.

En pie de guerra

Tal vez la desmesurada preocupación por lo que nos puede pasar a nosotros, los mustélidos occidentales, si nos llegara alguna nube cargada radioactivamente procedente de lo que se les haya escapado a los cíclopes japones, nos ha impedido reconocer que estamos en guerra.

El enemigo al que hemos declarado hostilidades se llama Al Gadafi, dice ser coronel, y nuestra inmensa tolerancia con quienes nos proporcionan materias primas a cambio de armas, lo había convertido en uno de nuestros amigos oficiales (besos y abrazos bajo la jaima incluídos), hasta que la vergüenza no nos permitió seguir torciendo la vista hacia otro lado.

Lo cierto es que estar en guerra, en una guerra que tenemos muchas posibilidades de ganar, viene muy requetebien a nuestros dirigentes, cuya mayor obsesión es darnos continuamente de comer con alguna noticia -circo próximo, catástrofe o cataclismo lejanos- que alivie la terrible tensión puesta sobre sus cogotes por la incapacidad -ya proverbial- para solucionar los problemas próximos e inmediatos.

Quizá el problema que nos creará esta guerra con el ex-amigo libio es que generará desconfianza respecto a la idea de amistad que utilizamos en los negocios y, esto ya como segunda derivada, que aumentará un poco más nuestro nivel de inseguridad global, lo que nos obligará a incrementar las medidas -más o menos chorras- con los que pretendemos convencer al personal que les protegemos de ataques suicidas, locos fanáticos, bombas caseras copiadas de internet o mercenarios hambrientos surgidos de las catacumbas de algún país misérrimo.

Sería interesante que nuestros dirigentes, que parecen dispuestos a revisar muchas cosas (desconocemos exactamente con qué medios intelectuales, morales y económicos), dieran un repaso también a las labores de la diplomacia internacional.

Porque si la diplomacia consiste en menospreciar a un país amigo, técnicamente mucho mejor dotado que la inmensa mayoría de quienes lo juzgan, indicando que revisamos sistemáticamente sus informaciones sobre una desgracia natural complicada con un accidente imprevisible, de las que están saliendo a flote como jabatos, poniéndoles índices de gravedad más altos de los que ellos nos proporcionan, e invitando a nuestros nacionales a que se escapen del país por la vía rápida, sería imprescindible llamar a un cursillo de educación internacional a nuestros funcionarios.

Y, con otro ejemplo, si la diplomacia consiste en ignorar lo que sucede en un país vecino, a cuyos dirigentes -evidentemente, sátrapas, corruptos, inmorales- venimos aplaudiendo durante décadas, para llevarnos la mano a la cabeza o al bolsillo cuando las poblaciones cuya opresión hemos consentido se alzan a montones, dudando en si ponernos del lado del opresor o de la multitud, sería también muy conveniente, realizar algunos trabajos de campo sobre comportamientos y análisis en el contexto internacional.

Pero, ahora, lo que más debe ocuparnos, es que estamos en pie de guerra, y en el horizonte se vuelve a dibujar una gran incógnita sobre cómo manejaremos una invasión en un país desconocido, del que no sabemos, ni nos ha interesado saber, lo que piensa la mayoría de sus habitantes; solo nos había preocupado darles armas para que se entrenaran disparando a las palmeras de sus desiertos, y ahora tienen blancos móviles, y humanos.

Sobre el lascivo encanto de las dictaduras

Si tuviéramos mejor capacidad de análisis y más tiempo para ejercitarla, tal vez podríamos trazar con pincelada segura el camino que condujo, desde aquellas estructuras sociales presididas por emisarios divinos, tipos cultos y recios a pesar de su gusto por el oropel, que incluso se creyeron pertenecientes a árboles genealógicos que les unían a lo metafísico (hablamos de faraones, emperadores indopersas, etc.), a esta miseria actual en la que dictadores de inequívoca calaña sicópata llevan treinta o cuarenta años dominando cualquier movimiento de rebeldía en sus amados pueblos, ordenando sofocar con sangre, fuego y oraciones toda disidencia.  

Queremos creer que la razón de poner en solfa ese tercermundismo insostenible, pero consentido por las grandes potencias, ha sido el impulso juvenil de una revolución desde abajo, nacida de la consciencia de un mundo global en el que otros jóvenes, más allá del horizonte, tienen un nivel de vida que parece propio del Paraíso, disfrutan de una libertad que nadie vigila, y deben disponer de tantos medios a su alcance que pueden decidir si estudian, trabajan o vegetan, sin que el látigo de algún sexagenario les cruce la cara. 

Y tenemos que conceder valor especial, además, en la movilización de una revuelta que responde al clamor de un ¡basta ya! (a la hipocresía, a la falsedad, al dominio, a la pernada, a la imposición de silencios) a esas mujeres que van ahora con la cara descubierta, que, por debajo incluso de los sharis y los burkas, llevan sus brazos y muslos al aire, exponen su femineidad sin tapujos, y hablan, gritan, demostrando que, también en esos países, tienen -por lo menos- la misma capacidad intelectual que los varones.

No temen, ni unos ni otras, que caiga sobre ellas ningún energúmeno enarbolando la bandera de Alá para obligarles a callarse la boca, a volver a los rediles y a ellas, además, a ponerse un trapo mesacamilla para hacerlas desaparecer visualmente del espacio.

Ver y oir (en la traducción simultánea al español) el 22 de febrero de 2011 a un tal Gadafi, presidente de Libia, vomitar amenazas de muerte contra cualquiera que se mueva contra él, insultando soezmente a quienes manifiestan, inequívocamente, que lo que desean es que se vaya para siempre del país, supuso para cualquier alma sensible un esfuerzo titánico de resistencia al vómito, una apelación al sentimiento de vergüenza ajena (y, por lo que nos atañe, también propia).

Era imposible no tener presente que de las decisiones de ese individuo, indudablemente poseído de sí, ególatra, iluminado, déspota, tirano, insano, afectaban a millones de seres humanos. Entre los afectados, además, nos encontrábamos nosotros, españoles dependientes del suministro de petróleo y gas natural libio, pueblo sin coherencia en muchas cosas que habíamos estado batiendo el agua de una inasumible amistad con el dictador.

Los acontecimientos que, desde enero, han venido sucediéndose, en una imagen que puede asimilarse a un fuego que se propaga, entre los países árabes en donde se habían implantado, con la connivencia norteamericana y europea, dictaduras duraderas, con intenciones de reproducirse en dinastías, deben hacernos reflexionar, y mucho, sobre lo que llamábamos "alianza de civilizaciones", "cooperación para el desarrollo", etc., pero también, sobre nuestro real conocimiento de las poblaciones de los países árabes.

Hemos estado imaginando, porque convenía a los intereses de los países dominantes, desde el pedestal de nuestra petulancia judeocristiana, que las poblaciones musulmanas no habían evolucionado y que las dictaduras les convenían a su idiosincrasia paleta.

Ahí están, verdaderamente emergentes, explosivas, imparables, esas multitudes: pidiendo, de una vez por todas, democracia. No lo hacen en nombre de Alá, sino en nombre de la justicia y de la libertad, principios generales que decimos defender como fundamentales en nuestro espacio de convivencia más próxima.

No estará de más poner también de manifiesto que quienes citan divinos mensajes, acogotados contra las cuerdas mientras buscan una mínima gatera de tolerancia que les permita escurrir el bulto para disfrutar de la riqueza que han robado a los suyos y que hemos alimentado entre todos, son precisamente los que quieren permanecer en el poder que han usurpado a sus pueblos.

Podíamos hablar de revolución, pero nos gusta más llamarla evolución, rescate de la esencia que hace al hombre y a la mujer dueños de su destino, sin sátrapas, pero también sin plutócratas condescendientes ensimismados por el lascivo encanto de las dictaduras.

Sobre la irrupción de la Edad Moderna en el mundo árabe

No tenemos imágenes de la sensación de euforia que, teóricamente, debía haber recorrido, como un caballo victorioso, las huestes medievales constituídas por vasallos, gentes de la gleba, esclavos y vencidos en general, cuando desde nuestra visión eurocéntrica de la Historia, supusimos luego que había comenzado la Edad Moderna.

Lo hemos estudiado en los libros: En el occidente cristiano se asimiló, siglos más tarde, la superación del período oscuro que se asoció a la Edad Media, a la invención de la imprenta, el descubrimiento por Europa de que había otro continente poblado (y más rico) al otro lado de la mar océana, y a otros síntomas que hicieron pensar que quedaban nuevamente abiertas las puertas de la libertad, el pensamiento y el camino hacia la luz que se atríbuyeron al mundo "clásico" greco-romano.

Tenemos, sí, y muchas, las imágenes de los egipciacos celebrando la marcha de Hosni Bubarak el día 11 de febrero de 2011, después de unas agotadoras -y esperanzadoras- semanas en las que una ola de presión contra algunos dictadores del mundo islámico se ha ido gestado, como un tsunami, entre la población, hasta ahora, bastante sumisa.

Una vez más, la fuerza popular ha concretado en la caída de un ditador, mantenido como líder incuestionable durante décadas, la consecución de la libertad. Una sensación de alivio, de victoria, se evidencia en las declaraciones improvisadas, en los gritos y cánticos de las gentes que se reúnen en multitud, para expresar su júbilo.

¿Cómo trasmitir a esa multitud que aún es mucho el camino que queda por recorrer?. Que, después de ese tiempo de catarsis, hay que empezar el trabajo de generar unas estructuras de opinión canalizada, de propuestas de nuevas actuaciones, de selección de prioridades. Hay que aprender a caminar con nuevas directrices, que hay que encontrar y generar, teniendo mucho cuidado de no destruir lo que se haya hecho bien.

Porque también las dictaduras hacen cosas bien. Pero, sobre todo, después de tantos años de permanencia en el poder, un dictador no solamente no ha crecido solo, sino que se ha generado en su torno una gran red de influencias, poderes, servidumbres y vicios. Sus beneficiados están ahí, a la espera de que todo vuelva a su cauce para seguir actuando.

Mientras levantamos nuestra copa, simbólicamente, para celebrar ese logro colectivo de un pueblo amigo, no podemos menos que mirar por el rabillo del ojo, al general Tantaui, un hombre gris y con cara triste, que nos ha traído el recuerdo, quién sabe por qué, de Carlos Arias Navarro, anunciando la muerte de Francisco Franco, el generalísimo.

Ante el cambio del panorama político en el Makreb

Ante el cambio del panorama político en el Makreb

La situación del Magreb (Argelia, Marruecos y Túnez) siempre se trató de diferenciar de la del Makreb (Libia y Egipto), y no faltaban argumentos, figurando entre ellos los barnices culturales y la formación jurídica administrativa, así como los enlaces comerciales y políticos que cada zona mantenía con los países que los colonizaron y, en disparo por elevación, con el gran padre norteamericano.

Ha sorprendido a los analistas europeos la corriente revolucionaria que se ha formado en este final de enero de 2011, con inusitada rapidez, en los países que gozaban de una apariencia de estabilidad política y, en especial, de una aceptable vía de modernización, basada, sobre todo, en la calidad de la formación universitaria que se estaba impartiendo en los centros oficiales y en su relación con los estamentos europeos.

En Túnez, la salida del presidente Ben Ali, después de 23 años de gobierno autoritario, condescendientemente apoyado por la Unión Europea, al verse acusado de corrupción y objetivo directo de un súbito descontento popular, ha generado una gran incertidumbre en el país, que no será fácil de controlar por el presidente interino, Mohamed Ghanuchi, forzado a construir un gobierno de coalición para evitar que la revuelta se convierta en una guerra civil.

La situación en Egipto no parece muy distinta, por más que el presidente Hosni Bubarak -también con 30 años de poder dictatorial a sus espaldas- se encuentre apalancado de momento en la fidelidad -frágil- del Ejército, sometido a presiones por parte de los muchos generales que están ocupando puestos relevantes en el Gobierno. Es posible que su salida del país esté relacionado con la salida personal que le ofrezcan sus aliados políticos, los Estados Unidos y la Unión Europea, preocupados éstos porque el país no se vea controlado, al caer Bubarak, por los partidos fundamentalistas.

Un momento, pues, muy delicado, para el Norte de Africa, y habrá que estar atento a la formación de gobiernos de coalición que sigan contando con el beneplácito de las potencias occidentales y, por tanto, mantengan el estado de contención a los intereses del fundamentalisto islámico.

La salida negociada a la crisis parece mucho más problemática en Egipto, por la ausencia de una oposición organizada y por el riesgo ya manifestado de que la marea revolucionaria alcance al vecino Sudán, país ficticio que está a punto de segregarse en dos, lo que reabriría otro foco de inestabilidad en la zona.

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (4)

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (4)

La subsistencia de dos sistemas monetarios simultáneos en la Cuba actual es, no solamente un peculiar intento de apropiación de divisas exprimiendo los bolsillos de los visitantes extranjeros, supuestamente todos capitalistas, sino que propicia la generación de una curiosa dicotomía, que en absoluto es completa, como más adelante explicaremos, en el mercado.

En principio, hay algunos productos que se pueden adquirir en moneda local, el peso cubano, cuyo valor de cambio oficial -exclusivamente en los puestos de Cadeca, la agencia de cambios propiedad del Estado- es de 24 pesos cubanos por cada cuc, que es como se denomina abreciadamente la unidad convertible, también llamada peso convertible.

El sueldo oficial de los empleados por el aparato estatal, omnipresente, fluctúa entre los 300 y los 450 pesos mensuales (entre 25 y los 40 euros). A pesar de las cartillas de suministro y de las prestaciones gratuitas, no es sencillo vivir con tan exigüos salarios, y los que pueden, se buscan un suplemento en trabajos fuera de control estatal, propinas, favores, regalos.

Los extranjeros deben cambiar sus dólares o euros a pesos convertibles, siendo el cambio del euro, variable día a día. En nuestro viaje, que tuvo lugar desde el 11 de enero de 2011 al 22 del mismo mes y año, fluctuó entre 1,15 y 1,20 cucs por euro. Los precios de los hoteles, restaurantes y las tiendas de abastecimiento especial y, por supuesto, las de souvenirs (todas controladas por el Estado, es decir, por el Gobierno), se rigen en cucs.

En los desabastecidos mercados agropecuarios se puede comprar en pesos cubanos, a precios muy bajos. Los escasos productos que en ellos se ofrecen (algunas legumbres, hortalizas y frutas; carne de cerdo presentada en condiciones higiénicas deplorables, y poco más) resultan muy asequibles para el turista que se arriesga -es un decir, pues nada impide su entrada- a entrar en ellos.

Una libra de la fruta bomba (papaya), por ejemplo, se vendía a 4 pesos cubanos; había abundancia de tomates, que parecía el producto estrella, que podía incluso comprarse a 2 pesos. En la hedalería Coppelia, después de guardar la cola correspondiente -los cubanos son muy aficionados a los helados, haga frío o calor- se puede adquirir una ensalada del gusto que te toque en suerte (ocho bolas de helado) por 8 pesos. Si se quiere elegir con más opciones y no guardar cola, los funcionarios que controlan la entrada a las dependencias te indican, amablemente, que entonces tienes que pagar la misma cantidad numérica, pero en pesos convertibles.

Cuba es, en consecuencia, muy cara actualmente para el turista. Los hoteles, que aunque luzcan cuatro o cinco estrellas no siempre las merecen, no se arredran en soicitar entre 80 y 150 (o más) cucs por noche, y no siempre incluyen el desayuno. Comer a la carta -siempre escasa y con productos bastante insípidos, en los que la "langosta" y los "camarones" son una constante en la oferta, puede salir tranquilamente, incluida una cerveza (2 cucs, en general) por la respetable cantidad de 18 a 25 cucs.

(sigue)

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (3)

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (3)

Existen bastantes países en los que la población sufre penurias, disparidades salariales, desinformación y control policial superiores a Cuba. No se puede enjuiciar la situación cubana desde la comparación con estados en los que los desequilibrios y las torsiones de los conceptos democráticos admitidos como norma, generalmente constitucional, en países occidentales son incluso más graves, sino que conviene hacerlo, y así lo pretendemos, desde la falta de aprovechamiento, el despilfarro o el maluso de los grandes recursos de la isla.

Esta es la cuestión más descorazonadora. Más del 95% de la población de Cuba vive en condiciones de penuria, como consecuencia parcial del bloqueo internacional, pero, sobre todo, por la mala planificación, la escasa productividad y la avaricia con los peores colores capitalistas que dicen abominar, por parte de cierto sector de la cúpula dirigente. 

Aunque la propaganda oficial indica que no hay pobres en la isla, no solamente hay mucha gente que vive con muy escasos recursos, sino que la expresión de la mendicidad se encuentra a cada rato y, para colmo, en las zonas turísticas, se observa cómo, a muy primeras horas, algunos que podrían parecer organizadores de colectas sitúan a varias personas con sus miembros amputados, deformaciones graves o estados catatónicos evidentes, en sitios estratégicos. Si no fuera porque no tenemos ningún derecho a pensar tan aviesamente, podría sospecharse que forman parte de las acciones para sacar el máximo provecho de las visitas de extranjeros.

La sanidad pública en Cuba sigue siendo gratuita, lo que favorece el uso innecesario de los servicios médicos. La propaganda oficial alardea de las ayudas prestadas, por ejemplo a Haití, para combatir el cólera, difundiendo una y otra vez una entrevista con una médico que indica que han llegado con sus prestaciones a sitios donde ningún otro país se ha dignado aparecer.

En Marina Hemingway, el Hotel El viejo y el mar, un establecimiento de cinco estrellas situado en medio de un puerto deportivo en el que se ven varios yates con banderas alemanas, canadienses y neozelandesas, está cerrado al público y un portero más bien adusto, prohibe la entrada; se sigue, según responde a nuestra pregunta directa, con la operación de ayuda a venezolanos ("Misión Milagros") que padecen cataratas y otras afecciones oculares, pero no hemos visto, en un buen rato, movimiento significativo en la zona.

Hemos hablado con usuarios del sistema sanitario, y casi todos coinciden en su calidad aceptable, y en la excelente disposición del personal sanitario. Faltan medicinas y los aparatos ya no están en primera línea tecnológica. En los mismos días de nuestro viaje, se descubrió que en un centro geriátrico tenido como modelo habían fallecido, por frío e inanición, varios ancianos.

(sigue)

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (2)

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (2)

La Cuba oficial se alimenta del aislamiento feroz respecto al resto del mundo, en el que las autoridades cubanas han inventado una realidad a la medida capitaneada por el imperialismo norteamericano, la ignorancia, la ocultación interesada o el desprecio hacia la dinámica de los países con economía de mercado y la devoción enfermiza - soportada, con tintes que a menudo aparecen al obvervador ajeno como ridículos- hacia lo que sucede en los países de la agrupación Alba (Venezuela, Bolivia, Ecuador), que se presentan como modelo de bienestar.

Esa Cuba oficial no tiene empacho en proclamar que, por ejemplo, España está peor que Ecuador, porque su tasa de paro actual es cercana al 20%, en tanto que la decrépita economía ecuatoriana solo acredita un 4,8% de inactivos laborales. Se airea en la televisión del régimen que en Estados Unidos hay más de 40 millones de pobres -"casi cuatro veces la población cubana"- y se califican de "insuficientes" (siguiendo la letra de unas declaraciones atribuídas a Fidel Castro)- las medidas de apertura dictadas por el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, y que suponen, de facto, un avance sustancial en apoyo de la deficiente economía de Cuba.

No hay más que separarse de los recorridos turísticos, para observar que en Cuba hay personas que se están beneficiando del régimen y que viven conforme a los más altos estándares capitalistas. Hay mansiones lujosas, se ven coches con matrículas oficiales (e incluso particulares) que corresponden a los modelos más caros europeos o coreanos y que, en restaurantes muy caros, miembros del funcionariado destacados, celebran, cada día, su posición de bienestar sin privarse absolutamente de nada.

Hay en Cuba, hoy como hace décadas, turismo sexual, que no hace ningún bien a la imagen del país. Jóvenes mujeres que se hacen acompañar, al parecer, a cambio de muy poco, por vejetes rijosos que disfrutan de su necesidad y se aprovechan de una moral abierta, pero económicamente destrozada. 

(sigue)