En Sudán del Sur no saben qué hacer con el petróleo
Si el lector tuviera tiempo libre, y nos curamos en salud lamentando que no lo tenga, le aconsejaríamos que leyera el Informe del Banco Mundial sobre Sudán. Publicado en diciembre de 2009, 19 meses antes de la escisión del país, proporciona datos económicos y sociales, pero, en lo que más nos interesa reflejar aquí, realiza una reflexión acerca de lo que sería necesario lograr para desarrollar la región.
Una región en la que se produce la incongruencia de disponer de un recurso muy codiciado por los países más desarrollados -el petróleo-, con el que ha conseguido desde 1999 un notable crecimiento en los indicadores macroeconómicos y en el que, sin embargo, la mayoría de la población sigue viviendo en la pobreza.
¿Cómo puede ser que un país que es el décimo productor mundial de petróleo - 500.000 barriles/día- no saque partido de ese flujo de divisas? (exporta a China las 3/4 partes de esta producción, 12,6 millones de t).
La respuesta es sencilla, pero dolorosa y tiene tres soportes: 1) La participación en los ingresos por el petróleo en la balanza comercial ha aumentado al 96% (en 2008), que se cambia, básicamente, por productos agroalimentarios. 2) La Corporación Nacional de Petróleo de China actúa prácticamente como monopolista; el gobierno de Sudán recibe directamente, a través de empresas particulares, la mayoría de las "compensaciones"; 3) Se calcula que el país tiene reservas para únicamente 20 o 30 años, y, al no haber conseguido -ni intentado- generar un tejido industrial diversificado con el apoyo de los ingresos por petróleo, al acabar este período se verá sumido en una catástrofe fácilmente imaginable.
La división del país ha sido apoyada unánimente por la "comunidad internacional" pero no está, en absoluto, claro que ofrezca más soluciones que problemas, si el objetivo fuera el desarrollo de Sudán: la mayor producción de petróleo se encuentra en el Sur de Sudán, pero las conducciones hasta los puertos de descarga se hallan en el Norte; aunque ha habido un auge en la edificación se ha concentrado en las dos ciudades más importantes: hay el mismo número de puentes -ocho- que cruzan el Nilo en Jartum que en el resto de la región; la carencia de servicios de agua y electricidad afecta a más de 8 millones de personas (el país tiene una población de 35 a 40 millones, imposible de conocer con exactitud, por la ausencia de censos oficiales, incluso después de la paz impuesta por la ONU en 2005); y la sequía y la hambruna amenazan con desequilibrios persistentes en amplias zonas, separados, sus habitantes, además, por ideologías que se está alimentando continuamente -con armas y soflamas- como inconciliables, enraizadas en tensiones étnicas y tribales que han crecido profundamente gracias a la incultura, la pobreza y el aislamiento.
Juba, la capital ahora de Sudán del Sur, es un poblachón que actualmente no superará los 350.000 habitantes (pero imposible ser precisos: la población tiene uno de los crecimientos mayores del mundo), que han sido atraídos desde el desierto hacia esta ciudad artificial, con tremendos déficits en servicios básicos, aunque con una floreciente actividad económica puntual, gracias al petróleo y a la ayuda del gobierno chino, que ha centralizado en ella las oficinas de la actividad extractora del crudo en la zona.
(continuará)
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