Desenmascarados
Rápidamente se han quitado del escenario los decorados que han servido para la representación de esa obrita improvisada que pretendía difundir un mensaje de solidaridad internacional, con términos en los que se mezclaban las amenazas de la bruja del calentamiento global con la bondad acaramelada del desarrollo sostenible y la protección ambiental.
Se ha perdido el eco de los aplausos que se iniciaban desde el patio de butacas, los palcos y plateas, y que eran coreados, con desigual entusiasmo, por los demás espectadores-protagonistas que asistían a la performance, sin haber sido advertidos que podían formar parte del menú. Ya no se acuerda nadie de porqué estamos aquí, preocupados ahora únicamente -han sonado las alarmas- por encontrar la forma de salir de lo que se ha convertido en una encerrona, a la búsqueda desesperada de las salidas de emergencia.
En este momento del sálvese quién pueda, los españoles estamos situados en el peor lugar, que es el escenario. La gran capacidad para el drama de nuestra idiosincrasia ha sido puesta de manifiesto, una vez más, y tan pronto como nos pareció que podía ser el momento para empezar una nueva representación en la que lo typical spanish pudiera ser protagonista, nuestra voluntad colectiva surgió, implacable, demostrando un sentido de la inoportunidad histórico.
Que el pueblo español creyera, hasta el punto de otorgarle manos libres, que un partido de la derecha heterogénea fuera capaz de sacarlo de una crisis -que ya estaba planteada con suficiente crudeza-, con un programa lleno de vaguedades en el que solo podía deducirse una promesa imposible de no tocar nada de nada, es una muestra de su gran ingenuidad intrínseca, -constitucional, en fin- que no aprende de la Historia más que lo que le subrayan con lápiz rojo, y eso, si le han hecho la advertencia complementaria de que caerá en el examen.
Que el partido de la derecha heterogénea, una vez aupado en el Gobierno, y sin fijarse en otros movimientos de poder que se estaban perfilando en Europa y consolidando en el resto del mundo, anunciara, antes de haber mirado siquiera los papeles que estaban sobre la mesa, que todo estaba mucho peor de lo que nadie hubiera podido imaginar, y que se dedicara a hurgar en la basura, con aires de Pepito Grillo, aireando con gritos de gallina ponedora cada pedazo de mierda que encontraba en los cajones, proclamando urbi et orbe que el país tenía remiendos y rotos allí donde se había jactado que disponíamos de paño fino, es una muestra evidente de la falta de visión para valorar las consecuencias totales de las propias acciones.
Que, colapsado en su actividad, desorientado y falto de fuelle, este país deba acudir a los mercados financieros para pagar los intereses de los créditos que se le habían concedido cuando se creyó que el futuro era espléndido, y que tenga que pagar los nuevos préstamos a intereses cercanos al 10%, cuando los países más ricos del club encuentran el dinero que quieran, y más, al 1%, no es más que la demostración evidente de que, en este mundo de egoísmos e individualidades, trasladados a nivel de Estado, se cumple el cuento del pollito a la perfección.
"Si estás en una granja, no salgas; si sales, no te alejes; si te alejas, ojalá tengas suerte; si tienes suerte, disfruta del momento, pero no la píes; y si la pías, ojalá tengas una muerte rápida". Porque zorros y lobos acechan sin descanso.
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Albert -