Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Internacional

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (1)

Hasta donde la vista alcanza, Cuba (1)

Seguramente habrá pocos cubanos que puedan leer estas líneas y, por tanto, nada aprovecharán a quienes más podría interesar.

De vuelta de un viaje de casi dos semanas en ese país -después del cual, en absoluto podemos jactarnos de haber recorrido Cuba de cabo a rabo, lo que tampoco era la intención- trataremos de trasladar a este cuaderno algunas reflexiones acerca de la situación que, siempre en subjetiva, pero sincera, impresión, se está viviendo allá.

Para empezar, parece necesario expresar que al visitante se le ofrecen dos Cubas, y que la inmensa mayoría de cuantos se acercan a ese país caribeño se conforman con percibir y disfrutar una de ellas, destinada al turista, y por la que discurre la imagen oficial, salpicada con las intromisiones individuales -la mayor parte, consentidas, aunque surgen algunas esporádicas-.

Esta representación de lo cubano se configura con elementos sorprendentemente repetitivos, bastante escasos, y, a la larga, suficientes para agotar un viaje de siete o diez días, como ofrecen las agencias de viajes.

Pero existe otra Cuba mucho más compleja, dinámica, en equilibrio inestable, que solamente se capta cuando se camina fuera de los circuitos trillados, se tiene el interés, la voluntad y la paciencia de conocer más allá y, con todo el riesgo que implica hacer un análisis de un país singularísimo, con una situación política especial, invita a sacar consecuencias, aventurar opciones para el inevitable cambio, ofrecer incluso ideas, soluciones, sugerencias, para que ese país resulte homologable -por más que siempre permanecerá con su esencia propia, consecuencia de un paisanaje, un paisaje y una historia intrasvasables.

(sigue)

Sobre lo que de verdad oculta Estados Unidos

Eramos, hasta que aparecieron los papeles "secretos" difundidos por Wikileaks, y considerando pros y contras, "algo" admiradores de los Estados Unidos de Norteamérica.

Ahora, una vez que se ha conocido, por la apropiación masiva de documentos confidenciales de los archivos del Estado más poderoso de la Tierra (y, por tanto, más vulnerable), el entusiasmo con el que sus representantes a lo largo del complejo escenario mundial hacen acopio de pequeños y grandes detalles y tratan de influir sobre los personajes y personajillos de los miles de centros de decisión local, nuestra admiración ha crecido varios enteros.

Y todavía ha aumentado algo más, -por influencia indirecta, en este caso-, por la orgullosa explicación del supuesto alcance de la filtración que realiza Javier Moreno, director de El País (EP 19..12.2010), uno de los diarios que, junto a Der Spiegel, The New York Times, Le Monde y The Guardian han tenido acceso al conjunto de documentos hurtados a la custodia de la Administración norteamericana. De su largo relato justificativo tomamos el título: "Lo que de verdad ocultan los Gobiernos"

Nuestra actitud tiene, en este caso, una intención compensatoria, imprescindible en razón del equilibrio que necesitamos para no animar a un suicidio colectivo. El Director de El País, confundiendo su gozo por haber sido destinatario de unos papeles que le han ayudado a levantar algo el periódico -sin rumbo ideológico desde hace tiempo-, se ha pasado al anarquismo. Y eso tiene riesgos, para un diario que aspira a mantenerse/llegar a ser el canal informativo básico de la inteligencia hispana.

Porque si se admite estar de acuerdo con que los papeles de Wikileaks muestran "un desprecio constante por los procedimientos incompatible no solo con el funcionamiento de las instituciones de un país sino también, o especialmente, con la mejor tradición legal y democrática de Estados Unidos" (sic, pág. 7 de EP citado), ¿qué nos queda a los pobres ciudadanos de a pié, que no tenemos más remedio que confiar que alguien lo estará haciendo bien? ¿ Asaltar los palacios, ministerios, juzgados y embajadas? ¿Exponer en la picota a los detentadores de cargos oficiales? ¿Escupir a cualquiera que pretenda reclamar nuestra admiración y respeto?.

Pongamos calma en el asunto. Las embajadas de Estados Unidos estaban haciendo su trabajo, los informes confidenciales estaban hechos con otra intención que la de hacerlos públicos y, en todo caso, lo que cuentan esas notas es una versión de parte. Y, además, necesitamos creer en algo. En especial, en que en los Estados Unidos hay líderes y gentes de responsabilidad que se preocupan por llevar a la humanidad hacia algún sitio. No tenemos alternativa y ya sabemos que, a falta de otra solución, no queda más remedio que sumarse al vivan las cadenas

Lo que de verdad ocultan los Gobiernos de esos 30 países de los que los papeles secretos han puesto nombre y apellidos a sus funcionarios dicharacheros a cambio (en principio) de solo una buena comida y unas copas de licor, es que Estados Unidos les marca las líneas fundamentales de la política exterior y, a cambio, tienen que ofrecer algo de información de sus entresijos propios. Pero ya lo sabíamos.

Lo que de verdad oculta El País es que la división en pequeñas dosis y con aires de gran escándalo, de los papeles de Wikileaks, es una operación comercial que pretende dar algunas alas nuevas a una forma de hacer periodismo que se está muriendo. (Podemos comparar su actitud con la decisión, menos mercantil y más periodística de Der Spiegel que ha editado por 4,5 euros un cuaderno con las filtraciones relevantes).

Lo que de verdad oculta Estados Unidos es que dedica mucho dinero y mucho esfuerzo a tratar de entender un mundo complejo en el que está perdiendo capacidad de liderazgo a expuertas y, además, que esa operación ingente se sigue realizando con las características de ingenuidad, disciplina, patriotismo, trabajo, que caracteriza al pueblo norteamericano.

Sería interesante que El País se preocupara por obtener los papeles confidenciales de la Administración española, las notas internas que las personas aquí utilizadas como presuntos confidentes hicieron para sus superiores. Pero seguro que no existen. Y es también fácil adivinar porqué.

Sobre las razones que se niegan a los saharauis

El pueblo saharui es el único residuo de la época colonial al que no se le ha confirmado su derecho a la libre determinación. En realidad, eliminando el eufemismo, su derecho a la independencia.

Ni las resoluciones contenidas en la Carta de las Naciones Unidas (1514 y 1541 -XV) ni la aprobada por su Asamblea General (2625-XXV) han servido para otra cosa que como papel mojado. Ni el reconocimiento de la Corte Internacional de Justicia, que tuvo lugar en 1975, -declarando sin validez jurídica el Acuerdo de Madrid, por el que España había abandonado precipitada y torpemente el territorio ante Marruecos y Mauritania- ha servido para que los saharauis consigan su libertad.

El 8 de noviembre de 2010, mientras representantes del Frente Polisario y Marruecos atendían a una "reunión informal" sugerida por las Naciones Unidas, desde Rabat se daban instrucciones de desmontar -a sangre y fuego- el campamento que saharuis y simpatizantes habían erigido en las afueras de El Aaiún, para exigir el fin del expolio de recursos (fosfatos, peces, arena, etc.) y la supresión de la discriminación sobre sus naturales que viene haciendo, con la connivencia internacional, el gobierno de Mohamed VI.

¿Qué está pasando? ¿Por qué Marruecos no cumple las decisiones de las Naciones Unidas y, sin embargo,  goza de tolerancia y apoyo de los países desarrollados y, muy concretamente, de Estados Unidos y Francia? ¿Cuál es la posición concreta del gobierno español, urgido por el PP a que adopte un papel protagonista que, cuando este partido gobernaba, se abstuvo de ejercer? ¿Tiene sentido que la ministra española de Exteriores, Trinidad Jiménez, reclame prudencia para juzgar la situación y diálogo para solucionar el "conflicto"?.

No estamos de acuerdo con quienes echan la culpa a España y, en concreto, a este gobierno, de la situación, porque desde al menos 1975 se encuentra sancionada por un organismo internacional. Poco se puede hacer, sin perjudicar las relaciones bilaterales y con riesgo de abrir heridas por una situación que desde Marruecos se ve muy distinta a como se enjuicia desde la Península: la soberanía territorial sobre Ceuta y Melilla, ciudades españolas que despiertan el apetito de los capitalistas marroquíes y la envidia de los ciudadanos marroquíes, inmersos en un subdesarrollo tecnológico y cultural con pocas opciones de salida a corto plazo.

En cambio, sí creemos que, más que propiciar una vía de diálogo desde la comunidad internacional, quienes tienen autoridad sobre Marruecos deberían expresar, a las claras, al gobierno de Mohamed VI que no están dispuestos a tolerar ni un minuto más el sostenimiento de la pantomima.

Basta con que se convoque el referéndum, de inmediato. Y como su resultado será abrumadoramente favorable a la independencia (medida que, desde luego, ya debería haberse adoptado directamente), el problema estará resuelto y los saharuies podrán, con pleno derecho indiscutible -al fin-, considerarse ciudadanos país autónomo y libres para organizar su futuro.

Si Marruecos fuera una democracia, habría, desde luego, una forma quizá políticamente más brillante de integrar los derechos de los 300.000 saharuies, concediendo a su territorio (relativamente inmenso, desestructurado y desértico) la autonomía administrativa, mejorando sus enlaces económicos y su interconexión con Rabat, como ventana al resto del mundo.

Como Marruecos no es una democracia y, por mucho que contemporicemos con ese país, es patente que carece de una estructura económico-administrativa moderna,  hay que defender el derecho de los saharauis a que ordenen su vida, la explotación de sus recursos y las relaciones internacionales, desde la libertad. Porque desde su libertad es la otra historia que tendrán que escribir. 

--------------------

(1) Ya en 2003, la Fundación France Libertés había denunciado que la sociedad KB Fish, con sede en Dajla (antigua Villa Cisneros), y disfrutando generosas licencias a sus barcos faeneros, pertenecía a los generales Hosni Benslimane y Abdelhak Kadiri, responsables de la Gendarmería y del espionaje militar.

Han aumentado las sociedades especializadas en cefalópodos, pertenecientes a capital marroquí, de procedencia del entorno de Mohamed VI, y cuya producción se exporta a España y Japón.

Y, en la cúspide de esta explotación, se encuentra la mayor empresa del Sáhara, la fosfatera Phosboucraa, que pertenece actualmente, en su totalidad, al Office Chérifien des Phosphates, una vez que la SEPI cedió su participación a la sociedad marroquí, y que es presidida actualmente por Mostapha Terrab, miembro del comité asesor de SM Mohamed VI, ingeniero de caminos por la Escuela de París y Dr. en Investigación de Operaciones por el I.T.M. (rien ne va plus!)

Sobre la Responsabilidad Social Gubernamental (RSG)

Aunque es un término no muy utilizado, existe acuerdo tácito en referirse a la Responsabilidad Social Gubernamental (RSG) como el marco de compromiso entre quienes asumen el gobierno de lo público y sus administrados.

En paralelismo con la RSC (Responsabilidad Social Corporativa), se pretende con esta combinación de palabras señalar que la tarea de los encargados de la gestión pública se desarrolla en un espacio amplio, con límites difusos, y que corresponde a los titulares de esa función expresar cómo lo están atendiendo, explicando la filosofía y móviles de su actuación, y los logros y dificultades de la misma.

Por supuesto, también los administrados están en su derecho de exigir a los gestores de lo público que efectúen sus cometidos de acuerdo con las directrices y principios que haya establecido la colectividad, y que se les explique a aquellos cómo los están ejecutando.

No cabe hablar, sin embargo, de la RSG como un conjunto construído por la intersección de ambas posiciones, sino de una suma en la que se integran las dos y, como ideal, sería de esperar que la RSG asumida por los encargados de la administración pública englobara la RSG prevista por la sociedad civil, de la que sería un subconjunto.

Yendo de lo teórico a lo práctico, de lo conceptual a lo empírico, ofrecemos seguidamente algunas precisiones acerca de lo que se podría comprender contenido en la RSG.

El límite amplio a la RSG estaría definido por los valores éticos de la sociedad en su conjunto, entre los que cabría considerar, sin ánimo exhaustivo, una amalgama de libertades y principios: la tolerancia ideológica, la libertad de expresión enfocada a la construcción de una teoría mejor, la igualdad original de oportunidades para disponer de los recursos comunes, el respeto a la propiedad y a la libertad personal para elegir la proipa forma de vida (sin perjudicar a terceros, por supuesto), la solidaridad colectiva ante la desgracia sobrevenida y la disponibilidad para disfrute responsable de los auxilios sociales, el acceso abierto a la formación e información básicas orientada a permitir, además de la realización individual, la mejora de la capacidad colectiva, etc.

No sería necesario enumerarlos, pues se encuentran expresos en la consciencia individual de toda persona mentalmente sana y, si bien se puede desgranarlos uno a uno, la forma concreta de describirlos depende más de la facilidad de expresión verbal que de la intuición del concepto.

Los límites estrictos de la RSG vienen señalados -en la parte de lo infranqueable-, en cada sociedad, por el Código Penal. Se trata de aquellos artículos por los que se sancionan determinadas conductas de los gestores públicos.

Así, la malversación de fondos, la apropiación en beneficio propio de los caudales públicos, el cohecho, la prevaricación, etc. Las diversas facetas de la corrupción.

No existe uniformidad en esa elevación al código penal de ciertas actuaciones que, obviamente, son antisociales, contrarias a la RSG. No existe, porque quienes han venido haciendo las leyes son excepcionalmente permisivos a la hora de analizar sus conductas o las de sus semejantes en la adulteración del mandato (sus cómplices, por tanto), y reprobar las que causen perjuicio a esa mayoría a la que dicen servir.

Esta dicotomía conduce a inmensas paradojas en nuestra aldea global. Existen países en los que se puede condenar a un dirigente por haber tenido una relación extramatrimonial con una becaria, elevándolo a la picota del ridículo y despojándolo de su representación, y otros en los que el enriquecimiento de los que ostentan el poder, de forma directa o indirecta, concentrando una parte sustancial de las rentas del país, es visto con generosa sumisión.

Sería de desear que se avanzara en una RSG común y, para empezar, que los gobiernos publicaran sus avances en ese campo comprometedor para los que se desmandan. Por ejemplo, ayudaría conocer cuáles son las propiedades y bienes de los gestores públicos, y seguir la evolución de sus carreras una vez que dejen sus cargos.

Pero nos ayudaría aún más estar seguros, de una vez por todas, que la RSG de nuestro país -de cada país- no tiene conflictos con las RSCs de las empresas y, específicamente, las de los grandes grupos empresariales.

Y si los tienen, se resuelvan siempre a favor de la RSG, en la que los beneficiarios somos todos. Siendo deseable que, en cumplimiento de la RSG, se dedique más atención a los que más lo necesitan y están haciendo cuanto les es posible para solucionar sus carencias, de las que no podrían ser censurados.

Sobre la frustación de Obama y el enemigo chino

Al presidente norteamericano Barak Obama le ha crecido un falso enano que se llama la República Popular China. Puede fundamentarse su descalabro electoral con argumentos variopintos, pero el más consistente nos parece reconocer que si China no estuviera demostrando una capacidad de desarrollo acelerada, asimilando todo tipo de tecnología como una gigantesca esponja (perdón por la trivial pseudometáfora), y poniendo sobre cualquier tapete comercial una competitividad sin rivales, a los Estados Unidos de Norteamérica y a su presidente le hubiera ido mejor en las elecciones del 2 de noviembre de 2010.

En la rueda de prensa a la que Obama compareció después de haber perdido la mayoría demócrata en la Cámara de representantes y conservado por los pelos el control del Senado, el mandatario dijo reconocer que "el pueblo norteamericano estuviera profundamente frustrado" y que quizá "estuviera perdiendo la sintonía con el pueblo". Una muestra de sinceridad que honra la claridad en la expresión de los sentimientos propios y ajenos que nos sorprende (a veces) de los norteamericanos.

Podría creerse que a Obama le quitaron apoyos quienes temen porque la cobertura sanitaria aumente el riesgo de "llevar el país a la bacarrota" o que "las medidas anunciadas van más lento de lo esperado", o, simplemente, que la gente se ha cansado algo de un Presidente que se expresa con las ideas del vecino del primero con vocabulario rebuscado en los patios de Harward.

Pues no. El probelma de Obama es el mismo que tienen aquellos países que confiaron su desarrollo en la huída hacia delante, y esa fuga se traducía en aprovechar la capacidad de consumo -estimulada con pautas razonables, moderadas, controladas- de los emergentes.

Resulta que China, -y, en menor medida, Brasil e India- han roto las amarras y sus bloques de alta competitividad y bajo coste navegan peligrosamente por el mar de la tranquilidad (siempre relativa) en el que los norteamericanos y europeos habían asentado sus buques de paseo.

Por eso Obama apeló a lo que une -o debiera unir- a los norteamericanos, independientemente de sus aficiones demócratas o republicanas- "el enemigo común" (1). No lo nombró por su nombre, pero lo invocamos aquí: China. Por eso no le salen las cuentas.

(1) "In this century, the most important competition we face is between America and our economic competitors around the world. To win that competition, and to continue our economic leadership, we're going to need to be strong and we're going to need to be united."

 

Sobre el premio a Liu Xiaobo como mensaje a Wen Jiabao

支持 刘晓波!

¡Felicidades, Liu Xiaobo!

Liu Xiaobo ("Ola del Amanecer") es un pobre diablo encarcelado en China -¡por once años!-, porque tuvo la valentía de protestar contra la matanza de estudiantes que tuvo lugar en Tiananmen, en 1989, cuando allí no había democracia.

El profesor Xiaobo enseñaba chino desde su cátedra hasta que se manifestó en apoyo de lo que pedían los revoltosos de Tiananmen, y los apoyó con declaraciones públicas y escritos.

Fue destituído, y encarcelado por primera vez, para que meditara sobre las ventajas de acomodarse al régimen imperante, pero, cuando volvió a la luz, siguió trabajando a favor de que se hiciera la luz para todo el mundo, y toda China saliera de la caverna en la que le habían metido los intérpretes de chicha y nabo de un libro de filosofía que se llamó el Libro Rojo, y que ni siquiera entendió su propio autor, sino solo los chavales que lo leían desde Europa en el 68 como si fuera un misal.

El colmo de Xiabo fue cuando creó el movimiento Charter 08 y concibió un manifiesto, en diciembre de 2008, que le convertiría en el blanco preferido de todos los disparos oficiales a favor del nonosmoverán. Reclamaba Xiabo lo imposible: reformas políticas que movieran la dictadura hacia la democracia, y, ya puestos, el fin del partido único, amén de la garantía de los derechos de libertad de expresión e independencia judicial.

Tenía motivos, además de los éticos y políticos, los surgidos del calendario para publicar el manifiesto. Fuera de allí, en el mismo entonces se celebraba el 60 aniversario de la declaración de derechos humanos de la Organización de Naciones Unidas.

La respuesta fue contundente. El gobierno de Beijing envió la policía a casa de Xiaobo y lo encarceló, sin juicio de ningún tipo, haciéndolo desaparecer del mapa por seis meses. Después, le haría juicio, y no fue mejor: once años le cayeron encima de las espaldas al disconforme con el régimen.

Y es que han cambiado bastante las cosas para ese inmenso país, pero el régimen politburo comunista no tolera críticas, ni disidencias, ni que alguien lleve el paso cambiado de la formación militar que se acompasa desde arriba.

Por eso, aunque sus dirigentes se dan abrazos con los líderes occidentales, -porque China se ha consolidado como el gran mercado para los excedentes de producción y tecnología del desarrollo, y asombra al mundo con su capacidad de organizar espectáculos y tragarse artilugios made in fuera de China-, resulta que se sigue llamando subversivo al que piensa diferente.

La defensa de los "derechos humanos" (el derecho a discrepar, la libertad de elegir la propia ideología, el acusar de despropósito una actuación represora contra los que se manifiestan por un cambio) es tenida para el gobierno comunista como un acto de terrorismo que debe ser castigado con la cárcel.

A Liu Xiaobo Le han concedido el premio Nobel de la Paz de 2010, por decisión irresponsable de un grupo de intelectuales y políticos, bajo la presidencia del rey de Suecia.

Todo el mundo sabe ya que a Liu Xiaobo le han dado el premio Nobel de la Paz, menos el propio Liu Xiaobo. Su mujer que lo visitará hoy, 10 de octubre, cuenta con que le dejarán comunicárselo, lo que, posiblemente, le pondrá contento.

A quien estamos seguros de conocer cómo le ha sentado el asunto (a cuerno quemado) es a Wen Jiabao, (溫家寶, Valiente impetuoso), el  premier de ese país falso-demócrata que es China y que, si las cosas siguen al ritmo que van, en un par de décadas -o, a lo mejor, ni siquiera dos, le bastará con una- será la economía líder del planeta.

Una de dos: o los herederos de Mao nos cogen confesados de espantos y nos acomodamos a lo que nos prescriban, o la gente como Liu Xiabo se hace con las riendas del poder en estas próximas décadas.

Así que, además de inyectar moral bajo la forma de mensajitos desde nuestra plataforma de civilización democrática, como es este de la concesión del Premio Nobel a un intelectual que está en la cárcel, habrá que idear otros procedimientos más contundentes.

Y todo ello, sin olvidar la valoración que nos merecen estas cosas del Nobel por acá, pues el profesor chino encarcelado, ganó el galardón en un pulso al que desde aquí muchos presentaron como candidato al juez Garzón -procesado por sus colegas, por haber, presuntamente, cobrado unos dineritos de más-, y el año antes, cuando también estuvo propuesto, lo había perdido ante el recién deshornado presidente Barak Obama, que no se lo merecía ni entonces ni ahora, aunque no le negamos otros méritos.

Sobre lo que nos importan los afganos

En un reportaje magnífico, "Españoles en la ratonera", Cuatro nos desveló el 29 de agosto de 2010, algunos aspectos esenciales para comprender algo más del conflicto afgano. El mérito es de un equipo de valientes informadores capitaneados por David Beriain y Sergio Caroen (cámara).

La impresión que recibió el espectador de imágenes y comentarios, construída de forma directa, es que los destacados españoles no están identificados con el espíritu norteamericano de la misión (aquellos creen que la misión es de paz; éstos, no tienen dudas de que se trata de una guerra) y, la más grave, es que lo que se está realizando en Afganistán por las fuerzas aliadas no ha conducido a resultado positivo apreciable.

El pueblo afgano está desorientado, sigue sumergido en una profunda pobreza sin vías de solución  y los talibanes han aumentado su capacidad de captación de seguidores, y tienen armas, convicción y potenciales suicidas para provocar el temor de la población y, tan pronto como se vayan los norteamericanos, hacerse nuevamente con el control del país.

Se plantean, desde luego, muchas preguntas sin fácil respuesta. Cinco de las más acuciantes podrían ser:

a) Identificar qué paises están vendiendo armas a los talibanes, que obtienen, según se nos dice, los medios económicos de la venta de opio, y actuar también contra aquéllos.

b) Detectar, sin eufemismos ni condescendientes sofismas o pensamientos pre dirigidos, qué sustenta una ideología fanática, medieval, que no se sustenta en lo religioso sino en turbios intereses económicos y machistas, que lleva a convencer a algunos débiles simpatizantes ideonarcotizados a despreciar su vida para inmolarse en un atentado suicida contra "tropas invasoras".

Unas tropas armadas hasta los dientes que, como se repite, desde la posición política al uso en España e Italia (al menos) tienen una vocación humanitaria y "solo pretenden ayudar a la reconstrucción del país y a la mejora de su formación e infraestructuras"

c) Dilucidar sin tapujos qué puede esperarse de los políticos locales "afines a Norteamérica y a los principios occidentales", cuál es la fuerza e independencia de la policía afgana, cuáles son las razones, incluída la necesidad de subsistencia y el impulso justo de lograr su independencia, de una población constantemente amedrentada, fundamentalmente analfabeta, estructuralmente machista, sin perspectivas económicas.

d) En fin, confesar sinceramente de qué manera se están evitando que se elijan "nuevos objetivos terroristas" de los cruzados de AlQaeda, y cómo podemos evitar, sin trampas ni eufemismos, que la sensación de inseguridad, de improvisación, de encontrarnos en un callejón más sin salida, vaya cobrando fuerza entre todos los que queremos vivir en paz con todos los pueblos de la Tierra, sin imponerles nuestro criterio, pero ilustrándole sobre nuestras razones.

Sobre las relaciones con Marruecos

Marruecos es un país pobre, con graves desigualdades sociales y económicas y unas infraestructuras muy deficientes. En situación de enlace geográfico entre un continente subdesarrollado y el mundo algo más civilizado, goza de un estatus privilegiado entre los demás países africanos en cuanto a sus relaciones con la Unión Europea, solo comparable al de Túnez.

España mantiene dos enclaves de su antigua presencia en tierras africanas, de la que huyó sin negociación, a los que cuida ahora como la niña de sus ojos: Ceuta y Melilla. Las ha convertido en ciudades que nada tienen que envidiar (al contrario) con otras del sur de la península, y el floreciente comercio, legal e ilegal, con Marruecos, ha enriquecido a muchas personas y creado puestos de trabajo a ambos lados de la frontera.

Defender que estas poblaciones están en territorio marroquí es, geográficamente, una verdad de Perogrullo. Pero para quienes conozcan mínimamente Marruecos, sabrán apreciar que ambas ciudades no tienen nada que ver con el país que las reivindica periódicamente, aunque siempre lo hará con la boca pequeña.

Marruecos necesita el mantenimiento del estado fronterizo de Ceuta y Melilla como comer, pues es, de lejos, el mayor beneficiario de esa situación. La hipotética cesión de ambas ciudades al reino alahuí (eufemismo que utilizamos para no repetirnos) las convertiría en muy poco tiempo en una sombra de lo que eran.

Porque las dos ciudades españolas viven fundamentalmente de ayudas de la península y del comercio de oportunidad por el que se exportan en pequeños lotes, a lomos de personas generalmente, cientos de toneladas de mercancias de las que carece Marruecos. Con previsión elemental, integrarlas en el Magreb supondría, ante la imposibilidad de mantener su ritmo de vida, someterlas a un expolio acelerado.

Las demás ciudades marroquíes, que en su momento estuvieron bajo la dominación francesa y la más leal cooperación española, nos darían la referencia de en qué se podrían convertir.

Así que los activistas que se inventaron una historia de vejaciones en la frontera hispano-marroquí y reclamaron, con el beneplácito, desde luego, de Rabat -ya que Mohamed VI tiene que dar de vez en cuando la sensación a sus fieles de que hace algo en ese sentido-, la recuperación de Ceuta y Melilla, saben lo que quieren. Seguir igual, pero con aún más atención económica por parte de España y la UE. Más dinero, en suma, para seguir chupando febrilmente del bote.

Sobre la imagen exterior de España

Todas esas personas que se abrazaban, lanzando gritos de júbilo, vestidos con la camiseta roja de la selección de fútbol, cuando el asturiano Villa, "el Guaje", metió un gol al equipo que representaba a Portugal en el Trofeo Mundial de Sudáfrica, se sentían identificados con un proyecto singular.

Ese proyecto singular, en el que pueden encontrarse múltiples matices, es el de que ese equipo de fútbol que representa a España gane la Copa de campeón del Mundo, en competición con equipos formados por otros atletas nacidos en diferentes países. Que una buena parte de los aficionados sea capaz de recitar de carrerilla los nombres de todos los jugadores, de los suplentes, del entrenador y hasta de sus esposas y novias, es un detalle adicional sin mayor importancia.

Lo importante es que miles de españoles -¿millones?- se sienten identificados con un equipo de fútbol. Si gana, se podría pensar que ganan ellos. Si pierde, se sienten frustrados con ellos.

Ojalá que se pudiera encontrar la razón íntima por la que se puede ilusionar a un colectivo tan numeroso con el trabajo, y el éxito de unos representantes de élite. No solamente en el fútbol, o en el tenis, o en el motociclismo o en las carreras de bólidos. Qué decimos solamente. Sobre todo, que se pudiera saber cómo ilusionar a la población con el trabajo de sus políticos, de sus empresarios, de sus científicos, de sus técnicos, de los mejores profesionales de cada oficio.

No sabemos. Ignoramos, en verdad, qué diablos es lo que mueve a millones de personas a seguir abotargadas emocionalmente las evoluciones de unos jóvenes, olvidando que están en paro, o que tal vez mañana perderán su trabajo, o que el dinero que guardan en el Banco está en peligro, o que sus acciones valdrán mañana un poco menos o su casa ideal será más inalcanzable.

Porque si supiéramos cómo hacerlo igual, seríamos el mejor país del mundo. Empujados por la misma ilusión, dirigidos por el trabajo de los mejores, no habría selección de políticos, intelectuales, profesionales, investigadores, que nos tosiera.

Pero, ay, nos tosen. Nos pueden. Seremos campeones del mundo de fútbol (lo deseamos, también, para gozo de tantos seguidores), pero nos levantaremos un poco más pobres, más descoordinados, menos solidarios, empecinados en discusiones interminables para defender la mínima parcelita que nos afecte, olvidando las necesidades del vecino y, lo que es más grave, las de todos.

Sobre el sofoco que nos produce Alemania a los españoles

Ese misterio aún no desentrañado que unos llaman "cultura histórica", otros "nacionalidad" y algunos rebajan al nivel de simple paparrucha, tiene una curiosa expresión si se analizan las profundas disimilitudes entre "el carácter español" y "el carácter alemán".

Y, sin embargo, se suele repetir que ambos pueblos se aprecian, se respetan, se quieren.

De entre las raíces históricas comunes, llama la atención la coincidencia en el maltrato que tanto en Alemania como en España se ha dado a los judíos, después de haberles dejado desarrollar sus dotes naturales para el comercio. Fue en épocas relativamente muy separadas en el tiempo, con consecuencias harto diferentes y, además, no queremos meternos en el berenjenal de analizar los motivos y efectos. Pero es un hecho constatado.

Esta cuestión desgraciada debe estar uniendo subliminalmente a alemanes y españoles, si bien importa resaltar una sustancial diferencia: aquí, nuestros ancestros se han limitado a expulsarlos de sus tierras y comercios; allí, en Alemania, los exterminaron masivamente. A los españoles, esta acción nos ha generado un extraño complejo de culpabilidad, por el que somos capaces de amar por igual a árabes (palestinos) y a judíos (israelíes).

Los rubios (bueno, teñidos) teutones, han superado rápidamente cualquier pesadumbre al respecto. Seguro que están convencidos de que los judíos supervivientes de su limpieza técnica están más cómodos pisando palestinos, en las tierras prometidas cuando el mundo parecía limitarse a la superficie de un par de campos de fútbol.

Los alemanes nos superan a los españoles en todo. Su capacidad para derrotarnos es aplastante; la distancia a que les seguimos, tan grande como humillante; sería insoportable, si no fuera porque estamos históricamente resignados a ser sus hermanos capitidisminuídos.

Nos han impuesto sus emperadores para convertirlos en nuestros mejores reyes (salvando Lo presente) -véase Carlos V de Alemania, en realidad, Karl der Erste aus Spanien-. Si alguien quiere saber de verdad de Derecho, Sociología, Sicología y hasta Teología, mejor se va allí por una temporada. Qué decir de las industrias alemanas, de sus coches, de sus Fasching (carnavales), de sus Bieren (cervezas), de sus Frauen (mujeres) y hasta de sus Gedichte, Zitate und Sprüche (Poesías, citas y alocuciones).

En las llamadas energías alternativas, las empresas alemanas han utilizado a las españolas, como ha sucedido en otros campos, de dichosa rampa de ensayo y lanzamiento. Aunque todavía estamos pasando por el ingrato espejismo de disponer de tecnología punta en aerogeneradores, energía solar fotovoltaica o en la capacidad para aprovechar las fuentes geotérmicas de nuestro subsuelo, detrás de nuestros investigadores no es difícil encontrar competentes y bien dotados equipos multidisciplinares alemanes, a los que se acude para preguntarles las dudas.

En política seguimos siendo los españoles, germanodependientes. Y cuando pretendemos elevar un poco el vuelo, nos lo recuerdan.

La Sra. Merkel ha hecho, como quien no quiere la cosa, un reciente regalo envenenado a nuestras ilusiones hispanas de controlar la situación de crisis con medidas que, si se llevan a efecto, serán muy dolorosas para un país muy castigado por una debacle que no hemos protagonizado, pero que estamos sufriendo como el que más.

Ha dicho que los fondos de ayuda europeos están disponibles para cualquier país que pueda tener dificultades y, "por supuesto, para España". No fue un lapsus. Fue una contundente confirmación de que para Alemania seguimos siendo el hermano pequeño; tonto y, para colmo, aplicado. Por eso, nos dan desde el corazón de Europa, de vez en cuando, un pescozón en público para que no nos creamos independientes del primo de Zumosol.

Deutschland, Deutschland über alles. Über uns, aber natürlich. (Alemania, por encima de todo. Sobre nosotros, por supuesto)

Sobre las élites en el mundo árabe

Shumpeter definía la democracia como una forma institucionalizada de competencia entre las élites, pues los partidos políticos son la consolidación ordenada de la alternancia en el poder de las élites. Esta idea potente, expresada con parecidas palabras, sirvió a Ramón Cotarelo, catedrático de Teoría Política en la UNED, como telón de fondo para desgranar e incluso criticar con maestría y cariño, algunos de los argumentos de un libro colectivo que se presentó el 9 de febrero de 2010 en La Casa árabe de Madrid: "Poder y regímenes en el mundo árabe contemporáneo".

En la mesa de conferenciantes estaba sentado el editor "en el sentido literario", esto es, el director de orquesta de las contribuciones, Ferrán Izquierdo, igualmente magnífico en defender el enfoque del trabajo y presentar ciertas consecuencias de la situación de poderes en los distintos países árabes y sus opciones de constituirse en democracias al estilo occidental.

Cotarelo, que se autodefinió como "viejo izquierdista impenitente", no se limitó a presentar el libro. Entró en la valoración de lo expresado en él, motivando una insólita polémica de indudable altura intelectual y sociológica con Izquierdo.

"Estos países -afirmó contundente Cotarelo- no son estados de derecho", por diversas razones entre las que citólos niveles de corrupción, la flexibilidad del ordenamiento legal para adaptarlo a los intereses de las élites gobernantes, el clientelismo que generan las mismas y que impregna su estructura social. No son, desde luego, los países árabes los únicos que padecen de esta enfermedad política, porque también se presenta (enunció) en algunos países de América Latina.

En Europa, ese "déficit considerable de Estado de derecho", habría desaparecido en el siglo XVI, aunque existen vacíos, del que el más clamoroso es la falta de perspectiva de género. "Miren cualquier foto de una reunión de las instituciones públicas y privadas y verán más de un 90% de maromos" y pocas, muy pocas, mujeres.

Otra cuestión que fue abordada por Cotarelo es "la relación lamentable entre religión y Estado", como igualmente impeditiva del Estado de Derecho "y que, por cierto, aún no es mucha en nuestro país", expresó.

Por su parte, Ferrán Izquierdo, también estuvo muy interesante y polémico. Defendió la generalidad del enfoque de las élites, no solamente políticas, sino también económicas, como elemento explicativo de las fórmulas de acceso al poder. "Si analizamos la transición española, encontraremos dos elementos claves: un movimiento popular, exigiendo mayores derechos y libertades, y no solo políticos; y la existencia de un sector de la élite existente que entienda que no perderá, e incluso, que ganará con la transición". Las élites siguen siéndolo, antes y después de la transición.

Estas condiciones no se dan en los países árabes, en donde la capacidad de movilización popular es extraordinariamente débil y en donde las élites, producto de las luchas por el poder después de la descolonización, aparecen consolidades como nuevas dictaduras, económicas y políticas.

En el coloquio, tuvo oportunidad de precisar una fórmula para encontrar el nivel de democracia en un país: "es función de la distancia del ciudadano individual a quienes toman las decisiones; en la mayor parte del mundo, las ideologías tienen el papel de alejar a la población de lo que afecta a sus propios intereses."

Esclarecedora fue también su análisis respecto a situaciones concretas en el mundo árabe. Imposible recogerlas en un Comentario como éste. Pero nos referiremos a su valoración de la importancia del control del agua para Israel: "Escasa. El enorme recurso que se extrae del conflicto palestino-israelí, es el poder económico. Israel, del tamaño de Cataluña, dispone de élites militares con inmenso poder económico y político", que usan del territorio como pretexto para impulsar una industria de Defensa y un desarrollo tecnológico, propia de un país de primer nivel.

 

 

Sobre la presidencia semestral española en el Consejo de Europa

Los parlamentarios y técnicos europueos más experimentados saben bien que no existe ninguna posibilidad de que las propuestas que realice la presidencia semestral en la Unión europea se conviertan en Directivas en ese mismo semestre.

Si se desea que durante la propia Presidencia se consigan resultados políticos concretos, hay que trabajar desde bastante tiempo atrás y tratar de vencer las posibles resistencias -no solo las del Parlamento, sino, y sobre todo, las del Consejo-, utilizando la capacidad de presión y veto del país para terminar de limar asperezas, y precisar, tal vez, nuevos compromisos.

Porque, por encima del trabajo técnico de la Comisión, se encuentra el juego político de Parlamento y la capacidad de maniobra del Consejo, en el que los países construyen sus alianzas.

La presidencia checa ha demostrado que es posible que una presidencia euroescéptica produzca avances inusitados, no tanto por su propia voluntad, sino por efecto de la coyuntura y de los calendarios. La presidencia semestral de Václav Klaus se ha visto favorecida por determinadas circunstancias, que han permitido aprobar la insólita cifra de 6 proyectos legislativos en primera lectura en el Parlamento, y apuntar los mayores logros de cualquier presidencia anterior.

Tomada carrerilla, la República Checa ha acabado ratificando, ya bajo la presidencia sueca, en noviembre de 2009, el Tratado de Lisboa, con el que el propio Klaus estaba frontalmente en desacuerdo.

El éxito del presidente checo como mandatario temporal de la Unión Europea tiene claves ajenas, incluso contrarias, a lo que a él, segramente, le hubiera gustado hacer, y que le arrastraron a una eficiencia aparente. Resulta que terminaba un período parlamentario, y los diputados salientes deseaban presentar un ejercicio con los mejores logros legislativos.

Justamente lo contrario de la situación en la que se encuentra España, con un Parlamento recién llegado, con una Comisión en funciones y un nuevo Tratado que cambia alguna reglas de juego, con un flamante Presidente de la Unión Europea solapado con la Presidencia semestral y la aparición de conflictos de competencia entre Comisión y Consejo (La Comisión pretende haber obtenido mayor independencia para actuar desde la firma del Tratado de Lisboa, en contra de la opinión del Consejo, que no quiere ver recortada su facultad para decir la última palabra).

En fin, nada que no supieran los funcionarios y técnicos españoles expertos en temas comunitarios. Lo que no se entiende es porqué, desde el Gobierno español, se pusieron tantas expectativas sobre una posición temporal del Presidente Zapatero que aparecía desprovista de oportunidades concretas de conseguir algo efectivo y, sobre todo, una vez que la previsión de conseguir un acuerdo en Copenhague -y abortarse la opción de un Copenhague 2 durante el segundo trimestre-, saltó por los aires.

¿Qué se puede hacer antes de finales junio de 2010?. Realmente, que tenga proyección mediática, muy poco. 

Tal vez, la preparación de un marco para un acuerdo sobre el Cambio Climático en México a finales del 2010 (muy problemático), con una concreción pragmática de la posición europea en la reunión de junio en Munich, y el avanzar en temas que ya están en la cartera del Consejo y que no será fácil desbloquear.

Poco se podrá hacer para lanzar la Directiva de Suelo, que está bloqueada desde 2006 por Alemania, Reuno Unido y Francia (además de Holanda y Austria), la de Residuos Industriales (pendiente de la segunda lectura del Parlamento, que pretende una mayor exigencia en los valores límites de emisión y en los períodos transitorios).

No hay mucha opción para las Directivas Rohs y Wee (respectivamente, para  residuos domésticos y equipos electrónicos), con muy notables discrepancias entre los países de la Europa de los 27.

Qué decir diferente de la Directiva sobre Biocidas, sin especiales problemas políticos pero de gran complejidad técnica y burocrática.

y poco vuelo político inmediato se puede esperar del Proyecto de Reglamento para reducción de las emisiones de CO2 en vehículos comerciales ligeros, que también encuentra reticencias por la situación de crisis actual (aunque, salvo España, todos los demás países de la Unión parecen haberla superado).

Otras preocupaciones temáticas expresadas por el equipo del Presidente Zapatero se refieren a los temas de protección forestal (bloqueado conceptualmente por los países nórdicos, que no desean ninguna regulación) y la plasmación de un modelo de gestión de agua para toda la cuenca mediterránea (cuyas dificultades, dada la diferencia económica, política y de actual tipo de gestión técnica y económica, entre los países que se asoman al Mediterráneo, no merece la pena ni siquiera especificar). Habrá reuniones en Barcelona y Gijón, pero serán de trámite, no de conclusiones.

Lo escrito: La presidencia española en el Consejo de la UE no podrá ser más que una gestión de transición. Que no es poco y que hubiera podido ser rentabilizado internamente si se hubiera puesto el signo de atención públic sobre nuestra vocación europeísta, explicando los temas tal como estaban y con las dificultades reales que se estaban encontrando.

Pero se ha perdido la oportunidad, presentando nuestro paso por esta institución de la UE como si se fuera capaz de marcar un hito histórico. Los optimistas, en épocas de crisis, siempre pierden sus plumas, porque en los momentos de cambio de coyuntura, los pesimistas parecen tener razón.

Sobre la política humanitaria de los Estados Unidos

Si alguien tenía dudas respecto a que la economía necesita de la ideología para subsistir, la situación internacional actual ofrece variados ejemplos. Y, si alguien tenía confianza en que la plasmación de una ética universal podría ser alentada desde las dos potencias económicas occidentales, tendrá que contentarse con la esperanza de otros tiempos.

El desastre natural de Haití, aupado sobre el desastre artificial (provocado por otros seres humanos) que ya caracterizaba esa parte de La Española, ha venido a confirmar algunas diferencias en la actuación de la Unión Europea y de Estados Unidos.

En los primeros días después del terremoto, las delegaciones de ayuda humanitaria europeas se han dedicado, muy preferentemente, a rescatar a sus nacionales desplazados en la isla y ponerlos a salvo. Lo han reconocido así algunos de los enviados a Haití y lo demuestra la rapidez con que todos los gobiernos europeos se han apresurado a dar noticias de la situación de quienes se encontraban realizando trabajos en Haití.

La movilización desde Europa de ayuda para Haití fue impresionante. Sobre todo, por lo plural, descoordinada, heterogénea y masiva. Todo el mundo se quiso solidarizar, todos los estados, regiones, municipios y aldeas parecieron dispuestos a enviar gentes, medicamente, víveres. Se fletaron multitud de aviones que colapsaron el aeropuerto semidestruído de Puerto Príncipe, mientras los constituyentes de los equipos de rescate y ayuda se lamentaban de carecer de instrumentos, comida, medios con los que ejercer su intención de paliar la terrible situación cuanto antes.

Paralelamente, la delegación de la ONU, los entrañables boinas/cascos azules (la Minustah), que ya estaban en la zona, a pesar de estar afectados por importantes bajas y tener su sede central destruída, trataron de sacar pecho e hicieron lo que podían. Sus actuaciones después del seísmo  merecen todo respeto.

¿Se preocuparon los Estados europeos, desde su hipotética presidencia general (bicéfala), de coordinar las ayudas que se movilizaban de manera desordenada desde múltiples lugares, de enviar más efectivos militares bajo un solo mando, preparados para la emergencia, utilizando las bases de la ONU y la estructura remanente de la Minustah, se preocuparan, en fin, de estructurar el despliegue humanitario como una Unión de países? Por las apariencias, no. No como deberían haber hecho. Habrá que conocer más detalles, pero solo ha quedado patente su impulso de ayudar y su descoordinación para actuar.

Aparecen entonces los Estados Unidos. Ni ongs, ni voluntarios, ni particulares conmovidos aportando sus granitos de arena. Ni descoordinación, ni pequeños envíos en miles de paquetes abandonados a una distribución imposible. Envían su fuerza de élite, los Marines, preparados para situaciones límite, para combatir en terrenos difíciles, equipados para subsistir y resistir en las condiciones más crueles.

Armados, por supuesto, aunque en la primera línea de choque solo enseñen sus fabulosos equipamientos militares de protección.

Comprendemos los recelos que ha suscitado este despliegue. Se trata de una ocupación, sin duda, de un país sin Gobierno (¿dónde está el presidente Préval, dónde sus ministros?) , sin estructuras, sin medios de prácticamente ningún tipo y en el que la delincuencia tiene ahora mejores opciones que nunca para el robo y pillaje, la extorsión y secuestro, la amenaza y el asesinato, etc.

Vaticinamos que los Marines -o, en su otra forma, el ejército norteamericano- tardarán en marcharse de Haití, a salvo de que la Unión Europea plantee, de forma clara y concreta, su voluntad de dirigir la remodelación del país hacia la modernidad.
En esa labor, por cierto, ya estaba la ONU, cuyo Consejo de Seguridad ordenó el envío de los efectivos que conforman la Minustah; cuya "s" proviene de Stabilisation (en francés)y ése era/es el objetivo básico de esta fuerza milico-humanitaria, después de la intervención militar que derrocó a Aristide.
Y ese objetivo no puede abandonarse en manos de la "política humanitaria" de los Estados Unidos, cuya sensibilidad ha quedado probada en Irak, Afganistán, Corea, Vietnam, por no buscar otros ejemplos algo más alejados en el tiempo y por no referirnos a las actuaciones desarrolladas justamente en la estratégica región de Centroamérica y Caribe.
La ONU no puede perder la cara a la situación de Haití, y la Unión Europea no debe arrugarse ante el formidable empujón que le ha dado en las espaldas los Estados Unidos, aunque lo haya hecho con la sonrisa de niño bueno del Presidente Obama y con el beneplácito con aires de pelotillas del Presidente Zapatero, al que le toca defender los intereses europeos y no aplaudir cualquier movimiento que haga el chico del Zumosol.

Sobre nuevas necesidades en la formación de diplomáticos

Ser diplomático no es lo que era. Nada de los antiguos faustos con entrega de ceredenciales en charré de cabellos, de las floripondiosas fiestas a lo sissiemperatriz, de los rendevús cortesanos con exhibición de escotes y gominas . Ha pasado incluso la época de los aguerridos desplantes, de las declaraciones de guerra, de los ahímelasdentodas, y deltevasaenterarcuandoselocuentealjefe.

Los diplomáticos de carrera, además, no pueden aspirar a las embajadas de primera clase, ocupadas por pesonajes caídos de la política activa. Deben pasar, pues, la página de pasados gloriosos en los que las embajadas con las que se completaba el escalafón estaban situadas en muy nobles edificios de las principales capitales de una Europa que otrora señalaban modas, resplandecían de ingenios y centralizaban decisiones.

Ahora, para más complejidad, los  embajadores y otros diplomáticos españoles han de entendérselas, en durísima competencia por preparar la agenda de los principales, no solamente con los representantes de un par de centenares  de países (una decena de ellos, incluso, de naturaleza imprecisa), sino y sobre todo, con los representantes de las diecisiete autonomías, más poderosas económicamente que el Estado central.

Por eso, conscientes de la problemática, desde estas páginas, nos proponemos ayudar a las Escuelas de Diplomacia españolas para que actualicen con urgencia las materias de enseñanza de nuestros altos representantes de carera, para que no solamente no hagan el ridículo en cualquier situación -lo que, en realidad, no dudamos, pues son gentes de cultura-, sino que, si lo hacen, sea porque corresponde a lo que se desea de ellos.

Hemos tomado como referencia alguno de los trabajos más relevantes realizados por el jefe de la diplomacia española durante 2009, Miguel Angel Moratinos, así como el análisis atento de otras actuaciones de diplomáticos foráneos.

Ante todo, se debería estar al tanto de que los idiomas más interesantes, cuyo conocimiento tendrían que acreditar los aspirantes a diplomáticos son el árabe clásico y el chino mandarín. Esto, junto al dominio de las llamadas lenguas vernáculas del territorio que arcaicamente se sigue denominando España, será, en principio, suficiente, para hacerse entender.

Para evitar confusiones, señalamos las lenguas oficiales de las regiones españolas, citadas por orden alfabético: andalú clázico (que también ze abra en seuta y meliya), aragonés bailable, bable afilosofáu, baleárico chil-láut, canario entreberao, cántabro capitalino, castellano-leonés acazurrao, castellano-manchego cantarín, català aristocràtic, galego do païs, euskera tekniko, eztremeño castúo o gabrielgalánico, madrilenho lavapié, murciano cerrao, navarro ajoticado, riojano lechuguino-avinagrado y valencià cortesàn.

El conocimiento de países extranjeros deberá acreditarse con las precisas actualizaciones, tomadas de la página web del Ministerio de Exteriores y de la wikipedia. Será inexcusable haber visitado varias veces en persona, en los últimos tres años: Somalia, Mauritania, Sáhara Occidental, Zimbawe, Sudán, Guatemala y Mali. Será apreciado el conocimiento y comprensión de las estructuras de poder de los Emiratos Arabes, Marruecos, Egipto, Venezuela y Rusia.

Dentro de los países europeos y latinoamericanos, será imprescindible acreditar contactos con representantes y funcionarios del Gobierno y de la oposición mayoritaria, al menos, a niveles superiores al 30. Las tendencias ideológicas extremistas serán valoradas negativamente, aunque se deberá acreditar haber leído la Biblia, cinco suras, la Torá, a Rushdie, y un mínimo de cuatro autores marxistas (no cómicos).

Se deberá tener una opinión propia sobre los siguientes conceptos abstractos: cambio climático, alianza de civilizaciones, desarrollo sostenible, derecho internacional marítimo y tecnologías avanzadas (incluída nanotecnología). Deberá realizarse una redacción, en uno de los idiomas básicos, elegido al azar por insaculación, sobre un tema de actualidad. Ejemplos: La guerra justa y la compatibilidad con la invasión pacífica. Las ayudas al desarrollo y su relación con el esquilmado de las riquezas naturales. El apoyo comprensivo a tiranos y corruptos, en según qué condiciones.

Entre los ejercicios prácticos, se propondrá un caso de conflicto internacional y se hará la representación, por los alumnos, de las soluciones propuestas, sin presuponer el final. Ejemplos: Que te calles, coño. Nosotros, los líderes del mundo. Tenemos la certeza absoluta de que en el país hay armas nucleares. Devuélveme el barco y los secuestrados, porfa. La máxima seguridad es la principal de las preocupaciones. La eliminación del paro es la principal de las preocupaciones. Incrementaremos el control de los flujos económicos para evitar la especulación. Necesitamos mano de obra extranjera para sustentar nuestro desarrollo.

También, se advertirá a los candidatos que, con motivo de las restricciones presupuestarias, la mayor parte de los actos de representación diplomática se realizarán por videoconferencia (Skype) o utilizando el correo electrónico (hotmail o gmail). En caso de que deban enviarse comunicaciones confidenciales, se tenderá a emplear un código cifrado, como el truco del almendruco o la tecnología para mensajes sms.

 

Sobre Aminetu Haidar y el Sáhara Occidental

Aminetu (o Aminetou) Haidar podría ser una mujer normal. Pero es una activista de la causa saharaui. No una cualquiera.

En un momento determinado de su vida, cuando volvía de recoger un premio desde Nueva York, pecisamente por su defensa de las libertades humanas, las circunstancias la han puesto en primera línea de actualidad mundial con titulares mucho más destacados. Quiere morirse porque Marruecos no la deja volver a su patria, con su familia.

Nos hemos ido enterando a trozos de su guerra, en la que solo está empleando su razón y su cuerpo frágil. En lugar de doblegarse ante los que tienen la sartén por el mando, para que la historia no pasara por ella, ha decidido no detenerse, ni arrodillarse, ni cambiar de rumbo.

Emprendió una huelga de hambre que dura ya veinte días, y que arriesga convertirla en mártir de un objetivo absolutamente razonable: la autodeterminación para los saharauis, la libertad para su pueblo. Una causa que cuenta con todas las simpatías imaginables pero al que le ha faltado, además de las buenas palabras, la fortaleza de los apoyos imprescindibles sobre la mesa en la que los países grandes dan los puñetazos cuando quieren amedrentar a los dictadores.

Aminetu tenía un pasaporte en regla que le fue retirado en El Aaiun, antes de un oscuro procedimiento plagado de tensión e irregularidades por el que la policía y otras autoridades marroquíes la enviaron a Lanzarote -al parecer, con la incomprensible connivencia de la Administración española-, "en donde estaría mucho mejor" que defendiendo sus ideas separatistas.

Dicen algunas crónicas que todo se hubiera arreglado mejor si Aminetu hubiera decidido ser más discreta en la aduana, o hubiera aceptado presentarse simplemente como ciudadana marroquí en el formulario de entrada  y no como "ciudadana del Sahara occidental", que es lo que es.

Puede -se especula ahora- que, si hubiera sido menos insolente y hubiera pedido perdón por su actitud firme de defensora de su derecho, renunciando a él ante las cámaras que la filmaban y los y flashes que  molestaban sus ojos debilitados después de cuatro años de oscuridad en las cárceles marroquíes, la hubieran tratado con mucha indulgencia y hubieran permitido, en fin, que se reuniera con su familia, que esperaba al otro lado.

No parece que hubiera sido tan fácil, sin embargo. Si el lector tiene tiempo, le aconsejamos leer el atestado del Ministerio del Interior español que hemos enlazado en este Comentario. La ignominia estaba, según los síntomas, bien preparada; los personajes, entrenados. El lector entenderá mejor por qué Aminetu se considera solo saharaui, identidad que ostenta con orgullo, y no marroquí.

La independencia de su pueblo es una causa por la que ella lucha desde que tenía uso de razón, y por ella estuvo en la cárcel. No es un derecho que se haya inventado en una tarde de soledad. Es una decisión avalada por la comunidad internacional, acordada con todos los apoyos necesarios. Una resolución a la que Marruecos hace, desde que fue tomada, ojos ciegos y oídos sordos y, cuando creen que tienen a España en el punto de atención, rechifla ignominiosa.

La mala suerte para la diplomacia española es que Aminetu haya sido devuelta aquçi y no a París, Nueva York  o Londres. Allí el caso les hubiera durado dos minutos, porque Marruecos se comprometió a respetar la doble nacionalidad de los saharauis. En España debieron aplicar de inmediato la Ley de extranjería, pero se prefirió, incomprensiblemente, meterse en un berenjenal de negociaciaciones sin sentido, con un equipo funcionarial y en un momento que no parecen muy apropiados para resolver patatas calientes.

Algunos han sugerido que se le podía haber dado de inmediato un pasaporte español (es hija y nieta de españoles, como casi todos los saharauies) y dejarla volver como tal a Marruecos. Otros dicen que, como extranjera sin pasaporte pero con nacionalidad y residencia evidentes (la marroquí). debería haber sido enviada, sin mayores problemas, a Rabat. Todo menos intentar la negociación con el áspero equipo de Mohamed VI, puesto que no había nada que negociar.

La situación del Sáhara occidental no es ni moderna ni española, sino que proviene del descuidado tratamiento internacional a un problema colonial (los niños de la postguerra estudiaban las "provincias españolas en Africa"). España aparece interesadamente como culpable, cuando en realidad, lo que ha venido jugando es el papel de tonto de la película. Puso mucho dinero en las antiguas provincias africanas, y tecnología, y, sí, también cariño, y desarrollo en el Sahara y en Marruecos. 

El 23 de febrero de 1976 España dió la impresión de abadonar a los habitantes del territorio a su suerte, escudándose en un acuerdo de las Naciones Unidas que resultó incumplido. El mandato de la ONU suponía, de facto, la concesión de la autodeterminación al pueblo saharaui, de etnia bereber, y cuyos componentes habían tenido la consideración de españoles hasta la retirada.

El asunto se complicó cuando a Hassan II le pareció que era el momento de ampliar su feudo hacia el sur, aprovechando que los saharuis eran pocos y en el astuto entendimiento de que nadie los defendería, pues la única nación que conocía su situación y podría haberlo hecho, estaba entonces pendiente de lidiar su propio futuro, con un jefe de Estado moribundo y un ruido de sables muy incómodo. El territorio del Sáhara occidental es rico en fosfatos y otros minerales, y su plataforma marítima posee yacimientos petrolíferos y gas natural.

Aquella falsa "res nullius" fue apetececida, desde ese primer momento del abandono de la potencia colonial, tanto por Mauritania como por Marruecos. El acuerdo de Mauritania para ceder al Frente Polisario el territorio sobre el que había fijado sus pretensiones no ayudó, sino que complicó las cosas, tiñéndolas de un color que no gustó en aquel mmento a las potencias internacionales en la zona: Estados Unidos y Francia. España miró para otro lado, porque se movía insegura en el terreno internacional, con la democracia aún fresca en las espaldas.

Aminetu sabe mucho de la historia del Sáhara Occidental y, por ello, no puede dar marcha atrás en su llamada de atención sobre la injusticia que se viene cometiendo, desde al menos 1976, con el pueblo saharaui. Su conocimiento de la cuestión la lleva a aprovechar esta dura ocasión de la única manera posible a los que tienen sus derechos mancillados y no han encontrado un poderoso que los defienda: inmolándose en público.

Su muerte no serviría de mucho, sin embargo. Se olvidaría. Ahora, en cambio, su vida es valiosísima. Por eso, hay que mostrarle a ella y a todo el pueblo saharaui que, en lugar de contar con todos ellos para promocionar mártires, la libre determinación del Sáhara occidental goza del apoyo absoluto de la comunidad occidental frente a Marruecos y que se está a favor de la justicia internacional y del leal cumplimiento de los acuerdos. Sáhara Occidental, independiente y libre. Aminetu, con su familia.

Y España, si Marruecos no se aviene a acoger de inmediato a Aminetu, y, por supuesto, como ciudadana libre, debe romper las relaciones con un gobierno que, una vez más, ha demostrado su falta de respeto a las libertades y a la democracia.

 

 

 

Sobre las prioridades de la Unión Europea a corto plazo

La Europa de dos velocidades anda ahora convertida en algo parecido a una carrera de ciclistas en montanbike campo a través en la que, para mayor dificultad, los competidores tienen que resolver pruebas de gimkana planificadas por un equipo de aficionados al fútbol sala.

El presidente Zapatero va a asumir la presidencia de la Unión Europea durante el primer semestre de 2010 con un programa de prioridades realizado a la medida de sus ilusiones para reforzar la maltrecha política interior de ese país con pretensiones megalómanas en que se ha convertido España.

La cosa está difícil. Los asesores más sensatos aconsejan, según hemos podido saber, un nivel bajo para las pretensiones. No abrir nuevos temas que no tengan viabilidad, y continuar en la senda abierta por anteriores presidencias.

La ilusión de cerrar un acuerdo en Copenhage que permitiera esperanzas de convivencia internacional respecto a las medidas para paliar el cambio climático se ha desvanecido. Los dos países líderes, por distintas razones, de las perspectivas que ofrece el futuro económico de la Humanidad parecen cada vez más dispuestos a pactar medidas bilaterales, olvidándose de esos locos egregios que dicen manipular la vieja Europa.

Europa no se está recuperando de la crisis, porque aunque Alemania y Francia hayan mejorado sus expectativas de reenderezar sus economías, subsisten las dificultades de los demás parientes pobres de esa comunidad heterogénea que se obstina en aparecer como Unión Europea.

Lo más prudente sería tratar de aumentar la cohesión interna antes de levantar la cabeza en los foros internacionales. Para ello, los objetivos deberían concentrarse en incrementar la información de lo que está pasando dentro de las fronteras europeas y resolver de una vez, si fuera posible, la paradoja de una Europa de las regiones, con fuerza creciente, embutida en una Europa de idiosincrasias nacionales en la que la mayor parte de sus Presidentes de Gobierno se encuentran con graves conflictos de credibilidad interna.

 

 

Sobre las consecuencias de la retirada del muro de Berlín

No cayó. No tuvo lugar la caída del muro de Berlín. Lo retiraron los que lo pusieron, adrede. Abrieron primero una puerta -después de anunciar desde un mes antes que lo harían, a bombo y platillo- y dejaron pasar por ella a los que quisieron, marcando sus pasaportes con un sello sobre la foto.

Valoraron los efectos. Los de un lado y los del otro. Sin información, cautos al principio, frenéticos después de advertir que los militares de frontera no solo no disparaban contra nadie, sino que saludaban desde el otro lado, unos cuantos ciudadanos desde el lado de la República Federal alemana, con buriles, punzones, desatornilladores y otros instrumentos precarios, abrieron un boquete.

Fue un momento histórico, si. Otro más de los muchos de los que la política dotó al siglo XX. No fue equiparable al del comienzo o final de las dos guerras mundiales, ni a las crisis económicas de los 20 o de los 70, ni a la creación de la ONU o de la Comunidad europea, o al uso de la energía nuclear con fines pacíficos o bélicos, o a la consagración de la hambruna subsahariana, o a las guerras de Vietnam o Corea, etc.

La retirada del muro de Berlín fue una operación necesaria para un trozo ficticio de país, la República Democrática alemana, que llevaba una década en suspensión de pagos y se había convertido en una carga pesada, económica y dialéctica, para las Repúblicas rusas. No había ya nada, además, que demostrar. El régimen comunista había probado su incapacidad para crear una economía saludable, corrompido desde sus raíces.

La perestroika de Gorbachov empezaba a cosechar sus frutos en el campo de la cooperación con el falso enemigo americano. Desde su acceso al poder de la URSS en 1985, ese político pragmático había comprendido que la guerra fría no tenía sentido. El imperio ruso aflojó la mano: Hungría y Polonia salieron por los primeros resquicios. El muro era un mastodonte incómodo, inútil. Parodiando a J.F. Kennedy (que había dicho cuando se construyó que "era mejor un muro que una guerra") Michael G. debió pensar que "era mejor abrir el muro y dejar que los parientes ricos nos liberaran de algunas bocas antes de que el hambre nos amargara a todos".

El muro de Berlín "cayó" teóricamente en la noche del 9 al 10 de noviembre, entre un viernes y el sábado de 1989, después de haberse mantenido en pie durante 28 años, sin que hubiera despertado en ese largo período, críticas significativas desde el otro lado de entender las cosas. Fue un despropósito, desde luego, un despilfarro consentido por quienes toman las verdaderas decisiones.

Para algunos, pocos, ciudadanos de a pié, resultó una provocación, un acicate para preparar el paso al otro lado. Porque los muros despiertan la curiosidad del ser humano y, en general, detrás de un muro siempre se piensa que existe una tierra mejor o peor. Se desconoce cuántas personas murieron exactamente por intentar traspasar esa línea de hormigón armado para "alcanzar la libertad" o por "traición intolerable", que son las dos caras de la misma impudicia. 

La historia posterior es aún confusa. La reunificación de las dos Alemanias tuvo lugar con gran boato en 1991, impulsando al canciller Kohl a la santidad. España perdió su papel de país privilegiado en subvenciones de la Comunidad Europea, que cambió propriddades.

De esa forma pragmática que siempre caracterizará a los que manden en Alemania, el muro físico fue sustituído por otro, invisible pero real, que, al día de hoy, permite distinguir sin dificultades a los alemanes que viven a uno y otro lado de la puerta de Brandeburgo. Les diferencian salarios de más de un 30%, posibilidades de trabajo, niveles de vida, el talante, el mismo concepto de bienestar y felicidad.

Resulta increíble, pero 20 años después, tal vez un 30% de los alemanes que fueron ciudadanos de la RFA creen que allí "vivían mejor".

¡Serán desagradecidos! Entretanto, los impulsadores de muros consintieron que otro muro más sólido, más alto, más fuerte, fuera construído en otro lugar del mundo. En Jerusalén. Hay otros muchos invisibles, y no hace falta recordar que ahora se levantan siempre desde el lado de la opulencia. Ya no debe parecer necesario andarse con rodeos.

Sobre el golpe de Estado en Honduras y sus repercusiones

El Ejército de Honduras ha expulsado del país al presidente Manuel Zelaya Rosales y detenido a varios de sus cancilleres, y el Tribunal Supremo Electoral -¿y el Congreso?- han nombrado a Roberto Micheletti nuevo presidente. Sucedió el 28 de junio de 2009.

Los observadores en la zona han transmitido que la cuestión que provocó el golpe de Estado fue la intención de Zelaya de prolongar su mandato, reformando la Constitución. No hay acuerdo pleno sobre este punto, al menos, interpretando literalmente los términos de la encuesta que se pretendía realizar, justamente el día de la revuelta militar, porque lo que se pedía en ella era la autorización para crear una Asamblea Constituyente, siguiendo el modelo bolivariano.

El presidente Zelaya es un personaje políticamente bipolar, una representación centroamericana de Jano, un reconvertido desde el capital al socialismo revolucionario. Esta evolución lo convirtió en un enemigo -lo dejó dicho él- "para el Estado burgués, las élites económicas".

Si eso era así, la intención de Zelaya de seguir en el mando tenía muchos riesgos para él. La voluntad de perpetuar el poder conseguido tiene sus riesgos, especialmente en los países con menos pib. 

Las razones del peligro residen, junto a otras menores, en la falta de una estructura adecuada para que, en las democracias aún prendidas con alfileres, los poderes fácticos puedan recuperar el control perdido, en caso de que haya habido traición a su causa, y, también, en la tentación de aprovecharse de las ternuras constitucionales para repetir mandato una y otra vez, y seguir haciendo de cada Estado un cortijo, de izquierdas o de derechas .

En los países con más altos pib, existe, por supuesto, la misma voluntad de defender lo ganado, pero ya no  hay el mismo riesgo. La cultura de la tranquilidad y la apatía, un Ejército profesionalizado e ideológicamente plural, y el mayor desarrollo, permiten crear democráticamente dinastías, nepotismos, partidismos, cambiando cuantas veces sea necesario las caras sin necesidad de que varíen los collares.

El pueblo, mayoritariamente satisfecho, está por ello más adormecido, y la lucha por el poder económico-político se traslada, simbólicamente, al campo de las elecciones programadas -lo visible-, y se libra, realmente, en las cavernas del Estado -lo invisible-.

La evolución de la razón de ser de los Ejércitos merecería un análisis detallado, que suponemos se estará elaborando en algún rincón del mundo. Parece evidente que, en los países pobres, el Ejército tiene la función de controlar y abortar, como les pete a los intereses económicos que están detrás, la voluntad de quien está en el poder.

Su función no es defender al país respecto a un supuesto enemigo exterior. Su armamento y dotación tienen un objetivo fundamentalmente orientado a las actuaciones en la política interna. Tener bajo su mando a varias unidades abre muchas opciones a los jefes y jefecillos militares, si saben usarlas, para hacerse personalmente ricos.

Pasa a ser normal, pues, que quienes tienen en un momento dado el control de la mayoría de las armas y dotaciones, se alcen en contra del poder, o persigan tenerlo bajo su jurisdicción, derrocándolo tranquilamente, como en un juego de estrategia para niños, si no les gusta como se están desarrollando las cosas a los que mandan entre bambalinas.

Los golpes militares de Honduras, Nicaragua o Venezuela,  realizados con las armas o con las urnas vigiladas por ellas, cumplen adecuadamente el modelo de poner mordazas a la democracia y al pueblo, como también se cumplió y se sigue haciendo Cuba. Las intenciones pudieron ser buenas, pero los métodos son nefastos. Y los resultados para la población, inexistentes, efímeros o claramente insuficientes.

Existen sápidos ejemplos del mismo brebaje en varios países de Africa y Asia, donde militares formados en las técnicas occidentales ocupan hoy los sillones presidenciales de sus respectivos países. Con el general apoyo de las democracias mayores, con sus líderes demasiado ocupados en resolver sus propias miserias, magnificadas a la escala conveniente por la perspicaz, pero egocéntrica y sesgada mirada de sus electores.

El general Romeo Vásquez, el (ex?) presidente Zelaya, el (neo?) presidente Micheletti cumplen bien ese papel de garantes de la voluntad de perpetuación de los intereses extrapopulares. Tienen testigos de parte y apoyos acordes con lo que representan. Los presidentes Chaves, Ortega, o Castro, hablaron de "golpe de Estado cavernario" en Honduras, con la misma contundencia que se les juzgó a ellos, cuando hicieron de lo suyo.

De la experiencia histórica, sin juzgar las intenciones, sino las realidades y los hechos, la situación de Honduras, uno de los países más pobres del mundo, aparece como una tragedia repetida, una versión más, incluso cutre, de la contraposición de dos intereses: a un lado, los del "eres libre para ser tan pobre como quieras" y al otro, "eres pobre por ser tan libre como quieres".

Sobre la transición en Irán y la influencia occidental

Las elecciones en Irán, amañadas para que Ahmadineyad, el discípulo amado de Jamenei, líder supremo de los ayatolás, siguiera en el poder, han traído inestabilidad a ese país tan importante para los intereses occidentales en la zona.

La religión islámica, una adaptación de la tradición teocrática judía, ha mostrado un excelente poder de convicción actualizado para mantener la estructura de poder, de arcaica base machista y, por tanto, retrógada, en los países árabes.

La modernización que pretende Musaví, el perdedor forzado de las votaciones, es imprescindible. No tanto desde el punto de vista occidental, al que lo único que le bastac por razones económicas, es simplemente que Irán tenga una cabeza visible con la que llegar a acuerdos.

El impulso para la modernización de Irán viene de dentro. Es exigida por la mayoría de las mujeres iraníes, para la liberación de sus ataduras arcaicas, insostenibles en un mundo global, y especialmente sostenibles para mujeres que se saben inteligentes, capaces, cultas. Saben lo que quieren y porqué.

Esa parte de la población que los ayatolás más ancianos o más reaccionarios se obstinan  en despreciar, es tanto o más instruída que la masculina, aletargada en ventajas de sexo que no tienen fundamento alguno. Por eso la presencia femenina se hace patente, de forma activa u desinhibida, en los movimientos callejeros de protesta y por eso las mujeres han acudido masivamente a las urnas, porque vieron su oportunidad de demostrar su voluntad de cambio.

Es prácticamente imposible que el descontento de los partidarios de Musaví, a los que seguramente se les ha arrebatado la victoria electoral, se traduzca en una guerra civil. La población descontenta no está armada y el conciliador occidente no va a darles armas, creando así un nuevo conflicto en la zona, de los muchos que no sabe digerir.

Ni siquiera parece que las manifestaciones de inquietud puedan durar. El gobierno tratará de acallarlas como sea y el gatillo de los guardianes del orden cada vez estará más dispuesto para entregarse a los nervios. Permitir el afianzamiento de la división civil, supondría la ruptura del poder religioso, lo que no toleraría la clase dominante. 

Por eso, el apoyo explícito de Jamenei al presidente Mahmud Ahmadineyad es tan importante: equivale a decir el representante de Alá, el intérprete supremo del Corán, no quiere cambios; al menos, no aún.

Jamenei puede pensar lo que quiera desde su pedestal acorazado, pero la transición en Irán, continuando una modernización que había iniciado de manera muy forzada, a la americana, el shah Pahlevi no puede esperar. No va a esperar.

Lo que no parecen conocer ni Jamenei ni Ahmadineyad es la fuerza de las mujeres iraníes. Del poderío de la revuelta femenina ha surgido, tanto como de los movimientos obreros y estudiantiles, la actual sociedad occidental. Musaví sí que lo sabe, y está dispuesto a utilizarlo, porque Alá también tiene su lado hembra. Y siguiendo sus doctos designios, pide, simplemente,  nuevas elecciones.

Eso no debería ser tan complicado.

Go ahead, ladies, Alah is yearning for a dusting!

Sobre la situación en Irán

Las elecciones de junio de 2009 en Irán han provocado una dura frustración entre los partidarios del candidato reformista Musaví, que entienden que ha habido manipulación en los comicios, como resultado de los cuales la Junta electoral ha dado como vencedor al presidente Ahmadineyad.

Las sospechas de que las elecciones no han sido leales con la oposición, y que se ha pretendido amañar una adhesión mayoritaria inexistente, para un proyecto político aislacionista y falto de visión integradora, son tan fuertes que, con la información disponible, solo se puede decir que los seguidores de Musaví tienen razón. Las dictaduras no quieren más que adeptos y, si les faltan, los inventan.

Irán es un país abandonado por la política occidental, desde la caída del régimen del shah Palevi. Los intentos de democratizar (mínimamente) Irán, tutelados por el imperialismo norteamericano, se volatilizaron en manos de un fanatismo que no ha sabido rentabilizar los recursos naturales del país en beneficio de una población atrasada, pobre y aislada.

El régimen de los ayatohlás ha convertido al estado iraní en una república religiosa de naturaleza incomprensible desde muchos puntos de vista.

La cuestión ahora no es si hay o no democracia en Irán (no la hay), o si la confusíón de lo religioso y lo político tiene sentido (no lo tiene). No hay libertad en Irán, como en la mayor parte de los países árabes -en donde la religión se convierte en una coraza que consolida el retraso y la pobreza para la mayorías, mientras una minoría disfruta de las ventajas y  se enriquece.

No está solo el régimen iraní en esa cortedad de miras. Subsiste el mal en algunos países americanos, africanos, asiáticos e incluso europeos, aunque es posible distinguir muchos grados en la inopia a la que se fuerza a sus ciudadanos. La base es la misma: un despotismo anacrónico, desilustrado, repleto de falsos valores y atiborrado de adoctrinamientos interesados. El objetivo es idéntico: la oposición es perseguida, encarcelada, destruída, vituperada, amenazado.

Cuando vemos las fotografías -escasas- de las manifestaciones a favor y en contra de Mahmud Ahmadineyad, cuando constatamos que el líder de la oposición ha tenido que ocultarse en paradero desconocido, para no ser encarcelado o asesinado, no hay preguntas que hacer.

Hay solo que expresar la más profunda desaprobación por el interés ilegítimo, antihumano, desleal, de aplastar toda crítica, rehuir toda controversia, creerse en la posesión de la verdad.

No hay un Dios verdadero que pueda ordenar la destrucción del que no piensa como uno; ni siquiera, aunque la mayoría esté de acuerdo con que hay que exterminar al enemigo.  

No importa lo que hayan dicho ni Mahoma, ni Jamenei, ni Chavez, ni Tomás de Aquino, ni el Lucero del Alba. Por encima de cualquier presunta revelación divina, de cualquier pretensión dogmática, del hipotético carisma de los iluminados, está el sentido común.

Todos los hombres merecen idéntico respeto y, para avanzar, hay que contar con el viento de la oposición. No porque juegue en contra, sino porque su impulso ayuda a los que están en el poder a hacerlo mejor.

Si se niega el valor a la oposición y a los opositores, se está negando la propia legitimidad. Porque, justamente, el que haya contrarios, legitima la democracia.

Cuánto camino nos queda por recorrer. Cómo vuelven a estar presentes las palabras de un Albert Einstein al que le preguntaban sobre el tipo de armamento que se emplearía en la tercera guerra mundial. "No lo sé. -parece ser que dijo-. De lo que estoy seguro, es de las armas que se utilizarán en la cuarta: palos y piedras".

Allá vamos. Allá nos quieren conducir. Para plasmar una alianza de civilizaciones, primero hay que conseguir que los iguales lleguen al poder, que los pueblos se pueden expresar con libertad. Abajo las cadenas.