Desde Guatepeor a Guatemala, con vistas a Guatemejor
Ha ganado el Partido Popular en las elecciones celebradas en España el 22 de mayo de 2011, como se esperaba. Lo ha hecho con el apoyo de una amplísima mayoría -más de dos millones de votos de diferencia con el PSOE-, lo que no se esperaba.
El voto de los descontentos del centro izquierda ha ido a parar -además de a la abstención- a Izquierda Unida (que ha matizado sus posiciones más radicales, concentrándose en una crítica hacia la política económica del partido en el Gobierno, pero sin profundizar en propuestas que pudieran espantar a votantes menos concienciados) y a Unión por el Progreso y la Democracia (que defiende la mejora de la gestión pública, basada en la honestidad y la solvencia).
En el País Vasco, la singularidad ideológica de ese paisanaje que se encuentra cómodo en alimentar soledades, ha permitido, aprovechando la propaganda gratuita proporcionada por el temperamental rechazo conjunto del PP y del PSOE hacia una fuerza que les podría desbancar de un gobierno compartido, que Bildu, una formación cuyo programa se concreta en la independencia como forma de suicidio económico, consiga un fuerte respaldo-.
Nos espera, hasta marzo de 2012, en que se celebrarán las elecciones generales, completar un período muy interesante para la democracia española. Por una parte, se trata de una prueba de solvencia -insuficiente en el tiempo para ver resultados, pero aceptable para captar estilos- al Partido Popular, que ha conquistado plazas en donde venían gobernando algunos de los más solventes militantes socialistas.
Por otra parte, para el PSOE, aún con unos meses por delante de gobierno central, se trata de demostrar si es capaz de ordenar la grave situación económica del país, generando una nueva ilusión y abriendo cauces a la participación ciudadana. No será posible sin conseguir la colaboración de las grandes empresas, los sindicatos y, sobre todo, sin tranquilizar a la población, activando de una vez líneas de generación de empleo reales y cambiando el escenario de las batallas dialécticas, pues ya se ve que los votantes no están tan preocupados por la corrupción como por la exhibición de eficacia que, tratándose de gobiernos, ha de ser demostrable, no especulativa.
Creemos que hay más opciones para el optimismo, y se atisba, aún lejos, pero en la línea de lo factible, la posibilidad de caminar hacia Guatemejor. No tiene que ver, si se nos ha seguido hasta aquí, con quién gobierne, sino cómo lo haga.
(N.B. Los jóvenes portavoces de "Democracia real, ¡ya!", anuncian que se mantendrán una semana más ocupando las plazas, pero estas van quedando vacías. Era de esperar. No puede pretenderse que la atención popular se mantenga durante mucho tiempo sin objetivos concretos, que puedan asumirse como logros.
Y "democracia real" no es un objetivo político, es una necesidad de contexto, como comer o tener cobijo. Para confeccionar un programa, hace falta escribir la letra pequeña y eso exige meditación y trabajo de gabinete. Suerte, muchachos. Os queda lo más arduo.)
1 comentario
David Casariego -
En primer lugar, el PSOE debe cambiar radicalmente de discurso. La apelación al miedo del votante a la derecha de la derecha no funciona. Máxime cuando el votante está preocupado por su empleo y como llegar a fin de mes, problemas que no se alivian con remedios inocuos vestidos con palabras grandilocuentes.
Por su parte el PP debe asumir su nefasta gestión del problema que tenía planteado en el Principado de Asturias. Ha dado una muestra de poco talante democrático al negarle a FAC la celebración de unas primarias. Tampoco ha sabido satisfacerle para evitar un enfrentamiento en las urnas que les ha costado numerosas alcaldías. Como guinda coronando el pastel, ahora deberá bajarse los pantalones apoyándole en su candidatura a la presidencia de la Junta del Principado.
Ambos partidos deberían hacer varios esfuerzos adicionales:
Eliminar de sus filas a cualquier sospechoso en temas de corrupción. A Mariano Rajoy van a restregarle en su cara, hasta que se jubile, su apoyo a Camps. Al PSOE le han costado muy caros los escándalos de Andalucía y Asturias.
Escuchar la voz de la calle que reclama una regeneración política y la devolución de poder al pueblo: suprimir las listas electorales, elegir a los ejecutivos directamente por el pueblo, eliminar cualquier injerencia en el poder judicial, empezando por la Fiscalía, que debería ser un órgano independiente del Gobierno.
Predicar y practicar la austeridad. Suprimir todo gasto innecesario, acabar con las subvenciones a partidos políticos y sindicatos, privatizar todos los medios de comunicación de titularidad pública, liquidar o privatizar las empresas públicas cuyo control no sea absolutamente imprescindible para prestar servicios básicos a los ciudadanos...