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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Ambiente

Sobre la sostenibilidad ambiental en la crisis económica

Resulta tan interesante sociológicamente como demoledor en lo pragmático, ver los esfuerzos de los líderes mundiales para convencer al personal de que (lo peor de) la crisis ha pasado.

La postura es asimilable a la de quien, depués de un terremoto, sale a la calle gritando que "lo peor está solucionado", avanzando entre cadáveres, casas derruídas, tuberías cortadas y campos agostados.

No, lo peor no ha pasado. Y eso, por, al menos, tres razones:

a) No se ha puesto en pie ningún nuevo modelo, porque no se ha hecho una reflexión acerca de las razones que han hecho caer, y no solo tambalearse, el existente. Se ha echado la mayor parte de la culpa a la burbuja inmobiliaria y a la especulación sin base material (hedge funds), pero no se ha analizado que el problema de esta sociedad es ético: falta de valores, de solidaridad, de honestidad con los demás.

b) Los anteriores dominadores de la situación han vuelto a ocupar sus puestos. Primero, con cierto recelo y prudencia, por si se les echaba con cajas destempladas. Ahora, desvergonzadamente. Ellos no han tenido la culpa del problema. Hemos sido todos y, particularmente, las familias, con sus desmesurada afición a enriquecerse. Paradojas.

c) El conflicto entre el desarrollo insostenible y el mantenimiento ambiental no solamente no ha sido resuelto, sino que sigue rellenándose de falacias. Basta mirar alrededor con ojos sanos para advertir que nuestro desarrollo se ha comido los recursos naturales sin reemplazo posible, y que el ambiente ha sido profundamente modificado, a peor. Podemos admitir que era necesario, pero el debate que hubiera permitido extraer esa conclusión, no ha sido realizado jamás.

Y a algunos -¿muchos?- nos gustaría seguir disfrutando de la naturaleza, no valoramos el lujo, apreciamos las ventajas tecnológicas pero, ante todo, en aquello que nos permiten compartir y, sobre todo, no nos moveremos de la convicción de que los intereses particulares no deben apoyarse pensando que así se favorece a los intereses generales. Habrá de ser al revés, siempre al revés.  

Sobre los peligros de abandonar la energía nuclear en España

La negativa del gobierno de Rodríguez Zapatero para autorizar por 10 años el funcionamiento de la central nuclear de Santa María de Garoña, en contra del dictamen del Consejo de Seguridad Nuclear, de la mayoría de las opiniones técnicas consultadas y de los criterios seguidos por los países más avanzados que España en esta y otras materias, abre un panorama de peligros que es conveniente abordar.

La razón fundamental para ordenar el cierre de la central de Garoña en 2013  (ITC/1785/2009 del MITYC)ha sido el cumplimiento del programa electoral del PSOE. En él se indicaba que las centrales nucleares se cerrarían al terminar su vida útil, concepto temporal de límites precisos que los ingenieros empleamos para expresar la garantía del período mínimo de prestaciones exigidas en el proyecto.

Aunque es evidente que el PSOE no ha podido cumplir con una buena parte de las promesas electorales, el anclaje en este compromiso relativo a la energía nuclear, ha debido ser visto como un elemento clave para contentar a la mayoría de los futuros votantes. Votantes potenciales a los que se atribuye la obstinación de no dejarse influir por argumentos técnicos ni económicos, y una capacidad muy elevada para cerrar los ojos ante los riesgos del futuro, amparándose en la percepción de que lo que no se conoce tiene que ser malo por definición.

Las autorizaciones de explotación de las centrales españolas vencen en un corto plazo, y todas, menos una (Trillo), dentro de la actual legislatura. Se puede entender, por tanto, que las del centrales de Almaraz, Ascó, Cofrentes y las de Valdellós, recibirán órdenes de cierre definitivo en 2010 y 2011, y España deberá encontrar de inmediato la forma de sustituir la producción de energía que proporcionan las nucleares.

El Foro Nuclear viene expresando que el mix preferible para España debería pretender alcanzar el 90% de producción de energía primaria, a partes iguales, entre las energías renovables, los combustibles fósiles empleados en centrales de ciclo combinado y la energía nuclear. Para alcanzar este porcentaje, sería necesario mantener las centrales nucleares existentes e incorporar antes de 2030, 11.000 MW de potencia nuclear instalada, con una inversión directa de aproximadamente 35.000 Mill de euros.

Sobre la energía, el agua y el empleo

Hemos oído tantas veces el motto de que las nuevas tecnologías, la preocupación por el ambiente y las energías alternativas crean empleo, que resulta fatigoso explicarlo, una y otra vez. Las nuevas tecnologías jamás crean empleo. Nunca. Lo destruyen.

Así ha sido desde que el mundo es mundo. La invención de la rueda, dejó sin ocupación- ignoramos si remunerada, o no, aunque fuera con unos plátanos- a miles de porteadores de la recolección de grano, tubérculos y animales que proveerían a la tribu de su alimento, y que hasta entonces lo harían sobre sus costales.

Por no extendernos: la informática mandó a la calle a muchos administrativos, y la eliminación de las fichas perforadas a miles de diligentes perforistas, cuya función consistía en teclear en máquinas de escribir que habían agujeros en las fichas que alimentaban los díscolos ordenadores.

Similares destrozos, o mayores, en el empleo, hicieron los robots. las telecomunicaciones (ay, pobres carteros), los nuevos materiales (adiós a las despampanentes siderúrgicas, fin de la bendita oxidación de las chapas de automóvil que agujereaba los capós cada tres años y daba tanto trabajo a chapistas y laminadores. etc...

La mejora en la gestión del agua y de los residuos, por ejemplo, la sustitución de las fuentes clásicas de energía (tan interrelaciados) por otras como la solar, la eólica, o la biomasa, crean empleo si estamos dispuestos a pagarlo con adicionales desembolsos.

Lo más barato a corto plazo es contaminar ríos y mares, tirar los desperdicios ladera abajo y quemar lo que se tenga más a mano. Corregir lo mal hecho en el pasado, da empleo. Pero hay que pagarlo, y caro. Evitar que en el futuro tengamos que paliar nuestros excesos actuales, no genera exactamente empleo: genera trabajo, costes, preocupación. Hay que pagarlo.

Obliga a cambiar la mentalidad desde el amiquemeimporta o elquevengadetrasquearreee, por el yo voy a ahorrar energía, voy a no contaminar, voy a corregir en lo que pueda lo que otros han hecho mal.

Por lo tanto, cando nuestros políticos y sus voceros se llenan la boca diciendo que el medio ambiente genera empleo, debemos estar de acuerdo con el objetivo (mejorar la situación ambiental), pero preguntales directamente: ¿podemos pagárnoslo?¿por qué seguimos contaminando a tan buen ritmo? ¿cuántos nos gastamos en educar al ciudadano para que no contamine?

 

Sobre la evolución de la sostenibilidad en España

En la Universidad de Alcalá está instalado, desde 2005, el Observatorio de la Sostenibilidad de España (OSE), el invento de Domingo Jiménez Beltrán cuando se volvió de Bruselas al cesar como Director de la Agencia Europea del Medio Ambiente, y que dirige actualmente Luis Jiménez Herrero.

La propia entidad define como una de sus tareas fundamentales elaborar el Informe anual de la sostenibilidad. El último consta de 270 páginas y fue presentado en un acto presidido por Elena Espinosa, la Ministra de los Tres Medios.

Para evaluar los avances sobre el espinoso asunto de la sostenibilidad (no hemos querido hacer un juego de palabras forzado con el nombre de la Ministra), se han elegido 51 indicadores, tanto los básicos a nivel europeo, como otros inventados por el OSE.

Para qué engañarse: en la mayor parte de los indicadores, las cifras españolas no son mejores que la media europea (de la UE-15) o corresponden a un estado desfavorable (32 de ellos); 10 presentan un estado favorable, y el resto (9) resultan difíciles de evaluar.

Entre las buenas noticias, España ocupa un segundo lugar -después de Francia- en cuanto a esperanza de vida, aunque el período sin discapacidad está en la media europea, lo que quiere decir que tenemos que cuidar más tiempo de nuestros ancianos incapacitados, con mayores gastos asistenciales.

En consumo de energía, mantenemos una alta intensidad energética primaria, que ha crecido entre 1990-2006 un 3,8%, con el pie contrario respecto a la UE-25, que la ha reducido un 20% en el período. Nuestra dependencia energética fue del 81% en 2007 frente al 53,8% de la UE-27.

En fin: generamos más basura, la mandamos a vertedero con preferencia a la incineración, tenemos una peor utilización de los recursos, exceso de autovías y carreteras respecto al uso que se les da por los viajeros, una red ferroviaria escasa que utilizamos cada vez menos para transporte de mercancías y estamos entre los que contaminamos más en NOx y NH3.

La situación es crítica en emisiones de carbono equivalente, en  lo que respecta al cumplimiento de objetivos, pues desde 1990 las hemos incrementado un 56,1%, con 433,34 mill. de t de CO2 eq., solo superadas por Alemania, Reino Unido, Inglaterra y Francia. Hay que decir, sin embargo, que el compromiso de reducción fue, como sabe todo el mundo, mal negociado en su momento, pues, de cumplirse, sería un factor limitante a nuestro crecimiento.

En tratamiento de aguas, los datos de que dispone el OSE no parecen absolutamente coherentes con la realidad, por demasiado optimistas. La culpa, sin embargo, la tendría el INE, de donde toma las fuentes. Las cifras de 2006 indicarían que se trataban 13,7 Hm3/día, de las que el 30% corresponden a las comunidades de Madrid y Barcelona, un porcentaje prácticamente idéntico al de su población relativo al total español.

Somos pobres, pero nos gastamos mucho dinero en protección ambiental. Tenemos la mayor proporción de terreno protegido. El 28% de la superficie española forma parte de la Red Natura, y un 23,4% de nuestro territorio tiene la mayor protección LIC de la UE-27.

Somos pirómanos, pero hemos bajado el rendimiento. Ocupábamos el primer lugar en superficie quemada hasta 1989, para descender al tercer puesto, detrás de Italia y Grecia, con unas 100.000 Ha respecto a un total de 600.000 Ha quemadas en los cinco estados mediterráneos (Portugal, España, Francia, Italia, Grecia). Francia, prácticamente, no hace ninguna aportación a este grupo de incendiarios.

Por finalizar este rápido análisis de un Informe valioso, para entender la realidad de nuestros comportamientos ecológicos, recogemos aquí la alta densidad de superficies edificadas en la franja de 10 km respecto a la costa.

Esa "artificialización" de la costa (el palabro es del informe) ha aumentado entre 1990 y 2000 un 18% anual, frente al 12% europeo, con especial deterioro en Alicante, Valencia, Castellón y las Islas Baleares, que superaron el 30%. El Informe propone realizar un análisis detallado de la franja litoral de los 500 m y ampliar la zona de evaluación a los 20 km.

Seguro que en ambos indicadores, España mantendrá una posición de primacía.

Hemos felicitado a Luis Jiménez por el trabajo hecho. La ministra Espinosa quiso vender algo de optimismo y anunció que algunos indicadores (gracias a la crisis) habían mejorado. Si no nos consolamos, no será porque no queremos.

Sobre bomberos y fuegos

Javier Sanz Asenjo, arquitecto, es el Jefe del Cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid. Como persona sensata, está "preocupado por el batiburrillo de normativas, responsabilidades y competencias" que le legislación atribuye a los bomberos.

Existe en Madrid la Ley 14/1994, por la que se regulan los servicios de prevención, extinción de incendios y salvamentos de la Comunidad, pero las interferencias, en varios casos, con la normativa estatal son confusas. Junto a ella, se encuentran los Reglamentos 2816/82, 1942/93, 2267/04, 314/2006, 393/07 y seguramente, otros.

Según expresó Sanz en su intervención en la Jornada Técnica sobre Prevención de Incendios (día 10 de junio de 2009) organizada por la Dirección de Industria, Energía y Minas, que coordina Carlos López Jimeno, "el fuego en Madrid no es ni rojo ni verde".

Y lo explicó: "En cada incendio, hay una problemática diferente". La colonización del bosque por viviendas, genera un peligro específico de incendio forestal, porque las urbanizaciones pueden provocar incendios específicos, distintos de los de quienes salen al monte a pasear e incumplen las normas.

Es preciso que los Planes de Protección Civil enseñen al ciudadano a la autoprotección, además de a la protección. "Desde hace años, sabemos que los vehículos tienen que salir del Parque con agua", porque se encontraron casos en que los hidrantes no funcionaban o no estaban conectados a la red.

No es raro, dijo Sanz, que cuando se personan los bomberos a apagar un incendio, se encuentren "un vigilante contratado el día antes", o que en la vivienda, o nos reciba alguien que da gritos, "no nos reciba nadie", para indicar dónde están los elementos peligrosos, las salidas, las tomas de agua, etc.

Añadimos nosotros: es necesario completar el inventario de todos los tráficos de mercancías peligrosas, de todos los depósitos de combustibles y comburentes, de todas las instalaciones -industriales y no (hospitales y clínicas, depósitos de particulres, etc) - y cómo se realiza la carga y descarga de los materiales peligrosos, a qué horas y en qué lugares.

Porque -esto no lo dijo Sanz- en aglomeraciones como Madrid corremos un riesgo permanente añadido. La normativa es prolija, en algunos aspectos insuficiente y, en demasiados casos, se incumple, y nadie lo vigila.

Sobre la aplicación perversa del método del coste del viaje

Para aquellos de nuestros lectores que no estén familiarizados con esta terminología, el llamado método del coste del viaje sirve para calcular el valor de un bien que carezca, intrínsecamente, de la posibilidad de obtener un precio de mercado, porque no se pueda regir, o no se deba regir, por las reglas de la oferta y la demanda.

Con la idea de hallar el "coste del viaje" se utiliza el recurso indirecto de sumar los costes que los usuarios del mismo están dispuestos a pagar o están ya pagando para disfrutarlo.

Uno de sus aplicaciones clásicas es la de servir de valoración de la imporancia relativa de los Parques naturales, de los Museos, o de las ciudades con valor histórico. Se calculan los precios del transporte y alojamiento en la zona de los diferentes usuarios potenciales o reales. Por eso se le llama método del coste del viaje. Cuanto de más lejos estén dispuestos a venir los visitantes, tanto más valor indirecto tendrá el bien natural.

Nos parece que el método del coste del viaje tendría aplicación también para calcular el valor indirecto de la Justicia, entendida como la aplicación jurisdiccional del derecho. Para no polemizar en exceso sobre el modelo, lo aplicaremos a la jurisdicción civil.

Existen unos cuantos parámetros que pueden ayudar a evaluar este indudable bien social que, aunque ejercido en forma de monopolio, se ofrece como un servicio a la ciudadanía. Un servicio necesario, por lo demás, en nuestro mundo interrelacional y beligerante.

Pueden medirse elementos cuantitativos, pero bastante inútiles para apreciar el "valor de la Justicia". Ni número de jueces por habitante, ni número de casos por juez, ni número de hojas de papel por rollo. Habrá que saber el coste del viaje de los justiciables; cuánto le cuesta al ciudadano obtener la justicia que pretende.

Cuanto más le cueste, peor es la Justicia. Es por lo que decidimos titular "aplicación perversa del método del coste del viaje" a este Comentario.

El primer elemento que pesa sobre el coste del viaje justiciero es la complejidad de los procesos y su duración. Habría de tener un efecto equivalente a la distancia al Parque. Si la media de resolución de un caso es de diez años, ponemos por caso, el valor disuasorio de este parámetro es muy alto, sirviendo de elemento de selección para la litigiosidad.

El segundo elemento, (y posiblemente, no el menor), perdónennos sus Señorías, es la relativa imprevisibilidad de los fallos, que supondría la necesidad de incorporar un coeficiente de aleatoreidad en la resolución de los procesos. Entre los factores que pesan sobre esta variable, igualmente disuasoria del viajero en el camino de la obtención de justicia, estarían la formación de los jueces, la facilidad de encontrar un abogado o bufete competente, el conocimiento material del lego en derecho -asesorado por el profesional, libre o acuciado por su economía de subsistencia- sobre la oportunidad de litigar, la subjetividad del ser humano que juzga, la suerte de que te toque un juzgado o el de enfrente en el reparto, el viento, la lluvia, el que sea viernes o lunes, etc.

El tercer elemento lo constituiría el poder litigador de los demandantes, entendido en términos económicos y fácticos. Las épocas de crisis favorecen, no tanto la litigiosidad, como se está diciendo, como el aprovechamiento perverso de la situación por los más débiles. Las empresas dirigidas por gentes menos escrupulosas, los grandes grupos o entidades, encuentran la ocasión propicia para litigar más, justamente cuando los demás lo están pasando peor.

Los abogados están de enhorabuena. Habrá más litigios, dimanantes en buena parte del incumplimiento de obligaciones, pero en otra, no sabemos si mayor o menor, de la utilización de un supuesto derecho de pernada legal por parte de quienes tienen más medios económicos para el viaje, y más capacidad de aguante para soportar las inclemencias del tiempo: varios años de duración del pleito, voluntad de seguir el proceso hasta las más altas instancias, contratación de los bufetes más solventes en demostrar su poderío argumental ante los representantes de la Justicia, etc.

En defintiva, somos de la opinión de que el coste del viaje del ciudadano español a la Justicia es muy alto. Demasiado alto. Y ello permite seleccionar, a pesar de la buena intención de la justicia gratuita, a los más resistentes para aguantar las inclemencias de ese trayecto que son, por supuesto, los que viajan con la comodidad de sentirse bien arropados y con un GPSS actualizado.

 

Sobre la gestión del agua de Avilés y, de paso, del mundo

Avilés es un pueblo de pescadores asturiano que fue transformado en una de las capitales mundiales de la contaminación siderúrgica en los cincuenta y que, actualmente, gracias a la reconversión del carbón y del acero, trata de recuperar una posición como ciudad apacible, con zonas peatonales en donde pasean los jubilados y algunas tiendas de modas que crearon los empleados de la Ensidesa para sus mujeres luchan por subsistir.

Avilés tiene un megaproyecto cultural que le regaló el arquitecto centenario Niemeyer, y que empieza a asomar como una bola del mundo, al otro lado de las vías de Feve, junto al paseo marítimo. Su casco antiguo es atractivo y sorprende con varios edificios con sabor a arquitectura académica de la que ya no se estudia en las Escuelas del ladrillo.

Pero el problema actual de los avilesinos es el agua. Los dos partidos mayoritarios se han puesto de acuerdo para privatizar la gestión de ese líquido que sirve para lavarse por las mañanas, y las fuerzas de la izquierda verdadera han puesto el grito en el cielo -con vehículos provistos de altavoces- anunciando que a los avilesinos se les quiere privar de un bien que es de todos, y que hay que movilizarse frente al despojo.

El Presidente der la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, Jorge Marquínez, que está tomando medidas para cuando llegue el cambio climático a la región (si es que no le interpretaron mal en las declaraciones que aparecieron publicadas a principios de marzo de 2009), cifra en 600 millones de euros la inversión necesaria para el saneamiento. Haciendo la división que gusta tanto hacer en este pueblo ibérico, toca cada asturiano a 600 euros, que no es moco de pavo para época de crisis.

En fin, que como lo más sencillo es encontrar argumentos parciales cuando se aborda un problema complejo, los expertos que invitó IU de Avilés a un debate sobre la privatización del agua, han puesto sobre el tapete que los ayuntamientos utilizan la gestión del agua para pagar endeudamientos en otros sectores, o que el servicio público del abastecimiento es un derecho humano y que hay que ser transparentes como el líquido.

Filosofando, pues.

Sobre el agua y la economía

El 22 de marzo se celebra el Día Internacional del Agua (1). Es, por tanto, un momento adecuado para reflexionar sobre algunas de las cuestiones que afectan a este líquido que, más allá de los tópicos, ocupa un espacio central en nuestra economía.

La dispar distribución del agua dulce en la superficie terreste es la causa original de la desigualdad en los asentamientos de población, que se concentraron a las orillas de los ríos y lagos. El interés por la costa marítima, por el contrario, fue tardío: del mar venían las naves enemigas y, salvo para la obtención de la pesca, aquella inmensa cantidad de agua que no podía beberse, se mantuvo vista como un obstáculo, una muralla insalvable y hostil, durante muchos siglos.

Hoy, el agua limpia, susceptible de uso inmediato, es escasa. Y no está siempre donde la queremos o necesitamos. El avance científico-sanitario ha puesto de manifiesto que casi toda el agua que se encuentra en la naturaleza debe ser tratada para que podamos beberla sin problemas.

En realidad, no necesitamos mucha agua para vivir. Pero necesitamos cantidades inmensas de agua para la producción agrícola y para sostener las industrias. El agua ha tomado un especial valor como elemento de disfrute, y nuestras sociedades se han acercado masivamente al mar, en especial, allí donde luce el sol más que en otros lugares.

Aunque no necesitamos la misma calidad de agua para todos los usos, apenas si hemos iniciado el análisis de disociar calidad y cantidad.

También deberíamos debatir la cuestión de diferenciar entre el precio y el valor del agua. Desde la concepción voluntarista de que el agua es libre y gratuita, hemos llegado a imponer restricciones a su uso, medidas para recuperarla de la contaminación y, sobre todo, debatimos quién tiene derecho al agua, quién es el dueño del agua y, cuando la vende o entrega a otros, cómo se fija su precio.

Como consecuencia de la evolución respecto a las necesidades del agua, estamos hoy rodeados de guerras por el agua. Todos quieren disponer de ese líquido, que significa riqueza, y reclaman su derecho a gozar de él libremente, o con el menor precio posible. Como es un fluido y puede transportarse con facilidad, se defiende o discute la pertinencia de trasvases, embalses, presas, abducciones, etc.

No es sencillo tomar decisiones al respecto, porque son múltiples los factores que se interfieren y, como en todos los temas en los que hay intereses económicos y sociales, los argumentos se emplean con vehemencia. Se habla de solidaridad en relación con el agua, aunque deberíamos saber que, en este mundo fundamentalmente insolidario, quien defiende, buscando su beneficio, que se debe actuar solidariamente, generalmente está ocultando razones que le perjudicarían.

Estamos a favor de respetar, como principio general, los equilibrios naturales. Si, por razones económicas, sociales o de oportunidad, han de afectarse, debe hacerse desde una perspectiva absolutamente global, en la que los intereses en juego no deben ser juzgados por las partes, sino por el conjunto de la sociedad. Y, desde luego, el precio que ha de pagarse por el agua, ha de cubrir completamente su coste.

Si no fuera así, si algún sector del consumo gozara de precios subvencionados, habría de ser la sociedad, con la legislación correspondiente, la que determinara la cuantía de los apoyos económicos, vigilase su correcto destino y la rentabilidad que se está obteniendo con ellos.

Como no es así, las guerras del agua estánrepletas de la fantasía política del oportunismo, de la deslealtad frente al colectivo, de los más turbios intereses económicos.

Buen día, agua. Cuántas mentiras se dicen en tu nombre. Qué sencillo resulta ensuciar tu esencia, confundiendo derechos y deberes, oponiendo con la misma fuerza, argumentos hechos de verdades y falacias.

(1) El 22 de diciembre de 1992, con la resolución 47/193 , la Asamblea General de las Naciones Unidas, declaró que el Día Mundial del Agua se celebraría el 22 de marzo, a partir de 1993.

Sobre el gurumelo y las fiestas de primavera en Calañas

Sobre el gurumelo y las fiestas de primavera en Calañas

(Este artículo fue publicado el 8 de marzo de 2009 en este Cuaderno, pero, por razones desconocidas, no figuraba referenciado en Blogia, por lo que lo repetimos aquí)

La palabra grurumelo tal vez no signifique aún nada para muchos de los que lean este comentario, pero es uno de los ejes de desarrollo comarcal del Andévalo y la Sierra de Aracena.

Estamos hablando de la Amanita Ponderosa, una seta muy singular, que viene recogiéndose en la zona desde hace mucho tiempo y, desde hace no más de ocho o diez años, con la difusión de las inquietudes de esa "nueva cocina" que significa el retorno a los sabores y procedimientos de la cocina de la abuela, ha pasado a obtener un lugar de honor en los restaurantes de Huelva, de Badajoz y del Alentejo límitrofes, en una mancha que se extiende como el aceite.

Inolvidables platos que tienen como protagonista a ese cogumelo singular y que se preparan con la sencillez de lo que no necesita enmascararse para llamar la atención. Ceviche de gurumelos, sopa de gurumelos, revuelto de gurumelos y gambas, potaje de garbanzos con choco y gurumelos, liebre con gurumelos, etc. y que se pueden degustar, sobre todo en la temporada de recogida (es una seta de final de invierno y comienzo de primavera), en los restaurantes, bares y fondas de la zona.

La Asociación de Ingenieros de Montes y la Universidad de Huelva han organizado en torno al gurumelo unas Jornadas que se celebraron en el campus de la Rábida el día 6 de marzo de 2009, y que se completaron con una salida al campo, al día siguiente, en una mancha de jaras, cantuesos y encinas ubicada en las cercanías de Calañas. 

Luis Romero de la Osa, técnico, micólogo y aficionado gastrónomo, uno de los conferenciantes del día 6, habló sobre las setas de Huelva y, en particular, del gurumelo, ilustrando sobre la forma de diferenciar esta seta de su peligrosa prima mortal, la Amanita verna. Las dos setas nacen en primavera, tienen hábitats similares, pertenecen al mismo género fúngico y, cuando se recogen gurumelos en fase de huevo (lo que suele hacerse así, pues se entiende que es cuando están más sabrosos), resulta especialmente fácil confundirse.

La diferenciación visual ha de basarse en dos características: a) la amanita ponderosa -el gurumelo-, enrojece al tacto: es imprescindible, en absolutamente todos los gurumelos recogidos, realizar una incisión con la navaja o la uña, levantando un poco de la carne bajo la piel, y comprobar que, al poco tiempo, toma un color rosado o pardo. b) la amanita ponderosa huele a gurumelo. Más o menos, pero tiene un olor definido, peculiar, que no tiene sentido decir que es "olor a tierra", porque se encuentra en tierra, y, claro está, cuando se le descubre enterrado, huele siempre a tierra algo húmeda.

Otras características son menos claras: la parte inferior de la volva del gurumelo es más redondeada que la de la amanita verna, que tiende a terminar en forma picuda. Cuando se ha desarrollado, la diferenciación es ya sencilla, pues el gurumelo empardece en el sombrero, y la esporada tiñe de pardo rosáceo las láminas.

El Ayuntamiento de Calañas, apoyando la relanzada Asociación Micológica del Gurumelo, convocó para los días 7 y 8 su propia celebración de exaltación de las virtudes de esta seta.

Fue un acierto de ambos grupos de organizadores, que dieran continuidad y encaje a la información técnica, con una convocatoria popular a los calañeses, al abrigo de la amena charla del "maestro" Tomás Jarillo (bajo el título "Calañas y el gurumelo"),  arropado con el cante de varios fandangos dedicados a esta seta (interpretados por Gonzalo Clavero y Francisco José Jiménez).

El día 8 se celebró una fiesta campera popular, con degustación del gurumelo por varios miles de personas, y la presidencia satisfecha -cómo no- del alcalde calañés, Fernando Recio. La afluencia de público superó las previsiones más optimistas.

Los asistentes a las jornadas técnicas tuvieron ocasión de escuchar a algunos de los mejores micólogos de España y, desde luego, a los especialistas en los temas relacionados directamente con el gurumelo o, como en el caso del abogado soriano José Miguel García Asensio, ofreciendo una reflexión jurídica tan atractiva como fundamenta´da sobre la necesidad de regulación de los aprovechamientos micológicos.

Para no hacer más largo este comentario, nos referiremos a las restantes conferencias en los próximos días. Todas ellas, adelantamos, de gran nivel, confirmando el éxito organizativo de nuestro colega de montes y amigo, Rafael Ceballos, alma y artífice de las jornadas técnicas.

Sobre la responsabilidad ambiental y la crisis económica

Tenemos dos graves crisis instaladas en nuestra aldea global.

De una, es culpable el alegre comportamiento en las dos últimas centurias por parte de los países tecnológicamente más desarrollados, que basaron su crecimiento en la pirólisis de los combustibles fósiles.

De otra, es culpable el descontrol real enmascarado en un aparente rígido seguimiento de las transacciones y operaciones relacionadas con las perspectivas de generar riqueza en el futuro y que proporcionaron, especialmente a los países tecnológicamente más desarrollados, su bienestar presente (por supuesto, mayor bienestar cuanto más cerca se estuviera de la caldera en donde se cocía el desaguisado).

Las consecuencias de ambas actuaciones se estudian ya en las escuelas de negocios. El primer case study se relaciona con el aumento de concentración de ciertos gases en las capas altas de la atmósfera, cuyo efecto vaticinado sería el cambio brusco del clima de la Tierra, haciéndola inhabitable para los homínidos (entre otros), lo que tendrá lugar dentro de unos cincuenta años si no hacemos, según un par de miles de sabios, unas cuantas cosas imposibles. El aspecto menor de ese desastre anunciado es que la predicción del tiempo atmosférico se ha hecho mucho  más problemática, tanto, que hasta los más viejos del lugar dicen no recordar calores ni fríos tan intensos.

La otra crisis que tenemos por aquí es la económico-financiera, que fue certeramente descubierta cuando ya se había instalado firmemente a vivir entre nosotros. Ahora sabemos que en el ovario de nuestra economía (hija única, por lo demás)  no había solo una burbuja dispuesta a estallar, sino que nuestro modelo de desarrollo tenía muchas burbujas  simultáneas, y que aquella desvergonzada copulaba alegremente en el mercado con cualquiera que le hiciera tilín. Ha vuelto a casa y la hemos acogido con cariño, aunque no sabemos aún que hacer con sus frutos, algunos de ellos, puros engendros.

El presidente Barack Obama ha pronunciado, mientras Europa dormía su sueño europeo, un discurso de salvación nacional norteamericana. Leído entre líneas, pretende resolver los dos problemas simultáneamente y conseguir el apoyo de los senadores del partido republicano. Se basa en dar más confianza a los que ya la tienen depositada en él. Promete apoyo a las energías limpias, defender las mejoras sociales para los más necesitados, estimular la formación de los jóvenes, exigir austeridad en los más ricos, e inyectar puntualmente más billetes al mercado, todo con mayor control.

Por eso, nos ha reafirmado en la ilusión de que esto puede arreglarse. A los que creemos firmemente que todos somos iguales, que tenemos forzosamente que entendernos, que no hay justificación para explotar a los más necesitados, que cualquier problema tiene solución si trabajamos todos juntos, con criterios firmes, coherentes y en paz.

Wall Street y la mayoría de las Bolsas mundiales han reaccionado a la baja. No lo ven claro, parece.

(A nivel más local, los violentos sin ideas siguen aprovechándose de la falta de unidad de los demócratas y del miedo de los pacíficos.

Nuestro monstruo terrorista en el País Vasco ha colocado una bomba en la sede del partido que tiene las mejores opciones para formar un gobierno de coalición en las elecciones que se celebrarán el domingo, día 1 de marzo de 2009.

Emilio Gutiérrez (1) de Lazkao, que causó algunos desperfectos a una herriko taberna como represalia a haber perdido su casa en el atentado, ha tenido que marcharse de esa tierra desgraciada, amenazado de muerte por "fascista" por la erróneamente llamada izquierda abertzale, ya que no están a la izquierda de nada, sino únicamente por debajo de la dignidad humana.

Por cierto: ¿Por qué los periódicos hablan de Emilio G. como si fuera necesario proteger su identidad? ¿Ante quién, ante los que admiramos el coraje de su acción y nos preguntamos, por ejemplo, por qué la administración pública no asumió de inmediato la compensación económica de su vivienda, destrozada en el mismo atentado?

 

Sobre el ambiente como recurso en la crisis económica

Las preocupaciones ambientales son cosa de tiempos de bonanza; la legislación de protección al ambiente, existe hasta en el país más paupérrimo de la Tierra, pero se aplica -más o menos- cuando a la preocupación ciudadana por el deterioro se une la existencia de una policía efectiva que pueda obligar a los infractores a restituir lo dañado, siempre contando con la solvencia de éstos.

El medio ambiente es, en fin, uno de los escalones más débiles, que se rompe a la primera cuando empieza a faltar el dinero. Les entusiasma a los teóricos desde sus sitiales universitarios hablar del desarrollo sostenible, pero la "pata" del asiento económico es tan frágil, que frecuentemente está amañada con cuerdas y claveteada de urgencia, para que no se note tanto que se ha roto muchas veces.

La crisis económica implica austeridad, por la falta de medios, de la que padecen, ante todo, los que están más abajo en la pirámide económica. A ellos, la situación les obligará a ser más ahorrativos, prolongar la vida útil de las cosas, reciclar lo que sea posible, aprovechar mejor lo disponible.

No hay que estar atentos en esa dirección. Lo grave sería que, aprovechándose de la crisisis y del posible relajamiento de las medidas de control, diéramos un paso atrás en la recuperación de los ríos, en el tratamiento de las aguas industriales y urbanas, en el cuidado de los bosques, en la depuración de gases lanzados a la atmósfera, en el aislamiento térmico y acústico de edificios, etc.

Si utilizáramos el ambiente como recurso para tratar de paliar la crisis económica, dejaríamos, nuevamente, al descubierto, nuestras contradicciones respecto a las prioridades con que nos movemos. Algo que la sorna popular plasmó con contundencia: "El que venga detrás, que arree".

Sobre las centrales nucleares españolas y la inseguridad de su futuro

La imagen pública de las centrales nucleares es, sin duda, una de las más vulnerables de todos los ingenios producidos por el hombre. A la asociación de riesgo intrínseco, incluído el no resuelto tratamiento final de sus residuos de alta radiación, se une el riesgo extrínseco, derivado de un posible ataque terrorista.

La percepción de peligros respecto a las centrales está tan generalizada, que no hay ningún ciudadano que no tenga opinión al respecto. Están, por una parte, quienes opinan, algunos reconociendo su escasa formación específica pero otros desde insondables conocimientos técnicos, que la producción de energía con base nuclear es imprescindible, que las centrales gozan de sistemas de control exhaustivos que garantizan su seguridad y que los detractores de esa fuente energética son interesados, ilusos o ignorantes.

Enfrente, y formando un grupo también heterogéneo pero, cuando menos, igual de numeroso y, desde luego, mucho más simpático para el ciudadano medio, se encuentran quienes vaticinan, variando desde posiciones de ecologismo práctico a beligerancia apocalíptica, que deberíamos de prescindir de inmediato de esa fuente energética superflua y altamemente peligrosa.

Puede elucubrarse lo que se quiera en relación con las dos categorías de riesgo de percance nuclear y su probabilidad, pero lo cierto es que ambos son reales y que, por tanto, lo único que cabe hacer es plantearse si deseamos convivir con él y, si esto fuera así, tratar de reducir al mínimo su incidencia y efectos, estableciendo las medidas que estimemos como más oportunas, dentro de nuestras disponibilidades económicas y nuestra apreciación del nivel de riesgo.

La sensibilidad popular es tan fuerte que, en países como España, en donde no ha habido realmente debate nuclear, pues ya ETA se encargó de introducir sus condiciones seudoindependentistas con un atentado brutal en Lemóniz a principios de los setenta, incluso los partidarios de la energía nuclear centran sus argumentos en la necesidad de mantener las centrales nucleares existentes -de tecnología superada por los avances habidos en estas últimas décadas- que en erigir otras nuevas. 

Así las cosas, los titulares periodísticos no contribuyen a llevar calma al panorama, con manipulación e intoxicaciones permanentes. Para terminar 2008, El País indicaba el 31 de diciembre, que "La fiabilidad de las centrales nucleares españolas disminuyó drásticamente". 

Pocos de los lectores se habrán dado cuenta que esa fiabilidad se refería no a la seguridad de las centrales, sino al hecho de que, para garantizar la cada vez más alta exigencia de seguridad, se han aumentado las operaciones de mantenimiento y control, reduciendo el número de horas de funcionamiento. Es decir, la fiabilidad que se redujo es la que mide la disponibilidad operativa, no su seguridad.

La cuestión sigue siendo, en fin, cuánto deseamos pagar por tener la energía primaria suficiente para producir la electricidad que necesitamos, y el grado de autarquía que -solos o dentro del conjunto de la Unión Europea- del que queremos disfrutar. Si la energía nuclear ha de formar parte de nuestro mix energético, asumamos con todas las consecuencias su defensa.

Y si estamos por la labor de prescindir de ella porque no nos parece suficientemente fiable y segura -no importa que no sea a nivel estadístico, basta con que sea de forma intuitiva-, hagámoslo ya. Eso sí, después de calcular, muy cuidadosamente, cuánto nos va a costar nuestra independencia de la energía nuclear y en qué grado nos someteremos a la dependencia de otras fuentes energéticas, sin olvidarnos de evaluar en qué manos está la llave de las mismas.

(Hoy 2 de enero de 2009, por ejemplo, Gazprom ha anunciado que cortará el suministro de gas natural a Ucrania, porque no paga; pero a través de este territorio llega a la Unión Europea el 80% del gas que consume)

 

Sobre Lord Stern y el rollete ese del cambio climático

El salón de actos de la Fundación Rafael del Pino estaba lleno a rebosar. El conferenciante de honor, elegido para cerrar con broche de oro el ciclo de conferencias sobre el Cambio climático, era ni más ni menos que Lord Nicholas Stern, el director del Informe Stern, -ese Informe "así de gordo" (la frase es de María del Pino) que había encargado Mr. Blair hace ya siete años, con la intención de que le explicaran bien de qué iba la cosa-.

María del Pino (cada día más joven y más guapa) hizo la presentación del conferenciante y del final del ciclo, levantando un par de risas entre medias, cuando se percató que los auriculares para la traducción simultánea de Nicholas Stern no funcionaban  (debía de ser el único no bilingüe de la sala) y cuando le llamaron a ella por el móvil ("Nunca me pasa y me tiene que pasar hoy").

A la izquierda del conferenciante estaba la ministra del Medio Ambiente y otros medios, Elena Espinosa. La otrora directora del Puerto de Vigo iba a cerrar el acto. Amadeo Petitbó -el infatigable director del invento y duro controlador de coloquios-, en el otro extremo,  flanqueaba por su parte a las dos ilustres señoras. La expectación era máxima. Cráneos conocidos entre el auditorio, bellas melenas; chaquetas de pana y trajes de licra se mezclaban con outlets de Armani y delicias de Zara. Había promesa de un cóctel con picaditas de jamón (que se cumplió, claro).

Pero Nicholas Stern nos largó una más bien aburrida relación de obviedades. No se apoyó en medios informáticos ni leyó su conferencia, porque se sabe de memoria el mensaje, pero se le notaba bastante que empieza a vivir de eso, de contar su rollo, consciente de que, mientras los políticos discuten qué hacer primero, se puede traducir en algo de dinero ("perdonen que les hable en dólares, pero es la moneda con la que trabajamos en esto") la polémica entre fundamentalistas y voluntaristas del climate chage.

Su discurso se parecía más a un "Resumen ejecutivo" que a otra cosa. Confundiendo el grado de preparación académica del auditorio -a estas selectas convocatorias acude una representación de lo más granado de los interesados en cada tema- habló de lo que todo el mundo sabe, y, en consecuencia, no dió motivos para un titular llamativo. Defraudó.

Con prevención a dar cifras, -¿cómo pudo imaginarse que estaba justificado decir "Veo que Vds. en su mayoría no son economistas, peor para ustedes"?-, no se mojó cuando, ya en el coloquio, Carlos Espinosa de los Monteros le espetó que "¿por qué no es Vd. más incisivo en defender la energía nuclear?"-, porque "quiere mantenerse neutral respecto a todas las alternativas".

Repitió lo que saben aquí hasta los niños de cuna, pero nadie ha conseguido demostrar a los adultos con absoluto poder de convicción -"el coste de no hacer, es superior al de hacer, que andará entre el 1 y el 2% del pib-. Resaltó, eso sí, que las medidas han de ser globales, consensuadas y urgentes y que hemos avanzado mucho, y que Copenhage ha de ser un hito de cooperación similar al obtenido "después de la segunda guerra mundial". La solución, si existe, ha de combinar la solución a la crisis económica con la ambiental, y "un elemento positivo es que el Sr. Bush ya no estará" (risas).

Quizá fuera porque la teoría del cambio climático ya nos la sabemos todos. También pudiera ser porque, de tanto haber leído de los sucesivos Informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático acerca de los cataclismos que nos esperan, o, mejor, les esperan a nuestros hijos más longevos, ya estamos con  las manos puestas encima de la cabeza, esperando que llegue el Apocalipsis y nos coja confesados.

Tampoco ayuda que los detractores del asunto, ésos que dicen que le monde va de lui meme, o que la técnica siempre acude, o que con los mismos datos se puede llegar a conclusiones contrarias (esta frase genial es de María del Pino), hayan obtenido el refuerzo de un final de otoño localmente muy frío y de que, gracias a Dios y, en lo que corresponda, al segundo principio de la Termodinámica, las inundaciones, pedriscos, gotas frías y otras lindezas que la naturaleza nos hace con el agua no nos han afectado aún demasiado.

Pero nos afectarán si no hacemos algo, todos juntos. Y los países pobres están entre los nuevos convencidos. Los monzones han sido más fuertes y dañinos en estos años; India y China están, por ello y porque "hay muchos ingenieros en los ministerios",  por la labor de reducir también sus emisiones (Rafael Llamas le había introducido su cuña de que, en otro foro, un profesor de por allá le había espetado aquello de "ahora nos toca a nosotros", pero Stern no estaba por la labor de rebajar el otimismo: "En estos años, las percepciones han cambiado". Brasil es un ejemplo de planificación y concienciación ambiental. España es un modelo a seguir. Barak Obama es la esperanza del líder necesario para el mundo en crisis.

Hay, pues, razones para el optimismo. El cambio climático tiene, además, un indicador muy peculiar y fácil de seguir, que es el comportamiento del agua. Stern lo expresó así, más o menos: "Los fenómenos del cambio climático se van a traducir en fenómenos con el agua como protagonista".

Solo habrá, pues, que sentarse delante de casa y esperar a que el nivel del agua supere la ubicación del órgano que también nos sirve como olflato.

 

Sobre el desarrollo sostenible y otros cuentos chinos

La sostenibilidad es un concepto confuso. Se sostiene lo que no se modifica, y si lo que se ha modificado se desea recuperar, habrá que devolverlo al estado original.

Se habla de sostenibilidad social, económica y ambiental. Pero la experiencia nos ha venido a demostrar que lo económico se cae cuando menos se espera, porque los mercados no funcionan, y lo social camina hacia el sálvese quien pueda, cuando vienen mal dadas, aumentándose sin parar las diferencias entre los más ricos y los más pobres.

¿Y en lo ambiental?. Pongámonos serios. La sostenibilidad ambiental es un recurso generado básicamente para acallar las conciencias de los que contaminan. Por parte de los consumidores y beneficiarios más pudientes, dando por supuesto que no quieren disminuir su nivel de vida, se ha recurrido al subterfugio consolador de sus conciencias, apelando a su relativa buena disposición para pagar algo más de dinero por la misma cosa. A cambio de que se destine, al menos teóricamente, para que se corrija un porcentaje de lo que deterioran o les lleven lo más lejos posible el producto residual de sus disfrutes.

Pueden ponerse muchos ejemplos, pero para encontrar el modelo general de actuación no hay más que leer los informes de sostenibilidad de las grandes empresas o administraciones públicas, seguir las declaraciones grandilocuentes y pomposas de sus intencionalidades y, después, reconfortado o inquieto con tan sabios propósitos y brillantes resultados, asomarse a la ventana, bajar a la calle, acercarse al llamado campo. Y sacar consecuencias. Si el preocupado ambiental desea viajar, tanto mejor: así adquirirá una visión más global de las realidades de la sostenibilidad ambiental. 

A cada paso, encontraremos miles de ejemplos de lo que el ciudadano medio entiende, en la práctica, por respeto a la sostenibilidad: considerarse con derecho a creerse el amor del mundo, el único poblador con derecho a no respetar las normas. Véanse cómo se dejan abandonados los residuos, cualesquiera que sean, -colillas, pilas, escombros, bolsas de basura, electrodomésticos, autos, etc- en el sitio más inoportuno -junto a los ríos, en las acequias, en el bosque, en los párkings públicos, en los patios traseros, en los solares vacíos-.

Rige el principio de que "con tal de que nadie me vea o no haya quien me pueda reprochar por lo hago, tiraré mi inmundicia donde me peta; al fin y al cabo, ya pago bastantes impuestos". Es un principio, como se advertirá, propio de un mundo desarrollado, de nuestra civilización avanzada.

Por supuesto que el ciudadano de a pie no es el único, ni siquiera el principal contaminador, pero su actuación es un reflejo de las demás. Es trasladable, sin duda, como en un banco de pruebas sicológico, a las formas de comportamiento de los que dirigen o controlan las grandes empresas o los departamentos en los que se producen, en mayor o menor escala, sustancias contaminantes. Si no me ven, ¿para qué cuidar de mis desechos? ¡Con lo que cuesta!

Obviamente, en la mayor parte de las entidades existirán protocolos de actuación para eliminación de sus residuos y control de las emisiones. Casi con seguridad el núcleo central de las sustancias contaminantes, en muchas de ellas, será recogido y/o neutralizado. Las fotografías de sus centros de tratamiento hacen testimonio.

Pero eso no impide, sino que, por el contrario, parece que sirve de tapadera para que haya partes nada despreciables de esas sustancias que se escapen al control y que, incluso, esporádicamente, por algún fallo, se viertan a la atmósfera, al cauce público o al terreno; o se oculten a los ojos vigilantes.

No vamos a ser dramáticos, pero concentrar la contaminación tiene un peligro especial. Una depuradora de residuales de una ciudad centraliza en un punto, el de su ubicación, las aguas fecales y las contaminadas de, ¿cuántos?- doscientos mil, quinientos mil habitantes equivalentes. Los sistemas de alcantarillado garantizan que cualquier residuo lanzado a ellas acabará en la ETAR. Su eventual desarreglo producirá el que se vierta en el punto de salida una cantidad ingente, concentrada, de contaminantes.

Una incineradora de productos sanitarios llevará a un área concreta, la posibilidad de que, en un instante dado, miles de partículas de alto poder contaminante se difundan a la atmósfera.

Se pueden poner cientos de ejemplos de instalaciones de riesgo: plantas industriales, polígonos tecnológicos, balsas de decantación, etc., etc. En ellas, las medidas de control deben ser especialmente estrictas, y los procedimientos de almacenaje o tratamiento alternativo, en caso de fallo de la vía principal, detallados y rígidos.

Hay que poner el énfasis en dos direcciones principales:

a) la reducción de la contaminación en origen es la primera obligación del que contamina, la más sostenible, la más barata; todos somos contaminantes, y la sostenibilidad supone no contaminar, esencialmente.

y, b) en segundo lugar, tener en cuenta que el traslado de los productos contaminados fuera del lugar donde se producen, implica, no solo tener las instalaciones adecuadas, sino mantenerlas con garantía de su uso permanente y estar seguros de que podrán detectarse sus fallos, y arbitrarse de forma automática, las medidas alternativas eficaces para los casos en que éstos sucedan.

Otra cosas, serán cuentos chinos. Mejor o peor contados, pero cuentos chinos. Siempre será necesario mirar debajo de las alfombras y observar el comportamiento cuando se apagan las luces.

Sobre el turismo sostenible

La Novena edición del Conama (Congreso Nacional de Medio Ambiente) celebrado en Madrid esta semana, nos ha dado pié a recoger varios documentos y folletos.

Aunque la sostenibilidad anima a la virtualidad -juego de palabras para entendidos- el caso es que no conseguimos los seres humanos acostumbrarnos a manejar lo etéreo. Preferimos lo tangible, lo carnal a lo espiritual. La mayor parte de lo ofrecido en los estands de los patrocinadores eran memorias voluminosas, folletos de exhibición de sus logros en la sostenibilidad ambiental, protegidas con bolsas de papel o de plástico. acompañadas en su caso por cds incrustados en las solapas.

La pugna de lo intangible por salir a flote en un mundo real vale en todos los órdenes. Algunos de los foros convocados, en donde se repartían bolígrafos y libros de propaganda -sea el caso de FCC como ejemplo válido- contaban con gran asistencia, en tanto que otros, como el del trigésimo aniversario del CIDES (misteriosa institución, al parecer, para la mayoría), que lleva todo este tiempo tratando de aglutinar las actuaciones conjuntas de los ingenieros españoles desde el IIE (unas siglas igualmente misteriosas, seguramente), apenas si contaron con afluencia de públio.

Lo dicho sirve también para el turismo. Aunque el turismo sostenible verdadero tenga que ver con la virtualidad, es decir, con internet y las telecomunicaciones. Y bastante menos, con la visita a los lugares llamados turísticos, convertidos en destinos para privilegiados y que, llámese como se llame, y potencie lo que potencie, no es más que una forma organizada de agredir los espacios naturales.

El Manuel de turismo sosenible, Araucaria XXI, fundamentos y buenas prácticas, editado por el Ministerio de Medio Ambiente, da algunas pistas, no tanto sobre las buenas prácticas (que también) sino sobre lo difícil que es hacer turismo, es decir, incorporar conocimiento de los otros, sin quemar queroseno, contaminar espacios protegidos, fotografiar lo indecible para enorgullecerse de haber estado allí y, en fin, recorrer a uña de caballo turístico lo que la naturaleza y el hombre sencillo han conseguido, siempre a duras penas, hacer llegar hasta nosotros.

¿Para cuándo una feria virtual del Medio Ambiente? ¿Podrá ser el X Conama solamente virtual, para la mayor gloria del planeta y de los verdaderos ecologistas?

Sobre la sostenibilidad del carbón y su relación con la captación de CO2

En la película de buenos y malos de las fuentes energéticas, el carbón -hullas y lignitos- representa, para el ciudadano medio español, el papel de malo genuino. En el subconsciente colectivo se mezclan las visiones de las huelgas y tensiones provocadas por los mineros del carbón, allá en tiempos en los que el SOMA tenía fuerza movilizadora, con la idea de que quemar carbón es contaminante y poco rentable.

Así que el carbón está condenado de antemano. Error gravísimo en el panorama energético, pues no solamente constituye, por la cantidad de sus reservas, su coste muy estable, y la seguridad de suministro, un elemento imprescindible del miz energético, sino que las tecnologías para quemar carbón y para captar los gases de su combustión han avanzado de forma impresionante.

Y quedan muchos retos aún. En el Seminario sobre la Necesidad de una estrategia energética sostenible, convocado por la Asociación de ex-Diputados y ex-Senadores de las Cortes Generales los días 13 y 14 de noviembre (en colaboración con el Consejo Superior de Ingenieros de Minas), el carbón tuvo su sitio en el debate, de la mano del ponente Juan Carlos Ballesteros, subdirector de investigación de Endesa Generación. Habló, entre otras cosas, de la captación yl almacenamiento del CO2 que ligó, acertadamente, con la sostenibilidad del carbón.

Porque es evidente que si los productos de la combustión se tratan y reciclan o el CO2 producido se almacena de forma permanente de manera que no pueda contaminar la atmósfera, el resultado de la generación de energía a partir del carbón puede ser sostenible.

España está dedicando esfuerzos importantes a la detección de zonas de almacenamiento estables geológicamente, que deben cumplir condiciones muy estrictas,  ya que la garantía de estabilidad ha de ser permanente, pues el gas con efecto invernadero no ha de volver a la atmósfera "jamás".

A nosotros nos parece que el carbón debe tener su oportunidad igualmente en otra dirección: el estudio sistemático de las posibilidades de neutralización química del CO2 y los gases de efecto equivalente producidos por su combustión. Todo menos dejar al carbón condenado a ser el feo de la película, solamente porque, inconscientes, queremos renunciar a su pasado, que es el nuestro, para no culpar a los guaperas del relato, los medios de transporte y, en especial, los vehículos privados, cuya capacidad destructiva manejamos inconscientemente con nuestras propias manos.

Sobre el negocio ambiental de los alpechines

La legislación ambiental, consecuencia de la preocupación por no deteriorar aún más la naturaleza, ha generado extraños compañeros de cama. Uno de ellos, sin duda, es el llamado negocio ambiental realizado con los residuos peligrosos o altamente contaminantes.

En principio, todos entenderían que un residuo no tiene valor alguno, sino que es un demérito, una penalidad del proceso. Su tratamiento significará un coste que será una externalidad que gravará el precio del producto que se entregará al mercado.

Sucede, sin embargo, que existen comercios paralelos que introducen variables especiales que conceden un valor a los residuos, por lo que existe una competencia para conseguir aplicarlos a otros procesos, bonificándolos. ¿Complicado? Situémonos, por ejemplo, en el mercado de bonos de carbono, que da un valor a la tonelada de carbono equivalente, valor que fluctúa según la demanda de las empresas contaminantes que no estén cumpliendo los objetivos que les ha marcado el Tratado de Kyoto.

Puede suceder, por tanto, que un material altamente contaminante, como los derivados del orujo y alperujo en la producción de aceite, en lugar de ser procesados en las instalaciones de cogeneración previstas para ellos, sean comprados por empresas holandesas o inglesas para ser quemados en otras instalaciones que nada tienen que ver con el aceite, pero que se benefician de la bonificación y que, por tanto, están dispuestas a pagar un dinero por lo que solo es material contaminante.

Al final, el olivarero se encuentra con que puede vender sus residuos contaminantes, que han pasado de ser una externalidad a convertirse en un ingreso extra. Mientras tanto, las instalaciones creadas para quemar estos residuos, se encuentran sin materia prima suficiente.

Pero como el mercado de esos residuos es coyuntural y ficticio, pues lo único real es que los alpechines y sus derivados son muy contaminantes, cuando el precio que estén dispuestos a pagar las empresas holandesas y británicas sea inferior a las subvenciones, nos encontraremos con toda la magnitud del problema: los olivareros tendrán que pagar porque se les traten los residuos y las empresas de cogeneración tendrán sus instalaciones ya obsoletas.

Sobre la relación entre Kyoto y Lehman Brothers

Podíamos haber titulado este Comentario como "Sobre la relación entre cambio climático y crisis económica", pero nos pareció demasiado largo. Así que hemos puesto en conexión a uno de los culpables de la revolución financiera que hoy soporta el mundo, -la más importante después de la francesa- con el nombre de la ciudad en donde se firmó el primer proyecto para contención del calentamiento global -el más conocido después del provocado por Enmanuelle, la  joya erótica que aumentó los ingresos por turismo en Perpignan-.

Los sabios que manejan bien todas las simulaciones y triquiñuelas que permiten decir algo con cifras, aunque sea trivial, sobre lo que va a pasar en el futuro, nos habían convencido de que la temperatura de la Tierra estaba subiendo y de que los humanos teníamos algo que ver, por nuestro afán de quemarlo todo, hasta las ilusiones.

Otros sabios (o los mismos, qué más da), nos habían convencido de que el mercado era el medio más eficiente para el reparto de los recursos y que la libre economía de mercado era la base para el desarrollo. Se repartieron algunos Premios Nobel con este paradigma, pero, sobre todo, se enriquecieron muchos poco escrupulosos, utilizando la confianza que transmitía ese aserto a los infelices.

No es cosa de ponernos a discutir ahora si las previsiones de ambos son acertadas, porque el argumento central que adivinamos aportarán en su defensa es que, como las simulaciones apuntan a los largos períodos, las variaciones locales no afectan a la tendencia. Es decir, no importa que llueva a cántaros o nos congelemos de frío, la temperatura sube, porque no hay que confundir tiempo atmosférico y clima. Análogamente, los desajustes ocasionales del mercado -ya sean generadores de paro, miserias, quiebras, fraudes, ruinas- no nos han de impedir creer que nuestro bienestar sigue aumentando de forma sostenida.

Lo que nos resulta ahora curioso es que algunos de los dirigentes mundiales, amparados en la situación de crisis que ha obligado a las administraciones públicas a inyectar a sus sistemas financieros entre el 10 y el 15% de sus pibs, argumenten al paso de este huracán financiero que las medidas para cumplir con el Tratado de Kyoto no podrán cumplirse, ya que los dineros se irán a tapar los agujeros, por lo que el calentamiento global tendrá que esperar, como si fuera una pedigüeña que repiquetea en la puerta.

Como es sabido, las medidas para evitar la predicta catástrofe globlal suponían un 1-2% de los pibs y su oportunidad se apoyaba en el contundente argumento de que, si no hacíamos algo inmediato y efectivo la Humanidad cedería en un par de generaciones el sitio a las bacterias. Por eso, asombra la escasa asimilación que tienen algunos altos mandatarios de sus propios discursos.

Pueden algunos pensar que, si somos más pobres, contaminaremos menos, porque nos veremos obligados a disminuir la producción. No hay tal. Si las barreras de control se bajan, la contaminación ha de subir, porque retornaremos a métodos menos eficientes, tecnológicamente más burdos por ser menos costosos.

Porque nosotros no encontramos la relación directa entre el mundo de los Lehman Brothers y Kyoto. Nos hemos creído lo del calentamento global a pies juntillas, y nos creemos igualmente que hay que controlar con mano de hierro los desmanes del capitalismo avaricioso.

Son dos espacios separados, cuyo único posible punto de coincidencia es que ambos se pasean cogidos de la mano entre  los restos de nuestra incapacidad para poner orden con los que sacan demasiado provecho propio de los que nos pertenece a todos.

 

Sobre el valor del Canal de Isabel Segunda y las empresas de servicios públicos

El Canal de Y-II (Isabel Segunda) es una empresa pública propiedad de la Comunidad de Madrid, que suministra agua a la capital de España y a más de un centenar de municipios de la región. También gestiona, desde 2005, las siete grandes depuradoras de aguas residuales de Madrid y un centenar de otras más pequeñas.

La información oficial de la compañía es, desde hace unos meses, más oscura que nunca. Se ha borrado de la web información sobre las Memoria anuales, pero se puede estimar que en 2008 ingresará del orden de 700 millones de euros al año y habrá obtenido un beneficio cercano a los 80 millones.

Desde el punto de vista técnico, el Canal es una empresa modelo, con prestigio consolidado. Muchos de los que más saben de agua en España han tenido relación con ella. Roque Gistau, por ejemplo, el brillante Comisario de la Expo del Agua que se clausuró en Zaragoza el 15 de septiembre de 2008, fue ingeniero en el Canal y llegó a ser su presidente, antes de aceptar el señuelo de la empresa privada (la poderosa franco-española Aguas de Barcelona).

El anuncio de la presidenta regional Esperanza Aguirre de su intención de privatizar parcialmente el Canal -sacando a Bolsa el 49% de sus acciones- ha despertado nuevamente especulaciones respecto a su valor en el mercado. Por eso, nos parece oportuno rescatar algunas ideas respecto a lo que valen -o pueden llegar a valer- las empresas públicas de servicios.

Se dice que el Canal podría valer en el mercado entre 2.500 y 3.500 millones de euros. Parece una estimación desmesurada.

Considerando que tuviera unos 1.800 millones de los mal llamados -como veremos- fondos propios, y añadiendo la actualización, al 5-6% de interés anual, de los beneficios estimados durante 10 o 15 años, -supuesto que se mantuvieran al nivel actual-, se podría añadir a la primera cifra entre 700 y hasta 1.700 millones, según el optimismo de las proyecciones para calcular el valor actualizado neto (van) de los márgenes futuros.

Pero se hace imprescindible poner orden. Una empresa regida por precios públicos, que está prestando un servicio básico a la población, como es el de dotarles de agua y depuración de sus aguas residuales, con normativa de cumplimiento cada vez más exigente, no debería obtener beneficio alguno.

Debería, en principio,  tratar de equilibrar sus gastos con los ingresos, repercutiéndo los excedentes en mejorar el servicio a sus ciudadanos-clientes.

Pero, ya que se ha decidido que funcione como empresa, y en la ficción de un mercado cautivo, no es descabellado que exista un pequeño excedente (un 3-5%) que permita actuar de colchón para eventuales distorsiones de los ingresos o los gastos (impagados, imprevistos, nuevas legislaciones, etc). La línea del Canal de más de un 10% de beneficio anual  es, rechazable, desde este punto de vista, porque, además, hay que pensar que con cada ejercicio, al no distribuirse dividendos, se deberían de compensar cada año los beneficios de años anteriores.

El Canal no tiene, en el sentido de sus ingresos, los riesgos normales de una empresa. Como una proveedora de servicios básicos regida por precio público, controla y dirige sus propios ingresos, definiendo por sí misma, con la aprobación final de la Comunidad, los precios que obligará a pagar a sus clientes por los servicios que presta.

¿Para qué quiere, pues, los fondos propios?. Pues para algo sustancial.Los activos en tuberías, sifones, registros, potabilizadoras, presas o sistemas de aducción de agua en alta, etc son inajenables, pero se deterioran. Al cabo de diez, quince, venticinco o cincuenta años deben ser sustituídos completamente, y, entre tanto, exigen mantenimiento y reparaciones regulares.

Son inajenables, porque pertenecen a la propia esencia del servicio que prestan, y no se pueden trasladar ni sirven para ningún otro lugar. Se puede decir que los activos de una empresa de aguas no tienen precio alguno en el mercado libre, y solo lo tienen para la población a la que prestan el servicio. Y para ella, valen tanto como lo que costaría su sustitución por otros equivalentes.

Por eso tienen un fondo de reserva, que no un fondo de comercio. Ese fondo de sustitución o reversión a los activos deteriorables, permitirá a las sociedades de agua adquirir e instalar otros de iguales o mejores características, cuando deban cambiarse finalmente.

Digámoslo, en fin. El Canal de Isabel II tiene un gran valor, pero no un valor de mercado. Si, contraviniendo la lógica del servicio público de agua, alguien comprara un 49% habiéndola valorado en conjunto en 3.000 millones de euros, y abonando por esa participación, por tanto, 1.470 millones de euros, como no hay que suponer que quiera hacer a Madrid un regalo, esperárá obtener una rentabilidad de, al menos, un 5% neto sobre esa inversión.

No hace falta ser un experto en matemáticas financieras para deducir que la única vía posible para lograr esa rentabilidad de los inversores, en una empresa bien gestionada como lo está el Canal, y con las limitaciones evidentes para aumentar el número de clientes -lo de Cáceres ha sido una excepción, cuestionada jurídicamente- y viniendo forzada a animar a sus usuarios a que reduzcan el consumo, es subirles el precio del agua.

La manera de calcular el aumento de precio no es otra que calcular la cantidad anual necesaria para devolver el dinero prestado por los inversionistas, con sus intereses, y dividirla por el número de m3 de agua facturados a los ciudadanos. Los garantes del préstamo tienen una cualificación inmejorable: son todos los madrileños, que siempre han pagado, sin rechistar, sin saber siquiera lo que vale, su factura del agua (unos 150 euros de media al año por cabeza, si no hemos calculado mal)

 

 

 

Sobre el paisaje

El Club Español de Medio Ambiente y el Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible del Instituto de Ingeniería de España han presentado el pasado 8 de octubre de 2008, a la caída de la tarde -desde las 18 horas- varias ponencias sobre "La conservación del Paisaje".

Los conferenciantes eran todos de gran nivel: José María Blanc, Teresa Villarino, Antonio López Lillo y Leandro Fernández Sainz. El tema, de un atractivo indudable. El marco, un magnífico salón de actos en el centro de Madrid (General Arrando 38), inmejorable. La asistencia, escasa.

Las disertaciones se pueden encontrar en la página web de ambas instituciones, por lo que no se puede pretender aquí hacer su resumen ni su glosa, porque se trató de opiniones personales de especialistas en los respectivos campos.

López Lillo se refirió a la protección que el Paisaje natural recibe en la legislación española. Leandro Fernández se detuvo en las repercusiones del tráfico áreo sobre la producción de gases con efecto invernadero. Teresa Villarino puso unas notas emocionales y técnicas sobre la realidad del deterioro paisajístico que estamos sufriendo. Jose María Blanc se centró en su propia experiencia como defensor casi con carácter de free-lance del paisaje y la fauna amenazados.

El paisaje está sufriendo mucho en estos tiempos, y, como sucede con todos quienes están siendo sometidos a presión, aparentemente goza de mayor protección que nunca. Paradojas. Sucede que hemos tergiversado nuestros valores de la belleza, de lo placentero, desde una posición general, asumida por la mayoría sin problemas, a una actuación terrorista que ha llevado al subjetivismo la escala de valoración.

Y no es así, claro que no puede ser así. Todos tenemos, como uno de los valores centrales de nuestra esencia, impreso en el yo de nuestra razón práctica lo que es lo ético, lo bello, lo bueno. Lo escribió ya Kant, lo dijeron los mejores y más claros de nuestros filósofos, desde Espinoza a Hegel. Pero hemos dejado hablar a los iconoclastas que, afirmando que cada uno puede decidir como le peta lo que es bello o ético, desde su prisma particular deformado con las capas de la avaricia, la lujuria o el desprecio.

Han abierto así el camino -una brecha, en verdad- hacia la destrucción de la belleza común en beneficio de los disfrutes individuales de los más osados, los menos éticos, los más despreciables.

No hay que salir al campo, ni siquiera, para darse cuenta de lo que está pasando. En las ciudades, a pesar de los muchos planes urbanísticos, de las excesivas normas constructivas, de los indescifrables planes de ordenación del territorio, se ha destruído homogeneidad, disfrute colectivo, estética elemental, que eran un legado de nuestra historia: casas sin respeto a la alineación, rehabilitaciones que dan pena, monumentos cercados por aberraciones urbanísticas que los ahogan, exaltación de ruinas sin valor, tolerancia de solares abyectos madurando su especulación, coches inundando aceras y arrasando espacios de paseo, árboles ahogados por alcorques o sufriendo agresión continuada en parquecillos donde los ha colocado el politiqueo ...

Pero si salimos de ese paisaje urbano para encontrarnos con el Paisaje Mayor, en donde deberíamos reunirnos con la madre naturaleza, la mano infiel del hombre ha consumado, especialmente en estas últimas décanas, con la utilización masiva de los tres pecados capitales - el cemento, la corrupción y el beneficio inmediato-, la apropiación de un bien común por los más desalmados.

Somos seguramente muchos los que sufrimos junto al paisaje, por el paisaje y por nosotros mismos. Aunque la escasa asistencia de ayer llevaría a la falsa imagen de que la defensa del paisaje es cosa de conciliábulo.