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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Ambiente

Sobre el manuscrito encontrado en Zaragoza

Los expertos y líderes sociales que se han reunido con ocasión de la Expo del Agua en Zaragoza, que se cerrará hoy, habían quedado emplazados por Eduardo Mestre, director de la Tribuna del Agua (foro de debate propiciado durante la Exposición) a presentar sus propuestas y conclusiones en una Carta-Manifiesto del Agua, que serían difundida al más alto nivel. Desconocemos aún sus contenidos, aunque ya se supo que la propuesta del comisario de la Expo, Roque Gistau, al secretario general de la ONU -Ban Ki-moon-, de que fuera leída en esta Organización, obtuvo la callada por respuesta.

Entretanto, y desde esta modesta plataforma, nos contentaremos con dar difusión a un manuscrito sobre el tema encontrado en una calle de Zaragoza hace unos días. Está traducido al castellano (o español).

"Hola, papá.

Espero que esta carta te llegue. Por aquí, todos bien. Mamá sigue levantándose a las cinco de la mañana para traer agua del pozo, para llegar de las primeras. Se está agotando, y si llegas a las ocho ya no hay agua. Yo a veces la acompaño, porque iseguimos sin tener escuela desde que se marchó el Padre Jacinto. Recuerdo lo que me dijiste, que no te gustaba que fuera sola. Y tienes razón, a la tía Buna hace tres meses la mordió una serpiente de cascabel y se murió.

Es realmente una lata que el agua del río que tenemos al lado del pueblo no sea potable. Debía ser estupendo cuando se podía pescar en él, incluso. Cada vez está más contaminado, porque ya no beben en él ni los perros. Han estado por aquí unos señores de Europa que quieren producir pimientos rojos y han comentado al jefe que no si les salen las cuentas van a montar una fábrica o algo así para limpiar el agua y ntonces podremos beberla.

Pero antes tienen que hacer cálculos para ver si es rentable. El otro día fue luna llena y se murió una cabra de parto. Era una de las ciento ochenta del jefe. Así que tenemos en el pueblo cuatrocientas diecisiete cabras y dieciocho cerdos. Ezabel me ayuda a cuidarlas.

Cuando cumpla doce años me voy a escapar donde tú estás, así que tienes que decirme si recibes esta carta para poder encontrarte..."

La carta a partir de aquí es ilegible.

Dentro de unos años quiero irme a España. Mi hermano mayor ya se fue, y nos dicen que lo está pasando bien.

Sobre la conexión entre agua, energía y desarrollo

La Exposición del Agua que se celebra en Zaragoza durante los meses de agosto y septiembre de 2008, tiene en el llamado Foro del Agua su reflejo conceptual más coherente.

Dirigido por Eduardo Mestre, uno de los popes del agua mundiales, reúne, con diversidad y atractivo, en debates sucesivos durante los que se da cancha a distintas organizaciones y representaciones de países, opiniones heterogéneas respecto a la problemática del agua.

La heterogeneidad de las opiniones presentados en el Foro del Agua es justamente la garantía de que el asistente a los debates adquiera consciencia de la dimensión y complejidad del problema. Desgraciadamente, las reuniones no cuentan con mucho público, y una parte de los mensajes se cuecen únicamente entre los especialistas.

Por otra parte, la inscripción no es gratuita, y, salvo que se consiga una invitación  para todo el período de la Expo-y se viva en Zaragoza para poder asistir a la mayor parte de los encuentros- no será posible hacer una valoración personal de conjunto de las preocupaciones y soluciones en torno al agua que políticos y técnicos se han traído a la ciudad.

Hay que desear, por tanto, que la publicación de los contenidos de esas reuniones y su posterior difusión ayuden a entender de qué se está hablando, en verdad, cuando con tanto énfasis y desde tantos ángulos se está refiriendo a "nueva cultura del agua", "derecho al agua" o "guerras en torno al agua". Porque el mundo del agua va mucho más allá de las discusiones de corto alcance, aunque próximas, sobre el trasvase del Ebro, las competencias derivadas de los Estatutos de autonomía o la disputa sobre el precio del agua para usos agrícolas o de boca.

Sobre algunas cosas de la Expo del Agua en Zaragoza

La Expo de Zaragoza está a punto de alcanzar los 3 millones de visitantes, y algo tendrá el agua cuando la bendicen.

En el pabelloncito de la Santa Sede (Holy See, Sainte Siège) tratan, desde luego, de este tema -la relación entre las Escrituras sagradas, el agua y el hombre-, con la intención de acercar a algunas almas a la salvación eterna, que es una finalidad, si se cumpliera, mucho más trascendente que pretender la distribución más equitativa de un bien imprescindible para vivir y hacer negocio: el agua limpia.

No es el único propósito de mezclar lo práctico con lo religioso. El pabellón de Arabia discurre por parecidos caminos y sorprendentes paralelas intenciones, aunque enfocadas, por supuesto, hacia la exaltación de la doctrina de Mahoma. Aquí, se nos presenta un idílico país en el que las mujeres -causa de pecado para el hermoso y juvenil varón, especie superior del género humano- van cubiertas salvo los ojos, aparecen de espaldas, o son tentadoras extranjeras camino de convertirse en huríes.

Pero no todo es trascendente. Si el visitante se arma de paciencia y dispone de tres días, al menos, para visitar la Expo de la ciudad de la Pilarica, quizá pueda hacerse con el mensaje que los organizadores han pretendido llevar a la población. Tendrá que hacer largas e injustificables colas ante los pabellones más interesantes: los de España, Japón, e Italia, entre los destacados. Más de dos horas de espera para acceder a estos recintos, dan idea de la imprevisión de los organizadores para distribuir mejor la curiosidad de los espectadores del evento.

Porque la mayoría de los pabellones no merecen la pena de la visita, y se convierten en simples lugares para que mercachifles hagan la oferta de algunas bagatelas y los restaurantes pretendan realizar su agosto abusando del hambre -y la sed cualificada- de los que se hayan adentrado en el recinto.

Esto no quiere decir que no se advierta un gran esfuerzo conceptual en el cerebro de la Expo, por hacer las cosas bien, con seriedad y altura. Las colas, el calor, el cansancio de la caminata, merecen la visita. Hay agradabilísimas sorpresas.

Hay que andarse por el recinto con los ojos abiertos, buscando en sitios donde no siempre se agolpa la curiosidad del visitante. El stand de Brasil, dentro de su modestia, contiene un mensaje muy sólido, y que estimamos muy coherente con la intención central de esta gran exposición. Ayuda, además, a entender, que los problemas del agua son muy diferentes en la Europa rica, la América del Norte y ese gran estado-continente, en donde el agua que el calor del trópico toma del Océano Atlántico ha permitido crear una red de ríos y una foresta que son el pulmón y el aire acondicionado del planeta.

Nos han gustado mucho el Pabellón Puente, estupendo en arquitectura -de Zaha Hadid- y en los paneles, muy trabajados -que, desgraciadamente, el público, ya cansado, no se para a leer-, la Torre del Agua -otra gran obra de arquitectura, de Enrique de Teresa, con una escultura central impresionante-, el Palacio de Congresos -de uensanta Nieto y Enrique Sobejano-, así como el Pabellón español, de Francisco Mangado. Esos edificios señalarán el perfil de esa zona de la ciudad de Zaragoza, aunque será difícil crear una homogeneidad con ellos, en la post Expo, dadas sus singularidades y aislamiento.

Mucho más modesto, pero bien concebido, está el edificio "El faro". Es el hermano pobre de las realizaciones arquitectónicas, y, acorde con esa sencillez -que no penuria- algunos de los mensajes que se difunden en el interior nos han parecido ingenuos o de un ecologismo utópico.

No está a la altura de la Expo de Sevilla, pero la Expo de Zaragoza dejará, como estupendo regalo para la ciudad, la recuperación de las riberas del Ebro. Esperemos que el río no deshaga esta labor, volviendo las cosas a su cauce- y, desde luego, unos edificios singulares, muy hermosos. Eso si, en un entorno deslabazado, frío, con demasiado asfalto. Eso es lo que habrá que corregir.

(Ah, y resulta que Enrique Martínez, el chief del hotel restaurante de Cintruénigo, es el encargado de la cocina del Pabellón de España... Qué mundo más pequeño...)

Sobre la insostenibilidad de algunos comportamientos sociales

Mientras defendemos la importancia del desarrollo sostenible, nuestra sociedad "avanzada" (es decir, desarrollada) sigue favoreciendo y estimulando comportamientos que tensan la cuerda de su insostenibilidad, con despilfarros flagrantes.

Van algunos ejemplos:

La unidad familiar se rompe tan pronto como los hijos consiguen tener un empleo, aunque sea precario, que les permita acercarse al mileurismo. Este salario no les permite, en efecto, grandes alegrías, pero resultaría un magnífico aporte a la economía familiar de los padres, si esos hijos emancipados se mantuvieran en el domicilio paterno hasta que decidieran formar una familia por sí mismos, y no simplemente "escaparse para gozar de la independencia".

Proliferan así cientos de miles de habitantes de miniviendas, apenas dotadas de lo más elemental, construídas en las afueras de las ciudades, con servicios de agua, alcantarillado y transporte realizados a la trágala, promovidas por especuladores en connivencia tal vez con munícipes. Pagan por ellas alquileres desorbitados, gastan en transporte lo indecible, pierden el tiempo en ir y venir lo que no está escrito.

Son jóvenes treintañeros que han decidido obtener -dicen- su libertad, pero a los que les falta un proyecto con el que vivir en común, incluso con su eventual pareja (o sea, incluso en los casos en los que son dos los "emancipados" que se han decidido a vivir juntos). Alejados de la familia, vinculados a la frialdad del mundo empresarial que los exprime, escasos de afectividad.

Tenemos así lanzada la espiral de consumo e ineficacia en múltiples vertientes:

a) pisos de 30 a 40 m2 (superficie construída), en las afueras, apenas aderezados para cobijar una habitación, un saloncito y un cuarto de baño, alquilados a precios de fantasía y pagados por ahorradores especulativos que asumen graves riesgos de quedarse con alquileres impagados;

b) pisos de 100 o más m2 en zonas más céntricas y mejor equipadas, habitados por padres abandonados;

c) coches y móviles y televisiones y aparatos electrodomésticos para todos;

d) apuros a final de mes para la mayoría;

e)consumos ineficientes de electricidad, combustibles;

f) más contaminación;

g)ancianos en soledad, eventualmente sacados a pasear por su pareja de hecho (latinoamericana, generalmente);

e) jóvenes consumistas que no soportan estar en una vivienda mínima y aprovechan cualquier pretexto para reunirse en restaurantes, casas familiares semiabandonadas en la playa o en la sierra;

etc;...

Sobre el desarrollo insostenible

Desarrollo sostenible, cambio climático, calentamiento global, mundo globalizado, energías alternativas, consumo responsable, producción ecológica, muerte digna, despido improcedente, etc. son solamente ejemplos apurados de la facilidad con la que nuestra sociedad recurre a estereotipos que, si alguna vez significaron algo, acaban convirtiéndose en simples referencias de la ligereza con la que olvidamos la intención por la que reflejábamos en su momento una inquietud y la caracterizábamos con un término nemotécnico.

Con esos trucos, nos concedemos permiso para anestesiar lo que nos dolía, adentrándonos, cada vez con mayor tranquilidad, por los terrenos que habíamos acotado como zona sagrada, y alfombrado de letreros admonitores de "Danger, Public Proprerty, Do Not Trespassing"

Las tres vertientes del concepto básico del desarrollo sostenible, social, económica y ambiental, son vulneradas, de forma aislada o conjunta, con persistencia, y, sin embargo, sus contraventores siguen apelando su preocupación por  cumplirlas y su voluntad de realizar ese objetivo.

Digámoslo simplemente: cualquier desarrollo es insostenible. Es decir, se realiza con vulneración del principio de sostenibilidad haciendo aguas por algún lado. No sabemos los humanos hacerlo de otro modo, desde nuestra voluntad firme de consumir  cuanto tenemos a nuestra disposición, sin que nos ocupe, más allá de lo que tenemos cerca de nuestras narices (y, en este caso, para cerrar los ojos, o acusar al vecino), a qué o a quienes afectamos.

No es siempre el ambiente siempre lo más perjudicado por nuestro desarrollo insostenible. Hemos conseguido acallar su vulneración, con Informes de Sostenibilidad, etiquetas verdes, responsabilidades ecológicas. Eso nos tranquiliza. Sabemos hacer magníficos informes que probarán que las fábricas y artefactos no influyen sobre el ambiente, hemos aprendido a pintar de verde lo que nos afea la visión, compensamos con dinero las protestas de quienes más chillan. Y cuando creemos que nadie nos observa, abandonamos nuestra basura en el patio de otros.

No será tampoco lo económico lo que nos detenga. Sabemos calcular lo que nos cuesta deteriorar nuestro hábitat en virtud del desarrollo. Hemos hecho esfuerzos importantes para introducir algunas externalidades en los costes de la producción contaminante, y sabemos cómo desplazar a países menos exigentes ambientalmente -por estar más necesitados, obviamente- las producciones más enojosas. Desde luego, estamos dispuestos a plantar cinco o diez árboles -preferiblemente de crecimiento rápido- por cada sequoia, tejo o roble que debamos talar en aras de nuestro desarrollo sostenible; o mantener en jaulas adecuadas las especies animales que hemos conseguido exterminar. Para asombro de las próximas generaciones.

Y claro está, lo social no habrá de ser, ni mucho menos, obstáculo. Hace ya tiempo que nos venimos convenciendo de las variadas categorías de seres humanos que nos vemos forzados a la coetaneidad. Ricos y pobres, gentes educadas o iletradas, civilizados o salvajes, altos o pigmeos. Algunos de estos supuestos semejantes están seguramente próximos a los grandes primates y, por eso, preocupados por el bienestar de todos y un trato justo, estamos obsesionados por dotar a estos seres con los que compartimos tantísima carga adn-al de una Reglamentación que impida su utilización interesada. Como haremos, a su debido tiempo con la Drosophila melanogaster. Qué respiro.

Desarrollo insostenible, ya.

 

Sobre el Reglamento REACH y la evaluación del riesgo ambiental

El REACH (acróstico con el que se conoce el Reglamento nº 1907/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo) es el Reglamento de la Unión que se dirige al registro, evaluación, autorización y restricción -en la producción, difusión y empleo- de las sustancias y preparados químicos. Toma su nombre de la denominación inglesa: Registration, Evaluation, Authorisation and Restriction of Chemicals.

Tiene vigencia desde el 1 de junio de 2007 y, desde entonces, -al menos- trae de cabeza a las industrias químicas de Europa, por su rigidez y dificultades de cumplimiento, en particular, en lo que se refiere a la necesidad de garantizar la cubrición de los riesgos ambientales. Riesgos que, como sin duda guardan memoria los lectores de este Cuaderno, pueden causar -además de muertes y daños a personas, de valoración objetiva imposible- deterioros ambientales muy  graves, cuya restitución puede acarrear desembolsos cuantiosos a la empresa causante o a la compañía aseguradora que haya asumido la cubrición de ese riesgo ambiental.

Hemos escrito ya en otro momento sobre la Ley de Responsabilidad Ambiental, con la que este Reglamento comunitario interfiere en varios aspectos. Remitimos al lector curioso a esta referencia, sin perjuicio de que, siendo el tema tan importante, volveremos otras veces a tratar el asunto.

Sobre ciertas preguntas incómodas que se deberían plantear tanto ecologistas como tecnicistas

Queremos ser directos en este Comentario, y por eso, iremos al grano esquemáticamente en algunas de las incongruencias que nos parece detectar en las posturas, tanto de los ecologistas como de los tecnicistas, en relación con algunos temas ambientales.

Llamamos tecnicistas a quienes priorizan el progreso, alimentando las soluciones técnicas más novedosas, y la aplicación de principios economicistas, aunque supongan asumir ciertos niveles de riesgo, en la confianza voluntarista positiva de que "la técnica siempre acude" y que el mercado regula las soluciones óptimas, despreciando como ridículas o inaplicables por utópicas las propuestas de sus antagonistas naturales, los ecologistas.

Llamamos ecologistas a quienes dan prioridad al ambiente, desacreditando las soluciones técnicas que impliquen mayor daño al entorno o más duradero, prefiriendo la contención del progreso económico, incluso eligiendo soluciones más costosas si causan efectos menores, con actitudes no exentas de base voluntarista negativa, en el sentido de que las fuerzas reguladoras de la economía son viciosas y que la desconfianza es la actitud aconsejable ante las propuestas que provienen de los que no militan en sus filas.

1. Energía nuclear. No existe aún solución definitiva para los residuos de muy alta contaminación producidos en las centrales nucleares, que deben ser tratados con máxima atención y control y, una vez concentrados, debe buscarse una ubicación provisional. No resulta aconsejable guardarlos en zonas muy profundas, para mantener la opción de su posterior tratamiento e incluso su eventual  reutilización. No se descarta ni un cierto riesgo de explosión nuclear y, desde luego, de la posibilidad de un accidente que causa una grave contaminación, por estrictos que sean los controles imaginados o la exigencia de los protocolos de seguridad.

Ahora bien, qué es preferible: ¿que esas centrales se instalen en los países más avanzados tecnológicamente o en los países en desarrollo? ¿Existen razones para que España renuncie a la energía nuclear, cuando otros países europeos se han decidido a implantar más centrales nucleares, y de alguno de ellos, nos vemos obligados a importar para cubrir nuestro déficit energético? ¿Es coherente declararnos antinucleares, y defender simultáneamente que hay que mantener las centrales existentes hasta el final de su vida útil, negando la implantación a nuevas centrales, de generaciones más modernas y sofisticadas, y, por tanto, más seguras?

2. Ahorro energético. Debemos admitir que en los países en vías de desarrollo, el crecimiento del consumo energético crecerá de forma sustancial y que, reciban o no ayudas y se manifieste ante ellos mayor o menor preocupación, la realidad inevitable es que utilizarán sus formas naturales de energía, que son las que tienen más a mano y no renunciarán a erigir grandes presas, implantar fábricas más poderosas y no necesariamente provistas de sofisticados métodos depuradores, todo en aras de garantizar una creciente autonomía y un empleo y bienestar mayor. Se quemará, por tanto, todo el carbón y madera disponibles, se  harán muchas autopistas y autovías, presas, trasvases, coches, metalúrgicas, etc.. Entonces, ¿Por qué no se analizan en profundidad las ayudas que se deben prestar a los países en desarrollo, no se concretan las medidas de reducción de contaminación en ellos, ayudando de forma masiva pero definida a la introducción de las nuevas tecnologías, pactando modelos de crecimiento entre las áreas más y menos favorecidas del planeta? ¿Están los países desarrollados dispuestos a dar ejemplo de ahorro energético, con drásticas reducciones, y planes transparentes? ¿Quienes defienden un modelo ecológico, son conscientes de aquella parcela de bienestar a la que deberán renunciar?

3. Energías alternativas. La implantación subvencionada de aerogeneradores y huertas solares, ha supuesto el deterioro ambiental de algunas zonas preciadas paisajísticamente y el enriquecimiento de algunos empresarios ágiles en captar ese nuevo nicho de negocio. Las propias empresas eléctricas tradicionales figuran entre las más favorecidas, aprovechando tanto las ayudas públicas como la disposición de un sector del consumo a pagar más cara la energía producida con el marchamo de "verde". Nuevas corrientes ecologistas más duras protestan ahora contra la agresión paisajística que han provocado los aerogeneradores, la producción de biomasa en detrimento de la producción agrícola -etc.-, y se propone revisar las ubicaciones, las máximas ecológicas, las ayudas públicas, la verdad del biodiesel, etc., . Se propone también revisar la ubicación de algunos generadores verdes, porque al principio, como sucedió con las minicentrales hidráulicas, se utilizaron zonas de alta sensibilidad ambiental, buscando el máximo beneficio económico, pero la mejora de eficiencia permite situar aerogeneradores, centrales hidráulicas, huertas solares o siembras de biomasa en lugares menos agresivos. ¿Se está dispuesto a hacer esta revisión? ¿Se está exigiendo el recálculo de las rentabilidades? ¿Se está preparado para controlar las compensaciones económicas a los municipios -y personas- afectados por la implantación de aerogeneradores, placas, etc.?.

(Estas reflexiones tienen una segunda parte, que publicaremos en los próximos días)

Sobre la nueva cultura del agua

La Expo de Zaragoza dedicada al agua ha abierto sus puertas, en una manifestación que pretende ser una llamada de atención hacia la nueva cultura del agua. Se hace desde un espectáculo polivalente, con la intención de llamar la atención sobre el agua, su maluso, su despilfarro, su repercusión socioeconómica. y todos cuantos aspectos sean capaces de concitar, desde lo divertido a lo dramático, la curiosidad de las gentes.

Se ha puesto, para ello, a Zaragoza boca arriba, removiendo las aguas del Ebro y los dineros públicos y privados. Como nada puede ahora hacerse sin justificación de futuro, se han erigido unos cuantos edificios creados ex profeso pero con vocación de permanencia, en terrreno ganado al río. Hay también pabellones para llamar la atención desde la perspectiva ecológica, desde la económica, la religiosa o la política.

Toda una parafernalia con múltiples lecturas, para disfrute -o meditación inquieta- de los zaragozanos y de los visitantes de la ciudad en donde tiene su residencia todavía -y que dure- la que no quiere ser francesa, sino capitana de la tropa aragonesa: la virgen del Pilar.

¿Nueva cultura del agua? ¿Qué es eso?, podemos preguntarnos. ¿En qué consiste que no hayamos experimentado ya?. ¿Hay que recuperar el respeto por un líquido que es esencial para nuestra vida y la de todos los seres vivos? ¿Hemos perdido tanto la noción de lo importante y caído en la veneración de lo superfluo que tendremos que aprender de nuevo a no despilfarrarla, a no contaminarla, a cuidarla más, a ver en ella un símbolo y una expresión de la solidaridad de los pueblos?

Tal vez sí. ¿Es necesario poner en la mesa sin que se acuchillen, a los que la beben y a los que la usan para regar los alimentos?. ¿Habrá que encontrar nuevos argumentos para unir a los que tienen agua con los que la precisan? ¿Ponerle precio al agua? ¿Qué será mejor, privatizar su gestión o mejorar el control público de este bien que se mueve a bandazos entre el valor y el precio?

No sabemos cómo responder, porque todo se ha dicho, y, como en todo lo que se ve desde diferentes ángulos, todos tienen una parte de la razón. Hay que guiarse por la razón de las mayorías, no de los que más chillan.

Roque Gistau, el Presidente de este magno acontecimiento por el que se han movilizado muchos dineros, y que ha venido a nacer en momento controvertido, entre trasvases y desalación, entre inundaciones y sequías, entre discusiones interminables sobre lo que debería ser un plan hidrológico nacional o un plan de cuenca, ha dicho varias veces que hay que encontrar y difundir una nueva cultura del agua.  Como sabe un "guevo" de agua, porque ha ido desde lo público a lo privado varias veces, y ha dedicado toda su vida profesional a gestionar ese líquido, hay que admitir que tiene claro el objetivo.

Nosotros diríamos que esa nueva cultura es parte del cambio de paradigma de nuestra sociedad: una nueva manera de responder a la pregunta de quién somos, y, sobre todo, adónde vamos, e incluso adónde queremos ir. Un cambio climático que deberá llegar también a los cerebros, en especial, a los de quienes toman decisiones.

Es decir, recuperar la vieja cultura del respeto al agua, de la que venimos todos. Tener respeto por el valor del agua, no por su precio, que es algo coyuntural que deciden unos pocos.

Sobre la intoxicación en la información ambiental

Las matemáticas son ciencias exactas. Las demás, no. Los técnicos, incluso los más brillantes, se mueven por especulaciones. Ah, y las matemáticas son ciencias exactas solo si admiten unos cuantos postulados, o axiomas, a partir de los cuales hay que construir las conclusiones siguiendo procedimientos muy rígidos.

El inmenso deterioro ambiental que los seres humanos hemos provocado, especialmente como consecuencia del concepto de aumento de nivel de vida que hemos asumido en los países occidentales -que dimos en llamar "desarrollados"- ha facilitado varias reflexiones muy interesantes´en esta época.

La más interesante, apoyada en instrumentos de medida, es que la Tierra, nuestro planeta, se está calentando. Eso dicen varios expertos, parece que la mayoría, de nuestra comunidad científica. Relacionan, además, el aumento de temperatura con la cantidad de CO2 y otros gases en la atmósfera.

Elucubrando, elucubrando, han ideado un procedimiento de simulación complejo por el que parece que si se supera un determinado nivel de concentración de esos gases -y llevamos un carrerón impresionante para conseguirlo-, el Planeta se extinguirá. Antes, por supuesto, sufriremos bastante. Y los demás seres vivos, con nosotros. Los más débiles, nos dejarán primero.

Hay otro grupo menos numeroso de científicos que, con las mismas evidencias empíricas, llega a la conclusión contraria. Otros no llegan a ninguna conclusión, que también es una manera de arribar a algo. O sea, que tenemos tres opciones para elegir: calor, frío y tururúcorneta.

Con los biocombustibles y su empleo como fuente energética ecológica está pasando, a su escala, lo mismo. Hace muy pocos años, se apoyaron con subvenciones importantes a los biocombustibles, porque era una forma renovable de producir energía, y, además, se ayudaba así a los países pobres, que son aquellos que le siguen dando al cultivo de la tierra con el sudor de sus frentes.

Algunas empresas muy proactivas invirtieron en instalaciones gigantescas paa quemar granos y hierbas, porque resultaba muy rentable vender la energía. Pero resultó también que otros científicos hicieron mejor -según ellos- los cálculos, y vieron que el balance de CO2 estaba tan ajustado que, en realidad, no era un combustible nada ecológico. Y, para colmo, el precio de los cereales y otras cosas de comer, subió, porque la demanda para quemar cosas presionaba al alza, con lo que la gente de los países pobres no podía competir con los empresarios, y se empezaban a morir de hambre.

Tenemos muchos ejemplos ambientales en los que, frente a una teoría, hay un grupo de gentes muy serias que ofrecen la contraria. En el sector nuclear, también. Para unos, es una forma de energía limpia, segura, y más barata que otras. Para los de enfrente, también muy documentados, es una forma de energía que nos llevará a la hecatombe, tanto por el riesgo de accidente durante la producción como por la dificultad de mantener a recaudo los residuos radioactivos.

Estamos intoxicados. Lo único que se puede descubrir con claridad es la línea de intereses particulares que conduce los argumentos de unos y otros. Hagan juego, señores.

Sobre la presencia del Vaticano en la Expo del agua

El Vaticano participará, finalmente, en la Expo de Zaragoza con un pabellón de 550m2, al que se accederá por una cortina de agua o bosque pluvial, como "himno a la vida".

El Cardenal Renato Martino, que presentó el están el 19 de mayo de 2008 , recordó que la Biblia está llena de referencias al agua y que, con esta alegoría, la Iglesia católica pretende mover a la reflexión sobre la doble dimensión del agua: divina y humana.

Tratando de atajar comentarios contrarios, Su Eminencia afirmó también que si el lema de la Exposición -"Agua y desarrollo sostenible" hubiera sido otro, el Vaticano no se habría planteado participar.

El que deseemos el mayor éxito a la Expo, no nos impide reflexionar sobre la singularidad de esta participación eclesial, que juzgamos improcedente. Ahora bien, cualquiera se atreve a decirle al Papa Benedicto XVI que para mover a la reflexión a sus fieles le sobran las iglesias, ahora demasiado vacías en relación con el espacio disponible.

Nos hemos puesto a imaginar el pabellón y, ciertamente, hay multitud de relaciones entre el agua y los Testamentos Sagrados, algunos muy evocadores: el diluvio universal, la separación de las aguas del mar Rojo, la conversión del agua en vino en las bodas de Canáan, el bautizo de Jesús en el Jordán, el camino sobre las aguas en Tiberíades, ... sin contar los muchos santos y bienaventurados que tuvieron que ver con el agua.

El espectáculo parece, por tanto, garantizado.

Sobre la credibilidad ambiental de Brasil

Marina Silva, la carismática ministra de Medio Ambiente del gobierno de "Lula" da Silva, dimitió el pasado 13 de mayo. Le sucederá Carlos Minc, un liberal reconvertido desde el ecologismo, partidario de los árboles de crecimiento rápido y de avanzar a impulsos legislativos. Cales y arenas. El diario The Economist dice que Brasil ha perdido con ello "credibilidad ambiental".

Entre los mensajes transversales que pueden leerse en estos días, figura el del  príncipe Carlos de Inglaterra que, en declaraciones a la BBC, ha pedido "más ayuda internacional para detener la deforestación de la Amazonia, como mejor medida contra el cambio climático"; la afirmación principesca es obvia, pero no por ello menos merecedora de aprecio.

En el fondo de la crisis política generada en ese gran país-continente -en el que, por cierto, estaba de viaje el presidente Zapatero- se encuentran tres temas interrelacionados: las discrepancias entre Presidente y Ministra respecto al carácter ecológico de los biocombustibles, la confrontación entre Silva por las licencias ambientales de las compañías eléctricas en el río Madeira, y el pulso con el Ministro de Agricultura, que es favorable a autorizar más plantaciones de productos agrícolas en el Amazonas.

En las algo enigmáticas declaraciones de Marina Silva después de su dimisión, afirmaba que: " Eu sempre brinco que é melhor um filho vivo no colo de outro do que tê-lo jazendo no ser próprio colo". Aunque la bruma no permite ver bien la naturaleza del hijo muerto en el regazo de la combativa ambientalista, inquieta imaginar que sea el Plan Amazonia Sustentável (PAS).

 

Sobre el impacto del calentamiento global sobre el precio de la cerveza

Lo que faltaba. El calentamiento global va a provocar la subida del precio de la cerveza en los próximos años, según un estudio -habrá que calificarlo, cuanto menos, de brillante- de un científico neozelandés. La razón es indirecta: el cambio climático provocará una disminución de lluvias en Australia y, como consecuencia, se destruirán parte de los cultivos de cebada, elemento sustancial, junto al lúpulo -y el agua- del preciado líquido.
Habrá que beber más vino.

Sobre el cambio climático y su rentabilización

El cambio climático se ha convertido en uno de los elementos de conservación popular, al que se atribuye cualquiera de los fenómenos atmosféricos que, en otras circunstancias, hubieran sido calificados -seguramente- de normales.

Se ha olvidado aquello de la "pertinaz sequía" y no se tiene en cuenta la concreción de la sabiduría popular en refranes como "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo", que son más antiguos que todas las series históricas de indicadores hídricos conocidas.

Que el clima y sus variaciones ha sido siempre objeto de preocupación lo demuestra la propensión a buscar culpables de esa mutabilidad, juzgado como imprevisible. Los "hombres (y mujeres) del tiempo" han sido objeto de burlas y menosprecios, cuando emitían afirmaciones contundentes sobre el tiempo atmosférico futuro. Hubo quien tuvo que perder su bigote por jugárselo a la carta del clima. No hay que olvidar tampoco las plegarias a los dioses reclamando lluvia en épocas de siembra y sol en los momentos de recolección, porque pocas veces llueve a gusto de todos, y casi nunca a favor de lo que desean los agricultores.

Consecuentes con la necesidad de buscar un buco emisario a las veleidades del clima, otro dicho popular dogmatiza que "si chove como si fai aire, tóa la culpa tiénla l´alcalde".

Pero, como los tiempos avanzan -que es una barbaridad-, a pesar de los informes de las plataformas para el clima y del supuesto consenso científico, muchos están todavía persuadidos de que la culpa del cambio climático actual, la tienen Al Gore y su concierto de gentes ávida dolar, que estarían pretendiendo convencer al personal de que tal entelequia existe, su momento crítico es peligrosamente vecino a nuestra época y, ya en el colmo de la desfachatez, nos insinúan que podemos controlarlo si nos apretamos el cinturón energético.

En fin, tomen las cosas por la vía de un práctico consejo: si tienen liquidez y quieren aprovecharse tanto del bajón del sector inmobiliario como del temor a que la hipotética subida del nivel del mar deje sumergidos en sus aguas a muchas primeras líneas de las playas, analicen las curvas de nivel de las costas, y compren allí donde en veinte o treinta años, según dicen, se vayan a disfrutar de las mejores vistas del océano.

Eso sí, tengan en cuenta que con el avance de la contaminación, es posible que no puedan abrir las ventanas. Pero siempre se podrán compensar con algún  ambientador con olores a bosque de pinos, que a saber si nos quedarán muchos para entonces.

Sobre las presas reversibles, las desaladoras por presión natural y otros inventos

En el número de marzo de 2008 de la revista Tecnoambiente, el imaginativo escritor de ficción Alberto Vázquez Figueroa -también, ingeniero aficionado- retoma una de sus propuestas más queridas: aprovechar el bajo coste relativo de producción de la energía en las horas valle para elevar el agua desde las zonas bajas a una altura considerable (más de 600 m), empleando la energía potencial así almacenada en la misma para reutilizarla en los momentos de máximo consumo energético. Tiene otras variantes, aplicadas, por ejemplo, a la desalación.

Una idea simple, factible, y ampliamente utilizada -a pequeña escala- casi desde que el mundo es mundo: acumuladores de todo tipo hay en muy variados ejemplos de nuestra vida cotidiana, y la hormiga de la fábula también utiliza el mismo principio que, contrariamente a lo que argumentan quienes no leen las cosas más que en trasversal (o sea, mal) no vulnera ningún principio de la termodinámica y sí aplica el del sentido común.

Casi simultáneamente, la prensa ha dado difusión a una iniciativa de principios de los setenta: las presas reversibles. Con ellas, se pretendía aprovechar los excedentes de la energía nuclear de producción nocturna. Los ministerios de Medio Ambiente e Industria han retomado la cuestión, con la idea de ayudar a la reducción del precio de producción de agua desalada, que, cuando se hayan construído todas las desaladoras previstas por el programa AGUA habrán aumentado la capacidad de desalación española a más de 1.000 Hm3/año y  supondrán un consumo energético superior a los 2.800 Gw/h (casi el 10% de la producción hidroeléctrica de 2007).

A nosotros, ambas iniciativas nos suenan a trabajos de fin de curso de las escuelas de ingeniería. Su viabilidad técnica es incuestionable, y la económica, depende exclusivamente de la coyuntura. Desde luego, las voces de alarma respecto a la saturación de la red para absorber la variable producción de los aerogeneradores y huertas solares, y que aún no han sido convenientemente atendidas, ponen el punto de atención en los límites de la generación "ambientalmente correcta", si no se cuenta con capacidad de almacenamiento de las puntas de energía no consumida.

Vázquez Figueroa, cuya capacidad noveladora es indiscutida, pone el grito en el cielo respecto a la poca atención que los ministros del Ambiente e Industria han prestado a "su invento". Los voluntariosos consejeros de la ministra Narbona redescubren ahora algo que todos los ingenieros saben (o deberían saber) y, en particular, los diseñadores de las centrales nucleares que, por sus grandes necesidades de agua para refrigeración, las habían dotado de presas de cabecera "reversibles".

Quizá dentro de poco nos venderán como descubrimiento ahorrador de energía y paliativo del temible "gas de invernadero", la rueda, la manta zamorana y el skijama. ¿Dónde podremos patentarlos?

Sobre el ahorro de agua y su recompensa

Como en España se mantienen los síntomas de un año seco, la cuestión del agua sigue entre los temas cruciales. Como es conocido, cuando un tema es esencial, todo el mundo quiere opinar, los ánimos se enconan, y el tiempo pasa sin tomar soluciones. Se reproduce, en fin, la fábula en la que el lobo se come a los borregos que discuten en su presencia, en lugar de apresurarse a buscar cobijo.

La cuestión central del agua es que, junto a su creciente escasez, en los términos de pureza en la que nos gustaría encontrarla, se trata de un bien cuyo precio no puede ser regido por el mercado, porque aunque es posible priorizar unos usos -consuntivos o no- sobre otros, lo importante es que hay que trasladarla desde los puntos en los que se encuentra en la naturaleza a aquellos en los que la actividad humana lo demanda. Resulta que el mayor consumidor/usuario del agua dulce es la agricultura, actividad esencial para quien produce, pero aún más importante para los que comemos productos del campo, que somos todos. Y ese gran usuario (70% de la demanda de agua) no puede pagar el recurso al mismo precio que el consumidor urbano.

En España, el precio medio del agua para consumo de boca anda por 1,2 euros el metro cúbico. Se  consumen del orden de 150 litros por habitante y día -siempre aproximadamente- por lo que los 45 millones de habitantes del año 2008 necesitan que se les ponga al alcance, se distribuyan, potabilicen y depuren del orden de 2.200 Hm3, proporcionando unos ingresos a las arcas municipales o de los concesionarios del bien, de aproximadamente unos 2.600 millones de euros.

Hay que ahorrar agua, éste es el lema. Si se reduce el consumo urbano en un 10%, se necesitará distribuir, potabilizar y depurar 220 Hm3 menos, que podrán emplearse en la agricultura, o servir para abastecer nuevas construcciones urbanas, con capacidad para otros 4,5 millones de personas más.

Pero el precio del agua no va a bajar por ello; al contrario, probablemente aumentará, porque el "equilibrio económico financiero" de las entidades que se encargan de proporcionar este servicio público, exigirá que el precio medio del agua tenga que subir lo suficiente para mantener los ingresos anteriores y, por supuesto, recuperar la inflación. El nuevo precio del agua será, por tanto, 1,33 euros/m3, con una subida del 11,11%. Ese será el premio a la eficiencia ahorrativa de los usuarios.

Aunque no hay cifras fiables, pero se acepta para esta discusión de ideas básicas, que el agua para riego se paga a unos 0,15 centimos/m3, y que se consumen más de 20.000 Hm3, poniendo en circulación una masa monetaria relativa de "solo" 3.000 millones de euros, que genera, sin embargo, una actividad industrial relativamente inmensa: el campo es responsable, incluso en estas épocas de abandono de aldea, del 4% del PIB español.

La cuestión no está, por ello, en el precio del agua de boca para usos urbanos, y tampoco en subir el precio para los agricultores, sino en decidir de una vez sobre las prioridades más rentables para el conjunto de la sociedad y asignar un precio para el bien al metro cúbico urbano que subvencione, directamente, el consumo agrario.

Sobre los indicadores de sequía y la planificación hidrológica

La Ley 10/2001, del Plan Hidrológico Nacional, establece en su art. 27 las bases para la gestión planificada de las sequías, ordenando que se establecerá un sistema de indicadores hidrológicos que sirva como referencia a los Organismos de Cuenca, la entidad competente para la planificación hidrológica en su zona de acción.

La consolidación de un estado de sequía real, presentada en la mayor parte de las cuencas españolas a partir de 2004, ha cogido a los Organismos con los deberes a medio hacer. Las zonas más afectadas -por su densidad demográfica y por los intereses económicos en juego- han procurado poner en pié unos Planes de urgencia, en los que se delimitan algunos indicadores, fundamentalmente cuantitativos, refiriendo sus medidas a series históricas muy cortas y escasas.

La cuestión no es ya la cuantificación de la situación -grave en algunas zonas-, sino la dificultad de adoptar medidas inmediatas, creíbles y asumibles por los afectados, de forma que se actúe de una manera coordinada, priorizando las necesidades, distinguiendo entre las urgentes y las que, siendo necesarias, pueden hacerse esperar.

Esperemos que las lluvias de primavera palíen el dramatismo de una situación que ha levantado ampollas y encrespado los ánimos. Una vez resuelto el panorama de forma natural, lo que cabe esperar es que los agentes socio-económicos reconstruyan un debate en el que el objetivo debe ser, sí, cuantificar bien el alcance de las eventuales circunstancias de sequía, poniendo en pie indicadores fiables basados en medidas extensas y homogéneas.

Pero no puede olvidarse que el fin último del control de un momento de estrés hídrico es establecer los mecanismos para que, cuando haya que apretarse el cinturón, la distribución de los recursos esté sometida a criterios de completa racionalidad, asumidos por todos los implicados. De poco valdría que unos ahorren si otros despilfarran. Sería un despropósito obligar a unos a la contención mientras otros, más ladinos o menos considerados, aprovechan los momentos revueltos por el nerviosismo para reclamar para sí actuaciones que solo a ellos favorecen. El agua es, al fin y al cabo, recurso económico, y disponer de ella de forma suficiente tiene tanto más valor cuanto más escaso resulta.

Sobre la energía solar y las tarifas eléctricas

La brillante conferencia de Fernando Sánchez Sudón, director Técnico del Cener, pronunciada ayer en el salón de Actos de la Universidad de Comillas en Madrid, nos da pie a algunas reflexiones, surgidas al hilo de los datos y sugerencias de este brillante profesional. La ocasión fue la presentación del libro Energía solar: estado actual y perspectiva inmediata, auspiciado por la cátedra Rafael Mariño del ICAI.

1. La fuerte subvención a la instalación de placas solares (energía fotovoltaica), a raiz del RD 436/2004, que reguló la producción de energía eléctrica en regímenes especiales, -al que siguió el 661/2007-, ha apoyado un crecimiento masivo de estas instalaciones. La tecnología era conocida, las zonas de alta insolarización en España, muchas; el montaje, sencillo y rápido.  El kwh inyectado a la red desde instalaciones de menos de 100 KW de potencia se pagó en 2007 a 44 c, y así se pagará durante 25 añosl (indexado por la inflación), momento en el cual tendrá una tarifa 205 veces inferior hasta la total obsolescencia. No muy diferente es la tarifa para instalaciones entre 100 KW y 10 MW: 0,41 c/kwh.

Problema: ya se alcanzó el objetivo previsto: 400MWp instalados, límite que se estableció para las subvenciones, por lo que, en teoría, las instaciones nuevas ya no gozarían de subvención, al carecer ahora de marco regulatorio.

2. Uno de los dilemas a resolver, una vez alcanzada una masa crítica suficiente en cuanto a la capacidad de las empresas españolas en el sector, es si deben dedicarse las subvenciones estatales a seguir apoyando la producción (cuando se ha visto que ha favorecido la especulación inversora, creando multitud de huertas solares) o no sería preferible emplear los recursos públicos en potenciar la investigación y desarrollo de la tecnología, mejorando rendimientos y reduciendo costes.

Problema: las empresas dedicadas a la energía solar tradicionales, estaban en pérdidas sistemáticas, antes de implementarse los apoyos públicos. Isofotón y BP Solar, líderes locales en el sector, están empezando a apoyar la i+d directa. Una reducción o eliminación de las ayudas puede provocar la pérdida de posiciones, en beneficio de las empresas alemanas y japonesas, mucho más robustas financieramente y con mayores recursos propios.

Sobre los optimistas crónicos y los pesimistas satisfechos

Sobre los optimistas crónicos y los pesimistas satisfechos

Hay quien ve la botella medio llena, y quien la ve medio vacía, desde luego. Esto vale para casi todo en la vida, porque nos movemos siempre entre la ambición de conseguir más y el disgusto de no haber disfrutado suficiente.

No pretendemos enumerar ejemplos generales de las distintas maneras de enfrentarse con los problemas, que forman parte del panorama diario: la situación económica (final de etapa con descalabro o comienzo de una nueva con fundamentos); el paro (pérdida significativa de empleo o mayor estabilidad de los puestos de trabajo); la evolución de la humanidad; el cambio climático; el ambiente...

¿El ambiente? Sí, queremos aplicar el principio de la botella a la valoración del medio ambiente. Frente a quienes ven el deterioro de paisajes, la contaminación de los ríos, la proliferación de escombreras o el denso penacho de las chimeneas contaminantes, se alzan quienes hablan de la belleza de los parques preservados, el placer de caminar junto a las riberas asfaltadas, la conmoción sentida ante una puesta de sol junto al mar o la visión estremecedora de las cordilleras nevadas desde las alturas de un avión...

Pertenecemos al grupo de quienes están convencidos de que nadie como el ser humano actual ha influído tanto sobre el ambiente, y para mal. Pero es aún más grave que, por falta de concienciación y, dada la alta capacidad de actuación que la tecnología proporciona a cada individuo, todos nos hayamos convertido en feroces agentes contaminantes, porque tenemos el poder directamente en nuestras manos.

Cambios de aceite del coche al aire libre, plásticos, hojalatas, ruedas, cigarrillos, abandonados en la excursión campestre, poderosas rodadas de los cuatroporcuatro en paisajes antes impolutos, deseo frenético de viajar para obtener fotos personales que testimonien nuestro paso despilfarrador por esta Tierra, etc. Los grandes centros de producción, desde luego, pero todos somos agentes contaminantes, y a veces, muy dañinos: a sabiendas o de forma inconsciente. Los habitantes de los países más desarrolladosl estamos consumiendo paisaje a gran velocidad, y de forma irreversible, aunque intentemos tapar los agujeros de nuestra sensibilidad de acero con "medidas sostenibles".

Puede que la botella esté aún medio llena. Pero es que estuvo completamente llena, amigos.

Sobre la energía nuclear y algunas otras incomodidades

Los detractores de la energía nuclear (por fisión) tienen razón: la conservación sin peligros durante unos cuantos miles de años de los residuos de alta radioactividad no está plenamente garantizada y, aunque la seguridad de funcionamiento de las centrales ha alcanzado niveles que no se encuentran en ninguna otra actividad humana, existe una remota posibilidad -cualificable con cálculo de probabilidades, aunque con la salvedad de los escasísimos datos disponibles- de que algo se tuerza -pero tiene que torcerse mucho y con muchas simultaneidades-, fundamentalmente debido a fallos humanosl, y tenga consecuencias que, en caso extremo, podrían ser muy graves para las poblaciones limítrofes a las centrales.

Los partidarios de la energía nuclear tienen razón: no es posible mantener -y no digamos si se mantiene el ritmo de crecimiento- nuestros niveles de consumo energético primario atendiendo solo a las llamadas energías alternativas, que únicamente podrán cubrir un porcentaje menor de las necesidades; ni, por tanto, se puede eliminar la contribución de la energía nuclear al mix energético; y  es cierto que la energía nuclear es un procedimiento limpio en cuanto a la producción de gas con efecto invernadero; además, y aunque el argumento suena a cínico, de qué nos valdría suprimir de nuestro esta forma de energía, totalmente factible, desarrollada y razonablemente económica, cuando países más avanzados que nosotros, incluso a nuestro lado, la están utilizando desde hace años sin problemas; sin ollvidar que nosotros mismos tenemos una experiencia amplia de su uso, lutilizamos desde hace años esta energía sin mayores problemas y, para más inri, hay países del tercermundo que están instalando centrales con baremos de seguridad y conocimientos de explotación que podríamos cuestionar.

¿Qué puede hacer el ciudadano?. ¿Echar la moneda al aire? ¿Fiarse más de lo que le diga aquella persona que ponga más énfasis en el argumento o esté más cercana a su filosofía vital, en general? ¿Es quizá la energía nuclear de fisión, utilizada con fines pacíficos, intrínsecamente mala? ¿Tiene una relación directa, y por tanto, la hace aún más peligrosa, la energía nuclear usada en reactores controlados, y la fabricación de misiles nucleares de largo alcance? . A escala local, ¿a quién dará más credibilidad: a la Ministra de Medio Ambiente española, a los ex-presidentes de Gobierno González y Aznar, a los directivos actuales de Green Peace, a los antiguos, a los directivos de las centrales de carbón, a los de las empresas fabricantes de placas solalres, al vecino del quinto, a...?

Son demasiadas las preguntas que, en este como en otros temas, se lanzan al hombre/mujer de la calle. Otras veces se han resuelto temas más delicados sin consultarlos, empezando por la instalación de centrales nucleares cuando los conocimientos de sus alcances y peligros eran francamente menores. Resuelvan, ya, señores, pero no calienten la cabeza de los demás con sus hamletianas elucubraciones: si tenemos alternativas más baratas y seguras, realizables a corto y que permitan cubrir por completo nuestras necesidades, expongamos el plan, y cuantifiquemos hitos y costes. Y si no las hay, callemos, no para siempre, pero al menos hasta que tengamos otra solución factible.

Sobre la cuestión del presunto derecho subjetivo al agua

El Tribunal Constitucional ha echado un jarro de agua fría (valga la cómoda metáfora) sobre las pretensiones de la Comunidad de Aragón para que se anulara el artículo 17.1 del Estatut valenciano, porque entendía que se imponían al Estado obligaciones extraconstitucionales, a saber: trasvasar el agua sobrante y mantener una cantidad suficiente de agua de calidad para los valencianos.

En ambos casos -dice el TC- "se trata de obligaciones hipotéticas por estar sometidas al cumplimiento de una condición". Interpreto que la condición a la que hace referencia el Alto Tribunal es multivariante: que exista agua sobrante en otras cuencas autonómicas, que se haya planteado necesidad de ella en la región valenciana, y que pueda ser resuelta de forma técnicamente solvente y económicamente razonable; en otra vertiente, y dado lo impreciso del término "cantidad suficiente", deberían haberse especificado los criterios que se seguirían para esa calificación.

El TC entiende que la condición que ha de cumplirse es, "sencillamente, que así lo acuerde o disponga la legislación estatal en el marco de las previsiones constitucionales, de suerte que no se limita la libertad de configuración del legislador estatal". La misma situación afectaría al derecho a gozar de agua de calidad, que "también se somete a lo que disponga la ley". 

La resolución del TC aborda la cuestión del "derecho estatutario" al agua, del que perfila, como rasgo distintivo", el no ser "ejercitable de modo directo e inmediato en vía jurisdiccional, pues solo podrá serlo cuando los poderes autonómicos lo instrumenten, de acuerdo con la Constitución, la legilación estatal o la ley estatal o autonómica, segun los casos". 

No se trata, por tanto, de un derecho, dice el TC, sino de una directriz, que "no vincula la función legislativa del Estado, que podrá ejercerla sin condicionamiento alguno; es decir con plena libertad de criterio".

Aspecto que queda abierto, sin embargo, es la posibilidad de que el "derecho al agua" sea incorporado como un derecho de "tercera generación", lo que plantearía gradaciones en la aplicación práctica de la valoración de ese derecho subjetivo. Si apareciera conflicto entre el ejercicio del derecho al agua por parte de una colectividad, respecto a otras, habría que contraponer, el derecho subjetivo "superior" de la población más extensa en la que estuvieran comprendidos los reclamantes y reclamados, reservándose así al Estado la opción de decidir, ante un recurso cada vez más escaso y más caro, cual es la óptima distribución de las cantidades sobrantes, una vez cubiertas las necesidades mínimas vitales, a las que todos tenemos igual, indiscutible e inalienable derecho.