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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Productos de la imitación

Nos movemos o mueven entre falsedades, y nuestro comportamiento, de manera generalmente inconsciente, se ha acomodado a esa situación, adulterando hábitos, juicios de valor y resultados.

Los casos de falsedad ajenos descubiertos nos sorprenden poco -aunque no dejemos de expresar aparatosamente, y por tanto de manera falsaria, que nos desagradan-, porque los situamos junto a los que conocemos mejor, que son los propios.

Voy a referirme a unos ejemplos concretos, de los muchos que podemos encontrar, sin esfuerzo, y trataré de ayudar a extraer algunas consecuencias generales.

1. La imitación de obras de arte. ¿Cuánta distancia estamos dispuestos a conceder desde la copia fidedigna a la reinterpretación creativa, y en qué lugar situaremos la fotocopia ilustrada, el pastiche de almanaque, el borrón coloreado producido en una clase de pintura de todo a cien? No depende de los niveles adquisitivos y me temo que ni siquiera culturales: decir que una obra es artística porque cada uno es libre de considerarla así nos ha llevado -tenemos ahora en Madrid un magnífico ejemplo-a la degradación del arte, a la muerte de la creatividad ante el cuchillo de la majadería.

2. Los pechos de silicona. He visto hace unos días un programa en el que varias señoras, provenientes del mundo del espectáculo social, expresaban su preocupación -real o inventada, a saber- por unos implantes mamarios que, de forma externamente evidente, llevaban incorporados a sus cuerpos. No traigo el caso aquí porque quiera ridiculizar su desgracia (pobre de mí) sino por los argumentos que esgrimían algunas para justificar una operación de hipotético embellecimiento: se había hecho incrustar unas bolsas porque el guión se lo pedía. Un especialista en esas cosas explicaba, me pareció que con crueldad y ensañamiento verbal, lo que sucedería si estallaban esos productos artificiales en los afectados pechos, incorporando al lenguaje inclusive unas cucharas recolectoras de espuma adulterada y unos guantes pringosos.

3. Copias de artículos de alta calidad. Cada poco tiempo se confisca uno o cientos o miles de contenedores con productos de imitación de marcas procedentes de algún país asiático. Y se destruyen, se trituran o incineran (bueno: algunos creo haber leído que van a parar de estrangis a casas particulares). He podido oir a algún oficial de aduanas que, en muchos casos, le apena la masiva destrucción, porque las piezas son de muy buena calidad y lo único que les falta es no ser auténticas. A mí, y supongo que no soy el único, también, porque entiendo que el tiempo empleado, los materiales y la utilidad que prestarían, son o serían verdaderos.

4. Billetes y bonos falsos. En enero de 2012 la policía italiana anunció haber incautado bonos trucados del Tesoro norteameticano con presunto valor por importe de 6 billones de dólares (en otras noticias, 6.000 billones); se aclaraba que, de haber sido verdaderos, resultarían superiores a la deuda exterior de Italia y al PIB de la mayor parte de los países del mundo. Circulan por ahí (o sea, también por aquí), según cuentan, millones de euros falsificados, que nos pasamos de mano en mano, como la falsa moneda que son. Es inútil preguntarse qué parte de la economía real (ya no digamos de la sumergida) la estamos pagando con billetes falsos. Podíamos incluso razonar que también es falsa una parte no despreciable de la autenticada economía real, pero no hace falta hilar tan fino. Todos los días nos estallan en las manos bolsas de la silicona económica que nos han implantado por ajenas conveniencias, puesto que hace tiempo los que mandan aquí nos han impuesto que todos los papeles monetarios, los que admitimos como verdaderos, no tienen respaldo en valores reales, ...es decir, son falsos.

5. Currícula inventados. Hoy será un presidente de Alemania atrapado en unos viajes de placer que se hizo pagar con las penosas aportaciones ajenas al erario público, o un secretario de Estado aficionado a la medicina especulativa que se cae con su equipo de diplomas trucados, o un exvicepresidente de no se qué partido que se autoconcedió laureles por haber estado de visitante en cualquier Universidad; ayer fue el caso de un empresario de mentirijillas que esgrimió poseer un código ético inquebrantable para engañar a cuantos incautos se creyeron a pies juntillas que había chicha en sus pomposos anuncios de que tenía la piedra filosofal para la generación masiva de riqueza...Todos ellos -los que ya han salido a la luz y los que se mueven en las tibieblas- han contribuído, con sus aportaciones verdaderas, a hacer más falso el escenario real donde nos cocemos nuestras carnes en sus salsas. 

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