El Club de la Tragedia: Lo que nos importa que haya ganado Obama
A pesar de que las encuestas previas presentaban un panorama de igualdad entre ambos candidatos, el actual Presidente de los Estados Unidos de América ("The States"), renovará por otros cuatro años su mandato por una cómoda mayoría. Barack Obama ha superado con cierta horlgura el número mínimo de electores -270-, derrotando al candidato republicano, Mitt Romney, quien ha aceptado el resultado.
Si los españoles hubieran tenido capacidad de decisión en este evento, la ventaja que habría obtenido el candidato demócrata hubiera sido abrumadora. Tanto los partidarios de la socialdemocracia como del liberalismo se han mostrado votantes potenciales del presidente más negro de cuantos, hasta ahora, han tenido los norteamericanos.
Y lo habrían hecho por pura simpatía ideológica, ya que la izquierda de los norteamericanos queda, en general, escorada a la derecha del espectro sentimental hispano.
Esto es lo que se argumenta, en fin, de manera repetitiva, en los foros de los analistas, para justificar porqué los españoles preferimos a Obama, a pesar de que, como ya resulta habitual cuando las crisis azotan, tampoco ha cumplido la mayor parte de su programa.
Me gustaría poner la atención en dos aspectos sustanciales. El más evidente: los programas de los dos candidatos norteamericanos apenas diferían entre sí, y quienes se hayan tomado la molestia de analizar los discursos pronunciados por ambos, según el momento y el auditorio, habrán quedado sorprendidos de las analogías.
Ambos programas reflejan, principalmente, un alto sentido pragmático, y un enfoque fundamentalmente orientado a la política interior. La pesada maquinaria de una economía de gran porte, con entresijos cuyo manejo resulta inexplicable incluso para los premios nobel de economía, obliga a pasar de puntillas sobre una realidad subyacente, pero insoslayable: a ningún mandatario se le ocurrirá cambiar nada que pueda enfadar a los grandes consorcios norteamericanos, verdaderos controladores de la economía.
El otro aspecto sobre el que deseo llamar la atención es respecto a los pretendidos efectos saludables de la elección de Obama para Europa. Si soy escéptico respecto a las consecuencias que tendrá para Europa el resultado electoral en los Estados Unidos, aún lo soy más en cómo entiendo afectará a España.
Siempre he creído que el feudo europeo, desde que los norteamericanos intervinieron en nuestras guerras para obtener la mayor parte del mérito, aprovechando muy bien la opción de tenerlas convertidas en mundiales, es un recurso más, un elemento de cambio de su política exterior. Algo, en fin, que se canjea según convenga.
Lo entenderemos mejor si hablamos en porcentajes. España representa aproximadamente el 2,1% de la economía mundial. Es el mismo peso que Asturias detenta en el contexto español (2,2% del pib). Y ya sabemos cómo nos va a los asturianos.
Me levanto, con todo, de mi asiento, para unirme al coro de los que se felicitan porque haya ganado Obama. Como los habitantes de aquella isla del Pacífico que se reunían en el centro de su minúsculo territorio, cuando azotaba el huracán, para recordar a Dios su existencia, con el grito conjunto de "¡Eh, que estamos aquí!", le digo a Obama y a sus asesores internacionales, desde lo profundo de mi escepticismo: "¡Eh!".
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