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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Tecnología

Constantes universales

La física está jalonada de constantes, relaciones misteriosas entre variables que deberían ser independientes. Una de las más conocidas -aunque no por ello menos oscura- es la constante universal de los gases ideales, R, también conocida como constante de Boltzmann, que relaciona la temperatura, la presión y el volumen a que está sometida una sustancia en estado gaseoso con comportamiento ideal, y el número de moles n de la misma, según la ecuación de equilibrio: PV=nRT.

Otra constante muy simpática es la constante de Planck, que enlaza de manera indeleble la energía E de unas seudopartículas imaginarias -en el sentido de que estamos convencidos de que han estado por ahí, pero siempre llegamos un pelín más tarde- a las que se ha denominado fotones, con la frecuencia nu de la onda de luz de la que forman parte, según la fórmula:

 E = hnu,

Seguramente la más antigua en deambular por los encerados académicos de las constantes universales es la constante de gravitación universal -también conocida como de Newton, aunque Einstein se la apropió más tarde, dándole un toque personal, haciéndola aún más universal.

Las constantes universales son números de la categoría de los reales, con infinitas cifras, y cuando a un número de apariencia anodina se le descubre su camuflaje como constante universal las consecuencias son muy variadas. Una de ellas, es, por supuesto, su conversión en mutante ininteligible para los mortales normales.

La de Newton- Einstein fue obtenida, según la leyenda, de forma empírica, o sea, experimental (y se puede volver a encontrar, no solo tirando manzanas desde los árboles sino, también, tiestos desde las ventanas) y sirve para determinar el poder de atracción de dos cuerpos (no necesariamente de sexo contrario), situados a una distancia r. Cuanto más grande es la distancia, menos intenso es el poder de atracción, lo cual parecería obvio, salvo para enamorados platónicos.

  F = G frac{m_1 m_2}{r^2}

Otro experimento, relativamente fácil de realizar en el propio dormitorio, es que si dos -o incluso más- cuerpos se quieren hasta el punto de desear idealmente fundirse en uno solo, lo que, en ciertas naturalezas es independiente de su sexo, la fuerza de atracción a la distancia cero entre ellos es incomensaurable, independientemente de sus masas y de la constante de Newton.

Todos los niños aprenden rápidamente a recitar como papagayos que la luz tiene una velocidad límite, y que esa velocidad es inalcanzable incluso para Fernando Alonso y Sebastian Vettel por mucho que calienten los motores de sus Fórmula Uno, y que es la que alcanza al propagarse en el vacío absoluto, y que resulta, aproximadamente,  igual a 300.000 km/s (o algo más exactamente, a 299.792.458 m/s)

Por su afán en complicarlo todo para hacerlo más sencillo, Einstein llamó κ (léase, kappa, como los pequeños humanoides con forma de rana de la mitología japonesa), a la constante que relaciona G, convertido ahora en el tensor de Einstein, con T, el tensor de energía.

Esta constante universal del mundo de los tensores, sirve para explicar, ni más ni menos, la curvatura del espacio- tiempo, que es atribuída a la perturbación del  tensor de energía  en el mundo tetradimensional, cuyo culpable sería, cómo dudarlo, la fuerza gravitaroria:

G^{alpha gamma} = kappa , T^{alpha gamma}~

(Para el lector curioso, satisfecho con poner nombres a las oquedades de la omnisciencia, Gαγ  es el tensor de Einstein y Tαγ, el tensor de energía-tensión).

Preocupado por resolver el galimatías, Einstein -lui toujours-acabó relacionando esa constante κ con la velocidad de la luz en el vacío y con la constante universal de Newton, metiendo por medio la relación entre la longitud de la circunferencia y su diámetro, lo cual, para él, lo aclaraba todo:

kappa , = , - { 8 , pi , G over c^2 }~

De la constante universal c se pasa como a través de una puerta estrecha que condujera al Paraíso de las náyades, ninfas y huríes, a la permitividad eléctrica del vacío (digamos, épsilon), según la sencilla ecuación.

 varepsilon_0=10^{7}/4pi c^2 quad mathrm{(en~ A^2, s^4, kg^{-1}, m^{-3}=F , m^{-1})}

Sin embargo, la permeabilidad magnética del vacío (llámese mu) no es dependiente de c, y en el sistema de medidas universal se expresa como un valor constante, de expresión algo cómica, salvando las distancias:

 mu_0=4,pi, 10^{-7} quad mathrm{(en~ kg, m, s^{-2}, A^{-2}=N , A^{-2})}

Fue Maxwell, en fin, quien, en un día inspirado, encontró algo antes las ecuaciones básicas del electromagnetismo, relacionando la permitividad, la permeabilidad y la velocidad de la luz en el vacío:

c=frac {1} {sqrt{varepsilon_0mu_0}}

Y, en esas estamos, más o menos, discutiendo si el campo electromagnético y la física cuántica tiene relaciones o son como los capuletos y los montescos, víctimas de amores imposibles, porque, llegado el séptimo día, los sabios descansaron.

Dormiremos, pues, hasta que alguien vuelva a poner en marcha los despertadores de la inquietud por conocer qué está pasando aquí y porqué razón alguien se tomó la molestia incomprensible de dotarnos de una inteligencia manifiestamente insuficiente para entenderlo todo pero bastante para desearlo compulsivamente.

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El valor conocido de la constante de Planck es:

 R = 8,314472 quad J / K cdot mol ,

h =,, 6,626 068  96(33) times10^{-34} mbox{J}cdotmbox{s} ,, = ,,  4,135 667 33(10) times10^{-15} mbox{eV}cdotmbox{s}

G = (6{,}693pm 0{,}048) cdot 10^{-11}~mathrm{frac{m^3}{kg cdot s^2}}

Ventajas del cloud computing

Varios amigos me han advertido que no ofrecí una visión completa del Cloud Computing en mi último comentario, porque me centré prácticamente de forma exclusiva en los problemas, ignorando las restantes intervenciones de la Jornada del 25 de abril de 2012 en el IIE.

Es cierto y como ya había prometido, voy a dedicar éste a recoger las ventajas, concentrándome en la exposición de los representantes de las tres empresas que ofrecen servicios de nube en España y que participaron en la sesión.

Hay una cuestión que quiero poner de manifiesto: en cierto modo, la Jornada reflejó el distinto enfoque que tienen técnicos y jurídicos al abordar un tema; faltaron los economistas, pues no se habló de los costes, es decir, del dinero. Desde mi formación bicéfala, me gustan los análisis que abarcan, en lo posible, todos los ángulos.

Y hay algo en lo que estoy en desacuerdo con García del Poyo que, pretendiendo seguramente resultar simpático en un foro previsto para ingenieros, especuló con que "si fuéramos por los abogados iríamos todavía en burro por la calle".

Entiendo su sentido -los que ejercemos el derecho estamos habituados a ver las dificultades, no en vano cobramos por tratar de resolvérselas a los clientes- pero no lo comparto sin completarlo aviesamente: si fuera por los ingenieros, todos tendríamos nuestro autogiro propulsado por energía nuclear (de fusión, por supuesto)...y los economicistas dirían que podríamos permitírnoslo con los "van", ya que podríamos ofrecer a los inversores un tir razonable para los per y roa pertinentes.

Gustavo Reimes, de Cloud IBM presentó nitidamente las ventajas del cloud computing: los recursos son virtualizados, las inversiones son escalables y elásticas, de acuerdo con las necesidades reales -existiendo mecanismo que permiten estandarizar las inversiones-, y se puede elegir, como usuario, y de forma rápida, lo que se desea contratar.

Presentó ejemplos concretos de empleo del cloud computing: entidades financieras, sector hospitalario, comercio electrónico, y concluyó con una rotunda afirmación: "El cloud nunca va a ser utility (contrariamente a lo que había insinuado Diego Fernández Casado en la introducción), "porque siempre va a haber legacy: el mercado estará siempre formado por soluciones híbridas".

Santi Mayazu (de Telefónica) puso de manifiesto que la seguridad, que es la preocupación más importante para los que no tienen servicios en cloud, no lo es para los que ya los usan. Para éstos, es más importante la disponibilidad o la regulación. Sea como fuere, Mayazu situó en la conectividad, en tanto que operador, la preferencia que focalizó las preocupaciones de Telefónica en este campo.

También se refirió, de forma genérica, a las posibilidades abiertas por el empleo de esta tecnología cuya base es compartir recursos, sin invertir innecesariamente en infraestructura o software, y pagando solo por lo que se necesita, y de manera flexible: "Va a pasar como con el invento del teléfono, que para Graham Bell estaba destinado a que la gente pudiera escuchar música tranquilamente en su casa".

Mario Herráiz (Amazon) completó la visión de proveedores. Hizo rápidamente entender a los asistentes (¡muy pocos!; el partido de fútbol que se retransmitía ese día fue un terrible competidor) que, quizá sin saberlo, utilizaban productos en cloud. El más antiguo de los proveedores vaticina que los precios van a bajar, presentó someramente su nueva aplicación (Amazon Dynamo DB), indicando la ventaja de disponer de opciones ajustables a los modelos de crecimiento que la empresa usuaria prevea (AWS Direct Connect, y su personalización, la Amazon Virtual Private Cloud).

La experiencia de Amazon cuando una descarga eléctrica destruyó uno de los servidores en Dublín hace dos años, les ha permitido desarrollar el Disaster Recovery and Archiving, que perfecciona la opción de desplazar en décimas de segundo la información contenida en un equipo, sin que los usuarios se vean prácticamente afectados por la pérdida de información.

Una jornada, pues, muy interesante, tanto para quienes se asomaban por primera vez a la tecnología, como para aquellos que, encontrándose ya usándola, se cuestionan acerca de su evolución y, no en última instancia, los riesgos que comporta, teniendo, desde luego, claras sus ventajas.

 

Cuidado con estar en las nubes

Empiezo por el final: El fenómeno del Cloud computing, que ha despertado tanta atención entre usuarios de la red virtual, tiene graves riesgos. Naturalmente, tiene ventajas -que también resumiré en otro Comentario-, pero a nivel de usuario individual los problemas superan, objetivamente, a los riesgos y no son de fácil deteccíón por el particular y, aún en caso de que lo fueran, no púeden ser resueltos sin grandes complicaciones que conducirían al desestimiento por el servicio.

Podía decir que acude en apoyo de esta afirmación, Rafael García del Poyo, abogado del bufete Cremades, quien, de forma brillante, desgranó unos y otras (particulamente, los primeros, es decir, los problemas) en una Jornada que se dedicó a las nubes (el 25 de abril de 2012), organizada por el Comité de Ingeniería y Sociedad de la Información del Instituto de Ingeniería de España, ahora presidido por Manuel Moreu.

Pero asumo, aún reconociendo el prestigio del ponente el valor de los argumentos expuestos por García del Poyo, mi propia responsabilidad en lo que expreso a continuación, aunque procuraré ceñirme a lo tratado en la Jornada.

La intervención de García del Poyo fue la última de las que habían previsto los organizadores -estupenda la introducción al tema de Diego Fernández Casado-. Las exposiciones de Gustavo Reimers (IBM), Mario Herráiz (Amazon) y Santi Magazu (Telefónica) sirvieron para ilustrar el estado actual de esta tecnología y sus múltiples posibilidades para beneficio de las empresas que la utilizan.

"El Cloud Computing -como fórmula específica de contratación- no existe. Es solo una forma de prestación de servicios, utilizando un modelo de multiposesión en el que se comparte hardware y software". Esta provocadora reflexión, formulada por García del Pozo, resume eficazmente la perspectiva jurídica.

Pero de ese mismo análisis técnico de la figura, surgen unas cuantas innterrogantes principales, que el usuario debería responderse, para valorar los riesgos que asume .

He aqui una enumeración de las que sugirió el ponente. ¿Quién es el propietario de las licencias? ¿Con quién tengo, en realidad, contratado el Servicio? ¿Se imponen límites por el suministrador a mi capacidad de gestión de la información? ¿Ese prestatario del servicio actúa en régimen de monopolio u oligopolio? ¿Puedo rescindir el contrato o salirme de la prestación cuando me apetezca? ¿En qué condiciones, en cuánto tiempo, con qué penalizaciones?.

Las interrogantes propuestas fueron aún más: ¿Cuál es el ámbito jurisdiccional en el que se resolverían los eventuales conflictos? ¿Qué leyes serían aplicables? ¿De qué protección disfrutan los datos y la información que se aportan a la nube? ...

El caso de Megaupload, que fue presentando en el Coloquio, pone perfectamente de manifiesto cómo pueden, de pronto, hacerse patentes algunos de estos problemas, sin que el que está, hasta entonces disfrutando de la nube -y pagando por ella, en muchos casos- tenga capacidad de actuación.

En ese ejemplo convertido en motivo de reflexión, usuarios particulares -había varias Universidades españolas- que habían confiado sus datos para ser almacenados en la red (una nube típica), se encontraron desposeídos durante varios días del acceso a su propia información, por una decisión de un juez norteamericano, que reclamó y obtuvo el auxilio judicial de las instituciones de Nueva Zelandan, en donde se encontraban físicamente los equipos, para investigar unas presuntas infracciones de acuerdo con la ley norteamericana.

En ese mismo Coloquio, yo planteé una reflexión cuya pertinencia fue apoyada por García del Poyo: ¿Qué garantías tiene el usuario particular que confía en una "nube", aceptando, sin posibilidad de intervenir en ellas para modificarlas o adaptarlas a sus necesidades, el Contrato de Adhesión tipo al que da su conformidad para utilizar los servicios de la red?

La respuesta, realidad, ya la conocía, porque es deducible de lo expresado antes: ninguna o claramente insuficientes. Ante un juez español, eventualmente interviniente ante una demanda, aparecerá de manifiesto que las "evidencias electrónicas" son oscuras, insuficientes, inadecuadas para ser valoradas por nuestra jurisprudencia.

Así que, mientras se regule por la Unión Europea - y es de confiar en que se haga por la vía de Reglamento, que es directamente aplicable por los tribunales nacionales, sin esperar a la transposición imprescindible para las Directivasl- este jugoso pero espinoso sector, lo mejor es abstenerse de coger la fruta si se es un usuario particular (es decir, sin capacidad para negociar un contrato específico a nivel regulador de las prestaciones). No participar en la nube, hasta que la tormenta escampe sería un buen consejo.

 

Empleo entre las piedras

El grave problema de crear puestos de trabajo cuando las actividades principales que lo sostenían han desaparecido, es una cuestión bien conocida de la región asturiana y, aunque algunos se empeñen en decir que se ha resuelto, ni lo está, ni se espera que se vaya.

En una de mis recaídas profesionales en Asturias, como Director de Proyectos de la Sociedad Regional de Promoción, tuve ocasión de analizar -en controversia nada agradable contra los iluministas de las neotecnologías- las dificultades, costes y efectos de la generación de empleo como consecuencia del apoyo a las empresas locales y a los pequeños proyectos, en relación con las mismas variables cuando se pretende conseguir que una multinacional tecnológica se implante ex novo en una región.

Eran principios de los ochenta, pero tengo el fílin de que las cosas no cambiaron para mejor. Para crear un puesto laboral en fábricas de elementos o materiales de alta tecnología había que poner en circulación cien veces más que para generar uno en el sector de la construcción o servicios...y, en una parte no despreciable, además, carecíamos de los profesionales adecuados, que tenían que ser contratados en el extranjero. (1)

Viene esto a mi cuento porque sigo pensando que dejar languidecer como apestado, en su lecho de dolor, al sector de la construcción, en un país que tiene más de cinco millones de parados es un gravísimo error.

La construcción es, junto a los servicios, una de las pocas actividades que generan empleo inmediato. Recuerdo lo que la entonces alcaldesa de La Paz (Bolivia) -en este caso, a finales de los noventa- me decía cuando le pregunté, al ver a cientos de obreros reponiendo, piedra a piedra, sin maquinaria alguna, el adoquinado de las calles de la ciudad: "Es la forma más directa de distribuir los escasos fondos del municipio entre la gente que más lo necesita y que no tiene cualificación".

Y ahora brinco en el Comentario al momento actual. Peter Sweatman volvió, en su disertación del 3 de febrero de 2012, invitado por la cátedra BP como telonero de una interesante jornada sobre "Reflexiones sobre la hoja de ruta de la energía europea para 2050", a presentar su propuesta: movilizar, de forma masiva, dinero para mejorar la eficiencia energética de los edificios.

Lo tiene escrito en su libro, en colaboración con Albert Cuch, "Eficiencia energética de edificios en España": rehabilitar el 37% de los hogares españoles permitiría generar 150.000 empleos estables durante 40 años.

El sector de la rehabilitación energética -que Sweatman denomina "nuevo sector"-, enfocado hacia los 25 millones de viviendas que constituyen nuestro parque total, podría movilizar 10.000 millones de euros que quedarían disponibles para otros objetivos, consiguiendo, además, que el ahorro en consumo de energía cubriese la inversión para un conjunto de 250.000 a 450.000 hogares/año (en un período de 30 a 40 años), y, al mismo tiempo, se ayudaría al cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones de CO2.

La propuesta encaja con la necesidad de rehabilitar -no con fines exclusivamente de eficiencia energética, sino de seguridad, estética, o acomodación a las exigencias de una mejor calidad de vida- de numerosos edificios en el casco urbano de nuestras ciudades y pueblos, antes de que se caigan y en vez de ver a muchos de ellos agrietándose y despedazándose sobre las aceras. Una necesidad que se convierte en muy especial en el caso de edificos con valor histórico y, en general, una reflexión inexcusable siempre que se encuentre como cierto que, casi siempre, el coste de rehabilitar es menor que el de construir ex novo. Comoo también lo es prevenir que lamentar.

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(1)

Como no quiero ayudar a resucitar viejas polémicas, reafirmo que no soy -al contrario- un terminator de las neotecnologías. Solo estoy comparándolas desde la perspectiva del empleo, con otras alternativas. Por supuesto, es mucho más vistoso para un político inaugurar una supermáquina de fabricación automática de fibra multiresistente que un restaurante con horno de leña. El restaurante puede que haya generado diez puestos de trabajo inmediato; y la máquina multeresistente, si ha sido importada de Alemania o Japón, nos habrá dejado un poco más pobres aún, y tecnológicamente, en el mismo foso.

Sobre el irresistible encanto de la frivolidad

Sobre el irresistible encanto de la frivolidad

No sería la primera vez que, pretendiendo enterarme de las noticias del día, al enceder la televisión doy de bruces con uno de esos programas dedicados -dicen- al corazón que, en realidad, creo que están destinados al cerebro.

Barrunto que el lector, buscando complicidad, habrá entendido que pretendo reflejar que esa combinación de imágenes de hostigamiento casi diario a personajes admirables por su paciencia, a los que se asalta al bajar del coche, en los aeropuertos, a la salida del restaurante  o a la entrada de sus casas para preguntarles cómo les va con la familia y provocarles confesiones a golpe de micrófono ensartado entre sus dientes acerca de sus sentimientos respecto a las aventuras amorosas de sus ex, me parece que solo interesaría a indiagnosticados enfermos mentales que buscan en la introspección en la vida de los otros alguna compensación a sus frustraciones privadas.

Pero no es así. Confieso que me interesan, y mucho, las vivencias de estos famosos. Son el material para mi estudio sociológico respecto a mis coetáneos y mi deseo de aproximarme, aunque sin éxito hasta ahora, a su atención, que desearía atrapar fervientemente.

Miro con envidia los éxitos de audiencia de esos captores de opinión que son capaces de convencer a millones de ciudadanos de que es importante para su tranquilidad emocional saber con quién se acuesta Fulanita, dónde se viste Menganito o en qué lugar han pasado sus vacaciones Zutano y Perengano.

Me gustaría profundizar en los resortes que mueven sus decisiones de aupar a nuestras vidas a personas anodinas, que hacen cosas idénticas a las que haría cualquiera de nosotros, pero que cuyas vicisitudes se nos convierten en necesarias, más imprescindibles que saber por dónde andan miembros de nuestra familia o el destino que nuestro empleador o el responsable de la Hacienda pública dará a las horas que dedicamos a hacer lo que nos mande o a los dineros que se nos birlan como impuestos.

Y sucumbo al misterio. Solamente atisbo alguna respuesta cuando constato, como el monigote de la sabia viñeta con la que ilustro este inane comentario, que hay muchos más amigos interesados en saber que estoy tomándome un cafelito mientras escribo estas líneas que en profundizar en las razones por las que me siento cada día ante el ordenador para tratar de reflexionar sobre lo que, aunque a muchos no les parezca relevante, me interesa.

 

 

Necesidad de poner orden en las telecomunicaciones

Aunque no soy adivino (pero sí observador) apostaría doble contra sencillo a que al lector le han llamado -y varias veces-, en las horas del almuerzo o de la preparación de la cena, para proponerle cambiar de compañía telefónica, con una oferta irresistible.

La nueva modalidad de ese asalto a la intimidad, en la que el interlocutor no invitado conoce perfectamente nuestros datos personales y se identifica con un nombre que, si pudiéramos investigar, se revelaría, en general, como falso, es indicar que se llama en nombre de Movistar -después de cerciorarse de quee el destinatario de la llamada es cliente suyo- y que se está ofertando una mejora del servicio, en precio y calidad, para lo que debe contestar afirmativamente a una serie de preguntas.

Si el abonado-cliente-presunto estafado contesta que sí, se encontrará con que, en realidad, ha anunciado darse de baja en el servicio de Telefónica, para cambiar a otra compañía, para la que está fungiendo como agente el habilidoso personaje que actúa allende las montañas, y que cobra su comisión por cada incauto convencido.

No terminarán ahí los problemas del atrapado, pues, cuando reciba la llamada de Movistar preguntándole -en tardía reacción de la decadente empresa- las razones por las que se produce el cambio ("porque estamos haciendo un estudio de mejora de calidad"), se descubrirá el embrollo, y el comercial de la empresa burlada le ofrecerá, presto, las mismas condiciones que motivaron su salto de compañía, a lo que, nuevamente, deberá contestar el convertido en pacatuelo que "sí a todo".

¿Aclarado y resuelto el lío sobrevenido? Quiá. Como se ha dado el consentimiento para cambiar a la otra, el deshacer el cuento volviendo a la primera no se podrá hacer de inmediato (las cosas de palacio, ya se sabe, van de pena) y, con suerte (mala, desde luego) sucederá lo siguiente: el cliente burlado se quedará sin su banda ancha por dos semanas o un mes, consumirá su paciencia en interminables esperas acompañadas de música horrible y el mensaje todos nuestros agentes están ocupados, perderá/ganará una cosa que se llama, maldita sea, portabilidad, y... recibirá, durante meses, dos facturas, una por cada compañía.

Venga el defensor del cliente de España y que lo vea.

 

Contra algunas creencias interesadas, la técnica no es neutral

El reciente (noviembre de 2011) cambio de gobierno en España ha reavivado en algunos mentideros el debate acerca de si la ciertas medidas de contenido técnico, adoptadas ya en las primeras reuniones del Ejecutivo corresponden a posiciones de partido y, por tanto, serían reputadas como dimanadas de la ideología liberal.

La decisión de revisar las operaciones de desmantelamiento de la central nuclear de Garoña y prorrogar el funcionamiento, dentro de su vida útil, de otras centrales que tenían fecha de caducidad, decretada por el gobierno socialista, es un ejemplo que podría perfectamente encajarse en este aparente dilema, que los ignorantes de cómo se cuecen las acciones políticas, resolverían así: la energía nuclear es peligrosa y los residuos que producen son contaminantes, ergo cerrarlas es ecologista y de izquierdas (progresista), en tanto que apostar por esa forma de producción de energía primaria es de derechas.

Hay otros ejemplos de, en mi opinión, falsos debates ideológicos: la gestión de los servicios públicos no es mejor ni más barata -ni siquiera más honesta, lo que ya resulta aún más lamentable- cuando se encomienda a entidades públicas o se mantiene el ámbito de las competencias directas de los Municipios o Administraciones regionales que los tengan transferidas.

Desgraciadamente, el contrario tampoco es cierto: hay gestiones de empresas privadas en los servicios públicos que son caras, y técnicamente deficientes. Lo cual me lleva a afirmar, sin que me duelan prendas, que si un servicio municipal (por ejemplo) alcanza una cierta dimensión y tiene un técnico capaz en la gestión, movilizador del resto de personal y con ganas de utilizar las tecnologías que le pondrán al alcance las empresas suminsitradoras (con las que deberá negociar el mejor precio), no debiera pensar en la gestión privada, sino en controlar bien por donde se les van los dineros y emplear las tasas, precios o tarifas, en cubrir los costes del servicio y no en otras aventuras.

Otro ejemplo que hemos vivido y padecemos aún es el de la polémica no resuelta de desalación frente a los trasvases, o la increible proliferación de infraestructuras ínútiles, o infrautilizadas, que han venido a formar el esqueleto de despropósitos de los últimos años del gobierno socialista, obsesionado no con hacer lo óptimo, sino con contentar a los que más chillaban y faltando, por tanto, a la esencia de lo que es una política progresista, esto es, de progreso.

Finalizo por donde empecé: la técnica -bien empleada- no es neutral, porque estará siempre del lado del progreso.

Cuando se utiliza sensatamente, cuando las propuestas de los que más saben son analizadas con la tranquilidad de quien no tiene más compromisos que con la eficiencia, cumple su función plenamente, sea de izquierdas, centro o derecha el gobierno que la utiliza como soporte y las actuaciones que descansan en ella serán siempre progresistas.

Cuando se la malgasta, desprecia la opinión de los técnicos, y se alimentan debates con falsos destinos ideológicos (desalación versus trasvase; eólica frente a nuclear; gestión pública frente a privada; transporte por autovía frente a carreteras nacionales; ave frente a alvia; etc.) la técnica se convierte, adulterada, en un arma ideológica y sus detentadores pueden aparecer como retrógados.

Pero entonces ya no está actuando como técnica, sino como ignorancia, vestida de los plumajes de quienes se alimentan en los pesebres de la oportunidad.

En relación con el periodismo ciudadano

La facilidad con que, gracias a las nuevas tecnologías de comunicación, puede difundirse cualquier contenido, en un ámbito imprevisible, y sin más control que el de quien lo genera, configura, desde luego, un escenario de posibilidades hace poco ni imaginables.

Un instrumento con tal potencia, facilidad de uso y versatilidad ha arrastrado también  el debate sobre los límites a su utilización irresponsable, que vengan establecidos por criterios deontológicos, económicos, sociales o... jurídicos.

La valoración de los contenidos y el alcance que se ha dado a los mismos es una cuestión que no puede desligrarse, por intrínseca, a las consecuencias que implica el acceso abierto, indiscriminado y potencialmente lesivo a una herramienta que, como todas, en sí misma es neutra, pero a la que la voluntad humana puede hacer tanto muy útil como muy dañina.

La Fundación Telefónica ha subvencionado un libro, con el título de "Periodismo ciudadano: Evolución positiva de la comunicación", cuyos autores y coordinadores principales son Oscar Espiritusanto (periodismociudadano.com) y Paula Gonzalo Rodríguez, en el que participaron también algunos de los protagonistas y estudiosos de ese fenómeno mediático que, en España al menos, y gracias a la imaginación y esfuerzo del primero de los citados, se reconoce como "periodismo ciudadano".

El libro fue presentado en un acto organizado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el 28 de noviembre de 2011, en uno de los salones de la entidad, abarrotado de un público en el que -ante acontecimientos de esta naturaleza, -sobre todo si son seguidos, como fue el caso, de un cóctel-, nunca falta una representación ya clásica de webmaster, blogueros, tuiteros, linkedineros, periodistas de carrera o aficionados con mérito, telecos y abogados especialistas en cuestiones de información y, en fin, interesados y actores en el mundo de la comunicación por internet.

A los asistentes se nos regaló el libro, cuya lectura recomendamos. Contiene un conjunto de visiones -sinceras, desde ángulos heterogéneos y, por lo tanto, dispares pero atractivos- respecto al tema. Alguno de los autores presentes en el acto glosó su contribución a la muestra, ofreciendo así un retazo sesgado del texto, pero sirviendo material para un debate posterior en el que, como suele suceder cuando el coloquio se produce con intervenciones de quienes no han leído el libro, los que tomaron la palabra propendieron a hablar de lo suyo.

A nosotros, defensores de la democracia participativa y de la difusión de la información con base en la transparencia, nos preocupa -y reconocemos que cada vez más- que la facilidad para que todo el mundo, de forma incluso anónima, se convierta en comunicador de lo que le apetezca, aprovechando para difundir su mensaje un instrumento tan potente, genere una distorsión aberrante de la realidad y sus contenidos objetivos, convirtiéndose en un elemento más de intoxicación, en lugar de servir a la mejora de la calidad de la información.

Este temor no es infundado, sino real. Como es sabido, cualquier persona, provista de un móvil y con acceso a la red puede convertirse en "periodista ciudadano", ocasional o sistemático. De hecho, es perfectamente imaginable que, en corto espacio de tiempo, toda la población mundial -al menos, un porcentaje muy alto de ella-, puedan sentirse generadores de "noticias", las protagonicen o no, independientemente de que sean reales o no, y sin que pueda detectarse la intención subyacente, ni acreditarse la responsabilidad para su actuación.

Planteada la cuestión de esta forma, la cuestión central a valorar es la recuperación, en ese contexto de las telecomunicaciones, de los criterios de objetividad, responsabilidad y, no en última instancia, autoridad de quien genera la información y el comentario, que están presentes en el periodismo profesional, amparados por el derecho a la libertad de expresión pero protegida la difamación o exigida la responsabilidad al informante, sustentada en otros derechos y deberes, algunos con rango de derecho fundamental.

La construcción de estos elementos de jerarquización y responsabilidad está todavía en pañales en la red y, por tanto, dada la banalización de la sociedad contemporánea, estamos asistiendo a una creciente intoxicación de contenidos, compatible, desde luego, con el notable esfuerzo, y muy loable, de muchos informadores a pie de campo que proporcionan su visión de la realidad que les toca vivir, ayudando a que se difunda lo que a lo mejor se hubiera querido mantener oculto por otros intereses más poderosos económica o políticamente.

La democracia en la red, en definitiva, también precisa de una ordenación de criterios, de un cierto orden y reglas, para evitar que devenga en algarabía. No parece sencillo, pero se nos antoja imprescindible.

En el prólogo del libro, Howard Rheinhold, profesor de la Universidad de Stanford, planea sobre esta exigencia, cuando concluye: "El desafío no consiste solo en mantenerse al día con las nuevas tecnologías. El desafío, para los profesionales y aficionados, consiste en entender la importancia de la búsqueda de la verdad a la hora de informar acerca de una noticia y el papel fundamental del periodismo en la democracia".

Una cuestión a la que, lo pretendiera o no, Antonio Fumero responde unas cuantas páginas más adelante, con sus atinadas reflexiones sobre si "puede ser un negocio el periodismo ciudadano, y la ciudadanía", quien -con una perspicacia algo densa en exposición, pero con estupendos fundamentos reales- venía a demostrar la difícil rentabilidad económica de lo que estaba tan claro para David Cohn (la cita es de Fumero): "El periodismo es un proceso, no un producto".

Para qué sirven los ingenieros

Para qué sirven los ingenieros

La pregunta fue acogida inicialmente por la sala con un espeso silencio de sorpresa, roto de inmediato por voces que reclamaban respeto. Se trataba del Foro de la Economía Verde (Madrid, 5 y 6 de octubre 2011), organizado por la Fundación FingerPlus, y el anfitrión era el Instituto de la Ingeniería de España.

Varios ingenieros, en la mesa sobre "El ejercicio profesional de la Ingeniería: presente y futuro", habían intervenido, con desiguales ponencias y heterogéneos contenidos, para hablar del papel de los ingenieros y de cuanto se les había ocurrido, tratando de cubrir la difícil papeleta. En último término, había leído su ponencia un arquitecto (1) que había hecho una incursión, discurriendo por los caminos de lo semántico y aportando cierta gracia, sobre las diferencias y afinidades entre las dos profesiones.

La interpelante había expresado, más o menos: "-¿Para qué sirven los arquitectos? Soy ingeniero de caminos y si, como Vd. acaba de decir, los ingenieros resolvemos todos los problemas de los arquitectos, ¿por qué la Ley les protege solo a Uds., obligando al visado en su Colegio de las edificaciones, alegando motivos de seguridad?."

El tono de la pregunta pudo resultar inadecuado -parecía responder a aquel esquema teocrático en el que se anunciaba "Después de Dios, el ingeniero de caminos"-, pero la formulación nos parece pertinente. La presión de parte de la sala obligó, por contagio sicológico, al conferenciante a responder con un exabrupto: "Estudie Vd. arquitectura y lo sabrá".

¿Para qué sirven los ingenieros, los arquitectos? ¿Para qué sirven, hoy, las carreras universitarias técnicas, que siguen demandando un esfuerzo tremendo de los alumnos, en aprender complejas materias que pocas veces se corresponden -lo dicen ellos mismos- con lo que después necesitan en su trabajo profesional?

Si analizamos el currículum real de los ingenieros con una larga trayectoria profesional (y que no estén ejerciendo, desde luego, de profesores en la Universidad), descubriremos lo siguiente:

1) La mayor parte han permanecido en un único empleo, siempre en la misma empresa, en la que han ocupado distintos cometidos, de sucesiva mayor relevancia y responsabilidad, hasta que han sido marginados a posiciones como "Subdirección de Desarrollo corporativo", "Subdirección Internacional", "Departamento de Proyectos", etc., siendo los puestos ejecutivos acaparados por licenciados en economía y/o derecho, mucho más relajados y frescos para asumir el ejercicio de las peculiaridades de la "vida moderna".

2) Entre los que han cambiado de empresa y posición, las trayectorias no parecen depender de la especialidad seguida: independientemente de su formación teórica como ingenieros de caminos, telecomunicaciones, minas, industriales, etc., han desarrollado funciones comerciales en relación con los productos más variados, o han convergido en materias transversales: ambiente, energía, informática, etc.

3) La inmensa mayoría de las materias estudiadas por los ingenieros en sus carreras, no les ha servido "para nada". En cambio, echan de menos no haber estudiado economía (o más economía), derecho, sociología, informática, etc. No pocos de entre ellos reconocen haber tenido que seguir estudiando después de haber obtenido el título, especializándose en temas concretos. A menudo, muy concretos. Lo más curioso es que, también casi por unanimidad, admiten que la carrera "les ha ayudado a pensar, a saber resolver problemas difíciles, a tener confianza en sí mismos".

Tiene razón la compañera ingeniero de caminos en preguntar para qué sirven los ingenieros, (esto es, también los arquitectos), hoy en día. Y para contestar a esa difícil pregunta con profundidad y sin vacuidades, hay que tener mucha claridad de ideas, manejar la seriedad y la visión del futuro de la sociedad y despojarse, con humildad, de una buena parte de las plumas acumuladas.

Pero también hay que reconocer, junto a esa necesidad imperiosa de reorganizar las carreras de ingeniería, dotándolas de más contenidos prácticos, que necesitamos muchos ingenieros en esta sociedad: gentes capaces de aportar soluciones, de entregarse con ahinco a resolver las más complejas cuestiones (solo o en compañía de otros); profesionales que no tengan horario, ni les importe ganar más sino hacerlo más rentable; que no se arruguen ante los problemas, sino que se crezcan; que sepan ordenar, dirigir, animar (dando ellos el callo los primeros) y también, decir que no, que así no se hace; que se apliquen en agrupar, en abrir nuevas opciones, en aplicar mejor lo que se conoce y en suprimir lo que no sirve, aunque haya servido mucho; que sepan inglés, y economía, y latín, y resolver ecuaciones diferenciales complejas, y, también, jugar al dominó y a las cartas; necesitamos...

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(1) No un arquitecto "cualquiera": Julián Franco López, vicedecano en la actualidad del Colegio de Arquitectos de Madrid.

En torno al reto del cambio

"Innovadores y rezagados: el reto del cambio" fue el atractivo título de la jornada que se celebró el 15 de septiembre de 2011, en la sede del Centro de Innovación del BBVA, en Madrid, convocada por Knowsquare, una plataforma de encuentro para profesionales dispuestos a intercambiar información, ideas y experiencias.

Los dos conferenciantes que proporcionaron los platos principales de la reunión (1), se esforzaron en vender optimismo, ilustrando con teoría y ejemplos las posibilidades y ventajas de cambiar los métodos de trabajo en las empresas, para mejorar su posición y resultados en el mercado.

Ambas ponencias presentaron interés, puesto de manifiesto por las intervenciones espontáneas o provocadas de los asistentes. Pero lo que nos resultó más curioso es que, contrariamente a lo que podría parecer obligado dada la actual situación de crisis del sistema, el análisis y las medidas propuestas por los intervinientes resultaron atemporales.

No es lo mismo, sin embargo, acomodar la marcha de una empresa en crisis a una situación de mercado aceptablemente previsible, que tratar de modificar los parámetros básicos de la empresa -o generar una nueva- dentro de una situación de crisis generalizada, que afecta a elementos tan esenciales a una sociedad como a su desarrollo tecnológico, las disponibilidades financieras o la capacitación de la mano de obra para afrontarla. 

Una crisis sistémica genera, es cierto, nuevas oportunidades. Aunque esta crisis no ha sido generada por la aparición de nuevas tecnologías, los sectores en los que tienen mayor incidencia -y especialmente, el de las telecomunicaciones, por su facilidad de acceso y la versatilidad de su uso- han modificado y seguirán modificando el panorama de oportunidades de negocio.

Muchas empresas se han creado a base de hacer lo mismo que otras que preexistían, incorporando la velocidad, la potencia o la universalidad de las telecomunicaciones. No han creado, en puridad, espacios nuevos, han ocupado los existentes, dotándoles de mayor efectividad; pero la eficacia no genera emplea global: lo reduce.

Por supuesto, entonces, que las tics (sobre todo) están sirviendo para generar algunos empleos, pero sería propio de un ignorante global no reconocer que han destruído más de los que han creado. Y, lo que es mucho más importante, no pueden asumir -por incapacidad intrínsica, limitaciones de aplicación, gravedad de la crisis de los mercados internacionales, cambio en las relaciones entre estados desarrollados y emergentes- la regeneración del sistema tecno-socioeconómico.

Cada nueva tecnología, precisamente por ser eficaz, si no se crean sectores inexistentes con anterioridad a los que aplicarla, mejora el saber hacer; incluso puede que la sensación del bienestar global, pero reduce necesidades del trabajo, aumenta con probabilidad la intensidad del capital, concentra la riqueza, produce nuevos marginados y desarraigados y, en corto plazo, conduciría a una mayor dicotomía entre los más favorecidos y los perjudicados.

Hay muchos ejemplos ya de estos efectos que alguno puede jugar como perversos, pero, en verdad, lo perverso es el sistema. Es el caso de las tecnologías y exigencias ambientales, para las que la implantación, por ejemplo, de las energías llamadas alternativas -eólica, solar, biomasa, etc. - y la mayor severidad de las medidas de control ante la contaminación están provocando desequilibrios en otros sectores (mayor coste de la energía producida, pérdida de competividad por costes antes externalizados), y la extinción o problemas de subsistencia en las centrales de producción de energía tradicional.

Hemos llamado la atención en otras ocasiones, sobre los riesgos de precipitarse al cambio sin analizar previamente si el medio en el que se mueve la empresa no está en una dinámica inconsistente: algo así como obsesionarse por perseguir alocadamente una manada de búfalos al galope en vez de preocuparse serenamente por cazar, apostados al acecho, al que pase más próximo a nuestro sitio de caza, y que es lo único que necesitamos.

Ante todo, nos preocupa la deficiente gestión del cambio por parte de quienes nos gobiernan, actuación en la que se combinan muchos elementos que podrían ser corregidos, y de los que enumeramos los más relevantes:

-duplicidad de criterios de gestión, presentados como incompatibles, en aspectos sustanciales. No acarrea más que descrédito y pérdida de efectividad el que el actual gestor del país y su alternativa (coreados por sus equipos directivos) estén continuamente afirmando que el otro no tiene razón o que harán justamente lo contrario. Nadie invertirá en un medio inestable. Falta liderazgo, credibilidad, solvencia y sobra palabrería, amiguismos, nepotismos, clientelismo.

-falta de objetivos preferentes para la empresa-país. No es cuestión de anunciar continuamente Planes decenales, Libros verdes o proponer Sectores estratégicos que luego no se llevan a cabo o no se implementan. España necesita consolidar su liderazgo en unos cuantos sectores, y apostar por mantenerlo, facilitando la orientación en torno a ellos de una parte sustancial del tejido empresarial. No basta únicamente con apostar por el turismo y conexos, que son, además, sectores de baja tecnología. Hay que potenciar centros de excelencia tecnológica y ha de hacerse, preferentemente, en relación con los grandes grupos empresariales. La colaboración de las grandes empresas en el modelo es imprescindible.

-incremento de la capacitación de la población, reconstruyendo el organigrama global. La burbuja de desarrollo provocado por la coyuntura de los 90 del pasado siglo ha tenido múltiples efectos nefastos, no tan fáciles de corregir: pérdida de niveles de formación, vulgarización de contenidos, emigración de buena parte del personal cualificado, inmigración desorbitada de muy bajo nivel cultural, etc. España tiene que hacer un gran esfuerzo en ilusionar a los mejores, captar técnicos de prestigio, aumentar el nivel de sus centros de formación y profesorado, fomentar una inmigración de alta calidad (para personas, empresas y capitales).

-transparencia, información, seguimiento y control de los objetivos, señalando los niveles de actuación y sus responsabilidades. Parecería obvio, pero los planes que se tracen han de ser de largo alcance, basados en la mejor información disponible (no en elucrubraciones o en pensamientos sin otro fundamento que la ilusión), y, flexibles, para poder corregirlos en la medida en que la realidad se concrete. Deben ser, también, comunicados con transparencia, aunque pensamos que ese nivel de transparencia ha de ser el adecuado a la importancia y exigencias de cada agente en el proyecto. No se trata de ser ingenuos, sino efectivos; no es cuestión de abrumar a papelería ni a datos sin estructurar, sino de ofrecer, a la población, concisión respecto a los índices y su análisis; a los funcionarios, bases para su compromiso, control y exigencia; a las pymes, orientación y apoyo; a los empresarios y emprendedores potenciales, información de oportunidades, financiación, impulso y coherencia; y a las grandes empresas y a sus dirigentes, diálogo, compromiso, exigencia, lealtad.

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(1) Los conferenciantes fueron Jorge Castrillo (Socio de Kairos Management) y Francisco Javier Blanco Portillo (ex- Director de Recursos Humanos en Morgan Stanley, hasta su compra por la Caixa)

Sobre perendengues e intríngulis

Para saber bien algo, hay que asimilar su perendengue, o requilorio. Hasta no hace mucho, se utilizaba la expresión: "Esto tiene su perendengue", para dar a entender que resolver la cuestión no era tan simple como parecía.

Nos tememos que se ha perdido mucho la idea de los perendengues, y no se saben ni se enseñan, por lo que cada vez son más los que se andan por las ramas, creyendo que dominan algo, y en realidad, ni saben de la misa la media, convertidos en maestros de chicha y nabo.

Todos esos que pretenden que son expertos, sin haber llegado al meollo de las cosas, que se han quedado con cuatro ideas cogidas por los pelos o un par de conceptos prendidos con alfileres, tienen mucho peligro.

Si se dieran el batacazo ellos solitos, habrían alcanzado así su escarmiento, cayéndose con todo su equipo y sin causar daño a terceros. Pero, como proliferan los maestrillos del arte de birlibirloque, resulta que son demasiadas las veces en que los que acuden, crédulos, a su falsa ciencia, resultan víctimas de la ignorancia y pretenciosidad de los que han alardeado de conocer las claves, cuando solo tienen un barniz.

La situación está tan descontrolada que no bastan títulos ni diplomas oficiales para librarse de ignorantes de perendengues. Unos, aconsejan a la primera de cambio, si se les pone en la mano un aparato estropeado, que hay que sustituir todo el equipo, argumentando que ya no se fabrica la pieza que falta o que el modelo está obsoleto.

Otros, cuando se ponen a la labor, causan de un mal pequeño un estropicio, o nos tienen a la espera de una solución que nunca llega, salvo que tengan ocasión de acudir a un experto de segundo nivel (así lo llaman), quien es, en puridad, el que se sabe lo del perendengue.

Como el mundo tecnológico es ya muy complicado y todos, quien más quien menos, nos hemos hecho dependientes de que funcionen bien las tecnologías en las que hemos aposentado nuestra modernidad (móviles, ordenadores, módems, centrales nucleares, autos, siderurgias, iphones, depuradoras, programas, misiles de cabeza nuclear, técnicas de trasplante de órganos, cálculo estructural, etc.), quienes constatamos en el día día la ignorancia supina acerca de los requilorios por los que, en verdad, funcionan las cosas, vamos aumentando nuestro miedo sin remedio.

Porque cada vez son menos los que saben de verdad que solo si tienes conocimiento de los perendengues están en condiciones de solventar un problema serio. Y, por hache o por be, por la Ley de Murphy o porque algún día por azar o por necesidad en algún tema crucial habrá que saber dónde está el meollo para atajar un desastre, y si para entonces nos hemos rodeado de charlatanes, falsos expertos, laureados de pitiminí, que no tengan la menor idea de cómo actuar sobre los perendengues, lo más seguro es que nos vayamos, con lo puesto, todos al carajo.

Sobre las redes sociales y el negocio de la prostitución

Después de haber experimentado un magnífico fulgor, glosado y animado por quienes quisieron ver en ellas la nueva forma de comunicación universal, las redes sociales están pasando por un período de oscuridad, que presagia su decadencia a niveles bastante más modestos que los que les destinaban los fanáticos de las neologías.

La culpa de este descenso en el top de los desarrollos tecnológicos, no la tiene esta, por supuesto, neutral herramienta, cuya capacidad e interés potencial no cuestionamos, sino el uso que se le está dando y, por tanto, la percepción general de para qué sirve.

Un paseo crítico por los soportes de las redes sociales más renombradas, descubriría de inmediato que estos mecanismos son utilizados masivamente con objetivos que deben interpretarse como una prostitución de lo que podrían ser los propósitos sensatos de la herramienta, adulterados sin beneficio para la mayoría de los usuarios, convertidos en clientes de un negocio ajeno del que ni siquiera son conscientes, drogodependientes en el despilfarro de un elemento muy valioso, que es su tiempo libre y muy posiblemente afectados de otro recurso, este irrecuperable cuando se pierde en la red, que es su intimidad.

Tomemos como ejemplo la plataforma Facebook. Junto a usuarios que la utilizan para la comunicación de aparentemente triviales, irrelevantes o inocuas noticias personales con sus familiares y amigos, existen otras categorías de perfiles facebookeros que se comportan como tiburones en ese mar de relaciones, fagocitando contactos, difundiendo sin pudor sus intereses comerciales o  intenciones políticas, intoxicando el espacio virtual, con sus ruidos, cánticos o venenos, interpretando la red como un campo apropiado para realizar sus negocios personales.

No es, en sí, el uso comercial de las plataformas virtuales lo que resulta molesto, sino su falta de control actual, que facilita la difusión indiscriminada de proposiciones comerciales o ideológicas, generando un indeseable marco de spam, que hace desistir crecientemente de su uso a quienes no desean ser blanco de campañas publicitarias ni ver su nombre utilizado con finalidades poco claras, convertidos en adeptos, seguidores, simpatizantes o amigos de plataformas variopintas.

Por ello, mientras la situación se ordena -no solo legalmente, también porque se disminuya el efecto sarampión inherente a toda nueva tecnología de fácil acceso y utilización-, son cada vez más quienes se están retirando de las redes sociales, dejando de alimentar sus identidades telemáticas, borrando contactos y simplificando mensajes, mientras el espacio virtual se va concentrando en basuras mediáticas, comentarios insulsos, falsas identidades, cazadores de incautos y fauna genéticamente adulterada.

No culpamos a la red, sino al uso que se va convirtiendo en dominante de la misma; aunque es imprescindible poner barreras, propias y estructurales, a la información que se comunica por su medio.

Porque el sistema conceptual para estructurar las relaciones internas entre sus miembros está actualmente lleno de agujeros, por los que información y opiniones que habíamos destinado a nuestro círculo íntimo, pueden pasar, sin control y sin que pueda incluso sospecharse de quien los originó, a ser utilizados como carnaza por quienes ven en las redes un apetitoso caladero de ingenuos, bombardeando nuestro buzón con anuncios de sus productos, que pueden resutar miserables y pescando información sobre nuestras aficiones y gustos, para darnos de comer la bazofia que tengan preparada.

Hacia la ignorosfera por la tecnosfera

Javier Monserrat, especialista en Percepción visual, editor de Tendencias21, catedrático de la UP de Comillas, aguantó con resignación sorprendida que Luis Palacios (director de desarrollo de Cisco para España) y Simón Viñals (responsable comercial de Intel) terminaran sus presentaciones tecno-comerciales y las preguntas improvisadas de Ildefonso Mayorgas, responsable de Thursday (y no precisamente en su mejor día).

Se trataba, al parecer, de una reunión de frikies interesados en el cloud computing, la infotecnología e incluso, a tenor de una pregunta que formularía un joven de la primera fila, curiosos por el avance de la informática cuántica.

Una hora antes, este jesuita de formación, filósofo de la noosfera, había tenido también que oir las intervenciones improvisadas del catedrático emérito de la Complutense Fernando Saenz Vacas y de un tal Angel Arias, forzados por el moderador a abrir la caja de las ideas como les viniera en gana, y que, después de expresar algunos remilgos, chapotearon entre los cerebros de la audiencia delante de los invitados oficiales.

Así empezó la reunión de "los últimos jueves de mes", que tuvo lugar el 30 de junio de 2011. Saenz Vacas se enteró, gracias a esta oportunidad, de que entre los asistentes, salvo seguramente Antonio Fumero (también en la sala, luciendo en su camiseta un pensamiento irrelevante: "Deja ya de joder y ponte a follar") y nosotros (o sea, yo), nadie había leído su último libro, por lo que se alargó algo en explicar lo que entiende por netoesfera ("nuevo entorno tecnosocial", según tradujo) y nootropismo. El segundo (en plural: nosotros), tuvo el dudoso placer de negar la mayor ante los espadas principales, en cinco minutos de paso por la cacharrería.

El caso es que allí estaba, aguantando el tipo y con la bolsa de pastillas de Fisherman´s en la mano que lo acreditaban como antiguo fumador, Javier Monserrat, en las instalaciones de La Sombra Producciones, decidiendo si tiraba por la borda una conferencia preparada para presentar en poco más o menos una hora lo crucial del tema que le habían propuesto quienes contactaron con él, "De la tecnosfera a la noosfera", en la que no debían faltar algunas referencias a Teilhard de Chardin, según algún desorientador le había comentado hacía un par de días, cuando le contactaron.

Monserrat tiene cientos de artículos y tres libros escritos sobre una de sus múltiples aficiones, que es la filosofía política, por lo que sus ideas son bien conocidas, o debieran serlo. Centró la conferencia, cuando le abrieron paso, concediéndole media hora, en un resumen de uno de sus libros ("Hacia un nuevo mundo", 2005), que presenta la historia de la humanidad como un proyecto hacia el ideal ético-utópico, y en la que este estudioso del comportamiento colectivo, dice haber descubierto la emergencia de una "nueva sensibilidad".

Ese "nuevo mundo", exige el protagonismo de la sociedad civil, que tendrá como efecto salutífero que las naciones se pongan de acuerdo en un "proyecto universal de desarrollo solidario".

La tecnología ha creado, gracias a la fantástica capacidad de comunicación entre los seres humanos que aporta, circunstancias nuevas para ese protagonismo emergente, distinto -señaló  Monserrat- de los partidos políticos, aunque debe alcanzar organización y seleccionar los objetivos concretos, lo que logrará gracias a líderes civiles que tendrá que escoger, para que salgamos del "caos absoluto".

Fue el único de los intervenientes al que se le aplaudió; la conferencia fue brillante, pero había en el ambiente un deseo de compensar, al menos con un batir de palmas, el tiempo que este jesuita tuvo que esperar para hablarnos de su libro. Y, por cierto, puso de manifiesto que sabía bastante más de informática-computación cuánticas y de eso del qu-bit computing que la inmensa mayoría de la sala, incluídos los demás ponentes.

En favor de los ingenieros españoles

En favor de los ingenieros españoles

Cada vez que se publica el nombre de los premiados en el capítulo de Investigación Científica y Tecnológica de esa estupenda iniciativa para llamar la atención sobre Oviedo que son los Premios Príncipe de Asturias, nos preguntamos dos cosas:

a) la forma exacta de seleccionar, de entre los numerosos grupos de investigación que trabajan por el avance de la ciencia, aquellos que merecen ser destacados, y las razones para hacerlo, y

b) los caminos de selección que, a pesar de que una aceptable proporción de científicos españoles han alcanzado el galardón, han dado por resultado que, hasta el momento, solamente un ingeniero, Amable Liñán (Dr. Ing. Aeronáutico), haya sido distinguido con él (en 1994), siendo el grupo de los físicos, biólogos y médicos quienes más atención han merecido del Jurado.

Como no deseamos convertir este Comentario en una relación de merecedores del premio, nos limitamos a apuntar que, sin duda, entre las "medallas" de la Real Academia Española de Ingeniería -fundada justamente en 1994- tiene que haber muchos dignísimos candidatos.

Y, como nos consta que, incluso dentro de este prestigioso núcleo de ingenieros ilustres, surgen amores y odios hacia otros colegas a los que se les niega el pan y la sal para sentarse en esa plataforma, demos por hecho que no están allí, en la Academia,  todos los que son. Habrá que buscar también, con las debidas normas de serenidad y seriedad, en otros foros de prestigio, quiénes han hecho descubrimientos y aplicaciones relevanes.

Tenga la seguridad el lector que se habrán de encontrar más de un centenar de ingenieros españoles con méritos para figurar en la élite mundial. Nos vendría bien ponerlos en valor, por la cuenta que nos tiene: hacer difusión de lo que hacemos bien en este país con permanentes pretensiones de que no nos tomen por el pito del sereno, pero sin saber cómo zafarnos del sanbenito.

Además de deportistas, de bioquímicos emigrados y de esforzados médicos oncólogos formados en el extranjero, en España también tenemos ingenieros laureables.

Porque, además, qué caramba, los Premios esos de Asturias los pagamos entre todos.

Sobre preparación y competitividad española

Vivimos, no dejemos duda, en un país atractivo, con temperaturas agradables y gentes distendidas y cordiales. Pero si hubiera que definir nuestra idiosincrasia con una sola palabra, elegiríamos ésta: contradictorios. Somos contradictorios.

Valoremos nuestra actitud colectiva con un par de ejemplos.

Nuestra industria del mueble tiene tradición y cuenta con buenos artesanos de la madera. Sin embargo, la mayoría de esas empresas, esclava de una concepción familiar y tradicional del negocio, sigue actuando, orgullosamente, con independencia de las demás y lanzando al mercado diseños que no corresponden al gusto general actual. Son muebles recios, desde luego, trabajados en buena madera, terminados con conocimiento, pero no encajan con lo que ahora se prefiere.

No solamente es cuestión de diseño. El trabajo artesanal, los materiales, la actuación contra pedido, hacen que los precios sean relativamente caros, la distribución complicada, el acceso al mercado de consumo difícil, los plazos de entrega excesivos y..., por tanto, el negocio languidece y los stocks de invendidos ahogan las economías.

Contrapongamos esta situación con el modelo Ikea. Muebles prefabricados, sencillos y baratos, fáciles de montar, que se pueden llevar en el propio automóvil y que se ponen a la venta en grandes superficies en donde se puede elegir todo lo necesario para equipar una casa. Detrás del escaparate hacia el cliente, hay un buen número de empresas que se han especializado en una gama de productos y, en conjunto, un concepto de diseño y publicidad coordinados, homogéneos, complementarios.

Otro ejemplo. Si Vd. ha tenido que cambiar su calentador de agua a gas recientemente, habrá tenido ocasión de comprobar que, a pesar del auge de la construcción que ha tenido España -varios millones de viviendas terminados en los últimos años- los aparatos que se ofrecen por los instaladores en nuestro mercado son alemanes o franceses.

¿No habrá habido oportunidad de crear un modelo competitivo español, teniendo en cuenta que se habrán instalado unos cuantos cientos de miles de calentadores/calefactores, que implican varios millones de euros de facturación? (cada aparato, al precio actual cuesta unos 2.000 euros). Y si hay algún fabricante español que se ha aventurado a penetrar en este mercado, ¿por qué no ha conseguido ultimar un producto técnicamente perfecto, habida cuenta de que hablamos de una tecnología muy poco sofisticada?

Fijémosnos ahora en estos grupos de diligentes trabajadores que, por doquier en nuestra geografía, realizan obras de reparación en calles y carreteras, demuelen tabiques y hacen nuevas distribuciones en oficinas, viviendas y clínicas, montan y reparan aparatos electrodomésticos de todo tipo, llevan y distribuyen mercancías, atienden cajeros en los supermercados y en cualesquiera "gran superficie",...?

Prácticamente todos son extranjeros. Rumanos y de otros países del este europeo, los que manifiestan habilidades manuales y técnicas; latinoamericanos, los que pueblan supermercados y empresas de distribución; ...

Por supuesto, no osamos referirnos siquiera a esos miles de tiendas casi idénticas en las que, bajo la tutela de eficientísimos ciudadanos orientales con conocimientos de nuestra lengua y cultura quasi-místicos, se ofrecen a la venta todo tipo de productos de uso y consumo, fabricados en su mayor parte allende las fronteras europeas, con calidades que suscitan tantos beneplácitos como improperios...  tiendas de todoaquí en las que sería motivo de legítimo asombro encontrar no ya en ellas, sino en toda la cadena de distribución, a un solo compatriota del cliente español...

Ante estos simples ejemplos, a los que el lector podrá añadir, sin duda, muchos otros, cabe preguntarse: ¿dónde está el ingenio español, la capacidad de trabajo patria, nuestro espíritu de sacrificio? ; nuestros jóvenes, ¿qué saben hacer? ¿qué les hemos enseñado? ¿están preparados para adaptarse, para superar las crisis, o solamente confían en que otras manos les saquen del atolladero, mientras viven en la creencia de que todo esto pasará algún día?

Y nuestros mayores, ¿qué proponen? ¿y a quién?. ¿Estamos todos tan faltos de empuje e ideas que nos hemos retirado de la batalla y abandonamos el campo para que nos lo ocupen otros, creyendo que permaneceremos en la abundancia, sin advertir que no podemos pagar ese despilfarro colectivo de fuerza y recursos?

 

¿Por culpa de los griegos?

Grecia necesita una nueva inyección de dinero de la Unión Europea, lo que significa que, al menos para guardar las formas, sus compañeros de viaje en el euro le exigirán que presente correcciones a sus anteriores planes de ajuste económico.

Traducir a lenguaje sencillo este panorama no ofrece problema alguno: basta compararlo con lo que está sucediendo a millones de familias en España. Los ingresos no existen o son insuficientes y como la vida sigue, hay que pedir dinero a los padres, eliminar todos los gastos superfluos, aceptar cualquier trabajo (aunque sea una chapuza) y, además de apretarse el cinturón, poner en la cazuela los ingredientes más baratos.

Si alguno de nuestros lectores se encuentra o ha encontrado en esta situación, sabrá que -por mucho cariño que nos tengan- los padres no dejarán de darnos consejos: tienes que enviar tu currículum a todas las direcciones que conozcas, aunque creas que no va a merecer la pena; date de baja en el gimnasio y nada de ir al bar a jugar la partida los viernes; ya te dije que era mejor un colegio público para los niños; tu mujer (o tu marido) gasta mucho en tonterías; llama a este amigo mío de toda la vida a ver qué puede ofrecerte; etc.

En la interesante película "Inside men" (algo así como "Uno de los nuestros" en versión empresarial) un joven ejecutivo en línea emergente que se cree el rey del mambo es despedido de su empresa y tiene que morder el polvo del desempleo, afrontar la reducción drástica de gastos y admitir la ayuda del odiado cuñado para subsistir. También conoce de falsas promesas, mentiras, tensiones, angustias e ilusiones fallidas.

Esta parte de la trama es muy convincente. Donde el asunto flojea es en la intención de enderezar la cuestión para que el mensaje final sea optimista. Porque después de muchos sinsabores, la salvación proviene de uno de los propietarios de la antigua empresa, que se encuentra de pronto con un dinero procedente de la venta de su paquete minoritario en ello y que invierte en la misma línea de negocio (¡construcción de barcos!), recontratando para el "nuevo" proyecto a parte de su antiguo equipo.

No resulta fácil encontrar soluciones fuera del ámbito económico. Podemos decir al afectado -sea un ciudadano atrapado por la pérdida de empleo o un Estado al que le agobia la refinanciación de su deuda- que tiene que reducir drásticamente sus gastos y que tiene que procurar sacar más dinero de trabajos extras, sean los que sean (aumentar impuestos, mejorar su recaudación, eliminar funcionarios, etc.), pero no sabemos cómo aconsejarle para crear nuevas tareas efectivas.

¿O es que no nos lo hemos planteado?

Técnica, acude a salvarnos.

En los terrenos del dragón: las profesiones en la UE

En un Informe de enero de 2011 realizado por la Dirección General del Mercado Interno y los Servicios de la Unión Europea, dedicado a repasar la Directiva de Cualificaciones Profesionales, (2005/36CE) se recogen datos para analizar una triste realidad:el Mercado Único de los profesionales, ese que supondría la plasmación de la libre circulación de personas por el territorio de la UE, no funciona.

Existen en los 27 Estados miembros más de 4.700 profesiones que los autores del Informe agruparon en 800 categorías. De entre ellas, 220, por lo menos, solo tienen regulación en un Estado, "lo que significa que los criterios que sirven para regular la profesión no son compartidos por ningún otro". En 400 categórías profesionales no ha habido ninguna movilidad profesional de un Estado a otro en los últimos 30 años.

La movilidad es muy escasa en la Unión. En 2009, solo el 2,4% de la población europea (12,5 millones de un total de casi 500) vivían en un Estado miembro diferente al de su nacionalidad. Y mucho más claro: en los últimos 30 años, solamente 200.000 ciudadanos sacaron partido a la posibilidad de ver reconocidas sus cualificaciones profesionales en un país distinto a aquel en el que habían obtenido el título.

Con estas premisas, resulta especialmente inconsistente que en España nos hayamos puesto a renovar, para empeorarlas, las trayectorias académicas de las ingenierías. Se ha generado un caos infumable, que no conducirá, en absoluto, a facilitar la colocación de los técnicos españoles en el extranjero, sino que disminuirá su cualificación, desorientará a los empleadores potenciales y generará confusión respecto al camino a seguir por los propios educandos.

No teníamos un mal sistema educativo para la ingeniería superior. Muy al contrario: era reconocida como de alta cualificación en el panorama internacional y proporcionaba muchas satisfacciones a los titulados, además de proporcionar confianza a los empleadores y facilitar (no en último lugar) el deseado objetivo de la cualificación continua, por proporcionar una base ancha muy aceptable.

No había tampoco nada que objetar a la coexistencia de las titulaciones técnicas superiores (haciendo abstracción de la petulancia del nombre) con las intermedias.

Las profesiones de facultativo, ingeniero técnico, aparejador o ayudante de obras públicas, tenían un alto reconocimiento en el mercado laboral y proporcionaban el necesario enlace entre los mandos de mayor nivel y los operarios. Tampoco sorprendía -nuevamente, al contrario- que algunos suplieran con experiencia y dedicación la falta de estudios básicos.

El país necesita buenos técnicos, ingenieros con conocimientos profundos y capaces de adaptarse a un mundo cuyos conocimientos crecen exponencialmente y son, cada vez, más complejos.

Qué lástima que las prisas, la ignorancia, el no escuchar a los sensatos, el deseo servil de cumplir con malinterpretadas directrices burocráticas emanadas de Bruselas e impulsadas por intenciones políticas ajenas (nunca claramente explicitadas), nos estén haciendo perder, seguramente de forma irreversible, el tren tras el que corremos pretendiendo llevar el billete en orden, cuando lo que llevamos en las manos son las maletas de viaje de los que se han asentado en primera clase...

Y es especialmente lamentable que, desde algunos sectores de las ingenierías intermedias, manipulando información y añadiendo peculiares dosis de personales resentimientos y fatuas presunciones de lo que no se tiene, se quiera hacer ver al resto de la sociedad que todo vale: que los ingenieros de grado sirven para lo mismo (¡o más!) que los ahora llamados de máster, que no hay que saber mucho para entender de todo, que la experiencia suple lo que no da ni Salamanca ni natura.

El dragón que se alimenta de nuestros despropósitos sonríe satisfecho.

A la búsqueda de los océanos azules

En la presentación del libro sobre La Huella hídrica en España, que realizó un equipo dirigido por José Antonio Sotelo en la sede de la Fundación Mapfre (la entidad que financió el estudio), -el 11.02.2011- se recordó la invención de Rafael Llamas de poner colores al agua, según su estado de contaminación, usos y reutilización posibles.

Nos referiremos en otro Comentario a este interesante estudio y repasaremos, al paso, la hidrología colorimétrica, pero hoy vamos a cumplir con nuestra promesa anterior de glosar los océanos azules, zonas geo-económicas en las que José Luis Vallvé, unos días antes, y en otro foro, veía mayores posibilidades de desarrollo y generación de actividad.

Un océano azul, por contraposición a uno rojo, es un nicho de mercado que aún está desocupado, como resultado de una idea de gran recorrido que no ha sido puesta en práctica.

Vallvé se centró en uno especial, relacionado directamente con el impulso a la actividad de las empresas de Tecniberia, que él preside: "Vender el modelo infraestructural español a Africa".

Y, en relación con ello, "hacer de Madrid la capital mundial de la ingeniería" (matizó que no lo proponía por localismo matritense, porque lo importante no era la ubicación concreta, sino el concepto: aprovechar el éxito y la experiencia de las empresas de ingeniería y construcción españoles en el desarrollo del modelo infraestructural de nuestro país)

Lo justificó por activa y por pasiva, aunque, como enunció la idea al final de su charla, no precisó muchos detalles para hacerse perfectamente inteligible. "Hemos llegado tarde a Asia y, seguramente, demasiado pronto a América."

La construcción de un túnel bajo el estrecho de Gibraltar sería el activador de un impulso de desarrollo al continente africano del que la industria y tecnología españolas deberían ser los activadores

Sería un dinero muy bien empleado:"El túnel costaría de 40.000 a 50.000 millones de euros".

Para el mejor aprovechamiento de ese impulso, Vallvé se refirió también a los diferentes modelos de apoyo a la exportación, que distribuyó, simbólicamente, según nacionalidades: "El modelo francés se concentra en ayudar a las empresas públicas, el americano confía en las grandes empresas como elemento de activación a la exportación; los japoneses, prefieren ayudar a las empresas pequeñas... y los alemanes, a todas".

No necesitó concretar el brillante ingeniero en quién depositaba las preferencias de su modelo, pues ya había dicho antes, con humor, que el eje de crecimiento europeo no era el "franco-alemán", sino "el germano-alemán".

Antes de lanzarse a conquistar esas mares océanas, o simultáneamente, pero con premura, habría que poner orden en varias cuestiones internas, que sistematizó entre las que afectarían al país "como comunidad de vecinos, como sistema, o como empresa".

Siguiendo a José Luis Vallvé:

a) La cuota de gasto que implica nuestro Estado funcionarial es excesiva, y, además, ineficiente. Nos cuesta 100.000 millones de euros/año, lo que supone 30 a 40.000 Mill euros más de lo que nos correspondería por tamaño. Si dedicáramos un 5% de lo  que nos ahorraríamos en diseño de Estado a la ingeniería, tendríamos 5 ó 6.000 millones de euros para mejorar la forma de hacer las cosas -el back office- , dinero excepcionalmente útil, desde luego, mucho más que el que empleemos en el front office (aunque no concretó a qué se refería, entendimos que englobaba las acciones dedicadas a la presentación publicitaria, es decir, a "la galería").

La mejora del control y de la eficiencia tiene posibilidades en muchos sectores. "El español es el único europeo que paga porque alguien recoja el papel que él mismo acaba de tirar" -enfatizó. Y, además, "hay mucho fool rider -que disfruta y no paga".

b) Para arreglar el sistema, habría que abandonar la obsesión de "medir por el dinero empleado, y centrarse en su eficacia. Decimos que hemos invertido 1 euro en educación y, en realidad, ignoramos cuánto de esa cantidad ha ido a parar a ese sector".

La organización territorial es ineficaz. Vallvé se concedió un segundo de autobombo: "Fuí el primero que lo dije. En las comunidades autonómicas uniprovinciales no existe diputación, y no pasa nada. Suprímanse, repartiendo las funciones entre otros órganos de la Administración"

c) España gasta el 40% de la energía en transporte, y no existe debate al respecto. El transporte que se realiza por ferrocarril es menos de la mitad que en la media europea. Subvencionamos, por el contrario, el transporte por carretera. Si un camión atravesara Europa, el único tramo en el que no tendría que pagar peaje, sería al circular por Castilla.

d) No deben abandonarse las políticas básicas en beneficio de liturgias y tabúes sin justificación. "El parón nuclear se produjo por un tabú litúrgico que propagó que esa forma de energía era peligrosa." Por el contrario, "el vector gas, ha producido miles de víctimas, pero no se habla de su peligrosidad." No será fácil el rescate de la objetividad, ni filosóficamente ni tampoco técnicamente:"Hoy, se está jubilando la generación que sabía de nuclear...", sin reemplazo.

Con gusto trasladaríamos, palabra a palabra, si nos fuera posible, toda la charla de José Luis Vallvé. No porque la tengamos como dogma absoluto -estaría, además, lejos de la pretensión del conferenciante-, sino porque es la demostración clara de que tenemos en nuestro país gente seria, capaz, con ideas, deseosa de participar activamente en un debate de presente y futuro.

Lamentablemente, no se está contando con ella.

Esa ausencia, siendo su perfil tan cualificado, incluso nos lleva a pensar que la razón de que no se apele a su consejo, es porque no interesa ningún debate, y, en caso de que se esté produciendo... se realiza bajo corsés y parámetros que anquilosan y reducen drásticamente el espacio para la inteligencia.

 

¡A las armas, ingenieros!

Son muchas las formas en la que se podría llamar la atención sobre la excelente disertación que realizó el Presidente de Tecniberia, José Luis Vallvé, en el Foro España Innova, el 10 de febrero de 2010.

Como en su exposición se refirió varias veces a la situación de la ingeniería en España, resaltando que las instituciones gubernamentales se empeñan en la liturgia (magnífica palabra, que Vallvé enfatizó un par de veces) de aumentar su propia grasa, descuidando los nervios y, sobre todo, la materia gris, ésta de "!A las armas, ingenieros!" nos parece adecuada.

Brillante ingeniero de caminos y licenciado en derecho como profesiones académicas, (con un currículum de los que demuestran un paso eficiente tanto por lo público como por lo privado y una personalidad atractiva como tenemos ya pocas en España), Vallvé calentó motores desde el principio, ante un auditorio lleno de caras conocidas (muchos ingenieros), y que ocupaba varios salones del Ritz, -señero hotel especializado hoy en estos desayunos, frugales de contenido material, pero densos, magníficos, en sustancia espiritual-.

"Echamos de menos el fortalecimiento de la sociedad civil, porque se supone que estamos en un Estado abierto a los ciudadanos", dijo el conferenciante, después de reconocer que "había aprendido mucho aquí", en otras conferencias de esta iniciativa singular que es el Foro.

José Luis Vallvé mezcló anécdotas con mensajes directos como puños lanzados al rostro del que gobierna creyendo que él solo tiene la verdad y a los demás solo nos queda obedecer. Y, como persona pragmática, ofreció soluciones, vías de trabajo. "Las ingenierías no sabemos hacer otra cosa que i+d+i", apuntó.

Pero el último recorte presupuestario dejó a las constructoras y, por tanto, a las ingenierías, "prácticamente sin obra pública", por lo que están abocadas a una "reconversión brutal". La DG de Carreteras, por ejemplo, pasó de contatar 250 millones de euros al año a apenas 6 millones de euros en 2010.

Y las consecuencias no serán malas solo para las empresas de ingeniería. "Enviar un ingeniero al paro cuesta más que tenerlo trabajando. Se han invertido 60.000 euros en su formación y, si se marcha del país, es probable que no vuelva, con lo que el dinero invertido se habrá perdido para siempre."

El mal está hecho: "España no gasta en ingeniería ni el 5%: junto a 20.000 millones de euros en obra nueva, se gastaron en 2009, 10.000 millones en reformados", lo que quiere decir que se prefiere ir modificando la obra a media que se va haciendo o a posteriori, en lugar de contar con un buen proyecto desde el principio.

También denunció que "tenemos un modelo educativo sin prospectiva". Disponemos de 5 veces más abogados que Francia, que, como tienen que vivir de su trabajo, tienden a generar conflictos, propiciando un exceso de ruido. "Ha bajado el número de estudiantes de enseñanzas técnicas", y "las empresas de ingeniería acceden a las ayudas con mucha dificultad; están mejor situadas las ONG", lo que definió como un procedimiento "perverso" y solicitó que "nos dejen acceder, por favor, al enorme mercado de la cooperación al desarrollo".

La intervención estuvo plagada de excelentes titulares, pero terminamos esta breve (e injusta con el contenido completo de la conferencia), con la satisfacción de expresar que la pregunta que formulamos al ponente coincidió con la que preparó Manuel Acero, Presidente del Instituto de Ingeniería de España, también presente, desde la mesa de honor.

Por ella pudimos enterarnos que comparte nuestra opinión de que los "ingenieros no valemos para todo", como pretende la descabellada redacción de la Ley de Servicios Profesionales a punto de promulgarse, si no se remedia, y que la eliminación del visado profesional en los proyectos es una vía de indefensión hacia el ciudadano, justamente lo contrario de lo que la Ley dice perseguir.

Ah, y también estamos de acuerdo en que "no todos los ingenieros son iguales" y que los antes llamados ingenieros técnicos, como los aparejadores, cumplían una misión esencial, imprescindible y dignísima, en la ejecución de obras y proyectos.

Las ideas de Vallvé sobre los "océanos azules" del panorama tecnológico merecerán otro comentario en este blog.

Sobre la reforma profunda de las ingenierías

En un documento "confidencial", al parecer redactado desde el Ministerio de Industria español, en el que se analiza el Anteproyecto de Ley de Servicios profesionales, se recogen diversas afirmaciones que demuestran -entre otros vicios de pensamiento no menos graves- el profundo desconocimiento de sus autores respecto a la ingeniería.

Para justificar la necesidad de "una reforma profunda de las ingenierías" se enumeran diversas razones, que sintéticamente trasladamos aquí. 

La mala regulación actual, al decir de quienes redactaron el tosco informe, "restringe la competencia y perjudica el desarrollo de todas las potencialidades que ofrecen las actividades profesionales tecnológicas", y ha de abordarse su nueva formulación, considerando estas circunstancias:

-muy alto potencial para generar crecimiento económico.

-existencia de 17 ramas de ingeniería con reservas de actividad que constituyen una anomalía en el contexto europeo, en donde existe, en general, ausencia de regulación.

-gran conflictividad entre las corporaciones colgiales que paraliza proyectos y dificulta las inversiones.

-la segmentación agrava el problema de la falta de titulados en ingeniería.

-problemas de movilidad, debido al ámbito restringido de atribuciones.

La presentación de este marco de desiguales razones, parcial o totalmente erradas -como deduciría de inmediato cualquiera que tuviera la voluntad de ser objetivo-, lleva a proponer como "solución", una nueva regulación que conduzca a "admitir expresamente que todos los titulados en ingeniería tendrán reconocidas facultades para realizar cuantas funciones le atribuya la normativa vigente a cualquier rama de la ingeniería", (...) "partiendo de que todos los titulados en ingenieria comparten un núcleo común de conocimientos suficiente para habilitarles a realizar todas las funciones que tienen los ingenieros, sin alterar el modelo académico vigente".

Grave distorsión de la realidad acreditan sus autores, tal vez en el servil intento de aplaudir lo que provenga de directrices políticas superiores, al enjuiciar de esta manera la labor de los ingenieros.

Nos apresuramos, eso sí, a aclarar que no estamos con ello criticando al partido socialista en el gobierno, sino que somos conscientes de que estas ideas son compartidas por los representantes del PP y, seguramente, por otros grupos con representación parlamentaria.

Solo desde la ignorancia, que es vecina del desprecio, hacia la función de la ingeniería en esta sociedad tecnológica, se puede pretender que los ingenieros "valemos para todo", sin atender a la profunda necesidad de estudio, análisis, experiencia y conocimientos -multidisciplinares, la mayoría- que involucran muchas de las actuaciones técnicas y, desde luego, todas las relevantes.

Debe tenerse, además, muy presente, que las decisiones técnicas afectan o pueden afectar, en no pocos casos, a la seguridad de personas y bienes, suponen la utilización (y, por tanto, pueden derivar en su respeto, uso eficiente o maluso) de elementos naturales -aire, tierra, agua- y están en las bases de lo que consideramos bienestar y capacidad de desarrollo de nuestra sociedad.

Ningún ingeniero defenderá, en su sano juicio, que sabe o puede ser capaz de resolverlo todo.

Esta posición mental, sin embargo, es muy diferente de la confianza, que expresan algunos ingenieros, (por cierto, cada vez con menos frecuencia), nacida de la satisfacción de haber conseguido superar estudios amplios y complejos, y gozar de una base de conocimientos amplia, de considerarse candidatos para que, contando con tiempo, el equipo, los medios y la asesoría externa adecuada -si fuera necesario- verse capaces para colaborar en mejorar lo que se le encomiende y ayudar a sacarle provecho para sus clientes o la sociedad en conjunto.

La técnica ha evolucionado de forma que ha segmentado, sobre todo en los últimos veinte o treinta años, los conocimientos necesarios para construir (y siquiera para entender cómo se hace) modernos barcos, coches o aviones, extraer minerales con la exigida seguridad y eficacia, generar energía con máximo rendimiento y total garantía, producir variedad de derivados complejos en instalaciones ya muy sofisticadas y potencialmente peligrosas si no se controlan con maestría, rentabilizar de forma sustentable una explotación forestal o agraria o -terminamos con los ejemplos, de los miles que podrían presentarse- calcular, diseñar, erigir y distribuir los elementos de una estructura, ya sea una nave industrial, un aeropuerto, un establecimiento comercial, con los parámetros legales, sociales y tecnológicos requeridos.

Volveremos sobre el tema, pero dejamos aquí hoy una propuesta de actuación, para que la ingeniería española no se concentre en las barricadas en la intención equivocada de librar una batalla irracional contra el resto de la sociedad: La unificación de todos los Colegios de ingeniería en un gran Colegio único, en el que se encardinen todas las ramas actuales y desde el que se transmita claramente a la sociedad y, por tanto, a los representantes políticos, lo que es la ingeniería, para qué les sirve, a lo que está dispuesta, qué quiere...

La redacción de una Ley Orgánica de la Ingeniería que se convierta en el marco regulatorio general de las ingenierías e implique, junto a la garantía del buen orden profesional, la adecuada defensa de intereses generales y la seguridad de personas y bienes se ha vuelto imprescindible.

Esta Ley, totalmente coherente con la Constitución vigente, supondría la colegiación profesional obligatoria y el sometimiento a normas de control profesional y deontológico.

Los abogados españoles disponemos, con el amparo de la Ley Orgánica del Poder Judicial, de una regulación, un marco obligatorio para la colegiación, que la sociedad civil y todas las representaciones políticas nunca han cuestionado desde que aquella fue promulgada. (art. 542 de la L.O.P.J, 6/1985).

¿Por qué debemos los ingenieros sufrir negativamente las consecuencias de la eficacia del pensamiento creativo y del desarrollo tecnológicos, -propios y externos-?

Porque con tanta improvisación y desconocimiento acerca de lo que significan los ingenieros en una sociedad que quiere ser avanzada, nos seguiremos cayendo en el precipicio de la dependencia exterior...todos.

(P.S. La canciller alemana Angela Merkel dispone de asesores que tienen otro concepto de la ingeniería, desde luego. Las Kammer alemanas no se plantean su reforma ante ninguna Directiva de Servicios.

Los ingenieros españoles que sean seleccionados para trabajar en Alemania, en respuesta a la oferta a la que tanto se ha dado difusión en estas fechas, tendrán pronto la experiencia propia de advertir la diferencia entre "ejercer de ingeniero de la especialidad X" (z. B., die Verantworklichkeit als Bergbauingenieur) o "ser útil a un proyecto por haber estudiado una ingeniería" (beteiligte Mitarbeiter in Multidisciplinären Teams)