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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Economía

Historias de tigres y gacelas (5)

Historias de tigres y gacelas (5)

Entre las historias de éxito y claves para lograrlo que se contaron en el auditorio de la Mutua Madrileña el 8 de febrero de 2012, no faltaron momentos de humor, tanto voluntarios como inconscientes.

Uno de los mejores momentos, casi al inicio del acto, lo protagonizó la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, al citar, en su disertación, dos ejemplos empresariales que más bien parecieron una mención publicitaria, pues se trataba, -junto a la empresa del el cátering ofrecido por el monofacético Arturo Fernández, presidente de la Confederación Empresarial de Madrid-, de quienes habían contribuído a la formación de las colas de las pausas gastronómicas: La cerveza La Cibeles "convertida en algo exclusivo" y la "pequeña taberna fundada en 1873, qe ahora da empleo a más de 300 personas y tiene más de 20 establecimientos, Viena Capellanes".

En la clausura, el ex-Presidente de Gobierno José María Aznar, aupándose sobre el error de su antecesor en el discurso, el panegirista Arturo Fernández, que se había referido -leyendo sus cuartillas- al ex-presidente de Colombia, Alvaro Uribe, como si estuviera presente en esta parte ("me han dicho que iba a estar, pero ahora veo que no está"), contó, como si se tratara de un hecho real, uno de los chascarrillos con los que se pretendía vituperar la cortedad intelectual de otro ex-Presidente Leonidas Breznev, "incapaz de improvisar más de dos palabras seguidas".

Aznar arrancó risas, y hasta aplausos, al recordar a Breznev leyendo sus cuartillas con ocasión de la inauguración de los juegos olímpicos de Moscú, y leer como "o-o-o-o-o" los cinco aros olímpicos de la primera cuartilla que le habían preparado, antes de las menciones protocolarias". 

Sonrisas también surgieron del auditorio cuando Campo Vidal presentó el cálculo derivado de la exagerada (cabe suponer) mención de la Directora General de Starcbuks en España, Beatriz Navarro, a la recompensa de 50 céntimos por taza servida que se le había concedido al empleado que había inventado el frapuchino. Utilizando los datos que ella misma acababa de dar, y suponiendo que el 10% de los cafés servidos en las 17.000 tiendas de la compañía eran frapuchinos, llegaba a la cifra de 10 millones de dólares/día ingresados por el feliz copista, sin omitir la referencia a que los italianos, como inventores del modelo base, el prestigioso capuccino, podrían reclamar "derechos de autor" y salvar así, probablemente, la crisis italiana.

(continuará)

Historias de tigres y gacelas (4)

Historias de tigres y gacelas (4)

Dentro de la sección "Profesionales con marca propia" del IV Congreso Internacional de Excelencia, al que vengo dedicando ya varios Comentarios en este blog, intervino Luis Huete, profesor del IESE, que nos ofreció una especie de decálogo -no se si para triunfar en la vida o para llegar a ser docente en un Instituto de Empresa. ("El máster que hice en el IESE fue un antes y un después", expresó el conferenciante, de forma incuestionablemente publicitaria).

Los diez mandamientos de Huete, expuestos de forma esquemática, son: 1) Combinar ganas (80%) e inteligencia (20%); 2) cuidar la alimentación y la salud; 3) No estar preocupado por los recursos propios; 4) elegir un buen mentor; 5) saber sintetizar; 6) dedicarse a actividades que se retroalimenten; 7) no ser arrogante ("la arrogancia y la ignorancia hacen mal cóctel"); 8) reinventarse cada 7 años; 9) trabajar el subconsciente, ...por ejemplo, con asistencia anual a seminarios; 10) practicar la estrategia pull y no la push.

Estos diez mandamientos podrían resumirse en uno solo: "be the solution", y su fórmula filosofal la aplica Huete a dos colectivos concretos; los empresarios deberían pensar más en temas sociales, y las ongs deberían preocuparse de ser más empresariales. Campo Vidal, en su papel de extraer titulares después de cada intervención, añadió un tercer componente al cóctel maléfico: "arrogancia, ignorancia y vagancia" conducen al desastre.

Era evidente en aquellos momentos de la mañana del 8 de febrero de 2012 que, de existir culpa de una situación complicada, el prügelknabe (1) iba a estar entre el auditorio.

 

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(1) Prügelknabe es la expresión alemana para designar al cabeza de turco, es decir, al buco emisario, al niño recogetortas de las escuelas.

Esopo tiene una fábula estupenda sobre la importancia del aprendizaje que, como hace tiempo que no se enseña en las escuelas, no me resisto a recoger aqui: " El león, la zorra y el asno formaron una sociedad para cazar. Al final del día, el león pidió al asno que repartiera el botín y, obediente, éste hizo tres partes iguales. Indignado, el león se abalanzó sobre el asno y lo devoró. A continuación, el león solicitó de la zorra que repartiera entre ambos. La zorra hizo un montón con prácticamente toda la caza, dejando solamente unos despojos para el otro, e invitó al león a que escogiera el que más le gustase. El león, encantado, escogió el mayor y le preguntó a la zorra quién le había enseñado a repartir de forma tan acertada: "El asno, señor", dijo la zorra.

Historias de tigres y gacelas (3)

Hay deduccciones en torno a la actual existencia del majestuoso tigre de Bengala que, más que como animal a admirar -con respeto hacia su utilización por el Dr. Alonso Puig como elemento central de su fábula de encantamiento- , lo presentarían como una de las especie en peligro de extinción, y por tanto, digna de compasión.

El mayor enemigo de los tigres no es, por supuesto, la gacela -que, dicho sea de paso, goza de buena salud genética-, sino el hombre. Este último depredador, preocupado recientemente por la pérdida de un animal tan bello y que le había proporcionado inevaluables momentos de poder, curaciones y hasta placer sexual, promocionó el "Proyecto Tigre" (equivalente en el ámbito felino a "Madrid Excellence"), y ha conseguido que el Panthera tigris tigris cuente en la actualidad con más de 1.500 ejemplares, varios de ellos, en zoos.

Los conferenciantes que no actuaban en el IV Congreso como ponentes magistrales, recurrieron también, en algún caso, a poner ejemplos de otros animales. El mundo animal es extraordinariamente efectivo para trasladar mensajes directos, porque hemos asociado a casi todos nuestros menos racionales compañeros de viaje alguna virtud o defecto y los utilizamos de forma paradigmática.

El más aplaudido, con distancia, fue José Ramón García González, presidente ejecutivo de Blusens. Lo fue al final -es un tipo muy simpático, con un discurso tecno-paternalista, similar al que le hemos escuchado otras veces- y, curiosamente, también se le aplaudió cuando criticó sin piedad el negocio que realizan otros empresarios: los banqueros.

"Lo que necesita este país es financiación y no tiene fácil solución, mientras los Bancos obtengan dinero que pagamos entre todos al 1% y nos lo presten a los empresarios al 3%". Un negocio redondo, desde luego. Y aún lo matizó mejor: "Lo que ganan los Bancos nos vendría bien para crecer. Porque, además, esa mora no la hemos creado quienes estamos pagando puntualmente nuestros créditos". Blusens ha crecido el 40% en 2011, pero "hemos renunciado al 50% de las ventas por falta de financiación" -espetó García González.

Otra de las intervenciones de éxito de la Jornada -y tuvo muchos momentos estelares- la protagonizó el biólogo (esa es su formación universitaria) Enrique Dans, ejemplo, de construirse a sí mismo un nombre gracias a las urdimbres digitales y, por supuesto, al trabajo personal ("I work because I love this shit", parafraseó, aclarando, incluso, lo que haria si el día tuviera 25 horas: "trabajar una hora más").

No existe otro ejemplo en España de utilización del blog como herramienta de creación de valor para el propio currículum ("Tu currículum está en la red"; "El blog es la herramienta perfecta para tu marca personal"). Dans ofreció, con su ínclito desparpajo, ciertas claves para posicionarse alto en el mundo de lo virtual, que es -la frase me pertenece, como deducirá el lector- el espacio etéreo hacia el que camina, con paso tan firme como probablemente insensato, la humanidad.

Y esta seudoconclusión no nace porque no crea en las posibilidades del blog (yo, como Dans, escribo a diario desde hace años), sino porque tengo dudas de que, a pesar de la teórica difusión que se pueda conseguir de él o con él, -reflejada en las estadísticas a las que este reconocido crítico de la propiedad intelectual ("está pensada para proteger, no a los que crean, sino a los que comercian con los productos creados") dijo que hay que dedicar atención consistente-, las soluciones a lo que nos pasa han de encontrarse en lo que se pueda comer.

La necesidad de comer puede provocar que el comportamiento sociológico de los humanos sea, cada vez más semejante al de los rebaños de ñus en el Serengeti, eternos emigrantes en búsqueda de pastos, atravesando, porque no tienen más remedio, tierras infestadas de leones y otros carnívoros, a los que sirven de alimento.

Lo curioso es que, según los naturalistas, ese comportamiento aparentemente fanático y estúpido, que les lleva a cruzar incluso ríos donde les esperan cocodrilos hambrientos, no es tal: lo importante para la manada de ñus, con millones de ejemplares, es el grupo. El éxito está en la salvación de la inmensa mayoría, que no depende del riesgo de los depredadores, sino de la existencia de pastos.

Así que, desde una perspectiva igualmente pragmática, los ñus también pueden servirnos de ejemplo y, además, tienen la ventaja sicológica de que, como su carne no es tan apetitosa para el hombre, no están en extinción.

(Más información, cada día, en Grandes Documentales, en TV2, a partir de las 16h15)

(continuará)

Historias de tigres y gacelas (2)

Mario Alonso Puig (1) se convierte, cuando habla en público, en un personaje del mundo del espectáculo. Es un actor, un comunicador magnífico, que escenifica teatralmente sus ideas, convirtiendo, de forma natural, sus apariciones en las tribunas en una operación de exterminio para casi todos cuantos le precedan o le continúen, arrancando siempre aplausos encendidos del auditorio.

En el IV Congreso Internacional de Excelencia, Alonso Puig habló de los tigres de Bengala, a los que hizo protagonista de su mensaje: cada historia de éxito, supone haber superado varios fracasos. El poderoso tigre de Bengala, con sus 400 kilos y su portentosa agilidad, solo consigue cazar una gacela roja de cada diez intentos.

No habla el Dr. Alonso Puig para gacelas, evidentemente.

En otro de los vídeos que presentó, como apoyo a su tesis de necesidad de confianza y ansia de superación, volvió al mundo de los animales para mostrar cómo tres individuos de no se qué tribu africana arrebatan un trozo de carne, que cortaron a machete, de un búfalo al que estaba devorando un grupo de leones, que consiguieron ahuyentar, a base de determinación, durante unos minutos de sorpresa. 

No mencionó el Dr. Alonso Puig el gran mérito del cámara, que tomó vistas de leones y hombres, tanto de frente como de espaldas, de cerca como de lejos, y al que debemos suponer una determinación descomunal en su propósito de cubrir como se merecía la escenificación de que el factor sorpresa es arma más útil que los más sofisticados argumentos, como sabemos quienes vivimos diariamente entre animales racionales.

La mente humana no es un cubo vacío al nacer, como pretendía Hume, sino un fuego que hay que encender, defendió Alonso Puig. La depresión y el entusiasmo son igualmente contagiosos, porque "hay neuronas espejo que leen la mirada", y lo que hace insoluble un problema complejo es la propia sensación de impotencia.

"Consulto a mi pasado -expresó, con el ejemplo del padre que se encuentra con la resistencia a obedecer de su hijo de corta edad- y el pasado me dice que no voy a tener éxito y me siento impotente". Pero si se piensa en grande, se estará en la sintonía que mandaba tocar Albert Camus: "En medio del universo descubrió al fin que dentro de mí hay un ser invencible"...

El tigre de Bengala que todos llevamos dentro, atronó la sala, mientras Alonso Puig sonreía, merecidamente satisfecho, devorando su gacela.

Sería injusto no dedicar también algún espacio en estos Comentarios a otras historias de éxito, por lo que pido paciencia a quienes se preguntan en qué consistió exactamente la jornada.

(continuará)

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(1) Este comentario forma parte de un Comentario más extenso, integrado por el ya publicado con este título en este mismo blog, el titulado "Ilusionar en tiempos difíciles" y otros que seguirán a éste y que numeraré correlativamente. Para su pleno entendimiento es necesario, pues, leerlos todos en el orden en que fueron escritos, aunque he procurado también darles una configuración bastante independiente.

Historias de tigres y gacelas (1)

Historias de tigres y gacelas (1)

En la Jornada "Emprender y crear en tiempos difíciles" (8.02.2012, Madrid), hubo dos conferencias magistrales (así las llamaron los organizadores), cuyo título era, en realidad, el mismo: "Lograr el éxito a través del fracaso empresarial", que pronunció Tim Harford (1), economista divulgador de las cuestiones que afectan al dinero y "Reinventarse. Tu 2ª oportunidad" que, ya a final de la tarde, fue encomendada a Mario Alonso Puig, médico especialista en las cuestiones que afectan a la inteligencia.

El tema propuesto era el mismo, aunque la resolución del mismo que realizaron ambos ponentes fue diferente. Harford eligió una tostadora para demostrar la "extrema complejidad del mundo actual" y presentó una curiosa representación de la constelación de los productos que la especie humana ha desarrollado, desde la sociedad de los cazadores recolectores, que apenas disponía de unos 300 hasta la variedad de adminículos y artefactos que pueden encontrarse en una gran ciudad (habló de Nueva York), y que estimó en 10.000 millones (citando a César Hidalgo -si el lector no conoce su trabajo, le recomiendo que se de un paseo por su blog. como culpable del estudio base y a Eric Beinhocker -el autor de "El origen de la abundancia"- como glosista de por dónde van los tiros).

Harford ridiculizó las previsiones de los expertos tradicionales, que no fueron capaces de adivinar -por ejemplo- la evolución del precio del barril de petróleo en el último cuarto del siglo XX, haciendo proyecciones académicas, basados en modelos deterministas, que nunca se cumplieron.

Tampoco se sabe bien, afirmó, en la línea de Beinhocker, lo que hace excelente a una empresa; al menos, no de forma consistente. Cuando se analizó la situación de las empresas citadas como ejemplares en el libro de Peters & Waterman ("In search of Excellence"), un par de años más tarde, la tercera parte de ellas tenía serios problemas; de las diez más grandes del mundo en 1912, la mayor parte han desaparecido al día de hoy. Su conclusión es que "hay un montón de experimentación ciega, aunque siempre hay personas que desean asumir niveles de riesgo".

El mundo avanza de fallo en fallo, y el magma total no depende de decisiones concretas, ni en lo macro ni en lo microeconómico. Para salvarse de ese caos aparente, es esencial tener fe en las propias fuerzas, analizando los errores y corrigiéndolos con optimismo, sin desfallecer. "No votamos al político que dice que una situación es complicada", expresó el bueno de Tim Harford,... que no quiso hacernos saber, pendientes todos ya de la pausa para el café, que era consciente de que estaba hablando en un país muy especial, para gentes con la inteligencia emocional retorcida, a las que mayoritariamente gusta, cuando vienen mal dadas, ser dirigidos por quienes les digan que lo suyo está en metástasis, mientras se lamen los restos de comida que les quedan en las encías, y pensando que les quiten lo bailao.

(continuará)

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(1) Tim Harford es el autor del libro "El economista camuflado", con el que alcanzó la fama en 2007, y al que siguieron otras obras de gran éxito, en particular, entre quienes regalan los libros para un cumpleaños o el día del padre.

¿Le importaría ponerme un poco más de pib en mi plato?

Ese magnífico cuento de Andersen en el que El rey va desnudo (1) pero todos alaban su indumentaria -hasta que un niño expresa, libre de prejuicios, la verdad- debería figurar como libro de lectura obligatoria en las escuelas. Y ser aplicado como guía general para sospechar de los agujeros que ocultan las convenciones, y que se han incorporado como axiomas irrefutables para juzgar la calidad de los datos y cifras con los que pretendemos adquirir algo de claridad para tomar decisiones.

Deberíamos ya estar con la mosca detrás de la oreja de que cuando se nos dice que una conclusión es irrebatible, lo más probable es que se nos esté queriendo engañar, y muy especialmente en el campo de las finanzas. Edificios mercantiles que se habían presentado como muy robustos, se desmoronan con estrépito, dejando al descubierto que sus estructuras se habían construído con trucos contables, enmarañando resultados, o adornando algunas operaciones con anotaciones fantasiosas o inextricables cruces de partidas entre sociedades vinculadas.

No se ha puesto aún el sol sobre el mensaje tranquilizador (porque así nos apeteció verlo) de que las economías de las administraciones regionales o locales estaban saneadas y sus compromisos garantizados, y ya hemos tenido que asumir que estaban, en realidad, endeudadas hasta la corva, según nos cuentan los nuevos gestores, convertidos en dedos acusadores imbuídos de inocente purismo, mientras los antiguos controladores nos cuentan al oído, con sus bocas pequeñas, de que no es para tanto y que el rey no va desnudo, sino solo en calzoncillos.

Pasan las carrozas con los plutarcas y aristócratas de nuestro cuento y oímos ahora, por los altavoces desde las tribunas, que ha pasado a ser prioritario mejorar el porcentaje de déficit sobre el pib. Nos toca, pues, a la población absorta, contemplar el desfile de propuestas económicas -unas, a favor de aumentar la inversión pública, otras a contener el gasto, es decir, a reducirla-, sin saber a qué carta quedarnos. Solo sentimos, eso sí, la verdad de los alfileres clavados en las carnes.

En este momento, un niño pregunta qué es eso del pib y cómo se mide, y por quién.

Nos miramos unos a otros y avanzamos, con tono engolado, las primeras explicaciones. "Es la medida agregada que pretende reflejar la producción durante un período en bienes y servicios, incluyendo también la estimación de la economía sumergida".

Pero el niño sigue preguntando, y nuestra voz ya no es tan segura.

¿Se atreve alguien a poner la mano en el fuego de que esa suma de estimaciones, datos aportados por empresas y organismos, elucubraciones y correcciones del más variado tipo, refleja su objetivo teórico con exactitud? ¿Con qué exactitud, concretamente?

Yo no, desde luego. Venga Kuznets y lo vea.

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(1) El título del cuento de Hans Christian Anderesen es: "El traje nuevo del emperador» (en danés: «Keiserens Nye Klæder")

De verdad, ¿es tan grave deber dinero?

Obsesionados por los aporreos en la puerta, no exactamente de los acreedores, sino de su fanfarria acompañante, -formada por esbirros con visión de catalejo invertido-, los acongojados dirigentes de algunos (¿de todos?) estados europeos corren alarmados desde la caldera fiscal, en que nos tienen sometidos a los de las clases medias. hasta la puerta del viento fresco por el que deambulan los prestamistas hábiles en disimular el anatocismo.

¿Y qué? Si por culpa de tanto grito de mozalbetes empingorotados en diplomas que los habilitan, parece, para juzgar el valor de papeles pintados, resulta que los que estamos dando el callo y aguantando el chaparrón a posaderas prietas, acabamos siendo desfondados, ¿qué va a pasar?

He sido educado en la idea -con tintes voluntaristas, pero sólido fundamento ético- que los Estados no podían quebrar, aunque ya no me acuerdo bien de las razones específicas, que supongo que consistirían en una mezcla de ideas respecto a la importancia objetiva del ser humano, su capacidad de recuperación casi infinita, el impulso incontenible del progreso técnico para explotar los recursos naturales e incluso inventarlos donde no los hubiera o los demás no los quisieran ver y, no en última instancia, para apelar a la solidaridad global.

También recuerdo que quienes estaban más al tanto de los asuntos del dinero alardeaban de que lo importante no era tener como tener quien te fíe. Todavía de vez en cuando leo o escucho del hábito de gentes de postín que tienen a gala salir de casa sin la cartera, pues les parece que no estaría bien ensuciarse los pinreles con papel moneda, incluso aunque se lo dieran muy plastificado.

En consecuencia: si circunstancialmente no somos capaces de generar plusvalías colectivas en nuestra aldea, y mientras nos apretamos los machos, en lugar de acudir como pazguatos a los mismos que nos prestaron, para que nos dejen más dinero con el que pagarles los intereses comprometidos -y que, ya lo estamos viendo, nos conceden aumentando como les pete sus réditos futuros, amañando la pelota en nuestro exclusivo perjuicio-, propongo que les plantemos cara y les digamos que hemos salido sin la cartera, y que sigan apuntando lo que les adeudamos en sus libretas, que ya pasaremos a verlos cualquier día.

Y si no quieren apechugar con lo que toca, los disconformes que vayan a reclamar al maestro armero, y que nos dejen, atendiendo a lo nuestro, tan campantes.

Porque o nos quieren ayudar a salir del atolladero o si lo que pretenden es vernos aún más aturdidos soplándonos en las orejas con trompetas y fanfarrias, que sepan que, por no poder concentrarnos en lo que a todos importa, lo van a tener cada vez más complicado.

Al tiempo, entendederas.

 

Para los que importa

No tengo dudas de que la preocupación más importante de los ministros económicos (Montoro y Guindos) del Gobierno de Rajoy es colocar la deuda soberana al menor coste.

Ese objetivo, aunque se empleen otros términos de la escuela monetarista, es el mismo que el que reflejan muchas de las expresiones que atemorizan nuestros convulsos ánimos: "hay que conseguir calmar a los mercados", debemos mejorar la "imagen en los medios internacionales", tenemos que "cumplir los compromisos frente a Bruselas", es imprescindible "defender nuestra credibilidad internacional", etc.

Si se consigue que los que lo tienen nos presten el dinero con bajos intereses, los estudiosos de la economía recreativa están seguros de que se atraerán inversores que se sentirán cómodos con la rentabilidad que nuestro pequeño país pueda proporcionarles en el futuro.

Fieles al cumplimiento de ese objetivo del que hacen depender, los que saben de números, la satisfacción de otros más subterráneos, los ministros económicos han concedido sendas entrevistas al Finantial Times, -tanto en su versión británica como alemana- en la que cuentan, a quienes no van a padecerlas pero se confía en que puedan disfrutarlas, las medidas que están imponiendo y están dispuestos a intensificar en España.

Entiendo -que no comparto- el propósito de manifestar que se ejercerá todo el poder de la Administración del Estado (el que sea, si bien me temo que de insuficiente entidad) para que las autonomías no gasten ni un céntimo que no hayan ingresado antes en sus cajas, y se anuncien nuevas levas a los particulares de más músculo para que contribuyan a la batalla por la credibilidad, y hasta puedo admitir la consistencia de que todo el mundo se apriete ahora como pueda las ganas de hacer cosas hasta que los de arriba estén seguros de poder devolver lo que se debe a unas incoherentes entidades financieras que hace un par de días nos animaban a consumir sin tasa, aduciendo que ya habría tiempo para arreglar las cuentas.

Lo que no puedo asimilar bien es a qué se espera para explicarnos a los administrados cuál es la exacta "hoja de ruta" que nos conducirá a la solución final, en este juego de la oca -que pierdo porque me toca- de medidas puramente restrictivas en el que lo único que vamos advirtiendo claramente es que a los que nos cocemos en la olla se nos aumenta el fuego y se arrojan al guiso más patatas, oyendo como respuesta a nuestros chillidos el que todo se hace por nuestro bien, mientras los que están fuera, calibrando según sospechamos, la ternura de nuestras carnes, no cesan de decir que aún hay que darnos un par de vueltas más para que el mejunge resulte más apetitoso.

Si es todo un chiste malo, que nos saquen de inmediato, quienes corresponda, del puchero, que ya se han reido bastante a nuestro coste. Y si la cosa va en serio, que nos corten primero las cabezas en vez de  darnos en ellas continuamente con el cazo para que no las levantemos.

Por qué y por quiénes estamos en una crisis

Quesíes. Que si la avidez de unos pocos, que si la corrupción de ciertos estamentos, que si la falta de un liderazgo, que si hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que si la economía sumergida, que si el boom del ladrillo, que si nos han crecido los evasores de impuestos y los paraísos fiscales, que si la desordenada globalización, que si el coste desorbitado del cuidado al ambiente, que si la excesiva apetencia de la sociedad del bienestar, que si los inasumibles niveles de prestaciones sociales o las interesadas elucubraciones de las agencias de rating...

Todas esas razones están muy bien para aplicarlas al caso, son creíbles, no parece sensato discutir su importancia, aunque no entendamos mucho respecto a la forma de cuantificar su relevancia. Podrían añadirse, incluso otras, y formar con ellas un panorama muy completo, nunca exhaustivo y que, por supuesto, será oportunamente -quiero decir, cuando ya no tenga aplicación- libro de texto en las escuelas de negocios.

Pero ¿por qué estamos viviendo la crisis justamente ahora?. ¿Quiénes están detrás, por encima de los seres humanos, si es que existe esa figura, de todo este movimiento para una brusca concienciación colectiva de que "algo va mal", sin que se estuviera plenamente seguro de qué había que hacer para corregir esa deriva hacia la calamidad? ¿Qué nos rige, desde el espacio de la metafísica?

De entre los dioses a los que se podría rendir veneración nuestra aldea global, los más sagaces han elegido rendir pleitesía al dinero y pedirle perdón.  Podíamos, si nos hubieran dejado en liberta para opinar, haber elegido otros, porque el elenco de deidades es, realmente, amplio.

De haber escuchado con mayor atención las voces interiores, habríamos tenido más consideración hacia uno de los dioses principales, temido por encontrarse en los lugares más recónditos del alma humana, en donde aparece de pronto, como el enano saltarín de los cuentos infantiles, amargándonos los buenos momentos: la ética.

Pero no escribo este Comentario para poner de manifiesto los principios deontológicos que hemos perdido, -en realidad, perdidos no están, los hemos dejado momentáneamente arrumbados, por conveniencia-, en nuestro camino inevitable hacia el más allá, oséa, hacia el futuro.

Me siento a la puerta de mi casa y veo pasar a muchos semejantes con su carga a cuestas. Me acerco para ver en qué consiste ese lastre y advierto que es un entresijo de miedos, conformismos, ignorancias, desánimos. Hay, en ese petate que llevan al hombro, con seguridad, muchas más cosas, pero rodeando ese interior, cubriéndolo todo como un líquen, resalta ese envoltorio incómodo.

Me parece que hemos perdido la ilusión. De tanto escuchar a los que nos hablan de temores, por prestar demasiada atención a esos profetas agónicos, nos hemos contagiado de su pesimismo.

Ahora que sabemos por qué y por quienes estamos en crisis, es momento de tomar las riendas de nuestro futuro, apartando de un manotazo a quienes no ven más que dificultades: no necesitamos consejos para amargarnos más.

Pongamos a un dios menor en el altar de las máximas veneraciones: la ilusión. Y entreguémonos, con devoción sin tapujos, a su poderosa influencia.

 

¿Qué es lo que puntúan las agencias de calificación?

Agencias de calificación hay muchas, pero de lo que se habla más últimamente es de las agencias de calificación de riesgos, que incluso, por razones de alóctonos, sabemos expresar en ingles: credit rating agencies.

No dudamos, por lo que vamos notando, que esas misteriosas agrupaciones de expertos en análisis de datos influyen en nuestras vidas, aunque ayudaría bastante a que no les diéramos tanta importancia si nuestros principales no actuaran como si la culpa de lo que concluyen con sus contundentes puntuaciones fuera nuestra, de los ciudadanos de a pie (o transporte público, utilitario, o bicicleta, que tanto da).

Se nos acusa de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, contrayendo créditos que solo podríamos pagar si se fueran a mantener los salarios de trabajos que hemos perdido por culpa de la crisis. Se nos censura haber elegido mayoritariamente un gobierno que nos engañó -al parecer- indicándonos que nos encontrábamos a resguardo, porque nuestras estructuras financieras y económicas eran más sólidas que las de cualquier vecino, incluso el del zumosol americano.

En esa línea de argumentación, cuyo detalle ahorro al lector, se expresaría, en fin, que las agencias de calificación están valorando nuestra capacidad para construir un futuro creíble, sólido, y, -atribuyéndonos una mayor propensión a ser mani-rotos, torpeza para vencer dificultades en explotar eficazmente nuestras reservas naturales o, tal vez, exceso de reticencias éticas para apropiarnos de las ajenas, en comparación con otros Estados selectos del orbe-, aconsejan a sus clientes y seguidores que tengan mucho cuidado si invierten apostando por nuestro porvenir, dado nuestro inmediato pasado.

Llevados por esa argumentación, nuestros dirigentes políticos ponen en marcha medidas de austeridad, nos suben los impuestos, bajan los salarios efectivos de los empleados públicos, anulan inversiones en infraestructuras que dejan a medio teminar, y prometen, hablando para el vacío telemático, que harán con nuestros cuerpecitos lo que les digan cualesquiera que sean los que andan por ahí, incluso ofreciendo unos cuantos miles o millones de ciudadanos a las fauces del paro y la miseria.

¿Y si las agencias de rating, en esos sus misteriosos cubículos de análisis, con esas sus fórmulas arcanas y esos sus confidenciales procedimientos retorcidos, no nos estuvieran puntuando nuestra voluntad o capacidad para devolver, con creces, como siempre hemos hecho, lo que nos han prestado los que quieren invertir en nuestra capacidad de trabajo, sino presionándonos aún más sobre esa capacidad, para que aumentemos nuestro rendimiento en beneficio de sus clientes y amigos?

¿Y si las agencias estuvieran puntuando, no nuestra solvencia, sino lo que opinan de un país en el que, presuntamente, hasta los miembros de la familia real engañan a la Hacienda Pública; los portavoces de cada partido tildan de incompetentes y obtusos a los contrarios; se descubre cada dos por tres que un número indeterminado, pero creciente, de sedicentes representantes populares ha vivido encapirotado en la corrupción más trapacera; se enjuicia a jueces por haber aplicado el derecho y la ética; algunos de sus empresarios más significativos trasladan sus plusvalías al extranjero; se valora más en los centros de decisión la sumisión que la capacidad; se investiga a no pocos de sus mejores deportistas por el placer de comprobar si se drogan; se tolera el fraude fiscal como un mal inevitable; etc.?

Y si fuera así, tal vez, lo que estarían es invitando a los más inteligentes, formados y capaces de nuestros conciudadanos a que se marchen a otro lugar en que se aprecie su deseo de construir un futuro mejor para la humanidad, no para cuatro especuladores con el trabajo de los demás.

 

 

Sobre lo que vale un euro, digo un peine

No llovió mucho desde el 21 de enero de 2011, en que el Consejo Económico y Social Europeo (CESE) emitía un Dictamen sobre el Informe de la Comisión "Hacia un mercado interior del comercio y de la distribución más justo y eficaz en la perspectiva de 2020". Fue un año de tiempo seco, sentir hosco, careto tieso.

Este Comentario no discurre por los caireles meteorológicos, sino que hace referencia a un tema serio: el mercado interior europeo no funciona bien y, por tanto, el euro no tiene el mismo poder adquisitivo, aunque se utilice como moneda única en buena parte del territorio (pero lo será ya, sospecho, por poco tiempo).

Las consecuencias son terribles, porque están provocando flujos distorsionadores de bienes y servicios, ya que el euro de los alemanes, suizos o franceses, por ejemplo, es mucho más fácil de conseguir -para ellos- que el de portugueses, españoles, griegos o italianos.

El informe de la Comisión se concentraba en el sector del comercio, y era crítico -pero, al mismo tiempo, como proveniente de buenos funcionarios, animoso- respecto a los deseos expresos por las autoridades de que los europeos tuvieran en plazo corto, idéntico acceso a bienes y productos, -incluído el trabajo-, dentro de la Unión.

Hay que admirarse del empeño de los comisarios de Bruselas y sus asesores en reflexionar sobre lo que podría ser Europa si estuviera más unida: venga a hacer informes y a emitir propuestas de Directivas, que se acumulan, traspuestas o no, en libros de leyes casi todas incumplibles en las estanterías de los expertos en derecho comparado. Puede que sus detractores convengan en que no se distinguen precisamente por su capacidad para descubrir la pólvora, pero se les debe reconocer el esfuerzo que hacen por comprender una realidad de la que, debido a su trabajo de gabinete, se encuentran bastante alejados.

Cualquiera que se de un recorrido a pie por esa falsa unidad económico-política en la que se debate el neoconcepto de Europa constatará que un euro no vale -porque no sirve igual- lo mismo en un sitio A como en otro B. 

Ni siquiera hace falta cambiar de Estado. Son las "ventajas" del libre mercado, cuano no se le pone coto: Si Vd. puede permitírselo, -perdone el ejemplo nimio- puede comprar un kilo de sharonis en Supermercados Sánchez Romero y pagarlos hasta 2 veces más que en Casa Elías, a pocos metros (claro que en este sitio, tendrá que tomarse la molestia de escoger la fruta Vd. mismo con esas sus manitas que se ha de comer la tierra).

Cuando hace un par de años, al entonces Presidente de Gobierno, Rodríguez Zapatero, un ciudadano rompeguebos le preguntó si sabía lo que costaba un cafelito, la respuesta correcta hubiera sido:

"No tengo la menor idea. El precio del cafélito es libre y cada uno paga por él lo que le pidan, lo que depende del sitio en que te lo tomes. Puedes pagar 5 euros en el Real Club de la Moraleja y conseguirlo gratis con el menú del día en el Bar de Toño. Yo me lo preparo, tanto en mi casa como en el despacho, en la cocina de gas natural, con una cafetera italiana del año de carracuca, con café tostado natural de marca blanca, y que compro en paquetes de 250 gramos, que me sirven para 25 tazas y que adquiero al más barato, de los cinco comercios de abastecimiento que tengo cerca de casa, que visito mientras hago footing (cierran a las 21h30), a precios que fluctúan entre 1,75 y 2,25 euros. "

El CESCE, en su Informe, entre varias constataciones aún más obvias, afirmaba: "Dentro del mercado interior se han observado considerables diferencias de precios en los distintos Estados miembros para productos similares. El CESE recomienda que todo estudio de los precios se centre en la transmisión de precios y márgenes a lo largo de toda la cadena de suministro. El CESE coincide igualmente con la Comisión en que existen varios factores que influyen en la fijación de un precio. Además de los costes operativos, estos factores son, entre otros, las rentas medias de las familias, el IVA, los costes de transporte, los costes de alquiler, los costes salariales, el marco regulador, el grado de competencia o prácticas comerciales tales como la imposición de límites territoriales a la oferta y las prácticas abusivas que tienen lugar a lo largo de toda la cadena de suministro. (...)"

Creo que a la enúmeración, si no es exhaustiva, no le falta mucho para serlo, y sirve a mi propósito de concluir que la Comisión y el CESCE son plenamente conscientes de lo que vale un euro en cada sitio.

Corregir la situación es harina de otro costal. Por eso, le doy toda la razón el presidente Mariano Rajoy: "No necesitamos que nadie nos diga lo que hay que hacer". Puesto que ellos no lo saben, nosotros tampoco. Así que, cuanto menos ruido, más tranquilidad se tiene para decir con rotundidad que vamos a "hacer lo que hay que hacer", o que hemos hecho "los deberes". ¡Vamos, a nosotros con ésas!.

A medida que avanzamos en la oscuridad, me convenzo de que nos vamos a enterar pronto de lo que vale un peine. Me temo que, esta vez, nos va a costar a los españoles bastante más caro que en Alemania.

Actividades generadoras de empleo (y 4)

El área total de ese "triángulo del empleo" (en el que, como expresé, la altura sería el nivel de tecnología o cualificación necesarios y los cortes paralelos a la base, el número de empleos relativos a él), será, idealmente, igual a la población activa potencial.

Las cifras de parados y de quienes aspiren a su primer empleo aparecerán en ese esquema, en los niveles correspondientes a su formación, y nos darán una idea de las necesidades de generación de actividad que permitirían integrar a esas poblaciones en el triángulo virtuoso.

La pérdida de un sector de actividad importante generador de empleo a niveles inferiores es muy difícil de cubrir; pretender sustituirlo con iniciativas de alta tecnología, en un proceso a corto plazo, es una quimera, porque el triángulo se romperá, no ya por la vía de la estructura económica -una sociedad que fuera excepcionalmente avanzada como para concentrarse en productos de gran valor añadido podría, teóricamente, depender de la inmigración y la importación para satisfacer sus necesidades básicas-, sino porque la destrucción de empleo de un sector de nivel inferior exige miles de iniciativas individuales en los sectores superiores.

En fin, mi reflexión me lleva a afirmar con rotundidad que una estructura socioeconómica no puede modificar bruscamente sus esquemas, sin exponerse a graves desequilibrios que le causarán más daño que ventajas. Estamos viviendo esta situación en la reconversión del carbón, del naval, del campo, de la siderurgia, de la pesca (entre otros), y, últimamente, de la construcción y del sector bancario, y lo que hemos recogido son trozos, desgarros del triángulo de empleo, que no hemos conseguido cubrir o lo hemos hecho solo con precariedad.

Concluyo: es muy interesante, a nivel de estrategia a medio plazo (cinco años, como idea), impulsar empresas en nuevas tecnologías, pero se ha de ser consciente que, precisamente por ser más eficaces, cuando se orientan a sustituir actividades existentes, generan desempleo, reducen puestos de trabajo, aunque, desde luego, permiten obtener beneficios que pueden ser importantes para sus impulsores.

Las empresas tecnológicas que deben impulsarse son aquellas en las que sus productos y actividades se dedican fundamentalmente a la exportación -especialmente a mimar si lo consiguen en países tecnológicamente más avanzados que el nuestro-; se ha de ser más escéptico, como Administración pública, respecto al apoyo a aquellas que hacen lo mismo que las existentes, pero de forma más eficaz: hay que dejar, aquí, que el mercado cumpla su función correctora, sin más estímulos.

Mi propuesta iría casi en sentido contrario: desde la posición de conservar empleos, hay que ser proteccionista de lo que se tiene. en particular, respecto a los sectores intensivos en mano de obra. No creo en el mercado globalizado como solución mágica a la creación de puestos de trabajo. Al contrario, la apertura sin trabas a las eficiencias exteriores crea servidumbres y desempleo.

Lamento estar contra corrientes de apertura a toda innovación, pero en esta serie de artículos estuve reflexionando sobre "el empleo, estúpido".

Actividades generadoras de empleo (2)

Si el lector ha seguido mis razonamientos anteriores, convendrá conmigo -mejor dicho, con la Historia- que las prestaciones de servicios, o servidumbres- han sido siempre los genuinos distribuidores de los medios necesarios para sobrevivir, especialmente imprescindibles para la subsistencia de los menos favorecidos de la sociedad, que ven su trabajo recompensado tanto por la vía de salarios (mínimos) como, en parte o todo, mediante pagos en especie.

Debemos ser conscientes que la situación ha cambiado brutalmente, y al mismo tiempo que hay trabajos que hoy se consideran -por exigencias del guión de la sociedad del bienestar- denigrantes, desagradables, insoportablemente molestos o increíblemente peligrosos para la remuneración que se ofrece por ello, se ha ido elevando el número de personas con conocimientos en ciertas tecnologías o métodos, que, con unos estudios bastante rudimentarios, pueden prestar servicios que se juzgan mucho más cómodos, aunque, por el exceso de oferta laboral, han pasado a ser escasamente remunerados, después de un boom inicial.

Me refiero a peluqueros, esteticistas, "informáticos" (en realidad, conocedores de programas específicos que saben usar pero no siempre conocen para qué sirven), mecánicos, dependientes de grandes almacenes, secretarios de alta dirección (porque pueden acreditar dos estancias de verano en Inglaterra o Estados Unidos trabajando en una hamburgúesería), etc.

Se enfadarán, sin duda, pero voy a colocar aquí a una parte importante de los funcionarios de las Administraciones públicas, con puestos generados desde la locura descentralizadora, aupados a ellos por ganar oposiciones preparadas por "agencias especializadas", que les garantizaban prácticamente el éxito solo con saberse de memoria un par de decenas de cuartillas, incluída la fórmula para marcar con crucecitas las respuestas correctas a preguntas supuestamente ingeniosas y que, no pocas veces también, resultan ininteligibles para los auténticos expertos.

La modificación del panorama tecnológico ha puesto el énfasis en ciertos conocimientos que, desde hace menos de cinco años, han pasado a ocupar la primera línea de las ofertas laborales, que, en no pocas ocasiones, resultan ininteligibles para formados en los centros tradicionales o sorprenden, porque correspondían a titulaciones antes poco valoradas.

Por ejemplo: a) expertos en el entorno de redes (diseñador de interfase, analista de sistemas, etc.); b) titulados con formación en el análisis de comportamientos (sicología, sociología, etc.) c) capacidades demostrables en la gestión de información (matemáticos, físicos, antropólogos, ingenieros, etc.); expertos en sectores vinculados al uso de la tecnología digital (creadores y mantenedores de webs, prospectores y consejeros de negocios digitales, venta telemática, etc.)

Las carreras universitarias no forman para la mayoría de estos puestos de trabajo, incluso aunque los centros oficiales otorguen un título que, por su dicción, parecería encajar. En unas, porque la especialización ha crecido y se siguen programas obsoletos, demasiado amplios, impartidos por profesores que están desconectados de la economía real. En otras, porque los contenidos se han fantaseado para ofrecer la apariencia de un título de tercer nivel, cuando la formación que se adquiere en ellas tiene más de fantasía teórica que de práctica útil.

(continuará)

Actividades generadoras de empleo

Hace ya meses que los sectarios del ambiente como generador de empleo y riqueza se han callado la boca -era de esperar: conservar la naturaleza es objetivo de ricos y ahora lo que nos pesan son las deudas- y esta calma relativa me permite realizar algunas consideraciones -por lo demás, casi triviales- sobre los sectores que generan empleo en nuestra actual estructura socio-económica.

Perogrullo podría afirmar que las actividades que más empleo generan son aquellas que precisan mayor aportación de mano de obra por unidad producida o servicio prestado. Si no tomamos en cuenta la calidad del trabajo ni la cuantía de su remuneración, trabajos que no precisan ninguna cualificación profesional, o muy escasa, serían los idóneos para crear rápidamente empleo: servicio doméstico, peón caminero, ayudante de camarero o de cocina, vigilante, portero, albañil, etc.

No pretendo, ni mucho menos, hacer ver que infravaloro estos oficios, sino que la formación precisa para cumplir con el cometido razonablemente bien no es muy alta (Claro que, para hacerlo muy bien, será necesaria experiencia, dedicación, voluntad para ello, etc.).

Supongo que no descubro nada que pueda escandalizar si afirmo que, en las épocas de mayor bonanza del pasado, muchos de estos oficios estaban remunerados al nivel de subsistencia -y, si nos desplazamos algo más allá en el tiempo, incluso prácticamente todos los oficios manuales y una parte de los intelectuales, también-por lo que sus realizadores apenas si tenían para malvivir; una familia acomodada podía permitirse tener uno o varios de esos criados o ayudantes, incluso: sirvientas, chófer, jardinero, guardés, etc.

Las empresas y sus directivos, por su parte, podían estimular la productividad ofreciendo incentivos, estimulando el trabajo a destajo y -lo que era más importante- calcular con mucha exactitud el coste de la mano de obra en relación con el precio de venta del producto, cuidando su rentabilidad.

Cuando la presión reivindicativa de algunos de los trabajadores manuales, organizados en sindicatos, incrementó sus salarios (junto a la adquisición de otras ventajas, todas o casi todas, justas) se produjo un fenómeno distorsionador, que tuvo varias corrientes paralelas: ciertos trabajos de lo que ellos hacían resultaron mejor remunerados y se mantuvieron -al menos, durante cierto tiempo, hasta que la presión de los mercados, obligó a cerrar sus empresas, por falta de competitividad frente al exterior, que no pudo compensarse con la mejora técnica-; otros, se perdieron para siempre o pasaron a ser realizados incluso sin remuneración; y, en fin, algunos más pasaron a ser cubiertos por un nuevo lumpen, los inmigrantes de países en desarrollo.

(continuará)

 

Una mirada crítica al pecio de la economía sumergida

El afloramiento total o parcial de la llamada "economía sumergida" (1) -conjunto de operaciones que se realizan sin transparencia fiscal- ocupa, periódicamente, el interés ciudadano, asociándose, en muchos círculos, a la pérdida de oportunidades de empleo y creación de riqueza.

Me parece que deberían ponerse de manifiesto algunos aspectos que se ocultan o ignorar, para entender que la muy vituperada economía sumergida tiene efectos beneficiosos y, como se podría vislumbrar, no es, en absoluto, tan opaca como la gente cree.

En primer lugar, me conviene precisar que distingo entre las transacciones de naturaleza presuntamente económica en la que existe comprador, que aportará dinero a cambio de un bien o servicio, de aquellas otras en las que se produce simplemente un trueque entre bienes o servicios, sin mediación de dinero. Una inmensa mayoría de las operaciones que no suponen traslado de moneda entre particulares y una parte no despreciable de las que realizan las entidades con ellos corresponden a economía sumergida, al carecer de reflejo contable alguno.

Tampoco quisiera referirme aquí a las operaciones con objeto ilegal o aquellas otras que, siendo el objeto legal, pretenden el blanqueo de dinero obtenido por operaciones que no lo son. Descarto todas aquellas situaciones en las que uno o ambos sujetos de la transacción o servicio intercambian bienes ilícitos, en el sentido de éticamente reprochables.

Delimitado así el objeto de la economía sumergida, pregunto: ¿A quién perjudica el que una prestación de servicios sea intercambiada por otras de diferente entidad, o uno o varios bienes muebles, para los que no existe obligación de registro? ¿Quién es el que podría protestar de que las divisas obtenidas por el trabajo en el extranjero sean afloradas en moneda del país que se ha elegido como residencia y dedicadas a compra de inmuebles, pago de servicios, o creación o ampliación de empresas?

Creo que deberíamos analizar, sin ideas preconcebidas, los pros y contras de la economía sumergida: al fin y al cabo, el pecio existe, ha existido y existirá; es parte sustancial de la creación de empleo y, sí, de riqueza, de un país. Y, aunque las operaciones se sustraigan al control de la Administración del Estado, no hace falta confesarse ácrata para haber adquirido, por la experiencia, una incuestionable desconfianza en la eficacia plena de los gobernantes para decidir qué es lo mejor que podría hacerse con los dineros que les pagamos como tasas, impuestos y otras exacciones.

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(1) En este blog he dedicado varios comentarios al tema de la economía sumergida. He aquí algunos:

1. Sobre intangibles e invisibles, el 11 de enero de 2011
2. Entre crear empleo o subvencionar al parado, el 10 de noviembre de 2011
3. Entre ojos que no ven y corazones que no sienten, el 8 de septiembre de 2011
4. Hacia un nuevo modelo económico, pero ¿cuál? , el 19 de febrero de 2011
5. Sobre la inmigración ilegal y algunas consecuencias, el 22 de octubre de 2007
6. Sobre la acumulación de cargos, el 21 de abril de 2010

Por detrás del B20

Entre las varias organizaciones cuyos más bien etéreos objetivos fundacionales pudieran hacer creer a los extraños que solo sirven para que sus miembros puedan saludarse cuando vuelvan a coincidir en los aeropuertos, se encuentra, en lugar destacado, el Business 20 o B-20.

En noviembre de 2011 tuvo lugar en la ciudad francesa de Cannes -más vinculada, por ejemplo, al teatro de vanidades mundanas que a la responsabilidad social corporativa- una reunión de los pertenecientes a ese club, coincidiendo con la de otro aún más prestigioso, pero no menos inútil, llamado el G-20.

El propósito principal confesado del B-20 (el del G-20 nos es prácticamente desconocido) es "expresar los puntos de vista comunes de la comunes de la comunidad internacional", entre los que se incluye, cómo no, "elaborar recomendaciones y alcanzar compromisos consistentes para hacer frente a los retos actuales”.

El B-20 ha seleccionado como motivos de especial preocupación, doce temas, en relación con los cuales ha organizado otros tantos grupos de trabajo, para integrar poco más de un centenar de ejecutivos de compañías multinacionales (ahora autoconsideradas como "globales"). Estos doce temas, de máximo interés para la salvación de los cuerpos, son: política económica, regulación financiera, sistema monetario internacional, commodities y materias primas, desarrollo y alimentación, empleo y dimensión social, anticorrupción, comercio e inversión, innovación, gobernanza global, energía, y desarrollo sostenible.

Los representantes de las empresas españolas tienen en este foro un papel relevante. El presidente de la CEOE, Joan Rosell, presidirá la mesa de empleo, por lo que podrá recoger interesantes iniciativas que podrá proponer en las negociaciones con sindicatos y fuerzas políticas, incluso mejorando la opción de los mini-jobs. El actual presidente de Telefónica, César Alierta, presidirá la mesa de gobierno corporativo, desde la que podrá exponer, sin duda, los avances de la multinacional en la gestión de los call-centers para atender reclamaciones de usuarios como fórmula segura de perder clientes en el mercado que es sede principal de la compañía.

Otros representantes españoles en las mesas de trabajo son Antonio Brufau, especialista en desarrollo sostenible, Alfredo Sáenz, miembro estable en el consejo de Banco de Santander, que ilustrará sobre la regulación financiera en situaciones de conflicto de intereses, Francisco González que, en tanto que presidente del BBVA, y uno de los valedores del futuro presidente de España, participará en los debates sobre política económica, defendiendo -es una hipótesis- la necesidad de una vocación industrial para las entidades financieras.

Es de lamentar que se hayan caído del panel de expertos, en el sector de infraestructuras, tanto el presidente de Acciona, Manuel Entrecanales, como el de Ferrovial, Rafael del Pino, que participaron en la reunión anterior, en Seúl, en el marco de la defensa de la importancia de la inversión pública en infraestructuras -fundamentalmente vivienda, autovías, trenes de alta velocidad para viajeros y desaladoras- para consolidar la competitivad, base de la economía. 

Sobre mercados, márgenes y opciones del Gobierno de Rajoy

Una vez que se ha disipado el humo de las explosiones de alegría de los simpatizantes del Partido Popular después del claro triunfo electoral, la pregunta pertinente es, sin duda, ¿y ahora, qué?.

Más de 10 millones de personas han confirmado en estas votaciones, dejando muy atrás las restantes alternativas de gestión política, que confían en que el equipo de Rajoy tenga mejores soluciones para arreglar la situación.

No nos parece que hayan votado mirando los mercados financieros -¿quién diablos entiende lo que está pasando ahí?-, sino atendiendo a sus personales necesidades, que son, en definitiva las que esperan ver resueltas cuanto antes.

Con otras palabras, y puesto que el voto en las urnas vale lo mismo, los intereses de los Botín, March, Pérez (Florentino), del Bricio, Prada, Alba, del Pino, Koplowitz, y otros afortunados poseedores de las mayores fortunas del país (¿quinientos?, ¿mil?) cuentan notablemente menos en el cómputo global que los de casi cinco millones de parados, o los de más de tres millones de funcionarios (que son un porcentaje nada despreciable -¡un sexto!- en relación a los 18,4 millones de ciudadanos con empleo en España).

Los media se refocilan en desmenuzar una y otra vez, sin embargo, la cuestión del diferencial que España debe pagar respecto a los países más "solventes" en el mercado de deuda externa y en glosar la interpretación que dan los mercadillos locales del dinero -cotización de las empresas españolas con mayor volumen de negocio en Bolsa- al riesgo coyuntural -¿o será "sistémico"?- de nuestra economía.

En un comportamiento similar al de los depredadores que buscan alimento en una manada de búfalos, los especuladores -no vendría mal que fueramos ilustrados sobre qué aspecto tienen, qué pretenden como objetivo final y, sobre todo, qué están haciendo con el dinero que nos quitan- tratan de aislar la pieza, pero no para devorarla, sino para que entre en pánico y, para dar mayor credibilidad a su desfachatez antropofágica, llegado el caso, arrancarle un trozo de las nalgas.

Si hemos entendido los mensajes -pocos, algo incoherentes y demasiado débiles en intensidad y contenido- transmitidos por los dirigentes del partido ganador (los de los equipos perdedores no nos resultan más tranquilizadores), el compromiso que se va perfilando para el nuevo ejecutivo es cumplir con las "obligaciones de Bruselas", y "mejorar nuestra credibilidad internacional", arguyendo una razón de peso onírico: "porque somos un gran país".

La credibilidad internacional de los españoles en conjunto no precisa ser valorada por nadie. No es, desde luego, inferior, a la de los países que no dudan en arrastrar a la guerra civil a pueblos pacíficos o no tienen problemas en dosificar la entrega de sus tecnologías mientras les esquilman sus riquezas naturales, comprando muy barato la mano de obra de sus habitantes o sus espacios ambientales.

Los "señores de Bruselas" (no nos engañamos ya: los intereses económicos que están detrás de l@s señor@es Merkel y Zarkozy) no han votado en estas elecciones y los problemas fundamentales de nuestra economía siguen siendo -cada día un poco más intensos- los mismos que antes del 20-N: crear empleo, generar riqueza, promocionar actividad.

Necesitamos un buen ministro de industria y tecnología, además, claro, de que desde economía y hacienda se lleven muy bien las cuentas para saber perfectamente por donde entran y salen los ingresos y gastos de las Administraciones públicas.

Por eso, aunque su voto en las urnas ha contado lo mismo que el de cualquiera de nosotros, es imprescindible que los que tienen el dinero, los que controlan los núcleos duros de nuestra economía empresarial, quienes más saben de ciencia y oportunidades empresariales, salgan de sus reductos, den la cara, y enarbolen la bandera de la honradez y la ilusión, con hechos que nos conduzcan a todos, más seguros, hacia un futuro mejor y con una base mínima de prestaciones un poco más alta, ya que no más igualitaria.

Para movilizar todas esas capacidades, hacen falta gentes que conozcan muy bien la economía real, apuesten por nuevas interacciones, apuntalen y potencien las existentes, no les tiemble el pulso para dar instrucciones firmes y consejos ineludibles y, por supuesto, sepan hablar inglés. Además de dominar el español a dos niveles: el del pueblo que sufre y desespera y el de esas élites que no sufren (digamos con indulgencia), "tanto", y... esperan.

Sobre la innovación para crecer: lo sustancial y las zarandajas (y 2)

(Este comentario es continuación del inmediatamente anterior, publicado ayer).

En el segundo bloque de ponencias de la Jornada (Innovar para crecer, día 14 de diciembre de 2011) destacó, por la intensidad emocional y verbal de la que la dotó, pero especialmente por sus contenidos, la intervención de José Ramón García González, Presidente ejecutivo de Blusens Global, empresa creada en 2002 en el terreno de las componentes electrónicos, y que espera facturar 100 millones de euros en 2012.

García empezó calentando motores: "seguimos" -se refería a los que se encontraban junto a él en la mesa, para contar su experiencia- "siendo los mismos, lamentablemente, en este país. Ojalá seamos capaces de despertar la iniciativa empresarial en ese país".

Con 40 años recién cumplidos, -"soy de los que estropean la media de edad en mi empresa, que es de treinta y uno"-, "cree en los jóvenes emprendedores", y subraya el rumbo equivocado de nuestra economía, con una frase rotunda: "Aquí lo que importa es el pasado, no el futuro. Si quieres montar una empresa, el Banco te pregunta, no por la bondad de tu proyecto, sino por quién te puede avalar, y qué puedes hipotecar. No hay en España ofertas de capital-riesgo sino de capital-seguro".

Esa situación innegable, obligó a su proyecto de empresa a plantearse "la casa por el revés: en lugar de fabricar para vender, vendimos primero para fabricar". Y como había que pagar las materias primas al contado o incluso previamente al envío de los componentes, y los clientes te pagarían a 180 días, tuvieron presente desde el primer momento que, si querían facturar 100 millones de euros, necesitarían obtener financiación por la mitad de esa cifra. Así que, conseguidos los contratos, sin tener la mercancía, fueron a las entidades financieras pidiendo que se les prestara el dinero para fabricarla. ("Los Bancos son los mayores captores de incertidumbre de este país", afirmó, como colofón de esa experiencia).

Su ubicación en Santiago de Compostela les hizo entender -dijo- el concepto de internalización. Para algunos, estaban en la periferia, "pero en un mundo globalizado, todo está en el centro". Así que, cuando decidieron en 2007 salir al exterior, utilizó la reunión de Navidad para dar el mensaje, con los 200 empleados atentos al mismo. "Ya se sabe que en Navidad se deben dar solo buenas noticias, pero, en caso necesario, hay que dar alguna mala".

Así que, en la charla del Resumen Anual, presentó una transparencia en la que se ponía e manifiesto que Blusens había vendido en el año, en España, 400.000 mp3 más que Apple, el gigante del sector. "Los empleados, gente joven, empezaron a aplaudir y a gritar, ¡bieeen!". Pero, cuando no se habían agotado los gritos, presentó la siguiente transparencia: "En Europa, Apple había vendido 25 millones de equipos y nosotros, lo mismo: 400.000. En el quesito, ni se nos veía".

De esta forma hizo comprender a su personal que era imprescindible crecer en el exterior, para ser alguien. "Hoy, el 70% de nuestros productos se fabrican en Santiago, en el negocio de TV -el troncal de la empresa-, cuando, a escala mundial, el 90% se produce en China". ¿Por qué?, se pregunta y se contesta a sí mismo: "Fabricamos con valor añadido, para productos de muy alta calidad".

Con humor, terminó su charla dando dos consejos: "Aunque no tengan negocios fuera, viajen al extranjero, una semana al mes. Hay otra alegría, otra dinámica, en muchos países. Aquí, los mensajes son negativos, el consumidor se deprime y el empresario no va invertir" y otro aún más curioso: "Leo por la noche los periódicos. Si lo hiciera al empezar el día, sería incapaz de poner en marcha nada. Así que por la noche, reseteo, y comienzo el día ya nuevo."

Qué quieren que les contemos: Nos gustó oir mensajes optimistas de gente joven e inteligente, como Güemes o García. Dan la impresión de que miran, sobre todo, hacia delante y, aún más importante, que tienen ideas para manejarlo. Seguro que sienten que no están solos, aunque a los demás, a veces, nos lo parezca.

Entre crear empleo o subvencionar al parado

Mientras los bustos parlantes de las difererentes facciones políticas persistan en la demostración de su insolvencia para proponer soluciones -compatible con su propósito de no abandonar el oficio- crecerá la masa de escépticos, atónitos o desesperados, a los que, por supuesto, no sirve de consuelo que la situación esté muy mal, la hayan creado otros o los que han gestionado la miseria o la opulencia lo hayan hecho con incompetencia.

Los representantes políticos y sindicales -con mucho menor intensidad, los empresariales- se han concentrado en exponer que el problema mayor que tiene nuestra economía es el paro. Estar parado es, desde luego, una situación muy grave para 5 millones de españoles que desean trabajar (habría que restar de esa cifra a algunos especialistas en cobrar la subvención del paro).

Pero ese no es el problema principal de nuestra economía; es más, si estimáramos que fuera así, si nos obstináramos en querer resolverlo, sin atender a otros factores más importantes que él, no solo fracasaríamos, sino que ahondaríamos aún más en el pozo del desequilibrio.

Porque, en nuestra opinión, el asunto central de un Estado de derecho, desde el punto de vista social, es encontrar el equilibrio -dinámico, pero soportable en cada momento- entre quienes tienen empleo y quienes deben recibir subvenciones o ayudas para atender a sus necesidades, porque carecen de él.

Y como venimos diciendo hasta el aburrimiento, los desarrollos tecnológicos y las expectativas de bienestar han situado a las estructuras de los países intermedios -España como paradigma- en una posición de la que no pueden salir, sin un poderoso, dramático e inteligente (en el sentido de original y drástico) cambio de los sistemas de empleo, retribución, ayudas sociales y -la clave- reparto de plusvalías.

No será posible confiar en que la incorporación masiva de las nuevas tecnologías genere suficiente empleo de sustitución: en esta ocasión, la revolución industrial nos ha jugado una mala pasada, porque ya no encontraremos la suficiente masa crítica para desplazar hacia otros países y sectores los déficits de mano de obra y las necesidades de exportación que implica poder hacer con muy poco coste y escaso trabajo manual mercancías que casi cualquier país menos desarrollado puede ejecutar sin ayuda.

No podemos confiar en poder desplazar la solución de nuestras necesidades críticas a los países menos desarrollados; esto, ya no vale: el déficit tecnológico, cuando existe, es superable en muy corto plazo, la mayoría tienen recursos naturales aún sin explotar y -por ser breves- nos anquilosa aquí una legislación restrictiva -muy interesante cuando nos iba bien- que se ha convertido en coraza o camisa de fuerza.

En consecuencia, y en lugar de obsesionarse con las medidas para generar empleo -real y/o simulado- a corto plazo (por cierto, he aquí algunas: eliminar las medidas ambientales o de control de la contaminación, endeudar aún más a las Administraciones, diga lo que quiera el núcleo duro de la UE, incorporar a la contabilidad oficial la creciente masa de trabajadores en la economía sumergida, ...), preocupémosnos de plantear el incremento de plusvalías de nuestras actividades productivas, creemos un sistema de captación de recursos con base en su cálculo lo más exacto posible, y organicemos su distribución equitativa y proporcional entre los que lo necesitan.

Eso sería propio de un Estado social de derecho que funciona de acuerdo con las circunstancias. Con el actual panorama, que supone un colectivo de más de 8 millones de personas con ayudas sociales (pensionistas, prejubilados, parados, viudos y viudas, huérfanos, impedidos, prestaciones no contributivas, etc.) en relación con apenas 15 millones de empleados, es evidente que la situación es insostenible, y se complicará en corto plazo.

Hay que atender a generar obligaciones de contribución en quienes se benefician de las plusvalías del sistema; que, obviamente, no son quienes tienen un puesto de trabajo (y que se les ha convertido en más precario cada día). Y si no somos capaces de generar suficientes plusvalías entre todos -activos como técnicamente parados- para soportar ese "Estado de bienestar", ya sabemos adónde nos conducirá el futuro: a la quiebra.

Digan lo que digan los bustos parlantes que seguirán disputando si hay que "activar la creación de empresas", o "invertir en i+d+i", o "mejorar la educación" o "privatizar la gestión de los servicios públicos para mejorar su eficiencia".

Una cosa es el chocolate del loro y otra muy distinta lo que comerán los dueños del plumoso.

Entre las cuentas de la lechera y las del tendero

Aunque no tenemos forma de investigar por nuestra cuenta cómo controlan los asuntos del dinero en las Administraciones Públicas, las entidades financieras y, en general, las grandes empresas, tenemos fundadas sospechas de que una parte no despreciable de las mismas actúan como lo haría cualquiera que no tuviera ni la más remota idea de una correcta contabilidad.

No lo hacen, por supuesto, por ignorancia, sino a sabiendas. Disponen de los instrumentos óptimos para ejercer el mejor control; emplean a especialistas, como producto de complejos y serios procesos de selección, y sus Balances, cuentas de resultados y anotaciones son revisadas concienzudamente por auditores, gestores, síndicos y otros expertos.

Todo este costoso procedimiento de supervisión no impide, sin embargo, que, en atención al falseamiento de la verdad, los procedimientos técnicos se subordinen a dos filosofías extra-académicas: las previsiones de futuro según las cuentas de la lechera y los registros contables según el entendimiento del tendero. (1)

La historia reciente nos confirma estas suposiciones, que podrían haberse juzgado arriesgadas e irreverentes. De otra forma, no resulta explicable que, a finales de octubre de 2011, el Ministerio de Economía alemán reconociera haber cometido un error de 55.000 millones de euros en la contabilidad del Banco FMS Wertmanagement, creado para trasladar a él los activos tóxicos del Hypo Real State, una de las entidades hipotecarias nacionalizadas como consecuencia de la crisis.

Más o menos por las mismas fechas, los "líderes de la Unión Europea" se decidieron, después de arduas discusiones mantenidas entre abrazos y canapés, a perdonar la mitad de la deuda que el Estado griego mantenía con los Bancos de la zona euro, -en cifras: 100.000 millones de euros volatilizados-, admitiendo que, por mucho que se apretaran los cinturones, los griegos nunca podrían pagarla.

Todo fue consecuencia, por los síntomas, de la aplicación desmesurada de la filosofía del tendero. Cuando Georges Papandreu a finales de 2009 fue elegido presidente de Grecia, con un programa muy atractivo que prometía eliminar la mayor parte de los impuestos, trabajaba con información errónea: la que le proporcionaba la contabilidad oficial y su propio equipo de funcionarios adictos.

El país no era rico, sino pobre como las ratas y estaba endeudado a límites insoportables. Una vez que miró con otros ojos los papeles que le habría dejado su antecesor (a los que no tuvo más remedio que añadir las exigencias de pago de salarios de funcionarios y acreedores de los organismos públicos que aporreaban las puertas de caoba del despacho), descubrió que el déficit del país no era de un razonable 3,7% sino que ascendía a un escandaloso 12,5%. Unos 27.000 Millones de euros más de lo que el mundo creía, nacidos como consecuencia de deudas, atenciones y compromisos ineludibles que la contabilidad oficial había ocultado cuidadosamente, tal vez con el propósito incalificable de no alarmar a los confiados colegas comunitarios, que habían venido integrando aplicadamente, sin dudar de su verosimilitud, las cifras inventadas que les llegaban desde Grecia en las páginas del Eurostat.

A nuestra escala local, tampoco faltan ejemplos de cómo se han estado tergiversando las cifras contables, mezclando, según pareció conveniente a los que gestionan los dineros, las ideas de la lechera con las veleidades del tendero. Al decir más moderno de la Sindicatura de Cuentas de Castilla-La Mancha, la deuda real de esta Comunidad es ahora (un ahora relativo, pues los terrenos del dinero son, sorprendentemente, arenas movedizas cuando los que andan sobre ellas son pies ajenos) de 2.800  millones de euros.

La razón es siempre la misma: se habrían dejado de contabilizar o infravalorado o perdido facturas, créditos y deudas, con diversos artificios contables -el más simple, olvidarse de registrarlo-, pero, también, en este último caso, utilizando medios algo más sofisticados: uno de ellos, haber bloqueado parcialmente -y lo decimos con la boca pequeña por la evidente connotación delictiva, que deberá ser probada consecuentemente- el programa informático de gestión y contabilidad de la administración regional.

Por todas partes surgen, contagiados del fervor, amigos de la lechera y su filosofía. Según el Banco de España, a junio de 2011, los Bancos españoles acumulaban 176.000 millones de euros en activos inmobilarios de dudoso cobro, un 50% de la exposición total de la banca en el sector -que es el 11,4% del total de créditos concedidos-. Por supuesto, los seguidores de la filosofía de la del cántaro, estaban convencidos de que los deudores podrían apechugar con sus compromisos, a pesar de las burbujas, las nóminas infladas o los avalistas insolventes.

Pero algo más téngase por cierto: no se piense que la doctrina se aplica por igual a todo el mundo. Las alegrías para concesión de créditos para comprar vivienda de los últimos años contrastan poderosamente con las penalidades para justificar, con cinturón y tirantes, las garantías cuando se solicitaba a esas mismas entidades un crédito para montar un negocio...Si se concedía el préstamo por el bancario, lo era a un interés siempre bastante más alto que el que se solicitaba a las empresas de gran tamaño, cuya solvencia no se cuestionaba.

¿Cómo atreverse a ponerle condiciones a un amigo íntimo de quién sabe qué mandamás, cómo osar dudar de la credibilidad de un empresario de probidad acreditada con el que se ha coincidido en una montería o es socio del mismo club de golf? ¿Cómo creer que quien maneja un BMW descapotable y habita en un lujoso chalet haya construído su imperio con el barro de la mentira contable de valorar la leche al precio del platino?

Suponemos que ejércitos de contables independientes estarán trabajando arduamente por poner en orden ese maremágnum en que otros colegas, condicionados y hasta incluso prendados por las ideas de tenderos y lecheras, inspiradores de las ideas de sus jefes, han confundido certezas, incertidumbres, probabilidades, deseos y mentiras.

¿Saldremos de ésta? ¿Con qué pelos? ¿A costa de quiénes? No dudemos en ésto: de los que no han falseado jamás ninguna cuenta, adictos a la ética y a la verdad de las cuentas realizadas como mandan los cánones de los Planes Contables.

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(1) Es decir, atender a lo que se tiene en la caja, sin considerar ni amortizaciones, ni costes del oportunidad, ni deudas aplazadas, etc.