Para qué sirven los ingenieros
La pregunta fue acogida inicialmente por la sala con un espeso silencio de sorpresa, roto de inmediato por voces que reclamaban respeto. Se trataba del Foro de la Economía Verde (Madrid, 5 y 6 de octubre 2011), organizado por la Fundación FingerPlus, y el anfitrión era el Instituto de la Ingeniería de España.
Varios ingenieros, en la mesa sobre "El ejercicio profesional de la Ingeniería: presente y futuro", habían intervenido, con desiguales ponencias y heterogéneos contenidos, para hablar del papel de los ingenieros y de cuanto se les había ocurrido, tratando de cubrir la difícil papeleta. En último término, había leído su ponencia un arquitecto (1) que había hecho una incursión, discurriendo por los caminos de lo semántico y aportando cierta gracia, sobre las diferencias y afinidades entre las dos profesiones.
La interpelante había expresado, más o menos: "-¿Para qué sirven los arquitectos? Soy ingeniero de caminos y si, como Vd. acaba de decir, los ingenieros resolvemos todos los problemas de los arquitectos, ¿por qué la Ley les protege solo a Uds., obligando al visado en su Colegio de las edificaciones, alegando motivos de seguridad?."
El tono de la pregunta pudo resultar inadecuado -parecía responder a aquel esquema teocrático en el que se anunciaba "Después de Dios, el ingeniero de caminos"-, pero la formulación nos parece pertinente. La presión de parte de la sala obligó, por contagio sicológico, al conferenciante a responder con un exabrupto: "Estudie Vd. arquitectura y lo sabrá".
¿Para qué sirven los ingenieros, los arquitectos? ¿Para qué sirven, hoy, las carreras universitarias técnicas, que siguen demandando un esfuerzo tremendo de los alumnos, en aprender complejas materias que pocas veces se corresponden -lo dicen ellos mismos- con lo que después necesitan en su trabajo profesional?
Si analizamos el currículum real de los ingenieros con una larga trayectoria profesional (y que no estén ejerciendo, desde luego, de profesores en la Universidad), descubriremos lo siguiente:
1) La mayor parte han permanecido en un único empleo, siempre en la misma empresa, en la que han ocupado distintos cometidos, de sucesiva mayor relevancia y responsabilidad, hasta que han sido marginados a posiciones como "Subdirección de Desarrollo corporativo", "Subdirección Internacional", "Departamento de Proyectos", etc., siendo los puestos ejecutivos acaparados por licenciados en economía y/o derecho, mucho más relajados y frescos para asumir el ejercicio de las peculiaridades de la "vida moderna".
2) Entre los que han cambiado de empresa y posición, las trayectorias no parecen depender de la especialidad seguida: independientemente de su formación teórica como ingenieros de caminos, telecomunicaciones, minas, industriales, etc., han desarrollado funciones comerciales en relación con los productos más variados, o han convergido en materias transversales: ambiente, energía, informática, etc.
3) La inmensa mayoría de las materias estudiadas por los ingenieros en sus carreras, no les ha servido "para nada". En cambio, echan de menos no haber estudiado economía (o más economía), derecho, sociología, informática, etc. No pocos de entre ellos reconocen haber tenido que seguir estudiando después de haber obtenido el título, especializándose en temas concretos. A menudo, muy concretos. Lo más curioso es que, también casi por unanimidad, admiten que la carrera "les ha ayudado a pensar, a saber resolver problemas difíciles, a tener confianza en sí mismos".
Tiene razón la compañera ingeniero de caminos en preguntar para qué sirven los ingenieros, (esto es, también los arquitectos), hoy en día. Y para contestar a esa difícil pregunta con profundidad y sin vacuidades, hay que tener mucha claridad de ideas, manejar la seriedad y la visión del futuro de la sociedad y despojarse, con humildad, de una buena parte de las plumas acumuladas.
Pero también hay que reconocer, junto a esa necesidad imperiosa de reorganizar las carreras de ingeniería, dotándolas de más contenidos prácticos, que necesitamos muchos ingenieros en esta sociedad: gentes capaces de aportar soluciones, de entregarse con ahinco a resolver las más complejas cuestiones (solo o en compañía de otros); profesionales que no tengan horario, ni les importe ganar más sino hacerlo más rentable; que no se arruguen ante los problemas, sino que se crezcan; que sepan ordenar, dirigir, animar (dando ellos el callo los primeros) y también, decir que no, que así no se hace; que se apliquen en agrupar, en abrir nuevas opciones, en aplicar mejor lo que se conoce y en suprimir lo que no sirve, aunque haya servido mucho; que sepan inglés, y economía, y latín, y resolver ecuaciones diferenciales complejas, y, también, jugar al dominó y a las cartas; necesitamos...
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(1) No un arquitecto "cualquiera": Julián Franco López, vicedecano en la actualidad del Colegio de Arquitectos de Madrid.
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