Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Religión

La Resurrección de los cuerpos

A final de la Semana Santa cristiana, celebran los fieles de esta religión la Resurrección de un Dios peculiar, que, después de haber tomado la decisión incomprensible para nosotros -al menos, para una mayoría- de encarnarse como humano, con el objetivo, según nos cuentan, tanto de darnos ejemplo de comportamiento como de redimir nuestros pecados ancestrales con su sangre, se volvió hacia sus mansiones metafísicas, dejándonos sumidos para siempre en la mayor perplejidad.

No pocos pueblos educados en la tradición de esta anomalía cósmica conmemoran, de la única manera que saben hacer las cosas -con fiestas, jolgorio, cohetes y tambores, así como con exhibición impúdica de sus miserias-, no, como podría suponerse, la Resurrección y Ascensión del divino emisario, sino el recuerdo pormenorizado de su Pasión, que ofrece, desde luego, mucho mejores opciones de escenografía y representación teatral, a la que somos muy aficionados.

La justificación de este desenfoque aparente de por dónde deberían andar las prioridades es sencilla. De la Pasión divina como de las humanas y propias, tenemos, a todos los niveles imaginables, reflejos en la experiencia de cada día. Los seres humanos seguimos haciéndonos sufrir unos a otros con saña renovada y perfeccionada: guerras, asesinatos, actos de terror, violaciones, robos, mentiras, desprecios, silencios.

En cambio, al no existir fotografías, gráficos coetáneos ni otros testimonios fehacientes -salvo algunos escritos de controvertida atribución y, por tanto, dudosa verosimilitud- del momento maravilloso de la recuperación definitiva de la naturaleza corporal de ese Dios excursionista para ser incorporada a su esencia espiritual y por toda la eternidad, -preludio, dicen los exégetas, de lo que nos habrá de ocurrir a nosotros-, tiene lógica que el espectáculo visual se centre en la parte de los golpes, los lloros y, sobre todo, de la crucifixión y, por tanto, que haya bofetadas en cada pueblo y hasta en cada barrio, para hacer de sayón, romano, portador de andas, costalero y, no digamos, maestro de ceremonias y capitán de cofradías. 

Porque nada ha cambiado en el ejercicio del amor al prójimo, a pesar de los esfuerzos divinos y de los humanos bienintencionados para centrarnos en ese objetivo común. De aqúí que se aumente la sospecha de que, de existir lo que algunos nos recomiendan creer, no tardará mucho en que  volverán desde el más allá a darnos alguna indicación de qué hacer, y es de esperar que esta vez nos la aporten de una forma menos metafórica, más comprensible.

Entretanto, seguiremos dando vueltas en nuestra miserable y lenta evolución desde el desconcierto hasta la desilusión. Así ha sido desde que nuestros remotos antepasados se desgajaron de una rama de los australopithecus. Y ahí nos encontramos, detenidos, en este brote de homo sapiens sapiens stultus del que formamos parte la mayoría de los presentes (con escasas salvedades, pero para peor), con las cochinillas de la avaricia y la envidia chupándoles los jugos.

Según sea nuestro margen de albedrío en caso de que el diseño sea inteligente (y 2)

(Este Comentario es continuación del inmediatamente anterior y, como aquél, recoge -sin pretensión de fidelidad, aunque con la intención de resaltar los aspectos más sugerentes o polémicos- las brillantes conferencias de los profesores Sols y Ayala en la Fundación Ramón Areces (Madrid, 10 y 11 de noviembre de 2011).

Con el descubrimiento del ADN empieza el estudio sistemático de la evolución molecular, que conduce a la construcción del árbol de las especies con un antepasado común, cuya aparición se dató en unos 2.000 millones de años. Los genes, proteínas muy simples -aminoácidos- forman los elementos compartidos por todos los seres vivos; cada organismo posee entre 20.000 y 30.000 genes, con cuya combinación se puede construir, con la precisión que se desee, la evolución de todas las especies vivientes.

El hallazgo se puede juzgar de capital, como subrayó el profesor Ayala. Eucariontes, arqueos y bacterias son las tres ramas más robustas de ese árbol con un antepasado común único. De entre los eucariontes, que tienen el ADN incluído en el núcleo, destaca, -exclusivamente por nuestro específico interés como humanos, pues estamos comrpendidos en ella- una ramita: la de los seres que no son microscópicos -hongos, animales y plantas-.

Fue en este punto en donde la conferencia del profesor Ayala nos pareció que daba un salto en el vacío, para extenderse, sin clara conexión con lo anterior, en criticar el creacionismo -alternativa a la teoría de la evolución.

Los creacionistas son seguidores de la teoría del diseño inteligente, y tratan la Biblia como un libro de ciencia. Es decir, incorporan como verdad incontrovertible el argumento de Paley, y han pretendido recientemente en Estados Unidos llevar esa cuestión al nivel de texto constitucional, proponiendo que la doctrina de que todo lo que existe es consecuencia de la actividad de un supremo hacedor, sea de explicación obligatoria en las escuelas. (Caso resuelto en sentido negativo por el juez John Jones, Dover, 2005).

Previamente, Ayala se había referido a una cuestión intrigante en relación con la teoría de la selección natural de Darwin, y que había sido puesta de manifiesto por Michael Behe, llamándola "Darwin´s Black Box": la naturaleza presenta claros ejemplos que no corresponden a esa teoría. Uno de ellos es el del ojo humano.

Dentro de los moluscos, un grupo mucho mayor en especies que el de los vertebrados, la evolución del ojo presenta ejemplos de adaptación a las necesidades. Entre ellos, calamares y pulpos tienen sus ojos mejor formados que el de los seres humanos, pues nosotros soportamos un punto ciego que corresponde a que el nervio óptico tiene que atravesar la retina, lo que no existe en los octopus, en el que las fibras nerviosas se han formado hacia fuera y no hacia dentro.

La intención de Ayala al crititicar la fe de los creacionistas en este punto de su conferencia es, posiblemente, destacar que la selección no se produce de forma determinista y que, por tanto, el ser humano puede ejercer su capacidad de libre albedrío. Pero, en nuestra opinión, concentrar la crítica en un texto particular -aunque haya merecido el respeto y análisis de muchos seres humanos en los últimos veinte siglos, al menos- es innecesario.

No nos parece que haga falta recurrir a las religiones ni a sus textos de devoción para defender que la teoría del Diseño Inteligente es insostenible (ID, en sus siglas en inglés, y cuyo significado Ayala trastocó, satíricamente, en Imperfect Design, o en Diseño Incompetente). Desde luego, la especie humana -como destacó el conferenciante- lleva en sí la demostración de algunos hándicaps a que ha llevado la evolución de ciertos caracteres, y esta presencia de debilidades es la mejor evidencia de que ni hemos sido creados ex novo ni somos perfectos. ("Aceptar la teoría del creacionismo sería una blasfemia, pues equivaldría a admitir que Dios es un incompetente", expresó Ayala, con rotundidad).

Es deducible, por la observación directa y la comparación con otras especies, que la evolución del ser humano no ha llegado, ni mucho menos, a etapas definitivas. Esta estupenda constatación -que resaltamos nosotros, aunque no se refirió a ella Ayala en este sentido- nos anima a tener expectativas muy razonables de que nuestra capacidad de entender mejor los fenómenos que ocurren en el cosmos, crecerá, no solo por la vía de los descubrimientos ocasionales de algunos seres humanos, sino como consecuencia directa del incremento de la potencia de nuestro cerebro (que, dicho sea de paso, aumentó de 300 g a 1,4 kg de peso en un corto período de tiempo cosmológico).

Expone Ayala que es "chocante" que los creacionistas atribuyan a Dios la paternidad de crueldades evidentes: la gran crueldad y sadismo de los chimpacés, capaces de devorar a sus semejantes sin piedad, las singularidades (oddities) de las mantis religiosas (praying manties) o las formas de parasitismo que derivan en gaves enfermedades para otras especies. Para el ser humano, la imperfección actual se reconoce, por ejemplo, en la incompetente estructura de su  mandíbula, que obliga en muchos casos a la extracción de las muelas del juicio (sin sitio en ella), en el estrecho canal para el nacimiento, o en la atrofia relativa de sus miembros delanteros (forelimbs)...

Reunimos, a nuestro propio riesgo, las deducciones de las dos conferencias que hemos pretendido glosar en estos Comentarios: Para el ser humano actual, la cuestión a resolver es la posibilidad de agotar el margen que nos concede nuestro albedrío, para tratar de resolver, definitivamente, la cuestión de si somos, o no, la consecuencia de un experimento de un ser mucho más inteligente.

Según sea nuestro margen de albedrío en caso de que el diseño sea inteligente

Como glosábamos en nuestro último Comentario, la otra conferencia a la que pudimos asistir dentro del programa sobre "Ciencia y religión en el siglo XXI: ¿diálogo o confrontación?", que organizó la Fundación Ramón Areces en Madrid los días 10 y 11 de noviembre de 2011 fue la de F. Ayala, que respondía al título "Evolución, creación y diseño inteligente".

Si Fernando Sols en su charla había sido prudente, y por tanto, suficientemente cuidadoso, para dejar abiertas -aunque condicionadas- las opciones de albedrío y providencia, precisamente basándose en la imposibilidad de predecir el futuro de forma precisa a partir de los actuales postulados de la física, Ayala se introdujo en otros vericuetos de naturaleza bio-religiosa (por atribuirles una catalogación orientativa, con la que, muy seguramente, el ponente no estará de acuerdo), que dejaron el asunto en sus justos términos: los seres humanos no somos ni el centro del cosmos, ni sus criaturas más perfectas, ni la interpretación literal de los textos que una facción de la humanidad tiene por sagrados sirve de ayuda alguna para entender lo que nos está pasando.  

El conferenciante empezó poniendo un ejemplo que, para, al menos, una persona del público (lo puso en evidencia con la única pregunta que pudo formularse, por falta de tiempo, en el coloquio) resultó desafortunado: citó el Gernika de Picasso como ejemplo de algo que existe, por una razón precisa, creado por un ser inteligente, para transmitir un mensaje determinado.

Fue una anécdota mínima, dentro de un esquema de la presentación que, al menos para nosotros, resultó algo confuso. También se había referido a que las alas de las mariposas no habían sido diseñadas para confeccionar con ellas las letras del alfabeto (y se podía hacer, seleccionando trozos de ellas de entre la gran variedad de lepidópteros) ni los ríos y mares fueron creados originariamente para navegar. "El ojo humano tiene en común con el Guernika, el reloj o el coche, en que si no fuera por la finalidad de ver, no existiría: no es un diseño inteligente, sino resultado de la evolución, como las alas de las mariposas y los ríos".

Recordó Ayala que huvo dos revoluciones que marcaron sendos hitos en el desplazamiento de la importancia del ser humano en el conjunto del cosmos: la revolución copernicana (siglo XVI), que destruyó la idea predominante hasta entonces de que la Tierra era el centro del Universo, pero dejó fuera a los organismos, y la revolución darwiniana (siglo XIX), que convierte al hombre en una especie más, negándole ser el centro de la vida.

Willian Paley (Natural Theology) en 1802 habría explicado muy bien -según Ayala- la idea central, al "argüir una y otra vez que los organismos no se pueden explicar por ecuaciones, porque hay evidencias de que están diseñados, y donde hay un diseño, existe un diseñador". Y ese diseñador, para Paley, es, evidentemente, Dios.

La evolución del "árbol de la vida" en el que se entroncan todos los seres vivos -aquellos que desarrollaron su existencia en la Tierra- desde un big bang original, y su intrínseca analogía con lo que hemos ido descubriendo (o deduciendo) de la evolución de la materia, es, en nuestra opinión, el aspecto más apasionante de ese encaje de piezas sueltas en las que trabajan tanto físicos teóricos como biólogos moleculares.

(continuará)

Desde lo que creemos saber hacia lo que no podemos ignorar

Frente a quienes creen saberlo todo, porque están poniendo continuamente parches a su inmensa ignorancia, echando mano de todo tipo de subterfugios, se encuentra el reducido grupo de quienes trabajan en componer las frágiles bases del edificio del conocimiento colectivo, tratando de poner a salvo, si no las verdades absolutas, al menos los procedimientos.

No es una tarea sencilla. De la complejidad de ese esfuerzo, de la terrible parquedad de las conclusiones incontrovertibles, hemos tenido, los asistentes al ciclo de conferencias que organizó la Fundación Ramón Areces en Madrid (días 10 y 11 de noviembre de 2011), algunos interesantes reflejos, con la presentación de varias ponencias en torno al tema: "Ciencia y religión en el siglo XXI: ¿diálogo o confrontación?", del que fueron coordinadores Emilio Chuvieco (Catedrático de Geografía en la Universidad de Alcalá) y Denis Alexander (Director de The Faraday Institute. St. Edmund’s College. Cambridge). (1)

Solo hemos asistido a dos de las conferencias, cuya orientación conceptual resultó contrastada, y cuya estupenda profundidad y lo atractivo de las presentaciones nos hizo, además de saborear lo que expresaron los ponentes, lamentar no haber tenido tiempo para acudir a las restantes.

Fernando Sols, catedrático de Física en la Universidad Complutense de Madrid, disertó sobre "Heisenberg, Gödel y la cuestión de la finalidad en la ciencia", pero se extendió en otros recovecos muy sugerentes. Francisco Ayala, catedrático de Ciencias Biológicas en la Universidad de California, se concentró en el tema "Evolución, creación y diseño inteligente", prestando especial atención, al final de su exposición, a una cuestión que -la verdad- en España ha interesado menos: las teorías de los creacionistas y su rechazo como verdad absoluta, tanto a nivel jurídico como científico y teológico.

La disertación de Sols supuso un repaso con plausible sistematicidad sobre varios asuntos que ocupan la atención de los científicos curiosos acerca de la mejor metodología para encontrar explicaciones a lo que (nos) está pasando: presentó, por una parte, las consecuencias del principio de indeterminación de Heisenberg: la predicción precisa del futuro está prohibida por la física cuántica, por lo que hay espacio, aunque no se pueda demostrar, para la existencia de la libertad individual y el principio de Providencia.

Respecto a la pregunta clave de qué o quién determina el futuro, se refirió a los teoremas de incompletitud de Gödel (en 1931), y al "halting problem" de Turing (1936), para centrar la cuestión de la indecibilidad: Un sistema lógico con un número finito de axiomas y reglas (y no tenemos otra opción), suficientemente complejo como para contener la aritmética, y sin contradicciones (consistente), no es (no puede ser) completo.

Las consecuencias son extraídas como una sarta de descorazonadoras conclusiones: El carácter aleatorio de una secuencia es indecidible (Georges Chartin), es decir, el azar no es demostrable: la ausencia de diseño no tiene estatus ontológico, es un concepto fenomenológico (se utiliza porque es conveniente). Para Karl Popper, en su Logik der Falschung, el criterio de falsabilidad es una conclusión científica: una teoría es científica solo si es falsable, es decir, tiene un cierto riesgo de ser refutada. H.C. Reichel (Mathematical Undecidability) la hipótesis del azar es indemostrable, y, a la inversa, la tesis teleológica es irrefutable, en principio, y, por eso, no es científica (no satisface el criterio de falasabilidad).

En suma, las cuestiones sobre finalidad pueden ser de alto interés filosófico, pero deben quedar fuera del debate científico, indicó Sols, antes de que se abriera un atractivo turno de intervenciones, del que extraemos estas perlas:

"La mecánica cuántica describe perfectamente la estadística, pero hay que tener extremo cuidado con las consecuencias de que solo podemos realizar un número finito de experimentos." y

"En la naturaleza, hay experimentos que se pueden predecir, pero no hay estadísticas posibles cuando el experimento se realiza solo una vez. En la materia de la evolución, pasa algo parecido: puede haber situaciones en que una mutación tenga consecuencias a largo plazo. No hay que darle al resultado un carácter tecnológico, porque si en matemáticas se ha demostrado que el azar es indemostrable, con mayor razón esto será cierto en otras disciplinas, como en el caso de la física cuántica o la evolución".

(Continuará en otro Comentario)

-----

(1) El Dr. Alexander -evangelista confeso-, suponemos, se habrá referido en su conferencia a su libro (publicado en 2008), que lleva el mismo título; en marzo de 2011 estuvo también en España, para impartir la  II Conferencia Fliedner de “Ciencia y Fe” [2]  sobre el tema: “Ciencia y fe: de Darwin a Dawkins". (Dawkins es el autor de The God delusion, 2006)

Entre ser y estar

A quienes tenemos el español como lengua materna, el idioma nos ha regalado un tratado de filosofía con solo dos palabras: ser y estar. La comprensión de la diferencia entre ser algo y estar en ello es un escollo idiomático para muchos extranjeros que, aunque hayan alcanzado niveles altos en el manejo de nuestro vocabulario, tropiezan en una distinción que a ellos se les antoja sutil e incluso incomprensible y a nosotros nos resulta obvia desde los primeros balbuceos.

Nuestro filósofo más reconocido, Ortega y Gasset, no hizo más que poner en claro esta diferencia, adaptándola para anglosajones: "Yo soy quien estoy", podía haber escrito, pero lo glosó con más palabrería ("Yo soy yo y mi circunstancia"), condescendiente con los que no le entenderían en inglés. La traducción como "I´m who I´m" se confundiría con el "Yo soy el que soy", con el que Yahvé indicó su autonomía (en hebreo como en arameo).

Todo lo que creemos saber en filosofía gira en torno -posiblemente- a esos dos conceptos, que podemos agrupar, retorcer, pretender explicar o intentar destruir. "Yo solo estoy" sirve para los existencialistas, y las diferentes maneras de precisar "cómo soy", dieron y dan mucho jugo para pasar a la historia como pensadores muy finos: "Yo pienso, luego estoy", es el gran descubrimiento de Descartes que, la verdad, si no lo hubiera expresado en francés, no habría tenido tanto alcance.

¿Cuántos versos de su Hamlet hubiera podido ahorrarse Shakespeare, de haber podido expresar directamente esa sutileza? "To be or not to be", es lo mismo que "Ser o no estar", que es la cuestión a resolver en el famoso soliloquio.

"Ser y estar", desde luego, encierran a la perfección las claves de un misterio recalcitrante que sigue ocupando a los más activos físicos, filósofos y místicos, con resultados aún tibios -en nuestra modesta opinión- hasta el momento. Y cualquier niño español podría resolvérselo o, por lo menos, intentarlo.

(En el Día Internacional del Alzheimer, dedicado a todos los que padecen esta cruel enfermedad por la que se sigue siendo, pero ya no se está, y, muy especialmente, a sus cuidadores, que están junto a ellos y, no pocas veces, están por ellos, en vez de ellos)

Sobre la verdad original, místicos, científicos y orden implicado

Si el título de este Comentario ha significado algo para el lector, no le extrañará que lo comencemos expresando que agnósticos y devotos tienen mucho en común, aunque no sean conscientes de esa convergencia de sus naturalezas y que se produce, no en el terreno de lo físico -lo que sería evidente- sino en lo metafísico, en el campo de la mística.

Cuando David Bohm expresó la idea central de su teoría del "orden implicado", como la asunción de que el orden nunca puede manifestarse en nosotros de manera íntegra, por lo que lo que percibimos por la experiencia es solo una parte de la totalidad del orden, no hizo más que dar forma brillante a una constatación que ha señalado las preocupaciones intelectuales tanto de místicos como de científicos.

Ambos, a lo largo de la Historia, se han empeñado en avanzar, tratando de comprenderlos "a su manera", por los dos terrenos aparentemente incomunicados del cosmos dedicándose, respectivamente, a idealizar lo físico y a experimentar lo metafísico.

Si hay alguna puerta actualmente abierta que nos da alguna clave acerca de la conexión entre ambos subsistemas del cosmos, sería la fórmula que relaciona la masa y la energía: E=m*c exp2.

Esta relación casi mágica ha conducido a los físicos téoricos a pensar que han encontrado la explicación lógica -en el sentido de coherente con los postulados- a los fenómenos observados en el cosmos que podemos captar con instrumentos.

Sin embargo, por mucho que estos científicos se empeñen en decirnos que sus ecuaciones están a punto de explicarlo todo, la evidencia de la complejidad que nos rodea seguirá estando en la base de nuestra resistencia -tal vez ilógica- a reducir, no ya el mundo externo a nosotros, sino la realidad percibida directamente por cada "yo", a fórmulas, postulados y campos de Schroedinger.

Porque aunque en las grandes cifras del cosmos, se haya avanzado mucho en comprender lo que nos está pasando y vincularlo a lo que pasó y pasará, la cuestión de dónde o cómo se originó la materia prima -la "singularidad" de todos los modelos-, de la que emergió el Big Bang es siempre el punto oscuro que queda por resolver.

Esa es, metafóricamente, el verdadero agujero negro, el punto oscuro, hasta ahora insondable, de la física cuántica. Para los científicos agnósticos a la idea de Dios (el más popular, Stephen Hawking), ese material primigenio no tiene porqué venir de ninguna parte: "podría crearse materia en presencia de campos gravitatorios fuertes" (1).

Para muchos de los científicos que están convencidos de que, tanto si el Universo tienen un principio como un límite, Dios ha de existir, la cuestión, se convertiría en esta otra, no menos relevante: explicitar qué es lo que entendemos por Dios y qué significado adquiere nuestra existencia respecto a esa entidad.

Avanzar en la comprensión de esta zona misteriosa es solo posible con la introspección, la meditación; ese es el terreno de la mística.

Por ello, algunos estamos convencidos de que si no somos sensibles a la curiosidad de caminar por los senderos de la voluntad de entendernos a nosotros mismos en conexión con lo que nos rodea, para sentirnos encajados en el cosmos como parte de él, habremos desperdiciado la única posibilidad que tenemos en nuestras manos para abrir personalmente la puerta que vincula nuestra materia con la energía: el tiempo de nuestra propia existencia.

Para ese itinerario, no hay fórmulas válidas. Cada uno tiene que encontrar la suya.

-----

(1) Renée Weber: Diálogos con científicos y sabios, Ed. La liebre de marzo, 2004 (2ªEdición)

Sobre agnósticos y fanáticos

Madrid ha visto sacudida su tórrida tranquilidad estival en 2011 por una inocua marea de adoradores de la manera católica de demostrar sumisión a la superioridad que, en su respetable teoría teológica, ha creado esta -para ojos humanos, claramente excesiva- parafernalia cosmológica de la que formamos parte, en lo que resulta, para algunos, una representación teatral escenificada para un público misterioso.

Han sido, según varios cómputos igualmente fiables, entre quinientos mil y un millón y medio de fieles, fundamentalmente jóvenes, convocados bajo el lema de una Jornada Mundial de la Juventud y con la dirección espiritual del Papa Benedicto XVI.

Esa concentración de devotos, reunidos en una exhibición de los principios que rigen su fe, ha provocado diversas reacciones, la mayor parte merecedoras de un análisis específico. Desde la sumisión difícilmente justificable apelando a la cortesía institucional de los representantes del Estado español a la figura papal, hasta las protestas, sin razones, de quienes se confesaron -aprovechando la ocasión- fanáticos de esa otra religión, carente de ritos y dogmas, que es el ateísmo reaccionario.

No nos parece criticable ceder durante un par de días una parte de la ciudad a un congreso de cualquier disciplina -reglada o esotérica-, siempre que sea beneficioso económicamente para la ciudadanía residente.

Lo que, desde la neutralidad ideológica -que no desde el agnosticismo-, no alcanzamos a entender es por qué debe dársele relieve propio de una relación oficial a un acto que, visto desde fuera, no deja de ser una exhibición publicitaria de una dieta intelectual que, por el momento, no ha podido demostrar que conduzca a ningún resultado fuera de este valle y que, además de algunos encomiables ejemplos puntuales de sacrificio y entrega, tantos episodios oscuros ha generado en él a lo largo de los veinte siglos de, más bien, errática evolución.

Por si las moscas, palmetazos

Hacer algo por si las moscas no es lo mismo, quiá, que curarse en salud. El que actúa por si las moscas toma precauciones porque es consciente de que existe alguna posibilidad, por remota que sea, de que suceda algo que le puede perjudicar.

Los que se curan en salud se toman la medicina sin estar enfermos, con lo que, seguramente, están disminuyendo su capacidad de respuesta a la enfermedad para el caso de que la misma se presente, pues el organismo se irá acomodando al nivel de antibiótico suministrado, exigiendo dosis más altas para superar el síndrome, e incluso inhabilitando su efecto.

Los que actúan por si las moscas no por precavidos dejan de estar sometidos a críticas severas, puesto que tienden al despilfarro. Si no conocen de la misa la media, o son lerdos de solemnidad en un tema que les preocupa, no pocos de los que oyen campanas actúan por si las moscas, poniendo para-rayos donde no hay tormentas, trampas para ratones donde lo que sobran son los gatos y defendiendo lo que nadie amenaza, con lo que caen bajo el ámbito de aplicación del principio de excusatio non petita, acusatio manifesta.

En un documento anónimo que se puede recoger en las iglesias católicas por estas fechas, se defiende que la Iglesia ahorra al Estado 36.060 millones de euros al año, haciendo unas cuentas que se parecen a las del Gran Capitán en su momento, pero que, además, puesto que nadie ha pedido tal explicación, responde a un palmetazo dado sobre la mesa, en época de recogida de dineros por parte del recaudador fiscal y que, como no hay moscas, lo que hace es llamar la atención sobre las cifras y su pretendida justificación, arriesgando provocar un efecto contrario al pretendido, que es de suponer, haya sido animar a que el personal ponga una x en la casilla que implica destinar a la iglesia el 0,7% de lo recaudado por el irpf.

Si los datos divulgados por la propia Conferencia Episcopal Española (CEE) son correctos, la Iglesia católica recibió casi 250 millones de euros en 2010 como consecuencia de esta partida, provenientes de algo más de 7 millones de declaraciones que hicieron esa asignación, y que representan algo más de un tercio de las totales (34,75%), si bien la recaudación ha disminuído en un 1,5%.

Nadie discute (o muy pocos) la excelente labor social que está realizando hoy la Iglesia en los barrios pobres, gracias a la caída del caballo de sacrificados curas y monjas que supieron distinguir entre ponerse del lado del que sufre o prometer el cielo eterno a los que no pasarán, montados en sus camelos, por el agujero de una aguja.

Solo alabanzas merecen aquellos de sus miembros pastorales que están haciendo su trabajo en los antaño llamados países de misiones y hoy, más correctamente, referidos como países en desarrollo; estos esforzados expatriados están enseñando a leer y escribir, riego por goteo, higiene personal y otras excelencias a los que nada tienen, posponiendo para mejor ocasión el incitarles a abrazar la fe verdadera, y abominando la amenaza de someterlos al yugo de la esclavitud, como aquellos iluminados del siglo XV parece que utilizaron como materia de convicción.

Pero decir que la Iglesia ahorra al Estado 36.060 millones de euros pertenece al lenguaje apodíptico, extrafalario, inexacto de todo punto, propio de quienes quieren poner cifras desmesuradas a lo que hacen sin atender a la seriedad y validez de los conceptos que suman, y que hemos encontrado, desde luego, en otros sitios (Gobiernos en retirada, defensores de las energías llamadas alternativas, empresas comprometidas con engañar sobre su concienciación ambiental y su hijo putativo el desarrollo insostenible, etc.) pero nunca nos hubiéramos imaginado que acabaríamos encontrándolo en un reducto de la sacrosanta Madre Iglesia, católica, apostólica, romana.

Un palmetazo, vamos.

___

N.B. Para los que no pisan iglesias, el resumen del documento a que nos referimos es éste:

1) 5.141 centros de enseñanza, ahorran 15.423 Mill. euros/año
2) 107 hospitales, 5.035 Mill. euros/año
3) 1.004 centros asistenciales, 4.016 Mill. euros/año
4) Cáritas: 155 Mill. euros (de cristianos españoles)
5) Manos Unidas: 43 Mill. euros/año
6) Obras Misionales Pontificias: 21 Mill. euros/año (Domund)
7) 365 centros de reeducación social marginados 183 Mill. euros/año
8) 937 orfanatos: 93,7 Mill. euros/año
9) 80% del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico-artístico. (11.090,3 Mill. euros, obtenidos por nosotros como resta de la suma de las partidas anteriores respecto al total)

En el día del terrorista muerto

Casi al final del 1 de mayo de 2011 en Estados Unidos (23h30m; 6 horas de diferencia con España), en una operación cuyos detalles son aún muy confusos, Osaba Bin Laden, de profesión terrorista internacional en nombre de una subrama de incomprensible lógica del islamismo integrista, era muerto por las tropas de asalto norteamericanas en Pakistán.

Es un día de satisfacción para el presidente Barak Obama y todos aquellos que veían en la supervivencia de ese agresivo individuo, rico, viejo y enajenado, un símbolo del terrorismo ideológico.

Es, también, un día en el que ha aumentado algo más la ya alta preocupación de las gentes de paz ante la sospecha de que el fanatismo que representa no puede personificarse, desgraciadamente, en ese único personaje, subproducto de muchas coincidencias, y que habrá ahora unos cuantos iluminados más dispuestos a inmolarse en una acción terrorista contra "objetivos occidentales", a cambio de algo de dinero para sus familias y la promesa incomprobable de una vida eterna en los brazos de Alá y de las huríes de su Paraiso imaginario.

Se están sucediendo ponderadas expresiones de alegría ante la muerte de ese símbolo (cuyo cuerpo, según se cuenta, después de hacerle muchas fotografías y extraerle muestras para determinación de su ADN que prueben inequívocamente que el fallecido es Bin Laden y no otra persona, fue arrojado al mar, dentro de las 24 horas de su muerte, para no perjudicar el descanso eterno al que tiene derecho según sus creencias). (1)

Por seleccionar una de ellas, el Papa Benedicto ha expresado que, como católico, no puede alegrarse de la muerte de una persona. Para todos los que amamos la vida, esa matización resulta pertinente. No nos alegramos ni damos con ella satisfacción a un deseo de revancha que nunca hemos alimentado.

¿Qué sentimiento refleja, pues, mejor, nuestro estado de ánimo?. En el marco del absoluto rechazo a cualquier acción terrorista, creemos que esta muerte ("asesinato" lo denominan incluso algunos media occidentales, en una valoración que tampoco compartimos, pues implicaría un juicio jurídico que no deseamos realizar) es inútil.

A los terroristas se les vence con el rechazo popular a su concepción, la abominación de sus ideas, la cultura del respeto a la vida y a las ideas de los demás, siempre que éstas últimas estén orientadas exclusivamente a la convivencia pacífica.

Mientras el cumplimiento de ese deseo, tal vez inalcanzable, se persigue, la sociedad civil debe extremar su seguridad, apoyar la legitimidad de sus fuerzas policiales y, salvo en enfrentamientos armados o ante la resistencia a rendirse de los terroristas, ofrecer un juicio justo a los capturados y, probados sus crímenes (en este caso concreto, fuera de duda), poniéndolos a buen recaudo mientras vivan.

Hoy es el día del terrorista muerto. Un doble fracaso: el de la sociedad que los alimenta y el del fanatismo ideológico que sustenta el desprecio hacia la vida y las ideas de los pacíficos. Un día para meditar sobre la facilidad con la que nuestra sociedad genera monstruos y esos monstruos adquieren opciones de contagiar a otros para que los reproduzcan.

Que no haya descanso para tí en toda la eternidad, Osama bin Laden. Que los dioses te cubran por los siglos de los siglos con un desprecio aún mayor que el que vertemos sobre tí los pacíficos, las gentes de buena fe, los que creemos con total convicción de que no hay sitio en la Humanidad para quienes ven en la vida de los demás un instrumento de exhibición de su miserable y falsa fortaleza.

---

(1) Se ha dicho desde Estados Unidos y subrayado por los comentaristas proclives a aplaudir todo lo que venga lavado y peinado desde ese país que presume de tener "larga tradición democrática", el asalto a la residencia de Bin Laden fue un acto de guerra y hubo feroz resistencia armada, por lo que no fue posible tomar prisioneros.

Por ello, no imaginamos a qué Convención internacional hubo de acogerse el tratamiento especial dado al cadáver del terrorista más buscado hasta entonces, culpable confeso de haber asesinado a miles de personas, civiles como militares, inermes o no, por el solo hecho de ser mercancía mediática.

Sobre el poder de las religiones y de los clanes en los países árabes

Los "artistas" occidentales pueden expresar libremente, en hipotética defensa de la "libertad creadora", sus ofensas a las religiones de las ramas cristianas -desde Vírgenes en posiciones procaces a Cristos inmersos en residuos de los torpes y falsos creativos-, pero ningún mortal osará exponerse, en su sano juicio, a la mínima crítica o representación caricata de Mahoma o de Aláh, porque habrá unos cuantos miles de fieles islámicos dispuestos a ganarse el cielo a costa de degollar al atrevido.

Pero, ¿qué fuerza se mueve detrás de todo este aparato de fidelidad a los credos? ¿qué matices diferencian a esas sectas con nombres extraños, cuya identificación resulta confusa hasta para sus seguidores?

Las peculiaridades doctrinales podrán aparecer complejas, pero los intereses de quienes capitanean los clanes están mucho más claras. Sabemos hoy  que los Asad y la mayor parte de los que soportan el régimen sirio son alauíes, en tanto que Khaddam, exvicepresidente con Bachar el Sadad y convertido en feroz opositor, está emparentado con los Hahiri, que controlan Líbano, y que son suníes como él; estas diferencias religiosas no obstan para los que capitanean ambos clanes se encuentren entre las familias más ricas de Siria y Líbano.

Sabemos o hemos leído que los chiíes se encuentran detrás del entramado religioso militar Hezbolá, que controla el poder en Irán y Siria y que se declara enemigo irreconciliable de Israel y de quienes lo apoyan.

Como no queremos entrar a hacer una valoración de los orígenes de los distintos ismos islámicos -ni sería este lugar ni, seguramente, sabríamos hacerlo sin herir susceptibilidades-, apuntamos a una derivación de esta religión monoteísta, seguida por un colectivo tan numeroso, en la que no profundizan los analistas: el islamismo oportunista que se defiende en algunos países.

Esta forma espuria de entender la confesionalidad de los regímenes políticos que invocan el Islam es aprovechada por los poderes económicos, occidentales y árabes, para generar lazos que nos retrotraen a la historia europea de la alta edad media, cuando los monarcas rivalizaban por imponer a sus súbditos las razones religiosas que garantizaban su sometimiento a la tierra, y cuyos pasos posteriores fueron  la creación del Sacro Imperio Romano Germánico y su ruptura en los añicos nacionalistas, que aún no hemos acabado de recoger. 

De Pascuas a Ramos

El domingo de Resurrección es el día más importante del calendario católico, y no hará falta recordar aquí que lo es porque se conmemora el misterio que constituye la piedra angular de esa creencia religiosa: la Resurrección del Hijo mixto de Dios y del Hombre, confirmando su control sobre la muerte e ilustrando con esa demostración de poder la vida eterna muy diferente que espera a los bienventurados y a los demás.

Hasta la secularización oficial de las Españas, ser católico era el adjetivo central de la tarjeta de visita de los españoles por el mundo. En cualquier lugar donde se encontraran, los domingos los expatriados buscaban afanosamente una iglesia de ese culto, para cumplir la obligación de oir misa, que era la condensación más aparente de su devoción, a la que nadie osaba contradecir.

Por eso, con permiso de Ramón María del Valle Inclán y su alter ego, el Marqués de Bradomín, podría decirse que los españoles (varones) eran, como éste personaje de ficción, feos, católicos y sentimentales.

Volviendo al hilo que dejamos suelto al principio, se entiende que, como demostración de estar al loro religioso en la España posterior a las Cruzadas y hasta el advenimiento de los distintos ismos, desde el ignosticismo al idiotismo, existiera la sana costumbre de felicitar las Pascuas el domingo de Resurrección (es decir, el 24 de abril de 2011, en el año en que escribimos estas notas).

La felicitación se acompañaba, en casos especiales, con otros dones. Los padrinos de Bautizo entregaban el bollo (dulces o dineros) a sus ahijados, los cuales, el domingo anterior -el de Ramos- les habían llevado a su casa una palma bendecida -con la subliminal intención de recordarles la siguiente efemérides-, que se colocaría en el balcón como fórmula infalible para ahuyentar demonios.

Todos procuraban estrenar alguna prenda, que habría de durarles el resto del año, cuanto menos. Tenía, por ello, sentido, estar más alegre que unas Pascuas -era día de felicitaciones, estrenos y fiestas-.

En la misma línea, para expresar que algo acontecía rara vez, se expresaba que sucedía de Pascuas a Ramos que es, prácticamente, el año completo, pues las dos dominicas están separadas solo por una semana, que es la de Pasión. "Nos vemos de Pascuas a Ramos", podía decirse, con cara de lástima, cuando te encontrabas con alguien a quien, en realidad, no deseabas ver frecuentemente.

Como las cosas derivan por caminos insospechados, también se puede hacer la Pascua, -o sufrirla- que es sinónimo de hacer la puñeta. Amando de Miguel, que ha escrito sobre este antífrasis, opina que es más bien una ñoñería (ñoñismo, le dice), una forma de farsa educación para evitar decir un taco o una palabra malsonante, equivalente al hoy común nojodas.

Habrá que inventarse algo para sustituir las creencias de esta Hispania que ha dejado de ser católica para arriesgar no ser nada, más que recuerdo de lo que era, pero con servidumbres de las que flagelan al que las mantiene. El domingo de Resurrección, en Toledo, en la misa pontifical, las puertas de la catedral estuvieron cerradas durante hora y media, para impedir que los turistas distrajeran a los fieles mientras se celebraba el rito.

Como casi todo tiene dos lecturas, también se impidió con ese cerrojazo a los fieles salir a tomar el fresco o a evacuar necesidades físicas, por lo que la estampida de la una y media (aproximadamente) por el portalón catedralicio fue de tomapanymoja. Una forma de hacer la Pascua a los que estaban en ella.

¿Desde el Orgullo ignóstico?

Cuando la posibilidad de manifestar una cualidad o actitud ha estado largo tiempo reprimida, el que de pronto se levanten las barreras, provoca exhibiciones de exaltación que, vistas desde la calma, resultan ridículas, necias o estrambóticas.

En pocas décadas, se ha pasado de la represión sexual al libertinaje, de la subordinación de la mujer al varón a la depreciación de lo femenino, de la ciega confesionalidad católica a la proclamación descarada del agnosticismo como virtud.

Son simples ejemplos, cuya valoración exacta exigiría muchas líneas y no estaría exenta de generar polémica. Lo que parece, en especial, criticable es la manía de abrazar los nuevos credos sin haberse preocupado de entender las razones del que se abandona, y sin olvidar que la doctrina emergente también debe tener sus límites.

En lo que respecta a la pérdida de costumbres religiosas, en especial, de las derivadas de la doctrina cristiana por una sociedad que se proclama laica, o mejor expresado, aconfesional, el riesgo es haber abrazado colectivamente el escepticismo sin alternativa ética.

Por eso, no creemos que haya motivos para proclamar a diestro y siniestro el Orgullo Agnóstico de esta sociedad. En todo caso, lo que cabría es hablar de la Humildad Ignóstica (1), que es algo muy distinto.

Un grupo de autoproclamados ateos ha pretendido organizar una procesión sacrílega -desde la perspectiva del dogma cristiano-, apropiándose de dogmas, creencias y signos de los católicos, y llamando así la atención, no sobre sobre aquello sobre lo que ellos creen, sino sobre su desfachatez agresiva respecto a lo que creen otros.

Se han cuidado estos importunos transgresores, en su propósito de organizar una manifestación, en realidad, de su intención de ofender a un colectivo de creyentes, de atacar los principios religiosos de otros grupos menos tolerantes con los que las agreden. No se les verá, por ello, en una ciudad islámica ridiculiizando su libro sagrado o alguna de sus expresiones religiosas más emblemáticas.

------------------

(1) El ignosticismo entiende que, antes de hablar de agnosticismo o ateísmo, hay que ponerse de acuerdo respecto a lo que es la divinidad.

 

Desde la ingenuidad

Pertenecemos al grupo de quienes creen que aunque la humanidad ha avanzado mucho técnicamente -lo que resulta incontrovertible si se analizan los descubrimientos prácticos que han mejorado el bienestar de la población mundial (eso sí, con importantes variaciones entre unos y otros)-, no hemos resuelto a satisfacción ninguna de las dudas sustanciales que tranquilizarían definitivamente nuestra ansia de conocer qué hacemos aquí, por qué razones superiores (si es que tales existieran) y lo que será de nosotros, en el caso improbado de que, después de la muerte, tengamos otra ocupación, conservando en ese supuesto estado al menos lo mínimo que nos permitiera reconocernos como lo que ahora creemos ser.

Esta preocupación filosófica ha llenado muchas horas de pensadores de variado nivel y ha dado nacimiento a teorías, algunas de ellas muy elaboradas, teniendo como base relatos no coincidentes sobre la comunicación de los dioses con los seres humanos, sus designios manifiestos y, lo que resulta mucho más grave, ha provocado interpretaciones muy interesadas por parte de ciertos grupos, a lo largo de la historia real, para invadir tierras de otros, robar sus pertenencias, sojuzgar sus voluntades y matarlos en nombre de esos espíritus superiores que nadie ha visto, al menos, que se pueda demostrar con pelos y señales.

Si se contempla la situación actual del mundo, sin fanatismos ni construcciones a priori, veremos con intranquilidad que sigue habiendo déspotas que niegan la razón a quienes proponen alternativas de progreso, aunque estén apoyadas por mayorías, que se siguen dedicando ingentes recursos a armarse con potenciales cada vez más destructivos y mortíferos, o que se siguen ocultando avances tecnológicos para exprimir al máximo en provecho de unos pocos las soluciones que permitirían la mejor distribución de lo que se tiene y la potenciación de lo que se podría conseguir.

Desde la ingenuidad, procede preguntarse porqué no se toman decisiones que serían satisfactorias para todos, en la economía, en la educación, en la sanidad, en la cultura, en el empleo. Porqué los líderes no se ponen de acuerdo en resolver aquello que los que más saben indican que procede hacer: en los terrenos del ambiente, de la energía, de la gestión eficiente de los recursos naturales y de las disponibidades financieras.

Es descorazonador tomar por evidente que no nos traerá 2011 más paz, ni más orden, ni más respuestas a lo que debiera preocuparnos más allá de la obsesión por el hedonismo fácil, del placer efímero. Ojalá que la ética y las devociones religiosas coincidan, al menos, en lo que resulta más elemental: no hacer más complicada la existencia de los demás y encontrar la tranquilidad en poder hacer, desde la modestia de las capacidades de cada uno, lo más adecuado para mejorar algo lo que nos rodea, avanzando no solo en el bienestar tecnológico, sino en la satisfacción de estar más próximos a las respuestas a porqué, para qué, con quién y contra quiénes.

Sobre la necesidad de Dios y la necedad del Hombre

No es este un Comentario religioso, aunque tampoco pretendemos que sea juzgado como irreverente. Sencillamente, partimos de una verdad experimental que no ha sido rebatida hasta ahora: no hay constancia de que Dios exista.

Se trata de una aseveración demoledora para todo ser racional, desde el momento en que es consciente de que él si existe. La experiencia empírica de la propia existencia es irrebatible, sin embargo: hemos conocido a otros seres,  aparentemente idénticos a nosotros, salvo pequeñas diferencias, que han dejado de existir. Esa percepción es particularmente dolorosa cuando se plasma en relación con quienes hemos amado y han muerto.

Que no haya constancia de la existencia de un ser superior responsable del orden y del desorden en que nos vemos obligados a desarrollar nuestra existencia, no implica que no lo necesitemos. Ante todo, para justificar nuestra presencia aquí, de una forma sencilla y asequible para nuestra limitada inteligencia.

No tenemos mucho que objetar,siempre que cada uno cubra sus necesidades sin afectar la existencia de los demás, al menos, no significativamente.

Lo que nos parece muy singular es que parte de la Humanidad haya hecho tantos esfuerzos en añadir atributos, actuaciones, manifestaciones, a ese ente de cuya existencia no tenemos constancia. Cuando analizamos los pronunciamientos de teólogos y otros proclamados o laureados como expertos de las diferentes apreciaciones con las que la imaginación ha conformado los seres superiores que han surgido como respuesta a la necesidad, en las diferentes generaciones, y especialmente, en nuestra era, no dejamos de sorprendernos.

La importancia del caso es evidente, pues existen, sin réplica posible, muchos más teólogos que, ponemos por caso, unicorniólogos, por expresarlo con la mención a otro ser cuya existencia no ha sido probada, aunque es cierto que no se ha demostrado tampoco que se tenga necesidad de ella en relación con la nuestra.

Es inquietante que una cuestión tan sustancial para tranquilizar y orientar nuestra existencia está repleta de aristas y claroscuros, y lo es más si analizamos el uso de ese desconocimiento por quienes lo vienen utilizando, sin reservas, para hacernos nuestra vida más difícil. En ese punto, la necesidad de Dios y la necedad del Hombre se diría que convergen.

Mientras tanto, la ética sigue llamando a nuestra inteligencia, solicitando el lugar que le negamos, acomodados en la referencia a un ser que hemos ido creando a nuestra imagen y semejanza. Gracias a esa añagaza, se ha desplazado hacia el mundo de lo imaginario la sanción por las escandalosas faltas de solidaridad de las que somos testigos cada día, con el argumento edulcorante de que El se encargará de poner orden, fuera de los confines del tiempo y del espacio, a los desperfectos que se causan tranquilamente, incluso invocando su nombre, en el acá y ahora.

Sobre la historia de las religiones y la educación para la ciudadanía

Para la formación ácrato-agnóstica de una mayoría de nuestra población, resultará sorprendente advertir que, a pesar de todo, muchas de las decisiones políticas que más nos afectan a nivel internacional están adoptadas por dirigentes con fuertes convicciones religiosas.

El culto a la divinidad, y su invocación/advocación en beneficio propio, ha sido una constante de la Humanidad, y se refleja de forma evidente en insignias, blasones, escudos y banderas. Desde In God we trust (USA) o God save the Queen/the King (Imperio Británico) a Dios, Patria y Libertad (R. Dominicana), son multitud los ejemplos de respeto interesado de los los pueblos porque un ser superior defienda a sus devotos de todo mal o, al menos, haga lo posible.

Dios/Allah también está muy presente entre la simbología musulmana. Allí lucen los  پرچم ایران  " la ilaha illa Allah " (No hay más Dios que Alá) y los Allahu Akbar (Dios es grande), que la parafernalia de los exégetas iraníes y el fundamentalismo islámico han querido interpretar dando a la devoción un tufo de insoportable intransigencia.

Mucho más práctica, desde luego, resulta la selección del Corán que ha realizado la monarquía marroquí, que lleva en su escudo la frase: "In Tansourou Allaha Yansouroukoum" (Si ayudas a Dios, El te ayudará a ti).

El análisis de todas estas referencias a la divinidad en la bandera patria resultaría motivo brillante de análisis para una tesis doctoral. Bastará en este Comentario lanzar el mensaje de que la historia de las religiones, su evolución, debería ser materia obligada de estudio en todo proceso educativo.

Cómo se han adaptado a las más diversas circunstancias, y lo siguen haciendo, y, por supuesto, porqué, es el mejor aprendizaje que puede pretenderse para formar un futuro adulto sensato.

Porque la educación para la ciudadanía es otra cosa. Y su evolución, aún reconociendo los amplios márgenes que se puede dar a la expresión, mucho menos interesante. Lo que no nos impide, en el ámbito restringido de lo que se ha entendido simplemente por "buena educación", bastante más divertida.

(De un libro de educación infantil de principios del siglo XX: "¿Qué defectos debe evitar el niño en la mesa?. Los siguientes: Estar mal sentado y mover la silla; poner los codos sobre la mesa; sostener la cara o la cabeza con la mano; exigir o rehusar alguna cosa; empezar por comer pan; tocar los manjares o las salsas con los dedos; revolver y soplar las comidas; hablar sin permiso de sus padres; comer y beber con ruido; hablar y beber con la boca llena; lamer el cubierto y rebañar los platos; comer a dos carrillos; llegar tarde y marchar demasiado temprano; beber sin limpiarse los labios antes y después con la servilleta; y todo lo que pueda ofender y repugnar a los demás".

La cláusula de cierre de la normativa nos resulta especialmente encantadora.)

Sobre la x a favor de la Iglesia católica en la declaración de la renta

La Iglesia (la Iglesia es sinónimo de Iglesia católica, que así hay que sobreentenderlo en la "católica España", desde los Reyes Católicos hasta 1978, pasando por algunos cortos períodos oficialmente aconfesionales, a pesar de la pluralidad de cultos a dioses incompatibles que han aflorado aquí con la libertad religiosa ) está dedicando unos buenos dineros a insertar unas cuantas hojas de Publicidad en los períodicos de más difusión. También en la web www.portantos.es se está defendiendo el mensaje a favor de marcar con una x la casilla "a favor de la iglesia católica" en la declaración del impuesto sobre la renta del país.

Desde el punto de vista empresarial, dedicarse algunos millones a la publicidad, merece claramente la pena. En la Campaña de 2008 se captaron 474.832 nuevos contribuyentes, según se afirma en el folleto. Cierto que esa cifra parte de la estimación de que la mayoría de las declaraciones son conjuntas -e incluso, debió de haberse colado algún trío, pues en otro lugar de la separata se expresa que "en el último ejercicio fiscal, el 34,31% de las asignaciones (exactamente 7.195.155 frente a las 6.958.012 del año anterior) apoyaron a la Iglesia", y como las cifras deben casar exactamente, se el curioso comprabará que la diferencia entre las dos cifras es de 237.143 declaraciones, que, multiplicada por dos, permite llegar a 474.286 contribuyentes máximos, si todas las declaraciones hubieran sido de dos contribuyentes.

Las cifras permiten hacer algunos otros cálculos. Más adelante, se recoge, en una muestra de transparencia obligada: "El importe total de euros (recaudados) asciende a 252.682.547 euros (241,3 millones de euros fue la cantidad percibida mediante el anterior ejercicio fiscal)". Estas cifras suponen que las nuevas declaraciones han sido realizadas por contribuyentes algo más prósperos que la media, pues la media recaudada en 2008 por declaración fue de 35,15 euros, en tanto que estos 237.143 nuevos han aportado de media 48,00 euros.

Se está, por tanto, con la campaña, apelando a las conciencias de los asalariados de más ingresos, teniendo siempre en cuenta, por supuesto, que en España, los que pagan impuestos del IRPF no son los ricos (pues "ricos, lo que se dice ricos", no solamente son muy pocos en España sino que, además, como no son asalariados por lo general, y tienen sicavs, y fondos de pensiones y acciones y alguna que otra evasión a paraísos, pues no suelen cotizar en este mecanismo recaudatorio para clases medias).

El lector puede haber tenido la errónea impresión, después de esta introducción, que vamos a aconsejar desde este modesto pedestal divulgativo, que no se ponga la x a favor de la Iglesia católica, pero, se equivoca. Primero, porque, como bien dice el folleto, del 1.4% que se va a dedica a actividades sociales (es equívoco decir "no va a ningún destino concreto), se puede decidir que se dedique un 0,7% a la Iglesia católica y otro 0,7% a Fines sociales.

Y segundo, porque la Iglesia mantiene una cúpula absorbida por el oropel y el fausto, pero hay miles de religiosos haciendo una auténtica labor social que, hoy por hoy, no puede asumir con la misma diligencia, dedicación, entrega, ninguna ONG. Cierto que la evangelización es otra cosa diferente, pero lo que cualquier contribuyente debiera sopesar es la claridad del destino del otro 0,7% y decidir, de acuerdo con su información -si, también con su conciencia- dónde encuentra más segura la opción de que ese dinero llegue realmente a los más necesitados.

Porque, además, si quiere estar realmente más tranquilo, le aconsejaríamos que dedicara, no un miserable 0,7% de sus impuestos, sino un 5, un 10% de sus ingresos, a ayudar a los pobres. Seguro que, además, conoce unos cuantos, aunque solo sea de vista: en la calle, en sus viajes de placer, en las noticias de cada día. Y lo mejor de todo: podrá hacerlo directamente, sin intermediarios.

 

Sobre la exhibición excéntrica de la diferencia

La tolerancia arrastra sus servidumbres, implica ciertos sacrificios en beneficio de la tranquilidad y de alcanzar mayor satisfacción -individual y colectiva- , pero tiene sus límites. Si el que ejerce de tolerancia no los tiene claros y no consigue imponer su respeto al beneficiado por ella, es posible que acabe sucumbiendo ante las exigencias del que la disfruta.

Porque existe el riesgo de que, encoraginado hacia el fundamentalismo, sin alcanzar a ver que la tolerancia que se le ha otorgado respecto a sus comportamientos es un acto graciable del otro, lo entienda como un su derecho. Sin atender a ninguna correspondencia, el tolerado en sus manifestaciones, puede, excitado por el placer de exhibir su razón, alardear de lo exótico, y, a la postre,  exigir que se le de lo que antes se le regalaba. Hasta puede sentirse apoyado en la confusión por quienes creen que, sí, que le asiste el derecho de hacer lo que le plazca, pues ningún daño individual causa, y el que no quiera verlo así, que vaya o mire a otro lado.

Nuestra sociedad aborregada confunde muchos términos y, entre ellos, libertad y tolerancia. Inútil será repetir que la libertad individual termina allí donde se encuentra con la libertad de los demás, porque lo entiende muy poca gente. Por cierto, casi todos ellos, gente mayor, educadas en otro contexto, en donde, en España al menos, se dice que no se disfrutaba de libertad. Gente que es también cuidadosa con los símbolos, con la exhibición excéntrica de la diferencia.

Ejemplos de lo contrario, se encuentran a miles. Jóvenes que se sientan en el suelo de los vagones del metro, que organizan botellones en jardines y patios, públicos o privados, sin importarles lo que les digan los afectados; bocinazos y exabruptos para quien lucha unos segundos contra el motor o el embrague de su automóvil, repentinamente díscolos; desperdicios del picnic, abandonados en el campo; neumáticos, lavadoras, televisiones, tirados por barrancos, junto a los ríos, en cualquier sitio.

La exhibición del desprecio a los demás puede también ser detectado en la manifestación excéntrica de nuestra diferencia. ¿Por qué algunos homosexuales, por ejemplo, han de exhibir en la calle sus cuerpos en camiseta o marcando paquete o, igualmente sin que entendamos por qué, en otros casos, adelgazan su voz, o exageran sus gestos, imitando no se sabe qué comportamientos?  

Y en el terreno de los símbolos religiosos, ¿qué está manifestando, en realidad, el que, siendo minoría, exhibe inequívocamente el sentido de sus creencias, incluso de sus fundamentalismos? ¿No está, buscando los límites a nuestra tolerancia, a la de los que no piensan como él?

Tener la cabeza cubierta o descubierta como símbolo religioso responde a un arcaico convencionalismo sin sentido moderno. Incluso puede ser visto, como una falta de higiene. Desde luego, a nadie en su sano juicio, se le ocurrirá hoy que ver el cabello de la mujer excita la concupiscencia de nadie. No significa ni recato, ni respeto, ni nada que pueda asumirse coherentemente.

Es un símbolo, como llevar la insignia de un equipo de fútbol, una cruz (gamada o no), unas zapatillas levys o dejar que se asomen las bragas o el calzoncillo por el pantalón. Pero cuidado. Hay símbolos que son provocadores, porque evidencian la voluntad de falta de correspondencia con los principios colectivamente admitidos. Llevar un símbolo nazi es visto en nuestra sociedad como una provocación, porque hemos abominado oficialmente de lo realizado por aquel régimen nefasto.

Quienes hemos analizado el contenido de muchos libros reputados sagrados, nos reafirmamos en el respeto a las creencias de los demás, pero defendemos la necesidad de que cada uno encuentre su camino desde la libertad, sin imposiciones ni sin tener que defender su tolerancia contra exhibiciones excéntricas de la diferencia. Allí donde fueres, haz lo que vieres. Si no lo haces, no apeles a tu derecho, sino que debes recordar que estás utilizando de su tolerancia.

Sobre la resurrección de los muertos

La resurrección de los muertos está en la esencia de nuestra inquietud filosófica. Tanto del erudito en teosofías como del torpe atraído por la intuición patafísica.

La muerte de todos los seres animados es una verdad cuyo cumplimiento sistemático constatamos sin fisuras. Lo comprobamos en el fallecimiento de las personas que conocimos, lo sufrimos en la muerte de aquellos a quienes amamos, y sospechamos con incómoda presunción que lo mismo nos sucederá a nosotros. Esperamos que lo más tarde posible.

Pero la resurrección de los muertos no ha sido comprobada por nadie. Algunos, muy pocos, bajo sospecha fundada de haber sufrido alucinaciones u otras debilidades de la mente, nos quieren ilustrar sobre apariciones de fallecidos, mensajes de seres celestiales o visiones de luminarias cegadoras en túneles de paz o de inquietud.

No será necesario que resucitemos con los mismos cuerpos que tuvimos y, si podemos elegir, podría ser más justo que los feos nos reencarnáramos en algún canon estético, para que disfrutáramos por un tiempo de la capacidad de atractivo que se nos negó mientras soportábamos lo puesto. Sin embargo, lo confesemos o nos, necesitamos confiar en alguna forma de trascedencia. Eterna o más inmediata, gnóstica o pagana, solitaria o grupal.

Las religiones y cualesquiera ejercicio dimanante de la espiritualidad, se basan en esta negación de nuestra finitud, en la resistencia a desaparecer. Cierto que algunas personas dicen no tener esa inquietud (en especial, cuando se hacen ya mayores), pero muchos actos de su existencia contradicen esa postura.

La literatura y, sobre todo, el cine, se han recreado en historias de aparecidos, que vuelven al mundo de los vivos para perturbar su tranquilidad. En los Carnavales, disfrazarse de zombi da mucho juego para asustar a los demás, en la pretensión de reirse de uno mismo.

Los cristianos dicen creer en la resurrección de los muertos, vinculada con la existencia eterna. Otras religiones manejan términos parecidos. Los pensamientos de introspección trascedente se remiten a un posible progreso individual en el conocimiento que nos llevaría a un ascenso metafísico en nuestra incardinación con todo lo que es.

Felices vacaciones, lectores.

Sobre la ruta Jacobea para invertidos

El año 2010 es año santo compostelano, lo que movilizará muchos peregrinos hacia Santiago de Compostela, de los que un significativo porcentaje harán parte del camino (de los caminos) a pie, haciéndose sellar el pasaporte ad hoc para guardarlo como recuerdo.

Hacer el camino se puso de moda hace algunos años, como una forma de terapia individual o de grupo, uno de cuyos elementos principales está en separarse de las preocupaciones habituales -que, además del trabajo, pueden estar constituídas por la familia- y dejarse llevar.

Pocos serán, nos tememos, los que culminan el camino con el objetivo fundamental del peregrinaje devoto, que consistiría en ganar la indulgencia plenaria, si se confiesa el peregrino de sus pecados y comulga en la catedral de Santiago.

Por eso, como la parte religiosa ha quedado para muchos transformada en mero disfrute, proponemos hacer el camino al revés. Partir de la catedral de Santiago, con buen zapato, bordón inmaculado y la correspondiente mochila con bocatas y vino, y andar al encuentro de los que se acercan sofocados, para acabar en Roncesvalles, en León, en Madrid o en la casa donde se vive, rendido, roto y depurado.

Escríbannos, por favor, con las impresiones, y les mandaremos a vuelta de correo las indulgencias.

Sobre egoísmos, amores y compasiones

En el libro sobre El arte de la compasión, citado con empalagosa veneración por los simpatizantes del budismo (o, tal vez, solo del Dalai Lama), se define con precisión un concepto de compasión, al que queremos ajustarnos en este Comentario: "El deseo de que los demás estén libres de sufrimiento" y también "la capacidad de sentirnos próximos al dolor de los demás y la voluntad de aliviar sus penas".

La voluntad de ser compasivos con el otro, que debe distinguirse, según este esquema, de la voluntad de compadecer -superando las dificultades de la confusión de ambos términos por el uso común-, se separa también del mandato de amar al prójimo, que constituye el eje práctico de la doctrina cristiana.

En el cristianismo, el modelo compasivo por excelencia lo representa la Virgen María. Su capacidad de actuación para "aliviar las penas" proviene de su poder mediador ante su Hijo, Jesús, componente demiúrgico de la Trinidad. El camino hacia la santidad del creyente cristiano -del que existen varias versiones no dogmáticas- supondría la superación del egoísmo, despreciando el valor de lo material, aunque entendiendo su plena utilidad para ayudar a los demás, como manifestación de amor hacia ellos.

Es muy difícil amar a los demás como a uno mismo y es igualmente tarea de Hércules tener compasión en el sentido expresado por el Dalai. Solo santos y budas consiguen esa perfección; y los segundos, además, raramente en una sola vida.

Preferimos, simple y llanamente, compadecer la mala suerte del otro, cuando la enfermedad, la muerte, la desgracia o cualquiera otro de los múltiples productos que el azar pone en el camino de la vida, le ha dado en la cabeza. Eso nos permite pasar tranquilamente la página del dolor ajeno, para concentrarnos en disfrutar de nuestra buena suerte.

Budas, Iluminados, Vírgenes, santos, tened compasión de nosotros. Nos hemos especializado en dar simplemente el pésame a quien sufre la pena, en desear por todos los medios la riqueza y el poder del otro, y en creer que el trozo de mundo que se nos ponga al alcance está a nuestro directo servicio, confiados en que después de la propia muerte, no hay nada que podamos volver a contar en primera persona.