Una mirada crítica al pecio de la economía sumergida
El afloramiento total o parcial de la llamada "economía sumergida" (1) -conjunto de operaciones que se realizan sin transparencia fiscal- ocupa, periódicamente, el interés ciudadano, asociándose, en muchos círculos, a la pérdida de oportunidades de empleo y creación de riqueza.
Me parece que deberían ponerse de manifiesto algunos aspectos que se ocultan o ignorar, para entender que la muy vituperada economía sumergida tiene efectos beneficiosos y, como se podría vislumbrar, no es, en absoluto, tan opaca como la gente cree.
En primer lugar, me conviene precisar que distingo entre las transacciones de naturaleza presuntamente económica en la que existe comprador, que aportará dinero a cambio de un bien o servicio, de aquellas otras en las que se produce simplemente un trueque entre bienes o servicios, sin mediación de dinero. Una inmensa mayoría de las operaciones que no suponen traslado de moneda entre particulares y una parte no despreciable de las que realizan las entidades con ellos corresponden a economía sumergida, al carecer de reflejo contable alguno.
Tampoco quisiera referirme aquí a las operaciones con objeto ilegal o aquellas otras que, siendo el objeto legal, pretenden el blanqueo de dinero obtenido por operaciones que no lo son. Descarto todas aquellas situaciones en las que uno o ambos sujetos de la transacción o servicio intercambian bienes ilícitos, en el sentido de éticamente reprochables.
Delimitado así el objeto de la economía sumergida, pregunto: ¿A quién perjudica el que una prestación de servicios sea intercambiada por otras de diferente entidad, o uno o varios bienes muebles, para los que no existe obligación de registro? ¿Quién es el que podría protestar de que las divisas obtenidas por el trabajo en el extranjero sean afloradas en moneda del país que se ha elegido como residencia y dedicadas a compra de inmuebles, pago de servicios, o creación o ampliación de empresas?
Creo que deberíamos analizar, sin ideas preconcebidas, los pros y contras de la economía sumergida: al fin y al cabo, el pecio existe, ha existido y existirá; es parte sustancial de la creación de empleo y, sí, de riqueza, de un país. Y, aunque las operaciones se sustraigan al control de la Administración del Estado, no hace falta confesarse ácrata para haber adquirido, por la experiencia, una incuestionable desconfianza en la eficacia plena de los gobernantes para decidir qué es lo mejor que podría hacerse con los dineros que les pagamos como tasas, impuestos y otras exacciones.
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(1) En este blog he dedicado varios comentarios al tema de la economía sumergida. He aquí algunos:
1. Sobre intangibles e invisibles, el 11 de enero de 2011
2. Entre crear empleo o subvencionar al parado, el 10 de noviembre de 2011
3. Entre ojos que no ven y corazones que no sienten, el 8 de septiembre de 2011
4. Hacia un nuevo modelo económico, pero ¿cuál? , el 19 de febrero de 2011
5. Sobre la inmigración ilegal y algunas consecuencias, el 22 de octubre de 2007
6. Sobre la acumulación de cargos, el 21 de abril de 2010
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