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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Política

¿Hasta cuándo?

Los acampados en la puerta del Sol de Madrid han decidido prolongar la ocupación de la emblemática plaza, el domingo, 29 de mayo de 2011. Lo que no saben es hasta cuándo.

Para poder decidir hasta cuándo, es decir, en qué momento se encontrarían en la situación evaluable como de victoria o derrota respecto a sus planteamientos, tendrían que haber precisado con antelación qué es lo que pretendía obtener y cuáles son los mínimos con los que se conformarían.

Iniciada la movilización, tendrán que valorar, si se deciden a desistir sin haber obtenido lo que querían, o, en caso de proseguir, cuánto sufrimiento -económico, de prestigio, social, etc.- están en disposición de soportar. 

No lo han hecho.

No haberlo hecho así, -y no estar dispuestos a hacerlo aún-, implica graves riesgos de que el movimiento pierda adeptos convencidos de la pertinencia de la protesta, y se radicalice, concentrándose en los que, sin atender a razones, lo que buscan es utilizar como escudos a los ingenuos, porque su objetivo no es negociar, sino armar barullo, encrespar.

Las cosas están así, por tanto: mal planteadas. Porque lo que hizo simpático a bastante gente fue lo abstracto de sus peticiones, variopintas, pero asumibles por muchos, deseadas como forma de enderezar un rumbo que, por la autocomplacencia, la crisis, la falta de trasparencia y los episodios de corrupción, se había torcido: -"democracia real", "cambio de comportamientos", "mejora de la educación cívica"-, suenan bien y no hacen daño más que como llamada a recuperar la ética personal, por exigencias del pueblo llano.

El movimiento surgía en su momento, además, con un objetivo concreto, relacionado con la fecha de las elecciones en España: "No les votes". Tuvo sus adeptos, pero, ahora, realizadas las elecciones, evidentemente, ha dejado de ser válido.

Trascurridas más de dos semanas de acampada, carece de sentido mantener el asentamiento como si se tratara de un parlamento alternativo, porque no lo es, ni puede llegar a serlo. Trasladar de esta forma el "poder al pueblo", volver a las asambleas medievales para decidir, es inabordable, anticontitucional y antidemocrático.

Es antidemocrático, habida cuenta que los más concienciados políticamente de los manifestantes del Quince Eme saben muy bien que no representan a la mayoría.

Sus ideas de cambio son -o pueden parecer a muchos- interesantes, los principios suenan atractivos, pero ni la realización de lo que propenden es factible ni habrá lugar a ella, porque, por cientos o miles que reúnan estas ideas, la inmensa mayoría quiere otras cosas, precisa de otro orden, sabe que para conseguir algo, hay que emprender otras vías, hablar, negociar sin presiones, seguir los cauces democráticos.

Convertir las Plazas de los pueblos de España en un remedo de la esquina del Hyde Park, no puede ser tenido por ejercicio de democracia. Es un adorno, un arabesco.

Y en todo caso, para los que quieran subirse a un cajón y decir algo que les libere de su adrenalina, se podría habilitar un lugar en el Retiro, un Speaker´s Corner castizo, en donde no estorben demasiado.

Porque la calle, jóvenes del Quince-Eme, quien quiera que seáis, no es vuestra; es de todos, siempre que la usemos para pasear, saludar a los amigos, ir de un lado para otro con las cosas de trabajar y de comer, no para convertirla en un lugar de acampada ni para hacer de ella un poster con chorradas (porque, aunque algunas de las ideas nos parecen bien, la mezcla conseguida es puro esperpento).

Desde Guatepeor a Guatemala, con vistas a Guatemejor

Ha ganado el Partido Popular en las elecciones celebradas en España el 22 de mayo de 2011, como se esperaba. Lo ha hecho con el apoyo de una amplísima mayoría -más de dos millones de votos de diferencia con el PSOE-, lo que no se esperaba.

El voto de los descontentos del centro izquierda ha ido a parar -además de a la abstención- a Izquierda Unida (que ha matizado sus posiciones más radicales, concentrándose en una crítica hacia la política económica del partido en el Gobierno, pero sin profundizar en propuestas que pudieran espantar a votantes menos concienciados) y a Unión por el Progreso y la Democracia (que defiende la mejora de la gestión pública, basada en la honestidad y la solvencia).

En el País Vasco, la singularidad ideológica de ese paisanaje que se encuentra cómodo en alimentar soledades, ha permitido, aprovechando la propaganda gratuita proporcionada por el temperamental rechazo conjunto del PP y del PSOE hacia una fuerza que les podría desbancar de un gobierno compartido, que Bildu, una formación cuyo programa se concreta en la independencia como forma de suicidio económico, consiga un fuerte respaldo-.

Nos espera, hasta marzo de 2012, en que se celebrarán las elecciones generales, completar un período muy interesante para la democracia española. Por una parte, se trata de una prueba de solvencia -insuficiente en el tiempo para ver resultados, pero aceptable para captar estilos- al Partido Popular, que ha conquistado plazas en donde venían gobernando algunos de los más solventes militantes socialistas.

Por otra parte, para el PSOE, aún con unos meses por delante de gobierno central, se trata de demostrar si es capaz de ordenar la grave situación económica del país, generando una nueva ilusión y abriendo cauces a la participación ciudadana. No será posible sin conseguir la colaboración de las grandes empresas, los sindicatos y, sobre todo, sin tranquilizar a la población, activando de una vez líneas de generación de empleo reales y cambiando el escenario de las batallas dialécticas, pues ya se ve que los votantes no están tan preocupados por la corrupción como por la exhibición de eficacia que, tratándose de gobiernos, ha de ser demostrable, no especulativa.

Creemos que hay más opciones para el optimismo, y se atisba, aún lejos, pero en la línea de lo factible, la posibilidad de caminar hacia Guatemejor. No tiene que ver, si se nos ha seguido hasta aquí, con quién gobierne, sino cómo lo haga.

(N.B. Los jóvenes portavoces de "Democracia real, ¡ya!", anuncian que se mantendrán una semana más ocupando las plazas, pero estas van quedando vacías. Era de esperar. No puede pretenderse que la atención popular se mantenga durante mucho tiempo sin objetivos concretos, que puedan asumirse como logros.

Y "democracia real" no es un objetivo político, es una necesidad de contexto, como comer o tener cobijo. Para confeccionar un programa, hace falta escribir la letra pequeña y eso exige meditación y trabajo de gabinete. Suerte, muchachos. Os queda lo más arduo.)

Sobre el lifting de los políticos

El territorio se nos ha poblado de caras de personajes sonrientes de las que algunas nos recuerdan vagamente a gentes a las que hemos visto otras veces, solo que ahora lucen bastante más jóvenes.

Son los políticos. Por estas fechas en las que reclaman nuestro voto, se acercan a la calle, abandonando tal vez las tareas para las que están acostumbrados (criticarse sin piedad cuando las cámaras de TV les enfocan en las foros en los que dicen representarnos y realizar pactos de conveniencia en los salones y restaurantes en los que se representan a sí mismos).

Hélos ahí, pues. Sin arrugas ni canas, con los dientes cuidadosamente alineados, entrevistos para reforzar sonrisa de oreja a oreja; sus caretos se acompañan de una frase presuntamente ingeniosa, se supone que pegadiza, en una operación de márketing por la que habrán pagado una pasta, que ya reclamarán oportunamente de nuestros bolsillos.

"Somos de los tuyos"; "Tenemos soluciones"; "Por una ciudad más cómoda"; "Ya es hora de cambiar"; "Estamos bien y vamos para mejor"; y otros eslóganes similares pudieran ser los mensajes con los que nos recrean los oídos estos seres incólumes al paso del tiempo.

Nosotros envejecemos, somos conscientes de nuestra fealdad y nuestros achaques, nos faltan las ideas para solucionar incluso lo que más nos afecta y a lo que dedicamos noche tras noche, estamos desanimados porque nos abruma una sensación de soledad e impotencia de la que no conseguimos librarnos, pero ellos se nos muestran rejuvenecidos, atentos, ingeniosos, rotundos.

Por fortuna, esa exhibición insultante de bienestar, de fuerza, durará apenas por un par de semanas.

Después, ellos volverán a sus desconocidos trabajos y nosotros...tendremos que buscarnos la vida como bien podamos.

(P.S. Por supuesto que no todos los políticos responden a este retrato, cuyos tintes caricaturescos no habrán pasado desapercibidos al lector inteligente; la cuestión más grave es que no sabemos cuántos son los que no cumplen con este estereotipo populachero y, por momentos, ni siquiera sabemos dónde están).

En estas elecciones

Estamos otra vez en período electoral. En cierto modo, la historia se repite.

Por ejemplo, las administraciones públicas han gastado siempre bastante dinero en animar a los ciudadanos a votar, porque votar es un deber y un derecho y todo eso. Y lo volverán hacer. Es un mensaje neutral, aparentemente, y hay que recordar al olvidadizo votante de que, por fin, tiene la posibilidad de expresarse.

No es, qué va, un despilfarro. Los que gobiernan saben que es un dinero bien empleado y los que no gobiernan no podrán oponerse, porque alentar a ejercer el derecho al voto es una regla básica de la democracia.

Solo que la historia de cuantas elecciones en este mundo han sido, avala que el partido o coalición en el poder, vayan las cosas bien o mal, tiene siempre mayor popularidad, sus candidatos son mejor conocidos y hay un factor de arrastre intrínseco por el hecho de que "estacaramesuena" para atraer el voto delosquenuncaseenterandemasiado.

Así que, cuantos más voten, mayor será la diferencia que da la mayoría para gobernar en el recuento si la situación es de bonanza, o más benigno será el descalabro si la coyuntura se ha torcido.

Esta reflexión primera está amenazada, sin embargo, por otra constatación, acertadamente reflejada en el dicho popular: "Si llueve como si no, la culpa de todo la tiene el regidor". En otras palabras, de lo bueno como de lo malo, el culpable es aquel al que hemos puesto arriba, aunque no tenga ninguna capacidad de actuación al respecto. Y si en lugar de llover, están cayendo rayos y centellas, lo que necesitamos no son palabras, sino cobijo.

Es de aplicación al caso actual. La crisis en España continúa -y todavía no se nos ha quitado la cara de tontos, como diría Iker (capitán y portero de un equipo de genios al que da mucho gusto sacar de sus casillas), de haber visto cómo el árbitro nos ha dejado nos ha roto la estrategia, robándonos un partido que creíamos ganado-. Las promesas del equipo de gobierno central, anunciando su fin y explicando con hermosas palabras, una y otra vez, que la próxima estadística será más favorable, no sirven ya para que las piedras que se echan al cocido sepan algo a garbanzos.

Es hora, seguramente, de mirar por alternativas, como simple ejercicio de salud democrática, como medida profiláctica para que, incluso los que parecían más próximos, tomen aire, se curen de las heridas de las batallas, recompongan estrategias e incorporen ideas, pasando a los cuarteles de invierno de la oposición.

El problema gravísimo que tenemos en España es que los partidos, tanto de Gobierno como de oposición, han construído sus nuevos programas sin pensar mucho en el ciudadano -aunque lo digan así- sino, sobre todo, en sus afiliados. Es decir, intentan reproducirse, mantener el rumbo, mantenella y no enmendalla.

No queremos aparecer como obsesivos, pero ni el PP, ni IU, ni siquiera un partido con nuevos pelajes e intenciones como UPyD -y, por supuesto, tampoco, el PSOE- tienen programas en estas elecciones locales y autonómicas, que suenen a factibilidad, a cosas tangibles. Huelen a rancio.

No responden a un conocimiento profundo de la realidad que desean modificar, sino que reaparecen con el tufillo de la improvisación, adornadas con las palabras buscadas para engatusar, estructuradas con el genio insol(v)ente de lo que se sabe que no se puede cumplir, porque, aunque existiera la intención, no hay dinero y, si hay dinero, no se sabe cómo hacerlo mejor.

Nosotros votaríamos, sin importarnos en qué partido están, y especialmente si no están en ninguno, a quienes nos demostraran que están viviendo en el mismo escenario, sufriendo lo mismo que nosotros, -los ciudadanos sin militancia-, y con la sensación de falta de expectativas aparentes para que todo cambie en corto plazo-.

Votaríamos, independientemente de las ideologías que los candidatos pretendan defender -porque nos hemos hecho ya mayores, y sabemos que las ideologías sirven para muy poco cuando se trata de modificar la realidad con los escasos mimbres que tenemos en las manos- a quienes sean capaces de explicar que comprenden lo que nos pasa, que han ilusionado a algunos de los mejores, que nos cuentan lo que van a hacer con números concretos, indicando de dónde provendrán los dineros y con plazos que todos podamos revisar.

Si no se cumplen estas premisas, en estas elecciones, tal vez sea la hora de votar al Pato Donald. Convénzanos, señores candidatos, de que votarles a Vds. merece la pena frente a cualquier otro no-candidato imaginado.

En las miradas

En las miradas

No tenemos la foto de Osama bin Laden muerto, pero podemos analizar minuciosamente la del equipo del presidente Barak Obama contemplando en directo la operación de asalto a su residencia en Abbottabad (Pakistán) y deducir muchas cosas de las miradas de los retratados y de la escena misma.

Respecto a la escena, podemos imaginarnos, por ejemplo, que la operación fue ordenada para un determinado momento y preparada minuciosamente, tanto en la logística militar como en la de comunicaciones.

Si todos los participantes directos en el despliegue militar disponían de cámaras instaladas en sus cascos, no cabe duda de que un director técnico -un responsable de producción con su equipo de mezcla- tenía que seleccionar en tiempo real las imágenes más adecuadas, para que la transmisión tuviera la calidad y la intensidad y emoción deseables. Una trasmisión de imágenes que debería realizarse, por supuesto, contando con la confidencialidad de un espacio reservado en alguno de los satélites para comunicaciones que Estados Unidos mantiene girando sobre nuestras cabezas.

La transmisión telemática del hecho real parece haber conseguido el efecto de trasladar la tensión de campo al despacho. Desde la perspectiva del realizador, un éxito.

La mirada del Presidente -en mayor medida que la de los demás observadores- refleja preocupación; está vestido para jugar al golf, porque le acaban de llamar para avisarle de que la operación está lista (lo que querría decir que la orden de ataque no la dió el); ocupa una esquina de la mesa, no el sillón presidencial del "Situation Room" y da más bien el tipo del vecino de arriba que ha bajado a ver un episodio de La señora.

La mirada de la secretaria de Estado, Hilary Clinton, evidencia temeroso asombro, reforzado por esa mano que se eleva para ocultar lo que se supone un grito de horror (Posteriormente, en rueda de prensa, indicó que el acto de taparse la boca fue un movimiento reflejo, por culpa de una alergia, que le provoca tos, y que no cabe otra interpretación de ese gesto).

El vicepresidente Joe Biden (izquierda de la foto), no oculta su incredulidad; el secretario de Defensa, Robert Gates (derecha), cruza los brazos, manteniendo distancia en el gesto y la mirada; un general, con uniforme de gala de aviación, que no hemos identificado plenamente (pudiera ser William Lord, comandante provisional de la Fuerza cibernética de la Fuerza Aérea) mira profesionalmente una pantalla de ordenador y teclea algo, quizá una felicitación para el equipo o la instrucción de que se trate de recuperar de la compañía de seguros el precio del helicóptero perdido en la operación.

Es muy profesional la actitud del Jefe de Estado Mayor, el militar de mayor rango en los Estados Unidos, Almirante Mike Mullen (izquierda, fila de atrás), que transmite la satisfacción de que la operación va a ser (o ha sido) un éxito, con sus manos a la espalda.

Inimaginablemente distendida la mirada la del Consejero de Seguridad Nacional, Tom Donilon (camisa azul, detrás),  con sus brazos cruzados, y razonablemente preocupada y tensa la de John Brennan, responsable de las actuaciones Antiterroristas (con camisa blanca, fila de atrás), que parece haber escapado recientemente de la sala de torturas (o que no ve bien, por la presbicia, la pantalla), al lado de James Clapper, identificable por su barba recortada, jefe de los servicios de Inteligencia nacionales y también general y, por tanto, acostumbrado a este tipo de películas.

Denis McDonough, también Consejero de Seguridad Nacional, sentado a la derecha de Hillay Clinton, con camisa azul, con los brazos cruzados y la mirada compasiva, añade un rictus de desagrado para reforzar su impresión de lo que contempla.  

Otros personajes secundarios añaden una nota de ingenuidad y hasta picardía a la escena: el joven de camisa azul que trata de mirar por encima del hombro de Bill Dalley (jefe del staff, aquí con aspecto de mayordomo distinguido, dispuesto a ir por más café y donuts) y la chica que, en cuarta fila, con aspecto de becaria, tuerce también el cuello para enterarse de algo (Audrey Tomaso, de los servicios secretos de la Casa Blanca), y a los que parece no haber llegado, ni mucho menos, la tensión de los primeros planos.

(En la foto no se ve a Leon Panetta, ex director de la CIA y Secretario de Defensa, artífice teórico de la operación, que sería el más capacitado de explicar lo que estaba sucediendo a los demás espectadores de este docudrama. Tal vez esto justifique que las miradas converjan hacia una esquina de la sala, los laptops estén apagados -salvo uno- y haya algunos papeles encima de la mesa. En una interpretación más maligna de la foto, los reunidos no estarían viendo una transmisión, sino asistiendo a las declaraciones dramatizadas del entrenador.)

¿Democracia a la carta y decisión judicial por porcentajes?

La decisión adoptada por el Tribunal Constitucional español, contradiciendo -por supuesto, con fundados argumentos- la conclusión previa del Tribunal Supremo en relación con la autorización para que la agrupación política Bildu pueda presentarse a las elecciones del 22 de mayo de 2011, abre -o más bien, confirma- algunos interrogantes.

Hemos tratado de resumir en el titular de este Comentario la cuestión principal, la que surge espontánea, por deducción inmediata a partir de lo que han concluído en discrepancia nuestros dos más altos tribunales, en un estriptís de solvencia jurídica que mejor hubiéramos podido ahorrarnos: tenemos una legislación que, en aspectos sustanciales, admite muy divergentes interpretaciones de los más significados juristas oficiales del país.

Esta conclusión elemental se podría completar con otra, no menos inquietante: cuando se trata de decidir acerca de los derechos que corresponden a algunos reclamantes con importante identidad o relevancia social, es imposible la unanimidad, y hay que acudir a una votación para caracterizar los pareceres y fundamentos de los señores magistrados que, en lugar de expresarse de forma individualizada, en virtud de su confesada o identificable afinidad política, tienden a alinearse monolíticamente en torno a sus jefes de fila ideológicos.  

Interpretaciones opinables y devociones políticas aparecen así empañando la solvencia profesional de magistrados de los que, precisamente porque se necesita distancia sobre los temas para obtener objetivididad e independencia, hubiéramos deseado que se comportaran, para tranquilidad del mundo lego en derecho, como un órgano colegiado sin discrepancias notorias.

Esto escrito, en el caso concreto de esta situación, y sin entrar en el análisis jurídico de la cuestión -otros se introducirán en esa cueva, con mejores capacidades y argumentos- somos del particular parecer de que la decisión adoptada por el TC está dotada de mayor sentido práctico. Es más ladina.

Sin querer faltar al respeto a lo que se está jugando, y desde hace décadas, en el País Vasco, el meollo conceptual (que no jurídico, que desconocemos en el momento de redactar estas líneas) que parece haber seguido este Tribunal, garante último de la correcta interpretación de la Ley Magna, para resolver el asunto, se asemejaría a lo que haría un padre hastiado de que su hijo adolescente le pida permiso para ir de vacaciones a, por ejemplo, la Tierra Amarilla con un grupo de amigos del instituto: "Si trabajas para pagarte el viaje y apruebas el curso, puedes ir a donde te de la gana".

Con políticos en las ondas

Con políticos en las ondas

La reunión del Last Thursday del 28 de abril de 2011, en la convocatoria que nos envió su impulsor, Ildefonso Mayorgas -Ilde- estaba prevista para "hablar de los distintos programas y propuestas que nos presentan los partidos políticos".

Los encuentros de Thursday tienen ya gran tradición, pues ese día hacía el lugar 113, número que puede dar idea de la variedad de temas que se trataron en esas reuniones abiertas que, en el esquema de facilitar contactos y amistades, se prolongan con una cena o un cóctel. Cuando existía el restaurante Alnorte, y ya va para hace cuatro años que cerramos sus puertas, finalizaron allí algunas de esas jornadas memorables.

La reunión de ese Ultimo Jueves de abril de este año tuvo como panelistas a dos políticos especiales, de esos que harían difícil ejercitar la opción personal del voto si se tuviera que juzgar talantes personales: Cristina Cifuentes, licenciada en derecho, diputada y vicepresidenta de la Asamblea de Madrid, militante del Partido Popular, profesora en la Universidad Carlos III; y David Cierco, licenciado en económicas, candidato a Alcalde en Pozuelo de Alarcón por el Partido Socialista, y director general del Gobierno hasta hace poco, puesto de Gobierno en el que gestionó con profesionalidad impecable el proyecto Avanza.

Por alguna razón organizativa que no alcanzamos a comprender muy bien, se incorporó desde el público, Fernando Tellado, militante de Unión, Progreso y Democracia ("UPyD para los amigos", dijo él mismo), para acabar sentándose en la mesa con los dos ponentes principales y el moderador del debate, Nacho Campos, que desarrolló una magnífica labor distribuyendo juegos y marcando tiempos.

El perfil de los ponentes y de los asistentes, así como el lugar de la convocatoria -un salón del creciente complejo de "La Sombra Producciones", favorecieron el que se hablara, más que de los programas políticos, del "uso de las nuevas tecnologías en las campañas políticas". Los tres representantes de los partidos son creyentes y practicantes de las posibilidades de las ondas.

Cristina Cifuentes es más twitera que bloguera: David Cierco hace también lo que puede en ambos campos. Fernando Tellado parece dedicar más tiempo a este asunto de la comunicación de contenidos por la red.

Lo que ya no sabemos muy bien es lo que supuso nuestra intervención al iniciar el acto. Ilde nos/me presentó como "representante de la sociedad civil", en lo que fue un intento de cambiar el orden de las cosas: hacer primero las preguntas, sin esperar a la exposición de los programas.

Negamos, por supuesto, la mayor: no representamos a nadie. Sin embargo, quedó expuesto lo que esperamos de los políticos: que la ética no entre en discusión, porque es un valor incuestionable; que incorporen más técnica a sus programas; que cada propuesta sea cuantificada económicamente (ingresos, gastos y forma de control) y, en fin, que se pongan de acuerdo en los programas a largo plazo.

Porque hablar machaconamente de diferencias ideológicas cuando, al menos, los dos partidos mayoritarios están buscando el voto del centro, donde se acoge la mayoría silenciosa, aburre.

Se lo dijimos a los tres políticos intervinientes, y, en especial, al candidato a alcalde por Pozuelo: si se pudiera votar nominalmente, os votaríamos a los tres. Gentes así hacen bien a la política.

Ah, y como no nos duelen prendas, ya en el estupendo y nutrífico cóctel con el que nos obsequió "La Sombra" (es decir, Pedro Aparicio, el factótum de pr-noticias), negamos la mayor de las conclusiones del evento: No "hay futuro político en el mundo de los Tweets"; estamos más bien y mejor convencidos de que si un político quiere dar seriedad telemática a su gestión, lo que tiene que hacer es mantener regularmente un blog -o una web- en el que nos cuente sus ideas, sus realizaciones, sus propósitos, y alimentando un debate en la red que complemente o refuerce el debate presencial.

El escenario que proporciona el twiteo solo sirve a la frivolidad de unos pocos enganchados a esa enfermedad juvenil de la comunicación y hace perder mucho tiempo a la verdadera gestión que se espera de un político serio y responsable, como los que tuvimos delante en esta ocasión. 

Tuitear es, hoy por hoy, el ejercicio baldío de intercambiar mensajitos -que nadie lee- con unos miles de amigos y oportunistas ocasionales y unas decenas de incondicionales que van a retuitear sus miniocurrencias como si les fuera la vida en ello, generando, junto con los inevitables trollers que vierten su mala leche en el invento, toneladas de spam en una red que lo que necesita son contenidos, y vaciarse de humo e incienso.

Sobre grandeur y sentiment d´inferiorité en la península francoibérica

Sobre grandeur y sentiment d´inferiorité en la península francoibérica

Los españoles hemos asumido historicamente que la tremenda barrera de los Pirineos completaba el trabajo del mar sobre la Península ibérica, transformando nuestro territorio en una isla.

Durante una época reducida y, en realidad, por impulsos conquistadores impropios de nuestra naturaleza -siendo proclive a mirarnos el ombligo y a la abulia- se han escrito unas páginas que figuran en nuestra Historia, pero sobre todo, en la del orgullo del Imperio austrohúngaro e incluso del francés, que se construyeron como mandan los cánones, invadiendo a los vecinos y esclavizando los de otras razas, sin escrúpulos religiosos ni zarandajas o vainas.

A este respecto, y aunque se han hecho esfuerzos por reconocerles a Carlos III -e incluso a Alberto Ruiz Gallardón- el privilegio de haber sido los mejores alcaldes que ha tenido Madrid, son seguramente mayoría los que piensan que el galardón se lo merece Pepe Botella (menos conocido como José Bonaparte Primero). Que, por cierto, y si bien analizamos la genealogía, c´est tout pareille, mon coeur.

La verdadera península respecto a Europa en la que está incluída España tiene su itsmo natural en Francia, y es controlada simultáneamente por la grandeur francesa y el sentimiento de inferioridad de los españoles.

Ambos prejuicios, el uno arraigado en el pueblo francés y el otro, padecido como síndrome colectivo por los españoles, han venido a caracterizar el distanciamento entre las poblaciones de gabachos y toreros que, recíprocamente se malentienden, se ignoran, se critican, con y  sin razones.

Pero, a pesar de los pesares, nuestra cultura -administrativa, técnica,  literaria- sigue siendo en buena parte francesa, y aunque la construimos/destruimos desde la admiración conjunta hacia lo alemán, del que los franceses quisieran distanciarse claramente y al que nosotros, cumpliendo la regla del salto directo (ésa que preconiza que siempre se sentirá más simpatía por el jefe del jefe que por el jefe directo), conscientes de no llegar a la altura de sus zapatos, hacemos guiños de afecto tan desproporcionados como ridículos.

(N.B. El dibujo que incorporamos a este Comentario fue realizado en un almanaque Myrga el 29 de abril de 1973.)

Desdeñando a Desdémona

Como sabe el culto lector, Desdémona fue el nombre que dió William Shakespeare a la fiel esposa de Otelo, quien, cegado por los celos hacia Casio, que le alimentó Yago respecto a ella, la mata, iniciando así un desenlace en el que mueren casi todos.

La obra es un ejemplo recurrente de ese tipo de situaciones en que, dejándose llevar por intrigas cuya intención real es mal valorada, todos acaban perdiendo. No son pocas las situaciones en las que un malentendido desemboca en un daño general, en un despropósito del que muchos padecen las consecuencias, y que podía haberse evitado si se hubiera actuado con prudencia y serenidad.

La vida enseña en que hay muchos momentos en que -haciendo abstracción de personaje y circunstancias-, los/las Desdémonas padecen graves injusticias y que, una vez que el daño causado es irreparable, el asunto desemboca en tragedia de aún mayores alcances, ante el descontrol de los diferentes involucrados.

Nos parece que algunos casos que la compleja expresividad de la fauna política ha sacado a la palestra, tienen el tufo de que se está desdeñando a Desdémona y que, a base de sembrar dudas sobre el comportamiento ético de algunas personas, todos los personajes avanzan hacia lo que se puede asociar a una especie de inmolación colectiva.

El descrédito creciente de la llamada clase política, provocado por la proliferación de descalificaciones y denuncias, propiciadas aparentemente por el deseo de hacer daño, sin que se puedan acreditar en la mayoría de los casos, fehacientemente, las pruebas, invita a considerar que nos encontramos ante una pespectiva de tragedia de gran alcance, en la que resultará afectada irreversiblemente la credibilidad de Desdémonas, Yagos, Otelos, Casios, tirios y troyanos.

Puede, que de haber vivido en la misma época y no haber sido una de ellas (o las dos) personaje de ficción, Penélope y la mujer del César hubieran sido amigas. Aunque la valoración de su comportamiento -en ambos casos, éticamente irreprochable- se hizo desde dos esferas muy distintas: la mujer del César debía ser una mujer intachable, y, además, parecerlo, ante los ojos de los súbditos de su importante esposo; la mujer de Otelo no consiguió, ante él, alcanzar el poder de convicción que su fidelidad irreprochable merecía.

Lo que ya no nos atrevemos a analizar es el tipo de tragedia que se podría armar si ni Penélope fuera tan fiel como se presenta en el drama ni la mujer del César, pareciendo honesta, fuera en realidad cómplice en la malversación de los caudales públicos, la admisión de sobornos, la cara menos pública con la que se ocultaba el enriquecimiento ilícito de su marido.

El desarrollo de esta nueva trama y otras relacionadas ocupa la atención de jueces, políticos de las oposiciones respectivas, periodistas de investigación, directores de media preocupados por las finanzas, etc. 

La cuestión movería a recogocijo sino fuera porque, además de espectadores, todos somos comparsas de la descomunal tragedia de la que empezamos a conocer el guión y algunos personajes de doble moral, pues lo que se ventila, al fin y al cabo, es la mejor manera de sacar adelante una obra común, que es la gestión óptima de la res pública.

 

Sobre la disputa del voto por el Sr. Cayo

El coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, expuso el 4 de abril de 2011, invitado por el Fórum Europa, y ante un auditorio más bien frío, su visión acerca de lo que habría que hacer para salvar España del neoliberalismo donde la han introducido, según su argumentación, los dos partidos mayoritarios.

La intervención, realizada ya en campaña electoral de las administraciones  municipales y autonómicas (con las excepciones bien conocidas), tuvo lugar en el Hotel Ritz de Madrid, en el transcurso de un desayuno. Junto al turno de preguntas, apenas si se empleó, en total, una hora, con lo que la duración resultó anormalmente corta, comparada con otras convocatorias del Fórum a las que hemos sido invitados.

Nosotros habíamos formulado una pregunta que el moderador no estimó de interés u oportunidad presentar en el coloquio, y que pretendía incidir sobre la grave dificultad de la izquierda -por no decir incapacidad formal- para plasmar un modelo económico y de desarrollo en los países organizados sobre una economía de mercado. (Al final de este comentario recogemos la pregunta concreta).

Resulta evidente que Cayo Lara, como los dirigentes de Izquierda Unida, dirigen su llamamiento de voto hacia los descontentos con la política del PSOE, sin necesidad de señalar distancias con las propuestas del PP, al que identifican como el enemigo natural.

La mayor parte de la exposición del ponente se detuvo en presentar un sombrío panorama de crisis, afirmando que "las medidas del Gobierno, además de injustas, han sido inútiles", y haciendo culpable de la grave situación a las políticas de los últimos quince años, que, por tanto, juzga de continuistas, concretando incluso que "sirven para detraer recursos públicos y garantizar beneficios al sector financiero, enjugando sus pérdidas en la burbuja especulativa".

Las críticas de Lara se extienden a las medidas de reforma de las Cajas de Ahorros, que ve "como la mayor transferencia de recursos al capital financiero desde 1939" y "la pérdida de una oportunidad irrepetible de crear una Banca pública".

Entiende el Coordinador General de IU que la política del Gobierno del PSOE "ha subordinado la democracia al interés de los poderes fácticos" y que, "en lo fundamental, son coincidentes con las propuestas de la FAES y su Presidente Aznar", enumerando, en apoyo de su tesis, siete medidas que estaban comprendidas en las indicaciones de la Fundación que preside el ex-Presidente de gobierno del PP, y que han sido seguidas al pie de la letra por el actual Ejecutivo:

Privatización de las empresas públicas (ejemplos de Aena y de la Lotería Nacional) y recorte del gasto público; rebajas de impuestos (supresión de los impuestos a grandes fortunas); profunda reforma laboral; reforma de las pensiones; reestructuración financiera, privatizándolas, de las Cajas de Ahorros; más nucleares y menos renovables; revisión de la desconcentración autonómica.

No olvidó Cayo Lara manifestar su oposición frontal a la "guerra como mecanismo humanitario", apoyando un inmediato alto al fuego, "que podría ser supervisado por la Organiación por la Unidad Africana", y afirmando su solidaridad con "los movimientos sociales árabes, promovidos por una población joven (63% de la ciudadanía) y antiimperialista".

Resumiendo otro de los aspectos de su discurso, cabe referirse al desacuerdo con "ligar los incrementos salariales a la productividad, que vacía, de paso, de sentido la negociación colectiva, y que es un ataque a la Europa democrática, y que obligará a cambiar los Estatutos" (y la Constitución) " de los 27 países". Igualmente, Lara se desmarca de la supuesta vinculación del incremento del gasto público con la política de municipios y autonomías, a los que atribuye, respectivamente, un 3 y un 10% del mismo.

Para IU, en fin, estas elecciones municipales y autonómicas se presentan como una oportunidad de liberar a las instituciones que están más cerca de la población del "neoliberalismo, implantando una nueva forma de relaciones laborales, eliminando la especulación inmobiliaria y la corrupción".

En un momento de la exposición se preguntaba -defendiendo su tesis de que el Gobierno trata de desviar el debate desde lo sustancial a lo anecdótico- "¿Pero alguien compraría a Camps un coche de segunda mano?" No dejó, tampoco, de hacer ver el contento de Botín (en quien personificó el apoyo al Gobierno del gran empresariado y su desprecio a autónomos y pymes) por la política económica desarrollada, que le había permitido "obtener beneficios como nunca".

Nuestra pregunta era ésta: "En un mundo en el que los avances tecnológicos están concentrados en las grandes multinacionales, ¿cree posible sostener un modelo económico basado únicamente en las actuaciones desde la empresa pública y los autónomos y pymes? ¿Cuáles serían las líneas de desarrollo para creación de empleo masivo que propone IU?"

La respuesta, para otro debate. Necesario, sin duda. Porque para quienes tenemos el corazón a la izquierda, pero nos esforzamos en que la cabeza encuentre argumentos pragmáticos, somos conscientes de que las posiciones voluntaristas no ofrecen soluciones.

Hay que dotar de fundamentos, serenidad y sentido práctico a las posiciones renovadoras de la sociedad. Porque la Historia no ofrece, hasta ahora, ningún ejemplo de que un partido formado por las masas descontentas haya conseguido mejorar la situación colectiva. Los avances sociales de las últimas décadas han sido importantes, pero muy costosos, y para generar empresas eficientes y competitivas en un mundo global es imprescindible abandonar la crítica frontal y ofrecer soluciones concretas, factibles, asimilables por el resto de los agentes económicos y sociales.

De otra forma, siempre se jugará a la contra, y siempre se será muy minoritario, porque lo que todos queremos es tener trabajo estable y ello solo será posible en una economia próspera que el Estado es incapaz de garantizar por sí solo, aunque sí, como ya hemos manifestado muchas veces, no puede renunciar jamás a su labor de control, de estímulo y, en sectores prioritarios, mantener la referencia que le sirva para contrastar las actuaciones privadas.

 

Hasta en la sopa

Antes incluso de que Pedro Ocón de Oro, el inventor prolífico de pasatiempos con los que llenar la última página de los periódicos y revistas, perfilara su sopa de letras, los niños renuentes a ingerir el caldo que le preparaban sus mamás, se divertían combinando letras de pasta en la cuchara, para formar palabras alimenticias que engullían de inmediato.

Suponemos que aquellos niños de la postguerra que hayan sobrevivido a la dictadura y a la posterior democracia estén otra vez para sopitas (esta vez reforzadas con buen vino). Si fuera así, y estando en época electoral, además de felicitarles por su supervivencia, les aconsejaríamos que estén atentos a las palabras que les introduzcan en el caldo con la pretensión de orientar su voto según los deseos de quien lo cocina.

Nos dirigimos especialmente a los mayores en este Comentario, puesto que son quienes son más proclives a centrarse en el desánimo que favorece una situación de crisis como la presente.

La sopa nunca se toma tan caliente como se cocina, dice un proverbio alemán, pero no hay memoria de que en el pote se encontraran juntos, compartiendo ebullición, tantos elementos.

Guerra, revolución, fanatismo dirigido, inextricable desorden o autocrático embelasamiento en la mayoría de los países árabes; desánimo, pobreza intelectual, mensajes crípticos, avaricia, suspensión de pagos y cómplices latrocinios en buena parte de los estados occidentales; castigos sobrenaturales sobre la incómoda senda del discurrir técnico entre los que hallan atractivo en el retorno ajeno a unas cavernas a las que ellos no tienen propósito de volver; ...

En la sopa de quienes ya vienen de vuelta de muchas cosas, la prioridad habría de ser ayudar a encontrar las palabras que encajen en la solución, no al embrollo que no está en la mesa propia, sino a lo que han de engullir, ellos y sus coetáneos.

Para ese futuro enderezado, las razones que cuentan debieran ser éstas: honestidad como bandera, reinversión de beneficios privados para fomento del empleo, apoyo del Estado a los proyectos de interés general, capacidad y no improvisación en la gestión, concesión de valor  a los programas y evitar la veneración de las personas, otorgar más peso a la sociedad civil sobre el ansia reproductora de partidos, extremar el control del gasto público, extremar el control del origen del gasto privado ostentoso, abrir de una vez el melón de la renovación total del sistema educativo, realizar la revisión eficaz de las líneas de investigación preferentes y perseguir la rentabilidad de las ayudas para desarrollarlas, ...

Qué cansino encontrar, hasta en la sopa, cantinelas que nos quieren confundir con lo que a otros le es urgente haciéndonos creer que para todos es importante.

 

Sobre el homo pedisequus

Con el comienzo de la campaña electoral, se produce la movilización de quienes ocupan cargos políticos y de cuantos conforman el aparato de los Partidos, a la búsqueda del homo (o mulier) pedisequus.

Esta otra subespecie imaginaria de la naturaleza humana, diferente del homo politicus pero indisociable de él, no adquiere carta de naturaleza, en realidad, más que con ocasión de los períodos de elecciones.

En ellos se encarga, el pedisequus, con su presencia entusiasta, vociferante y entregada, de dar color a mítines, algaradas de Partido, caldeiradas, bocadilladas, paelladas o fabadas.

Aplaudirá con devociones sin tapujos, oreará con ardor infantil banderitas, lucirá gorras, coreará eslóganes y hasta besará, como si fueran santos, manos, rostros y pies de quienes ocupen púlpitos y estrados.

Es un misterio, que tal vez correspondería dilucidar a sociólogos y  a quienes analizan los entresijos de la sociedad civil, desentrañar las razones que guían al pedisequus. ¿La expectativa de una prebenda, un puesto en el duerno en donde comen quienes, por oficio principal, tienen repartir y controlar el erario público?

No parece que sea así, pues, salvo en las primeras filas de asientos, y a salvo de los jóvenes militantes que, dispersos por el espacio en donde se celebra el encuentro, mantienen en orden sus propias aspiraciones, solo se ven anónimos ciudadanos, más aptos para disfrutar de viajes del Inserso, más amigos de la partida de pinacle o del chuletón a la brasa que de pasar frío a la intemperie ideológica.

¿Será la nostalgia de una creencia juvenil que hoy quieren ver plasmada, a pesar de los afeites y la decoloración, en esos programas desvaídos, posiblemente tan faltos de directriz como de ideas, con los que los jefes de las tribus de politicus quieren encantar los oídos, como flautistas de Hamelin de una travesera con solo un agujero?...

Quién sabe lo que pasea por la mente de los pedisequus. Lo que es más fácil es adivinar lo que pretende el politicus, su especie dominante.

Utilizar la fácil movilización del pedisequus para convencer a esa otra masa más reacia, que conforma la mayoría de la sociedad civil, el homo adumbratus, de que hay que votar porque toca, por responsabilidad ciudadana, por garantizar que las cosas no empeoren, porque los otros no repitan o no vuelvan.

Aunque, a la postre, la razón principal seguirá siendo, para estos adumbratus (desanimados, indolentes, ahítos, cansos, vagos) qué se puede hacer mejor con una hora de un domingo de final de primavera que acercarse a que te vean los del barrio cómo introduces en la urna una papeleta con lo primero que se te pasa por la cabeza.

Desde Wikileaks a la ley Sinde

Angeles González Sinde es una mujer inteligente que iba en el camino de ser una cineasta de mérito hasta que aceptó ocupar el Ministerio de Cultura español, por lo que le tocó asumir la destrozada papeleta de defender la "Disposición Final Primera del proyecto de Ley de Economía Sostenible", conocida, por sublimación jurídica del lenguaje pupular, como "Ley Sinde".

Los que gustan de mezclar churras con merinas, discutir las ventajas de galgos frente a podencos y hablar de los puntos de coincidencia entre velocidades y tocinos, encuentran también razones para relacionar el fenómeno de Wikileaks, en el que el verdadero protagonista es un tal Julien Assange, con este engendro, no tanto legal como conceptual, del que se ha hecho protagonista a la ministra fiel.

No tenemos información acerca de si las modificaciones que se pretenden a la Ley de Propiedad Intelectual vigente y las medidas desorbitantes que se trata de otorgar a órganos jurisdiccionales e incluso extrajurídicos para cerrar webs molestas, han surgido al dictado de los poderes norteamericanos y, aún menos, si son consecuencia del malestar producido por las filtraciones realizadas a través de Wikileaks de lo bien que funciona la diplomacia de los Estados Unidos para convencer de, insinuar acerca de, sonsacar sobre, enredar con, enmerdar para y adulterar desde, casi todo lo que puede afectar a su economía.

Lo que sí nos parece punto de anclaje para la argumentación al respecto de ambas es la imposibilidad de poner puertas al campo de las libertades, en especial, de las que surgen, con impetu imparable, de la lógica y de la sensatez.

Somos inmensa mayoría los que deseamos transparencia en la actuación de nuestros políticos, lealtad para defender lo que negocian en nuestro nombre, honestidad para sus decisiones. No nos importa tanto que fallen en sus propósitos como que nos mientan en lo que nos trasladan y mucho más nos duele que nos engañen en su beneficio con lo que les confiamos.

No deseamos que haya más Wikileaks, sino que no sean necesarios. Preferimos a una filtración obtenida aún no sabemos de qué forma, la comunicación ordenada, asimilable, de las razones por las que se hacen las cosas públicas, de las dificultades para obtener los resultados que se han prometido o que convienen a nuestra colectividad. Una información periodística honesta, profesional, ayudaría mucho a complementar y a corregir los deseos eventuales de algunos politicos para ocultar o deformar la verdad.

Todo esto no tiene, para nosotros, nada que ver con la defensa de la propiedad intelectual, ni con la regulación de internet, cuestión tremendamente compleja en la que no se puede improvisar ni moverse a impulsos del corazón o de parte. Porque, si un creador quiere poner a disposición de todo el mundo sus obras, es su decisión y su responsabilidad. Y, dada la posibilidad inacotable de bajarse información a través de otros servidores, de nada vale regular unos si otros permanecen libres.

Por eso, el único punto común que se nos ocurre entre los que abominan de Wikileaks y defienden con obstinación la Ley Sinde pudiera estar bastidores, en lo que no se ve pero se intuye como estructura mental de los que cantan en un sitio para poner los huevos en otro: el miedo a la libertad. Y, en consecuencia, nos gustaría que esa Disposición Final Primera se quedara en agua de borrajas, porque ni está en su sitio legal ni surge en el momento ni con la redacción adecuados.

No se puede pretender prohibir sin delimitar claramente los objetivos sociales y las seguridades jurídicas de un acto limitativo de libertades, y no es admisible confiar a una redacción típica de una "ley en blanco" la administración de una disposición restrictiva, un acto de gravamen.

Entre Cascos y cascotes

La actuación de darse de baja del Partido Popular por parte de Francisco Alvarez Cascos, motivada, según propia confesión, por no haber sido refrendado como candidato de la formación política en la que llevaba afiliado desde hacía unos 30 años y por la que había ocupado cargos muy importantes del gobierno de España, merece algunas reflexiones.

No lo hacemos por ánimo de justificar o criticar una postura cuyo análisis, a la postre, debe circunscribirse al ámbito personal de quien la ha tomado y al de sus consejeros y seguidores, sino por entenderla un reflejo esclarecedor de cuáles son los móviles que, siempre juzgando por apariencias, rigen algunas de las vocaciones políticas en este país y, seguramente, de todos los que se han configurado como democracias parlamentarias.

Por ello, juzgamos interesante detenerse a analizar porqué en un partido que puede ser alternativa seria de Gobierno, sus militantes cualificados se rebelan, abandonándolo, cuando no se les concede a ellos en particular la opción de gobernar los intereses de la mayoría, creyéndose más aptos que cualquier otro.

En una situación, reconocida por todas las encuestas, de pérdida de confianza por la mayoría de electores en la capacidad del partido actual en el Gobierno del Estado para solventar satisfactoriamente la crisis o, cuanto menos, de ser más solvente que su alternativa, la aparición de una escisión en los criterios de quienes tienen relevancia en marcar directrices en esa última opción política, no puede pasar desapercibida.

La decisión de Cascos tiene el efecto de debilitar al partido de que proviene.

Las divergencias en la asunción de las decisiones respecto a cómo consolidar en las urnas esa mayoría a priori no tendrían porqué causar debilidades al partido, si, una vez realizadas las primarias, o como quiera llamarse la dilucidación de la competencia interna entre los candidatos, todos los militantes cierran filas en torno al elegido, presentándolo como una opción sin fisuras frente a los de las otras formaciones políticas.

Ha sido este el caso, no sin derramar algo de sangre interna, pero sin llevar el caso a urgencias, en las elecciones previas del candidato del PSOE que habrá de optar a la Presidencia de la autonomía de Madrid, enfrentándose a la dura rival Esperanza Aguirre, actual detentadora de ese cargo.

La cuestión en Asturias era diferente, pues la dirección del PP debería seleccionar a un candidato que compitiera con una nueva opción del PSOE, el ingeniero Javier Fernández, una vez que el actual presidente de esta autonomía, Vicente García Areces, había renunciado a presentarse él mismo.

La sonora retirada de Cascos -militante individual, sí, pero con proyección pública indiscutible (para bien como para mal)- tiene el propósito de debilitar al PP, tanto más cuanto se anuncia el propósito de generar otro partido en Asturias en torno a su figura carismática.

Pero es que, además, la escaramuza dialéctica es perjudicial para la región, porque debilita la posición de Asturias en el panorama político, haciéndola foco de atención de rebeldías y descontentos personalistas en el sento del partido de la alternativa, como si lo importante no fuera gobernar bien, sino gobernar-yo.

Una región que, no puede olvidarse, dada su pequeñez, depende de la sintonía con el gobierno de Madrid. Además, dada su particular personalidad en el conjunto autonómico (en la que se combinan razones históricas que la abocan a defender un centralismo no segregacionista,  la concentración de grandes industrias, la relevancia sindical, la dependencia respecto a ayudas externas en sectores estratégicos, etc.), ha sido muchas veces, como hemos reflejado en otros Comentarios, banco de pruebas para pulsar previamente los efectos de algunas decisiones clave para el conjunto del país.

Los análisis apuntan a que el candidato del PSOE tiene ahora mayores opciones, al encontrarse posiblemente ante un frente dividido, en el que los votantes afines a los populares deberán elegir entre apoyar a Isabel Pérez Espinosa o a Francisco Alvarez Cascos, éste aupado en su nuevo partido.

Siendo, por lo demás, trasparente que la rotura ideológica se produce, en este caso, más que por la trayectoria de Cascos por la de sus aplaudidores, por la puerta de la derecha -así debemos interpretarlo, por los apoyos, aún tímidos, que está recibiendo-, no parece probable que, efectuadas las elecciones, la opción en Asturias para cambiar el signo del gobierno regional se consolide, a través de una coalición entre el PP y el nuevo partido del ahora disidente, pues la mayoría se ha puesto más difícil de alcanzar.

Si esta elucubración resulta cierta, Asturias se encontraría, a partir de 2012, -a salvo de una mano salvadora que viniera a tocar con sones de fortuna los deseos del presidente Rodríguez Zapatero de que la crisis se resuelva prácticamente por sí sola- con un gobierno del PSOE, en un contexto estatal controlado por el PP.

Resumen: Cascos deja cascotes para una región que aún necesita, para levantar plenamente la cabeza, apoyo exterior, al que, desde luego, siempre ha estado dispuesta, como alumna aplicada, a prestar sumisa atención.

No escribimos así porque defendamos, desde nuestra neutralidad política, que él hubiera sido el mejor candidato del PP, sino porque ahora ha dejado debilitado a ese partido en Asturias, construyendo con él una singularidad que, en coherencia con la teoría del banco de pruebas, vaticina inseguridades en la construcción de una alternativa de gobierno para el conjunto del país.

Y, mucho más grave, demuestra que los intereses personales priman, siguen primando, sobre los intereses generales en algunos representantes políticos y hombres (y mujeres) de partido. Que no es lo que sería deseable para sacar la cabeza a España del lodo en el que tenemos la sensación desagradable de estar todos pateando y, algunos, pateándose.

Sobre liebres, conejos, galgos, podencos y otros animales con representación parlamentaria

Los periodistas acreditados en el Congreso de los Diputados de España, conceden todos los años varios premios a los diputados, en una cena que se celebra en el mes de diciembre. En 2010, el galardón al mejor orador ("premio Emilio Castelar") fue entregado al ministro que destaca también como mejor valorado del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Como corresponde a quien tiene acreditada su facilidad de palabra, Rubalcaba hilvanó un discurso de agradecimiento ágil, simpático (despertó las sonrisas de los asistentes un par de veces) y, lo que es especialmente de agradecer en tiempos convulsos, distendido.

En esa línea de aquínoestápasandonada, el actual presidente del Congreso, otro incombustible de la política española, José Bono, se metió en unos berenjenales controlados -tampoco es personaje que dé puntada sin hilo- para dejar entreverado que Rubalcaba puede ser liebre -es decir, señuelo- para que corran, y se agoten persiguiéndola, los galgos de la carrera por la presidencia del Gobierno. 

Distinguió Bono entre tres tipos de liebres que se crían en España, acudiendo, dijo, al Diccionario y apuntó, para reforzar con un chascarrillo la semejanza, que una de ellas era, justamente, la cántabra.

Aludía así también al origen regional del ministro portavoz, que ponía cara de sorprenderse con el ingenio de su amigo en todas las lides, muy metido en el papel de admirador de Woody Allen, al que había recurrido para remedarlo por aquello de "no me merezco este premio, pero tampoco me merezco esta diabetes" (alopecia en Rubalcaba).

Como el Partido que, según las encuestas de opinión, va a ganar las próximas elecciones es el PP y su candidato indiscutible es Mariano Rajoy, los galgos que corren tras la liebre Rubalcaba no puede ser otros que los aspirantes a candidato a la Presidencia del Gobierno por parte del PSOE y, por tanto, seguros perdedores.

¿Es así de simple? No lo creemos. La capacidad de gestión de los temas difíciles que acredita Rubalcaba, su capacidad de improvisación para responder a las cuestiones espinosas, su tranquilidad de ánimo, entre otras cualidades admirables, lo hacen un duro contrincante si la coyuntura mejora.

No sería la primera vez que se concentra en la hipotética incapacidad de un líder la razón a todos los males, para, sacrificándolo como buco emisario, redimir a la tribu de los pecados colectivos.

Atentos, pues, conejos y podencos, y cualesquiera otros animales con representación parlamentaria. La carrera es de liebres, no de galgos; o así nos lo parece. Y Rubalcaba ya ha empezado a correr y, encima, parece haberse leído a Unamuno y haber visto mucho Woody Allen.

 

Sobre España como instrumento

Hay algunos políticos, incluso importantes, que se creen que dirigir un país es cosa de un solo individuo.

Otros -no necesariamente los mismos- piensan que hacer política es criticar, ridiculizándolo según apetezca, al gobernante, si es de otro partido.

En fin, hay quien, después de haber asumido los máximos poderes de un Estado y, por tanto, teniendo alta probabilidad de ser considerado como experto en sus singularidades, cuando ha decidido retirarse de la política -tal vez momentáneamente- encuentra que su misión principal ha pasado a ser la de contar al resto del mundo las razones de todo lo malo que suceda en su propio país.

Pertrechado con esa concepción mesiánica de lo que le corresponde hacer para facilitar la existencia de sus compatriotas, el ungido se dedicará a dar conferencias y escribir artículos en donde pintará con los más negros colores la situación que están gestionando otros, dejando clara, como contrapunto, su convicción de que serán incapaces para solucionarla.

Quienes lean lo anterior desde España, pensarán, con razón, que estamos refiriéndonos al comportamiento de José María Aznar, ex-presidente del Gobierno español con el Partido Popular y, más en particular, al artículo que publicó en The Wall Street el 13.12.2010 ("What´s wrong with Spain?"), con un diagnóstico negativo sobre lo que está sucediendo en este país desde 2004 (1), la atribución al mal gobierno del deterioro económico que estamos sufriendo, y la defensa, como solución, de la convocatoria inmediata de las elecciones generales.

Esta trilogía se complementa con lo que, más que el esbozo de un programa ideológico, es el abc del liberalismo económico: menor intervencionismo desde el Estado en los mercados, reducción del gasto público y revisión del estado del bienestar, disminuyendo las prestaciones actuales.(2)

Pues bien: tenga cuidado el expresidente Aznar en expresar con tanta contundencia y claridad lo que, dada su relevancia en el Partido Popular, debe interpretarse como la línea directriz de lo que haría el gobierno de su colega Mariano Rajoy si, como repetidamente proponen, se convocan elecciones anticipadas y, de acuerdo con lo que las encuestas vaticinan, su partido alcanza la mayoría.

Porque los programas políticos deben ajustarse al momento en que se emiten y, hoy, lo que necesita urgentemente España es una activación económica, que genere puestos de trabajo, para lo que es imprescindible dar confianza a inversores, empresarios y consumidores.

De aquí el riesgo de utilizar España como instrumento para vapulear al contrario. Un país, como saben mejor que nosotros tanto Aznar como Rajoy, funciona como una caja negra en la que los gobiernos no controlan todos los mandos, aunque se sienten (o,mejor, se sientan) en la cabina de pilotaje. 

El verdadero rumbo tampoco lo señalan los que se sientan en la primera clase; pero en este avión hipotético en el que, en beneficio de la metáfora, hemos convertido España, los controladores se han puesto en huelga, y ni con el estado de alarma se ha conseguido que vuelvan a trabajar; siguen de vacaciones, disfrutando con el espectáculo que les ofrece el pavor creciente de los que ocupan las plazas de turista, que asisten, impotentes, a la exhibición de propósitos sobre lo que sería más conveniente distribuir a la hora del almuerzo: patadas al oli-hála o ensalada de toma y cállate.

(1) "The roots of Spain’s crisis lie in the political decisions made in 2004 to abandon the modernizing process that Spanish society began more than 30 years ago."

(2) "An essential part of this political change will be for Spain to immediately acknowledge that the state has to limit its economic and social role, and open new areas of freedom and dynamism for society and private entrepreneurship. Spain needs to accomplish deep reforms in its administrative structure, including eradicating bureaucratic and public bodies and rationalizing public expenditure. Spain cannot delay any longer in reforming its welfare state, but must start now to restore the conditions for a thriving society that is open to all."

Sobre lo que aún no ha divulgado Wikileaks

Los documentos que esa agrupación a la caza de desvergonzados, que ha tomado el nombre de Wikileaks -pero al que resulta seguramente más adecuado el de Shamelessleaks-, ha puesto al descubierto, dejando con el culo al aire a unos cuantos simpatizantes, -confidentes voluntarios o inocentes-, el libro de recetas de cocina, por no decir, de los secretos de la alcoba de los contubernios, del Estado más poderoso de la Tierra.

Algunos media, que seguramente (aunque lo nieguen) han pagado un dineral por airear esta casquería, se esfuerzan en presentar esa historieta cómica de los bajos fondos de la política en pequeñas dosis y con letras mayúsculas; se comprende que quieran tratar de recuperar la inversión y se agradece que no nos quieran empapizar con demasiada casquería, introducida de sopetón.

Y, sin embargo, al leer el relato de los chismes, elucubraciones, hipótesis, cotilleos y juicios -temerarios, certeros o exquisitos- de tantos cientos personajes conocidos, -por haberlos visto antes representando sus papeles oficiales-, es difícil sentirse escandalizado.

La mayor parte de las veces, nos parece que no se nos cuenta nada nuevo, algo que no imagináramos o no supiéramos ya; y, en otras, podemos pensar que todos estos personajes que han sido descubiertos en ropas interiores son, a la postre, actores secundarios, figuras de reparto.

Están ensayando los efectos de una obra que les viene grande y que habrán de representar luego ellos mismos o sus jefes, y que, aparentando ser muy profesionales, prueban la manera de lograr despertar de forma más eficaz los sentimientos para que lo que nos cuenten luego en el escenario nos resulte más creíble.

Dejando de lado el análisis de lo que ahora se desvela, estos relatos son, desde luego, una tentación irresistible para extraer consecuencias generales acerca de cómo se tejen los hilos de los intereses que más les merecen la pena a los que se creen poderosos.

Sorprende, desde luego, que se guarden con tal despreocupación un montón de notas íntimas, después de que alguien importante las haya recopilado, calificándolas de alto secreto.

Esta colección de opiniones y comentarios, -a veces sagaces pero la mayoría  triviales, e incluso, en no pocos casos, ridículos-, está salpimentada con elucubraciones e hipótesis sobre los móviles de terceros y murmuraciones de charla de café,  traicionando muchas veces la confianza de los interlocutores que confiaron sus miserias a quien no tenía otra misión que sonsacarles algún chisme. 

Gentes, unos y otros, aparentando capacidad de decisión, pero, en verdad, comparsas. Sus chismorreos, ahora puestos en mayúsculos, si hubieran sido copieteados en su momento desde un periódico de provincias nos parecerían más bien la invención de un plumífero de chicha y nabo, escasos de interés.

Así que, una vez más, el saber no solo ocupa lugar, sino que nos llena la realidad de porquería.

La culpa no la tiene Wikileaks, al que debemos agradecer que nos confirme, con esas, lo que ya sabíamos o, al menos, intuíamos. La desazón proviene de lo que trasciende ahora de esas revelaciones, porque, al desvelarnos una parte, nos dejan con la curiosidad de confirmar todo lo demás, lo que también sospechamos que se ha estado y se está cociendo en esas y muchas otras ollas.

En los miles de pucheros de mentiras y contubernios  que, siendo seguramente controladas hasta ahora por cocineros más cautos, o no han dejado huellas de las recetas con las que nos preparan los platos aliñados que engullimos cada día, o aún no hemos acertado con descubrir el cajón disimulado en el secretér, donde se guardan.

Tiemblen las organizaciones que han conservado los testimonios, registrados en cualquier soporte -manual, digital o unguiculado-, de las razones que les han movido a actuar como hicieron; si están a tiempo de destruir para siempre las informaciones que les han servido para tomar cualesquiera decisiones o doblegar torcidas voluntades, háganlo. 

Porque el deseo de sacar a la luz los entresijos de cuanto mueve el mundo y poner patas arriba a sus autores, es ahora insaciable. No nos bastará lo que hasta ahora tenemos documentado. Complacidos por confirmar que es genuina la indignación de las más altas instancias de los países afectados por la filtración, queremos más.

Vamos a acabar confirmando la verdad de nuestras incursiones mentales en lo que imaginamos los secretos turbios de todas las confesiones e Iglesias, en los entresijos miserables de las más respetables entidades financieras y mercantiles, queremos obtener la plena certeza de la existencia de contubernios sistemáticos entre gobernantes de países de bloques irreconciliables, entre partidos políticos de signos contrarios, refocilarnos en la confirmación de orgías mentales con intercambio de parejas en que hayan participado líderes de asociaciones en contra o a favor de algo y toda clase de perjudicantes, casorios entre cabezas sindicales, ecologistas, científicos y cualesquiera respetables y las agrupaciones empresariales que criticaron, los centros de contaminación que amenazaron cerrar, los empleadores que ocultaron resultados de sus hallazgos.

Entre tanto, nos sentimos avalados para poder mirar por encima del hombro a los más serios jueces, embajadores, fiscales, catedráticos, ministros, empresarios, hombres y mujeres de alcurnia, de cualesquiera meritócratas y encumbrados. Aunque solo lo sospechamos, acabaremos sabiendo que muchos tienen sus pies de barro sucios de la mierda de sus andanzas por los patios que han tenido que hollar para auparse unos centímetros sobre nuestras cabezas.

Nos los podemos imaginar, pero ahora con nitidez de cámara digital, en cacerías, comidas, visitas a despachos, reuniones oficiales u ocasionales, murmurando respecto a los caracteres del vecino, insinuando falsedades del compañero aparentemente más fiel, solicitando favores para la esposa o la concubina, intercambiando cromos de influencia entre risotadas y palmadas en la espalda y, para colmo, satisfechos de pensar que lo han hecho muy bien, no solo despreocupándose de borrar las huellas de la francachela, sino dejando fiel constancia, con pelos, eructos y señales, de lo que han deducido de lo que han sonsacado al otro.

Ya solo nos faltaría, pero incluso creemos que el trabajo no merece la pena, casar las informaciones confidenciales de todos esos empleados de la diplomacia mundial, buscar, para reunirlas, todas las notas en las que, aplicadamente, suponemos que han contado a sus jefes, en documentos altamente confidenciales, lo que creen haber descubierto.

Qué paradoja. Lo que no saben es que, nosotros, los de a pie, supimos desde que el mundo es mundo lo que se nos quería ocultar. Disimulábamos, conscientes de que teníamos con convivir con esa forma de actuar, puesto que no sabemos cómo fabricar una alternativa. Tenemos ciencia innata respecto a esas Lickyweaks, ("Debilidades babosas") de la naturaleza humana.

Sépanlo quienes creen dirigirnos. La gran fiesta del mundo sigue abierta. No somos invitados de piedra, ni tragamos piedras de molino, no somos sinceros cuando decimos que llueve si nos orinan encima, ni cuando subrayamos con aplausos lo que nos cuentan los caciques para su lucimiento. No nos engañan. Estamos en las claves.  Van desnudos.

Sobre la cara que tienen los políticos

¿Se han fijado Vds. en la cara que se les ha puesto a Rodríguez Zapatero y a Barak Obama? Mala cara. Crispada, tensa, con ojeras y rictus de disgusto y amargura.

No son figuraciones. Sus rostros han evolucionado con la coyuntura. Si se les compara (en el caso del presidente norteamericano, la referencia es prácticamente de ayer mismo) con el aspecto que traslucían cuando llegaron al poder, se advierte de inmediato que no lo están pasando bien o, por lo menos, que les preocupa lo que saben.

Sería un despropósito comparar el perfil y la situación de ambos políticos, aunque ambos se sienten embarcados en la, seguramente imposible, aventura de cambiar el mundo.

En lo que concierne al presidente Obama, Antonio Caño, en EP del 19.11.2010 transcribe, a una pregunta concreta, contestada por escrito acerca de si "sigue sintiendo el mismo entusiasmo y la misma capacidad para cambiar el mundo" que "sí, la sigo teniendo". La curiosidad de Caño tendría como referente el discurso pronunciado por el líder norteamericano el 11.09.2010, cuando se refirió a sus planes sobre Afganistán, y expresó (entre otras cosas) algo diferente:

"I myself never served in the military, but let me tell you: These guys -- and especially the marines -- are a little nuts. I mean, they’re all volunteers; they all believe deeply in America -- and in America as it is, and not in America as I will soon remake it -- and they all have this touching but wild-eyed optimism in America’s ability to change the world.

"But hey, I’m the president. I can’t be swayed by the young idealists and optimists who enlist in and join the U.S. military. And you Afghanis shouldn’t take our young people too seriously either. I don’t care how much they help you and how much you come to like and admire them. They’re all (well most of them anyhow) callow youth who fail to see the bigger picture".

El presidente Rodríguez Zapatero, por su parte, está preocupado por cambiar el mundo. Lo ha expresado en múltiples ocasiones que, en este caso, rogamos al lector nos exima de repetir aquí en detalle: Alianza de civilizaciones, apoyo a las energías alternativas para conformar un liderazgo mundial para España, llamada a la inmigración para que cubran los puestos de trabajo que nuestro hipotético estado de bienestar no osaba cubrir, etc.

El presidente Obama tiene, en su descomunal cometido -con los matices que él mismo ha expresado en el discurso referido- un equipo de profesionales de gran entidad, y un poder real, en lo económico y en lo político, junto a un aparato de apoyo mediáticos, que se podría calificar de impresionante. El presidente Zapatero tenía, en su propósito desencajado, el auxilio de su optimismo "compulsivo" y el apoyo de los seguidores más fieles, que le aplaudían como nuevo mesías de la socialdemocracia.

Nos gusta comparar el aspecto cansado de ambos líderes -no dudamos que a Obama se le acabará cambiando el semblante de nuevo tan pronto como China siga firmando acuerdos de entrañable colaboración, una vez que su equipo de análisis ha comprobado que Europa es un gruirigay de intereses encontrados-, con el saludable semblante de Angela Merkel, la canciller alemana.

La señora Merkel jamás se planteó salvar el mundo, ni cambiarlo. A ella, como a su thinktank de ideólogos, solo le preocupa, en realidad, el bienestar de Alemania. Y en el país teutón vuelven a oirse los lieder que más gustan allá, el ruido que hacen las locomotoras de sus sectores industriales, avanzando.

 

Sobre la forma de correr de los politicos

Sobre la forma de correr de los politicos

Siempre que políticos occidentales se reúnen con cualquier pretexto -últimamente, y de forma reiterada, para poner en evidencia su incapacidad para tomar acuerdos globales-, la foto de un par de ellos corriendo en chándal por un parque, acompañados de sus guardaespaldas, intérpretes, y periodistas, ocupará al día siguiente la primera página de los periódicos que informen del evento.

Por supuesto, lo que tratan de demostrar quienes así se dejan o se hacen fotografiar es que se encuentran en buena forma física. Lo que intentan que el lector deduzca de esa manifestación de salud -expresada en maillot y zapatillas de correr- es que se encuentran en magnífico estado de ánimo, y que hacemos bien depositando su confianza en ellos.

No todos estarían de acuerdo. Como primera observación, una cosa es el estado físico y otra el psíquico, por no hablar del intelectual. Si esos políticos desean, de verdad, convencernos de que están en pleno uso de sus facultades, y en especial, de las mentales, deberían someterse a un control sicológico, hacer algunos test apropiados, o, al menos, demostrar su capacidad para hacer unos cuantos sudokus. (Decimos esto por analogía respecto a la dificultad de correr unos cuantos metros alrededor del hotel).

Hay más, incluso. Se pretende con esas instantáneas combinadas de políticos, trasladar que existe buena sintonía entre ellos, incluso se les ve hablando mientras corren. Dudamos de la profundidad de las elucubraciones que puedan emanar de quien está forzando a su organismo a consumir oxígeno para poder trotar con cierto empaque.

En fin, que nos gustaría -a pesar de que reconocemos que tiene más enjundia visual un par de tipos al trote que sentados tras de un pupitre- que alguien nos explicara, con sinceridad, a qué vienen las fotos de políticos a la carrera. A nosotros, nos inquietan, y nos llevan a preguntarnos, inconscientemente: ¿De qué escapan nuestros líderes, a dónde corren? ¿Debemos, tal vez, juzgarlos por su manera de correr?

En todo caso, y como suponemos que las mandatarias también hacen ejercicio, sugerimos que se nos ofrezcan, mientras se dilucida el sentido de las fotos en maillot, instantáneas de nuestras ministras y homólogas en el gimnasio -si es que lo visitan- o, en su defecto, haciendo ganchillo en compañía mientras debaten si será mejor bajar los tipos de interés o empezar a reducir con agujas del dos para que la sisa no quede pendulona.

(La traducción al inglés de la alocución que el Presidente español dirige en la viñeta al Premier británico es, más o menos: "Where buyed you the t-shirt, David? Because I´m getting tired of running with my placard!")

Sobre el espacio político de la izquierda europea

Será necesario, tal vez, empezar este Comentario reconociendo que no creemos en la posibilidad de encontrar una definición absoluta -es decir, válida con independencia del momento y del espacio geográfico- para los conceptos de izquierda y derecha políticas.

La calificación es utilizada hoy fundamentalmente por los nostálgicos que pertenecieron o dijeron pertenecer a la izquierda revolucionaria -convertidos en respetables abuelitos a los que se acude como al santoral, pero sin que tengan peso específico alguno- y por los políticos en discursos de barrio que pretenden, por contraste, asustar con una derecha asociada ladinamente, en esos mítines, al capital y a la explotación del trabajador.

La diferenciación ha ido perdiendo fuerza en la medida en que el estado de bienestar fue ganando hitos.

Por una parte, quienes se encuentran ahora en las zonas inferiores de las rentas son clara minoría y sus necesidades están muy alejadas de los deseos de la media, a la que se dirigen las formulaciones de los programas políticos -de unos y otros- en  la intención de ganar su voto.

Además de las dificultades de estas minorías de aglutinar electoralmente sus posturas -solo simbólicamente acogidas en mítines de barrio por los partidos mayoritarios de la hipotética izquierda-, la realidad es que los argumentos reivindicativos defensores de una mayor atención social para esos desfavorecidos se confronta con la situación de aceptable bienestar, de los que se deriva su apatía y comodidad, por parte de una mayoría de la población, ideológicamente vacía.

Esa pérdida en Europa de identidad para la izquierda no fue gradual, ni intencionada, sino producto del éxito en las urnas de los partidos que trabajaron sus propuestas desde el ámbito de las izquierdas a los poderes tradicionales.

Los dirigentes de esos partidos que pretendían captar el voto de "la otra mitad" -formada idealmente por desempleados, estudiantes, asalariados, pequeños agricultores, funcionarios, - especialmente, profesores universitarios-, jubilados y profesionales liberales a principio de su carrera-, se encontraron con  que una vez que habían alcanzado el objetivo de gobernar y conseguían implementar alguna de las mejoras asistenciales que habían prometido, la cuestión clave no era ponerlas en marcha, sino cómo financiarlas.

Cuando las economías están en expansión, todo son rosas. Se aprueban beneficios sociales generosos, se aumentan las prestaciones asistenciales, se gasta más dinero público en sostener la educación, los transportes, la vivienda, la atención medicina y, en general, todos los servicios; en esa coyuntura de bonanza, también las entidades financieras colaboraron prestando dinero a cambio del compromiso de pagar más tarde, es decir, vendiendo el futuro.

La continuidad en el poder del PSOE en España -profundamente lastrado por la falta de credibilidad en la coherencia de su desmedido modelo de prestaciones sociales, con la estructura técnico-económica general y, también, con las serias objeciones a la capacidad de sus dirigentes para superar una crisis que ignoraron hasta que se hizo insoportable-, parece enfocarse hacia el revisionismo de su programa.

Carlos Mulas-Granados, gerente de la Fundación Ideas -uno de los mecanismos de tanteo ideológico que ha creado el partido en el poder- publica en EP (2 de noviembre de 2010) una elucubración acerca de las ideas de Ed Miliband, nuevo líder laborista, y su apoyo matizado a los recortes drásticos al estado de bienestar que está realizando el premier conservador David Cameron.

La diferencia que resalta Carlos Mulas, que hace figurar a Ideas como ideólogo en la sombra de la propuesta de Miliband, es que "el ajuste socialmente justo" sería aquel en el que se repartieran por igual el aumento de los ingresos fiscales y la reducción de los gastos públicos, dedicando más dinero a políticas activas de empleo frente a subsidios de desempleo.

No se trata, sin embargo, solamente de la redistribución de las cargas. Como a Mulas no se le escapa, pero no resuelve, la cuestión clave es la manera en que se podrá generar en el futuro los nuevos ingresos que se necesitarán para mejorar los servicios públicos (o recuperar la situación perdida por la crisis).

Ese debate no es de izquierda ni derecha, y es tan importante, que reclamaría la atención de toda la sociedad civil. Cuando el futuro se presenta plagado de incertidumbres, no se necesitan politólogos, sino que acudan al llamado de urgencia los creativos, los técnicos, los emprendedores, los creadores y transmisores de conocimientos. ¿Están convocados? No, lamentablemente.