Para los que importa
No tengo dudas de que la preocupación más importante de los ministros económicos (Montoro y Guindos) del Gobierno de Rajoy es colocar la deuda soberana al menor coste.
Ese objetivo, aunque se empleen otros términos de la escuela monetarista, es el mismo que el que reflejan muchas de las expresiones que atemorizan nuestros convulsos ánimos: "hay que conseguir calmar a los mercados", debemos mejorar la "imagen en los medios internacionales", tenemos que "cumplir los compromisos frente a Bruselas", es imprescindible "defender nuestra credibilidad internacional", etc.
Si se consigue que los que lo tienen nos presten el dinero con bajos intereses, los estudiosos de la economía recreativa están seguros de que se atraerán inversores que se sentirán cómodos con la rentabilidad que nuestro pequeño país pueda proporcionarles en el futuro.
Fieles al cumplimiento de ese objetivo del que hacen depender, los que saben de números, la satisfacción de otros más subterráneos, los ministros económicos han concedido sendas entrevistas al Finantial Times, -tanto en su versión británica como alemana- en la que cuentan, a quienes no van a padecerlas pero se confía en que puedan disfrutarlas, las medidas que están imponiendo y están dispuestos a intensificar en España.
Entiendo -que no comparto- el propósito de manifestar que se ejercerá todo el poder de la Administración del Estado (el que sea, si bien me temo que de insuficiente entidad) para que las autonomías no gasten ni un céntimo que no hayan ingresado antes en sus cajas, y se anuncien nuevas levas a los particulares de más músculo para que contribuyan a la batalla por la credibilidad, y hasta puedo admitir la consistencia de que todo el mundo se apriete ahora como pueda las ganas de hacer cosas hasta que los de arriba estén seguros de poder devolver lo que se debe a unas incoherentes entidades financieras que hace un par de días nos animaban a consumir sin tasa, aduciendo que ya habría tiempo para arreglar las cuentas.
Lo que no puedo asimilar bien es a qué se espera para explicarnos a los administrados cuál es la exacta "hoja de ruta" que nos conducirá a la solución final, en este juego de la oca -que pierdo porque me toca- de medidas puramente restrictivas en el que lo único que vamos advirtiendo claramente es que a los que nos cocemos en la olla se nos aumenta el fuego y se arrojan al guiso más patatas, oyendo como respuesta a nuestros chillidos el que todo se hace por nuestro bien, mientras los que están fuera, calibrando según sospechamos, la ternura de nuestras carnes, no cesan de decir que aún hay que darnos un par de vueltas más para que el mejunge resulte más apetitoso.
Si es todo un chiste malo, que nos saquen de inmediato, quienes corresponda, del puchero, que ya se han reido bastante a nuestro coste. Y si la cosa va en serio, que nos corten primero las cabezas en vez de darnos en ellas continuamente con el cazo para que no las levantemos.
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