Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el espacio político de la izquierda europea

Será necesario, tal vez, empezar este Comentario reconociendo que no creemos en la posibilidad de encontrar una definición absoluta -es decir, válida con independencia del momento y del espacio geográfico- para los conceptos de izquierda y derecha políticas.

La calificación es utilizada hoy fundamentalmente por los nostálgicos que pertenecieron o dijeron pertenecer a la izquierda revolucionaria -convertidos en respetables abuelitos a los que se acude como al santoral, pero sin que tengan peso específico alguno- y por los políticos en discursos de barrio que pretenden, por contraste, asustar con una derecha asociada ladinamente, en esos mítines, al capital y a la explotación del trabajador.

La diferenciación ha ido perdiendo fuerza en la medida en que el estado de bienestar fue ganando hitos.

Por una parte, quienes se encuentran ahora en las zonas inferiores de las rentas son clara minoría y sus necesidades están muy alejadas de los deseos de la media, a la que se dirigen las formulaciones de los programas políticos -de unos y otros- en  la intención de ganar su voto.

Además de las dificultades de estas minorías de aglutinar electoralmente sus posturas -solo simbólicamente acogidas en mítines de barrio por los partidos mayoritarios de la hipotética izquierda-, la realidad es que los argumentos reivindicativos defensores de una mayor atención social para esos desfavorecidos se confronta con la situación de aceptable bienestar, de los que se deriva su apatía y comodidad, por parte de una mayoría de la población, ideológicamente vacía.

Esa pérdida en Europa de identidad para la izquierda no fue gradual, ni intencionada, sino producto del éxito en las urnas de los partidos que trabajaron sus propuestas desde el ámbito de las izquierdas a los poderes tradicionales.

Los dirigentes de esos partidos que pretendían captar el voto de "la otra mitad" -formada idealmente por desempleados, estudiantes, asalariados, pequeños agricultores, funcionarios, - especialmente, profesores universitarios-, jubilados y profesionales liberales a principio de su carrera-, se encontraron con  que una vez que habían alcanzado el objetivo de gobernar y conseguían implementar alguna de las mejoras asistenciales que habían prometido, la cuestión clave no era ponerlas en marcha, sino cómo financiarlas.

Cuando las economías están en expansión, todo son rosas. Se aprueban beneficios sociales generosos, se aumentan las prestaciones asistenciales, se gasta más dinero público en sostener la educación, los transportes, la vivienda, la atención medicina y, en general, todos los servicios; en esa coyuntura de bonanza, también las entidades financieras colaboraron prestando dinero a cambio del compromiso de pagar más tarde, es decir, vendiendo el futuro.

La continuidad en el poder del PSOE en España -profundamente lastrado por la falta de credibilidad en la coherencia de su desmedido modelo de prestaciones sociales, con la estructura técnico-económica general y, también, con las serias objeciones a la capacidad de sus dirigentes para superar una crisis que ignoraron hasta que se hizo insoportable-, parece enfocarse hacia el revisionismo de su programa.

Carlos Mulas-Granados, gerente de la Fundación Ideas -uno de los mecanismos de tanteo ideológico que ha creado el partido en el poder- publica en EP (2 de noviembre de 2010) una elucubración acerca de las ideas de Ed Miliband, nuevo líder laborista, y su apoyo matizado a los recortes drásticos al estado de bienestar que está realizando el premier conservador David Cameron.

La diferencia que resalta Carlos Mulas, que hace figurar a Ideas como ideólogo en la sombra de la propuesta de Miliband, es que "el ajuste socialmente justo" sería aquel en el que se repartieran por igual el aumento de los ingresos fiscales y la reducción de los gastos públicos, dedicando más dinero a políticas activas de empleo frente a subsidios de desempleo.

No se trata, sin embargo, solamente de la redistribución de las cargas. Como a Mulas no se le escapa, pero no resuelve, la cuestión clave es la manera en que se podrá generar en el futuro los nuevos ingresos que se necesitarán para mejorar los servicios públicos (o recuperar la situación perdida por la crisis).

Ese debate no es de izquierda ni derecha, y es tan importante, que reclamaría la atención de toda la sociedad civil. Cuando el futuro se presenta plagado de incertidumbres, no se necesitan politólogos, sino que acudan al llamado de urgencia los creativos, los técnicos, los emprendedores, los creadores y transmisores de conocimientos. ¿Están convocados? No, lamentablemente.

0 comentarios