Sobre la formación académica y el caos
Podríamos haber titulado este Comentario de muchas otras maneras, todas convergentes: Sobre la formación académica y la banda de Möbius; o Sobre la educación universitaria y la reproducción catastrófica del modelo ineficiente; o Sobre la Universidad y la apatía: es decir, Sobre la incapacidad de las enseñanzas oficiales para cambiar el modelo que nos ha llevado hasta aquí. Cualquiera que sea este modelo.
La valoración pesimista del poder de las universidades se refiere, muy particularmente, a las universidades que siguen el sistema funcionarial que es, por su propia naturaleza, endogámico y, por tanto, perverso. Como todo proceso de selección en el que los que están controlando la cúpula del sistema deciden quiénes han de entrar en ella.
Esos exámenes de admisión, que se concretan en una serie de temas a desarrollar y de preguntas-respuestas cuya evaluación será efectuada desde la presunción de conocimiento de la verdad, no se van a salvar porque se complete con la valoración de un currículum en el que la mayor puntuación se consiga por haber acatado fielmente las reglas del sistema.
No cambiaremos la opinión por el hecho constatado de que hay algunos profesores universitarios muy brillantes, que realizan investigaciones de gran alcance y dirigen equipos motivados de otros colegas y becarios. La mayoría -al menos, la mayoría simple- nos parecen vulgares, cansados, anodinos, concentrados en su rutina, en la penosa obligación -para ellos- de dar un par de clases en la semana y verse recompensados con un salario que no guarda relación con las horas empleadas para obtenerlo.
Por eso, la formación académica que se está impartiendo en las Universidades, coherente continuación de la pobre educación que se transmite en las escuelas, es, por sí misma, una contribución al caos, al desánimo, a la perpetuación de la ineficacia.
Aquí, como en muchas otras actividades de esta sociedad acomodaticia, sería necesario abrir puertas y ventanas, para que entrara en la Universidad la imaginación, la rebeldía, los porquénos de otras maneras, como garantía de regular la falsa impresión de que estamos cambiando la sociedad, cuando en realidad, estamos haciendo todo lo posible por perpetuar sus deficiencias, para proteger a los que ya están en el machito, muy contentos.
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