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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Entre las cuentas de la lechera y las del tendero

Aunque no tenemos forma de investigar por nuestra cuenta cómo controlan los asuntos del dinero en las Administraciones Públicas, las entidades financieras y, en general, las grandes empresas, tenemos fundadas sospechas de que una parte no despreciable de las mismas actúan como lo haría cualquiera que no tuviera ni la más remota idea de una correcta contabilidad.

No lo hacen, por supuesto, por ignorancia, sino a sabiendas. Disponen de los instrumentos óptimos para ejercer el mejor control; emplean a especialistas, como producto de complejos y serios procesos de selección, y sus Balances, cuentas de resultados y anotaciones son revisadas concienzudamente por auditores, gestores, síndicos y otros expertos.

Todo este costoso procedimiento de supervisión no impide, sin embargo, que, en atención al falseamiento de la verdad, los procedimientos técnicos se subordinen a dos filosofías extra-académicas: las previsiones de futuro según las cuentas de la lechera y los registros contables según el entendimiento del tendero. (1)

La historia reciente nos confirma estas suposiciones, que podrían haberse juzgado arriesgadas e irreverentes. De otra forma, no resulta explicable que, a finales de octubre de 2011, el Ministerio de Economía alemán reconociera haber cometido un error de 55.000 millones de euros en la contabilidad del Banco FMS Wertmanagement, creado para trasladar a él los activos tóxicos del Hypo Real State, una de las entidades hipotecarias nacionalizadas como consecuencia de la crisis.

Más o menos por las mismas fechas, los "líderes de la Unión Europea" se decidieron, después de arduas discusiones mantenidas entre abrazos y canapés, a perdonar la mitad de la deuda que el Estado griego mantenía con los Bancos de la zona euro, -en cifras: 100.000 millones de euros volatilizados-, admitiendo que, por mucho que se apretaran los cinturones, los griegos nunca podrían pagarla.

Todo fue consecuencia, por los síntomas, de la aplicación desmesurada de la filosofía del tendero. Cuando Georges Papandreu a finales de 2009 fue elegido presidente de Grecia, con un programa muy atractivo que prometía eliminar la mayor parte de los impuestos, trabajaba con información errónea: la que le proporcionaba la contabilidad oficial y su propio equipo de funcionarios adictos.

El país no era rico, sino pobre como las ratas y estaba endeudado a límites insoportables. Una vez que miró con otros ojos los papeles que le habría dejado su antecesor (a los que no tuvo más remedio que añadir las exigencias de pago de salarios de funcionarios y acreedores de los organismos públicos que aporreaban las puertas de caoba del despacho), descubrió que el déficit del país no era de un razonable 3,7% sino que ascendía a un escandaloso 12,5%. Unos 27.000 Millones de euros más de lo que el mundo creía, nacidos como consecuencia de deudas, atenciones y compromisos ineludibles que la contabilidad oficial había ocultado cuidadosamente, tal vez con el propósito incalificable de no alarmar a los confiados colegas comunitarios, que habían venido integrando aplicadamente, sin dudar de su verosimilitud, las cifras inventadas que les llegaban desde Grecia en las páginas del Eurostat.

A nuestra escala local, tampoco faltan ejemplos de cómo se han estado tergiversando las cifras contables, mezclando, según pareció conveniente a los que gestionan los dineros, las ideas de la lechera con las veleidades del tendero. Al decir más moderno de la Sindicatura de Cuentas de Castilla-La Mancha, la deuda real de esta Comunidad es ahora (un ahora relativo, pues los terrenos del dinero son, sorprendentemente, arenas movedizas cuando los que andan sobre ellas son pies ajenos) de 2.800  millones de euros.

La razón es siempre la misma: se habrían dejado de contabilizar o infravalorado o perdido facturas, créditos y deudas, con diversos artificios contables -el más simple, olvidarse de registrarlo-, pero, también, en este último caso, utilizando medios algo más sofisticados: uno de ellos, haber bloqueado parcialmente -y lo decimos con la boca pequeña por la evidente connotación delictiva, que deberá ser probada consecuentemente- el programa informático de gestión y contabilidad de la administración regional.

Por todas partes surgen, contagiados del fervor, amigos de la lechera y su filosofía. Según el Banco de España, a junio de 2011, los Bancos españoles acumulaban 176.000 millones de euros en activos inmobilarios de dudoso cobro, un 50% de la exposición total de la banca en el sector -que es el 11,4% del total de créditos concedidos-. Por supuesto, los seguidores de la filosofía de la del cántaro, estaban convencidos de que los deudores podrían apechugar con sus compromisos, a pesar de las burbujas, las nóminas infladas o los avalistas insolventes.

Pero algo más téngase por cierto: no se piense que la doctrina se aplica por igual a todo el mundo. Las alegrías para concesión de créditos para comprar vivienda de los últimos años contrastan poderosamente con las penalidades para justificar, con cinturón y tirantes, las garantías cuando se solicitaba a esas mismas entidades un crédito para montar un negocio...Si se concedía el préstamo por el bancario, lo era a un interés siempre bastante más alto que el que se solicitaba a las empresas de gran tamaño, cuya solvencia no se cuestionaba.

¿Cómo atreverse a ponerle condiciones a un amigo íntimo de quién sabe qué mandamás, cómo osar dudar de la credibilidad de un empresario de probidad acreditada con el que se ha coincidido en una montería o es socio del mismo club de golf? ¿Cómo creer que quien maneja un BMW descapotable y habita en un lujoso chalet haya construído su imperio con el barro de la mentira contable de valorar la leche al precio del platino?

Suponemos que ejércitos de contables independientes estarán trabajando arduamente por poner en orden ese maremágnum en que otros colegas, condicionados y hasta incluso prendados por las ideas de tenderos y lecheras, inspiradores de las ideas de sus jefes, han confundido certezas, incertidumbres, probabilidades, deseos y mentiras.

¿Saldremos de ésta? ¿Con qué pelos? ¿A costa de quiénes? No dudemos en ésto: de los que no han falseado jamás ninguna cuenta, adictos a la ética y a la verdad de las cuentas realizadas como mandan los cánones de los Planes Contables.

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(1) Es decir, atender a lo que se tiene en la caja, sin considerar ni amortizaciones, ni costes del oportunidad, ni deudas aplazadas, etc.

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