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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Educación

Sobre la responsabilidad de los mineros del carbón españoles

Ya todo el mundo sabe que el carbón español es comparativamente caro. También, que los mineros se jubilan pronto, porque los años de cotización a la Seguridad Social les cuentan doble y, como la mayoría han empezado muy jóvenes el curro, con cuarenta y dos o cuarenta y cuatro se van para casa con el sueldo íntegro.

Puede que bastante gente sepa, también, que desde principios de los ochenta del siglo pasado se viene hablando de una reconversión imprescindible en el sector del carbón europeo.

No se considera la producción de carbón propia de interés estratégico -existen otras fuentes de producción energía primaria que conceden incluso mayor autonomía-, las centrales térmicas funcionan mejor y con menos contaminación con carbones importados y, repitámoslo hasta la sociedad, extraer hulla y lignito de minas subterráneas, muchas de ellas con capas verticales o subverticales de difícil mecanización es mucho más caro que importar el material de Estados Unidos, Sudáfrica, Colombia, Polonia, Canadá o Australia...

Hace 20 años que se viene reduciendo, siempre con resistencia, pero inexorablemente, la producción de carbón nacional. El número de empleados en el carbón ha quedado reducido a la cuarta parte. En las regiones afectadas (fundamentalmente, Asturias y León, aunque, también, Palencia, Jaén y Barcelona, entre otras), se habla desde entonces de "reconversión": creación de puestos de trabajo alternativos para mantener la actividad que se ha perdido en la zona.

Mientras aún no se ha tomado decisión respecto al mix energético más conveniente, se discute sobre la peligrosidad o conveniencia de la energía nuclear, España se ha convertido en uno de los países con mayores importaciones de carbón térmico de la UE (al nivel de Países Bajos, Reino Unido o Alemania); en un mercado con precios rampantes, se autorizan centrales de ciclo combinado sin sentido, se subvenciona energía eólica o solar sin tener en cuenta el desarrollo investigador nacional y a quiénes van a parar los subsidios;...; mientras sucede eso, todo el mundo parece estar de acuerdo -salvo los mineros y algún portavoz con dejes nostálgicos sobre lo que fue y no pudo ser- en que el carbón nacional no tiene futuro.

Ya es hora de decirlo muy alto, de repetirlo una otra vez. Los mineros del carbón españoles no tienen ninguna responsabilidad por la situación, ni la de ahora ni la de antes. No hacen más que defender sus puestos de trabajo y, porque lo saben muy bien, porque lo sufren en sus comarcas, denunciar la escasa eficacia de las medidas arbitradas para crear puestos de trabajo alternativos en las cuencas.

Y, como no tienen otra capacidad de decisión, ni saben qué otra cosa podría hacerse y pensando en no poner más dífícil el pan del futuro para sus hijos, prefieren seguir sacando piedras, y que les paguen por ello, sin que les importe un comino lo que se haga con ellas. El del carbón es un monumento a nuestra incapacidad colectiva para encontrar soluciones y nuestro apego formal a dar gritos y armar barullo sin tomar decisiones.

Sobre el lujo

Dicen que el hombre feliz no tenía camisa; para ser políticamente correctos, haríamos hoy la traducción del cuento, expresando que la mujer feliz tenía una sencilla camiseta de tirantes.

¿Pero, quién se creería hoy un cuento de ese estilo? Para empezar, lo más normal es que las gentes vistan de forma que se podría calificar de zaparrastrosa.

A poco que el buen tiempo lo justifique, el personal se despoja de la ropa. Incluso se puede llamar la atención si se va de traje y corbata a las reuniones de negocio, a los encuentros oficiales y a los actos de representación, sean funerales, bodas, recepciones de premios Goya o declaraciones de principios institucionales.

Cada uno define el vestuario como le pete, y si decide ir de chancletas o con la pechuga al aire, parece ser una cuestión no de buen gusto, ni de respeto al otro, sino de lo que cada uno decida para llamar la atención como le cuadre.

Por eso, las ideas sobre el lujo son cada vez más frágiles. Hoy, todo hortera parece poder disponer de suficiente pasta para lucir su media melena en un descapotable, sacar tintineando sus pulseras oro desde un BMW o conseguir pagarse un par de vueltas al mundo en un crucero en el que tomarse una cerveza de lata se paga como si se tratara de agua del permafrost.

Sobre el diálogo como fuente de progreso

Escuchar al otro. He ahí el quid. Hablamos poco, muy poco, en España, con los que saben. Hay escasos foros en los que se pueda escuchar a los que saben. No se favorecen puntos de encuentro entre los especialistas. No hay diálogo, no hay discusión; no hay conclusiones negociadas, pactadas.

En cambio, recibimos continuamente mensajes de los que no saben, o saben muy poco. El espacio visible está ocupado por los que especulan, los que tienen la llave del escenario y la usan para hurtarnos información e incluso mentir, aplastando la ocasión de oir las opiniones de los que conocen el tema mucho mejor y estarían más libres para expresarlas sin condicionandos, ni políticos, ni empresariales, ni coyunturales.

Se miente, se oculta, se tergiversa, para protegerse. Se impide la expresión de los más capaces, o se les conceden espacios de actuación muy reducidos, para que el Otro -ese otro con mayúsculas, grande, que conforma la mayoría- no tenga la información con la que discutir las actuaciones que se le imponen. En consecuencia, la masa es cada vez más ignorante, está más distante de la razón, de las razones. Creyendo disponer de las claves, en verdad, nada sabe acerca de lo relevante.

¿Exageramos en este Comentario? Desgraciadamente, no. La distancia entre los que saben de verdad, -en profundidad, seria y objetivamente-, sobre algo concreto y el público general, ha crecido exponencialmente en muy pocas décadas. Y sigue creciendo.

Pretenden hacernos creer, los ilusionistas de su verdad, que estamos muy avanzados, que nuestra sociedad se encuentra altamente desarrollada, que dominamos más y mejor.

No hay que confundirse. No por conducir un automóvil más rápido o por disponer de un aparato electrónico más complejo somos más sabios. Nos pretenden convencer que la felicidad está en probar lo que desconocemos antes que en disfrutar de lo que tenemos; definen, a base de publicidad machacona, lo que debemos desear fervientemente.

Ni somos más felices ni más sabios. Por el contrario, somos tanto más ignorantes cuanto menos capaces somos de reproducir o comprender lo que necesitamos para desarrollar nuestra vida diaria, para reencontrar de forma autónomas aquellas situaciones con las que nos han acostumbrado a caracterizar nuestro disfrute.

Un grupo reducido de fabricantes de tecnología y aplicaciones ha llevado el desarrollo de sus equipos y máquinas a límites muy altos, pero, a nivel individual, cada vez sabemos menos de lo que hace falta hacer para mantener la esencia de lo que se nos ha hecho imprescindible para "ser felices". Somos crecientemente dependientes de otros, a los que no conocemos. 

Sabemos muy poco de esos dioses. Ignoramos sus móviles, sus relaciones, la forma cómo fabrican o realizan lo que compramos en los mercados muy globales, a precios de los que no podríamos calcular el beneficio económico que les proporciona, porque ignoramos los costes que los hicieron posibles.

Por no saber, ni siquiera sabemos bien la razón última que justifica nuestros salarios, porque no sabríamos calcular la rentabilidad de lo que ofrecemos con nuestro trabajo imprescindible para poder comprar el alimento -ahora no solo material, también espiritual- para seguir viviendo.

Por eso no nos preguntamos -tal vez ni siquiera deseamos conocer la respuesta- porqué el Banco en el que hemos tenido obligatoriamente que domiciliar nuestros ingresos y prácticamente todos nuestros gastos remunera a sus consejeros con honorarios millonarios, o porqué los ejecutivos de primer nivel en empresas privadas ganan veinte o cien veces más que nuestros representantes en la Administración pública; ni tampoco sabríamos explicar porqué ahora, que estamos tan desarrollados, tienen que trabajar los dos miembros de la pareja para ganar lo mismo que antes de la incorporación de la mujer al mundo laboral llevaba a casa solamente uno de ellos. ¿Tenemos que creer que hemos mejorado tanto la productividad como debería indicar ese feroz crecimiento de horas de "población activa"?

Nuestra visión del todo es muy pequeña. Como en la cadena de montaje que tan acertadamente ridiculizó Charles Chaplin, repetimos un esquema que se nos ha impuesto, miles, millones de veces, con la preocupación fundamental de obtener un salario a fin de mes que nos sirva para refugiarnos en alguna otra parte, si es posible con otras gentes, preferiblemente lejos.

Si lo analizamos bien, no pertenecemos a esta sociedad: la utilizamos, porque nos hemos convencido de que ella también nos utiliza.

Este nuevo lumpen burgués al que pertenecemos, con sensaciones de libertad bastante ficticias, con poca cultura real -esa que permite filosofar, para ser independiente- y mucha documentación imposible de clasificar, no sabe dialogar -¿no le interesa?-, por lo que solo se siente cómodo asistiendo a espectáculos masivos, en los que su participación se reduce a aplaudir, chillar, saltar, sin compromiso.

Si considerada la situación a escala personal es grave, a nivel de colectividad o país, es terrible.

¿No ha advertido el lector que no hay apenas preguntas cuando se inician los debates en público?. Cuando se abre el turno de preguntas después de una conferencia, en un simposium, pocas veces alguien se anima a hacer una pregunta. Y frecuentemente, el que pide la palabra, lo hace para pronunciar una conferencia, contar su propio rollo, escucharse él mismo.

Tenemos que hablar más, en diálogo con los otros; lo que significa, interactuar, escuchar, y construir conjuntamente. Saber los porqués, nuestros y de los otros.

Que los que se encargan de tomar decisiones, conozcan mejor lo que hacen los de su mismo sector y lo que necesitan los de sus complementarios, especialmente, lo que moviliza a sus competidores. Que los políticos y personajes de los llamados creadores opinión, en lugar de dogmatizar y vender doctrina, ofrezcan humildad y diálogo. Que, especialmente los mediocres, reconozcan que nadie tiene la solución, porque no es individual, sino colectiva. Que se apeen de sus pedestales para ensuciarse con la realidad.

Párense a escuchar a los demás, carajo.

Porque va a llegar el momento -¿ha llegado ya?- que mientras estamos concentrados en ver el circo que nos han preparado -¿quienes? ¿por qué?-para divertirnos, se levanten las rejas del coliseum en el que nos habíamos creído partícipes de una fiesta en nuestro honor, y nos demos bruscamente cuenta de que los próximos que vamos a ser pasto de las fieras somos nosotros: el hasta entonces complacido/complaciente público.

Sobre la preparación para la vejez

Las formas de entrada en la vejez son dos: la más común, a partir de una edad determinada, que suele fijarse en la de jubilación legal. La más dolorosa, cuando los demás empiezan a atribuir al sujeto pérdida de facultades que hasta entonces había tratado de ocultar o disimular.

En todo caso, la vejez configura una situación de deterioro irreversible. Puede ser mayor o menor, pero supone -o se supone- que el anciano desea y, por tanto, necesita, menos cosas, y, en general, su capacidad para proporcionárselas por sí mismo, puede verse muy disminuida.

Es frecuente que los maduros, sobre todo, cuando se reunen unos cuantos, acaben reconociendo en algún momento de la cháchara que hay que prepararse para la vejez, y cuenten casos gloriosos de quienes aparentemente han conseguido el éxito en ese propósito.

Son, casi sistemáticamente, gentes de las llamadas con pudientes, que han concentrado sus propiedades en un piso cómodo, cerca de un hospital bien dotado, o se han acogido a una de las cada vez más abundantes opciones de centros geriátricos que ofrecen el oro y el moro, incluidos campos de golf, asesoría espiritual y baño individual con acceso lateral.

No está mal, pero lo que sería especialmente atractivo es que se ofrecieran lugares en donde a los ancianos se les diera afecto, cariño, se les manifestara aprecio. Sin que tuvieran que comprarlo. Todos necesitamos aprecio, a cualquier edad de la vida, pero, muy en particular, cuando no tenemos ya las facultades para ir a buscarlo, para provocarlo, para atraer la atención del otro hacia nosotros.

Los hijos o sobrinos de los ancianos abandonados a su suerte se sorprenden de que el difunto y querido familiar haya dejado una parte de su fortuna, increiblemente para ellos, al cuidador o cuidadora de sus últimos años. Un desconocido que se encargó de pasear a la abuelita en silla de ruedas, le limpió las cacas y pises, le dió conversación en los ratos en que lo permitió el Alzheimer o la demencia senil y el poseedor de la voz que respondía al teléfono cuando se le preguntaba si todo iba bien con el vejete.

Se puede confiar en el azar, y creer que no nos tocará acabar los días desde un golpe de invalidez, física, mental o ambas. Podemos ilusionarnos suponiendo para nosotros un envidiable viaje final, rodeado de afectos, en la cama; acaso en un brusco tránsito, deseable, en un último sueño con el que pretendíamos reparar un día de normal lucidez: morirse de repente.

Pero lo normal no será eso. Y será conveniente prepararse para: a) el día en que no puedas subir ni dos escaleras seguidas ni levantar el pie para meterlo en la bañera; b) las largas semanas en que nadie te llame ni se preocupe por tí; c) el momento en el que no sepas calcular si la pensión o los ahorros serán lo bastante importantes para cubrir los gastos del próximo mes; d) la hora en que no te apetezca levantarte de la cama porque no hay absolutamente nada que te atraiga; e) el minuto en el que te preguntes si el culpable de que a nadie le importe un bledo lo que suceda contigo eres tú.

La preparación para ese momento tiene una componente personal, intransferible. Lo que no impide considerar que la sociedad debe analizar las vías colectivas para que, en lugar de considerarlo una ruptura, la ancianidad sea vista como una prolongación natural de la madurez, un cierre de ciclo que retorna a cada individuo al misterio aún indescifrado de desaparecer subsumido en el magma difuso de lo que fue.

 

Sobre la trayectoria vital

Pocos están orgullosos de lo que han hecho en su vida, y una mayoría de los que lo están, no lo merecen (al menos, para los que les juzgan sin haberles ayudado a obtener esos méritos).

Dejando a un lado a quienes triunfan socialmente, y concentrándonos en lo que sucede al ciudadano medio, ese al que se le apostrofa despectivamente como tipo de la calle (hombre o mujer de la calle), en la trayectoria vital, se pasa muy rápidamente de la esperanza confiada a la desilusión y al desánimo.

No siempre el culpable de esos cambios de ánimo o perspectiva reconocerá que se debe a él, al propio individuo, a sus elecciones, lo que le pasará en la vida.

Por eso, queremos referirnos hoy, no tanto a lo que se ha hecho o podido hacer, sino a la puesta de manifiesto de aquellas circunstancias que, si son aprovechadas, condicionan fundamentales aspectos de la vida de la persona. Para ayudar a los más jóvenes, a los que empiezan.

Las amistades son uno de los elementos sustanciales. Están las que se han podido hacer en la escuela o en la enseñanza básica, cuando la naturaleza social del ser humano se abre a todas las posibilidades, sin reservas. Aunque no se les vuelva a ver hasta después de muchos años a quienes compartieron con nosotros los juegos de prendas en la guardería, las excursiones de exploración por el patio de la manzana de casas o pertenecieron a nuestro clan en las representaciones de la fiesta del pueblo, los consideraremos amigos para siempre.

Pero poco podremos obtener de ellos, más que abrazos, recuerdos inanes y celebraciones quinquenales con libaciones y cantos de madrugada. En especial, salvo que su profesión sea la de ingeniero de caminos o sacerdote exclaustrado, será extraño que quienes hicieron la carrera con nosotros, nos sirvan para algo más que para gastarnos con ellos sesenta euros cada vez que a algún desocupado le da por convocarnos a una cena de promoción, a cambio del relativo placer de contemplar cómo se van perdiendo el pelo o los dientes y adquiriendo curvas en las zonas más inconvenientes.

Las amistades útiles son las que se consiguen en los máster, en las excursiones parroquiales, en las reuniones de padres, en las agrupaciones religiosas, sociales o deportivas y en los partidos políticos. ¿Por qué?. Porque agrupan a gentes de diversas procedencias y formación, y porque permiten poner en contacto a personas que, en variados grados, poseen influencia o pretenden tenerla en campos diferentes, seguramente complementarios.

Aprovéchense todas las oportunidades de reunirse con gentes de diversos sectores , responsabilidades y campos de actuación, esforzándose, no tanto en aumentar los contactos, sino en escogerlos bien. No basta reunir tarjetas de visita o intercambiar educadas frases amables. No. Hay que conseguir que, después del primer contacto, efectuada la selección de la(s) pieza(s) los contactos continúen, las líneas de comunes expectativas se concreten, trabajar en su rentabilidad, urdir móviles comunes.

Puede que el consejo llegue demasiado tarde para Vd., pero podrá trasladárselo a sus hijos, a sus nietos. Que entiendan que la trayectoria personal no depende más que en una escasa medida de los propios méritos. Incluso, éstos, pueden constituir un lastre. Lo que interesa es pertenecer a un grupo adecuado y sacar partido de él y, para ello, hay que trabajar en el mundo de las relaciones.

Por supuesto, si este comentario se lee desde un lugar del desierto africano o desde un monasterio del Tibet, estas agudas reflexiones no valen. Tendrá que esperarse a la siguiente reencarnación, si es que llega. Pero si Vd. vive en occidente y está en período de aprendizaje, elija una formación básica corta y afíliese a varias agrupaciones, complete algún máster de esos que cuestan mucho dinero y no se pierda ninguna fiesta en la que pueda contactar con los que tienen alguna mano sobre los timones del poder, y ofrézcase para llevarles la cartera, limpiarles los zapatos, o compartir su pareja.

Si le preocupan la ética y los modos de medrar, ya será cosa suya hasta dónde quiere comprometerse o, simplemente, colaborar. Y si tiene escrúpulos de hacer lo que le indicamos, conténtese con ser un tipo normal, pero no venga con quejas al final de su vida.

(Nota: Se supone que el lector recuerda el cuento de la participación de la gallina y el cerdo en los huevos con chorizo: la gallina colabora y el cerdo se compromete. Por supuesto, solo podrá comprometerse una vez; los más perspicaces, se limitan a colaborar. Vea sus currícula, coméntelos con los suyos y saque consecuencias.)

Sobre los TICS en la enseñanza

"La equidad de nuestro sistema educativo supone que la brecha digital tiene que desaparecer". Lo dijo la Secretaria de Estado de Educación española, Eva Almunia, en su conferencia el 23 de marzo de 2007 en el salón de actos de la Delegación de Asturias en Madrid.

Almunia, que tiene un verbo fluido y convincente, había defendido antes que "las leyes se hacen pensando en lo que hemos aprendido, pero no consultamos a los jóvenes; no les dejamos participar". El núcleo de su presentación era glosar el modelo "Escuela 2.0 que, según explicó, tiene cuatro ejes: conectividad, contenidos, profesorado y material.

En la mejora de la conectividad, apeló a un apoyo mayor de Telefónica, representada en la mesa por un entregado Javier Nadal, vicepresidente de la Fundación, que acababa de presentar a Eva Almunia, como "ejemplo de persona de bien dedicada a la política (...) innovadora, mujer y madre", además de contar con una experiencia como consejera en Aragón, patria chica de ambos.

El "aula tiene que estar abierta al mundo", pero debe disponer de contenidos, superando el libro, para constituirse en plataforma que dote al profesor y de recursos; para ello, además de la formación tecnológica, el docente debe disponer de aptitud pedagógica en las nuevas tecnologías. "El profesor no es el único que transmite el conocimiento, sino que (ahora) tiene otros roles".

La cuestión del material "para que las aulas sean digitales" llevó la cuestión nuevamente hacia el coste de disponer de una conexión barata. "200 alumnos conectados simultáneamente a la red, eequivalen a una empresa de cierto dimensión. Las compañías de comunicaciones deben implicarse y ofrecer un precio barato".

La Secretaria de Estado salpicó su conferencia con algunas anécdotas caseras ("a los jóvenes les gusta comunicarse con varios a la vez; mi hija lo hace"), y, al fin, abordó la cuestión más polémica: En la actualidad, la forma de enseñar y aprender es distinta. Hay muchas razones, unas internas a las aulas, pero otras, externas, dependientes de la evolución de la sociedad.

Porque "para el 30 por ciento de los niños que estamos educando, no sabemos cómo será su puesto de trabajo". Porque "el 70% de los niños utilizan el ordenador en casa -en su tiempo de ocio, y, por tanto, para su ocio-, en tanto que el espacio y el tiempo que se dedica a las nuevas tecnologías en la escuela es mínima".

Y, quizá sobre todo, (esto ya lo decimos nosotros) porque los profesores siguen aferrados a la vieja idea de lo que es enseñar y conectan (otra conectividad que hay que mejorar) poco con los alumnos.

Como sucede en este tipo de actos, las preguntas surgidas en el debate ayudaron a poner algunas cosas en su sitio, es decir, a dejar patentes las cuestiones abiertas, para que el beneplácito del administrador no sea nunca completo. Desde la sala, se argumentó que "se está perdiendo el valor emocional de la enseñanza". Los estudiantes, en lugar de ir a las aulas y atender a una clase, acuden al "Rincón del vago" o a "Fisiquímica.com".

Almunia reconoció la existencia del problema. "Hace 6 o 7 años, hablando con un profesor del MIT, en donde había 6 o 7 profesores premios nóbel, me hacía la misma reflexión. (...) Pero es que cuando un profesor edita un buen manuel de referencia, se pierde el interés por asistir a las clases. El ministro habla de que se educa por contagio. Hay que replantearse un poco todo".

Para otro interviniente, "el objetivo de la educación no es solo ayudar a encontrar trabajo, sino formar ciudadanos que sean capaces de tamizar la información que les llega". Y es que "las TICs no dan información. Hacemos lo mismo de siempre, con soporte digital."

Aquí, la Secretaria no estuvo tan acertada al replicar, pues confesó que se conformaba con que el profesor pusiera el libro en soporte digital (en la primera fase, se entiende), y explicó la experienca de una escuela en Ariño (cuencas mineras de Aragón) con niños de 6º de Primaria, preparando un viaje a Londres, que involucró temas de matemáticas, lengua, geografía, etc.

No estuvo tan acertada porque, al pedir "un cambio de cultura, de mentalidad", del profesor que "debería ser capaz de adaptar su clase" a los nuevos tiempos y, como se había sugerido en la sala "hacer públicos los contenidos de los libros", consiguió la intervención objetivo-defensiva del representante de la Editorial Anaya que, oportunamente, expresó que "en educación, nada se puede estandariizar. Hace años, los que podían permitírselo, tenían tutor, es decir, ya disfrutaban de interactividad. La tecnología no es más que una herramienta, no es el modus operandi de la sociedad."

Por eso, "el contenido no puede ser libre. ¿Quién acude al Rincón del Vago?. Hay profesores que introducen errores en los temas que envían a esa plataforma, para detectar los malos alumnos, los que copian y aprenden de memoria sin razonar".

Almunia recogió, inteligentemente, el guante. "Ese es el debate. No tengo la certeza, tengo la sensación (de ir por el buen camino). Quisiera que un profesor pudiera tomar de la red -pagando, matizó- lo que desea, y con ello, montar su propia clase y contenidos. (...) Queremos seguir trabajndo con las Editoriales, que, además, en un Estado descentralizado como el nuestro son una vía de acceso a los responsables de educación en las Autonomías".

Una interesente conferencia, en fin, que, como expresó a su inicio Miguel Munárriz, delegado en Madrid del Principado, era la primera de un Ciclo de 4 Jornadas llamado "Educación para transformar la sociedad", organizado en colaboración con Asimico, que puso, además de la presencia de Julián Conte, su presidente -que también tuvo incienso para la Secretaria de educación: "Aula 2.0 es un proyecto muy profundo", dijo - los pinchos de final del acto.

(Tendremos que aclarar, aquí al final del Comentario, que, al mismo tiempo en que se incorporan las TICs (Tecnologías de Informática y Comunicaciones) a las enseñanza, habrá que suprimir muchos de los tics que se resisten a desaparecer?

Sobre las palabras inútiles

Una de las razones por las que el español resulta una lengua tan fácil de aprender para un extranjero, es que una buena parte de las palabras de uso común las utilizamos juntas, nos salen del cerebro a la lengua de dos en dos o por tríos, como cerezas que extrajéramos de un cesto. Por eso también, al oir a algunos foráneos expresarse en nuestra lengua, aún reconociendo la correcta estructura formal de lo dicho, puede no entenderse nada, como si el conjunto de palabras tuviera un contenido hueco.

La manera más rápida y simple de encontrar ejemplos de ese acervo popular de vocablos que constituyen lugares comunes del lenguaje, es decir, cuyo significado es mucho menos ambicioso que lo que se podría deducir por lo ampuloso del significante, resultando incluso vacíos, nos lo proporcionan los discursos y declaraciones de los políticos. Ellos, como gente avezada en el mucho decir, tienen siempre preparada una batería de frases inanes, insulsas, romas, míreselas por donde se las mire, y a las que aduden recurrentemente como quien echa mano del versátil bálsamo de Fierabrás, válidotanto para curarse tanto una verruga como de un golpe con la mesa.

Las frases de los personajes públicos se pueblan de "permanente contacto", "logro insuperable", "situación controlada", "íntima satisfacción", "daño inevitable","intensa cooperación", "pérdida irreparable", "lazos profundos", "medidas acertadas" y "ocasiones irrepetibles". Por ejemplo. Si se analizan con un mínimo de crítica, ninguno de los adjetivos tiene sentido lógico respecto al sustantivo al que pretenden cualificar o, en otros casos, añaden nada -más bien, restan- a la comprensión del mensaje.

Hay que creer que el uso de esas expresiones manidas facilita el que el cerebro se concentre en el hallazgo de las ideas más originales. Algo parecido debía de sentir Manuel Fraga (aquel político que llegó a tener el Estado español en la cabeza, antes de que se desmembrara en autonomías) cuando decía a un adoctrinando: "Mire usté, si no se le ocurre nada acerca de un tema, empiece diciendo que las vertientes del caso son tres: ya verá cómo se le ocurren tres opciones sobre la marcha. Porque todas las cosas tienen tres posibilidades".

En el lenguaje periodísitico, no les van/vamos a la zaga de los que están obligados a hablar aunque ocasionalmente no tengan mucho qué decir. de los que lo usan/usamos como herramienta central del oficio de escribir para poder comer aunque tampoco haya mucho que contar. Tenemos un acopio de "abismos insondables", "recuerdos imborrables", ", "exposiciones brillantes", "oportunidades perdidas", que mezclamos en "permanente contacto", parra salvar la "torpeza injustificada", además de echar mano de "algo de consuelo", "medidas del caso", para conseguir ver al "peligro conjurado", y no tener que expresar "lo siento en el alma", ni sentir "amor a primera vista" u "odio enfermizo", que son, naturalmente, también utilizados por el pueblo en sus conversaciones a diario.

Desde luego, mirado de otra forma, puede pensarse en la riqueza de nuestro lenguaje. Desde luego. También, en la facilidad con la que pretendimos sugerir, sin más que mezclar dos palabras al azar, algún pensamiento. Tal vez alguna de las palabras de esas frases sean inútiles. Tal vez lo que suceda es que el pueblo que concretó la lengua española, a lo largo de los siglos, tenía alma de poeta.

(En el día en que falleció Miguel Delibes, -12 de marzo de 2010-, frustrado Premio Nobel de Literatura, autor inolvidable de "Los santos inocentes" (sobre todo, conocido por la película), maestro insuperable del bien decir y escribir, hoy ya en el eterno descanso, recogiendo a raudales los merecidos elogios, -que, desgraciadamente, solo podrá escuchar desde ahora en adelante donde quiera que esté, habiéndonos dejado a sus fieles admiradores, huérfanos desconsolados de su docto magisterio, con la amarga sensación de pérdida irreparable, por ser tan irrepetible escritor, vallisoletano ejemplar, maestro de generaciones, infatigable amante de la naturaleza, inspirado escritor, andariego incansable, etc.)

Sobre la formación académica y el caos

Podríamos haber titulado este Comentario de muchas otras maneras, todas convergentes: Sobre la formación académica y la banda de Möbius; o Sobre la educación universitaria y la reproducción catastrófica del modelo ineficiente; o Sobre la Universidad y la apatía: es decir, Sobre la incapacidad de las enseñanzas oficiales para cambiar el modelo que nos ha llevado hasta aquí. Cualquiera que sea este modelo.

La valoración pesimista del poder de las universidades se refiere, muy particularmente, a las universidades que siguen el sistema funcionarial que es, por su propia naturaleza, endogámico y, por tanto, perverso. Como todo proceso de selección en el que los que están controlando la cúpula del sistema deciden quiénes han de entrar en ella.

Esos exámenes de admisión, que se concretan en una serie de temas a desarrollar y de preguntas-respuestas cuya evaluación será efectuada desde la presunción de conocimiento de la verdad, no se van a salvar porque se complete con la valoración de un currículum en el que la mayor puntuación se consiga por haber acatado fielmente las reglas del sistema.

No cambiaremos la opinión por el hecho constatado de que hay algunos profesores universitarios muy brillantes, que realizan investigaciones de gran alcance y dirigen equipos motivados de otros colegas y becarios. La mayoría -al menos, la mayoría simple- nos parecen vulgares, cansados, anodinos, concentrados en su rutina, en la penosa obligación -para ellos- de dar un par de clases en la semana y verse recompensados con un salario que no guarda relación con las horas empleadas para obtenerlo.

Por eso, la formación académica que se está impartiendo en las Universidades, coherente continuación de la pobre educación que se transmite en las escuelas, es, por sí misma, una contribución al caos, al desánimo, a la perpetuación de la ineficacia.

Aquí, como en muchas otras actividades de esta sociedad acomodaticia, sería necesario abrir puertas y ventanas, para que entrara en la Universidad la imaginación, la rebeldía, los porquénos de otras maneras, como garantía de regular la falsa impresión de que estamos cambiando la sociedad, cuando en realidad, estamos haciendo todo lo posible por perpetuar sus deficiencias, para proteger a los que ya están en el machito, muy contentos.

 

Sobre cómo hacer un buen currículo

En caso de que haya llegado a este Comentario buscando algún consejo para ordenar los datos de su currículo y así poder impresionar mejor a su posible futuro empleador, éste tal vez no sea el lugar adecuado desde el que obtener información válida para ese momento de su vida.

Lo sentimos. De todas maneras, si es Vd. un joven recíén salido de la Universidad que carece de experiencia laboral -salvo quizá haber trabajado en un PizzaHut inglés un par de semanas durante el verano, pongamos por ejemplo-, le diríamos que no ha de molestarse tanto en llenar páginas y páginas con sus aficiones, su hipotético perfil sicológico (eso de "capacidad para el trabajo en equipo, dinámico, imaginativo, etc.": todos pretenden ser así).

Tampoco gaste tiempo detallando las notas obtenidas en cada curso, y mucho menos, las del bachillerato; salvo que haya obtenido sobresaliente en todas las asignaturas, no va a impresionar a nadie.

En fin, si carece de recomendación para el puesto, en esta época de crisis, ha de saber que las posibilidades de que le contraten son prácticamente nulas. Salvo para trabajar en PizzaHut o similares, en contrato temporal, no van a llamarle. Pero no por ello deje de enviar unos cuantos cientos de currícula; eso sí, siempre por correo normal, nunca por internet.

Ah, pero si Vd. lo que quiere es hacer un buen currículo pensando en el futuro...eso es otra cosa. Si lo que desea es cómo saber aprovechar cada oportunidad  para añadir renglones válidos al suyo, y sin necesidad de que los escriba en ninguna parte, salvo en su background virtual (perdón por el término) aquí sí puede encontrar una mano que le guíe.

Hemos tomado como ejemplo los currícula de unos cuantos personajes que han triunfado en la vida. Aplicando el principio de la analogía, y como el mundo laboral permanece idéntico a sí mismo desde que fue creado, los valores que hoy priman, seguirán siendo vigentes por los siglos venideros, amén.

1. No se preocupe de terminar los estudios, ni de aumentar los títulos que ya tiene (aunque no tenga ninguno) y sí ocúpese de haber asomado la nariz por unas cuantas universidades o centros prestigiosos -consulte laas listas ad hoc-, aunque sea para matricularse un semestre en gimnasia. Eso le valdrá para no mentir en su currículum, en el que pondrá, sin rubor: "Estudios en Brighton", o "Estudios de licenciatura en Bussines development en Harvard", o donde corresponda.

2. Pida certificados de cualquier sitio por donde haya pasado, pero procure que sean lugares de tradición y prestigio. Eso le pemitirá engordar con líneas atractivas su currículo. Quince días haciendo fotocopias en un Bufete de categoría calen mucho más que tres años de pasante con un abogado al que no conoce ni su padre (ponemos como ejemplo). En su currículum le servirá para anotar: "Experiencia en bufete de prestigio, especializado en mercantil, administrativo y civil". O "Experiencia en una multinacional constructora, con trabajos en Europa, América y Asia".

3. Aprenda bien una lengua extranjera, preferiblemente el inglés. Aquí vamos especialmente en serio. Si Vd. es capaz de hablar y escribir con fluidez una lengua que no sea la suya materna, impresionará a quien le haga la entrevista laboral y, aunque no tenga la más remota idea de lo que le vayan a poner entre manos, en eso no se diferenciará de casi todos los que, sin saber inglés, le ayudarán a ponerse inmediatamente al día de la ignorancia imperante.

4. Si se decide a seguir una vida académica o funcionarial, procure meter su nombre en cuantos trabajos, informes, dictámenes o actividades realice el equipo. Puede que le odien sus compañeros, pero no tardarán en envidiarle cuando Vd. consiga llegar a profesor titular, catedrático o director general del Departamento, gracias a los baremos de puntuación que favorecen la ignorancia colectiva.

5. Cuando haya encontrado una empresa grande que le contrate, no cambie ya jamás de entidad. Deje que los inquietos, y seguramente, los mejores, se vayan de ella, o los echen. Resista. Al cabo de los años, llegará a ser director general. Sabrá como nadie los entresijos, las miserias, las interioridades, del sistema. Será insustituible. Eso sí, jamás, jamás de los jamases, lleve la contraria al jefe máximo o al propietario. Vd. ha de ser un pelotas, pero no de cualquiera: solo de los que de verdad manden en ella.

6. Nunca abandone el puesto de trabajo en la empresa antes que su jefe lo haga. Entretenga el aburrimiento con pasatiempos y juegos de su teléfono particular, jamás con el ordenador o el teléfono de la empresa. Tenga siempre la mesa ocupada de papeles, de informes, de libros. Comente con los compañeros sobre lo que están haciendo y adelántese a proponer las ideas que capte de los demás, con mensajes cortos a su jefe. No vaya a tomar el café fuera de la empresa, salvo con su jefe directo; aprenda sus debilidades, que le serán útiles para criticarlo, oportunamente, ante el jefe superior.

7. En las cenas de empresa, en los cumpleaños de los compañeros, en los momentos de relax, aparezca solo el tiempo justo, pero váyase cuando abandonen el lugar sus jefes. Si se queda, sin embargo, jamás beba alcohol ni tome droga alguna, aunque observe cuidadosamente las debilidades que muestren los demás.

8. No se ofrezca como voluntario para ser desplazado al extranjero. No tendrá sitio al volver, o se encontrará con que los que se han quedado han ocupado los puestos interesantes. Es probable que le consideren un expatriado permanente, y solo contarán con Vd. para proponerle nuevos puestos en el extranjero, cada vez más remotos y difíciles.

 

 

 

Sobre la educación eficiente

"Aprendo de mis alumnos". Lo dijeron muchos ilustres maestros, -entre ellos Francisco de Asís- y no es cuestión de llevarles la contraria. El profesor eficiente es estimulado por los más brillantes de sus alumnos (que incluso pueden, con su impulso juvenil y su inteligencia abierta, superarle en las propias aulas), pero el profesor no está en su puesto para aprender, sino para enseñar.

Es en esa labor de tutela, de estímulo, de explicación correcta y sincera de lo que se sabe bien y de aquello que se ignora con exactitud, en donde el buen maestro cumple su función educadora.

Para quienes hemos dedicado -aunque sea de forma subsidiaria a otras ocupaciones más principales- una parte de nuestra vida a la enseñanza, seguro que ha sido punto de sorpresa y acicate el comprobar que algunos alumnos especialmente dotados encuentran soluciones a los problemas que no estaban en nuestra docencia. Esta demostración de que la interacción profesor-alumno provoca creatividad es, sin duda, uno de los elementos más atractivos de la tarea de ser profesor de la educación de otros.

Pero la cuestión que queremos plantear aquí es también otra, aunque relacionada. La formación individual es específica de cada individuo, y se entreteje de experiencias, enseñanzas, percepciones, estudios que cada uno va conformando a lo largo de su vida. Se aprende por impregnación, por estudio, pero también por reacción, por contraste, por contraanálisis.

Solo desde esta perspectiva se puede entender al buen maestro, al que ayuda a crear las bases por las que la Humanidad avanza. No es el mejor catedrático el que, después de conseguido su puesto de funcionario, se empeña en repetir, una y otra vez, las enseñanzas que le han servido para obtener su plaza. Quiá. La labor docente exige una actualización continuada, un estudio permanente que, por desgracia, no todos (pocos) entienden de esa forma.

Desde la posición del receptor, y si analizamos quiénes se encuentran entre los mejores, entre aquellos a quienes legítimamente podemos admirar, no hallaremos a quienes han sido buenos alumnos aplicados, sino a los que han llevado su rebeldía, su carácter de crítica, de rebeldía, en muchos casos, a todas sus consecuencias.

Porque hay que saber bien para poder criticar la posible debilidad de lo que nos han enseñado.

Sobre la corrupción como móvil universal

En el principio, era la ética. Los hombres del clan andaban ocupados en la caza y las mujeres se quedaban cuidando de las crías en las cercanías de las cavernas, protegiéndolas de los carnívoros. No había propiedad privada, luego no se robaba. A nadie se le ocurría matar a otro, porque las tribus no se relacionaban entre sí.

Alguien puso una raya en unas tierras para indicar que el cultivo era suyo. Las mujeres más trabajadoras o hermosas y los cazadores más certeros o fuertes eran preferidos por el otro sexo. Empezó a ser arriesgado aparearse con algunas, incluso desearlo.

Cuando se tomó consciencia de que en la tribu, ciertos individuos se aprovechaban de otros,  un sector intelectualmente más activo inventó la religión. Había que convencer de que los que no cumpliesen las norams tendrían un castigo, de que gentes superiores los vigilaban. Había que adorarlos y hacerles sacrificios para que intercedieran por los devotos.

Con el tiempo, las religiones se fueron adulterando, se corrompieron mucho. Utilizando el instrumento, ciertos chamanes en colaboración con poderosos impulsaron en nombre de los dioses guerras, rapiñas, dominaciones. Para ellos, el esquema funcionaba muy bien. Sobre todo, ofrecía una esperanza a los más oprimidos.

Después de siglos y de muchas reflexiones internas y externas, un sector que consiguió -sorprenentemente- cierto poder intelectual en una de las religiones más difundidas, trató de recuperar los principios éticos primitivos, que dieron en llamar universales, pretendiendo que estaban impresos en el ser del hombre, aunque los adaptaron a los nuevos tiempos.

Incluso defendían la prioridad de la ética sobre la devoción a los dioses.

No se les hizo caso. No era ya sencillo recuperar el camino de las religiones, que se habian multiplicado, diversificado, adulterado a su vez. Los intereses particulares habían corrompido de tal forma la idea, que parecía irrecuperable la tranquilidad universal.

En el principio, también era la igualdad. Todos colaboraban y nadie pretendía recibir más a cambio de su destreza.

La tribu creyó, al cabo de un tiempo, que si recompensaba a los más hábiles de alguna manera, las cosas irían mejor para todos. Los más dotados y, en todo caso, con la garantía de la colectividad, cuidarían de que nada faltara a los débiles.

Pero el sistema se corrompió. Para corregirlo, unos pensaron que habría que dejar libre a la sociedad, fijando unas normas generales, en la que todos tuvieran iguales oportunidades. Otros, creyeron que solo una organización central podría garantizar la igualdad, estimulando para que todos trabajaran en bien de la colelctividad.

Ambos subsistemas se corrompieron. Dirigentes de uno y otro se aprovecharon de las ventajas, para enriquecerse ellos mismos.  

El subsistema llamado democracia y el susbsistema llamado comunismo, en realidad, se llenaron de gusanos que seguían, implacables, corrompiéndolo todo, aunque desde dentro algunos no veían nada bien, pero que nada bien, lo que estaba pasando.

Pero la mayoría pensaba que, en algún momento, podría también aprovecharse y unos pocos, verdaderamente sí se aprovechaban.

Sobre la imaginación y sus recursos

Con esa tradición de atribuir cualidades o defectos humanos a los animales, algunos irracionales acumulan tantas virtudes que no es extraño que cuando le preguntan a un niño qué animal le gustaría ser, conteste que un águila, un tigre o un caballo.

Las respuestas se llenan, sobre todo, de caballos. Se podrían formar recuas inmensas de niños-caballo.

Es menos apetecible, incluso para los adultos, tener la imaginación de Eistein, Leibnitz, Arsuaga o Fernando Alonso, que la de un caballo. "Tengo una imaginación de caballo" (o una memoria de caballo, aunque resulte más propio tenerla de elefante o de golondrina) es una afirmación corriente.

También se suele decir que alguien los tiene (los testículos) como el caballo de Atila, para expresar que alguien se atreve a hacer cosas que cualquier otro, en su sano juicio, jamás acometería, asimilando el tamaño de los adminículos al arrojo.

Es evidente que la ministra de Igualdad debería hacer revisión inmediata de estas reminiscencias machistas, impropias de nuestra sociedad avanzada. Quizá podría sustituirse por "tiene los ovarios de Babieca", que aunque no es muy conocido, era la yegua de El Cid Campeador, que, por cierto, tampoco debía andar manco de sus bajos.

Lo que nadie desearía es tener la cabeza de un chorlito y, por supuesto, mucho menos, tener la cabeza a pájaros. Pero ser un águila (para los negocios) es mejor que aparecer como un buitre (para lo mismo). Tampoco es agradable, si se es pez normal, caer en las cercanías de un tiburón. Estos últimos no suelen ser conscientes de su condición de tales, e incluso pueden verse como hermanitas de la Caridad, que es  una especie prácticamente en extinción.

Para estimular la imaginación, se les da a los niños cuentos de magia o de aventuras en países y circunstancias inventados por los adultos, en los que los protagonistas se pasan el tiempo buscando anillos, cajas con superpoderes o espadas flamígeras.

Siempre ha sido así. Antes, los protagonistas de esas historietas eran grumetes, hermanos menores de tipos inteligentes y fuertes o hijos de científicos e investigadores. También podían ser hermanas de esos niños, con papeles bastante secundarios, porque bastaba -en general- con que pasaran mucho más miedo o hubiera que rescatarlas de algún monstruo.

Sin embargo, ¿cómo estimular la imaginación de un infante lector llevándosela a conocer una India creada en el papel, para encontrarse con un par de tigres y cuatro monos, si ha tenido ocasión de ver hasta animales prehistóricos en luchas terribles y se ha paseado por Neptuno con el ordenador de su casa desde que tenía cinco años?

No hay más remedio que, para estimular algo la imaginación de los niños, se les lleve a conocer el pueblo o el barrio de al lado. Andando, si es posible.

Después, ya con más calma, enseñarles a ver con los ojos de la realidad las preocupaciones, intenciones, logros y necesidades de gentes reales. De esas que, cuando las atropella un coche, les entra una grave enfermedad o no tienen qué comer durante un par de semanas, se mueren. Y, como no tienen vidas de repuesto, desaparecen para siempre. Seres de carne y hueso, como ellos.

 

Sobre los idiotas

Un grupo de jóvenes daneses se fingen idiotas. La justificación teórica de esa actividad, a la que se entregan con dedicación absoluta es "encontrar al idiota que todos llevamos dentro".

Pero en el desarrollo de la singular aventura, por la que se sumergen en varios circunstancias y peligros, reales y forzados, que ponen a prueba su capacidad de disimular que están teóricamente cuerdos, descubren -a ellos mismos y al espectador- muchas cosas.

Entre otras, que hay muchos tipos de idiotas, y que, incluso en su propio grupo, no todos los que se dicen sanos están realmente cuerdos ni es posible, para ellos mismos, diferenciar cuando fingen o cuando son ellos mismos. Aunque lo que causa más conmoción es advertir que el mundo exterior a los idiotas está plagado de incomprensión, oportunismo, desprecio.

El lector habrá seguramente reconocido el argumento de una de las mejores películas dirigidas por Lars von Trier, el fundador de Dogma, Los idiotas (Idioterne), 1998.

Es cierto que todos llevamos un idiota dentro, al que generalmente no nos atrevemos  a sacar a pasear, aunque algunos de los demás -los más sagaces- lo tienen bien detectado y, claro, lo utilizan.

Son tantos los ejemplos en los que se puede identificar el momento en que otros han echado mano de nuestra faceta de idiotas, aprovechándola, que resulta muy  simple elegir unos cuantos del tropel de momentos idiotas de nuestra vida, relación que cada uno podrá ampliar o cualificar como desee.

He aquí algunos:

En la ciudad, nos toman por idiotas muchas veces y muchas gentes: quienes hablan de ordenación del territorio y lo han desecho; quienes, exhibiendo la bolsita destinada a recoger teóricamente la caca de su perro, la dejan abandonada tranquilamente sobre la acera; quienes nos obligan a correr como locos al cruzar el paso cebra mal regulado para peatones; quienes organizan los autobuses de manera que siempre llegan dos seguidos, después de haber tenido que esperar una media hora; quienes toleran que haya aparcamiento en doble y triple fila ante ciertos locales y nos ponen prestos una multa por superar en diez minutos el tiempo máximo regulado...

Nos toman por idiotas los políticos, miles de veces. Idiotas por consentir que el concejal que ha pedido nuestro voto para cambiar el municipio, haya llenado de marquesinas y anuncios o columnas innecesarias las aceras, que nos impiden el paso y a él le habrán dispensado un sobresueldo. Idiotas por creernos que en los debates sobre el estado de la nación se argumenta sobre temas interesantes para la ciudadanía y que hayan sido estudiados por gentes competentes. Idiotas por suponer que los más capaces están dirigiendo las instituciones. Idiotas por aceptar que los funcionarios se rigen por la independencia y la neutralidad en sus decisiones.

Nos toman por idiotas al hablarnos de planificación y sostenibilidad y coordinación. Idiotas cuando aceptamos que ver a mandatarios y sus parejas reir a carcajadas, comer con cubierto de plata o darse palmaditas, soluciona auténticos problemas. Idiotas por pagar más impuestos de los que corresponde a la eficacia, por permitir que otros gasten más energía de la que tenemos, contaminen más de lo que deberían, y nos hagan contribuir más a los que más cuidado ponemos en contener el despilfarro.

Idiotas por pasar por alto cosas pequeñas y grandes, pero que nos afectan. Idiotas por no denunciar obras de renovación de pavimento que destruyen las de hace pocos  años, por admitir que por cada árbol caído van a plantar diez arbustitos, por aplaudir miles de decisiones que no se tiene intención de cumplir y que nadie va a comprobar si se han realizado.

Idiotas por no denunciar el deterioro académico imparable. Idiotas por no protestar porque cada año terminan su curso, con expedientes equivalentes, miles de estudiantes a los que nadie se ha preocupado de enseñar algo realmente útil, ni diferenciar con puntuaciones certeras sus diferentes actitudes. Idiotas por unas negociaciones amparadas en unos téoricos acuerdos de Bolonia que están sirviendo para hundir más a la Universidad, y amparar el servilismo, el caciquismo y la injusticia.

Idiotas por creernos que los pagos realizados durante decenas a la seguridad social o a los planes de pensiones van a servirnos para tener una vejez descansada.

Idiotas por soportar el ruido infernal, a cualquier hora, de las ciudades, por obras de remodelación de chalets y pisos de lujo que hacen vecinos desconocidos que no sabemos en qué diablos trabajan ni cómo habrán conseguido su dinero ni, por supuesto, porqué no pagan los impuestos que les corresponden.  

Idiotas por mantener el negocio de clínicas privadas en donde personal médico sin escrúpulos cobra honorarios de fantasía por practicar una medicina de salón, compatibilizándola con el uso de los equipos públicos si se presenta cualquier contratiempo a sus pacientes clientes.

Idiotas por no decir tajantemente al compañero de la oficina que nos habla de los últimos fichajes de su equipo preferido que no nos interesa el cuento lo más mínimo y que sospechamos que su estado mental es muy deficiente.

Idiotas por confiar en que la chica que toma un refresco junto a nosotros en la barra del bar se ha fijado en nosotros.

Idiotas por esperar la llamada de nuestros hijos sin decidirnos a llamar nosotros primero para ver cómo se encuentran.

Idiotas por creer que Camps es la cumbre de la corrupción del Partido Popular y no un ingenuo al que le han tendido una trampa.

Idiotas por creer que el PSOE (y en los demás partidos) no cuecen las mismas habas, y más por desechar la sospecha de que todos los partidos se apoyan en ocultar lo que saben de las debilidades de los miembros del contrario, para defender las de los suyos.

Idiotas...

Sobre la i+d española

Mientras los optimistas le siguen poniendo letras a la i+d (investigación y desarrollo, inicialmente; hoy: i+i+d: investigación, innovación, desarrollo; o i+d+i+i+d, que dicen ser investigación, inventiva, innovación, desarrollo, dinamización), la realidad parece indicar con terquedad que la d no es desarrollo, sino deporte; y la i, más bien será ignorancia.

Ignorancia y fútbol son los ejes que guían a la sociedad española. Puede que el cambio de paradigma que se propugna tenga que ver con esas dos entidades. Un pueblo que no conoce, no discute; y un pueblo que está interesado fundamentalmente por el fútbol (como espectáculo, no como deporte practicado), será feliz en su estupidez.

Sería injusto, sin embargo, dejar reducido a ese esquema la valoración de nuestra actual modelo de vida colectivo.

Somos un país constructor de paradojas. He aquí algunas:

Nuestro complejo y redundante mapa de autovías tiene su contrapunto en una insuficiente red ferroviaria, infrautilizada y centralista. Somos un país turístico que ha esquilmado la costa, permitiendo una alta densidad de ocupación del demanio y una insoportable proliferación de edificaciones antiestéticas; tampoco nos importa ver caer a diario, abandonadas o sometidas a la piqueta de la especulación, referencias arquitectónicas valiosas.

Tenemos el mayor porcentaje europeo de zonas naturales protegidas, y una baja conciencia ecológica colectiva. 

Nuestro país evidencia una intensa variedad edafológica y climática, que pretendemos cambiar contra natura con manifestaciones populares para forzar inversiones ineficientes: aquí no a un pantano, allí queremos un trasvase, acullá pretendemos convertir un secano ancestral en tierras de regadío, pero también somos capaces de construir una ciudad sobre un delta. 

Poseemos una notable capacidad creativa a nivel individual, superada con creces por la incapacidad colectiva para la organización y la falta de respeto al trabajo ajeno.

Hemos llegado tarde y mal a todas las industrializaciones, y hemos gastado muchas divisas en incorporar tecnologías aplicadas que no han servido para generar investigadores eficientes. Preferimos autoimponernos medallas sin valor a integrarnos en equipos en los que prima el trabajo serio, honesto, callado.

Somos un país pobre, con un déficit público muy alto -especialmente a nivel de las administraciones locales-, siempre imaginando que el futuro nos dará los recursos necesarios, aunque sin la menor planificación de ese desarrollo.

Tenemos una clase política incompetente, con graves focos de corrupción, que nos introducen continuamente elementos de debate intrascendentes, para distraernos.

Tenemos un empresariado poco ilustrado, con escasa visión internacional, cortoplacista y poco amigo del riesgo, y una clase trabajadora con sindicatos autocomplacientes y despreocupados por la generación de empleo de calidad.

Soportamos un funcionariado cómodo, ineficiente y caro, pero convencido de su superioridad.

Tenemos un profesorado indolente, endogámico, acicalado con un alumnado insolente e ignorante. 

Siga Vd., por favor. Nosotros nos hemos cansado de escribir por hoy.

Sobre la oscura relación entre los ordenadores y el nivel educativo

En un debate áspero para discutir medidas contra la crisis económica en la que España está ya posicionada la última (contra todo pronóstico oficial), el presidente Zapatero ha prometido medio millón de ordenadores a los estudiantes de quinto curso de Primaria (Toda la Prensa,12 mayo 2009).

Con esto de la continua variación padecida por los planes de estudios desde que Educación es un Ministerio importante, posiblemente haya gente muy mayor que ya no sepa bien qué relación guarda el actual plan de estudios con aquel que constaba de un bachillerato de seis o siete años, con su Preu, o su COU.

Después de haberse quitado y recompuesto tantas veces la camisita y el canesú de las enseñanzas primaria y secundaria obligatorias, y reducido a su quintaesencia sutil el bachillerato y hasta los divertidos estudios universitarios, es lógico que algun@s de los que peinan canas (teñidas o no) se pregunten cuál es el objetivo de un plan de estudios, cuando no existe planificación aparente del mismo.

Pues bien, pelillos a la mar. Estos niños y niñas a los que les vamos a regalar, cuando vuelvan de sus vacaciones este verano un ordenador portátil, tienen, en general, diez u once años.

Su nivel de sabiduría debería corresponder a aquel tedioso examen de ingreso, verdadera ceremonia iniciática, que se hacía con diez años, y para cuya superación era imprescindible saber redactar como hoy lo harían los mismos ángeles -con dos falthas de hortografia te trinkaban, tronko-  y resolver problemas de aritmética que hoy se estudian en segundo de bachillerato (diecieséis años de edad de calendario).

Perdón. Pequeña corrección. Puede que algunos alumnos actuales tengan la edad que correspondía al primer curso de un entonces llamado bachillerato elemental, en donde se estudiaban, seguramente elegidas por azar, materias devenidas inútiles como Geografía e Historia de España, Lengua española y Literatura, Historia Universal, Geometría, Religión, Francés, Alemán o Inglés, e incluso algo de Latín.

Los alumnos recibían notas cada quincena y, horror, se les situaba por orden de calificaciones. Había profesores que te largaban el borrador o la tiza si te distraías y, como no había ordenadores ni teléfonos portátiles ni móviles, se leía y jugaba mucho al aire libre.

Se leían tonterías, desde luego: TBOs, Historietas del Capitán Trueno, Historia Sagrada, Cuentos de Guillermo Brown, novelitas de Emilio Salgari y Julio Verne, etc.

Aquellos niños no tenían, al parecer, ni idea de las cosas necesarias para la vida.

Ignoraban prácticamente todo. Elucubraban, ya casi con la regla o con poluciones nocturnas, de dónde venían los niños y, desde luego, desconocían cómo se hacían (aunque algo sospechaban); los dilemas que se les invitaba a proponer para hacer las clases de Religión más divertidas, abrían debates apasionantes: qué debería hacer una mujer si entraba en su cuarto un hombre malo y estaban abiertas las ventanas; cuánto tiempo quedaba para la conversión de los chinos y los rusos; quién debería ser salvado si una parturienta y su hijo estaban en peligro de muerte simultáneo; qué había de pecaminoso en verle la espalda desnuda a Sofía Loren en Los cañones de Navarone; etc.

Estos niños y niñas actuales, tendrán un ordenador para llevarse a su casa, que les permitirá chatear, hacer los deberes consultando Google, e incluso, saltarse el Canguro.net y divertirse enviándose fotografías y colgando vídeos en youtube.

¿Alguien pensó en enseñarles a leer los libros de sus atiborradas bibliotecas escolares? ¿Motivar a sus profesores? ¿Motivarlos a ellos con la aplicación de esas nociones de pedagogía que se estudian en las Universidades?

En el próximo debate sobre el Estado de la Nación, y como quienes no han podido disfrutar de las incongruentes prejubilaciones de los noventa, seguramente tendrán que seguir currando hasta que la Parca nos separe, proponemos que se regale a los que tengan más de sesenta años una calculadora, papel y lápiz, para que puedan expresarse libremente, aportando las soluciones que se les ocurran, además de calcular con exactitud el dinero que han aportado durante toda su vida al sostenimiento de ese Estado.

El franqueo del sobre, deberán, por supuesto, pagarlo los afectados por el brote de mala leche.

Sobre las bacterias

Hay un juego infantil en el que los participantes eligen ser un animal y tienen que representar sus cualidades, comportándose como lo haría la criatura escogida. Casi todos los niños quieren ser águilas, tigres o leones. A veces, un infante instruído en ecología elige un animal raro, y suscita la envidia de los demás, al descubrirles virtudes desconocidas del bicho.

A nadie se le ocurriría elegir ser bacteria, pero es el organismo que tiene más posibilidades de adaptación y supervivencia. Conocemos solamente el 1% -dicen los eruditos, pero a saber- de las inmensas ramas en las que florece ese escalón del reino animal que constituyen los seres vivos agrupados como Procaria, en el que militan junto a las moreras. Tendría cerca de 1 millón de especies, de las que -nuevamente el 1%, cifra mágica- serían causantes de enfermedades a los seres humanos. Ya sabemos seguro es que están en todas partes, y hacen cosas que ninguna otra criatura hubiera soñado jamás, fundamentalmente beneficiosas.

Ultimamente, estamos dando demasiado trabajo a las bacterias y puede que se estén cansando de nosotros, la especie humana. Hace quinientos años, por ejemplo, la actividad de las bacterias era suficiente para depurar los residuos que provocaban nuestros ancestros; ahora, les es imposible hacer esa labor solas, y necesitan ayuda química para llevarla a cabo.

Otra pincelada: su presencia en el fondo marino, evita que el metano aflore a la superficie, lo que provocaría la inmediata disolución de todas las dudas respecto al cambio climático, que se produciría de inmediato.

Ni siquiera hace falta elegir ser bacteria, en el juego de la verdad de la existencia. De mayores, todos seremos bacterias. James Lovelock, el padre de la Teoría de Gaya (un guiño filosófico hacia Nietzche, por lo demás)  tiene, al respecto, una idea al respecto: cuando la especie humana desaparezca, estos microorganismos lo celebrarán con una fiesta, a su manera, por todo lo que les hemos venido importunando.

Sobre Canguro net

Hacemos aqui una breve reseña acerca del desigual comportamiento de Canguro Net, ese sistema de filtros para los buscadores que pretende eliminar el acceso a las páginas de contenido sexual, más o menos explícito, creando así un marco de tranquilidad para los padres y educadores de hijos y discipulos menores de edad o adolescentes.

Lamentamos decirles que si se confían a la seguridad de su sueño creyéndose a pies juntillas que Canguro vigila concienzudamente los campos de posible perdición visual de sus educandos, se equivocan, porque son múltiples las formas de pasarse por alto los controles.

Olvídense de sus creencias en los canguros informáticos. Si han pensado que los ojos de sus hijos no se van a ver mancillados por visiones de señoras desnudas, gentes realizando actos sexuales en las más acrobáticas posturas o imposturas, o se les ocultarán los cuerpos de tipos que enseñan ostentosamente lo que la mayor parte de las personas normales solo se muestran a sí mismos o al especialista en enfermedades de los tractos, cáiganse de la burra.

Vayan vendiendo los ordenadores y, por supuesto, dándose de baja en cualquier servidor de banda ancha. Cómprenles a sus hijitos la colección de tebéos y pulgarcitos de los sesenta del pasado siglo.

El sistema no funciona bien, es decir, no funciona. Pueden hacer la prueba, y entre-taparse los ojos con los resultados, para no encelar su propia imaginación. Basta combinar palabras en dos o tres idiomas, falsear alguna de las grafías, persistir en la búsqueda de sinónimos, pasarse desde la búsqueda por palabras a la búsqueda por imágines, para que el Canguro salte controlels y olvide sus funciones de tutela. Sin contar con la multitud de páginas que se ocultan bajo apariencias inocentes, y que surgen cuando se buscan otras cosas.

Eso si, Canguro, como cualquier guardián de discoteca, tiene sus filias y fobias. Verán hasta la desesperación que páginas normales, de periódicos y webs institucionales no se ofrecen a la vista, sin que se sepa por qué. Palabras inocentes como "chica" "mujer" "gay" y otras muchas, caen bajo los filtros con los que los celosos (y algo estúpidos, sospechamos) cancerberos del bien y del mal han sembrado los campos de su concepto de virtud. 

Por tanto, ni siquiera hará falta que sus hijos naveguen por la red de forma anónima (http://anonymouse.org/anonwww.html) o que invaliden los controles del puerto 80, o hagan acrobacias con las herramientas de internet que cualquier infante de más de diez años se sabe de carrerilla, pese a quien pese.

God save children and youth´s virtues!

Sobre la interferencia judicial en la educación de los niños

Un juez de Jaén, a resultas de la denuncia del tutor de un niño al que su madre le había abofeteado por no querer hacer los deberes, ha condenado a la madre a 45 días de privación de libertad y a un año de alejamiento del menor.

Es un detalle adicional importante es que todos los miembros de la familia, los padres y el menor, son sordomudos.

Suponemos el calvario por el que la madre está pasando, al ver que, además del disgusto por haber visto que el bofetón a su díscolo retoño le había hecho sangrar por la nariz (parece que se golpeó contra una mesa), de haber sido denunciada como maltratadora, tendrá ahora que consentir que unos desconocidos cuiden de su querido hijo durante doce largos meses.

A falta de conocer todos los detalles, podemos asombrarnos de que S.Sª. haya aplicado lo dispuesto en el Código Penal que, en la modificación prevista para postergar el maltrato llamado de género, permite agravar las penas cuando existen relaciones de parentesco o afinidad entre el verdugo y su víctima.

También podría haber captado el espíritu de Ley de protección al menor, que pretende eliminar maltratos a los infantes y conseguir que la reprensión educativa que pueden ejercer los padres -y, por delegación de los mismos, maestros y tutores- no se traduzca en castigos físicos.

Pero no podemos entender el riguroso mecanismo que ha llevado a un juzgador, aplicador de la justicia, pero también obligado a actuar con la flexibilidad que cada caso requiera, no haya visto todos los atenuantes posibles para un comportamiento en el que un ciudadano lego, en frío, no alcanza a ver culpabilidad alguna.

Tenemos, entre otros muchos, desde luego, un grave problema en nuestra sociedad: la falta de disciplina, la grave falta de autoridad que se ejerce sobre los discentes, sobre los niños. No se trata de educarlos a bofetadas pero, qué caramba, todos hemos recibido varios cachetes en nuestra niñez y adolescencia sin que seamos capaces de guardar el menor rencor a nuestros padres o educadores.

Eso sí, si un juez nos hubiera dejado sin el cariño de nuestra madre durante todo un año, no se lo hubiéramos perdonado jamás. No a nuestra madre, por supuesto. A su Señoría.

Sobre la relación entre la minería y los petardos

Los estudiantes de ingeniería de minas en Madrid, están festejando estos días a su Patrona, Santa Bárbara, lanzando petardos en el patio de su Escuela, que está situada en Ríos Rosas; es decir, en el centro de la capital de España.

Esta celebración ruidosa de la conmemoración de una santa ahora inexistente -y no porque esté difunta, sino porque nunca existió, según se ha probado por quienes saben de eso- viene siendo protestada por los vecinos, y recogida puntualmente por los periódicos locales.

Los estudiantes -habrá que buscar a los culpables de la mascletá exclusivamente entre los varones, ya que no somos capaces de imaginarnos a las futuras ingenieras dándole al petardo, lo que en absoluto supone una descalificación, sino un elogio- dicen que no hacen daño a nadie, que es una tradicíón de la centenaria Escuela. Los habitantes de las casas próximas argumentan, con más razón, que no tienen ninguna obligación de aguantar el estruendo.

Sean cuantos sean, y ya admitido que se encuentran en franca minoría, esos bullangueros estudiantes de minas en Madrid parecen estar, por lo demás, bastante desfasados respecto a las aplicaciones de la carrera que cursan. Los ingenieros de la tierra, como les gustaría ser llamados a algunos miembros de esta profesión, están en muchos sitios, pero ya pocos ejercen propiamente la minería y, dentro de ellos, pocos son los que utilizan explosivos y, desde luego, ninguno usa petardos.

Harían bien, por tanto, los estudiantes de ingeniero de minas en Madrid en revisar la forma en que festejan a su Patrona, consiguiendo que la sensatez se imponga, pues es virtud no hacer ruido cuando uno ha dado en hacer momentáneamente locuras y patochadas.

Pueden hacer concursos de canto minero -hermosos ejemplos dánse en todas las cuencas que en España han sido-, aplicarse en confeccionar tortillas de patata (modalidad, por supuesto, de las que resultan comestibles), reducir algo el CO2 equivalente de la atmósfera proponiendo que las clases sean diurnas o que los programas de estudios sean más concretos y transparentes (por ejemplo), o, incluso, pueden dedicar los días libres que se les conceden por su santa Patrona imaginaria -pero aún susceptible de levantar devoción y, por tanto, hacer milagros- a repasar las asignaturas más difíciles, preparando los exámenes de diciembre-enero, si es que aún existen tales cosas.

¿O es que ya no hace falta estudiar mucho -casi tanto como para llegar a ser un padre de la Iglesia (es un decir) para que le den a uno el título de ingeniero de minas? ¿De dónde sacan su dinero estos "modernos" para los petardos? ¿Vendiendo pinos?

Sobre Bolonia, belenes y bolonios

Hace una década, un grupo de políticos deseosos, como todos los de esa subespecie cultural, de pasar a la Historia, tuvo una idea magnífica: conseguir que en la Unión Europea, ese lugar idílico en el que existía la libre circulación de personas y bienes, los títulos oficiales fueran homologables, válidos para ejercer la profesión en cualquiera de los países que conformaban ese supraestado embrionario, antes llamado Comunidad Europea.

Ese Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) se llamó, popularmente, Bolonia, en recuerdo del lugar en donde se firmó el propósito. Y con ello, se armó el Belén. A partir de entonces, especialmente en España, -país esencialmente europeísta y disciplinado hacia todo lo que viene de fuera, a la par que polemista con todo lo de dentro-, no hubo paz.

El gobierno interpretó lo que le vino en gana respecto a lo que se había firmado; las Universidades y los colegios profesionales de las carreras de ciclo largo -ahora, se dijo, sin sentido para el mundo laboral, solo válidas para la miniesfera investigadora y docente- pusieron el grito en el cielo; los estudiantes, preocupados al parecer por las tasas académicas y amigos por propia condicicón de armar bulla, se lanzaron a la calle.

La cuestión nos parece muy grave, pero no tiene que ver con Bolonia. Tiene que ver, y de forma directa, con la aberrante concepción de nuestra Universidad, con la dotación de las cátedras y métodos de acceso al profesorado, con la arcaica definición y contenidos docentes de la mayor parte de las asignaturas, con la obsoleta concepción de las carreras y especialidades en multitud de disciplinas, con la separación entre el mundo docente y el práctico y, en fin, con la urgente necesidad de revisar para qué sirven, en realidad, los estudios universitarios.

Todo este tema complejo no apunta hacia Bolonia, sino hacia la revisión de un concepto de apariencia ingenua, pero muy dañino, que es la "libertad de cátedra". En ese altar, se han inmolado y, por supuesto, se siguen inmolando hasta que no lo remediemos, cientos de miles de víctimas -los estudiantes, los padres paganinis, los empresarios que deben pagar por re-formar a sus empleados, los contribuyentes fiscales, etc- .

Vayamos, pues, al grano. Que se revisen los planes de estudio, que se acomoden a la realidad de los mercados, y que la saludable libertad de cátedra se reduzca a lo que debió haber sido, la necesaria libertad ideológica en los temas opinables, pero, en absoluto, para permitir que cada supuesto sabio, por haber ganado una oposición, seguramente amañada, imparta en su clase, a pobres inocentes, lo que le salga de la pelota.