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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Venezuela puede esperar

"Mientras me queden sueños por cumplir, la muerte puede esperar", dice la letra de una canción. Mario Vargas Llosa, el mismo día en que se celebraban elecciones presidenciales en Venezuela (7 de octubre de 2012, EP) , expresaba lo que pretendía ser una visión esperanzada, cualquiera que viniera a ser el resultado de las mismas.

Entendiendo que el cáncer de Chavez no estaba curado y que Capriles era joven y había conseguido aglutinar la oposición a un presidente autoreproducible, aunque éste ganara el referéndum, su previsible muerte durante el mandato y la necesaria convocatoria de nuevas elecciones dentro del trimestre siguiente, daría el triunfo seguro a su actual opositor, puesto que detrás del líder bolivariano no había sucesores cualificados.

Venezuela podría esperar, pues, a que la muerte hiciera su trabajo. Un votante subterráneo, con poder cualificado, en suma.

Hoy sabemos que Hugo Chavez ganó por casi de 1,5 millones de votos a Henrique Capriles, por lo que la introducción de la parca como defensora hipotética de los intereses del cambio en Venezuela vuelca hacia ella la esperanza de cambio de los 6 millones de venezolanos que se pusieron del lado del candidato liberal.

Lo que faltaría por resolver, en cualquier caso, es conseguir dar una respuesta a 7,5 millones de venezolanos respecto a los "sueños que les quedan por cumplir". Ciudadanos que siguen viendo en Chavez, el mejor de los líderes posibles, y que confían en él para que se los haga realidad. Aunque otros los vean como sonámbulos o drogados por una mezcla de populismo, santería y antiamericanismo.

Tengo mi propia experiencia. Hace unos tres años fui seleccionado como director de la Corporación Andina de Fomento, con sede en Caracas. Antes de firmar el contrato, fui invitado al país, para ultimar detalles de intendencia y conocer al resto del equipo.

Era un trabajo apasionante, un reto magnífico, con un grupo de gente cualificada, seria. Pero la inseguridad de la ciudad era tan alta, que había que limitar los desplazamientos prácticamente al área de Libertador, hacerlo en coche preferiblemente blindado, y ocultar la propia identidad.

Dije que no aceptaba esa restricción de mi libertad. Venezuela podrá esperar. Yo no puedo; no pude. Venezuela, como objetivo personal, se borró de mis sueños por cumplir.

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