Sobre la relación entre la minería y los petardos
Los estudiantes de ingeniería de minas en Madrid, están festejando estos días a su Patrona, Santa Bárbara, lanzando petardos en el patio de su Escuela, que está situada en Ríos Rosas; es decir, en el centro de la capital de España.
Esta celebración ruidosa de la conmemoración de una santa ahora inexistente -y no porque esté difunta, sino porque nunca existió, según se ha probado por quienes saben de eso- viene siendo protestada por los vecinos, y recogida puntualmente por los periódicos locales.
Los estudiantes -habrá que buscar a los culpables de la mascletá exclusivamente entre los varones, ya que no somos capaces de imaginarnos a las futuras ingenieras dándole al petardo, lo que en absoluto supone una descalificación, sino un elogio- dicen que no hacen daño a nadie, que es una tradicíón de la centenaria Escuela. Los habitantes de las casas próximas argumentan, con más razón, que no tienen ninguna obligación de aguantar el estruendo.
Sean cuantos sean, y ya admitido que se encuentran en franca minoría, esos bullangueros estudiantes de minas en Madrid parecen estar, por lo demás, bastante desfasados respecto a las aplicaciones de la carrera que cursan. Los ingenieros de la tierra, como les gustaría ser llamados a algunos miembros de esta profesión, están en muchos sitios, pero ya pocos ejercen propiamente la minería y, dentro de ellos, pocos son los que utilizan explosivos y, desde luego, ninguno usa petardos.
Harían bien, por tanto, los estudiantes de ingeniero de minas en Madrid en revisar la forma en que festejan a su Patrona, consiguiendo que la sensatez se imponga, pues es virtud no hacer ruido cuando uno ha dado en hacer momentáneamente locuras y patochadas.
Pueden hacer concursos de canto minero -hermosos ejemplos dánse en todas las cuencas que en España han sido-, aplicarse en confeccionar tortillas de patata (modalidad, por supuesto, de las que resultan comestibles), reducir algo el CO2 equivalente de la atmósfera proponiendo que las clases sean diurnas o que los programas de estudios sean más concretos y transparentes (por ejemplo), o, incluso, pueden dedicar los días libres que se les conceden por su santa Patrona imaginaria -pero aún susceptible de levantar devoción y, por tanto, hacer milagros- a repasar las asignaturas más difíciles, preparando los exámenes de diciembre-enero, si es que aún existen tales cosas.
¿O es que ya no hace falta estudiar mucho -casi tanto como para llegar a ser un padre de la Iglesia (es un decir) para que le den a uno el título de ingeniero de minas? ¿De dónde sacan su dinero estos "modernos" para los petardos? ¿Vendiendo pinos?
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