Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes, presas y Escombreras (y 3)
De entre los distintos procedimientos de construcción de presas, por sus especiales características de aplicación al trabajo de los profesionales a quienes va preferentemente dirigido esta Manual, me referiré a las balsas mineras.
El accidente de la balsa de Aznalcóllar, cuya rotura produjo la inundación con lodos de residuos en la sensible zona natural de Doñana, puede servir de punto de reflexión, tanto para explicar los fundamentos metodológicos de la generación de una balsa de residuos, como los procedimientos de reparación y limpieza del terreno afectado que han sido llevados a cabo, con reconocido éxito, por los especialistas que se encargaron de la reparación del desgraciado accidente.
Como es sabido, la separación del material metálico útil de la roca madre en la que se encuentra naturalmente embebido, obliga, después de la extracción de bloques manejables (generalmente, mediante el uso de explosivos), a realizar operaciones de machaqueo, trituración o molienda, en las que se consigue que los trozos de mineral queden físicamente liberados de su sustrato original.
Se obtiene así una masa de piedras de diferentes tamaños que se tratan en mesas de clasificación, por las que circulan, llevados por corrientes de agua, el mineral y la ganga, y en las que, graduando convenientemente las vibraciones a que se las somete, se consigue separar el primero de la segunda, obteniendo un concentrado de minerales, simultáneamente con cantidades ingentes (piénsese que la ley o porcentaje de mineral puede ser inferior al 0,5%) de residuos, recuperando, contaminada, el agua utilizada como vehículo conductor.
En lo que aquí interesa, el técnico de la explotación se encuentra con la necesidad de separar y tratar, antes de su vertido a cauce público, ese agua que, en gran parte, ha embebido, la fracción más diminuta de esos residuos, que se conocen como lodos. Para las fracciones superiores, o gruesas, el problema de la separación del líquido no existe (o lo es en mucha menor medida).
Para la construcción típica de una presa de residuos, si no se ha tomado la decisión de generar con material seco, aportado previamente, se utiliza esa fracción gruesa -aprovechando, en su caso, las características del propio suelo de la zona- para, convenientemente compactada, formar el dique de arranque, que puede superar los 10 metros de altura, y que conforma el primer bloque para contención de lodos. Sobre ese primer dique se van construyendo otros, en la medida que la explotación progresa, dejando que en el reducto cerrado así formado, se vayan sedimentando los lodos que se irán vertiendo en la cavidad.
La diferencia fundamental en el método de construcción de las presas de residuos con materiales procedentes de la propia explotación descansa en que se realice "aguas arriba" o "aguas abajo", denominación técnica que hace referencia a que la elevación de la presa de, gracias a los diques de crecimiento superpuestos, se realice en la dirección de la balsa de contención o avanzando sobre el terreno libre.
La presa de Aznalcóllar era una "presa convencional de escollera", en la que el material de los diques estaba formado por escollera (rocas y suelos naturales), y fue ampliada en su momento con un recrecido, alcanzando, en la fase última, los 67 m de altura. Había sido diseñada inicialmente con solo 45 m.
La información obtenida a partir del accidente ha sido extensa y los juicios emitidos acerca de las causas de la rotura y la forma en que debiera haber sido evitada, proporcionan suficiente material de trabajo para obtener una visión muy completa de todo el problema. Son muchos los expertos sobrevenidos que han escrito miles de páginas al respecto.
Pero lo que interesa aquí es entender que una presa de estériles, como la economía de un país, ha de ser diseñada para soportar una determinada cantidad de lodos y si la explotación se prolonga, las operaciones de recrecido para albergar una cantidad de estéril empapado muy superior al inicial, arriesgan provocar la rotura en las zonas de apoyo del recrecimiento, causando el colapso de la estructura superior, incapaz de soportar los empujes del líquido o de los lodos.
Un país intermedio, como España, no puede aspirar más que a mantener una posición intermedia en lo económico. Los recrecidos ambiciosos de la estructura no son sino riesgos añadidos de que la estructura se desmorone en parte, incapaz de albergar una tensión para la que carece de capacidad resustente. No se puede aspirar a ser el mejor en todo, ni tampoco pretender ser cabeza de león en materias en las que no se podrá soportar el coste. Se ha alcanzado tal situación de desproporción, por ejemplo, en las intenciones expresadas por anteriores Ejecutivos (de Gobierno) de ser pioneros en la protección ambiental (cuando España no representa ni el 1% de la contaminación por CO2 antropogénico, por ejemplo), o en la afirmación de que se necesitaban 300.000 viviendas más cuando el parque inmobiliario ya estaba, por toda evidencia, saturado.
Cuando se analizan a nivel de comunidad autónoma los recrecidos artificiales de infraestructuras, pretendiendo construir reinos de taifas con recursos escasos (menas), incapaces de sostener la rentabilidad de la explotación, y con el solo destino de mantener embalsados el volumen de expectativas que generaron las múltiples duplicaciones de servicios, edificaciones, museos, universidades, carreteras, etc. , nos encontramos con ejemplos de rotura de balsas.
Son magníficos y dolorosos episodios (algunos aún no presentados, aunque diagnosticados) del riesgo de colapso de las economías regionales, convertidas en presas de residuos, entre los que se encuentran las aspiraciones injustificables de contener más lodo del que correspondería al diseño estrictamente adecuado al material metálico o mena disponible, derivado en la acumulación peligrosa de estériles económicos y humanos, que sobrecargan la contención y acaban causando su desmoronamiento, además, por supuesto, de resultar inservibles desde el punto de vista económico.
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