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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Entre ojos que no ven y corazones que no sienten

El dicho popular expresa que "ojos que no ven, corazón que no siente", y seguramente tenía su justificación en tiempos en donde no existían las telecomunicaciones. Ahora, con los nuevos adelantos, nos hemos ejercitado en ver y no sentir; precisamos: cuando lo que vemos afecta a los demás, no a nosotros.

La cuestión de la vinculación entre la vista y los sentimientos podría dar bastante juego, pero queremos referirnos hoy a la convergencia final, por sus resultados -la impasibilidad, la ineficacia- tanto de los que no quieren ver la naturaleza de la situación en la que nos encontramos, como la de quienes no sienten sus efectos,  salvaguardados de ella por diversos motivos.

¿No tiene el lector la desagradable sensación, de que la crisis avanza entre ojos ciegos y espíritus apáticos? Como un pordiosero que recorriera el vagón de metro con su hucha en la mano, unos miran hacia otra parte, fingiendo no ver, y otros miran fijamente, sin llevarse la mano a la cartera, esperando que pase.

Pero por mucho que deseemos que la crisis se baje en la próxima estación, persiste en viajar en nuestro mismo tren. Algo hay que hacer.

A los ojos que no ven: tenemos una alta tasa de economía sumergida (trabajadores sin contrato laboral; pagos sin factura; compraventas parcialmente en B; dinero circulando de la prostitución y de la droga; etc.); una insuficiente inspección fiscal (¿de dónde surge el dinero para tantos chalets de lujo, segundas residencias, altos niveles de vida, vehículos de alta gama, viajes de recreo; etc.?);  la enseñanza pública está desconectada de las necesidades de mercado y desmotivados profesores y alumnos; la enseñanza privada se ha convertido en un reducto para la reproducción de privilegiados; el consumo se ha retringido más de lo necesario, por miedo a que la recesión continúe, faltando líderes que inspiren confianza y tengan credibilidad; la Administración debe demasiado dinero a empresas y, sobre todo, a pymes y autónomos, y ha alimentado una gestión de descontrol, cuando no de despilfarro; hace falta información fidedigna desde la Administración, y desde los sectores empresariales, respecto a necesidades y oportunidades de inversión; etc.

A los corazones que no sienten: carece de justificación que algunos beneficios empresariales crezcan en una situación de crisis; los empresarios de los grandes grupos no se sienten comprometidos con el desarrollo del país ni con la creación de empleo ("la creación de valor para el accionista" es un juego de desfachatez cuando olvida la responsabilidad social de la empresa); los sindicatos deben prestar especial atención a los parados, no a sus afiliados, apoyando la creación de empleo con colaboración con los demás agentes, no con reinvindicaciones improcedentes y huelgas salvajes; una cosa es estar indignado y otra muy distinta ser un insensato; hay mucha gente que lo está pasando muy mal y que no debe confudirse con los que dicen que lo están pasando mal, que son más y que, además, no suelen comprender a los primeros; etc.

No vamos a bajarnos en la próxima estación, desde luego. Tampoco podemos. ¡Ojos que no ven y corazones que no sienten, la responsabilidad es tremenda! (Y, por cierto, y aunque la tentación puede existir, no identificamos a los que no ven con la izquierda ni a los que no sienten con la derecha ideológicas; hace tiempo que no nos dejamos engañar por los mensajes)

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