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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las bacterias

Hay un juego infantil en el que los participantes eligen ser un animal y tienen que representar sus cualidades, comportándose como lo haría la criatura escogida. Casi todos los niños quieren ser águilas, tigres o leones. A veces, un infante instruído en ecología elige un animal raro, y suscita la envidia de los demás, al descubrirles virtudes desconocidas del bicho.

A nadie se le ocurriría elegir ser bacteria, pero es el organismo que tiene más posibilidades de adaptación y supervivencia. Conocemos solamente el 1% -dicen los eruditos, pero a saber- de las inmensas ramas en las que florece ese escalón del reino animal que constituyen los seres vivos agrupados como Procaria, en el que militan junto a las moreras. Tendría cerca de 1 millón de especies, de las que -nuevamente el 1%, cifra mágica- serían causantes de enfermedades a los seres humanos. Ya sabemos seguro es que están en todas partes, y hacen cosas que ninguna otra criatura hubiera soñado jamás, fundamentalmente beneficiosas.

Ultimamente, estamos dando demasiado trabajo a las bacterias y puede que se estén cansando de nosotros, la especie humana. Hace quinientos años, por ejemplo, la actividad de las bacterias era suficiente para depurar los residuos que provocaban nuestros ancestros; ahora, les es imposible hacer esa labor solas, y necesitan ayuda química para llevarla a cabo.

Otra pincelada: su presencia en el fondo marino, evita que el metano aflore a la superficie, lo que provocaría la inmediata disolución de todas las dudas respecto al cambio climático, que se produciría de inmediato.

Ni siquiera hace falta elegir ser bacteria, en el juego de la verdad de la existencia. De mayores, todos seremos bacterias. James Lovelock, el padre de la Teoría de Gaya (un guiño filosófico hacia Nietzche, por lo demás)  tiene, al respecto, una idea al respecto: cuando la especie humana desaparezca, estos microorganismos lo celebrarán con una fiesta, a su manera, por todo lo que les hemos venido importunando.

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