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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Entre Cascos y cascotes

La actuación de darse de baja del Partido Popular por parte de Francisco Alvarez Cascos, motivada, según propia confesión, por no haber sido refrendado como candidato de la formación política en la que llevaba afiliado desde hacía unos 30 años y por la que había ocupado cargos muy importantes del gobierno de España, merece algunas reflexiones.

No lo hacemos por ánimo de justificar o criticar una postura cuyo análisis, a la postre, debe circunscribirse al ámbito personal de quien la ha tomado y al de sus consejeros y seguidores, sino por entenderla un reflejo esclarecedor de cuáles son los móviles que, siempre juzgando por apariencias, rigen algunas de las vocaciones políticas en este país y, seguramente, de todos los que se han configurado como democracias parlamentarias.

Por ello, juzgamos interesante detenerse a analizar porqué en un partido que puede ser alternativa seria de Gobierno, sus militantes cualificados se rebelan, abandonándolo, cuando no se les concede a ellos en particular la opción de gobernar los intereses de la mayoría, creyéndose más aptos que cualquier otro.

En una situación, reconocida por todas las encuestas, de pérdida de confianza por la mayoría de electores en la capacidad del partido actual en el Gobierno del Estado para solventar satisfactoriamente la crisis o, cuanto menos, de ser más solvente que su alternativa, la aparición de una escisión en los criterios de quienes tienen relevancia en marcar directrices en esa última opción política, no puede pasar desapercibida.

La decisión de Cascos tiene el efecto de debilitar al partido de que proviene.

Las divergencias en la asunción de las decisiones respecto a cómo consolidar en las urnas esa mayoría a priori no tendrían porqué causar debilidades al partido, si, una vez realizadas las primarias, o como quiera llamarse la dilucidación de la competencia interna entre los candidatos, todos los militantes cierran filas en torno al elegido, presentándolo como una opción sin fisuras frente a los de las otras formaciones políticas.

Ha sido este el caso, no sin derramar algo de sangre interna, pero sin llevar el caso a urgencias, en las elecciones previas del candidato del PSOE que habrá de optar a la Presidencia de la autonomía de Madrid, enfrentándose a la dura rival Esperanza Aguirre, actual detentadora de ese cargo.

La cuestión en Asturias era diferente, pues la dirección del PP debería seleccionar a un candidato que compitiera con una nueva opción del PSOE, el ingeniero Javier Fernández, una vez que el actual presidente de esta autonomía, Vicente García Areces, había renunciado a presentarse él mismo.

La sonora retirada de Cascos -militante individual, sí, pero con proyección pública indiscutible (para bien como para mal)- tiene el propósito de debilitar al PP, tanto más cuanto se anuncia el propósito de generar otro partido en Asturias en torno a su figura carismática.

Pero es que, además, la escaramuza dialéctica es perjudicial para la región, porque debilita la posición de Asturias en el panorama político, haciéndola foco de atención de rebeldías y descontentos personalistas en el sento del partido de la alternativa, como si lo importante no fuera gobernar bien, sino gobernar-yo.

Una región que, no puede olvidarse, dada su pequeñez, depende de la sintonía con el gobierno de Madrid. Además, dada su particular personalidad en el conjunto autonómico (en la que se combinan razones históricas que la abocan a defender un centralismo no segregacionista,  la concentración de grandes industrias, la relevancia sindical, la dependencia respecto a ayudas externas en sectores estratégicos, etc.), ha sido muchas veces, como hemos reflejado en otros Comentarios, banco de pruebas para pulsar previamente los efectos de algunas decisiones clave para el conjunto del país.

Los análisis apuntan a que el candidato del PSOE tiene ahora mayores opciones, al encontrarse posiblemente ante un frente dividido, en el que los votantes afines a los populares deberán elegir entre apoyar a Isabel Pérez Espinosa o a Francisco Alvarez Cascos, éste aupado en su nuevo partido.

Siendo, por lo demás, trasparente que la rotura ideológica se produce, en este caso, más que por la trayectoria de Cascos por la de sus aplaudidores, por la puerta de la derecha -así debemos interpretarlo, por los apoyos, aún tímidos, que está recibiendo-, no parece probable que, efectuadas las elecciones, la opción en Asturias para cambiar el signo del gobierno regional se consolide, a través de una coalición entre el PP y el nuevo partido del ahora disidente, pues la mayoría se ha puesto más difícil de alcanzar.

Si esta elucubración resulta cierta, Asturias se encontraría, a partir de 2012, -a salvo de una mano salvadora que viniera a tocar con sones de fortuna los deseos del presidente Rodríguez Zapatero de que la crisis se resuelva prácticamente por sí sola- con un gobierno del PSOE, en un contexto estatal controlado por el PP.

Resumen: Cascos deja cascotes para una región que aún necesita, para levantar plenamente la cabeza, apoyo exterior, al que, desde luego, siempre ha estado dispuesta, como alumna aplicada, a prestar sumisa atención.

No escribimos así porque defendamos, desde nuestra neutralidad política, que él hubiera sido el mejor candidato del PP, sino porque ahora ha dejado debilitado a ese partido en Asturias, construyendo con él una singularidad que, en coherencia con la teoría del banco de pruebas, vaticina inseguridades en la construcción de una alternativa de gobierno para el conjunto del país.

Y, mucho más grave, demuestra que los intereses personales priman, siguen primando, sobre los intereses generales en algunos representantes políticos y hombres (y mujeres) de partido. Que no es lo que sería deseable para sacar la cabeza a España del lodo en el que tenemos la sensación desagradable de estar todos pateando y, algunos, pateándose.

1 comentario

Juan Fernández-Aceytuno -

No puedo estar más de acuerdo Ángel. Me parece que cuando no te dejan jugar, la acción de llevarse el balón siempre me ha parecido pueril. No creo que este tipo de gente se merezca ni medio Haiku :-)

Un abrazo y enhorabuena por la profundidad, por hacernos pensar.

Juan