Uno de los nuestros: negro y demócrata
El presidente Barack Obama lo tiene negro, lo de ganar las elecciones presidenciales en el país más racista de la Tierra (1), en este año de 2012. La alternativa, Mitt Romney, blanco como la leche, le sigue tan de cerca que no solo le pisa los talones, sino que, a veces, le adelanta, en la carrera por la Casa Blanca. Por supuesto, siempre por la derecha.
Los que manipulan las dosis de ingredientes para que la pócima electoral sea la adecuada para salirse con la suya, entienden que Obama tiene que motivar a su favor al voto negro. Hay que convencer sin fisuras a la población de color de que votar a Obama es votar a uno de los nuestros; es decir, de los suyos.
Como la proporción de ciudadanos afroamericanos es del 13%, esa movilización cuyo fundamento sería el color de la piel, desestabilizaría a favor del actual presidente la realidad del voto.
No admite discusión que es más sencillo demostrar que se es negro (si se es) que demócrata (porque la democracia es un postulado y, por tanto, no admite demostración).
Estas consideraciones cobran especial carácter en un país tan poco sutil para los detalles como los Estados Unidos de América. Para lo primero solo hace falta mostrarse a cara descubierta, y no parece que Obama tenga especiales dificultades en hacer ver, incluso a los más exigentes especialistas en analizar la negritud de una piel, que, aunque con los ademanes elegantes de haber estudiado en Harvard y Columbia (más por lo primero), es bastante negro.
Lo que tiene más difícil es demostrar que es demócrata, pero no porque eso de la democracia sea una entelequia cuya valoración, a la postre, reside en el corazón de cada votante. Sino porque en Estados Unidos, ser demócrata, como el valor en el soldado, no hace falta demostrarlo: se le supone al candidato. Los votantes republicanos son, por principio, en Estados Unidos, tan demócratas como el más demócrata de los simpatizantes del partido demócrata.
El nombre solo sirve, en ese caso, para despistar. Porque Estados Unidos es una democracia republicana, aunque la discriminación sea un hecho y aunque existan familias que copen los puestos relevantes, como en las más genuinas sagas de sangre azul.
Si las elecciones tuvieran lugar en España, y se tuviera que valorar a un candidato por su pertenencia a una minoría étnica y su calidad de demócrata o republicano, apostaría que ganarían los republicanos. Por lo bien que suena.
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(1) La afirmación puede parecer escandalosa. Si lo indico así, es solo haciendo referencia libre a la Historia de los Estados Unidos en, digamos, los últimos 150 años; pero no pretendo, en realidad, reconstruir un ranking de la miseria humana.
Considerar al otro enemigo por pertenecer a distinta tribu, creer en un dios diferente, ser más pobre (o más rico), o haber nacido en un determinado lugar, son los matices, algunos incongruentes, de los pecados originales de los que no libera a muchos seres humanos ningún rito, ni exorcismo; ni siquiera el bautismo.
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