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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Las cosas no son fáciles: ¿y qué más?

El presidente de Gobierno de España, Mariano Rajoy, en una declaración a pie de calle, después de inaugurar en Cádiz la Cumbre Iberoamericana el 29 de febrero de 2012, ha resumido en titulares su credo político: "Yo le pido a todos los españoles que entiendan que las cosas no son fáciles, que tendremos que hacer esfuerzos, pero que tengan la total y absoluta certeza de que de esta situación vamos a salir."

La frase ha tenido eco en los medios y ha sido objeto de múltiples comentarios, aunque a mí, en realidad, me parece absolutamente vacua. Los españoles somos quienes advertimos la necesidad de trasladar al Ejecutivo que "debe entender que las cosas no son fáciles", al observar, con preocupación ya imparable, que los recortes presupuestarios se han convertido en una tenaza más sobre la disminuída actividad económica, y el dinero ha dejado de circular por nuestros canales de reparto de trabajo y generación de emprendimientos.

Me gustaría, ante todo, llamar la atención del lector sobre el empleo de los pronombres personales, tiempos y modos verbales en la alocución de Rajoy. Habla en primera persona, poniendo énfasis, por tanto, en su credibilidad y conocimiento directo; inicialmente, al emplear el singular para referirse al sujeto de su petición, parece estar dirigiéndose a un solo interlocutor (porque, en otro caso, diría "les" y no "le"). La hipótesis resulta, sin embargo, inmediatamente desmentida porque se precisa que el mensaje va dirigido a "todos los españoles".

Podría creerse que en ese "todos" está incluído el propio Rajoy, pero no es así. Confirmando que se encuentra al margen del concepto expresado (dejándonos ignorantes de si lo hace por superioridad cognoscitiva, sublimación o por éxtasis), les solicita que "entiendan que las cosas no son fáciles".

Y aquí surge nuestra sorpresa central semántico-práctica. No puede estar pensando el presidente español en que los españoles lo estén pasando bien con esta crisis que va camino de generar seis millones de desempleados y colocar la credibilidad patria a nivel del "bono basura" (me parece morbosa la combinación de ambas palabras, y me pregunto cuál de las dos adjetiva a la otra). Luego deduzco, absorto, que es el Gobierno quien para nuestro Presidente lo está pasando mal, y para el que éste nos pide a los demás españoles, excluído el propio Rajoy, que entendamos su desvalida situación sicológica.

Me tranquiliza algo percatarme a continuación de que nuestro Presidente se coloca al lado de los que tendrán que hacer esfuerzos ("todos" los españoles, ya que no puedo aceptar que sea solo el Gobierno el que se apriete el cinturón o las entrañas).

Y a partir de ahí, ya me pierdo, viendo diluído el mensaje entre los demás tiempos y personas verbales: ¿somos todos los españoles, menos Rajoy, convertido en incrédulo de su propio mensaje, quienes debemos tener "la certeza" de salir de esta situación? ¿A qué situación se refiere, en concreto? ¿Saldremos -en el futuro impreciso- o "vamos a salir" -en ese presente activo, que refleja inmediatez y fortaleza de ánimos-, pero que contradice la realidad que se constata en la calle?

Abrumado por el análisis, vuelvo a la realidad: El Ejecutivo se empeña en recortar el gasto, pero no sabe aún, aunque supongo que desea, incluso fervientemente, cómo generar actividad. Apela, por tanto, a la fe (que, como se sabe, es creer lo que no vemos y, para los escépticos, tener por existente lo que solo deseamos que exista) y a la confianza ciega (que, para los experimentados, es preludio de próximo batacazo contra la desmedida especulación del capital incontrolado).

Y mientras los ciudadanos sin capacidad de decisión (ni siquiera del propio gasto, pues ignoramos lo que va a pasar mañano) sufren/sufrimos los efectos de la desorientación de los poderes político-económicos -y añado por mi cuenta, sociales, los que tienen los medios -grandes capitales y propietarios de los mayores grupos empresariales- miran hacia otro lado, silbando la canción de "ay qué dolor, qué dolor, qué pena", pero precisando "a mí no me toques, que me irrito". (1)

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(1) Releo el Comentario y entiendo que podrían hacerse muchos matices. La modificación del objetivo del déficit a 5,8% que Rajoy presentó en Bruselas el 2 de marzo de 2012 la entiendo como correcta, a despecho de lo que puedan opinar los representantes de los intereses alemanes o franceses, mucho mejor situados como exportadores, incluso frente al contraído mercado español.

No comparto, sin embargo, la posición de las grandes empresas acreedoras de las administraciones públicas que se niegan a aceptar una quita sobre sus facturas debidas. Ellas han sido y serán las grandes beneficiadas de la contratación pública y se les deben exigir mayores sacrificios, además (y aquí hay un atractivo campo a explorar) de una cooperación activa en la regeneración del tejido empresarial dañado por la crisis. ¿Dónde fueron a parar los propósitos esgrimidos en aquella reunión con el ex-presidente Zapatero en la que se habló de compromiso para la reactivación? ¿Ha habido cambio de planes del gran capital? ¿No tiene el Ejecutivo de Rajoy capacidad de interlocución con esos ejecutivos pluri-millonarios que siguen sonriendo cuando nos cuentan algo por la tele?

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