Sobre la verdad original, místicos, científicos y orden implicado
Si el título de este Comentario ha significado algo para el lector, no le extrañará que lo comencemos expresando que agnósticos y devotos tienen mucho en común, aunque no sean conscientes de esa convergencia de sus naturalezas y que se produce, no en el terreno de lo físico -lo que sería evidente- sino en lo metafísico, en el campo de la mística.
Cuando David Bohm expresó la idea central de su teoría del "orden implicado", como la asunción de que el orden nunca puede manifestarse en nosotros de manera íntegra, por lo que lo que percibimos por la experiencia es solo una parte de la totalidad del orden, no hizo más que dar forma brillante a una constatación que ha señalado las preocupaciones intelectuales tanto de místicos como de científicos.
Ambos, a lo largo de la Historia, se han empeñado en avanzar, tratando de comprenderlos "a su manera", por los dos terrenos aparentemente incomunicados del cosmos dedicándose, respectivamente, a idealizar lo físico y a experimentar lo metafísico.
Si hay alguna puerta actualmente abierta que nos da alguna clave acerca de la conexión entre ambos subsistemas del cosmos, sería la fórmula que relaciona la masa y la energía: E=m*c exp2.
Esta relación casi mágica ha conducido a los físicos téoricos a pensar que han encontrado la explicación lógica -en el sentido de coherente con los postulados- a los fenómenos observados en el cosmos que podemos captar con instrumentos.
Sin embargo, por mucho que estos científicos se empeñen en decirnos que sus ecuaciones están a punto de explicarlo todo, la evidencia de la complejidad que nos rodea seguirá estando en la base de nuestra resistencia -tal vez ilógica- a reducir, no ya el mundo externo a nosotros, sino la realidad percibida directamente por cada "yo", a fórmulas, postulados y campos de Schroedinger.
Porque aunque en las grandes cifras del cosmos, se haya avanzado mucho en comprender lo que nos está pasando y vincularlo a lo que pasó y pasará, la cuestión de dónde o cómo se originó la materia prima -la "singularidad" de todos los modelos-, de la que emergió el Big Bang es siempre el punto oscuro que queda por resolver.
Esa es, metafóricamente, el verdadero agujero negro, el punto oscuro, hasta ahora insondable, de la física cuántica. Para los científicos agnósticos a la idea de Dios (el más popular, Stephen Hawking), ese material primigenio no tiene porqué venir de ninguna parte: "podría crearse materia en presencia de campos gravitatorios fuertes" (1).
Para muchos de los científicos que están convencidos de que, tanto si el Universo tienen un principio como un límite, Dios ha de existir, la cuestión, se convertiría en esta otra, no menos relevante: explicitar qué es lo que entendemos por Dios y qué significado adquiere nuestra existencia respecto a esa entidad.
Avanzar en la comprensión de esta zona misteriosa es solo posible con la introspección, la meditación; ese es el terreno de la mística.
Por ello, algunos estamos convencidos de que si no somos sensibles a la curiosidad de caminar por los senderos de la voluntad de entendernos a nosotros mismos en conexión con lo que nos rodea, para sentirnos encajados en el cosmos como parte de él, habremos desperdiciado la única posibilidad que tenemos en nuestras manos para abrir personalmente la puerta que vincula nuestra materia con la energía: el tiempo de nuestra propia existencia.
Para ese itinerario, no hay fórmulas válidas. Cada uno tiene que encontrar la suya.
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(1) Renée Weber: Diálogos con científicos y sabios, Ed. La liebre de marzo, 2004 (2ªEdición)
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