Actividades generadoras de empleo
Hace ya meses que los sectarios del ambiente como generador de empleo y riqueza se han callado la boca -era de esperar: conservar la naturaleza es objetivo de ricos y ahora lo que nos pesan son las deudas- y esta calma relativa me permite realizar algunas consideraciones -por lo demás, casi triviales- sobre los sectores que generan empleo en nuestra actual estructura socio-económica.
Perogrullo podría afirmar que las actividades que más empleo generan son aquellas que precisan mayor aportación de mano de obra por unidad producida o servicio prestado. Si no tomamos en cuenta la calidad del trabajo ni la cuantía de su remuneración, trabajos que no precisan ninguna cualificación profesional, o muy escasa, serían los idóneos para crear rápidamente empleo: servicio doméstico, peón caminero, ayudante de camarero o de cocina, vigilante, portero, albañil, etc.
No pretendo, ni mucho menos, hacer ver que infravaloro estos oficios, sino que la formación precisa para cumplir con el cometido razonablemente bien no es muy alta (Claro que, para hacerlo muy bien, será necesaria experiencia, dedicación, voluntad para ello, etc.).
Supongo que no descubro nada que pueda escandalizar si afirmo que, en las épocas de mayor bonanza del pasado, muchos de estos oficios estaban remunerados al nivel de subsistencia -y, si nos desplazamos algo más allá en el tiempo, incluso prácticamente todos los oficios manuales y una parte de los intelectuales, también-por lo que sus realizadores apenas si tenían para malvivir; una familia acomodada podía permitirse tener uno o varios de esos criados o ayudantes, incluso: sirvientas, chófer, jardinero, guardés, etc.
Las empresas y sus directivos, por su parte, podían estimular la productividad ofreciendo incentivos, estimulando el trabajo a destajo y -lo que era más importante- calcular con mucha exactitud el coste de la mano de obra en relación con el precio de venta del producto, cuidando su rentabilidad.
Cuando la presión reivindicativa de algunos de los trabajadores manuales, organizados en sindicatos, incrementó sus salarios (junto a la adquisición de otras ventajas, todas o casi todas, justas) se produjo un fenómeno distorsionador, que tuvo varias corrientes paralelas: ciertos trabajos de lo que ellos hacían resultaron mejor remunerados y se mantuvieron -al menos, durante cierto tiempo, hasta que la presión de los mercados, obligó a cerrar sus empresas, por falta de competitividad frente al exterior, que no pudo compensarse con la mejora técnica-; otros, se perdieron para siempre o pasaron a ser realizados incluso sin remuneración; y, en fin, algunos más pasaron a ser cubiertos por un nuevo lumpen, los inmigrantes de países en desarrollo.
(continuará)
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