Sobre el poder de las religiones y de los clanes en los países árabes
Los "artistas" occidentales pueden expresar libremente, en hipotética defensa de la "libertad creadora", sus ofensas a las religiones de las ramas cristianas -desde Vírgenes en posiciones procaces a Cristos inmersos en residuos de los torpes y falsos creativos-, pero ningún mortal osará exponerse, en su sano juicio, a la mínima crítica o representación caricata de Mahoma o de Aláh, porque habrá unos cuantos miles de fieles islámicos dispuestos a ganarse el cielo a costa de degollar al atrevido.
Pero, ¿qué fuerza se mueve detrás de todo este aparato de fidelidad a los credos? ¿qué matices diferencian a esas sectas con nombres extraños, cuya identificación resulta confusa hasta para sus seguidores?
Las peculiaridades doctrinales podrán aparecer complejas, pero los intereses de quienes capitanean los clanes están mucho más claras. Sabemos hoy que los Asad y la mayor parte de los que soportan el régimen sirio son alauíes, en tanto que Khaddam, exvicepresidente con Bachar el Sadad y convertido en feroz opositor, está emparentado con los Hahiri, que controlan Líbano, y que son suníes como él; estas diferencias religiosas no obstan para los que capitanean ambos clanes se encuentren entre las familias más ricas de Siria y Líbano.
Sabemos o hemos leído que los chiíes se encuentran detrás del entramado religioso militar Hezbolá, que controla el poder en Irán y Siria y que se declara enemigo irreconciliable de Israel y de quienes lo apoyan.
Como no queremos entrar a hacer una valoración de los orígenes de los distintos ismos islámicos -ni sería este lugar ni, seguramente, sabríamos hacerlo sin herir susceptibilidades-, apuntamos a una derivación de esta religión monoteísta, seguida por un colectivo tan numeroso, en la que no profundizan los analistas: el islamismo oportunista que se defiende en algunos países.
Esta forma espuria de entender la confesionalidad de los regímenes políticos que invocan el Islam es aprovechada por los poderes económicos, occidentales y árabes, para generar lazos que nos retrotraen a la historia europea de la alta edad media, cuando los monarcas rivalizaban por imponer a sus súbditos las razones religiosas que garantizaban su sometimiento a la tierra, y cuyos pasos posteriores fueron la creación del Sacro Imperio Romano Germánico y su ruptura en los añicos nacionalistas, que aún no hemos acabado de recoger.
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