Sobre intangibles e invisibles
Llamamos economía sumergida a una parte del conjunto de transacciones que se realizan al margen de los mercados oficiales. Los resultados de esa actividad no se reflejan, por tanto, en las contabilidades que se presentan a la inspección pública, pero forman parte del juego de generación y consumo de bienes y servicios.
Las épocas de crisis son propicias a la proliferación de ese fenómeno y a profundizar en las fórmulas que sustentan el autoconsumo, el trueque no dinerario, el cobro en dinero B y, en general, la ocultación pública de la actividadad que se realiza o que nos realizan.
La economía sumergida no tiene que ver directamente con la utilización de recursos a los que no se da valor económico (por los motivos que sean), como puede ser -aunque ciertamente, cada vez menos, en los países en donde la mayoría de sus habitantes están más concienciados ecológicamente- el aire, la biodiversidad en la naturaleza, el agua, etc,.
Desde hace ya décadas, se trata de inventar fórmulas para trasladar a las contabilidades oficiales el uso de estas externalidades, bien por la vía de tasas, cánones y, por supuesto, multas. Se avanza muy lentamente, por la resistencia de los sectores empresariales y laborales afectados, y por la gran diversidad de sensibilidades y legislaciones existentes en el Planeta.
Como no existe valor en el mercado para estos intangibles, sino que su coste proviene de decisiones oficiales, las empresas -cuyo objetivo, que se conozca, sigue siendo la máxima rentabilidad y el máximo beneficio- inventan fórmulas para escabullirse, en constante tensión entre la diligencia de los funcionarios, las dotaciones inspectoras, la sensibilidad ciudadana, la imaginación, el coste de las medidas alternativas, la descentralización a países más permisivos, etc.
Junto a los intangibles, están los invisibles, seres humanos a los que se paga bajo cuerda legal -menos de lo que sería oficial- o, sencillamente, no se les paga, porque su trabajo está reconocido a priori como de factura gratis et amore; entre los primeros, se observa el creciente número de extranjeros empleados en las obras de reforma de edificios y viviendas (particulares o no), o haciendo trabajillos y reparaciones aquí y allá -de carreteras, jardinería, mensajería, guardería, comercio, etc-; entre los segundos, se encuentran amas y amos de casa, agricultores sobrevenidos, cuidadores de bebés y ancianos, educadores de niños y adultos, empleados domésticos, de restauración y de abacerías, etc.
Los que se asombran de lo obvio se preguntan cómo es posible que nuestra sociedad española soporte un 20% de paro sin manifestaciones permanentes. No hay estudios, simplemente, elucubraciones. La nuestra es que se está moviendo una economía sumergida que, además de su propia dinámica tradicional, echa mano de los ahorros, de la evasión de impuestos (¡ay, el iva!), de los intangibles y de los invisibles.
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