Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las redes sociales y el negocio de la prostitución

Después de haber experimentado un magnífico fulgor, glosado y animado por quienes quisieron ver en ellas la nueva forma de comunicación universal, las redes sociales están pasando por un período de oscuridad, que presagia su decadencia a niveles bastante más modestos que los que les destinaban los fanáticos de las neologías.

La culpa de este descenso en el top de los desarrollos tecnológicos, no la tiene esta, por supuesto, neutral herramienta, cuya capacidad e interés potencial no cuestionamos, sino el uso que se le está dando y, por tanto, la percepción general de para qué sirve.

Un paseo crítico por los soportes de las redes sociales más renombradas, descubriría de inmediato que estos mecanismos son utilizados masivamente con objetivos que deben interpretarse como una prostitución de lo que podrían ser los propósitos sensatos de la herramienta, adulterados sin beneficio para la mayoría de los usuarios, convertidos en clientes de un negocio ajeno del que ni siquiera son conscientes, drogodependientes en el despilfarro de un elemento muy valioso, que es su tiempo libre y muy posiblemente afectados de otro recurso, este irrecuperable cuando se pierde en la red, que es su intimidad.

Tomemos como ejemplo la plataforma Facebook. Junto a usuarios que la utilizan para la comunicación de aparentemente triviales, irrelevantes o inocuas noticias personales con sus familiares y amigos, existen otras categorías de perfiles facebookeros que se comportan como tiburones en ese mar de relaciones, fagocitando contactos, difundiendo sin pudor sus intereses comerciales o  intenciones políticas, intoxicando el espacio virtual, con sus ruidos, cánticos o venenos, interpretando la red como un campo apropiado para realizar sus negocios personales.

No es, en sí, el uso comercial de las plataformas virtuales lo que resulta molesto, sino su falta de control actual, que facilita la difusión indiscriminada de proposiciones comerciales o ideológicas, generando un indeseable marco de spam, que hace desistir crecientemente de su uso a quienes no desean ser blanco de campañas publicitarias ni ver su nombre utilizado con finalidades poco claras, convertidos en adeptos, seguidores, simpatizantes o amigos de plataformas variopintas.

Por ello, mientras la situación se ordena -no solo legalmente, también porque se disminuya el efecto sarampión inherente a toda nueva tecnología de fácil acceso y utilización-, son cada vez más quienes se están retirando de las redes sociales, dejando de alimentar sus identidades telemáticas, borrando contactos y simplificando mensajes, mientras el espacio virtual se va concentrando en basuras mediáticas, comentarios insulsos, falsas identidades, cazadores de incautos y fauna genéticamente adulterada.

No culpamos a la red, sino al uso que se va convirtiendo en dominante de la misma; aunque es imprescindible poner barreras, propias y estructurales, a la información que se comunica por su medio.

Porque el sistema conceptual para estructurar las relaciones internas entre sus miembros está actualmente lleno de agujeros, por los que información y opiniones que habíamos destinado a nuestro círculo íntimo, pueden pasar, sin control y sin que pueda incluso sospecharse de quien los originó, a ser utilizados como carnaza por quienes ven en las redes un apetitoso caladero de ingenuos, bombardeando nuestro buzón con anuncios de sus productos, que pueden resutar miserables y pescando información sobre nuestras aficiones y gustos, para darnos de comer la bazofia que tengan preparada.

2 comentarios

Administrador -

Antonio, mi comentario no se refiere a pérdida de usuarios en las redes sociales, sino a la adulteración de su empleo por parte de algunos bucaneros de la red. También resulta lamentable, en mi opinión, que se genere tanto tráfico irrelevante, con contenidos simples e incluso estúpidos. Pero esta última situación es una consecuencia más de la estulticia que nos invade. Por lo que observo, hay quien se siente feliz por tener, por ejemplo, cinco mil "amigos" en la red, obviamente la inmensa mayoría, perfectos desconocidos. También proliferan los que vierten comentarios del tipo: "¡Guay!" o "¡Genial!" ante cualquier nadería publicada por uno de esos mega-facebookeros, con intenciones que, en verdad, no alcanzo a descubrir, pues no creo que solo intenten mostrar que son imbéciles.
En otro orden de cosas, existe interés en magnificar los efectos de la comunicación "vía redes sociales", a la que se atribuyen resultados de concienciación y movilización que, más bien, lo que demuestran, es la vulnerabilidad de amplios sectores de nuestra sociedad.
Por cierto, y como tú seguro sabes, y mejor, pero puede que no todos los que nos leen, existe un reciente informe sobre el uso de las redes en los Estados Unidos:
http://searchengineland.com/a-portrait-of-who-uses-social-networks-in-the-u-s-and-how-social-media-affects-our-lives-

Antonio Fumero -

Quizás habría que matizar algunas afirmaciones y aportar datos que sustenten la afirmación de que las redes sociales pierden fuelle, aunque sea en los términos cuantitativos habitualmente manejados desde el punto de vista del negocio.

Las redes sociales son un elemento de infraestructura que ha soportado la explosión sociotécnica de la Web tal y como la conocemos y de la vetusta Internet tal y como la conocíamos.

Los sitios de redes sociales son otra cosa. Son servicios ofrecidos en la Red (soportados hoy por la nube informática) y dedicados a la gestión automatizada online de nuestras redes sociales y la dinámica propia de cada una de ellas, efectivamente, han evolucionado alrededor del triángulo IPC (Infotecnologías, Personas y Contenidos), provocando en la fase en la que nos encontramos cierta mercantilización (prostitución) de las personas, que acaban siendo convertidas en contenidos (perfil, fotos, información, muro, ...) comercializados, de hecho, en cada esquina de la infociudad.

En ese sentido podemos hablar del negocio de la prostitución; y sí, exige una reflexión, pero que no pasa por buscar los adecuados usos de unas herramientas presumiblemente neutras, ni los pertinentes mecanismos de control; sino que pasa por desarrollar una identidad, como agregado de dimensiones individuales de cada persona, de la que, inmersos como parece que hemos estado construyendo una distópica sociedad de la información, nos hemos olvidado.