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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el valor económico del español

"El valor económico del español" es el título del último cuaderno de una colección de, hasta el momento, diez monografías, con las aportaciones de un selecto equipo de investigadores al mejor conocimiento de lo que implica poner en el zoco mundial el letrero de "Se habla español".

La colección está financiada por la Fundación Telefónica y co-dirigida por José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez; los tres, profesores de Economía Aplicada (y catedráticos de esa disciplina, los dos primeros).

El libro (Edit. Ariel, 211 págs.) fue presentado el 13 de junio de 2012 en el salón de Actos de la Fundación Telefónica, en una ceremonia demasiado formal, en la que intervinieron Javier Nadal (que leyó el discurso preparado por César Alierta), Víctor García de la Concha, Emilio Lamo de Espinosa, Enrique Iglesias y el propio José Luis García Delgado. Además de regalarnos el libro, los organizadores obsequiaron a los asistentes con un tentempié en la que, como es habitual, los hambrientos hicieron alarde de su rapidez para engullir.

La tesis presentada en el trabajo, expuesta de manera sencilla (y algo reiterativa), llevaba a reconocer un valor económico nada desdeñable a la lengua española, basado en la fuerza de interrelaciones de los 450 millones seres que la poseen como lengua materna (a los que cabría añadir otros 50 millones que la han adquirido como segunda lengua). Este capital humano, encontraría su expresión contable en una serie de datos más o menos objetables, como atribuir una capacidad de compra de los hispanoparlantes del 9% del PIB mundial (a partir de los datos económicos de los países que tienen el español como lengua oficial). 

Una situación, en todo caso, que no es estable -como argumentan los autores- ya que se detectan tanto ventajas como amenazas para ese "club de hispanoparlantes", y que se exponen en el libro de forma didáctica, terminando con algunos consejos para mejorar el valor económico de la lengua que compartiríamos con Cervantes, Lope de Vega y Jose María de Pereda, entre otros.  

Las conclusiones del estudio son interesantes, y no pretendo hacer un análisis crítico de las mismas. La Fundación Telefónica no me paga por ello, y me parece estupendo que se venda ilusión y aprecio respecto a uno de nuestros vectores o "valores propios" irrenunciables. Ya que en las finanzas y en la tecnología no nos va muy bien, recurrir, dentro del frasco de las esencias culturales, al excipiente de expresión que nos permite decir lo que pensamos, queremos o despreciamos, de la manera más precisa que nos es posible, resulta loable, equitativo, justo y saludable.

Pero no estoy de acuerdo con alguna de las conclusiones de los autores, y no porque me apetezca disentir -muy al contrario- sino como consecuencia de mi propia experiencia personal, de profesional que ha residido en otros países y que ha tenido que utilizar, además del español, otras lenguas para hacerse entender y entender a otros.

No creo, por ejemplo, que el tener como lengua común el español sea siempre una ventaja cuando se negocia con países hispanoamericanos. A veces pienso que tiene que ver con el sentimiento de inferioridad que nos acogota a los latinos frente a los centroeuropeos y norteamericanos, y que debe hundir sus raíces en que nos vemos como perdedores en la Historia, pues hace un par de siglos que no hemos ganado una guerra completa, como no sea luchando contra nosotros mismos.

En el marco de los negocios, es imprescindible mantener un aura de misterio para tener pleno éxito, y he visto en más de una ocasión que franceses, alemanes, holandeses o norteamericanos, hablando un español más imperfecto e, incluso, defendiendo sus tesis en inglés, se han llevado el gato al agua de un contrato.

El estudio no analiza, además, los diferentes niveles de conocimiento y, por tanto, de uso del español. Los esfuerzos de los estudiosos y gentes de cultura para precisar los significados correctos de las palabras están ampliamente compensados por el desprecio a la corrección hablada y escrita que se advierte desde la calle, que va convirtiendo el español no en una lengua de precisión, lejos ya de aspirar a ser una lingua franca del campo de los negocios, sino en un vehículo aceptable para expresar, con cuatro pinceladas, lo sustancial de la cutrería y de los sentimientos humanos menos elaborados, más propio de lo que sería una lingua franca de andar por casa: guerrillero, quijote, revolución, golpista, bucanero, torero, corrida, cabrón, son algunas de las lindezas que hemos colocado, a base de repetición, en el vocabulario interlingüistico.

Termino con una observación: el valor real de una economía no depende del idioma que hablan; esto lo saben, sin duda, mejor que nadie, los autores. Los holandeses son, por ejemplo, muy conscientes, de que deben saber hablar bien inglés, alemán, español o chino si quieren proseguir potenciando su capacidad intermediaria en el mundo de los negocios. Lo sabían los fenicios y no lo ignoran (al contrario) los alemanes o los suecos, cuya lengua propia les sirve como protección para entrar en el club de selectos, pero no les impide defenderse en inglés; por cierto, una medida de inteligencia colectiva que han asimilado solo parcialmente los catalanes y que se han saltado a la torera los defensores de la implantación obligatoria del euskera, confundiendo valor y precio.

Ingeniería para Abogados y Economistas: Investigación y Desarrollo tecnológicos (y 3)

Ingeniería para Abogados y Economistas: Investigación y Desarrollo tecnológicos (y 3)

(Esta es la parte final del Comentario dedicado en el Manual a la Investigación tecnológica)

La investigación tecnológica tiene otras dos peculiaridades que demuestran su vulnerabilidad a las variaciones del entorno: se hace rápidamente obsoleta, por lo que si se abandona durante unos años, una línea de investigación, lo más probable es que la recuperación sea inútil, puesto que las personas que se había dedicado a ella ya no tendrán los conocimientos ni la frescura mental requeridos y, aún más grave, aunque los tuvieron, casi con seguridad el resultado pretendido habrá sido superado por hallazgos de otros equipos.

Otra característica de la investigación tecnológica es aún más dramática: cuando se obtiene un resultado práctico con ella -en el sentido de potencialmente rentable-, es extremadamente difícil evitar que otros no lo reproduzcan en corto plazo, reduciendo así los plazos de rentabilidad del hallazgo.

Si se trata de un descubrimiento en el seno de una empresa multinacional y con una penetración potente en los países más desarrollados, se suele optar por protegerlo mediante una patente internacionales (aunque no existe el sistema que garantice la protección total efectiva), pero en muchas ocasiones, se prefiere silenciarlo. En el caso de que el descubrimiento se haya producido en una Universidad o Instituto Tecnológico, las filtraciones son frecuentes y la rentabilización, más difícil (fuera del prestigio que puede suponer a sus investigadores).

El error que hay que desechar es creer que "la técnica siempre acude" a encontrar soluciones -como suelen expresar quienes no tienen mucha idea de cómo se mueven las cosas en este terreno-. Quienes trabajan, de verdad, en la punta de lanza de cualquier tecnología, saben bien de lo difícil que es llegar a un descubrimiento, del consumo de tiempo que reclama, de la necesidad de estar atento a resultados imprevistos (no pocas veces, se pueden llegar a conclusiones útiles que no estaban en el programa de investigación) y, sobre todo, de que lo más frecuente es no obtener ningún resultado.

Porque la técnica acude cuando el ingenio humano encuentra el medio adecuado para producirse, y eso, no es "siempre", sino raras veces y, con mayor probabilidad -pero muy pequeña en valor numérico- en aquellos países, sectores y centros que más dinero dedican y mayor excelencia concentran.

Ingeniería para Abogados y Economistas: Investigación y Desarrollo tecnológicos (2)

(sigue del Comentario anterior)

Una peculiaridad de la investigación tecnológica es que, al menos en España y en lo que se refiere a la culminación de lo que se entiende por una carrera discente, pocas veces está vinculada a la obtención del título académico de doctor.

Pocos ingenieros son doctores (1) y, dentro de los que lo son, sorprendería saber a qué edades y por qué trabajos han obtenido estos laureles, puesto que no suelen corresponder a lo que en las carreras de Humanidades se entendería por la expresión de una "vocación para la investigación y la enseñanza".

Pero, dejando a un lado análisis que no corresponderían al objetivo de este Manual, hay que destacar que las líneas de investigación que conducen a auténticos hallazgos en el campo tecnológico exigen esfuerzos muy superiores a otros terrenos de la ciencia. No son, salvo excepciones geniales, fruto del trabajo individual, ni de ideas felices, ni de dedicar un par de años a un tema prometedor, quemándose las pestañas en una biblioteca bien nutrida.

Por el contrario, esos logros en la investigación aplicada son el resultado problemático de un esfuerzo colectivo, multidisciplinar, con dedicación de dineros muchas veces cuantiosos (y sin rentabilidad visible), que precisan contar con materiales y equipos avanzados, paciencia, sistemática, conocimientos muy profundos en el ámbito especial de trabajo, y aunque no concluyan en una tesis de doctorando, el director de los trabajos ha de ser alguien extremadamente cualificado, serio, eficiente, con capacidad de persuasión en los ambientes más variados.

Sería, además, muy conveniente que el investigados haya tenido la suerte de haber trabajado en un Instituto tecnológico extranjero o en un centro de investigación puntero de una empresa multinacional durante varios años, o en uno de los escasos grupos -públicos o privados- de primer nivel con los que contamos en España.

Sirva todo lo expresado para apuntar a las sustanciales diferencias de la investigación tecnológica con la que pudiera realizarse en otras disciplinas: exige equipos humanos complejos y sabios, tiempo (paciencia), centros adecuados, con conexiones internacionales con otros equipos punteros, dinero, y...suerte.

Podemos seguir pensando que es mejor "que inventen ellos", para comprar las patentes, copiar sus logros y, sencillamente, aprovecharnos de los resultados en el mercado de tecnologías aplicadas. Pero si queremos ser un país verdaderamente puntero en lo tecnológico, habrá que creer en que la formación de, al menos, alguno de nuestros mejores técnicos, habrá de tener una base muy ancha. Y no bastará, si han viajado al extranjero, con que vuelvan acá con un máster en cualquier disciplina rimbombantne o algunas experiencias en equipos adquiridas en equipos multidisciplinares en centros tecnológicos de alto nivel: no es cuestión de persona, sino de voluntad de país.

(continuará)

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(1) Cuando se inventó el Plan 1957, y para compensar no se sabe muy bien qué, se les otorgó graciosamente el título a los que pertenecían a las promociones anteriores a este Plan, en una operación académica de paripé.

 

Ingeniería para Abogados y Economistas: Investigación y Desarrollo tecnológicos (1)

No son los licenciados en Derecho, en particular, los ejercientes en esa confrontación con la rabiosa y beligerante actualidad que es la abogacía, proclives a la investigación tecnológica. Porque, en realidad, no se puede denominar investigación la búsqueda afanosa de sentencias (en particular de los Tribunales Superiores) que se acomoden, más o menos, a la pretensión que defienden en nombre de su cliente, sea cual fuere ésta.

Así que los licenciados en Derecho que se dedican a investigar, son mucho más fáciles de encontrar en las aulas universitarias que en los foros y lo harán, en general, sobre temas de Filosofía del Derecho, derechos comparados y la fértil veta imaginativa de la influencia del derecho romano sobre cualquier cosa que se mueva.

Tampoco se puede reconocer como investigación tecnológica, aunque merezca idéntico respeto, la labor que desarrollan los licenciados en economía, al menos, no aquellos que se dedican al mundo de la empresa, puesto que no cabe calificar como investigación, la previsión -acompañada o no de gráficos y citas-, realizada tanto a plazos cortos como largos o medios, de las futuras cifras principales (volumen de ventas, cashflow, beneficio neto, etc.) de aquellas entidades de las que son responsables de sus departamentos de economía y finanzas e incluso y, con creciente frecuencia, han llegado a ser sus consejeros delegados o presidentes ejecutivos.

La investigación tecnológica, tal como la entiendo, está relacionada con el propósito de innovar, esto es, descubrir algo nuevo que sea útil para mejorar lo existente.

No hay que dudar, pues, que un equipo que, después de arduos análisis y reflexiones prospecciones descubre o cree descubrir el eslabón perdido entre el mono-lémur y los proto-mamíferos, elucubrando sobre lo que pudo suceder hace 47 millones de años en la evolución de las especies, ha hecho una brillante investigación. Pero no se puede definir como tecnológica, porque saber de dónde venimos, casi desde el big bang, no nos mejora la calidad de vida de mañana (salvo en la satisfacción momentánea de verlo contado en un programa de televisión mientras nos tomamos una cerveza).

Estos y otros miles de ejemplos de investigación que realizan filósofos, antropólogos, sociólogos, y otras muchas dignísimas profesiones, junto a algunos abogados y economistas, nos permiten, por supuesto, profundizar en el conocimiento de lo que hemos dejado atrás y, en algunos casos, de las razones probables por las que hacemos mal lo que creemos estar haciendo bien en el presente, pero no mejoran, por sí mismas, la satisfacción colectiva, por más que llenarán de orgullo a quienes descubren tantos eslabones perdidos y cabos sueltos como la Humanidad ha dejado atrás en su frenética carrera hacia la destrucción masiva . 

No les niego, en fin, carácter de investigación a muchas actividades humanas, pero no las califico como investigaciones tecnológicas, de la misma manera que, aunque la precisión no venga a mucha cuenta, no me parece que sea ingeniería (y ni siquiera ciencia financiera) actualizar los beneficios futuros imaginados de una empresa para convencer a crédulos de que se pueden convertir en dinero contante y sonante en el ahora, especialmente, si van y se lo gastan, metiéndonos en una burbuja de tomo y lomo.

(continuará)

Desprecio de la forma y alabanza del fondo

"Menosprecio de corte y alabanza de aldea" es el título de un opúsculo (tiene poco más de 60 páginas) de Antonio de Guevara en el que, entre muchas citas y otros enjundiosos pareceres, se refiere a un tal Pindárido, que respondió a una pregunta del rey de los espaciatas, afirmando que "la cosa más fácil para el hombre es reprender a otros y la más difícil dejarse reprender".

No importa el tiempo transcurrido desde entonces (bien sea computado desde Pindárido o desde Guevara), la observación reclama total validez, a la vista de la dificultad con la que todos, y especialmente los políticos, reconocen haberse equivocado. Más adelante, en la misma obrita, Guevara recoge el comentario de Plutarco en relación con un personaje sepultado por la historia trascendente, de nombre capitán Nidias, que "nunca erró en nada que emprendiese por consejo ajeno ni acertó nunca en nada de lo que emprendió por decisión propia".

La alarmante situación general del mundo, consecuencia de la rapidez con que se están produciendo los cambios y la incapacidad evidente de los líderes y de sus consejeros para encontrar soluciones adecuadas que eliminen las tensiones sufridas, aconseja recuperar, y con urgencia, una norma de actuación que se ha perdido. Podía expresarse así: Lo importante no son las formas, sino el fondo. No es el ropaje con el que se revisten las ideas (generalmente, en realidad, su ausencia), sino la consistencia de lo que se expone lo que cuenta.

No pretendo dar lecciones a nadie, pero quienes tienen voz pública en este escenario de aparentes miembros del Club de la Comedia española, deberían cuidar más sus declaraciones, atendiendo al fondo de lo que dicen. Deben entender que no los necesitamos para que nos cuenten sobre lo que no saben, ni nos expliquen lo que desconocen, sino para que nos trasladen, de la manera más sucinta y sincera posible, lo que perciben de la situación y, desde luego, lo que proponen que ha de hacerse. Sin improvisaciones ni ocurrencias, sino desde el fondo del conocimiento.

Han de perder el miedo a que los juzguemos por no reconocer que no saben de algunos temas. Porque lo que desconfiamos no es de que no tengan ni idea de lo que hay que hacer, sino de que, por tomar decisiones sin tener idea exacta de las consecuencias de lo que hacen, sin consultar ni escuchar a los demás, nos adentremos aún más en la cueva de ladrones de los que nos jalean para adoptar las medidas que interesan a otros, los que nos esperan en la oscuridad, no las que nos convienen a los que querríamos avanzar en campo abierto y dirigidos por los mejores y más capaces, no por mediocres empeñados en justificarse, criticados por desorientados satisfechos por el hecho irrelevante de señarlos con el dedo gritando que van desnudos.

Por qué nos pasa lo que nos pasa (y 3)

(Termino con este Comentario la presentación sucinta de las características principales de nuestro comportamiento colectivo.)

10. Insuficiente preparación de nuestros representantes en los foros internacionales. Este grave déficit afecta tanto a la formación personal de muchos portavoces, como, especialmente, a la falta de documentación y análisis previo de los temas por parte de los equipos. La consecuencia es, una vez más, la improvisación, pero también la falta de solidez de muchos argumentos.

11. Carencia de una posición internacional definida, adecuada a nuestro tamaño de país y afinidades internacionales. Las razones de ese "melifluo" comportamiento ante determinados países -Estados Unidos de Norteamérica, Alemania, Francia, Reino Unido, en particular- es formalmente incomprensible. Puede ser consecuencia directa de la insuficiente preparación idiomática de nuestros altos representantes, lo que nos impide expresar con rotundidad nuestra posición, y les resta capacidad negociadora. Parece, con todo, preferiblemente achacable a la ausencia de un perfil propio internacional, asumido por los grandes partidos, coordinado, que elimine personalismos e improvisaciones, dando peso a las ideas y no a los gestos. Es un error atribuir "talantes" a los países, porque esa es característica circunstancial de los portavoces, poro no hay que darle peso real en la negociación, sino que forma parte del teatro. Tenemos que corregir el déficit que supone que, cuando se cambian los interlocutores internacionales, en lugar de asumir la continuidad, se critique lo hecho por el anterior y se de la impresión de que hay que "volver a empezar". Es imprescindible definir una línea coherente y consistente: los políticos españoles deben entender, además, que un "exceso de política internacional" no da votos, los resta.

12. Error en la perspectiva de los temas internacionales cuya solución es, por esencia, colectiva. Un país intermedio no puede resolver cuestiones como el deterioro ambiental (cambio climático) o la globalización (ayuda al desarrollo), y debe cuidarse de adoptar posiciones de hipotético liderazgo. Los países más desarrollados utilizan su posición de forma ventajista. España no puede caer prisionera de la ingenuidad, y ha de estar atenta a las oportunidades, no pretender crearlas desconociendo la escasez de recursos naturales, y lo vulnerable de su ecónomía.

13. Urgente necesidad de replantear los vínculos comerciales con Hispanoamérica. La coincidencia en el idioma, más que las identidades culturales, se ha revelado históricamente como perjudicial para el cumplimiento de los objetivos económicos. Nuestra posición no es mejor que la de Estados Unidos, Francia, Holanda o Alemania, por ejemplo, debido a que nos obstinamos en centrarnos en las oportunidades comerciales aparentes, sin contar con apoyo institucional y diplomático efectivo, que se plasme en acuerdos recíprocos, que refuercen la seguridad jurídica, no simples expresiones de afectos y voluntades vacías. Mantenemos inconcebibles problemas de atribución de culpabilidad histórica por ambas partes. Hay que revisar también los impedimentos para expatriar beneficios de las empresas españolas actuando en la zona, lo que obliga a una reinversión de aquéllos en el país generador, afectando, pues, a la verdadera disponibilidad financiera reflejada en los Balances consolidados.

 

Por qué nos pasa lo que nos pasa (2)

(Sigue del Comentario anterior)

5. Escasez de organizaciones complejas regidas por líderes ejemplares. Somos un país de inventores, sin duda, en la que proliferan individuos para sacar adelante una dificultad que implique esfuerzo físico e intuición. Pero nos falta, capacidad para organizar equipos multidisciplinares. ¿Por qué así? Pues porque los que llegan más alto en las organizaciones son cuidadosamente seleccionados por su ineptitud, o, al menos, su "bajo perfil de autonomía", (ya que ésta se asocia con rebeldía), y la selección es tan efectiva, que se cuelan pocos que no cumplan con los baremos de sumisión al sistema, capacidad de adulación, participación en contubernios, comadreo extralaboral.

6. Desprecio de la capacidad emprendedora. El español no tolera el riesgo, que cree no poder controlar -valora en demasía las dificultades de cualquier emprendimiento, y "se arruga", aunque no dudará en criticar a los que se atrevan a hacer lo que él no acometió-. Paradójicamente, le gustan los juegos de azar y le entusiasma creer en un golpe de fortuna. Desde niños, se les educa para ser funcionarios, como destino que, una vez alcanzado, implica estabilidad y...poco trabajo. Hay, claro, funcionarios muy capaces, pero están aislados y, desde luego, no tienen fácil ascender a puestos de responsabilidad en la Administración, porque se convierten en sospechosos de desequilibrar la atonía colectiva. Los partidos políticos se han encargado, además, de completar con afiliados los puestos que correspondían a las convocatorias de plazas públicas, con variadas añagazas sepultadoras del mérito.

7. Marginación de la técnica. Es uno de nuestros males endémicos, a pesar del prestigio ocasional del que disfrutaron, en épocas pasadas, algunos ingenieros y profesionales técnicos. Somos, por los síntomas, más capaces para la creación literaria o artística. Esto es debido a múltiples razones: la confusión de eficacia en el desempeño de una función técnica con la contención de la responsabilidad social, muy mal interpretada por las organizaciones sindicales, que asoció (y asocia) al técnico con el apoyo al capital.

8. Dificultades para profundizar en el tratamiento de los problemas. Nos cansamos pronto de los análisis, a los que no vemos resultado inmediato, y manejamos síntesis apresuradas y, por tanto, erróneas. Caemos con facilidad en el engaño, porque nuestra avidez por llegar al final nos hace ingenuos.

9. Ausencia de reconocimiento objetivo. Nuestros modelos de actuación publicitados son los atletas o aquellos que tienen una facultad extraordinaria, a la que se da una proyección mítica, pero que no resulta imitable. Resulta significativo que una parte nada despreciable de las genialidades creativas no artísticas a las que admiramos (preferentemente, en personas una vez fallecidas) hayan compaginado su trabajo profesional con la creación literaria o el cultivo de alguna de las artes, no pocas veces mantenido durante años oculto en un cajón. La necesidad sicológica de reconocimiento personal fuerza a muchos de nuestros mejores valores a multiplicarse en objetivos individuales, dispersándose o malográndose, viéndose así frustradas, por carecer de apoyo, las expectativas que nos hubieran proporcionado a todos mayores ventajas. Vivimos alimentando un caldo de cultivo de agravios y "mala leche" en el que nadan islotes de descontento.

(continuará)

Por qué nos pasa lo que nos pasa (1)

El título de este Comentario no quiere ser una provocación (1), sino una reflexión personal acerca de los defectos (¡y de las virtudes!) que conforman lo que se entiende por idiosincrasia -ἰδιοσυγκρασία-, el temperamento peculiar de la población española, como conjunto, y que no corresponde solamente a cómo nos vemos, sino, sobre todo, a cómo nos ven.

Como el asunto daría para escribir varios libros, me limitaré, en general, a presentar las características de lo que condiciona, fundamentalmente, nuestra manera de enfocar las prioridades.

1. Menosprecio hacia la aplicación metódica para conseguir algo. Los españoles apreciamos, y mucho, el conocimiento que permite resolver una situación conflictiva, pero despreciamos la dedicación de quien se prepara para adquirir el conocimiento. El grupo marginará a los "empollones", "mustios", "siniestros", "aburridos", pero se volcará a seguir las instrucciones de los "brillantes", "convencidos", "iluminados", que tomen la tribuna para lanzar soflamas en momentos de dificultad, o controversia, aunque no tengan la menor idea de cómo resolver el tema.

2. Incapacidad para construir un "manual de acción" colectivo, asumido por todos como el fondo doctrinal indiscutible. Los españoles somos "iconoclastas", y concentramos muchas energías en destruir lo que aparece como sólido, complaciéndonos en ver cómo caen sus bases. Pero no nos preocupamos con igual intensidad para construir, con anterioridad, la alternativa. Así que improvisamos continuamente, sin tiempo para la reacción.

3. Miedo a la planificación. Nuestra esencia es la procastinación, el aplazamiento de la toma de decisiones, hasta que las situaciones se hacen acuciantes. En esos momentos, somos capaces de esfuerzos desmesurados, con heroísmos individuales que no tienen parangón, pero los resultados son bastante aleatorios y, en general, malos, cuando es preciso enfrentarse a graves dificultades, a contrarios bien organizados o a situaciones muy deterioradas.

4. Corrupción estructural de la valoración del mérito. No somos un país especialmente corrupto en lo económico- la evaluación concreta de la corrupción en las bambalinas del mercado mundial no es sencilla, porque solo se descubren circunstancialmente aspectos puntuales y marginales-, pero sí tenemos una tradición indestructible de corrupción en la selección de los mejores.

(seguirá)

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(1) La referencia a la conocida frase, cercana a la boutade, de Ortega y Gasset, referida a los españoles, de  que "lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa" es evidente.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Patologías estructurales

Aunque el concepto de patología estructural alcanzó su difusión mayor en relación con los defectos que se detectaban, con el paso del tiempo, en el hormigón armado, las anomalías de una estructura no necesariamente se desarrollan al envejecer. Incluso podría decirse que no pocos problemas estructurales están ya latentes en el proceso de fabricación de los materiales.

Podría pues, afirmarse que las estructuras tienen también su ADN en el que se hallan impresas, como elementos genéticos, las bases que, en adecuados ambientes y circunstancias, desarrollarán defectos que pueden ser muy graves. En el acero, por ejemplo, pueden encontrarse inclusiones de compuestos variados, burbujas o grietas, aparecidas en alguna fase del complejo proceso de fabricación hasta el producto acabado, que producirán debilitamientos que se acentuarán con el uso y el paso del tiempo.

Ni qué decir tiene que sucesos sobrevenidos, incluso puntuales,como fuegos, vibraciones, golpes, exceso de peso soportado, pueden llevar a los materiales hacia los límites de sus características recuperables, resultando en un debilitamiento irreversible a partir de entonces. Algunas veces, tiene lugar, incluso, la descomposición o desestructuración del material, por fenómenos como aluminosis, carbonatación o piritificación.

Tampoco debe pensarse solamente en la posible afección de los elementos típicamente concebidos para ser resistentes. Podría suceder que piezas concebidas para ser ornamentales o accesorias (o que se cree que lo son, cuando son portantes) cumplan, al deteriorarse la estructura principal, funciones estructurales.

Pensemos en la presencia de termitas y carcomas o en la asociación de humedad y hongos de la madera y en los lamentablemente no infrecuentes sucesos en los que, al realizarse la "rehabilitación" de un viejo edificio, todo él se viene abajo de pronto, porque, en realidad, su estructura se hallaba apoyada en los colindantes o precariamente sostenida por un reparto de cargas en el que la edificación había encontrado, de manera natural, con el paso del tiempo, un equilibrio forzado.

Las patologías estructurales en los escritos jurídicos no son tan infrecuentes. Desde luego, los autores de un documento no siempre son los más capaces para descubrir los defectos de razonamiento del mismo, puesto que las gafas de la autocomplacencia, o el desgaste que implica estar concentrado durante mucho tiempo en un asunto, suelen impedir una crítica leal a lo que uno hace.

Por eso, solicitar a un compañero que haga una lectura revisora de lo que se ha argumentado, suele ser extremadamente útil, permitiendo, con ello, poner de manifiesto fallos de razonamiento, o su incorrecta ubicación, que, al ser corregidos, harán la estructura total del escrito más consistente.

Desconfíe el autor, en especial si es novel, de aquellos revisores a los que se ha encomendado esa lectura crítica, si devuelven el escrito con un par de correcciones en rojo, que afectan únicamente a la ausencia de una coma, o la sustitución, digamos, de "repulsa" por "rechazo". No ha realizado una verdadera auscultación del trabajo, y el peligro de que existan patologías estructurales sigue en pie.

Por el contrario, si el escrito es devuelto a su autor con párrafos enteros tachados, flechas y signos de interrogación, notas marginales frecuentes con la expresión "no se entiende", "justamente al contrario" o "así no", que solo se concentran, además, en las tres primeras páginas, encontrándose las demás incólumes, el letrado afectado por tal demostración ha de plantearse una de estas opciones: decidir si ha equivocado la carrera, o si no se ha equivocado de corrector y ha entregado una de sus obras maestras a su peor enemigo.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Auscultación de estructuras y patologías

El control de calidad de las estructuras, con el objetivo de detectar a tiempo los defectos que pueden causar daños en ellas, y proceder a su corrección inmediata -sin obviar la opción, en los casos más graves, de sustitución de los elementos dañados o proceder a su refuerzo- es una de las tareas que el técnico debe acometer durante la vida útil prevista para las mismas.

Las estructuras no tienen una vida infinita, lo que no debe confundirse con indeterminada, puesto que se ha de conocer durante cuánto tiempo aguantará, en las condiciones de diseño previstas, sin sufrir deterioros que la incapaciten para cumplir el fin a que está destinada.

El concepto de "vida útil" corresponde a la idea de que cada estructura, máquina o instalación ha sido proyectada para satisfacer las condiciones de trabajo previstas durante un cierto período; a partir de él, los materiales pueden presentar problemas de pérdida de calidad, por lo que habrá que proceder bien a su sustitución, o al replanteamiento de una prolongación de su período de uso (tal vez con reparaciones menores, consecuencia de la inspección total de su estado).

En cualquier caso, una estructura que sigue siendo solicitada en las prestaciones para las que fue proyectada después de agotar su vida útil inicial, habrá de ser sometida a inspecciones mucho más frecuentes que anteriormente.

Los medios de control de una estructura en uso han de ser, forzosamente, no destructivos, y, sin embargo, cumplir la condición de ilustrar convenientemente sobre su estado. La auscultación de estructuras, empleando métodos que permitan investigar el interior de las mismas desde la superficie es, en este sentido, básica.

En el caso de estructuras de hormigón armado (esto es, con barras de acero posicionadas adecuadamente en la masa), se efectúa la radiografía del mismo con un escáner específico, que permite valorar el recubrimiento, diámetro y distancia relativa de los redondos o malla de acero, que son su refuerzo estructural.

Ninguna estructura económica está, en principio, prevista para su funcionamiento por tiempo infinito. La solidez de una economía, en un entorno dinámico y en el que aparecen continuamente nuevas tecnologías, competidores y cambios en la organización del mercado y el comportamiento de los consumidores, exige el mantener continuos controles de su funcionamiento.

Estos indicadores son de muy diversa índole y, la mayor parte de ellos, bien conocidos. Los estudios de economía ofrecen multitud de relaciones y parámetros (p. ej. consumo de energía por valor añadido de un sector; tasa de empleabilidad por grupo económico, rentabilidad total de la economía respecto al pib, etc.). Sin embargo, los análisis respecto al estado real de la economía obtenido de las fuentes de datos varían según los expertos que los analizan y, por tanto, es muy posible (en la crisis que se está padeciendo se encuentra un buen ejemplo) que no se detecten a tiempo las patologías, y se provoquen colapsos de la estructura, burbujas (directas o inferidas) y desajustes, que pueden ser muy graves, entre los resultados reales y las previsiones.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes, presas y Escombreras (y 3)

De entre los distintos procedimientos de construcción de presas, por sus especiales características de aplicación al trabajo de los profesionales a quienes va preferentemente dirigido esta Manual, me referiré a las balsas mineras.

El accidente de la balsa de Aznalcóllar, cuya rotura produjo la inundación con lodos de residuos en la sensible zona natural de Doñana, puede servir de punto de reflexión, tanto para explicar los fundamentos metodológicos de la generación de una balsa de residuos, como los procedimientos de reparación y limpieza del terreno afectado que han sido llevados a cabo, con reconocido éxito, por los especialistas que se encargaron de la reparación del desgraciado accidente.

Como es sabido, la separación del material metálico útil de la roca madre en la que se encuentra naturalmente embebido, obliga, después de la extracción de bloques manejables (generalmente, mediante el uso de explosivos), a realizar operaciones de machaqueo, trituración o molienda, en las que se consigue que los trozos de mineral queden físicamente liberados de su sustrato original.

Se obtiene así una masa de piedras de diferentes tamaños que se tratan en mesas de clasificación, por las que circulan, llevados por corrientes de agua, el mineral y la ganga, y en las que, graduando convenientemente las vibraciones a que se las somete, se consigue separar el primero de la segunda, obteniendo un concentrado de minerales, simultáneamente con cantidades ingentes (piénsese que la ley o porcentaje de mineral puede ser inferior al 0,5%) de residuos, recuperando, contaminada, el agua utilizada como vehículo conductor.

En lo que aquí interesa, el técnico de la explotación se encuentra con la necesidad de separar y tratar, antes de su vertido a cauce público, ese agua que, en gran parte, ha embebido, la fracción más diminuta de esos residuos, que se conocen como lodos. Para las fracciones superiores, o gruesas, el problema de la separación del líquido no existe (o lo es en mucha menor medida).

Para la construcción típica de una presa de residuos, si no se ha tomado la decisión de generar con material seco, aportado previamente, se utiliza esa fracción gruesa -aprovechando, en su caso, las características del propio suelo de la zona- para, convenientemente compactada, formar el dique de arranque, que puede superar los 10 metros de altura, y que conforma el primer bloque para contención de lodos. Sobre ese primer dique se van construyendo otros, en la medida que la explotación progresa, dejando que en el reducto cerrado así formado, se vayan sedimentando los lodos que se irán vertiendo en la cavidad.

La diferencia fundamental en el método de construcción de las presas de residuos con materiales procedentes de la propia explotación descansa en que se realice "aguas arriba" o "aguas abajo", denominación técnica que hace referencia a que la elevación de la presa de, gracias a los diques de crecimiento superpuestos, se realice en la dirección de la balsa de contención o avanzando sobre el terreno libre.

La presa de Aznalcóllar era una "presa convencional de escollera", en la que el material de los diques estaba formado por escollera (rocas y suelos naturales), y fue ampliada en su momento con un recrecido, alcanzando, en la fase última, los 67 m de altura. Había sido diseñada inicialmente con solo 45 m. 

La información obtenida a partir del accidente ha sido extensa y los juicios emitidos acerca de las causas de la rotura y la forma en que debiera haber sido evitada, proporcionan suficiente material de trabajo para obtener una visión muy completa de todo el problema. Son muchos los expertos sobrevenidos que han escrito miles de páginas al respecto.

Pero lo que interesa aquí es entender que una presa de estériles, como la economía de un país, ha de ser diseñada para soportar una determinada cantidad de lodos y si la explotación se prolonga, las operaciones de recrecido para albergar una cantidad de estéril empapado muy superior al inicial, arriesgan provocar la rotura en las zonas de apoyo del recrecimiento, causando el colapso de la estructura superior, incapaz de soportar los empujes del líquido o de los lodos.

Un país intermedio, como España, no puede aspirar más que a mantener una posición intermedia en lo económico. Los recrecidos ambiciosos de la estructura no son sino riesgos añadidos de que la estructura se desmorone en parte, incapaz de albergar una tensión para la que carece de capacidad resustente. No se puede aspirar a ser el mejor en todo, ni tampoco pretender ser cabeza de león en materias en las que no se podrá soportar el coste. Se ha alcanzado tal situación de desproporción, por ejemplo, en las intenciones expresadas por anteriores Ejecutivos (de Gobierno) de ser pioneros en la protección ambiental (cuando España no representa ni el 1% de la contaminación por CO2 antropogénico, por ejemplo), o en la afirmación de que se necesitaban 300.000 viviendas más cuando el parque inmobiliario ya estaba, por toda evidencia, saturado.

Cuando se analizan a nivel de comunidad autónoma los recrecidos artificiales de infraestructuras, pretendiendo construir reinos de taifas con recursos escasos (menas), incapaces de sostener la rentabilidad de la explotación, y con el solo destino de mantener embalsados el volumen de expectativas que generaron las múltiples duplicaciones de servicios, edificaciones, museos, universidades, carreteras, etc. , nos encontramos con ejemplos de rotura de balsas.

Son magníficos y dolorosos episodios (algunos aún no presentados, aunque diagnosticados) del riesgo de colapso de las economías regionales, convertidas en presas de residuos, entre los que se encuentran las aspiraciones injustificables de contener más lodo del que correspondería al diseño estrictamente adecuado al material metálico o mena disponible, derivado en la acumulación peligrosa de estériles económicos y humanos,  que sobrecargan la contención y acaban causando su desmoronamiento, además, por supuesto, de resultar inservibles desde el punto de vista económico.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes y escombreras (2)

De entre las medidas estabilizadoras o correctoras de la tendencia de los taludes al deslizamiento la más socorrida es rebajar la pendiente, disminuyendo la inclinación respecto a la horizontal, trasladando material desde la cresta al pie. (1).

Otras veces, resulta conveniente rebajar la altura del talud mediante su escalonamiento o robustecer la base del mismo añadiendo material al pie, provocando así también un peldaño artificial que sirve de refuerzo.

Estas y otras medidas de diseño pueden no resultar suficientes para evitar la rotura de la estabilidad, causando el desplome del talud, que suele limitarse al material que ha sido movido o afectado directamente por las obras. En el caso de las escombreras, en donde el material que las forma es todo él desagregado, puede producirse el desmoronamiento de una parte muy importante y, si la escombrera es de gran tamaño, y se han formado capas de lixiviación o filtrado en la superficie con el terreno natural, el deslizamiento puede tener consecuencias dramáticas.

Los Abogados y Economistas se encuentran también con esos fenómenos de rotura de la estabilidad, a los que conviene estar preparados.

Así, en lugar de jactarse de controlar todas las variables de un caso que defienden en los Tribunales de Justicia, asegurando que "colgarán la toga" si lo pierden, es más prudente (y realista) indicar a su cliente que han procurado estudiar todas las hipótesis para conservación de la estabilidad, pero que la realidad puede ser incontrolable: el estado de ánimo del juzgador, su carga de trabajo, la actuación del abogado contrario, la declaración testifical o la rotundidad de argumentos de los peritos de parte y, en especial, la del perito judicial (obtenido tantas veces por insaculación y, por tanto, como su nombre indica, de resultados imprevisibles), pueden prococar el deslizamiento hacia el desastre de la situación. 

Las roturas pueden ser planas, circulares y en cuña; a estas formas cabe añadir el deslizamiento de tierras o flujo de materiales.

En realidad las roturas planas y las circulares son el mismo fenómeno, pues so  se diferencian en la forma de la figura descrita por el material cuando se rompe. Al actuar sobre el vertido reciente (poco compactado aún en taludes, vertederos y escombreras), se debe estar atento a las roturas de los flancos, que, en realidad, buscan la estabilidad formando nuevas pendientes que tendrán siempre la misma inclinación, coincidente con el "ángulo de reposo" del material.

Las roturas circulares y en cuña se presentan típicamente cuando se han acumulado materiales de distinta naturaleza, es decir, cohesión y características de rozamiento. Las roturas en cuña, en especial, son características de escombreras y taludes en los que se han cubierto vertidos antiguos, ya meteorizados en superficie o con alto contenido en humedad intersticial.

De entre las clásicas formas de rehabilitar un talud o escombrera afectados por deslizamiento o rotura (o que se desee prevenir frente a estos riesgos), destacaré tres: a) construcción de un dique con capa filtrante; b) reducción de la pendiente total, introduciendo un escalón intermedio o varios (bermas), c) reducir la pendiente en la base o zona inferior, añadiendo una sobrecarga al pie.

En macroeconomía encuentran, desde luego, aplicación estas medidas. Cuando la economía global está afectada de grave riesgo de deslizamiento hacia la recesión, o ya introducida en ella, en lugar de llevarse las manos a la cabeza o tomar medidas deslavazadas, sería conveniente que los responsables analizaran alguna de estas opciones:

a) detectar hasta qué altura de la escombrera o talud llega la contaminación económica (activos tóxicos, contabilidades falseadas o erróneas, pánico por falta de cohesión, etc.), mediante introducción de sondas piezométricas (evaluación directa). Localizada la capa de estabilidad, hay que reducir la masa de las capas superiores, eliminando el material sobrante (que deberá ser trasladado a la base económico-social), y dejando que se forme una nueva pendiente natural, que corresponderá a una altura de escombrera mucho menor, por lo que la superficie a ocupar será más extensa. Esta solución se podría llamar: saneamiento de una economía que ha generado capas, procedentes de los estratos más altos, de acumulación de mierda (activos tóxicos).

b) crear una contención en la base, apalancándola con un dique o muro de material compacto, lo que supone generar mayor número de pymes, pero no en cualquier sitio, sino en nuevos campos, atendiendo a dotarlas de la mayor solidez posible de acuerdo con la coyuntura; este material de contención, de nuevo empaque, pudiera servir para construir una nueva base económica, más éstable y duradera, por lo que debería, lo antes posible. Lo que nunca debe hacerse es tratar de apuntalar la escombrera atendiendo a poner contención al deslizamiento por arriba, pues esto no soluciona el problema, sino que lo acentúa; en general, la necesidad de trasladar material de la cima a la base, en economía, se suele dar de fora natural, pues por la cuenta que le tiene, el capital buscará opciones más abajo, cuando se les caen los palos más altos del sombrajo, por lo que habrá que esta atento a sus formas de generar nueva acumulación de actividad y, por tanto, riesgo de residuos tóxicos.

(continuará)


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(1) Rebajar la pendiente puede ser equivalente a disminuir la tensión, lo que no se consigue ni ocultando información ni exagerando las proporciones del riesgo, puesto que ambas incrementarían los costes de la actuación sin que se solucione el problema.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes y escombreras.

Uno de los problemas que deben afrontar los ingenieros responsables de una obra lineal simple (carretera o camino) es el de conseguir la estabilidad de los terrenos afectados. Salvo que discurra por una zona llana y firme y esté prevista para soportar escaso tránsito y además, ligero, habrá que estudiar la cohesión de los terrenos afectados por el camino.

Porque incluso en las obras lineales que no supongan salvar vanos ni horadar túneles, cuando el trazado del camino implica movimientos de tierras de cierta importancia, se debe garantizar, además del asentamiento correcto del firme de los viales, la resistencia a la tendencia natural a su deslizamiento que tienen las laderas.

Esta situación no es diferente a la que el abogado o el economista se encuentran muchas veces en su vida profesional. Los primeros no solo han de ocuparse de hacer un buen escrito formal de demanda o contestación a la misma -en un caso típico procesal- sino de buscar su apoyo en el cuerpo legal y la jurisprudencia de aplicación, sin que les baste acudir a la directa invocación del principio iura novit curia, pues se exponen a que la base factual que le parecía garantizaba la rodadura de su cliente sin perjucio, quede descolgada de los fundamentos de derecho o sufra el destrozo de la caída de fallos caídos desde el Supremo y otrosórdens, elegidos a pelo o contrapelo por el colega haciendo de contrario.

Ejemplos parecidos podrán encontrar los economistas, trabajando con un material tan lábil como es el Plan General Contable, con numerosos vericuetos de nombres engañosos, en los que se puede apoyar una cuenta de resultados o un Balance, a salvo de la inspección fiscal de un colega riguroso o de las caídas del mercado, debiendo preverse apalancamientos, amortiguación de efectos nocivos, desprendimientos, ocultaciones, etc., que pueden desmoronar en un par de días la más sólida de las estructuras.

Así que, como los AEs y, puesto que sus trabajos quedan normalmente a la vista de toda crítica, los ingenieros, de la clase que sean, cuando actúan de civiles (esto es, con obras que tienen efecto sobre la naturaleza), tienen que estudiar y resolver la doble condición de garantizar la rodadura segura por los caminos, y de tratar de evitar que los deslizamientos o desprendimientos de piedras y tierras de las zonas laterales puedas afectar al tránsito rodado y a la seguridad de personas y vehículos.

Los nombres que reciben las consecuencias de la inestabilidad del terreno han de separarse, por lo general, de las deformaciones producidas por el uso. Estas últimas son patologías menores, provocadas por la disminución de la calidad de los elementos aglutinadores de las capas de firme, y reciben el nombre de deformaciones, roturas, prendimientos y exudaciones, tomando la forma habitual de baches, grietas y rodaduras, pudiendo reponerse con medios sencillos si ocupan poca superficie.

Las provocadas por la inestabilidad de firmes y taludes pueden manifestarse de forma muy aparatosas, afectando gravemente a la infraestructura, siendo sus manifestaciones típicas los argayos (caída de piedras y tierras desde la altura sobre los viales) y los deslizamientos de los apoyos ladera abajo, con desmoronamientos del firme (que en en algunos lugares también se llama argayos).

Cuando los terraplenes han sido realizados con relleno (generalmente, gravas, arenas o limos), su estabilidad depende de características propias del material (ángulo de fricción interna), la pendiente, la densidad, cohesión y volumen del terraplén y las presiones que debae soportar.

Las aguas provenientes de cursos naturales a los que corte la obra ejecutada o las formadas por las precipitaciones (lluvia, nieve, etc.), forman escorrentías si discurren superficiales, que deben ser controladas en su drenaje, pero también pueden encontrar su camino descendente bajo la superficie, pudiendo producir la colmatación saturación del material o la formación de capas de deslizamiento. Existen también diversas soluciones según el drenaje y la cohesión de los materiales, que siempre podrá mejorarse mediante compactación y sujeción (con redes metálicas, plantación vegetal, gunitado, etc.)

(continuará)

 

Ingenieria para Abogados y Economistas: Ordenación del Territorio (y 2)

Contrariamente a lo que se acostumbra a creer, la Ordenación del Territorio tiene poco que ver con leyes y mucho más con la aplicación sensata de la tecnología, es decir, con el sentido común; y aunque el territorio era tradicionalmente la base de la economía (especialmente en las sociedades más atrasadas, típicamente agrarias), actualmente está prácticamente desvinculada del espacio físico, lo que supone que la evaluación de las actuaciones ha de referirse, en su mayor parte a las "externalidades" al sistema.

Acéptese aquí, pues, que por "territorio" ha de entenderse el ámbito amplio de relación entre el hombre y el planeta Tierra (y, si se quiere ser ambicioso, con el cosmos de alguna forma accesible al ser humano, aunque solo sea por acercamiento visual). No está sometido a leyes dictadas por los humanos ni la repercusión sobre él es evaluable en términos económicos.

Esta apreciación concede máximo valor a las actuaciones que transforman físicamente el territorio, y que sería pretencioso pretender enumerar aquí exhaustivamente. Algunas son consecuencia de la actividad del hombre: edificaciones e infraestructuras de todo tipo, presas, explotaciones mineras, fábricas, plantación o tala de árboles, siembras, incendios devastadores y quemas de rastrojos, captación o contaminación de aguas, tratamientos químicos, eliminación de residuos, etc. Otras, tienen consecuencias sobre la actividad del hombre pero no son causadas por él, al menos, no directamente: inundaciones, terremotos erupciones volcánicas, tornados, vendavales, maremotos, etc.

Mediante la "ordenación del territorio" se debería atender a conseguir el equilibrio entre la explotación de los recursos de tipo tipo (abarcando tanto lo que Milton Friedman llamó "riqueza no humana" como las capacidades intelectuales del habitante inteligente) y la satisfacción de las necesidades actuales de la población, abriendo al mismo tiempo las vías que garanticen, en un horizonte temporal tan amplio como sea posible, la viabilidad de las generaciones futuras. Incorpora, pues, elementos preventivos como paliativos, aplicando las mejores técnicas disponibles universales en cada instante y para cada sector de la evolución humana para conseguir la mayor eficacia.

Es una cuestión tan compleja e interdependiente que la adopción de decisiones queda al margen de personas o grupos, incluso de un país o unión de ellos. Si se quiere responder al reto adecuadamente, en un momento de la evolución como el presente en el que los recursos físicos disponibles sobre el Planeta están prácticamente detectados y en buena parte, ya utilizados o degradados, es un problema a resolver a escala global, universal.

Y, desgraciadamente, aunque estamos en un mundo en el que la información se ha globalizado mucho, los intereses de los grupos económicos (a veces, enmascarados como decisiones de país) no tienen esa preocupación sobre lo que se llama en los foros de discusión diletante "sostenibilidad" o sustentabilidad.

(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Ordenación del Territorio (1)

La ordenación del territorio es una expresión técnica por la que se recogen las preocupaciones relativamente recientes acerca del modo de reducir el impacto del ser humano sobre el entorno. No pretendo dar aquí una definición del término, sino abordar algunos ejemplos de aplicación de la ingeniería en esta disciplina, típicamente multidisciplinar.

Conviene indicar, ante todo, que la perfecta ordenación del territorio es no solo imposible, sino contraproducente. En el siglo XXI los territorios ya están todos ocupados por el hombre, tienen un dueño y, por lo tanto, un uso.

Que circunstancialmente el poseedor del territorio no disponga de título de propiedad o la tenga abandonada, no empaña esta afirmación general: ya no es posible llegar con la bandera de conquistador a ningún sitio del planeta y apropiarse de las tierras en nombre de cualquier advocación humana o divina, sin exponerse a que le recluyan de inmediato a uno en un centro siquiátrico o se inicie un conflicto diplomático chungo (Malvinas/Fawkland, Perejil, Gibraltar, Yeonpyeong, etc.).

Por supuesto, no se presentan por tanto más que ocasiones puntuales en las que se ofrezca al planificador un territorio virgen para que implante en él el bosquejo de una ciudad, ya sea cuadrangular, alargada, circular o elíptica (por denominar las formas geométricas más lógicas y, por tanto, comunes, utilizadas inicialmente por tanto por los planificadores como por el devenir natural de las cosas).

Los ejemplos recientes de esta concepción integral de la ciudad ideal no son generalmente aplaudidos; los estudiosos de la ordenación global de las poblaciones se preocupan, más bien, de proponer medidas de descongestión de las megalópolis y apoyar el crecimiento de poblaciones interconectadas (en el periurbano de una gran urbe), atendiendo a dimensiones óptimas máximas en torno a 500.000-1 millón de habitantes.

La mayoría de los casos de ordenación del territorio se refieren, en realidad, a la recuperación y mejora paisajística de áreas públicas, a la concepción de nuevos emplazamientos muy específicos (polígonos residenciales, administrativos o industriales e incorporación de dotaciones de las llamadas asistenciales) próximos a los núcleos existentes y, en pocos casos, a la rehabilitación de zonas urbanas degradadas.

Todas estas actuaciones implican la integración de lo nuevo en lo existente, atendiendo -o no- a las funciones de utilidad, coste, oportunidad, flexibilidad, etc.

Es probable que el AES tenga la impresión a priori de que, dependiendo de la especialidad ingenieril, la concreción del concepto de ordenación del territorio a un caso dado, cambiará sustancialmente según a quién se confíe la cuestión.

No pretendo ni ser concreto ni levantar sonrisas, pero si los ingenieros respondieran a la especialidad que lucen en sus títulos o que les atribuye el imaginario colectivo, la distribución lógica de tareas parecería la siguiente.

Un ingeniero de caminos atenderá básicamente a la regulación del tráfico y, por tanto, de los viales; propondrá rosetas de distribución, vías alternativas y algún que otro soterramiento (para lo que debería contar con algún ingeniero de minas, al menos, para que formalmente le firme el proyecto); un ingeniero agrónomo o de montes se fijará en el encauzamiento de los ríos y la generación de apacibles paseos fluviales con la protección de varias especies arbóreas; un ingeniero de telecomunicaciones debería garantizar la cobertura en el territorio de recepción de los diferentes tipos de señales, planificando su disposición subterránea en lo posible; el ingeniero industrial aconsejará la concentración de las industrias en el polígono específico, con los puntos de toma eléctrica y de agua, recogida de residuales,  que sean del caso y diseñará naves y chimeneas. Etc.

Pues bien: es prácticamente seguro que esta distribución voluntarista no se encontrará en la realidad. Y no por culpa de los ingenieros, a los que la necesidad de encontrar trabajo ha llevado a ocuparse de cualquier especialidad técnica, encontrando así una exigüa aplicación al cúmulo de enseñanzas (teóricamente) impartidas en las aulas universitarias.

Cuando se planifica crear un nuevo polígono residencial, elegido el terreno de acuerdo con las normas de la especulación que rijan en la zona, la Ordenación del Territorio se encargará, en general, a una constructora (con o sin concurso público), que se ocupará, principal sino únicamente, de ejecutar los viales y las conducciones de agua, residuales y electricidad atendiendo a la reducción de costes que le resulte adecuada.

Reducido en su posibilidad de acción, plantados unos cuantos arbolitos (del tipo plagano o magnolio), para compensar los que eventualmente hayan fallecido en el movimiento de tierras provocado por las excavaciones, enmarcando la  construcción de los macro-edificios y centros asistenciales que tienden a desplazar del centro urbano el tráfico de usuarios (1), el especialista en "ordenación del territorio", convertido en decorador paisajista de urgencia, contribuirá así a consolidar la destrucción práctica del territorio, haciéndose cómplice indirecto del feismo que es general en los nuevos barrios de casi todas las ciudades (en cualquier lugar del mundo).

(continuará)

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(1) Esta medida tiene doble interpretación: por un lado, se dificulta el acceso físico del ciudadano "desocupado" a los centros administrativos, separando la gestión de los servicios de la urbe de la propia urbe, contribuyendo a reforzar su áurea de misterio y apoyando su bunkerización (solo parcialmente roto por la posibilidad de realizar algunos trámites telemáticamente); por otra, se concentra el funcionariado y los departamentos administrativos de los servicios públicos y de las empresas en un único "edificio de oficinas", consolidando la sospecha de que la gestión pública como la privada, a partir de cierto tamaño, se rigen por principios similares, no todos nobles.

 

Ingeniería para Abogados y Economistas: Problemas del mercado (y 2)

Ingeniería para Abogados y Economistas: Problemas del mercado (y 2)

Los defensores del mercado como asignador eficiente se detienen, complacientes, en el análisis de su funcionamiento histórico en los momentos de crecimiento económico y en la relativa rapidez con la que se recuperaban de los destrozos quienes escribían las páginas principales de esa Historia.

Eran otros tiempos, sin embargo. La globalización de la información no existía, y las diferencias en desarrollo se referían a países, no a individuos o grupos de individuos. Hoy se puede hablar de personas desarrolladas o no tecnológicamente, atendiendo a su capacidad para formar parte del mundo interactivo.

Hasta hace pocos años, las nuevas tecnologías, que se mostraron excepcionalmente agresivas sobre el modelo socioeconómico, no habían aparecido, o carecían aún de efectos a nivel personal, y específicamente, en cuanto al empleo. Actualmente, la capacidad para actuar en las infotecnologías se puede adquirir, por una persona capacitada para ese aprendizaje, incluso a pesar de que habite en uno de los países más pobres del planeta. Basta con dotarle de un ordenador, una conexión telemática y apelar a su creatividad.

La única, y muy seria, advertencia que hay que expresar es que esos "programadores informáticos" no son sino el germen del nuevo lumpen laboral, en la medida en que su capacidad para aprender nuevos lenguajes, que ellos no crean, sino usan, es siempre menor y la competencia entre programadores, creciente.

Hasta la aparición de nuevas tecnologías extremadamente eficientes, cuando la economía general o la particular de un país dominante (digamos, "países occidentales") se encontraba en una fase expansiva y los recursos de terceros países eran explotados sin otras restricciones que la de atención a una demanda sostenida y controlable, el mercado oligopolista de los principales productos que se comercializaban en los mercados internacionales, funcionaba relativamente en calma.

A niveles internos de cada país occidental, la aparición de oportunidades de consumo, vinculadas frecuentemente a nuevos juguetes tecnológicos, permitía que los inversores de capital ubicasen sus excedentes en los nuevos nichos de negocio, generando así bolsas de acumulación monetaria de los beneficios, que actuaban como generadoras de empleo a corto plazo. Todos felices, incluso los caciques de los países en desarrollo, controlados por su corruptibilidad y poseedores de cuentas en paraísos fiscales que iba engordando rápidamente.

Ha sucedido, en realidad, otras veces en la Historia, pero, como en el caso del diluvio bíblico, aunque supuso el final de estructuras sociales que habían sido dominantes, no tuvo carácter universal y, por tanto, la evolución explosiva pudo repetirse en otro lugar.

Las empresas que tienen los más hábiles gestores comerciales, crecen desmesurada y peligrosamente, pero, las nuevas tecnologías desbaratan continuamente las previsiones de amortización de los equipos y maquinaria, que no pueden amortizarse, trastabilando las previsiones de vida útil. 

La pugna por arrebatarse clientes lleva a abaratar los precios finales a límites insoportables en los Balances y, para enmascarar resultados que van irremisiblemente peores, utilizan todo tipo de artificios contables para lograr el "mayor valor para los accionistas" que, si estamos hablando de empresas que cotizan en Bolsa con per de 20 o 30, para quienes han comprado esas acciones en el mercado bursátil, poco o nulo consuelo supone, pues la burbuja en la que se han montado es de otro carácter y poco tiene que ver con el mundo real.

(continuará)

Ingeniería para Abogados y Economistas: Problemas del mercado

La consideración de las variables tecnológicas en el análisis de la evolución de un mercado hace especialmente difícil la predicción del comportamiento de los agentes económicos. En realidad, lo hace de previsión, hasta ahora (2012), imposible.

Se pueden enumerar, a título simplemente enunciativo, algunos de los parámetros tecnológicos más visibles cuya influencia sobre los mercados no es cuantificable, aunque se deba reconocer que se trata de elementos cualificadores muy importantes:

a) tecnologías que permitan la reducción de la mano de obra (automatización, robotización, telemática, informática), o exijan una cualificación específica (ingeniería, diseño, programación);

b) tecnologías que incorporen nuevos materiales (vitrocerámicos, de alta resistencia, grafeno, etc.), o reduzcan drásticamente el tamaño de los productos intermedios o finales (microelectrónica, nanotecnología), o influyan sobre su duración y rendimiento;

c) tecnologías que supongan una importante disminución en el uso de recursos laterales (mejoras de gestión del agua, energía, protección ambiental, comunicaciones).

Pocos de los empleados en una empresa son conscientes de esta presión continua de la tecnología sobre la viabilidad de los proyectos que conforman el objeto social de aquella. Pocas son también las empresas que tienen servicios de investigación y desarrollo que estén atentos a la evolución tecnológica que les pueda afectar y aún menos, las que están en situación de generar el cambio por sí mismas.

En consecuencia, se produce -en estas últimas décadas en las que las modificaciones tecnológicas se están produciendo de forma continua y acelerada (tal vez, incluso, con innovaciones de frecuencia exponencial)- una permanente destrucción de expectativas de viabilidad, reduciendo el margen de supervivencia de las empresas existentes, y especialmente las que están lastradas por estos tres factores perniciosos: alta presencia de mano de obra en el output, fuerte endeudamiento en maquinaria devenida obsoleta y la necesidad de distribución del producto acabado por vías convencionales (transporte físico).

La cuestión del tamaño del mercado es sustancial. En el campo de la energía, por ejemplo, existe una corriente de influencia social que apoya la generación de la energía precisa individualmente mediante métodos de producción distribuída (placas solares, bombas de calor, aerogeneradores, sondas geotérmicas, quemadores, etc., instalados y gestionados personalmente.

Esa corriente con raíces "ecologistas" anticapitalistas se contrapone a la que ha dominado el mercado de producción eléctrica en las cuatro o cinco últimas décadas, en la que se primaban las instalaciones cada vez más grandes, tanto por economia de escala como, ya al final del período, por la dificultad de encontrar nuevos emplazamientos que no contaran con resistencia popular (efecto Nimby y Banana, ya tratados).

Para obviar el problema del acceso tecnológico, en los análisis económico-jurídicos, suele admitirse la hipótesis de que los mercados son "perfectamente contestables" (1), es decir que todos los participantes -los que están ya en el sector como los que se plantean el acceso al mismo- disponen de la tecnología y, si un nuevo agente quiere penetrar en el mercado, lo puede hacer sin que los que están en él opongan barreras de acceso.

Ese planteamiento es, en realidad, un placebo intelectual: si la tecnología es realmente novedosa, la única opción de los que están dominando el mercado para no verse desplazados por el recién llegado ("the successful newcomer"), es adquirirlo antes de que crezca, englobándolo en su estructura, bien para destruirlo, o para incorporar su línea tecnológica a la propia.

(continuará)

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(1) El palabro es horrible. La "contestabilidad" es, en realidad, competitividad perfecta -del término inglés contest, concurso-, que combina accesibilidad sin barreras y tratamiento indiscriminado de los que actúan en un mercado dado. Solo se da en la mente de los teóricos de la competencia y conduce a resultados que solo se pueden encontrar en sus libros de economía creativa.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (Anexo sobre Contaminación agrícola.2)

A nivel global, la agricultura de regadío representa el 17% de todas las tierras agrícolas, y produce el 36% de los alimentos, aunque entre el 80 y el 90% está concentrado en los países en desarrollo, que son los abastecedores de la despensa mundial. 

El desplazamiento de la producción agrícola de los países ricos a los países pobres no es baladí: los márgenes de beneficio para los productos hortofrutícolas son muy bajos, reclaman gran intensidad en mano de obra escasamente remunerada y el desarrollo tecnológico ha combinado la atracción de la ciudad con el simultáneo abandono del campo, que es visto como un valor paisajístico pero sin prrecio real en el mercado y, por tanto, sin interés para la propiedad privada

Desde la perspectiva ambiental, la situación es nefasta. Como en otros sectores, los países tecnológicamente menos avanzados carecen de recursos, preparación, legislación y medios de control para reducir el impacto de ese crecimiento agrario forzado por la necesidad. Se producen, así, fenómenos de eutrofización (crecimiento de algas anormal en las aguas superficiales), contaminación por nitratos de los acuíferos (asociada frecuentemente a la aplicación de fertilizantes orgánicos, es decir, de estiércol) y envenenamiento progresivo por fósforo del suelo agrícola.

El tratamiento de las aguas contaminadas es, además de costoso, complejo y exige el diseño y gestión de los equipos es tarea multidisciplinar y muy vinculada a la experiencia práctica, pues incorpora, tanto para la concepción como para abordar posteriormente con eficacia los problemas diarios, fórmulas empíricas, conocimientos biológicos y fisicoquímicos, además de implicar un desarrollo técnico continuado, para acomodarse a restricciones siempre crecientes de calidad y exigencias de control.

La cuestión aún sin resolver en España respecto al aprovechamiento óptimo de las aguas fluviales, en la idea de paliar la desigualdad natural entre la España seca y la húmeda y, dentro de los ríos que vierten a la cuenca mediterránea, aprovechar el caudal de Ebro, que discurre íntegramente por territorio español, para trasvasar una parte de sus aguas para compensar las deficiencias de agua de riego en otras zonas con mayor insolación, es un tema de política territorial, pero el análisis de las opciones técnico-económicas pone el énfasis sobre la necesidad de no perder la visión general.

En cierto modo, es una situación similar a la que se ha planteado (y mal resuelto, en mi opinión) en cuanto al mantenimiento de las subvenciones al carbón astur-leonés, del que han resultado beneficiados, no solo los mineros y sus familias (con sustanciales efectos inducidos sobre estas regiones). Porque existen opciones técnicas válidas -la desalación y el trasvase son las que han centrado la polémica- pero lo que no puede ignorarse es el coste de las medidas, los beneficiarios de las mismas y, también, quienes son los principales perdedores de la decisión que se adopte. La repercusión ambiental de las medidas es, dentro de esa evaluación general, un elemento que no puede ser ignorado.

Poner en valor agrícola una Ha. de terreno árido supone aproximadamente aportar al suelo diariamente unos 25 a 30 m3 (aproximadamente, el consumo anual de una familia para su uso doméstico), es decir, 8 Dm3/año. Aún a riesgo de ser redundante, y redondeando, 400 familias consumen el equivalente anual a una Ha. agrícola. Visto de otra manera, si el agua residual fuera aprovechada íntegramente para regadío, una población de 40.000 habitantes, proporcionaría la forma de cubrir la producción agrícola de 100 Ha., consiguiendo valores añadidos al terreno que, dependerán de la selección óptima de los cultivos, pero que pueden significar la solución al abastecimiento de esa misma población.

Los problemas de gestión derivados de la calidad de las aguas de riego han sido tratados ampliamente por la literatura especializada. Aquí bastará apuntar que pueden agruparse en cuatro categorías; salinidad (relacionada con los sólidos disueltos en ello y con reflejo sobre la conductividad eléctrica de la misma), toxicidad de determinados iones (principalmente, cloro, sodio y boro, acentuada por la evotranspiración), la velocidad de infiltración al terreno (dependiente de la permeabilidad del suelo,pero no exclusivamente, y que se ha relacionado empíricamente con la concentración de socio, calcio y magnesio, siendo directamente proporcional a la primera e inversamente proporcional a la raiz cuadrada de la semisuma de los segundos), y a la aportación de nutrientes, de los que el nitrógeno y el fósforo se llevan la palma.

 

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (Anexo sobre Contaminación agrícola)

La problemática de la producción agropecuaria es especialmente compleja, por lo que los responsables políticos tienden a obviar abordar las soluciones nucleares, prefiriendo moverse por las ramas, adoptando medidas marginales.

Hay poderosas razones, claro está, para actuar así, cuando se hace con la mente puesta en lo inmediato: La explotación del campo y la ganadería afecta a muchas personas, -dedicadas a producciones esenciales para la comunidad, con economías débiles, en ubicaciones con centros de decisión dispersos y, por tabto, difíciles de controlar-, aunque siempre dispuestas a defender sus derechos con protestas masivas.

En el campo ambiental, las características de la producción agropecuaria y su entorno no son siempre reconocidas. Ante todo, el suelo, que es el medio básico sobre el que se centra la producción, es muy heterogéneo y la extensión afectada por las explotaciones agrarias no está delimitada, a diferencia del caso de una fábrica o una instalación industrial (1), en el que el recinto está perfectamente acotado y se pueden controlar muy aceptablemente las entradas y salidas a los procesos, cuantificando así con exactitud la influencia contaminante del agente analizado.

No quedan en esto las diferencias, puesto que así como en una fábrica se pueden mantener bajo control las variables del proceso (al menos, eso se debe pretender), en el campo, la producción está permanentemente expuesta a cambios climáticos que pueden modificar, incluso bruscamente, las expectativas y las condiciones de trabajo. Finalmente, así como la cuenta de resultados de una empresa industrial es fácil de analizar -permitiendo así estudiar el efecto de la introducción de las externalidades en las mismas, y graduar su intensidad-, los productores agrarios no tienen la misma capacidad de absorción de esos costes, ya que una buena parte de su producción está controlada por precios oficiales y no es posible trasladarlos a los consumidores.

Se llega así a una situación paradógica. Tomando el caso de España, el mayor consumidor de agua del país (80%), el campo, no puede pagar, ni de lejos, el precio que abonan los consumidores de agua en las ciudades, por lo que los costes para el agricultor -incluso si es una gran empresa agrícola- son simbólicos. 

Y, aunque se puede argumentar que el agricultor no demanda la misma calidad del agua que el que se exige para garantizar una ingesta inocua del agua de grifo, cuando se contempla el ciclo completo del agua (es decir, incluyendo el tratamiento de las aguas residuales), la eliminación de la contaminación provocada por el uso de pesticidas y fertilizantes agrarios en el agua y en el suelo especialmente, nos lleva a efectos muy graves, extraordinariamente difuminados y, no pocas veces, impredecibles. Dándose el caso, además, de que el campo utiliza muy frecuentemente, por no estar separados los canales de captación y distribución de agua para consumo o para uso agrícola, agua con calidad de potable, pero disfrutándola a un precio diez veces más barato.(2)

(continuará)

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(1) El caso de las explotaciones ganaderas intensivas, ya sean granjas avícolas, porcinas, vaquerías, o de animales exóticos, merecería especial atención, como muy bien estarían de inmediato dispuestos a reconocer quien las padecen en sus proximidades (aunque seguramente se concentrarían, sesgadamente, en los olores).

(2) El precio medio del ciclo del agua para uso doméstico está, en España, en torno a los 1,3 €/m3; el coste del agua agrícola varía desde 0 a 0,10/0,15 €/m3.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (y 4)

La apreciación emocional del estado del ambiente es típicamente personal y, por lo tanto, todo el mundo puede conceder valor a un "buen paisaje", o a una "atmósfera limpia", aunque no sea capaz de entrar en detalles respecto a la cuantificación de los parámetros que permitirían, desde una perspectiva exclusivamente técnica y, por tanto, más objetiva, su calificación de acuerdo con estándares generales y medidas numéricas.

Como resultado de esa percepción intuitiva, sentimental, de las características detectables individualmente, también es subjetiva y, por tanto, variable e incluenciada por la trayectoria educacional que hayan seguido los sentidos de cada uno, la sensación de disfrute o padecimiento de unas condiciones ambientales determinadas. Se puede vivir al lado de un vertedero de residuos sólidos urbanos, y no percibir el olor nauseabundo; por el contrario, hay individuos que han educado su pituitaria para distinguir entre un Chateau-Lafite de 1987 y otro del 1984 o que no toleran el sabor a cloro del agua "de la traída" (que es como llamamos los técnicos sanitarios al agua del grifo); y el olor a azmicle puede resultar embriagador para algunos y perturbador para otros.

Pero si estamos influidos por un ambiente cocnreto -nuestro hábitat- y nos hemos ido acomodando a él, no por ello estamos libres de incorporar elementos afectivos cuando nos los ofrecen desde fuera, aún sin tener capacidad para analizar sus consecuencias, sobre todo, si no nos afectan directamente.

Estaremos, por lo tanto, dispuestos a condenar de inmediato la energía nuclear de fisión -pero podríamos desear tener un centro de almacenaje de residuos radioactivos o una central nuclear si se nos ofrecen sustanciales ventajas económicas que nos permitieran abandonar el lugar al cabo de un tiempo, pediríamos el cierre inmediato de las minas a cielo abierto que nos proporcionan o proporcionarían puestos de trabajo local, capitaneados por un grupito de ecologistas de ciudad, o defenderíamos a muerte la recuperación de un botadero sin control en el que se han depositado las basuras de la zona durante décadas y en el que hace un par de días abadonamos una vieja lavadora.

Estas cuestiones y otras muchas convierten los temas ambientales en tremendamente temperamentales, desde la perspectiva social y sometidos a la doble moral de una sociedad poco escrupulosa, pero hay una constante que suele olvidarse: las medidas para conservación y tratamiento de los parámetros ambientales y, no en menor medida, para la recuperación del ambiente deteriorado, son típicamente técnicas. Y las mejores técnicas disponibles son, prácticamente de forma recurrente, las más caras y las que demandan menor cantidad de mano de obra, particularmente, de la no cualificada.

Los AES, cuando actúan como responsables de la gestión pública o como asesores de los que tienen ese carácter, tienden, en especial, cuando son novatos, a propiciar debates y foros generales, en donde se opina acerca de lo más conveniente, con la idea de que cada ciudadano tenga un voto. Pero la democracia no funciona en temas ambientales, porque todos somos ambientalistas conceptuales, solo que nos falla la capacidad técnica para decidir las propuestas convenientes para resolver los problemas, y, por tanto, ya que lo económico es una fase posterior, carecemos de la información para evaluar su coste.

Si, además, empezando la casa por el tejado, se pretende (como suele suceder) empezar creando legislación ambiental, sin saber ni lo que va a costar ni las medidas técnicas precisas para alcanzar los niveles previstos por las normas jurídicas, todo el edificio se habrá sustentado sobre una base tan frágil que podrá decirse, sin temor, que estará condenado a caer estrepitosamente, generando lo contrario a lo perseguido: más deterioro, más infracción, abandono de instalaciones y fábricas por pasar a ser irrentables, y, en fin, menos ingresos y más paro.

La situación específica creada en el seno de la Unión Europea, en la que los niveles de desarrollo y las sensibilidades individuales (y la formación de opinión social sobre los temas) es muy diferente, ha dado lugar, cuanto menos, a dos corrientes ambientalistas. Por un lado, el propiciado por el núcleo central germano-francés, con un desarrollo tecnológico mayor y una estructura económica más sólida, apoyada en empresas multinacionales versátiles, y por otro, el eje pobre mediterráneo, con un menor desarrollo, aunque -o seguramente por eso-, con un entorno ambiental menos contaminado.

La legislación europea -sobre todo, por la vía aparentemente inocente de las Directivas- cumple una función depredadora sobre las economías más débiles de la UE, con orientaciones normativas que imponen mayores costes a las naciones menos desarrolladas, haciéndoles perder competividad, tanto interna como, en lo que importa en un mundo globalizado en el que cuenta la capacidad de deslocalización, externa.

He trasladado al Anexo el tratamiento de algunos ejemplos de tratamiento ambiental, desde la perspectiva técnica, tratando de aclarar estas consideraciones, tantas veces descuidadas por nuestros propios representantes en las organizaciones internacionales, que, motivados por posiciones ecologistas -respetables, pero económicamente nada inocuas-, aparecen como los paladines y defensores acérrimos de medidas de protección ambiental.

Una situación que nos podrá consolidar como un neo-paraíso para disfrute de turistas extranjeros económicamente poderosos, pero nos hunden más en la condición de lumpen particular de una Unión dominada por los intereses comerciales.