Sobre la gestión del agua de Avilés y, de paso, del mundo
Avilés es un pueblo de pescadores asturiano que fue transformado en una de las capitales mundiales de la contaminación siderúrgica en los cincuenta y que, actualmente, gracias a la reconversión del carbón y del acero, trata de recuperar una posición como ciudad apacible, con zonas peatonales en donde pasean los jubilados y algunas tiendas de modas que crearon los empleados de la Ensidesa para sus mujeres luchan por subsistir.
Avilés tiene un megaproyecto cultural que le regaló el arquitecto centenario Niemeyer, y que empieza a asomar como una bola del mundo, al otro lado de las vías de Feve, junto al paseo marítimo. Su casco antiguo es atractivo y sorprende con varios edificios con sabor a arquitectura académica de la que ya no se estudia en las Escuelas del ladrillo.
Pero el problema actual de los avilesinos es el agua. Los dos partidos mayoritarios se han puesto de acuerdo para privatizar la gestión de ese líquido que sirve para lavarse por las mañanas, y las fuerzas de la izquierda verdadera han puesto el grito en el cielo -con vehículos provistos de altavoces- anunciando que a los avilesinos se les quiere privar de un bien que es de todos, y que hay que movilizarse frente al despojo.
El Presidente der la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, Jorge Marquínez, que está tomando medidas para cuando llegue el cambio climático a la región (si es que no le interpretaron mal en las declaraciones que aparecieron publicadas a principios de marzo de 2009), cifra en 600 millones de euros la inversión necesaria para el saneamiento. Haciendo la división que gusta tanto hacer en este pueblo ibérico, toca cada asturiano a 600 euros, que no es moco de pavo para época de crisis.
En fin, que como lo más sencillo es encontrar argumentos parciales cuando se aborda un problema complejo, los expertos que invitó IU de Avilés a un debate sobre la privatización del agua, han puesto sobre el tapete que los ayuntamientos utilizan la gestión del agua para pagar endeudamientos en otros sectores, o que el servicio público del abastecimiento es un derecho humano y que hay que ser transparentes como el líquido.
Filosofando, pues.
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