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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Economía

El valle de Chamberí y Gedeón

El valle de Chamberí sería la manera de llamar en español al Chamberi Valley, una agrupación informal de una treintena de jóvenes empresarios con sede en Madrid y que se reúnen mensualmente, desde hace ya tres años, para intercambiar experiencias, apoyarse mutuamente y generar nuevas iniciativas.

Las empresas ubicadas en el espacio, a veces pedregoso, del Valle, se dedican, fundamentalmente, a sacar rentabilidad de las nuevas tecnologías en las telecomunicaciones y la informática.

El proyecto, con confesadas referencias teóricas al Silicon Valley, aunque con inconfundible sabor a ibérico en la praxis, ha merecido una página completa en el Süddeutsche Zeitung el 27 de octubre de 2012, bajo el título de "Geht doch" (¡Adelante!), y un subtítulo que, obviamente, me enorgullece: "Ein bischen Hoffnung in Spanien: Miguel Arias hat ein Netwerk für junge Unternehmer gegründet" (Alguna esperanza en España: Miguel Arias ha fundado una red para jóvenes empresarios).

No se concentra el interés por esta iniciativa en la mirada germana (Thomas Urban ha realizado un magnífico artículo); la periodista Ana Pastor -al citarla, siempre tengo presentes dos adjetivos: inteligente y hermosa-, en las páginas del suplemento del sábado O Dona, también ha hecho referencia a una de las empresas de los fundadores del Valle español, Imaste SL, creada hace varios años por Miguel y dos amigos ingenieros, cuando todos ellos estaban recién licenciados.

Me permito en este comentario asociar la idea del Valle de Chamberí con un cuento bíblico, la aventura de Gedeón.

Para los desmemoriados: Gedeón era un agricultor que fue elegido por Yahvé para salvar a su pueblo de la opresión de los madianitas. Desconfiado, pidió pruebas de que el mandato divino no era una broma, y cuando las tuvo, reunió un poderoso ejército.

Pero Yahvé le comunicó que era demasiado numeroso, así que debía eliminar a los que confesaran tener miedo. Ya diezmado por los que desertaron por esa razón, Gedeón tuvo que licenciar también a los que se arrodillaran para así beber más cómodamente agua en el río Jordán.

Cuando solo le quedaban unas decenas de soldados, las instrucciones que recibió Gedeón fueron simplemente las de dotar a cada guerrero de una antorcha y una cacerola y los dispersara. Los madianitas, que sospechaban que se aproximaba un gran ejército contra ellos, cuando oyeron el estruendo que formaban y vieron las luces que parecían provenir de todas partes, huyeron, despavoridos.

Me gusta la metáfora. Sobre todo, porque refleja que no son necesarios muchos para dominar una sítuación conflictiva, sino que basta con que estén convencidos de su fortaleza e inteligencia, y actúen coordinadamente, sin temer que los demás sean numerosos o estén aparentemente mejor dotados.

Porque no hay terreno estéril para los inteligentes ni competencia invencible para los audaces.

 

El Club de la Tragedia: Emprendedores, no ludópatas

Mientras algunos de los descontentos del funcionamiento del estado social y de derecho se manifiestan en donde más llaman la atención y, a ser posible, donde más daño hacen, en las catacumbas de la economía quiero imaginar -porque me resisto a dejarme llevar por el desánimo- que algunos cientos de personas -ojalá miles, porque seguramente necesitemos millones- se esfuerzan en encontrar posibilidades de empezar una empresa.

Exteriormente, no se diferencian en nada de los que han salido a las calles para cercar el Congreso de los diputados, exigir que no se les quite la paga extra, defender con palabras de manual que no se reduzcan las prestaciones a los parados o criticar al gobierno por incompetencia manifiesta o presunta, etc.

Tienen parecidas caras a los que se declaran en huelga intermitente como trabajadores encargados del transporte suburbano, y podrían pilotar aviones, dar clases de termodinámica, sacar hulla de un agujero en la tierra o soldar chapas de acero en forma de quilla de barco si tal fuera su formación o empleo.

Pero, por dentro, su actitud es distinta. Son emprendedores. Ven oportunidades, donde otros se obcecan en presentar las dificultades. No, claro está, en todas partes ven un camino; solo en lo que conocen mejor, en lo que han analizado más.

Lo que no son es ludópatas. No les gusta el riesgo por el riesgo, apostar veinte porque a lo mejor tienen suerte y reciben doscientos. Por eso, necesitan que las reglas estén claras. Por deformación socioeconómica, se suele hablar de "las reglas de juego". Pero no están jugando, ni quieren jugar para probar fortuna.

Están dispuestos a poner todo su tiempo, su capacidad de trabajo, su experiencia, sus ganas, para crear una opción de éxito allí donde la mayoría pasarían muchas veces sin ver otra cosa que un desierto.

¿Qué tenemos los demás para ofrecerles? ¿Nuestras legítimas reivindicaciones?

Incompetencias del mercado

Las técnicas del mercado se han impuesto entre nosotros tan sólidamente, que aparecen como elemento común tanto de las teorías neoliberales como de las comunistas y postmarxistas. (1)

Nihil prius Mercurio, se nos dice desde todos los ángulos de la sociedad global.

Complacientes en la devoción a Mercatus, su fallos se enmascaran u ocultan, teniéndolos por algo ocasional, por una aberración evitable en lo sucesivo, una deformación de su pura naturaleza, que, cuando aparece, una vez corregida, nos sirve de enseñanza para seguir por el camino de la prosperidad, pertrechados con esa luz que nos guía, firme, entre la oferta y la demanda, hacia el bienestar completo de la Humanidad.

Tendríamos, sin embargo, bastantes argumentos para sospechar que el mercado no funciona eficazmente -en muchos sentidos, pero especialmente como forma de encontrar un precio justo, que es su teórica esencia-.

No sirve, por ejemplo, cuando la oferta está controlada por unos pocos guiados por la búsqueda de conseguir maximizar su beneficio, imponiendo el mayor precio posible, al tiempo que crean, alimentan y engordan la necesidad de una mayoría, a la que se mantiene ignorante de lo que cuesta lo que se le ofrece y, por tanto, sin capacidad real para ejercer el control.

El proceso lógico de apoyar la sobrealimentación de la demanda implica generar una burbuja y el destino de las burbujas es estallar. Con los restos de las estructuras que han colapsado se construirán nuevos negocios por parte de quienes hayan conservado un mínimo de poder adquisitivo o el control de la situación, y así se hará, sucesivamente, ciclo tras ciclo.

Este tejemaneje, ¿se produce en búsqueda de la mayor felicidad colectiva?  El estallido de las burbujas, ¿aclara el panorama? No; solo sirve a la felicidad de unos pocos, y solo clarifica el espacio, por supuesto, de quienes hayan sobrevivido a la debacle; y es sabido que tienen siempre mayores posibilidades de supervivencia en un desastre quienes está más lejos del peligro y/o más cerca de los servicios de salvamento.

No necesitamos pensar en la estricta traducción de las situaciones a dinero para detectar las malformaciones del mercado.

Pensemos, por ejemplo, en una cuestión que preocupa a todos los organizadores de eventos en una ciudad que tiene, casi a diario, una gran oferta de actos.  ¿Cómo llenar el local? ¿Y cómo hacerlo, en particular, si el acto es gratuito? ¿Y, rizando el rizo, cómo conseguir el pleno de asistencia, si se ofrece, además de la gratuidad, un cóctel al final del mismo?

La experiencia demuestra que los alicientes teóricos surgidos del mercado (gratuidad, regalos extras) no incrementan el cumplimiento del objetivo. Tomemos la situación de Madrid, en la que pocos días se libran de que en ellos coincidan varios actos de los llamados culturales; la mayoría, con entrada libre.

Pocos consiguen atraer más de veinte o treinta personas.

Puede deducirse que lo que existe es exceso de actividades para lo que se puede calificar como desierto cultural. Observando los títulos de las conferencias y la entidad y competencia técnica de muchos ponentes, el que no consigan atraer público nos llevaría a creer que no hay tanta gente cualificada como los convocantes han imaginado, para seguir y entender ciertas presentaciones.

Quiá. El tema es lo de menos. Y la realidad demuestra que hay actos sin interés potencial alguno que gozan de un salón de actos repleto; incluso, hasta se puede llenar un estadio con la invocación de una tontería: y cobrar por ello.

Porque el interés del acto pasa a segundo o tercer término. Debiera ser fácil atraer a cien personas en una ciudad como Madrid, teniendo en cuenta que el "público objetivo ideal" de un acto es toda la población, porque a nadie le preocupará si los asistentes tienen el menor interés o relación con el tema que vaya a tratarse: la satisfacción está en llenar el local, no en el rendimiento obtenido por los asistentes.

Y llenar el local es un objetivo que no guarda relación con el producto, ni con la oferta, ni con la demanda del mismo. Está regido por elementos extraños, de parecida o idéntica naturaleza a los que causan aberraciones en el mercado en donde se transa con dinero.

Estos alienígenas al evento, sin ánimo de ser exhaustivo, son: presencia de artistas o políticos que hayan protagonizado recientemente algún escándalo con proyección mediática (desfalco, robo, engaño a su pareja, riña familiar, etc.), tiempo atmosférico de ese día (en Madrid, si llueve, además de ser milagro, no sale nadie de casa), número de conferenciantes y asistencia de sus familiares (si la sala tiene capacidad para cincuenta personas, puede que la mesa de ponentes tenga más ocupantes que el espacio para el auditorio), posibilidad de obtener algún punto de libre configuración por los estudiantes que tenga remota relación con el asunto, aire acondicionado y confort de los asientos en el local, etc.

Invito al lector a detectar los elementos que, en su opinión, hacen atractivo cualesquiera de los productos a los que atribuya éxito actual en el mercado y preguntarse qué relación guardan con los principios sacralizados de Mercatus. Confío en que concluya, como yo, que estamos confiando en un incompetente, que se nos hace el gracioso para ocultar sus profundas carencias.

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(1) No encuentro razón para disertar aquí sobre los ocasionales elementos "correctores" que se introducen al mercado desde las posiciones neoliberales; y, aún menos, para discutir con los defensores sectarios de un Gran Estado regulador a qué tipo de aberraciones conduce rápidamente, con el aval de la Historia, dejar que unos pocos (no importa cómo se elijan) controlen la producción y reparto de las plusvalías colectivas.

 

El sueño de Robert J. Shiller: Finanzas en una sociedad justa

Robert J. Shiller está reconocido como uno de los analistas económicos más influyentes del mundo. Estamos en nuestro derecho a discrepar de tal afirmación, porque las teorías de este catedrático norteamericano, autor de varios bestseller en los que ha criticado el comportamiento supuestamente "racional" del mercado (1981), o pronosticado el estallido tanto de las burbujas bursátiles como de la vivienda, apoyándose en el seguimiento de un índice del que fue coautor (1987-2000), no parecen haber servido para adoptar medidas que nos salvaran de caer en el fango y, tampoco, de sacarnos de él.

Schiller tiene una forma de exposición de sus ideas que las hace aparecer sensatas, por más que su aplicación práctica no resulte ni sencilla ni sus consecuencias claramente deducibles.

El 25 de septiembre de 2012 impartió la conferencia que inauguraba el curso académico, en ese aula para ejecutivos bancarios de variado pelaje, profes, jubiletas y estudiantes de master en que se ha convertido el salón de actos de la Fundación Rafael del Pino.

Shiller, que está en sus 66, mantiene un aspecto juvenil y adorna su discurso con ocasionales sonrisas. No tiene más remedio que hacerlo así: Con la que está cayendo, defiende el sistema financiero como la herramienta más adecuada para conseguir avanzar en una sociedad más justa.

Amadeo Petitbó hizo la presentación del conferenciante (de promoción por España, dicho sea de paso, de su libro sobre el particular, editado en España por Deusto), y resumió la doctrina del catedrático norteamericano en estas palabras: "Dejemos de criticar el sistema financiero y por el bien común, recuperémoslo".

Me pareció particularmente interesante la presentación de algunas ideas innovadoras que pretenden incorporar la filantropía a los mercados financieros, "humanizándolos".

1) La prohibición de volver a los mercados por parte de quienes han infringido las reglas.

2) El estímulo a la creación de corporaciones intermedias entre las ONGs y las empresas ("half way between full and non-profit")

3) Apoyo a la dedicación de fondos a proyectos de emprendedores sin recursos, con exacciones fiscales especiales.

4) Mecanismos para seguimiento de inversiones sin beneficio económico, pero con remuneración enfocada al reconocimiento social

5) Reducción automática de la deuda hipotecaria cuando el mercado global baja

6) Acomodación de los servicios sociales prestados por los Estados al PIB real.

El debate posterior no resultó adecuado para sacarle punta a estas propuestas (tal vez mejor explicitadas en su libro, que no compré, aunque espero que me lo regale). Las preguntas de los intervinientes se enfocaron a cuestiones, en general, más relacionadas con la situación en España o en la Unión Europea, que, como es sabido, viven otra realidad, no tan conocida -por lo que me pareció- por el ilustre conferenciante.

 

Rescatados ¿o prisioneros?

Apoyados en su versatilidad, conseguida a través de los siglos, los parlantes hacen de sus lenguas un recurso amoldable, que les sirve no solo para expresar más o menos correctamente sus deseos, los hechos que han vivido o las ideas que se les ocurren, sino que lo utilizan, especialmente si son hábiles con él, como herramienta multiuso.

Con hábito y pericia, se pueden esmascarar situaciones, decir sin contenidos, orientar las explicaciones hacia los lugares deseados en circunstancias confusas y, especialmente en temas político-económicos (pero no solo) convertir el tratamiento de las cuestiones delicadas en un lugar común, disminuyendo el valor de las señales, hasta que, teniéndolas por obvias, pasan desapercibidas a los restantes ciudadanos.

España -la economía española- se encuentra, por lo que nos cuentan los que llevan el control de los dineros públicos y lo que sufrimos en nuestras carnes de ciudadanos de a pie, en situación de no poder pagar sus compromisos de deuda. Al menos, se nos explica, no en corto plazo.

Por ello, se necesita acudir a préstamos complementarios, y como quienes ahora no le conceden crédito quienes eran sus prestamistas anteriores, deben de ayudarle -claro que nunca por caridad, sino por intereses- quienes tienen objetivos a más largo plazo, teóricamente compartidos con los nuestros, aunque nunca se sabrá hasta que los nubarrones se disipen.

El gobierno de Rajoy, ayudado en su descrédito por la oposición socialista -y no digamos por otras facciones del espectro político, todas empujando hacia abajo la cabeza apenas sobresaliente del país, entre la mierda- reconoce, por fin (después de un agosto tórrido, en 2012)- que España precisa ser rescatada, aunque algún ministro matiza que no es sino una forma de hablar y que no hay rescate sino ayuda negociada y , e incluso, otr@, llevad@ por su imaginación, expresa la opinión de que "no tiene porqué ser malo".

Por supuesto, todo es según el color con que se mira, y no merece la pena elucubrar sobre las bondades entre ser rescatado de una hoguera cuando se le están quemando a uno los pies. Pero resulta imprescindible saber, manteniendo la glosa sobre este caso figurado, si quienes nos liberan del suplicio son las hermanitas de la Caridad, canívales ávidos de carne humana o especialistas en tratar quemaduras de tercer grado.

Con los elementos de que dispongo -los mismos que cualquier ciudadano ilustrado por los periódicos, por supuesto-, opino que no estamos siendo rescatados de la situación de insolvencia, sino que nos han convertido en prisioneros de intereses superiores a los nuestros y dudosamente coincidentes con los nuestros.

Somos un país de segunda categoría, en el que el desorden de ideas propias, la devoción estúpida a los talentos ajenos y una innata capacidad de sufrimiento derivada de un complejo de inferioridad, adobado con sentimientos de culpabilidad inexplicables, nos hace apetecibles para que seres externos a nuestros problemas ensayen fórmulas de sacarnos hasta el último suspiro, indicándonos, de paso, que estamos en el sitio equivocado, viviendo por encima de nuestras posibilidades.

Esto es una guerra -admitamos que justa-, y en cualquier conflicto, solo cabe rendirse o resistir con todas las armas al alcance.

 

El Club de la Tragedia: Incendiarios

España huele a humo, a rescoldo. En sentido figurado, pero -y aún nos importa más, por la cuenta que nos tendrá- en términos exactos para reflejar la realidad. El paisaje se nos está llenando de manchas negras que son restos de bosque, estepa, jara y matorrales quemados.

A la situación de penuria económica, se añade, pues, la desolación de asistir a la desaparición de masa forestal a un ritmo que triplica el de años anteriores, en un país que pretende defender su frontera sureña del ataque permanente del desierto.

La nota es aún más dramática. Los expertos en analizar las razones del fuego nos transmiten, con sólida persistencia, su sospecha de que la mayor parte de los incendios son provocados. Por individuos que creen tener razones para prender una mecha.

No voy a hacer un catálogo completo de los motivos que esgrimen los tipos incendiarios cuando son desenmascarados, siempre demasiado tarde y, además, muy de tarde en tarde.

Dicen que los bosques no se limpian como antes, que el paisaje no se cuida, solo se contempla, que todos quieren disfrutar y la mayoría escurre el bulto para no asumir el gasto.

Sea como sea, con los terrenos abonados para arder o porque se nos secan los cerebros,algunos incendios, tienen sus raíces en la estulticia: organizar una barbacoa o una paella bajo pinares sedientos, querer hacer salir conejos de sus madrigueras para cazarlos sin piedad ni lebrel, espantar jabalíes que hociquean esos prados abandonados que, sin embargo, dicen querer tanto, o ponerse a quemar rastrojos y enseres viejos en día seco y ventoso.

Otros pirómanos desvelan intenciones retorcidas por la fuerza del propósito de conseguir un beneficio individual a costa de descalabros colectivos: protestar por haber sido despedido -tal vez del mismo equipo de vigilancia de fuegos o del retén de bomberos que luchará por dominar las llamas-, perjudicar al vecino o a todo un pueblo en sus propiedades por venganza de un suceso menor, conseguir pasto para el ganado propio de lo que es monte comunal...

Muchas de las razones permanecen ocultas, porque los autores no aparecen, aunque se sepa que los ha habido. De entre todo ese elenco de culpables, hay, como he oído de los que conocen el tema, dos razones que aún me desestabilizan más el ánimo: la importancia de la hora para quien provoca el incendio y para los que deberían actuar con total urgencia para apagarlo.

Incendios que se causan a partir de las seis de la tarde para que la extinción sea más difícil -oscuridad, cambio de turnos- y administraciones regionales que, para ahorrarse unos dineros de su presupuesto, no solicitan medios de la central hasta que ya no pueden más -es decir, a destiempo-.

Si lo analizo haciendo abstracción de bosques y naturalezas, me viene la idea de que hay incendiarios también en la macroeconomía, y comportamientos similares, aunque no hayamos descubierto a los culpables, amparados como están en la oscuridad y en la movilidad de sus medios de desplazamiento para prender muchos fuegos y presumir de haber sido los primeros en llamar a los equipos de rescate.

 

El Club de la Tragedia: Atrapados

Vamos a tener que volver a acostumbrarnos a ver reflejadas las dos Españas en la historia de cada día. En el hemiciclo de diputados, la controversia es dialéctica y, como acaba sucediendo cuando conocemos el guión y la representación se repite una y otra vez, el espectáculo es aburrido.

Aunque no faltan detalles inquietantes. Así me pareció el contemplar a los diputados del PP aplaudiendo -no exactamente a rabiar, pero sí con entusiasmo- al Presidente de Gobierno Mariano Rajoy, que acababa de anunciar que subiría el iva, quitaría una paga a los funcionarios, eliminaría la deducción fiscal por la compra de vivienda y, entre otras "medidas de austeridad inevitables", reduciría el número de concejales en un 30% y cortaría las financiaciones públicas a los partidos políticos.

Que sus señorías aplaudan cuando les reducen los ingresos es una muestra demasiado aparente de que sus preocupaciones no están al lado de la mayoría de los ciudadanos, pero es que, a lo peor, el que no entiende nada de lo que pasa soy yo.

Sería cansino repetir aquí que las medidas de austeridad no significan generación de riqueza y empleo, como pretende -basándose en una intuición sin ninguna referencia histórica- el presidente y algunos de sus asesores. Reducir ingresos y castigar el gasto no aumenta la actividad económica, y especialmente, cuando ya anda por los suelos, no va a lograr más que pisotearla.

Pero lo que más inquieta es que el Gobierno refleja de forma harto evidente que está dispuesto a seguir las instrucciones que se le den desde el búnker alemán con la devoción ciega de quien se cree en el historial milagrero de un santo de renombre al que se acude con hemiplejía.

Y aún produce más desasosiego su voluntad de no escuchar las voces de la calle, en donde estamos los del pueblo llano. Los que no aplaudimos cuando nos recortan los ingresos, nos despiden, nos cierran la empresa en donde trabajábamos.

Los que, después de hacer un esfuerzo sicológico y físico, nos decidimos a marchar hacia donde esperamos que alguien con capacidad de decisión nos escuche, y nos encontramos con que, por un lado, más de la mitad de los representantes del pueblo aplauden las medidas que provocan nuestro sufrimiento y, por otro, se incorporan a nuestra manifestación grupos de reventadores que se dicen "antisistema" y travisten el uso de nuestro derecho en una deplorable demostración de tropelía, usurpándonos el protagonismo y mancillando con inmundicia nuestra reinvindicación.

Antropología cristiana y economía de mercado

El mismo día en que los científicos del CERN (la Organización Europea para la Investigación Nuclear) anunciaban haber descubierto lo que parece ser el bosón de Higgs -por su huella de 125 GeV (1)-, en una de las salas de la Fundación Del Pino, en Madrid, Gabriel Zanotti desarrollaba sus ideas sobre la importancia de los precios libres como señales clave para la generación del "orden espontáneo" en los mercados.

El título de la entretenida conferencia que Gabriel Zanotti pronunció, ante un auditorio de apenas cincuenta personas, en el mismo lugar en el que el día antes otro exégeta de la economía, y mago también de la palabra, Paul Krugman, había provocado el "No hay entradas", fue "Antropología cristiana y economía de mercado", así que no había engaño en la oferta.

Entiendo que el lector no encuentre ninguna relación entre los trabajos de investigación que han desembocado en poder indicar por donde anduvo la "partícula de Dios" (aún no en atraparla, lo que mantiene sin ganador la osada apuesta de Stephen Hawking), y las consecuencias de las apasionantes deducciones de Zanotti.

En el coloquio, la primera pregunta que se formuló expresaba la curiosidad del interpelante acerca de la posibilidad de santificación del empresario. Reconozco que esa interpelación debilitó definitivamente mi intención de hacer algún comentario de viva voz acerca de lo que acabábamos de escuchar. La respuesta del ecónomo-teólogo argentino, confirmando que "cada uno de nosotros está llamado a ser quien es en el desarrollo de nuestra propia vocación, y nadie está fuera de este principio", me rejuveneció, pues me situó, plácidamente, en mi infancia intelectual.

Zanotti defiende "la base teológica" de los trabajos de Tomás de Aquino, y, con la sencilla guía epistemológica de que "todo lo bueno y verdadero que alguien diga es compatible con la teoría cristiana", incorpora sin problemas a su discurso, las teorías de la escuela austríaca de economía, y en especial, las del premio nobel de Economía (1974), su exponente Friedrich Hayek, venerado por los neoliberales, como fórmula para resolver los temas de la asignación y justa distribución de recursos en un contexto de escasez.

Un escenario de activos creyentes empeñados en la búsqueda de su perfección, en el que el Estado tiene un papel totalmente subsidiario: "Para la escuela austríaca es muy amplio lo que pueden hacer los particulares, y sus seguidores pensamos que, apoyando el derecho a la iniciativa privada, puede haber orden espontáneo" en prácticamente todos los órdenes, vino a expresar Zanotti, que criticó, de paso, el socialismo, las teorías de Marx y hasta ridiculizó a los seguidores de Kant con sus beatificos comentarios.

Queda pues, mucha materia oscura en el Universo.

Servirá para centrar algo mejor el Comentario, indicar que el conferenciante invitado en esta ocasión por la Fundación Del Pino es Director Académico del Instituto Aston. En la página web de esta organización se desvela, con rotunda claridad, tanto los objetivos de la investigación como el material de trabajo principal con el que cuentan: "Esperamos, con la ayuda de Dios, poder colaborar en la formación de un mundo mejor, concientes de la herida permanente del pecado original por un lado y, con la certeza sobrenatural de que la Gracia de Cristo está detrás de todos los auténticos deseos de justicia."

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(1) GeV debe leerse "Giga electrón-voltios". Un Giga son 10 exp 9 unidades, es decir, en este caso, 125 GeV son 125.000 millones de electrón-voltios. Parecería mucho, pero lo que sucede es que 1 eV es una unidad de energía muy pequeña, ya que equivale a 1,602176462 x 10 exp (-19) J (julios). Como 1 J (julio) son 0,238902957 cal (calorías), ya se comprende que un bosón solo no hace verano (equivale a unas 0,48 x 10 exp (-8) calorías).

Desenmascarados

Rápidamente se han quitado del escenario los decorados que han servido para la representación de esa obrita improvisada que pretendía difundir un mensaje de solidaridad internacional, con términos en los que se mezclaban las amenazas de la bruja del calentamiento global con la bondad acaramelada del desarrollo sostenible y la protección ambiental.

Se ha perdido el eco de los aplausos que se iniciaban desde el patio de butacas, los palcos y plateas, y que eran coreados, con desigual entusiasmo, por los demás espectadores-protagonistas que asistían a la performance, sin haber sido advertidos que podían formar parte del menú. Ya no se acuerda nadie de porqué estamos aquí, preocupados ahora únicamente -han sonado las alarmas- por encontrar la forma de salir de lo que se ha convertido en una encerrona, a la búsqueda desesperada de las salidas de emergencia.

En este momento del sálvese quién pueda, los españoles estamos situados en el peor lugar, que es el escenario. La gran capacidad para el drama de nuestra idiosincrasia ha sido puesta de manifiesto, una vez más, y tan pronto como nos pareció que podía ser el momento para empezar una nueva representación en la que lo typical spanish pudiera ser protagonista, nuestra voluntad colectiva surgió, implacable, demostrando un sentido de la inoportunidad histórico.

Que el pueblo español creyera, hasta el punto de otorgarle manos libres, que un partido de la derecha heterogénea fuera capaz de sacarlo de una crisis -que ya estaba planteada con suficiente crudeza-, con un programa lleno de vaguedades en el que solo podía deducirse una promesa imposible de no tocar nada de nada, es una muestra de su gran ingenuidad intrínseca, -constitucional, en fin- que no aprende de la Historia más que lo que le subrayan con lápiz rojo, y eso, si le han hecho la advertencia complementaria de que caerá en el examen.

Que el partido de la derecha heterogénea, una vez aupado en el Gobierno, y sin fijarse en otros movimientos de poder que se estaban perfilando en Europa y consolidando en el resto del mundo, anunciara, antes de haber mirado siquiera los papeles que estaban sobre la mesa, que todo estaba mucho peor de lo que nadie hubiera podido imaginar, y que se dedicara a hurgar en la basura, con aires de Pepito Grillo, aireando con gritos de gallina ponedora cada pedazo de mierda que encontraba en los cajones, proclamando urbi et orbe que el país tenía remiendos y rotos allí donde se había jactado que disponíamos de paño fino, es una muestra evidente de la falta de visión para valorar las consecuencias totales de las propias acciones.

Que, colapsado en su actividad, desorientado y falto de fuelle, este país deba acudir a los mercados financieros para pagar los intereses de los créditos que se le habían concedido cuando se creyó que el futuro era espléndido, y que tenga que pagar los nuevos préstamos a intereses cercanos al 10%, cuando los países más ricos del club encuentran el dinero que quieran, y más, al 1%, no es más que la demostración evidente de que, en este mundo de egoísmos e individualidades, trasladados a nivel de Estado, se cumple el cuento del pollito a la perfección.

"Si estás en una granja, no salgas; si sales, no te alejes; si te alejas, ojalá tengas suerte; si tienes suerte, disfruta del momento, pero no la píes; y si la pías, ojalá tengas una muerte rápida". Porque zorros y lobos acechan sin descanso.

 

Pasiones por intuiciones, resistencias contra medidas, austeridad sin soluciones

El peor de los escenarios posibles para un país occidental es seguramente éste: un Estado endeudado frente a acreedores impacientes y desconfiados; una estructura económica disforme en la que varios sectores sustanciales para su sostenimiento han entrado en crisis irreversible; un número insoportable de ciudadanos sin trabajo y, por tanto, sin ingresos, entre los que se encuentra la mitad de la juventud, desalentada; unos sindicatos con poder mediático y credibilidad popular, encaramados en un mensaje sintético, reclamando que se proteja a quienes tienen empleo sin reparar en gastos; un Gobierno con mayoría para gobernar en solitario, ejerciendo de primero de la clase, sin reparar en que cada vez se encuentra más distante de contar con el apoyo de la calle...y al que aplauden las clases y países con mejor posición económica.

Los optimistas hace tiempo que dejaron de tener razones y los pesimistas, que se encuentran con un saco repleto para justificar el harakiri, no se molestan en presentar ideas para alentar el futuro, complacidos en echar la culpa de lo que está pasando a las alegrías del pasado, como si nos hubiera llegado la hora de la Pasión.

Me gustaría que quienes tienen opciones y sartenes por el mango, se concentraran en prepararnos cuanto antes la hora de la Resurrección, poniendo el énfasis en el diálogo y concertación respecto a lo que es imprescindible para alimentar el futuro inmediato, manejando conjuntamente la piqueta restauradora alli donde haga falta, pero teniendo muy en cuenta que no se nos debe caer encima todo el edificio.

Tenemos sitios en los que hemos puesto -o se nos ha colado dentro - a la zorra para cuidar del gallinero. Entiendo que el Gobierno quiera sanear la economía, pero no al precio de reducir aún más la actividad; entiendo que los sindicatos deseen defender los puestos de trabajo existentes, pero no a costa de mantener la ineficiencia y el descaro; entiendo que los acreedores estén impacientes por recuperar su dinero, pero no a costa de ahogar a quienes les debemos;...

Vale, necesitamos ser más austeros. Pero aún más, necesitamos encontrar soluciones para generar actividad y puestos de trabajo. Porque, por mucho que nos apretemos el cinturón, sino plantamos semillas para comer en el futuro, nos van a sobrar todos los agujeros para enganchar la hebilla.

 

Riesgo de fractura del estado de derecho

Me ha producido perplejidad, y desazón, la medida del Gobierno español del 30 de marzo de 2012 por la que se establece un período de amnistía fiscal para dos tipologías muy diferentes de capitalistas.

Por una parte, se pretende que se traigan a España los capitales generados en el extranjero, procedentes, en principio, de rendimientos, dividendos y participaciones en beneficios de particulares y entidades (residentes en el extranjero o en nuestro país), pero que no hayan sido declarados.

Por otra, se desea estimular a quienes poseen dinero procedente de actividades realizadas en España, pero que haya sido mantenido oculto a la tributación hasta ahora, para aflorarlas.

En otros Comentarios de este Cuaderno -algunos, realizados hace ya varios años- he defendido el interés de facilitar la repatriación de capitales generados por antiguos emigrantes españoles, hoy vueltos como residentes a nuestro país, pero que se mantienen en cuentas en el extranjero (por citar las que supongo típicas, en entidades bancarias del estado de Florida (USA), República Dominicana, Venezuela, Colombia, México o Argentina).

Lo que nunca se me habría ocurrido es soportar la idea de amnistiar penal y administrativamente a quienes han venido defraudando a Hacienda; en especial, no puedo compartir la idea de conceder un perdón general - a cambio de un peaje económico, incluso, mucho más reducido que los que cumplieron con sus obligaciones- a aquellos que, utilizando artes tipificadas como delitos en nuestro ordenamiento jurídico, han acumulado capitales irregulares que, hasta este momento, la inspección fiscal no ha conseguido detectar.

Y no lo he apoyado ni sugerido porque ello equivaldría a situar al Estado de derecho a nivel de los delincuentes, convirtiéndolo en cómplice de la ocultación.

Esta singular medida, ahora adoptada, se pretende justificada por la urgente necesidad de sanear las cuentas del Estado y, más específicamente, como un medio de cumplir con las imposiciones de reducción del déficit con las que presiona Bruselas al Ejecutivo.

También se ampara esta amnistía fiscal, y esto no lo descalifico, en el propósito loable de conseguir fondos extraordinarios para no tener que acudir a la refinanciación externa con la que pagar los intereses de los créditos públicos de aquellas inversiones, no pocas de ellas innecesarias, que se asumieron cuando teníamos por delante un brillante futuro y otras orientaciones dentro del Estado social.

Hay otras razones, aún no confesadas, pero objeto de comentario permanente en los corrillos especializados. Es ya muy urgente llevar a cabo el saneamiento definitivo de la Banca, ahogada en sus cuentas por el agobio de los múltiples fallidos y activos tóxicos (no solo inmobiliarios).

Y, en fin, no se pueden obviar las serias dificultades para relanzar la economía, con un tejido empresarial falto de iniciativas, ayuno de créditos, carente de líneas de apoyo sectorial, despistado respecto a los proyectos que supondrían desarrollo, necesitado de nuevas reconversiones, ...circunstancias todas ellas que los mercados están valorando negativamente, ejerciendo una tenaza oportunista sobre nuestra delicada situación.  

Como éxito de esa amnistía, es probable -y he suponer que ha sido clave en la negociación previa a la disposición ahora anunciada- que se cuente con que nuestras empresas nacionales más emblemáticas, entre las que se cuentan los Bancos con sucursales foráneas, traigan a la luz de nuestra fiscalidad los dividendos y participaciones en beneficios que obtuvieron en sus filiales extranjeras y que mantienen ocultos en sus balances; aunque el Gobierno se refiere eufemísticamente a estos lugares a donde no llega su brazo recaudador como países "de reducida tributación", la lectura que hay que dar a estos emplazamientos es, simplemente, la de paraísos fiscales.

Estos capitales podrán aportarse por las empresas a la economía real española con un gravamen especial del 8%, si se lleva a cabo la operación de traslado antes del 31 de diciembre de este año; los particulares, deberán hacer la declaración antes del 30 de noviembre y sus dineros, blancos o negros, únicamente tendrán que soportar un benigno 10% de impuesto atípico.

La necesidad obliga ("estamos en una situación crítica" o "límite", según los portavoces del actual Ejecutivo), por lo que parece, a saltarse por el arco de triunfo, la ética y el principio constitucional irrenunciable de la igualdad que está en la base de nuestro Estado de Derecho, consolidando así un anómalo precedente de imprevisibles consecuencias.  

Lo de menos me parece poner de manifiesto que cuando el PSOE estaba en el Gobierno, el PP se opuso, con descalificadores y rotundos epítetos, a una propuesta "similar" (que, en realidad, contaba con importantes diferencias).

Lo de más es que sigue estando vigente el argumento que entonces se esgrimía, y que ahora recuperan, tanto los inspectores fiscales, como los partidos de la actual oposición, como quienes defendemos la coherencia y homogeneidad del Estado de Derecho en el tratamiento a los ciudadanos y a las entidades mercantiles: esta amnistía es anticonstitucional, injusta, estimula la imitación de los defraudadores, y no es nada ejemplarizante, sino motivo de desconcierto, para los que cumplen con las leyes.

Consolida, en fin, el camino hacia la rebeldía fiscal y aumenta la preocupación de quienes vamos alimentando la certeza de que el Gobierno no sabe bien qué es lo que corresponde hacer mejor en estos temas de las finanzas públicas y, metido en la improvisación con un papel en blanco, acude a manejar la vara de medir como le dictan los más poderosos, diciendo sin embargo, con ya muy reducida credibilidad, que piensa en los más débiles.

Plan de Austeridad integral: el borrador

No puedo explicar cómo llegó a mis manos, y apelo al secreto respecto a las fuentes que también debe amparar el periodismo ciudadano.

El lector puede imaginarse que se trata del ejercicio literario de un libertario, de una propuesta de la mente calenturienta de un miembro del Gobierno (o de cualquier partidario de hacer oposición), o incluso de las notas tomadas por un estudiante de siquiatría en una clase de las llamadas materias optativas.

Pero me gustaría que -con fundamento o no- se atribuyeran estas ideas a una revelación proveniente de la metafísica o, mejor aún, al trabajo de una consultora alemana para contestar a la cuestión de "Cómo sacar a un gran país, si bien de iniciativa mediocre, y en el plazo más corto posible, de una crisis de solvencia.

Parecen, en general, medidas de control del gasto inútil y es de lamentar que no estén ordenadas por razón de su importancia económica. Algunas anotaciones eran ilegibles, y he hecho una suposición del contenido. En fin, éstas son algunas:

-Se impone como tope máximo salarial, para cualquier tipo de empleado, el que perciba el Presidente de Gobierno o Primer Ministro. Se prohíbe que, al producirse el cese de un cargo público y ser éste contratado por la empresa privada, sus honorarios sean superiores a los que percibía con cargo al Estado.

-Se establecerán índices de productividad para los distintos puestos de funcionario, que servirán para complementar hasta un 20% del sueldo base. Se vigilará, en especial, el número de horas perdidas por bajas sicológicas, estrés y enfermedades menores, que se anotará en el expediente personal. Cada responsable de departamento confeccionará, bimestralmente, un libro de propuesta de mejoras y análisis de las críticas recibidas, que será presentado y discutido en foros ciudadanos.

-Se dará preferencia fiscal, con exención de la cuota de seguridad social a cargo de la empresa, a los periódicos de exclusiva difusión local, y siempre que limiten a un máximo de dos las páginas deportivas. Se prohíbe la impresión de fotos de tamaño superior a 10 cm en su lado mayor.

-Se estimulará la publicación de libros virtuales y se retirarán, para su inmediata incineración, todos los restos de ediciones en papel que lleven en el mercado más de dos años. Queda estrictamente prohibida la donación de libros, papeles y documentos por parte de la viuda a Colegios profesionales, Universidades y Escuelas.

-Todas las pruebas y exámenes de las asignaturas de una carrera regulada serán centralizados y simultáneos, y los ejercicios se decidirán por una comisión mixta, formada por profesores y especialistas no docentes; se prohiben los exámenes tipo test. Los alumnos que no superen en dos años un curso completo no podrán continuar los estudios correspondientes a ese nivel.

-Se exigirá a todos los Juzgados un plan a corto plazo (máximo tres meses) de eliminación de asuntos pendientes y procesos sin resolver, indicando, en su caso, la dotación de personal complementario imprescindible, que será seleccionada por insaculación de la lista de abogados jubilados con más de quince años de ejercicio y menos de 70 años.

-Se analizará por simulación la compatibilidad de las jornadas de trabajo en oficinas, despachos y empresas por barrios, con el objetivo de evitar los atascos en horas punta, tomando la decisión que corresponda, que se impondrá a las empresas y organismos involucrados, modificando consecuentemente las horas de entrada y salida a los mismos.

-Todos los ciudadanos de una población deberán obtener su tarjeta prepago para uso del transporte público, (autobús, metro o tranvía), que será gratuito para los desplazamientos entre el hogar y el puesto de trabajo, y que se compensará mensualmente en relación con la utilización que se haga de los medios públicos.

-Los particulares, conductores de vehículo en horas punta, y los taxistas en todo caso deberán comunicar los destinos de sus trayectos a un sistema centralizado, accesible por internet a los usuarios registrados, que podrán incluso detener una vez por trayecto el vehículo para aprovecharse del viaje, repartiéndose el coste entre los viajeros. 

-Se eliminan durante dos años las dotaciones para amortización, prolongándose la vida útil de equipos, material e instalaciones correspondientemente. Las empresas deberán reinvertir la mitad de ese "cashflow recuperado" en proyectos de nuevo desarrollo.

-Será obligatorio para las empresas y grupos empresariales que empleen más de 250 personas disponer de un plan de viabilidad que garantice el mantenimiento del empleo durante los próximos dos años.

-No se autorizan las jubilaciones anticipadas; en atención a los derechos adquiridos, no se anulan las obtenidas con anterioridad, pero los beneficiarios de las mismas deberán dedicar el equivalente a media jornada laboral a trabajos en beneficio de la comunidad, que serán decididos por el Consejo social de cada barrio o población donde tengan su domicilio.

-Los centros de investigación públicos -y, en especial, los universitarios- deberán comunicar sus líneas de trabajo a un organismo centralizado, cuyo consejo asesor, formado por profesores y científicos con más de 20 años de experiencia acreditada y disponiendo de un currículum ético incuestionable, y de los que la mitad, al menos, estarán jubilados, vigilará que los temas de investigación abordados por cada equipo no sean inútiles para la sociedad, y, en especial, no reproduzcan, estérilmente, investigaciones sin otro objetivo que engordar los currícula y apoyar la endogamia y el favoritismo.

(etc.)

Las cosas no son fáciles: ¿y qué más?

El presidente de Gobierno de España, Mariano Rajoy, en una declaración a pie de calle, después de inaugurar en Cádiz la Cumbre Iberoamericana el 29 de febrero de 2012, ha resumido en titulares su credo político: "Yo le pido a todos los españoles que entiendan que las cosas no son fáciles, que tendremos que hacer esfuerzos, pero que tengan la total y absoluta certeza de que de esta situación vamos a salir."

La frase ha tenido eco en los medios y ha sido objeto de múltiples comentarios, aunque a mí, en realidad, me parece absolutamente vacua. Los españoles somos quienes advertimos la necesidad de trasladar al Ejecutivo que "debe entender que las cosas no son fáciles", al observar, con preocupación ya imparable, que los recortes presupuestarios se han convertido en una tenaza más sobre la disminuída actividad económica, y el dinero ha dejado de circular por nuestros canales de reparto de trabajo y generación de emprendimientos.

Me gustaría, ante todo, llamar la atención del lector sobre el empleo de los pronombres personales, tiempos y modos verbales en la alocución de Rajoy. Habla en primera persona, poniendo énfasis, por tanto, en su credibilidad y conocimiento directo; inicialmente, al emplear el singular para referirse al sujeto de su petición, parece estar dirigiéndose a un solo interlocutor (porque, en otro caso, diría "les" y no "le"). La hipótesis resulta, sin embargo, inmediatamente desmentida porque se precisa que el mensaje va dirigido a "todos los españoles".

Podría creerse que en ese "todos" está incluído el propio Rajoy, pero no es así. Confirmando que se encuentra al margen del concepto expresado (dejándonos ignorantes de si lo hace por superioridad cognoscitiva, sublimación o por éxtasis), les solicita que "entiendan que las cosas no son fáciles".

Y aquí surge nuestra sorpresa central semántico-práctica. No puede estar pensando el presidente español en que los españoles lo estén pasando bien con esta crisis que va camino de generar seis millones de desempleados y colocar la credibilidad patria a nivel del "bono basura" (me parece morbosa la combinación de ambas palabras, y me pregunto cuál de las dos adjetiva a la otra). Luego deduzco, absorto, que es el Gobierno quien para nuestro Presidente lo está pasando mal, y para el que éste nos pide a los demás españoles, excluído el propio Rajoy, que entendamos su desvalida situación sicológica.

Me tranquiliza algo percatarme a continuación de que nuestro Presidente se coloca al lado de los que tendrán que hacer esfuerzos ("todos" los españoles, ya que no puedo aceptar que sea solo el Gobierno el que se apriete el cinturón o las entrañas).

Y a partir de ahí, ya me pierdo, viendo diluído el mensaje entre los demás tiempos y personas verbales: ¿somos todos los españoles, menos Rajoy, convertido en incrédulo de su propio mensaje, quienes debemos tener "la certeza" de salir de esta situación? ¿A qué situación se refiere, en concreto? ¿Saldremos -en el futuro impreciso- o "vamos a salir" -en ese presente activo, que refleja inmediatez y fortaleza de ánimos-, pero que contradice la realidad que se constata en la calle?

Abrumado por el análisis, vuelvo a la realidad: El Ejecutivo se empeña en recortar el gasto, pero no sabe aún, aunque supongo que desea, incluso fervientemente, cómo generar actividad. Apela, por tanto, a la fe (que, como se sabe, es creer lo que no vemos y, para los escépticos, tener por existente lo que solo deseamos que exista) y a la confianza ciega (que, para los experimentados, es preludio de próximo batacazo contra la desmedida especulación del capital incontrolado).

Y mientras los ciudadanos sin capacidad de decisión (ni siquiera del propio gasto, pues ignoramos lo que va a pasar mañano) sufren/sufrimos los efectos de la desorientación de los poderes político-económicos -y añado por mi cuenta, sociales, los que tienen los medios -grandes capitales y propietarios de los mayores grupos empresariales- miran hacia otro lado, silbando la canción de "ay qué dolor, qué dolor, qué pena", pero precisando "a mí no me toques, que me irrito". (1)

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(1) Releo el Comentario y entiendo que podrían hacerse muchos matices. La modificación del objetivo del déficit a 5,8% que Rajoy presentó en Bruselas el 2 de marzo de 2012 la entiendo como correcta, a despecho de lo que puedan opinar los representantes de los intereses alemanes o franceses, mucho mejor situados como exportadores, incluso frente al contraído mercado español.

No comparto, sin embargo, la posición de las grandes empresas acreedoras de las administraciones públicas que se niegan a aceptar una quita sobre sus facturas debidas. Ellas han sido y serán las grandes beneficiadas de la contratación pública y se les deben exigir mayores sacrificios, además (y aquí hay un atractivo campo a explorar) de una cooperación activa en la regeneración del tejido empresarial dañado por la crisis. ¿Dónde fueron a parar los propósitos esgrimidos en aquella reunión con el ex-presidente Zapatero en la que se habló de compromiso para la reactivación? ¿Ha habido cambio de planes del gran capital? ¿No tiene el Ejecutivo de Rajoy capacidad de interlocución con esos ejecutivos pluri-millonarios que siguen sonriendo cuando nos cuentan algo por la tele?

No habrá paz para los ingenuos

Si alguien albergaba alguna duda acerca de una Europa de dos velocidades, es decir, de dos categorías, los representantes gubernamentales de doce países menores la han volatilizado. Fue el 20 de febrero de 2012.

Al dictado de Italia y el Reino Unido que, por supuesto, son también firmantes, esos doce Gobiernos en estado de pánico -algunos, procedentes de los últimos atriles de los tutti- han dirigido una carta lacrimógena a la dirección de la orquesta europea, quejándose con la boca pequeña, al tiempo que emitiendo sonoros aplausos, de la desmedida interpretación de la poderosa coalición franco-alemana.

Para salvar algunos de sus muebles del cuartucho de los trastos, en donde los tienen recogidos, solicitan también, con un respeto que huele a exacerbado, ciertos cambios menores en esa la ópera bufo.dramática que todos están interpretando, con gran éxito, al decir de los tiburones y cocodrilos económicos que ocupan los palcos principales del teatro.  Su título (aún provisional) es: "No tenemos ni idea de lo que pasa, pero duele mucho", con libreto y partitura de las agencias de crédito norteamericanas.

Ciertamente, las frases del documento difundido rebelan unas formas exquisitas, una delicadeza encomiable, adecuada para expresar trivialidades presentadas como "propuestas" que, al tiempo que dejan clara la intención de mantener la fiel sumisión ante los principios del liberalismo económico, sirven también para reflejar, a quien quiera entenderlo -es una "carta abierta", es decir, va destinada a nosotros, los de a pié-, su manifiesto apoyo a lo  que venga prescrito por la autoridad superior, sea lo que sea.

Tomemos como ejemplo esta expresión: "Debemos restablecer la confianza, entre ciudadanos, empresas y mercados financieros, en la capacidad de Europa para crecer de forma firme y sostenible".

El análisis lógico-gramatical de esta frase pone de manifiesto: 1) que los firmantes no tienen el poder, por lo que utilizan la licencia de integrarse en el grupo de dirección, utilizando la primera persona del plural en su escrito; 2) su visión de que las cosas irán a peor y que sus países se verán aún más afectados, pero que no saben qué hacer (puesto que hay que suponer que ya lo estarían haciendo); 3) el reconocimiento de que nadie, ni ellos mismos, se está creyendo que Europa tenga capacidad para crecer, y de que, por tanto, la pérdida de confianza que se tiene hacia ella, está bien fundamentada; 4) la ausencia de fórmulas, ideas y medidas para restablecer esa confianza, ni siquiera entre sus propios ciudadanos y empresas, ya que no deberían ignorar que el poder real de la Unión Europea es mínimo; 5) ergo, la imposibilidad de crecer de forma ni firme ni sostenible -por supuesto, tampoco "ni débil ni precaria"- y de que no hay más remedio que proclamar urbi et orbe que estamos en franca recesión, al estilo del malhadado capitán del Crucero Aquile Lauro.

Tampoco hay que preocuparse en exceso. Siempre se podrá uno preguntar: si quienes nos dirigen no saben qué es lo que hay que hacer crecer ¿por qué obsesionarse en busca de una salida?; quedémosnos donde estamos; y si no se nos explica qué significa esa forma de desarrollarse "firme y sostenible" (tiene un aire de equivalencia a aquello de "la mirada clara y lejos"), ¿por qué moverse?; disfrutemos en lo que hay, bajo el motto "sálvese quien pueda".

Por suerte, los habitantes de esos doce países cuyos líderes se encuentran preocupados, debemos dar por seguro de que a los alemanes -y por ende, a los franceses- se les ocurrirá algo; puede que ya estén en ello: ¿la invasión de China con su alta tecnología?; ¿la expulsión de los griegos del territorio europeo como apestados, expoliando sus museos y ridiculizando su cultura y buen carácter?; ¿la venta de las empresas de la Europa cañí a los inversores norteamericanos en lucidas smart box distribuídas en comercios de todo a cien?

Nos recogerán y nos llevarán a las duchas

Hace varios años, se contaba más que ahora un chiste cruel (que son los que dan más risa a quienes no se ven representados) en el que un monitor de paracaidismo ilustraba a los reclutas, obviamente algo inquietos ante su primer salto real, que no había razón para tener miedo.

"Todo está controlado. Cuando dejéis el avión, esperáis unos segundos y tiráis de esta primera anilla, la de la derecha, y el paracaídas se abrirá. Si no se abre, lo que es absolutamente improbable, tiráis de esta segunda anilla, a la izquierda, y se abrirá de inmediato el paracaídas de seguridad. Seguís cayendo, y cuando lleguéis al suelo, los camiones os estarán esperando, subís y nos vamos todos a las duchas".

Quiso la mala suerte del recluta López que no se le abriera el paracaídas principal. Lleno de confianza, echó mano de la segunda anilla, pero el de emergencia tampoco se abrió. Con fe ciega en sus mandos, razonaba, mientras bajaba al suelo en caída libre: "Bueno, la primera parte no funcionó. Pero al llegar al suelo, los camiones nos recogerán y nos llevarán a las duchas".

Siento tener que decir que las medidas económicas con pretendida repercusión laboral (en este momento, no necesitamos otras) que el gobierno del Partido Popular está implementando y, más en particular, la forma de presentarlas, me recuerdan la plática del sargento en el chiste de marras.

Faltan, para hacer completo el dibujo, las voces de otros monitores y paracaidistas  -digamos, para facilitar la exégesis, que se trata de los expertos en las agencias de valoración con sus propios intereses y los de sus clientes, líderes de otros países de la UE en su propia campaña electoral, empresarios con la preocupación puesta en volver a hacer rentables sus negocios, sindicatos con miedo a que se les acaba la cuerda que se irá a hacer compañía a sus ideas, partidos de la oposición restañando las heridas de las mordeduras ajenas y las propias, etc. , - que mientras el recluta López cae (la economía española), se concentran en repetir, vociferantes, según les vaya: "todo va bien, va muy bien, solo que hay que apretar un poco más" o "así no, no es así, no, es hacia el otro lado", y por si acaso, con más estrépito, "es eso, pero no es exactamente eso, que hay que matizar".

Entre los que aconsejan bajar impuestos, recortar salarios y privatizar lo público, para que la economía se levante de su postración y los que piden que se aumenten impuestos, se mantenga los salarios y se activen las inversiones públicas, con ese mismo objetivo, están los que manejan combinaciones de todas esas medidas  y otras parecidas, según les parezca mejor para curarse de lo suyo.

Me da en la nariz que, premios Nobel incluídos, nadie está totalmente seguro de cómo funcionarán los paracaídas, pero lo que no admite réplica es que de nada servirá que estén los camiones en su sitio, si es que nos damos contra el suelo sin coraza, porque no hará falta que nos lleven a ducharnos para quitarnos el polvo de la caída.

Propongo otra historieta. Si estamos de viaje por tierras desconocidas, y se nos ha quedado encallado el vehículo en un inesperado barrizal, en lugar de esperar a que deje de llover y el terreno se seque, trataremos de meter bajo las ruedas unos tablones y empujaremos con todas las fuerzas, y si no lo conseguimos solos, pediremos ayuda a los vecinos de las casas próximas, sugiriéndoles incluso -o se les ocurrirá a ellos- que se ayuden de un tractor o un animal de tiro que tengan a la mano.

Por cierto: si no se contentan solo con que les demos las gracias, podemos ahondar en los bolsillos para entregarles unas monedas con que se tomen un vino o un café a nuestra salud, cuando consigamos salir. Arrieros somos y en otro barrizal nos encontraremos, ¿no? ¿no estamos en un mundo global, o era solo una añagaza?

Productos de la imitación

Nos movemos o mueven entre falsedades, y nuestro comportamiento, de manera generalmente inconsciente, se ha acomodado a esa situación, adulterando hábitos, juicios de valor y resultados.

Los casos de falsedad ajenos descubiertos nos sorprenden poco -aunque no dejemos de expresar aparatosamente, y por tanto de manera falsaria, que nos desagradan-, porque los situamos junto a los que conocemos mejor, que son los propios.

Voy a referirme a unos ejemplos concretos, de los muchos que podemos encontrar, sin esfuerzo, y trataré de ayudar a extraer algunas consecuencias generales.

1. La imitación de obras de arte. ¿Cuánta distancia estamos dispuestos a conceder desde la copia fidedigna a la reinterpretación creativa, y en qué lugar situaremos la fotocopia ilustrada, el pastiche de almanaque, el borrón coloreado producido en una clase de pintura de todo a cien? No depende de los niveles adquisitivos y me temo que ni siquiera culturales: decir que una obra es artística porque cada uno es libre de considerarla así nos ha llevado -tenemos ahora en Madrid un magnífico ejemplo-a la degradación del arte, a la muerte de la creatividad ante el cuchillo de la majadería.

2. Los pechos de silicona. He visto hace unos días un programa en el que varias señoras, provenientes del mundo del espectáculo social, expresaban su preocupación -real o inventada, a saber- por unos implantes mamarios que, de forma externamente evidente, llevaban incorporados a sus cuerpos. No traigo el caso aquí porque quiera ridiculizar su desgracia (pobre de mí) sino por los argumentos que esgrimían algunas para justificar una operación de hipotético embellecimiento: se había hecho incrustar unas bolsas porque el guión se lo pedía. Un especialista en esas cosas explicaba, me pareció que con crueldad y ensañamiento verbal, lo que sucedería si estallaban esos productos artificiales en los afectados pechos, incorporando al lenguaje inclusive unas cucharas recolectoras de espuma adulterada y unos guantes pringosos.

3. Copias de artículos de alta calidad. Cada poco tiempo se confisca uno o cientos o miles de contenedores con productos de imitación de marcas procedentes de algún país asiático. Y se destruyen, se trituran o incineran (bueno: algunos creo haber leído que van a parar de estrangis a casas particulares). He podido oir a algún oficial de aduanas que, en muchos casos, le apena la masiva destrucción, porque las piezas son de muy buena calidad y lo único que les falta es no ser auténticas. A mí, y supongo que no soy el único, también, porque entiendo que el tiempo empleado, los materiales y la utilidad que prestarían, son o serían verdaderos.

4. Billetes y bonos falsos. En enero de 2012 la policía italiana anunció haber incautado bonos trucados del Tesoro norteameticano con presunto valor por importe de 6 billones de dólares (en otras noticias, 6.000 billones); se aclaraba que, de haber sido verdaderos, resultarían superiores a la deuda exterior de Italia y al PIB de la mayor parte de los países del mundo. Circulan por ahí (o sea, también por aquí), según cuentan, millones de euros falsificados, que nos pasamos de mano en mano, como la falsa moneda que son. Es inútil preguntarse qué parte de la economía real (ya no digamos de la sumergida) la estamos pagando con billetes falsos. Podíamos incluso razonar que también es falsa una parte no despreciable de la autenticada economía real, pero no hace falta hilar tan fino. Todos los días nos estallan en las manos bolsas de la silicona económica que nos han implantado por ajenas conveniencias, puesto que hace tiempo los que mandan aquí nos han impuesto que todos los papeles monetarios, los que admitimos como verdaderos, no tienen respaldo en valores reales, ...es decir, son falsos.

5. Currícula inventados. Hoy será un presidente de Alemania atrapado en unos viajes de placer que se hizo pagar con las penosas aportaciones ajenas al erario público, o un secretario de Estado aficionado a la medicina especulativa que se cae con su equipo de diplomas trucados, o un exvicepresidente de no se qué partido que se autoconcedió laureles por haber estado de visitante en cualquier Universidad; ayer fue el caso de un empresario de mentirijillas que esgrimió poseer un código ético inquebrantable para engañar a cuantos incautos se creyeron a pies juntillas que había chicha en sus pomposos anuncios de que tenía la piedra filosofal para la generación masiva de riqueza...Todos ellos -los que ya han salido a la luz y los que se mueven en las tibieblas- han contribuído, con sus aportaciones verdaderas, a hacer más falso el escenario real donde nos cocemos nuestras carnes en sus salsas. 

Valor de las estrategias optimistas en la feria de las vanidades

La frase podía ser atribuída a Perogrullo, pero está recogida en el libro La fuerza del optimismo, de Luis Rojas Marcos: "El ingrediente del optimismo más eficaz en los momentos difíciles es la esperanza".

Nada que objetar. Es cierto que, si la situación problemática tiene solución, añadir el ingrediente de la ilusión, ayuda, da nuevas fuerzas, para encontrar la vía de escape. Por eso, en los momentos de desánimo, ahí cuando la vida nos golpea, tener la oportunidad de reclinar la cabeza en un hombro amigo, nos conviene. Incluso en nuestro día a día, hay personas que nos levantan el ánimo, contagiándonos de su alegría (o, más normalmente, despertando en nosotros sentimientos de amor, deseo, admiración, con similares efectos terapéuticos).

En las situaciones de crisis generalizada, sin embargo, esas soluciones individuales no sirven. Aunque hay algún ejemplo en la cinematografía y en la literatura, de superación personal de una situación terrible, los ejemplos reales conducen más bien a admitir que la vía de escape habitual para el individuo sometido a sus límites es la puerta de la locura. (1)

Perogrullo, guiado por el ingenio de Francisco de Quevedo, realiza unas cuantas profecías, en "Los sueños" (en la parte llamada La visita de los chistes), de las que una de las menos conocidas es ésta: "y si quisiere primero/las pérdidas remediar,/lo hará solo con echar/la soga tras el caldero. (2)

No se debe interpretar la perogrullada asimilándola a la expresión "de perdidos al río", sino a la incuestionable evidencia de que, si falta el herramental básico, de nada sirve disponer de lo accesorio.

Es decir, que en lugar de mantenerse asomados al brocal del pozo en el que nos ha caído el caldero, lo que procede es ponerse a buscar o fabricar otro caldero. Podemos guardar la soga, por si acaso, pero no nos servirá, por sí sola, para sacar agua: lo fundamental es el caldero.

Las medidas adoptadas por el Partido Popular para la hipotética recuperación económica, las veo más centradas en el robustecimiento de la soga que en la fabricación de calderos nuevos. Me dan ganas de escribir otras interpretaciones a este Comentario, aunque el lector sacará las suyas y, seguro, que no tendrán desperdicio.

 

(1) Pienso en La vida es bella, la película de Roberto Benigni, basada en la novela de Rubino R. Salmoni, "En el final, derroté a Hitler", pero me viene simultáneamente al recuerdo El niño con el pijama a rayas (John Boyne).

(2) La continuación tampoco es manca: "Y en estos tiempos que ensarto/veréis, ¡maravilla extraña!,/que se desempeña España/solamente con un cuarto."

Historias de tigres y gacelas (y 8)

Historias de tigres y gacelas (y 8)

"Vivimos en un mundo en que nada es real, pero todo es posible", fue el mensaje mágico de Giovanni Xueref, Presidente de Hello Kitty Magic, cuya profesión principal es la de ilusionista.

La conclusión, que el conferenciante extrajo al final de su charla, después de haber quemado una servilleta de papel que se convirtió, en sus manos, por auténtico arte de birlibirloque, en un billete de 50 euros, podía ser firmada por las prestigiosas escuelas de negocios. Sirvió, desde luego, para ilustrar perfectamente lo efímero y sutil de las "claves del éxito" que eran perseguidas, como objeto de seducción, por la provocadora Jornada que he pretendido glosar en estos Comentarios.

Como sucede siempre después de haber visto una buena película de ciencia ficción, al espectador le cuesta volver a la realidad, y necesita que el aire frío de la noche le dé en la cara, para reconocerse otra vez.

Las hienas, según uno de los reportajes, supongo que básicamente novelados, con las que los cámaras desplazados a las llanuras de Africa nos ilustran de los comportamientos animales, utilizan tres técnicas diferentes para atrapar a sus presas:

1. Agotar a la víctima, turnándose sucesivamente, por tramos. No importa que las primeras no tengan éxito, porque, cuando el objetivo, exhausto, crea haber alcanzado la libertad, se encontrará con un miembro de la jauría que le cortará el paso, definitivamente. Los fracasos de las anteriores se convertirán en éxito del conjunto. ¿Cuántas empresas de éxito se han construído sobre el fracaso de otras?. No hay más que entender cómo las crisis obligan a la venta de activos, aún perfectamente válidos, pero depreciados por la coyuntura, de la que se aprovechan quienes mantienen su liquidez.

2. Llevar a la víctima a un lugar del que no tiene escapatoria, actuando en ordenado tropel, conduciéndola hasta un sitio en el que no le quedará otro remedio que enfrentarse a su destino terminal. ¿Cuántas empresas no se han visto abocadas al cierre, por causa de la consistente bajada de los precios por parte de quienes tienen capacidad para resistir económicamente, hasta que eliminan la competencia de los pequeños comercios, de los autónomos, de los independientes?. La actuación en solitario, debilita las fuerzas y nos expone a los peligros de las empresas grandes, de las corporaciones multinacionales, siempre atentas a absorber a quienes les pueden hacer la competencia, aniquilando o incorporando a sus estructuras -antes de que crezcan más- a los emprendedores e investigadores con éxito incipiente.

3. Avanzar en abanico, ocupando todo el espacio de posible huída de la víctima, de forma que, cuando ésta crea encontrar una salida lateral, se hallará con uno de los miembros de la jauría, que la abatirá, en benficio de todos. ¿Por qué no construir un modelo de éxito a base de generar interacciones entre las empresas de un sector, actuando de forma complementaria, en lugar de tratar de competir en campo abierto, de manera individual?. Las experiencias de grupos de empresas que se coordinan para cubrir entre todas, de forma competitiva, un sector o alcanzar la perfección en una gama de productos, ya no son idea de gabinete. Se trata, en fin, de que cada una se especialice en la fabricación, con las tecnologías más avanzadas y los menores costes, de uno o varios de los elementos que se integrarán en el ensamblaje final.

Cuando salí a la calle para dirigirme al metro, con el cerebro estimulado por las ideas de brillantes conferenciantes que nos habían contado sus propias experiencias y propuestas, recordé una de las frases de Alvaro Uribe, ex-presidente de Colombia, en su alocución de apertura del Congreso: "Bogotá llora, pero no se rinde".

Fue su propuesta, después de un encuentro con periodistas y familiares de las víctimas, cuando se le exigía, a raiz de la explosión de un coche (carro) bomba en el Club El Nogal, la modificación de su estrategia de firmeza ante los desestabilizadores.

Uribe, en su cálida disertación, adornada con el verbo fluido de un español perfecto, expuso otras razones para explicar su política, que "había dejado semillas, aunque no un Paraíso" (en sus palabras: "derramar impuestos a los mayores patrimonios", "generar múltiples iniciativas a la inversión", "introducir estímulos generales y sectoriales, aunque vinculados -atados- a la inversión", "promover un sindicalismo de participación", "conseguir que todo bachiller tenga conocimiento vocacional para que pueda graduarse como tecnólogo",...).

Tal vez hubiera sido más conveniente empezar en ese momento el debate y la participación. Y apenas había transcurrido media hora del comienzo de aquel 8 de febrero de 2012.

Historias de tigres y gacelas (7)

Historias de tigres y gacelas (7)

Nuestra suerte, que es el único brote verde (todavía) en medio de la desgracia de encontrarnos en una crisis que aún no estamos seguros de cómo ha aparecido entre nosotros, la expresó con rotundidad Percival Manglano, Consejero de Economía y Hacienda en la Comunidad de Madrid: "Aznar marcó las claves en circunstancias muy similares a las que vivimos hoy", por lo que saldremos de ésta.

Claro que la fórmula se asemeja bastante al bálsamo de Fierabrás: "De las crisis se sale con un tejido empresarial fuerte", al que hay que añadir "innovación, trabajo duro y austeridad". También cuenta Manglano con un "recurso inagotable" del que disponen, sensu estricto, los emprendedores, que aportan "la capacidad de ingenio humano".

Y por si no bastara, se refirió a dos impulsos autonómicos -dentro de lo ya anunciado por Esperanza Aguirre en su disertación previa-: a "La ley de dinamización del comercio minorista", se añade, según Manglano, "una segunda pata: la liberalización de los horarios comerciales". Y para que no quepa duda alguna de por dónde discurren las soluciones del actual Gobierno, estas medidas son el contrapunto al "fracaso de los modelos socialistas intervencionistas".

Tengo ahora que confesar que, si el debate prometido hubiera sido tal, hubiera aportado mis ideas acerca de la necesidad de fijar algunos sectores preferentes para el desarrollo, y esa delicada cuestión, a nivel de un país intermedio, como no me cansaré de decir que así veo a España, ha de ser orientada desde la Administración pública, como parte de un imprescindible modelo colectivo.

No hubo debate, porque cuando Campo Vidal, en los diez minutos que, al parecer, se habían destinado al intercambio de ideas, pidió intervenciones desde el público (más de mil personas, creo haber escrito ya), nadie levantó la mano. No importó al moderador, que reconoció tener "cientos de preguntas" para los intervinientes, si bien, revisando mis notas, no dejé constancia en ellas de ninguna aportación especial.

Es hora tal vez de expresar, aunque me ocupará otro Comentario, que, en mi modesta opinión, de empresario y consultor, la solución al panorama no vendrá tanto de tigres, monos, hormigas o ratones (Paloma Cabello, tomando el ejemplo del atrapa-ratones, había propuesto darle la vuelta al adminículo y preguntarse "¿cuánta gente quiere ratones muertos y está dispuesta a pagar por ellos?", abriendo así la frontera hacia la fauna digital, representada por el mouse que está hoy en todos los escritorios).

Para mí, la tarea es conseguir trabajar en jauría, como las hienas, utilizando varias estrategias de cerco a la presa, y adaptándolas al medio y al objetivo. También podría servir, siguiendo con los ejemplos animales, la estrategia de los ñúes, para acercarse a los escasos abrevaderos, en tierra de depredadores, esperando el momento en que las cebras también se acerquen a beber y, confiar que, entre tantos necesitados, al haber más oídos y ojos atentos en avistar los peligros, las posibilidades de supervivencia se acrecienten.

(continuará)

 

Historias de tigres y gacelas (6)

Historias de tigres y gacelas (6)

Mi interés en asistir a la Jornada "Emprender y crecer en tiempos difíciles" no estaba movido por escuchar a los ponentes a los que conocía -casi todos son habituales de este tipo de eventos, y su discurso resulta más o menos conocido-, sino en atender a las propuestas de los inéditos.

En especial, me interesaba atender a la relación de "Oportunidades de negocio" que pudieran ofrecerse en la única mesa redonda prevista en el Congreso, y que moderaría Campo Vidal y, participar en el debate si fuera el caso.

Pero se trató de una presentación similar a las anteriores del día, siendo tal vez la única diferencia formal que fueron más cortas, salvo la de Alejandro Zunzunegui, socio de Montes y Asociados, que nos habló de las hormigas y de los ángeles.

"Emprendedores y hormigas tenemos mucho en común", anunció, antes de presentar varias opciones de deficinición para los business angels, desde la versión 1.0 hasta la 3.0, para llegar a la versión libre que lamento no haber entendido. Sí creí entender que la principal afinidad entre emprendedores y hormigas es que, cuando vemos uno de esos trabajadores animalitos carretando afanosamente una hoja en el bosque, son muchos -el propio Zunzunegui, por lo que confesó, entre ellos- los que tienen el deseo irrefrenable de aplastarlo con el pie.

Me quedo, ya que no con oportunidades clares para emprender, con la idea de que "hay dinero; solo está complicado que te lo den" y que, como decía a su hija el genial emprendedor, que tanto nos hace reir todavía, Charles Chaplin, a su hija -supongo que la admirada Geraldine- "lo que importa no es el talento, porque hay mucho; lo importante es trabajar", que seguro que es punto de coincidencia en el anhelo de, por lo menos, más de 5 millones de personas en España en febrero de 2012.

Paloma Cabello, presidenta de Sujet Mutin Partners Co., se sentía "como el telonero de los Rollings" y, con esa y otras observaciones nos hizo reir. Ella, que "está invertida en tres start-ups y participa en 14 más", fue la única que contestó a la pregunta implícita en el programa, ya al final. "En todos y cada uno de los sectores", respondió, después de unos momentos de suspense.

Jordi Robert-Ribes, analista financiero internacional -que es ocupación, sin duda, de intensa actividad en estos tiempos- comenzó su corta disertación (se comprometió a condensarla en diez minutos) con una cuestión que enlazaba con el reto de Cabello: "¿Por qué no vemos las oportunidades?".

Por fortuna, apenas si nos dejó un minuto convivir con la duda: "Tenemos un modelo antiguo de cerebro" y, para demostrar nuestra obsolescencia, nos mostró un vídeo en el que aparecía un mono colega de los de El planeta de los simios- , varios jugadores humanos de pelota y una cortina. "Las oportunidades están en la intersección", afirmó, de ya algo más concreta, sobre todo, para los amantes del álgebra de conjuntos.

Robert-Ribes, de forma algo sorprendente para mí, se justificó como "soy ingeniero, pero me estoy recuperando", aunque se congració conmigo cuando alabó, instantes después, el trabajo de Valnalón, que dirigió hasta hace nada, en que lo jubilaron, José Manuel Perez Díaz, Pericles, allá en la cuenca asturiana y donde "enseñan a los niños, a partir de los siete años, a crear cooperativas"...aunque lo difícil, en Asturias como en todos los sitios, es saber qué hacer con ellas cuando se van al garete.

(continuará)