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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la trayectoria vital

Pocos están orgullosos de lo que han hecho en su vida, y una mayoría de los que lo están, no lo merecen (al menos, para los que les juzgan sin haberles ayudado a obtener esos méritos).

Dejando a un lado a quienes triunfan socialmente, y concentrándonos en lo que sucede al ciudadano medio, ese al que se le apostrofa despectivamente como tipo de la calle (hombre o mujer de la calle), en la trayectoria vital, se pasa muy rápidamente de la esperanza confiada a la desilusión y al desánimo.

No siempre el culpable de esos cambios de ánimo o perspectiva reconocerá que se debe a él, al propio individuo, a sus elecciones, lo que le pasará en la vida.

Por eso, queremos referirnos hoy, no tanto a lo que se ha hecho o podido hacer, sino a la puesta de manifiesto de aquellas circunstancias que, si son aprovechadas, condicionan fundamentales aspectos de la vida de la persona. Para ayudar a los más jóvenes, a los que empiezan.

Las amistades son uno de los elementos sustanciales. Están las que se han podido hacer en la escuela o en la enseñanza básica, cuando la naturaleza social del ser humano se abre a todas las posibilidades, sin reservas. Aunque no se les vuelva a ver hasta después de muchos años a quienes compartieron con nosotros los juegos de prendas en la guardería, las excursiones de exploración por el patio de la manzana de casas o pertenecieron a nuestro clan en las representaciones de la fiesta del pueblo, los consideraremos amigos para siempre.

Pero poco podremos obtener de ellos, más que abrazos, recuerdos inanes y celebraciones quinquenales con libaciones y cantos de madrugada. En especial, salvo que su profesión sea la de ingeniero de caminos o sacerdote exclaustrado, será extraño que quienes hicieron la carrera con nosotros, nos sirvan para algo más que para gastarnos con ellos sesenta euros cada vez que a algún desocupado le da por convocarnos a una cena de promoción, a cambio del relativo placer de contemplar cómo se van perdiendo el pelo o los dientes y adquiriendo curvas en las zonas más inconvenientes.

Las amistades útiles son las que se consiguen en los máster, en las excursiones parroquiales, en las reuniones de padres, en las agrupaciones religiosas, sociales o deportivas y en los partidos políticos. ¿Por qué?. Porque agrupan a gentes de diversas procedencias y formación, y porque permiten poner en contacto a personas que, en variados grados, poseen influencia o pretenden tenerla en campos diferentes, seguramente complementarios.

Aprovéchense todas las oportunidades de reunirse con gentes de diversos sectores , responsabilidades y campos de actuación, esforzándose, no tanto en aumentar los contactos, sino en escogerlos bien. No basta reunir tarjetas de visita o intercambiar educadas frases amables. No. Hay que conseguir que, después del primer contacto, efectuada la selección de la(s) pieza(s) los contactos continúen, las líneas de comunes expectativas se concreten, trabajar en su rentabilidad, urdir móviles comunes.

Puede que el consejo llegue demasiado tarde para Vd., pero podrá trasladárselo a sus hijos, a sus nietos. Que entiendan que la trayectoria personal no depende más que en una escasa medida de los propios méritos. Incluso, éstos, pueden constituir un lastre. Lo que interesa es pertenecer a un grupo adecuado y sacar partido de él y, para ello, hay que trabajar en el mundo de las relaciones.

Por supuesto, si este comentario se lee desde un lugar del desierto africano o desde un monasterio del Tibet, estas agudas reflexiones no valen. Tendrá que esperarse a la siguiente reencarnación, si es que llega. Pero si Vd. vive en occidente y está en período de aprendizaje, elija una formación básica corta y afíliese a varias agrupaciones, complete algún máster de esos que cuestan mucho dinero y no se pierda ninguna fiesta en la que pueda contactar con los que tienen alguna mano sobre los timones del poder, y ofrézcase para llevarles la cartera, limpiarles los zapatos, o compartir su pareja.

Si le preocupan la ética y los modos de medrar, ya será cosa suya hasta dónde quiere comprometerse o, simplemente, colaborar. Y si tiene escrúpulos de hacer lo que le indicamos, conténtese con ser un tipo normal, pero no venga con quejas al final de su vida.

(Nota: Se supone que el lector recuerda el cuento de la participación de la gallina y el cerdo en los huevos con chorizo: la gallina colabora y el cerdo se compromete. Por supuesto, solo podrá comprometerse una vez; los más perspicaces, se limitan a colaborar. Vea sus currícula, coméntelos con los suyos y saque consecuencias.)

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