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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Desde Wikileaks a la ley Sinde

Angeles González Sinde es una mujer inteligente que iba en el camino de ser una cineasta de mérito hasta que aceptó ocupar el Ministerio de Cultura español, por lo que le tocó asumir la destrozada papeleta de defender la "Disposición Final Primera del proyecto de Ley de Economía Sostenible", conocida, por sublimación jurídica del lenguaje pupular, como "Ley Sinde".

Los que gustan de mezclar churras con merinas, discutir las ventajas de galgos frente a podencos y hablar de los puntos de coincidencia entre velocidades y tocinos, encuentran también razones para relacionar el fenómeno de Wikileaks, en el que el verdadero protagonista es un tal Julien Assange, con este engendro, no tanto legal como conceptual, del que se ha hecho protagonista a la ministra fiel.

No tenemos información acerca de si las modificaciones que se pretenden a la Ley de Propiedad Intelectual vigente y las medidas desorbitantes que se trata de otorgar a órganos jurisdiccionales e incluso extrajurídicos para cerrar webs molestas, han surgido al dictado de los poderes norteamericanos y, aún menos, si son consecuencia del malestar producido por las filtraciones realizadas a través de Wikileaks de lo bien que funciona la diplomacia de los Estados Unidos para convencer de, insinuar acerca de, sonsacar sobre, enredar con, enmerdar para y adulterar desde, casi todo lo que puede afectar a su economía.

Lo que sí nos parece punto de anclaje para la argumentación al respecto de ambas es la imposibilidad de poner puertas al campo de las libertades, en especial, de las que surgen, con impetu imparable, de la lógica y de la sensatez.

Somos inmensa mayoría los que deseamos transparencia en la actuación de nuestros políticos, lealtad para defender lo que negocian en nuestro nombre, honestidad para sus decisiones. No nos importa tanto que fallen en sus propósitos como que nos mientan en lo que nos trasladan y mucho más nos duele que nos engañen en su beneficio con lo que les confiamos.

No deseamos que haya más Wikileaks, sino que no sean necesarios. Preferimos a una filtración obtenida aún no sabemos de qué forma, la comunicación ordenada, asimilable, de las razones por las que se hacen las cosas públicas, de las dificultades para obtener los resultados que se han prometido o que convienen a nuestra colectividad. Una información periodística honesta, profesional, ayudaría mucho a complementar y a corregir los deseos eventuales de algunos politicos para ocultar o deformar la verdad.

Todo esto no tiene, para nosotros, nada que ver con la defensa de la propiedad intelectual, ni con la regulación de internet, cuestión tremendamente compleja en la que no se puede improvisar ni moverse a impulsos del corazón o de parte. Porque, si un creador quiere poner a disposición de todo el mundo sus obras, es su decisión y su responsabilidad. Y, dada la posibilidad inacotable de bajarse información a través de otros servidores, de nada vale regular unos si otros permanecen libres.

Por eso, el único punto común que se nos ocurre entre los que abominan de Wikileaks y defienden con obstinación la Ley Sinde pudiera estar bastidores, en lo que no se ve pero se intuye como estructura mental de los que cantan en un sitio para poner los huevos en otro: el miedo a la libertad. Y, en consecuencia, nos gustaría que esa Disposición Final Primera se quedara en agua de borrajas, porque ni está en su sitio legal ni surge en el momento ni con la redacción adecuados.

No se puede pretender prohibir sin delimitar claramente los objetivos sociales y las seguridades jurídicas de un acto limitativo de libertades, y no es admisible confiar a una redacción típica de una "ley en blanco" la administración de una disposición restrictiva, un acto de gravamen.

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