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Al Socaire de El blog de Angel Arias

A costa de qué, a beneficio de quién

Además de a quién beneficia (qui prodest) debemos preguntarnos a costa de qué o de quién (cuius sumptibus); o sea, quién paga el pato, los platos rotos, quién asume los gastos de la fiesta.

No es raro encontrar que quienes sacan tajada son distintos de quienes apechugan con el marrón. Por lo tanto, no basta, aunque ya es un dato, indagar quiénes están detrás de un movimiento, ocultos tras la mampara.

Tenemos en este momento varios asuntos de relevancia internacional que nos permiten, con la información disponible, desvelar el misterio de los que se lucran y de los que apoquinan.

En el mundo del derecho, que gusta del brocardo, el lema y la ocurrencia, se apela a veces al acto de "levantar el velo", es decir, descubrir lo que ocultan las enaguas (prenda que antaño usaban las mujeres para proteger las intimidades de los vientos); hoy, siendo neutros con el género, deberíamos referirnos, ya que es la prenda utilizada masivamente por unos y otras, al momento de "bajar los pantalones" para dejar al sujeto con sus vergüenzas al aire.

¿Quién es el beneficiado de la que se está montando en Libia?. No es el pueblo libio, desde luego, enzarzado en una guerra civil entre tribus cuya rivalidad no se entiende más que haciendo retrocediendo en el túnel del tiempo varios siglos; no será, desde luego, ese misterioso gen de la política occidental que se llama democracia participativa.

Los beneficiados de la operación son las empresas petrolíferas, fundamentalmente norteamericanas y francesas (no podemos olvidar tampoco los intereses de Repsol); y el país que robustecerá su antorcha como proveedor de mercancía energética es Argelia. ¿Quién lo va a pagar?: los contribuyentes norteamericanos y europeos; ¿Por qué Alemania no participa en el envío de material bélico a Libia? Porque quiere reservarse un papel mediador ante los adictos a Gadafi, con los que mantiene unas buenas relaciones de cooperación, en el sector de la desalación, en la explotación del inmenso acuífero de Nubia y, claro está, -junto a Italia y Francia- en material para usos bélicos.

¿A quién beneficia la campaña de desorientación respecto a las actuaciones del gobierno japonés y la empresa Tepco en el control de los reactores de Fukushima, afectados por el tsunami de finales de febrero de 2011?. A las empresas de seguridad, a las constructoras, a los fabricantes de aerogeneradores y otros productores de energías con baja tecnología y, no en último lugar, a los gobiernos incompetentes asentados en Europa, como resultado de la apatía y el miedo cerval de la cidudadanía.

¿Quién pagará estos despilfarros?. Los poseídos por el temor a cualquier amenaza, de la índole que sea, los ignorantes tecnológicos, y, desde luego y como siempre, los ciudadanos cumplidores con sus impuestos, pero poco escrupulosos en perseguir en qué se emplean sus aportaciones.

Sea como sea, lo que es imprescindible cuidar se puede decir en latín, que siempre queda más culto: Sumptus censum ne superet. Que los gastos no superen a los ingresos. Porque, en otro caso, lo que se conseguirá es profundizar en el pozo de la diferencia entre lo que se puede y lo que se desea, que es cargar más a los que pagan con el peso de los que se lucran.

2 comentarios

PILAR NÚÑEZ -

Una síntesis clara, acertada y didáctica.

Maria -

Un resumen magnifico de una situación tremenda donde la voz de la sensatez, de los tecnicos, de los que saben no parece que vaya ha ser escuchada.