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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Ingenieria para Abogados y Economistas

Ingenieria para Abogados y Economistas: Cómo aprovechar lo que se sabe para crear una empresa (y 3)

(Este Comentario es terminación de los dos inmediatamente anteriores)

Las tendencias de consumo de la sociedad en un momento dado no son difíciles de detectar, por la fuerte inercia que presenta la demanda colectiva, además de que se puede distinguir claramente entre la cobertura de las necesidades que llamaríamos básicas (alimentación, vivienda, educación, sanidad) y las vinculadas a la mejora tecnológica (comunicaciones, informática, transporte, energía, materiales, etc.).

Por determinantes que pueden aparecer estas tendencias a los estudiosos de las demandas de la sociedad humana -estructurales como surgidas de la obsesión individual por maximizar la función de satisfacción en cada instante-, es increíble el poco interés que se dedica al análisis de los índices que las detectarían, y aún sorprende más la debilidad del desarrollo de una cultura colectiva que permitiría aprovecharlas al máximo.

Por una parte, es evidente que la aparición de nuevas empresas en sectores tradicionales, al ofrecer mejores soluciones técnicas y formas de ejecución, por tanto, más baratas, echan fuera del mercado a muchas de las existentes, ancladas en su capacidad de respuesta por excesos de personal, de maquinaria no amortizada pero técnicamente obsoleta o por la insuficiente formación tecnológica o la resistencia pasiva de sus gestores.

Este es un caldo de cultivo donde se generan oportunidades doradas para las start-ups (empresas de nueva creación con poco capital pero con una nueva tecnología mucho más eficiente), que se constituyen, por ello, en la base de la dinamización de la estructura económica. También, por su propia esencia, son un elemento de su desestabilización, por generar pérdidas de negocio, desempleo, cierres empresariales, en los sectores en donde irrumpen con nuevos métodos, productos e ideas.

Y aquí hay que saber distinguir claramente entre lo que son nuevas tecnologías que exigen "bajo nivel de asimilación" para su aplicación, con la capacidad de generación, desde la cúspide tecnológica,  de una estructura para impulsar nuevas opciones de alta demanda de conocimientos. Es esta punta de lanza tecnológica la que marca el verdadero potencial de desarrollo de un país y es en ese sector de avanzadilla en donde hay que concentrar los esfuerzos de formación e investigación, generando equipos de élite, dotándoles de condiciones adecuadas, incluído un claro apoyo estatal y la creación de infraestructuras y centros de alta capacitación.

Se ha puesto mucho énfasis en el cambio tecnológico que han propiciado las tecnologías de comunicación, pero, en mi opinión, no dejan de ser un soporte para la difusión de tecnología (y, desde luego, de cultura) pero su alcance como generadoras de tecnología extra- y supra-sectorial es muy limitado. Es evidente que su gran éxito (y también, su servidumbre) ha sido la facilidad de acceso general a las fuentes de información (e intoxicación ideológica y documental, por la dificultad de priorizar las fuentes fiables), introduciendo, paralelamente, la posibilidad de generación de nuevas empresas que permiten hacer lo tradicional de forma mucho más eficiente y rápida, desplazando a otras menos versátiles.

Las tecnologías de comunicación son tecnologías-soporte y, como sucedió antes con la aparición de la informática, reducen inevitablemente empleo hasta que son asimiladas por los sectores de tecnología-valor añadido global, lo que exige un período de tránsito y, además -y de eso ahora no estaría tan seguro, por causa del agotamiento de recursos y la propia difusión rápida de tecnologías entre los países llamdos emergentes- la consolidación de los mercados absorbentes.

No menosprecio las tics, en absoluto, pues contribuyen de forma tremendamente eficiente a la "sensación de bienestar", pero tienen una capacidad de ayudar al crecimiento neto del pib colectivo muy limitada: son tecnologías-disfrute, más que tecnologías- generadoras.

Parece una observación elemental, pero que a menudo se ignora: Para dedicarse a la peluquería, regentar un bar u ofrecerse como grupo familiar para pintar interiores. no se precisa la misma formación que para dominar un programa de cálculo de estructuras, calcular la eficiencia térmica de una caldera, proyectar una instalación unifamiliar con fines de autosuficiencia energética, diseñar las redes de abastecimiento de agua a un polígono industrial o, para el caso, un campo de hortalizas.

En la formación eficiente en conocimientos consolidados, no hay que ceder terreno a nadie. Estos últimos trabajos citadas sí pueden y deben ser realizados por ingenieros recién licenciados, y las Escuelas Técnicas tienen que darles plena seguridad en su realización, pues les facilitaría enormemente su integración en el mundo laboral, incluso como autónomos.

Ahora bien: compatible con ello, es imprescindible contar con centros de élite que formen a suficientes ingenieros en tecnologías-generadoras, y que, con ellos se cuente a la hora de crear empresas con tecnología punta y aplicar esos conocimientos. Serán pocos, pero serán fundamentales. Y los Economistas y Abogados que se responsabilicen de la gestión de los objetivos públicos o de las grandes empresas han de apoyar y estimular este propósito, porque en ello va el futuro de todos, de la sociedad como conjunto, no únicamente de los que se salven como puedan.

Si se está de acuerdo en que esto es así, hay que tener claro cuántos profesionales necesita una sociedad para atender a los diferentes sectores, y no hay que engañar a los que buscan empleo con falsas expectativas en subsectores maduros. El número preciso de peluqueros, talabarteros, fontaneros, como el de informáticos, abogados, ingenieros, economistas, etc. deriva de una previsión de futuro, en el que hay que incluir la pirámide vegetativa, la futura demanda de servicios y tecnológica, los índices de desarrollo, las previsiones de rentabilidad de las tareas, entre otros factores.

Si los AES que leen este Manual estuvieran conformes con lo básico que expresan estas ideas, creo que estaríamos todos de enhorabuena.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Patologías estructurales

Aunque el concepto de patología estructural alcanzó su difusión mayor en relación con los defectos que se detectaban, con el paso del tiempo, en el hormigón armado, las anomalías de una estructura no necesariamente se desarrollan al envejecer. Incluso podría decirse que no pocos problemas estructurales están ya latentes en el proceso de fabricación de los materiales.

Podría pues, afirmarse que las estructuras tienen también su ADN en el que se hallan impresas, como elementos genéticos, las bases que, en adecuados ambientes y circunstancias, desarrollarán defectos que pueden ser muy graves. En el acero, por ejemplo, pueden encontrarse inclusiones de compuestos variados, burbujas o grietas, aparecidas en alguna fase del complejo proceso de fabricación hasta el producto acabado, que producirán debilitamientos que se acentuarán con el uso y el paso del tiempo.

Ni qué decir tiene que sucesos sobrevenidos, incluso puntuales,como fuegos, vibraciones, golpes, exceso de peso soportado, pueden llevar a los materiales hacia los límites de sus características recuperables, resultando en un debilitamiento irreversible a partir de entonces. Algunas veces, tiene lugar, incluso, la descomposición o desestructuración del material, por fenómenos como aluminosis, carbonatación o piritificación.

Tampoco debe pensarse solamente en la posible afección de los elementos típicamente concebidos para ser resistentes. Podría suceder que piezas concebidas para ser ornamentales o accesorias (o que se cree que lo son, cuando son portantes) cumplan, al deteriorarse la estructura principal, funciones estructurales.

Pensemos en la presencia de termitas y carcomas o en la asociación de humedad y hongos de la madera y en los lamentablemente no infrecuentes sucesos en los que, al realizarse la "rehabilitación" de un viejo edificio, todo él se viene abajo de pronto, porque, en realidad, su estructura se hallaba apoyada en los colindantes o precariamente sostenida por un reparto de cargas en el que la edificación había encontrado, de manera natural, con el paso del tiempo, un equilibrio forzado.

Las patologías estructurales en los escritos jurídicos no son tan infrecuentes. Desde luego, los autores de un documento no siempre son los más capaces para descubrir los defectos de razonamiento del mismo, puesto que las gafas de la autocomplacencia, o el desgaste que implica estar concentrado durante mucho tiempo en un asunto, suelen impedir una crítica leal a lo que uno hace.

Por eso, solicitar a un compañero que haga una lectura revisora de lo que se ha argumentado, suele ser extremadamente útil, permitiendo, con ello, poner de manifiesto fallos de razonamiento, o su incorrecta ubicación, que, al ser corregidos, harán la estructura total del escrito más consistente.

Desconfíe el autor, en especial si es novel, de aquellos revisores a los que se ha encomendado esa lectura crítica, si devuelven el escrito con un par de correcciones en rojo, que afectan únicamente a la ausencia de una coma, o la sustitución, digamos, de "repulsa" por "rechazo". No ha realizado una verdadera auscultación del trabajo, y el peligro de que existan patologías estructurales sigue en pie.

Por el contrario, si el escrito es devuelto a su autor con párrafos enteros tachados, flechas y signos de interrogación, notas marginales frecuentes con la expresión "no se entiende", "justamente al contrario" o "así no", que solo se concentran, además, en las tres primeras páginas, encontrándose las demás incólumes, el letrado afectado por tal demostración ha de plantearse una de estas opciones: decidir si ha equivocado la carrera, o si no se ha equivocado de corrector y ha entregado una de sus obras maestras a su peor enemigo.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Auscultación de estructuras y patologías

El control de calidad de las estructuras, con el objetivo de detectar a tiempo los defectos que pueden causar daños en ellas, y proceder a su corrección inmediata -sin obviar la opción, en los casos más graves, de sustitución de los elementos dañados o proceder a su refuerzo- es una de las tareas que el técnico debe acometer durante la vida útil prevista para las mismas.

Las estructuras no tienen una vida infinita, lo que no debe confundirse con indeterminada, puesto que se ha de conocer durante cuánto tiempo aguantará, en las condiciones de diseño previstas, sin sufrir deterioros que la incapaciten para cumplir el fin a que está destinada.

El concepto de "vida útil" corresponde a la idea de que cada estructura, máquina o instalación ha sido proyectada para satisfacer las condiciones de trabajo previstas durante un cierto período; a partir de él, los materiales pueden presentar problemas de pérdida de calidad, por lo que habrá que proceder bien a su sustitución, o al replanteamiento de una prolongación de su período de uso (tal vez con reparaciones menores, consecuencia de la inspección total de su estado).

En cualquier caso, una estructura que sigue siendo solicitada en las prestaciones para las que fue proyectada después de agotar su vida útil inicial, habrá de ser sometida a inspecciones mucho más frecuentes que anteriormente.

Los medios de control de una estructura en uso han de ser, forzosamente, no destructivos, y, sin embargo, cumplir la condición de ilustrar convenientemente sobre su estado. La auscultación de estructuras, empleando métodos que permitan investigar el interior de las mismas desde la superficie es, en este sentido, básica.

En el caso de estructuras de hormigón armado (esto es, con barras de acero posicionadas adecuadamente en la masa), se efectúa la radiografía del mismo con un escáner específico, que permite valorar el recubrimiento, diámetro y distancia relativa de los redondos o malla de acero, que son su refuerzo estructural.

Ninguna estructura económica está, en principio, prevista para su funcionamiento por tiempo infinito. La solidez de una economía, en un entorno dinámico y en el que aparecen continuamente nuevas tecnologías, competidores y cambios en la organización del mercado y el comportamiento de los consumidores, exige el mantener continuos controles de su funcionamiento.

Estos indicadores son de muy diversa índole y, la mayor parte de ellos, bien conocidos. Los estudios de economía ofrecen multitud de relaciones y parámetros (p. ej. consumo de energía por valor añadido de un sector; tasa de empleabilidad por grupo económico, rentabilidad total de la economía respecto al pib, etc.). Sin embargo, los análisis respecto al estado real de la economía obtenido de las fuentes de datos varían según los expertos que los analizan y, por tanto, es muy posible (en la crisis que se está padeciendo se encuentra un buen ejemplo) que no se detecten a tiempo las patologías, y se provoquen colapsos de la estructura, burbujas (directas o inferidas) y desajustes, que pueden ser muy graves, entre los resultados reales y las previsiones.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes, presas y Escombreras (y 3)

De entre los distintos procedimientos de construcción de presas, por sus especiales características de aplicación al trabajo de los profesionales a quienes va preferentemente dirigido esta Manual, me referiré a las balsas mineras.

El accidente de la balsa de Aznalcóllar, cuya rotura produjo la inundación con lodos de residuos en la sensible zona natural de Doñana, puede servir de punto de reflexión, tanto para explicar los fundamentos metodológicos de la generación de una balsa de residuos, como los procedimientos de reparación y limpieza del terreno afectado que han sido llevados a cabo, con reconocido éxito, por los especialistas que se encargaron de la reparación del desgraciado accidente.

Como es sabido, la separación del material metálico útil de la roca madre en la que se encuentra naturalmente embebido, obliga, después de la extracción de bloques manejables (generalmente, mediante el uso de explosivos), a realizar operaciones de machaqueo, trituración o molienda, en las que se consigue que los trozos de mineral queden físicamente liberados de su sustrato original.

Se obtiene así una masa de piedras de diferentes tamaños que se tratan en mesas de clasificación, por las que circulan, llevados por corrientes de agua, el mineral y la ganga, y en las que, graduando convenientemente las vibraciones a que se las somete, se consigue separar el primero de la segunda, obteniendo un concentrado de minerales, simultáneamente con cantidades ingentes (piénsese que la ley o porcentaje de mineral puede ser inferior al 0,5%) de residuos, recuperando, contaminada, el agua utilizada como vehículo conductor.

En lo que aquí interesa, el técnico de la explotación se encuentra con la necesidad de separar y tratar, antes de su vertido a cauce público, ese agua que, en gran parte, ha embebido, la fracción más diminuta de esos residuos, que se conocen como lodos. Para las fracciones superiores, o gruesas, el problema de la separación del líquido no existe (o lo es en mucha menor medida).

Para la construcción típica de una presa de residuos, si no se ha tomado la decisión de generar con material seco, aportado previamente, se utiliza esa fracción gruesa -aprovechando, en su caso, las características del propio suelo de la zona- para, convenientemente compactada, formar el dique de arranque, que puede superar los 10 metros de altura, y que conforma el primer bloque para contención de lodos. Sobre ese primer dique se van construyendo otros, en la medida que la explotación progresa, dejando que en el reducto cerrado así formado, se vayan sedimentando los lodos que se irán vertiendo en la cavidad.

La diferencia fundamental en el método de construcción de las presas de residuos con materiales procedentes de la propia explotación descansa en que se realice "aguas arriba" o "aguas abajo", denominación técnica que hace referencia a que la elevación de la presa de, gracias a los diques de crecimiento superpuestos, se realice en la dirección de la balsa de contención o avanzando sobre el terreno libre.

La presa de Aznalcóllar era una "presa convencional de escollera", en la que el material de los diques estaba formado por escollera (rocas y suelos naturales), y fue ampliada en su momento con un recrecido, alcanzando, en la fase última, los 67 m de altura. Había sido diseñada inicialmente con solo 45 m. 

La información obtenida a partir del accidente ha sido extensa y los juicios emitidos acerca de las causas de la rotura y la forma en que debiera haber sido evitada, proporcionan suficiente material de trabajo para obtener una visión muy completa de todo el problema. Son muchos los expertos sobrevenidos que han escrito miles de páginas al respecto.

Pero lo que interesa aquí es entender que una presa de estériles, como la economía de un país, ha de ser diseñada para soportar una determinada cantidad de lodos y si la explotación se prolonga, las operaciones de recrecido para albergar una cantidad de estéril empapado muy superior al inicial, arriesgan provocar la rotura en las zonas de apoyo del recrecimiento, causando el colapso de la estructura superior, incapaz de soportar los empujes del líquido o de los lodos.

Un país intermedio, como España, no puede aspirar más que a mantener una posición intermedia en lo económico. Los recrecidos ambiciosos de la estructura no son sino riesgos añadidos de que la estructura se desmorone en parte, incapaz de albergar una tensión para la que carece de capacidad resustente. No se puede aspirar a ser el mejor en todo, ni tampoco pretender ser cabeza de león en materias en las que no se podrá soportar el coste. Se ha alcanzado tal situación de desproporción, por ejemplo, en las intenciones expresadas por anteriores Ejecutivos (de Gobierno) de ser pioneros en la protección ambiental (cuando España no representa ni el 1% de la contaminación por CO2 antropogénico, por ejemplo), o en la afirmación de que se necesitaban 300.000 viviendas más cuando el parque inmobiliario ya estaba, por toda evidencia, saturado.

Cuando se analizan a nivel de comunidad autónoma los recrecidos artificiales de infraestructuras, pretendiendo construir reinos de taifas con recursos escasos (menas), incapaces de sostener la rentabilidad de la explotación, y con el solo destino de mantener embalsados el volumen de expectativas que generaron las múltiples duplicaciones de servicios, edificaciones, museos, universidades, carreteras, etc. , nos encontramos con ejemplos de rotura de balsas.

Son magníficos y dolorosos episodios (algunos aún no presentados, aunque diagnosticados) del riesgo de colapso de las economías regionales, convertidas en presas de residuos, entre los que se encuentran las aspiraciones injustificables de contener más lodo del que correspondería al diseño estrictamente adecuado al material metálico o mena disponible, derivado en la acumulación peligrosa de estériles económicos y humanos,  que sobrecargan la contención y acaban causando su desmoronamiento, además, por supuesto, de resultar inservibles desde el punto de vista económico.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes y escombreras (2)

De entre las medidas estabilizadoras o correctoras de la tendencia de los taludes al deslizamiento la más socorrida es rebajar la pendiente, disminuyendo la inclinación respecto a la horizontal, trasladando material desde la cresta al pie. (1).

Otras veces, resulta conveniente rebajar la altura del talud mediante su escalonamiento o robustecer la base del mismo añadiendo material al pie, provocando así también un peldaño artificial que sirve de refuerzo.

Estas y otras medidas de diseño pueden no resultar suficientes para evitar la rotura de la estabilidad, causando el desplome del talud, que suele limitarse al material que ha sido movido o afectado directamente por las obras. En el caso de las escombreras, en donde el material que las forma es todo él desagregado, puede producirse el desmoronamiento de una parte muy importante y, si la escombrera es de gran tamaño, y se han formado capas de lixiviación o filtrado en la superficie con el terreno natural, el deslizamiento puede tener consecuencias dramáticas.

Los Abogados y Economistas se encuentran también con esos fenómenos de rotura de la estabilidad, a los que conviene estar preparados.

Así, en lugar de jactarse de controlar todas las variables de un caso que defienden en los Tribunales de Justicia, asegurando que "colgarán la toga" si lo pierden, es más prudente (y realista) indicar a su cliente que han procurado estudiar todas las hipótesis para conservación de la estabilidad, pero que la realidad puede ser incontrolable: el estado de ánimo del juzgador, su carga de trabajo, la actuación del abogado contrario, la declaración testifical o la rotundidad de argumentos de los peritos de parte y, en especial, la del perito judicial (obtenido tantas veces por insaculación y, por tanto, como su nombre indica, de resultados imprevisibles), pueden prococar el deslizamiento hacia el desastre de la situación. 

Las roturas pueden ser planas, circulares y en cuña; a estas formas cabe añadir el deslizamiento de tierras o flujo de materiales.

En realidad las roturas planas y las circulares son el mismo fenómeno, pues so  se diferencian en la forma de la figura descrita por el material cuando se rompe. Al actuar sobre el vertido reciente (poco compactado aún en taludes, vertederos y escombreras), se debe estar atento a las roturas de los flancos, que, en realidad, buscan la estabilidad formando nuevas pendientes que tendrán siempre la misma inclinación, coincidente con el "ángulo de reposo" del material.

Las roturas circulares y en cuña se presentan típicamente cuando se han acumulado materiales de distinta naturaleza, es decir, cohesión y características de rozamiento. Las roturas en cuña, en especial, son características de escombreras y taludes en los que se han cubierto vertidos antiguos, ya meteorizados en superficie o con alto contenido en humedad intersticial.

De entre las clásicas formas de rehabilitar un talud o escombrera afectados por deslizamiento o rotura (o que se desee prevenir frente a estos riesgos), destacaré tres: a) construcción de un dique con capa filtrante; b) reducción de la pendiente total, introduciendo un escalón intermedio o varios (bermas), c) reducir la pendiente en la base o zona inferior, añadiendo una sobrecarga al pie.

En macroeconomía encuentran, desde luego, aplicación estas medidas. Cuando la economía global está afectada de grave riesgo de deslizamiento hacia la recesión, o ya introducida en ella, en lugar de llevarse las manos a la cabeza o tomar medidas deslavazadas, sería conveniente que los responsables analizaran alguna de estas opciones:

a) detectar hasta qué altura de la escombrera o talud llega la contaminación económica (activos tóxicos, contabilidades falseadas o erróneas, pánico por falta de cohesión, etc.), mediante introducción de sondas piezométricas (evaluación directa). Localizada la capa de estabilidad, hay que reducir la masa de las capas superiores, eliminando el material sobrante (que deberá ser trasladado a la base económico-social), y dejando que se forme una nueva pendiente natural, que corresponderá a una altura de escombrera mucho menor, por lo que la superficie a ocupar será más extensa. Esta solución se podría llamar: saneamiento de una economía que ha generado capas, procedentes de los estratos más altos, de acumulación de mierda (activos tóxicos).

b) crear una contención en la base, apalancándola con un dique o muro de material compacto, lo que supone generar mayor número de pymes, pero no en cualquier sitio, sino en nuevos campos, atendiendo a dotarlas de la mayor solidez posible de acuerdo con la coyuntura; este material de contención, de nuevo empaque, pudiera servir para construir una nueva base económica, más éstable y duradera, por lo que debería, lo antes posible. Lo que nunca debe hacerse es tratar de apuntalar la escombrera atendiendo a poner contención al deslizamiento por arriba, pues esto no soluciona el problema, sino que lo acentúa; en general, la necesidad de trasladar material de la cima a la base, en economía, se suele dar de fora natural, pues por la cuenta que le tiene, el capital buscará opciones más abajo, cuando se les caen los palos más altos del sombrajo, por lo que habrá que esta atento a sus formas de generar nueva acumulación de actividad y, por tanto, riesgo de residuos tóxicos.

(continuará)


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(1) Rebajar la pendiente puede ser equivalente a disminuir la tensión, lo que no se consigue ni ocultando información ni exagerando las proporciones del riesgo, puesto que ambas incrementarían los costes de la actuación sin que se solucione el problema.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Taludes y escombreras.

Uno de los problemas que deben afrontar los ingenieros responsables de una obra lineal simple (carretera o camino) es el de conseguir la estabilidad de los terrenos afectados. Salvo que discurra por una zona llana y firme y esté prevista para soportar escaso tránsito y además, ligero, habrá que estudiar la cohesión de los terrenos afectados por el camino.

Porque incluso en las obras lineales que no supongan salvar vanos ni horadar túneles, cuando el trazado del camino implica movimientos de tierras de cierta importancia, se debe garantizar, además del asentamiento correcto del firme de los viales, la resistencia a la tendencia natural a su deslizamiento que tienen las laderas.

Esta situación no es diferente a la que el abogado o el economista se encuentran muchas veces en su vida profesional. Los primeros no solo han de ocuparse de hacer un buen escrito formal de demanda o contestación a la misma -en un caso típico procesal- sino de buscar su apoyo en el cuerpo legal y la jurisprudencia de aplicación, sin que les baste acudir a la directa invocación del principio iura novit curia, pues se exponen a que la base factual que le parecía garantizaba la rodadura de su cliente sin perjucio, quede descolgada de los fundamentos de derecho o sufra el destrozo de la caída de fallos caídos desde el Supremo y otrosórdens, elegidos a pelo o contrapelo por el colega haciendo de contrario.

Ejemplos parecidos podrán encontrar los economistas, trabajando con un material tan lábil como es el Plan General Contable, con numerosos vericuetos de nombres engañosos, en los que se puede apoyar una cuenta de resultados o un Balance, a salvo de la inspección fiscal de un colega riguroso o de las caídas del mercado, debiendo preverse apalancamientos, amortiguación de efectos nocivos, desprendimientos, ocultaciones, etc., que pueden desmoronar en un par de días la más sólida de las estructuras.

Así que, como los AEs y, puesto que sus trabajos quedan normalmente a la vista de toda crítica, los ingenieros, de la clase que sean, cuando actúan de civiles (esto es, con obras que tienen efecto sobre la naturaleza), tienen que estudiar y resolver la doble condición de garantizar la rodadura segura por los caminos, y de tratar de evitar que los deslizamientos o desprendimientos de piedras y tierras de las zonas laterales puedas afectar al tránsito rodado y a la seguridad de personas y vehículos.

Los nombres que reciben las consecuencias de la inestabilidad del terreno han de separarse, por lo general, de las deformaciones producidas por el uso. Estas últimas son patologías menores, provocadas por la disminución de la calidad de los elementos aglutinadores de las capas de firme, y reciben el nombre de deformaciones, roturas, prendimientos y exudaciones, tomando la forma habitual de baches, grietas y rodaduras, pudiendo reponerse con medios sencillos si ocupan poca superficie.

Las provocadas por la inestabilidad de firmes y taludes pueden manifestarse de forma muy aparatosas, afectando gravemente a la infraestructura, siendo sus manifestaciones típicas los argayos (caída de piedras y tierras desde la altura sobre los viales) y los deslizamientos de los apoyos ladera abajo, con desmoronamientos del firme (que en en algunos lugares también se llama argayos).

Cuando los terraplenes han sido realizados con relleno (generalmente, gravas, arenas o limos), su estabilidad depende de características propias del material (ángulo de fricción interna), la pendiente, la densidad, cohesión y volumen del terraplén y las presiones que debae soportar.

Las aguas provenientes de cursos naturales a los que corte la obra ejecutada o las formadas por las precipitaciones (lluvia, nieve, etc.), forman escorrentías si discurren superficiales, que deben ser controladas en su drenaje, pero también pueden encontrar su camino descendente bajo la superficie, pudiendo producir la colmatación saturación del material o la formación de capas de deslizamiento. Existen también diversas soluciones según el drenaje y la cohesión de los materiales, que siempre podrá mejorarse mediante compactación y sujeción (con redes metálicas, plantación vegetal, gunitado, etc.)

(continuará)

 

Ingenieria para Abogados y Economistas: Ordenación del Territorio (y 2)

Contrariamente a lo que se acostumbra a creer, la Ordenación del Territorio tiene poco que ver con leyes y mucho más con la aplicación sensata de la tecnología, es decir, con el sentido común; y aunque el territorio era tradicionalmente la base de la economía (especialmente en las sociedades más atrasadas, típicamente agrarias), actualmente está prácticamente desvinculada del espacio físico, lo que supone que la evaluación de las actuaciones ha de referirse, en su mayor parte a las "externalidades" al sistema.

Acéptese aquí, pues, que por "territorio" ha de entenderse el ámbito amplio de relación entre el hombre y el planeta Tierra (y, si se quiere ser ambicioso, con el cosmos de alguna forma accesible al ser humano, aunque solo sea por acercamiento visual). No está sometido a leyes dictadas por los humanos ni la repercusión sobre él es evaluable en términos económicos.

Esta apreciación concede máximo valor a las actuaciones que transforman físicamente el territorio, y que sería pretencioso pretender enumerar aquí exhaustivamente. Algunas son consecuencia de la actividad del hombre: edificaciones e infraestructuras de todo tipo, presas, explotaciones mineras, fábricas, plantación o tala de árboles, siembras, incendios devastadores y quemas de rastrojos, captación o contaminación de aguas, tratamientos químicos, eliminación de residuos, etc. Otras, tienen consecuencias sobre la actividad del hombre pero no son causadas por él, al menos, no directamente: inundaciones, terremotos erupciones volcánicas, tornados, vendavales, maremotos, etc.

Mediante la "ordenación del territorio" se debería atender a conseguir el equilibrio entre la explotación de los recursos de tipo tipo (abarcando tanto lo que Milton Friedman llamó "riqueza no humana" como las capacidades intelectuales del habitante inteligente) y la satisfacción de las necesidades actuales de la población, abriendo al mismo tiempo las vías que garanticen, en un horizonte temporal tan amplio como sea posible, la viabilidad de las generaciones futuras. Incorpora, pues, elementos preventivos como paliativos, aplicando las mejores técnicas disponibles universales en cada instante y para cada sector de la evolución humana para conseguir la mayor eficacia.

Es una cuestión tan compleja e interdependiente que la adopción de decisiones queda al margen de personas o grupos, incluso de un país o unión de ellos. Si se quiere responder al reto adecuadamente, en un momento de la evolución como el presente en el que los recursos físicos disponibles sobre el Planeta están prácticamente detectados y en buena parte, ya utilizados o degradados, es un problema a resolver a escala global, universal.

Y, desgraciadamente, aunque estamos en un mundo en el que la información se ha globalizado mucho, los intereses de los grupos económicos (a veces, enmascarados como decisiones de país) no tienen esa preocupación sobre lo que se llama en los foros de discusión diletante "sostenibilidad" o sustentabilidad.

(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Ordenación del Territorio (1)

La ordenación del territorio es una expresión técnica por la que se recogen las preocupaciones relativamente recientes acerca del modo de reducir el impacto del ser humano sobre el entorno. No pretendo dar aquí una definición del término, sino abordar algunos ejemplos de aplicación de la ingeniería en esta disciplina, típicamente multidisciplinar.

Conviene indicar, ante todo, que la perfecta ordenación del territorio es no solo imposible, sino contraproducente. En el siglo XXI los territorios ya están todos ocupados por el hombre, tienen un dueño y, por lo tanto, un uso.

Que circunstancialmente el poseedor del territorio no disponga de título de propiedad o la tenga abandonada, no empaña esta afirmación general: ya no es posible llegar con la bandera de conquistador a ningún sitio del planeta y apropiarse de las tierras en nombre de cualquier advocación humana o divina, sin exponerse a que le recluyan de inmediato a uno en un centro siquiátrico o se inicie un conflicto diplomático chungo (Malvinas/Fawkland, Perejil, Gibraltar, Yeonpyeong, etc.).

Por supuesto, no se presentan por tanto más que ocasiones puntuales en las que se ofrezca al planificador un territorio virgen para que implante en él el bosquejo de una ciudad, ya sea cuadrangular, alargada, circular o elíptica (por denominar las formas geométricas más lógicas y, por tanto, comunes, utilizadas inicialmente por tanto por los planificadores como por el devenir natural de las cosas).

Los ejemplos recientes de esta concepción integral de la ciudad ideal no son generalmente aplaudidos; los estudiosos de la ordenación global de las poblaciones se preocupan, más bien, de proponer medidas de descongestión de las megalópolis y apoyar el crecimiento de poblaciones interconectadas (en el periurbano de una gran urbe), atendiendo a dimensiones óptimas máximas en torno a 500.000-1 millón de habitantes.

La mayoría de los casos de ordenación del territorio se refieren, en realidad, a la recuperación y mejora paisajística de áreas públicas, a la concepción de nuevos emplazamientos muy específicos (polígonos residenciales, administrativos o industriales e incorporación de dotaciones de las llamadas asistenciales) próximos a los núcleos existentes y, en pocos casos, a la rehabilitación de zonas urbanas degradadas.

Todas estas actuaciones implican la integración de lo nuevo en lo existente, atendiendo -o no- a las funciones de utilidad, coste, oportunidad, flexibilidad, etc.

Es probable que el AES tenga la impresión a priori de que, dependiendo de la especialidad ingenieril, la concreción del concepto de ordenación del territorio a un caso dado, cambiará sustancialmente según a quién se confíe la cuestión.

No pretendo ni ser concreto ni levantar sonrisas, pero si los ingenieros respondieran a la especialidad que lucen en sus títulos o que les atribuye el imaginario colectivo, la distribución lógica de tareas parecería la siguiente.

Un ingeniero de caminos atenderá básicamente a la regulación del tráfico y, por tanto, de los viales; propondrá rosetas de distribución, vías alternativas y algún que otro soterramiento (para lo que debería contar con algún ingeniero de minas, al menos, para que formalmente le firme el proyecto); un ingeniero agrónomo o de montes se fijará en el encauzamiento de los ríos y la generación de apacibles paseos fluviales con la protección de varias especies arbóreas; un ingeniero de telecomunicaciones debería garantizar la cobertura en el territorio de recepción de los diferentes tipos de señales, planificando su disposición subterránea en lo posible; el ingeniero industrial aconsejará la concentración de las industrias en el polígono específico, con los puntos de toma eléctrica y de agua, recogida de residuales,  que sean del caso y diseñará naves y chimeneas. Etc.

Pues bien: es prácticamente seguro que esta distribución voluntarista no se encontrará en la realidad. Y no por culpa de los ingenieros, a los que la necesidad de encontrar trabajo ha llevado a ocuparse de cualquier especialidad técnica, encontrando así una exigüa aplicación al cúmulo de enseñanzas (teóricamente) impartidas en las aulas universitarias.

Cuando se planifica crear un nuevo polígono residencial, elegido el terreno de acuerdo con las normas de la especulación que rijan en la zona, la Ordenación del Territorio se encargará, en general, a una constructora (con o sin concurso público), que se ocupará, principal sino únicamente, de ejecutar los viales y las conducciones de agua, residuales y electricidad atendiendo a la reducción de costes que le resulte adecuada.

Reducido en su posibilidad de acción, plantados unos cuantos arbolitos (del tipo plagano o magnolio), para compensar los que eventualmente hayan fallecido en el movimiento de tierras provocado por las excavaciones, enmarcando la  construcción de los macro-edificios y centros asistenciales que tienden a desplazar del centro urbano el tráfico de usuarios (1), el especialista en "ordenación del territorio", convertido en decorador paisajista de urgencia, contribuirá así a consolidar la destrucción práctica del territorio, haciéndose cómplice indirecto del feismo que es general en los nuevos barrios de casi todas las ciudades (en cualquier lugar del mundo).

(continuará)

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(1) Esta medida tiene doble interpretación: por un lado, se dificulta el acceso físico del ciudadano "desocupado" a los centros administrativos, separando la gestión de los servicios de la urbe de la propia urbe, contribuyendo a reforzar su áurea de misterio y apoyando su bunkerización (solo parcialmente roto por la posibilidad de realizar algunos trámites telemáticamente); por otra, se concentra el funcionariado y los departamentos administrativos de los servicios públicos y de las empresas en un único "edificio de oficinas", consolidando la sospecha de que la gestión pública como la privada, a partir de cierto tamaño, se rigen por principios similares, no todos nobles.

 

Ingeniería para Abogados y Economistas: Problemas del mercado (y 2)

Ingeniería para Abogados y Economistas: Problemas del mercado (y 2)

Los defensores del mercado como asignador eficiente se detienen, complacientes, en el análisis de su funcionamiento histórico en los momentos de crecimiento económico y en la relativa rapidez con la que se recuperaban de los destrozos quienes escribían las páginas principales de esa Historia.

Eran otros tiempos, sin embargo. La globalización de la información no existía, y las diferencias en desarrollo se referían a países, no a individuos o grupos de individuos. Hoy se puede hablar de personas desarrolladas o no tecnológicamente, atendiendo a su capacidad para formar parte del mundo interactivo.

Hasta hace pocos años, las nuevas tecnologías, que se mostraron excepcionalmente agresivas sobre el modelo socioeconómico, no habían aparecido, o carecían aún de efectos a nivel personal, y específicamente, en cuanto al empleo. Actualmente, la capacidad para actuar en las infotecnologías se puede adquirir, por una persona capacitada para ese aprendizaje, incluso a pesar de que habite en uno de los países más pobres del planeta. Basta con dotarle de un ordenador, una conexión telemática y apelar a su creatividad.

La única, y muy seria, advertencia que hay que expresar es que esos "programadores informáticos" no son sino el germen del nuevo lumpen laboral, en la medida en que su capacidad para aprender nuevos lenguajes, que ellos no crean, sino usan, es siempre menor y la competencia entre programadores, creciente.

Hasta la aparición de nuevas tecnologías extremadamente eficientes, cuando la economía general o la particular de un país dominante (digamos, "países occidentales") se encontraba en una fase expansiva y los recursos de terceros países eran explotados sin otras restricciones que la de atención a una demanda sostenida y controlable, el mercado oligopolista de los principales productos que se comercializaban en los mercados internacionales, funcionaba relativamente en calma.

A niveles internos de cada país occidental, la aparición de oportunidades de consumo, vinculadas frecuentemente a nuevos juguetes tecnológicos, permitía que los inversores de capital ubicasen sus excedentes en los nuevos nichos de negocio, generando así bolsas de acumulación monetaria de los beneficios, que actuaban como generadoras de empleo a corto plazo. Todos felices, incluso los caciques de los países en desarrollo, controlados por su corruptibilidad y poseedores de cuentas en paraísos fiscales que iba engordando rápidamente.

Ha sucedido, en realidad, otras veces en la Historia, pero, como en el caso del diluvio bíblico, aunque supuso el final de estructuras sociales que habían sido dominantes, no tuvo carácter universal y, por tanto, la evolución explosiva pudo repetirse en otro lugar.

Las empresas que tienen los más hábiles gestores comerciales, crecen desmesurada y peligrosamente, pero, las nuevas tecnologías desbaratan continuamente las previsiones de amortización de los equipos y maquinaria, que no pueden amortizarse, trastabilando las previsiones de vida útil. 

La pugna por arrebatarse clientes lleva a abaratar los precios finales a límites insoportables en los Balances y, para enmascarar resultados que van irremisiblemente peores, utilizan todo tipo de artificios contables para lograr el "mayor valor para los accionistas" que, si estamos hablando de empresas que cotizan en Bolsa con per de 20 o 30, para quienes han comprado esas acciones en el mercado bursátil, poco o nulo consuelo supone, pues la burbuja en la que se han montado es de otro carácter y poco tiene que ver con el mundo real.

(continuará)

Ingeniería para Abogados y Economistas: Problemas del mercado

La consideración de las variables tecnológicas en el análisis de la evolución de un mercado hace especialmente difícil la predicción del comportamiento de los agentes económicos. En realidad, lo hace de previsión, hasta ahora (2012), imposible.

Se pueden enumerar, a título simplemente enunciativo, algunos de los parámetros tecnológicos más visibles cuya influencia sobre los mercados no es cuantificable, aunque se deba reconocer que se trata de elementos cualificadores muy importantes:

a) tecnologías que permitan la reducción de la mano de obra (automatización, robotización, telemática, informática), o exijan una cualificación específica (ingeniería, diseño, programación);

b) tecnologías que incorporen nuevos materiales (vitrocerámicos, de alta resistencia, grafeno, etc.), o reduzcan drásticamente el tamaño de los productos intermedios o finales (microelectrónica, nanotecnología), o influyan sobre su duración y rendimiento;

c) tecnologías que supongan una importante disminución en el uso de recursos laterales (mejoras de gestión del agua, energía, protección ambiental, comunicaciones).

Pocos de los empleados en una empresa son conscientes de esta presión continua de la tecnología sobre la viabilidad de los proyectos que conforman el objeto social de aquella. Pocas son también las empresas que tienen servicios de investigación y desarrollo que estén atentos a la evolución tecnológica que les pueda afectar y aún menos, las que están en situación de generar el cambio por sí mismas.

En consecuencia, se produce -en estas últimas décadas en las que las modificaciones tecnológicas se están produciendo de forma continua y acelerada (tal vez, incluso, con innovaciones de frecuencia exponencial)- una permanente destrucción de expectativas de viabilidad, reduciendo el margen de supervivencia de las empresas existentes, y especialmente las que están lastradas por estos tres factores perniciosos: alta presencia de mano de obra en el output, fuerte endeudamiento en maquinaria devenida obsoleta y la necesidad de distribución del producto acabado por vías convencionales (transporte físico).

La cuestión del tamaño del mercado es sustancial. En el campo de la energía, por ejemplo, existe una corriente de influencia social que apoya la generación de la energía precisa individualmente mediante métodos de producción distribuída (placas solares, bombas de calor, aerogeneradores, sondas geotérmicas, quemadores, etc., instalados y gestionados personalmente.

Esa corriente con raíces "ecologistas" anticapitalistas se contrapone a la que ha dominado el mercado de producción eléctrica en las cuatro o cinco últimas décadas, en la que se primaban las instalaciones cada vez más grandes, tanto por economia de escala como, ya al final del período, por la dificultad de encontrar nuevos emplazamientos que no contaran con resistencia popular (efecto Nimby y Banana, ya tratados).

Para obviar el problema del acceso tecnológico, en los análisis económico-jurídicos, suele admitirse la hipótesis de que los mercados son "perfectamente contestables" (1), es decir que todos los participantes -los que están ya en el sector como los que se plantean el acceso al mismo- disponen de la tecnología y, si un nuevo agente quiere penetrar en el mercado, lo puede hacer sin que los que están en él opongan barreras de acceso.

Ese planteamiento es, en realidad, un placebo intelectual: si la tecnología es realmente novedosa, la única opción de los que están dominando el mercado para no verse desplazados por el recién llegado ("the successful newcomer"), es adquirirlo antes de que crezca, englobándolo en su estructura, bien para destruirlo, o para incorporar su línea tecnológica a la propia.

(continuará)

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(1) El palabro es horrible. La "contestabilidad" es, en realidad, competitividad perfecta -del término inglés contest, concurso-, que combina accesibilidad sin barreras y tratamiento indiscriminado de los que actúan en un mercado dado. Solo se da en la mente de los teóricos de la competencia y conduce a resultados que solo se pueden encontrar en sus libros de economía creativa.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (Anexo sobre Contaminación agrícola.2)

A nivel global, la agricultura de regadío representa el 17% de todas las tierras agrícolas, y produce el 36% de los alimentos, aunque entre el 80 y el 90% está concentrado en los países en desarrollo, que son los abastecedores de la despensa mundial. 

El desplazamiento de la producción agrícola de los países ricos a los países pobres no es baladí: los márgenes de beneficio para los productos hortofrutícolas son muy bajos, reclaman gran intensidad en mano de obra escasamente remunerada y el desarrollo tecnológico ha combinado la atracción de la ciudad con el simultáneo abandono del campo, que es visto como un valor paisajístico pero sin prrecio real en el mercado y, por tanto, sin interés para la propiedad privada

Desde la perspectiva ambiental, la situación es nefasta. Como en otros sectores, los países tecnológicamente menos avanzados carecen de recursos, preparación, legislación y medios de control para reducir el impacto de ese crecimiento agrario forzado por la necesidad. Se producen, así, fenómenos de eutrofización (crecimiento de algas anormal en las aguas superficiales), contaminación por nitratos de los acuíferos (asociada frecuentemente a la aplicación de fertilizantes orgánicos, es decir, de estiércol) y envenenamiento progresivo por fósforo del suelo agrícola.

El tratamiento de las aguas contaminadas es, además de costoso, complejo y exige el diseño y gestión de los equipos es tarea multidisciplinar y muy vinculada a la experiencia práctica, pues incorpora, tanto para la concepción como para abordar posteriormente con eficacia los problemas diarios, fórmulas empíricas, conocimientos biológicos y fisicoquímicos, además de implicar un desarrollo técnico continuado, para acomodarse a restricciones siempre crecientes de calidad y exigencias de control.

La cuestión aún sin resolver en España respecto al aprovechamiento óptimo de las aguas fluviales, en la idea de paliar la desigualdad natural entre la España seca y la húmeda y, dentro de los ríos que vierten a la cuenca mediterránea, aprovechar el caudal de Ebro, que discurre íntegramente por territorio español, para trasvasar una parte de sus aguas para compensar las deficiencias de agua de riego en otras zonas con mayor insolación, es un tema de política territorial, pero el análisis de las opciones técnico-económicas pone el énfasis sobre la necesidad de no perder la visión general.

En cierto modo, es una situación similar a la que se ha planteado (y mal resuelto, en mi opinión) en cuanto al mantenimiento de las subvenciones al carbón astur-leonés, del que han resultado beneficiados, no solo los mineros y sus familias (con sustanciales efectos inducidos sobre estas regiones). Porque existen opciones técnicas válidas -la desalación y el trasvase son las que han centrado la polémica- pero lo que no puede ignorarse es el coste de las medidas, los beneficiarios de las mismas y, también, quienes son los principales perdedores de la decisión que se adopte. La repercusión ambiental de las medidas es, dentro de esa evaluación general, un elemento que no puede ser ignorado.

Poner en valor agrícola una Ha. de terreno árido supone aproximadamente aportar al suelo diariamente unos 25 a 30 m3 (aproximadamente, el consumo anual de una familia para su uso doméstico), es decir, 8 Dm3/año. Aún a riesgo de ser redundante, y redondeando, 400 familias consumen el equivalente anual a una Ha. agrícola. Visto de otra manera, si el agua residual fuera aprovechada íntegramente para regadío, una población de 40.000 habitantes, proporcionaría la forma de cubrir la producción agrícola de 100 Ha., consiguiendo valores añadidos al terreno que, dependerán de la selección óptima de los cultivos, pero que pueden significar la solución al abastecimiento de esa misma población.

Los problemas de gestión derivados de la calidad de las aguas de riego han sido tratados ampliamente por la literatura especializada. Aquí bastará apuntar que pueden agruparse en cuatro categorías; salinidad (relacionada con los sólidos disueltos en ello y con reflejo sobre la conductividad eléctrica de la misma), toxicidad de determinados iones (principalmente, cloro, sodio y boro, acentuada por la evotranspiración), la velocidad de infiltración al terreno (dependiente de la permeabilidad del suelo,pero no exclusivamente, y que se ha relacionado empíricamente con la concentración de socio, calcio y magnesio, siendo directamente proporcional a la primera e inversamente proporcional a la raiz cuadrada de la semisuma de los segundos), y a la aportación de nutrientes, de los que el nitrógeno y el fósforo se llevan la palma.

 

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (Anexo sobre Contaminación agrícola)

La problemática de la producción agropecuaria es especialmente compleja, por lo que los responsables políticos tienden a obviar abordar las soluciones nucleares, prefiriendo moverse por las ramas, adoptando medidas marginales.

Hay poderosas razones, claro está, para actuar así, cuando se hace con la mente puesta en lo inmediato: La explotación del campo y la ganadería afecta a muchas personas, -dedicadas a producciones esenciales para la comunidad, con economías débiles, en ubicaciones con centros de decisión dispersos y, por tabto, difíciles de controlar-, aunque siempre dispuestas a defender sus derechos con protestas masivas.

En el campo ambiental, las características de la producción agropecuaria y su entorno no son siempre reconocidas. Ante todo, el suelo, que es el medio básico sobre el que se centra la producción, es muy heterogéneo y la extensión afectada por las explotaciones agrarias no está delimitada, a diferencia del caso de una fábrica o una instalación industrial (1), en el que el recinto está perfectamente acotado y se pueden controlar muy aceptablemente las entradas y salidas a los procesos, cuantificando así con exactitud la influencia contaminante del agente analizado.

No quedan en esto las diferencias, puesto que así como en una fábrica se pueden mantener bajo control las variables del proceso (al menos, eso se debe pretender), en el campo, la producción está permanentemente expuesta a cambios climáticos que pueden modificar, incluso bruscamente, las expectativas y las condiciones de trabajo. Finalmente, así como la cuenta de resultados de una empresa industrial es fácil de analizar -permitiendo así estudiar el efecto de la introducción de las externalidades en las mismas, y graduar su intensidad-, los productores agrarios no tienen la misma capacidad de absorción de esos costes, ya que una buena parte de su producción está controlada por precios oficiales y no es posible trasladarlos a los consumidores.

Se llega así a una situación paradógica. Tomando el caso de España, el mayor consumidor de agua del país (80%), el campo, no puede pagar, ni de lejos, el precio que abonan los consumidores de agua en las ciudades, por lo que los costes para el agricultor -incluso si es una gran empresa agrícola- son simbólicos. 

Y, aunque se puede argumentar que el agricultor no demanda la misma calidad del agua que el que se exige para garantizar una ingesta inocua del agua de grifo, cuando se contempla el ciclo completo del agua (es decir, incluyendo el tratamiento de las aguas residuales), la eliminación de la contaminación provocada por el uso de pesticidas y fertilizantes agrarios en el agua y en el suelo especialmente, nos lleva a efectos muy graves, extraordinariamente difuminados y, no pocas veces, impredecibles. Dándose el caso, además, de que el campo utiliza muy frecuentemente, por no estar separados los canales de captación y distribución de agua para consumo o para uso agrícola, agua con calidad de potable, pero disfrutándola a un precio diez veces más barato.(2)

(continuará)

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(1) El caso de las explotaciones ganaderas intensivas, ya sean granjas avícolas, porcinas, vaquerías, o de animales exóticos, merecería especial atención, como muy bien estarían de inmediato dispuestos a reconocer quien las padecen en sus proximidades (aunque seguramente se concentrarían, sesgadamente, en los olores).

(2) El precio medio del ciclo del agua para uso doméstico está, en España, en torno a los 1,3 €/m3; el coste del agua agrícola varía desde 0 a 0,10/0,15 €/m3.

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (y 4)

La apreciación emocional del estado del ambiente es típicamente personal y, por lo tanto, todo el mundo puede conceder valor a un "buen paisaje", o a una "atmósfera limpia", aunque no sea capaz de entrar en detalles respecto a la cuantificación de los parámetros que permitirían, desde una perspectiva exclusivamente técnica y, por tanto, más objetiva, su calificación de acuerdo con estándares generales y medidas numéricas.

Como resultado de esa percepción intuitiva, sentimental, de las características detectables individualmente, también es subjetiva y, por tanto, variable e incluenciada por la trayectoria educacional que hayan seguido los sentidos de cada uno, la sensación de disfrute o padecimiento de unas condiciones ambientales determinadas. Se puede vivir al lado de un vertedero de residuos sólidos urbanos, y no percibir el olor nauseabundo; por el contrario, hay individuos que han educado su pituitaria para distinguir entre un Chateau-Lafite de 1987 y otro del 1984 o que no toleran el sabor a cloro del agua "de la traída" (que es como llamamos los técnicos sanitarios al agua del grifo); y el olor a azmicle puede resultar embriagador para algunos y perturbador para otros.

Pero si estamos influidos por un ambiente cocnreto -nuestro hábitat- y nos hemos ido acomodando a él, no por ello estamos libres de incorporar elementos afectivos cuando nos los ofrecen desde fuera, aún sin tener capacidad para analizar sus consecuencias, sobre todo, si no nos afectan directamente.

Estaremos, por lo tanto, dispuestos a condenar de inmediato la energía nuclear de fisión -pero podríamos desear tener un centro de almacenaje de residuos radioactivos o una central nuclear si se nos ofrecen sustanciales ventajas económicas que nos permitieran abandonar el lugar al cabo de un tiempo, pediríamos el cierre inmediato de las minas a cielo abierto que nos proporcionan o proporcionarían puestos de trabajo local, capitaneados por un grupito de ecologistas de ciudad, o defenderíamos a muerte la recuperación de un botadero sin control en el que se han depositado las basuras de la zona durante décadas y en el que hace un par de días abadonamos una vieja lavadora.

Estas cuestiones y otras muchas convierten los temas ambientales en tremendamente temperamentales, desde la perspectiva social y sometidos a la doble moral de una sociedad poco escrupulosa, pero hay una constante que suele olvidarse: las medidas para conservación y tratamiento de los parámetros ambientales y, no en menor medida, para la recuperación del ambiente deteriorado, son típicamente técnicas. Y las mejores técnicas disponibles son, prácticamente de forma recurrente, las más caras y las que demandan menor cantidad de mano de obra, particularmente, de la no cualificada.

Los AES, cuando actúan como responsables de la gestión pública o como asesores de los que tienen ese carácter, tienden, en especial, cuando son novatos, a propiciar debates y foros generales, en donde se opina acerca de lo más conveniente, con la idea de que cada ciudadano tenga un voto. Pero la democracia no funciona en temas ambientales, porque todos somos ambientalistas conceptuales, solo que nos falla la capacidad técnica para decidir las propuestas convenientes para resolver los problemas, y, por tanto, ya que lo económico es una fase posterior, carecemos de la información para evaluar su coste.

Si, además, empezando la casa por el tejado, se pretende (como suele suceder) empezar creando legislación ambiental, sin saber ni lo que va a costar ni las medidas técnicas precisas para alcanzar los niveles previstos por las normas jurídicas, todo el edificio se habrá sustentado sobre una base tan frágil que podrá decirse, sin temor, que estará condenado a caer estrepitosamente, generando lo contrario a lo perseguido: más deterioro, más infracción, abandono de instalaciones y fábricas por pasar a ser irrentables, y, en fin, menos ingresos y más paro.

La situación específica creada en el seno de la Unión Europea, en la que los niveles de desarrollo y las sensibilidades individuales (y la formación de opinión social sobre los temas) es muy diferente, ha dado lugar, cuanto menos, a dos corrientes ambientalistas. Por un lado, el propiciado por el núcleo central germano-francés, con un desarrollo tecnológico mayor y una estructura económica más sólida, apoyada en empresas multinacionales versátiles, y por otro, el eje pobre mediterráneo, con un menor desarrollo, aunque -o seguramente por eso-, con un entorno ambiental menos contaminado.

La legislación europea -sobre todo, por la vía aparentemente inocente de las Directivas- cumple una función depredadora sobre las economías más débiles de la UE, con orientaciones normativas que imponen mayores costes a las naciones menos desarrolladas, haciéndoles perder competividad, tanto interna como, en lo que importa en un mundo globalizado en el que cuenta la capacidad de deslocalización, externa.

He trasladado al Anexo el tratamiento de algunos ejemplos de tratamiento ambiental, desde la perspectiva técnica, tratando de aclarar estas consideraciones, tantas veces descuidadas por nuestros propios representantes en las organizaciones internacionales, que, motivados por posiciones ecologistas -respetables, pero económicamente nada inocuas-, aparecen como los paladines y defensores acérrimos de medidas de protección ambiental.

Una situación que nos podrá consolidar como un neo-paraíso para disfrute de turistas extranjeros económicamente poderosos, pero nos hunden más en la condición de lumpen particular de una Unión dominada por los intereses comerciales. 

 

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (3)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (3)

Reconocida la cuestión ambiental, actualmente, como una de las preocupaciones mayores de la humanidad y siendo sus dos cimas sobresalientes: a) la reducción de la producción de los "gases con efecto invernadero" y b), dada la destrucción y el deterioro de muchos hábitats, la recuperación o mantenimiento de una biodiversidad aceptable, en ambas debería, a priori, concentrarse la atención respecto a las medidas precisas para corregir la situación .

El problema parecería reducido, en fin, a evaluar las medidas correctoras, decidir el reparto y aportación de los fondos necesarios y repartir las responsabilidades, con el objetivo claro de atajarlo de inmediato.

No es en absoluto así.

Los países tecnológicamente más desarrollados no están dispuestos a reducir drásticamente su nivel de consumo del ambiente y los países con menos infraestructura técnica -coincidente con mayores niveles de calidad ambiental y biológica- exigen fuertes compensaciones si deben renunciar a su turno en la mesa del consumo de los productos que ha puesto la naturaleza en su territorio (fundamentalmente, minerales y piedras, árboles y naturaleza, aguas, tierras, aire y algunos animales, todos ellos convertidos en "valiosos", en opinión de los mercados).

No es, fundamentalmente, una cuestión jurídica ni económica: la contención y recuperación del deterioro ambiental es, nadie lo discutirá, multidisciplinar, pero la aportación de soluciones apunta, sobre todo, al lado de la técnica. Porque nos encontramos en una sociedad que ha enfocado su disfrute en la posesión de múltiples artilugios tecnológicos -cuantos más, mejor- y, además, de propiedad individual -tendencia al goce solitario, que garantiza impunidad y anonimato-, y de rápida obsolescencia (real o forzada por los fabricantes).

El conflicto ambiental es inherente al momento en que se encuentra nuestro desarrollo como Humanidad. En los países en donde la "concienciación ambiental" está más desarrollada, la incorporación de las Declaraciones de Impacto Ambiental (DIA), con este u otros nombres parecidos, para conseguir la aprobación administrativa de proyectos y procedimientos y, en general, la apertura hacia el debate público de cualquier tipo de actuación técnica sobre la naturaleza, ha puesto de manifiesto las graves contradicciones a que nos ha conducido la dependencia de los recursos naturales con la búsqueda de una sensación de bienestar que se ha puesto tecnológicamente al alcance de miles de millones de personas.

Nos hemos hecho una idea personal de lo que es "disfrutar de la vida" que es tecnológica y en la que la valoración de lo que cuesta en externalidades a la humanidad, a la colectividad propia o a otros países, producir esos artilugios o la obligación teórica de respetar una complejidad de leyes incomprensibles para el lego, no son impedimentos para lanzarnos, ciegamente, al mundo del consumo.

La construcción de la argumentación es, sencillamente: "Lo quiero para mí, y no es de mi incumbencia si su producción provoca daños lejos de mi vista; esa responsabilidad es de otros". Una combinación de los efectos nimby, banana y un escenario propio de una obra teatral de Alejandro Casona, por supuesto, ya olvidada, que se llama "La barca sin pescador".

Dejando de momento a un lado la cuestión de decidir qué tipo de proyectos deben someterse a Evaluación Ambiental, y cuáles serían las condiciones que habrían de imponérseles para que obtuvieran su aprobación o rechazo (vinculadas, en principio, al concepto impreciso de Mejores Técnicas Disponibles), es imprescindible tener en cuenta que el análisis de los efectos de la introducción en el medio -agua, aire, tierra- de un agente contaminante implica la modelización físico-matemática de su difusión en él.

Encontrar una expresión matemática que caracterice el sistema no es sencillo, aunque generalmente se utilizan expresiones algebraicas o ecuaciones diferenciales simples, que permiten estudiar de manera simplificada la difusión del agente contaminante en el medio.

La más común es del tipo: dC/dt = kC, que expresa que la velocidad de difusión de la contaminación, o sea, la variación de la concentración de la contaminación (C) con el tiempo, mantiene una relación constante (que es k, tasa de crecimiento por unidad de tiempo) con la Contaminación que produzca la fuente (supuesta, en este caso, función exclusiva del tiempo).

En bastantes casos, para no complicarse la vida, se suele adoptar para la Contaminación la forma exponencial: C(t) = Co e exp kt, siendo Co la concentración inicial; pero la concentración de contaminación es, también, una función de la posición en la que se mida ésta, cuestión clave en el caso de que el medio sea un fluido (agua) o gaseoso (atmósfera), lo que obliga a considerar los gradientes (o variaciones) de contaminación en cada dirección, las velocidades de transporte de la masa a través del medio, etc., hablándose entonces de difusiones advectivas, moleculares o turbulentas. 

(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (2)

La preocupación seria por el ambiente es relativamente reciente, como se sabe, y está relacionado básicamente con la conciencia de su deterioro irreversible en los países más desarrollados, en donde se encuentran los focos con más altos niveles de contaminación y en donde se ha procedido, sobre todo a partir del siglo XVIII y aceleradamente en el siglo XX hasta la década de los 80, a una tremenda pérdida de calidad ambiental. 

Sin pretender abrir una discusión sobre las razones de la evolución de la sensibilidad ambiental en estas páginas, y aunque se debe conceder un valor propio al conocimiento que los pueblos primitivos tenían de la naturaleza, que les proporcionaba los recursos para su subsistencia, me inclino a creer que, al aumentar las necesidades, la mayor protección hacia los recursos naturales no provino tanto del respeto que merecía el ambiente ni de la cooperación tribal.

Si han llegado hasta nuestros días, en aceptable estado de conservación algunas zonas con importante biodiversidad, no ha dependido -especialmente en los países desarrollados- de las actuaciones colectivas de conservación, sino del mantenimiento acotado -esto es, sustraído al disfrute general- de grandes extensiones de terreno, que han sido transmitidas, generación tras generación, por los descendientes de reyes y caciques, guerreros con éxito, conquistadores, y directos allegados. (1)

En cuanto a los bienes poseídos en mancomún (básicamente, montes), la caída de los precios pecuarios ha propiciado, para muchos, el abandono de  su explotación, su descarada apropiación por particulares, o su destrucción malintencionada. También ha de dejarse anotado que el Ejército, reservándose para sí zonas para instrucción y campo de tiro, ha logrado un efecto parecido al de los grandes terratenientes con sus propiedades, al decaer la importancia de los métodos de preparación militar, ataque y uso de armamento convencionales, lo que dió por resultado el descuido o no utilización de los terrenos que tenían asignados.

Sirvan estas pinceladas para llamar la atención de que el consumo del ambiente ha sido consustancial al desarrollo humano y que las técnicas para que su uso redundara en beneficio social de la colectividad (provocando simultáneamente, desmesurados enriquecimientos individuales) han aumentado de forma creciente -seguramente, con ritmo exponencial- en la etapa industrial.

Y así siguen, mientras queden recursos por explotar en países menos desarrollados y su explotación genere beneficios a los detentadores de capital y tecnología, que siempre habrán de tener una compensación social imprescindible en la creación de empleo y actividad local, lo que mitigará o eliminará las resistencias.

La aparición de las infotecnologías en este complejo escenario ha introducido una importante variación sobre el entorno en el que se mueven los seres humanos, incorporando a él nuevas formas de contaminación, mucho más sutiles que el NOx, el CO2 o las partículas en suspensión, y potencialmente más dañinas, pues afectan a la conformación del pensamiento individual.

Vivimos en un entorno cada vez más artificial y exigente y para muchos, especialmente para los jóvenes, el entorno no es la naturaleza, sino un universo tecnológico al que se sienten vinculados y, a menudo, de forma obsesiva. (2)

(continuará)

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(1) Entiéndase bien la frase, en especial por quienes tratan de buscar los tres (o los cinco) pies al gato: los latifundistas contaban/cuentan con un equipo de empleados y subordinados que les hacían el trabajo principal, reservándose ellos la parte del disfrute.

(2) Me hubiera gustado poder decir que la idea es genuinamente mía, pero no lo es. Si el lector quiere saber más sobre esta cuestión, le aconsejo la lectura del libro de Fernando Sáez Vacas, "Cultura y tecnología en el Nuevo Entorno Tecnosocial" (Fundación Vodafone España, 2011), especialmente, de su último capítulo.

 

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (1)

Ingenieria para Abogados y Economistas. Medio ambiente (1)

El tratamiento del medio ambiente, desde que ha adquirido protagonismo, se ha configurado como una de las transversalidades de interés general y, por lo tanto, es materia que ocupa a todas las profesiones.

Pero lo hace de diferente manera. Para los economistas, la incorporación de los costes de prevención o reparación ambiental en las cuentas de resultados, ha convertido a este elemento en un factor que afecta a la rentabilidad (beneficio) de un emprendimiento, en general, de forma negativa. Cuando una "externalidad" pasa a ser un "coste interno", total o parcialmente, es evidente que hay que revisar cómo se desequilibra la estructura general de costes y de qué forma se puede compensar la introducción de algo que era antes gratuito (una "res nulius" peculiar) en la cuenta de resultados, además de tratar de cubrir los riesgos ambientales con los seguros que se consideren adecuados

Para los abogados y, en especial, para los que han visto en la especialidad del complejo derecho ambiental (con tantos frentes legiferantes) un campo de trabajo profesional, la preocupación ambiental, plasmada en múltiples leyes, reglamentos y disposiciones y, por lo tanto, en una ampliación del abanico de potenciales litigiosidades, es una buena noticia.

Para los ingenieros, sin embargo, la creciente obsesión por el ambiente, es, en general, una fuente inagotable de quebraderos de cabeza y, también, una restricción de "naturaleza incalificable" a la libertad de su trabajo profesional, incorporando inseguridades e indefiniciones que arriesgan provocar, y de hecho, provocan, la paralización de muchos proyectos o la modificación de otros, con efectos sobre las mejores tecnologías disponibles, ya que éstas no siempre están relacionadas con las exigencias ambientalistas.

Además, como directores típicos de la ejecución de proyectos y tareas con alcance ambiental, la redacción de los tipos y supuestos definidos en los Códigos (en especial, el penal), los convierte en objetivos apetecibles para aparecer como sujetos para la imputación de responsabilidades.

(continuará)

Ingenieria para Abogados y Economistas: Métodos para construir túneles (Apéndice)

Aunque la capacidad de abstracción de abogados y economistas es, al menos, de igual entidad que la de los ingenieros -ya que aquellos se mueven más cercanos al mundo de la metafísica-, incorporo algunas aplicaciones de la teoría de túneles a las profesiones a las que va dirigido esencialmente este Manual.

Asumo así las críticas de varios colegas de estas especialidades de la ciencia que, además de valorar (en mi opinión, equivocadamente) que el Manual está enfocado a despertar sonrisas más que a ilustrar sobre aplicaciones de la ingeniería, me trasladan que dedico excesiva atención a la macroeconomía.

Los abogados practican, tal vez sin ser conscientes de ello, las técnicas de tunelación en muchas ocasiones. No es infrecuente que se concentren en la aplicación del método belga, avanzando con cinturón y tirantes en los temas, y tomando decisiones, según se presenta la consistencia del terreno que pisan, sin preocuparse tanto de realizar el estudio geotécnico completo de la materia que están abordando, en representación de su cliente.

La técnica supone que traten de acumular, utilizando, desde luego, las legítimas oportunidades que les da el derecho procesal, multitud de obstáculos a la consecución del objetivo final, que debería ser el final de proceso.

Se recurre así,según interese, a la impugnación de la legitimación activa o pasiva, a la tacha de peritos propuestos por la contraparte, a la puesta en consideración del juzgador de las pluspeticiones que estimen conveniente, a la reconvención incluída en la contestación a la demanda o a la incorporación en la misma de otrosíes y peticiones subsidiarias o complementarias, a la utización del recurso de solicitud de medidas cautelares y ofertas de caución simbólicas (o a su negación fundamentada, incluso traída por los pelos), cuando no, a esgrimir prejudicialidades en otros órdenes o, si se está en trámite de ejecución a presentar múltiples escritos con las valoraciones, objeciones, alegaciones e impugnaciones que se les pasen por la cabeza, con el objetivo fundamental (siempre en interés de parte) de dilatar lo más posible el proceso y calentar la cabeza de los miembros de la judicatura, ya de por sí calientes por la cantidad de trabajo pendiente cuya resolución les exigiría una atención y tiempo del que no disponen (por motivos que no es del caso detallar).

En menos ocasiones, el método austríaco de tunelación es el preferido. Se recurre así a acumulación de documentos, en número de varias decenas, incluso con posterior aportación de otros, presentados como hechos sobrevenidos, y nuevas fotocopias de los mismos y copias de sentencias, vengan o no al pelo, que configuran un arsenal de papelería que tiene como consecuencia práctica la absoluta imposibilidad de que nadie en su sano juicio sea capaz de leer -y menos, entender- toda la argumentación traída a colación, colapsando con la celulosa convertida en hojas escritas, tanto las dependencias de los juzgados como sus propios despachos y los de sus colegas contrapartes y teniendo por efecto colateral que, al cabo de algunos años de sostener la pendencia, el que tiene más razón objetiva pierda la noción de lo que le llevó a encontrarse ante los tribunales, provocando un cansancio típico conocido como "síndrome del litigante".

Los abogados, por la cuenta que les tiene (salvo que pertenezcan a bufetes de renombre, esos que, amparandose en una referencia profesional prestigiosa -incluso fallecida- tienen en plantilla un número imprecisable de socios, letrados colaboradores, licenciados en pasantía, etc.-) no suelen admitir más casos que los que su capacidad y tiempo les permiten. ¿Qué sucede, sin embargo, cuando un juez recién nombrado o desplazado a un juzgado desde otro se encuentra con una montaña de casos pendientes?

En España, en el momento de redactarse estas líneas, es patente el "colapso judicial", provocado por la acumulación de demandas por resolver y la insuficiencia  de medios de los Juzgados, situación denunciada desde el Consejo General de la Abogacía, las Asociaciones de Jueces y los propios miembros de la judicatura. Los casos acumulados son, por lo demás, de muy variada entidad y de índole diversa, testimoniando, por cierto, el estado de beligerancia de nuestra sociedad.

Es un caso de posible aplicación de las técnicas de tunelación. Cuando se tiene claro el punto final del túnel y ha ocurrido el colapso del terreno, quedando atrapada la tuneladora, lo que procede es avanzar por una galería de apoyo, de manera que se consiga la liberación de la máquina; el procedimiento no puede ser otro que la aportación de medios extraordinarios; lo que nunca ha de hacerse es dejar empantanada la situación, pretendiendo que habrá de resolverse por sí misma, puesto que la naturaleza de las cosas es, siempre, que cuando se abandona la adopción de una solución inmediata, por costosa y díficil que parezca, no se puede contar con que el tiempo mejore la misma, sino que tenderá a complicarse, provocando nuevos derrumbes, más víctimas y superiores costes.

Ingenieria para Abogados y Economistas: Métodos para construir túneles (y 2)

Ingenieria para Abogados y Economistas: Métodos para construir túneles (y 2)

Hay tres formas básicas de construir un túnel, que reciben diversos nombres según quién se refiera a ellos, o bajo qué bandera, y que, por supuesto, no se encuentran en estado puro en ninguna construcción real, pero sirven en las Universidades Tecnológicas para dar algunas pinceladas -ya sea en un semestre o en dos cuatrimestres, o en la clase de final de curso- a los futuros ingenieros sobre lo que deben preguntar después, cuando terminen su carrera, a los que saben, desde su experiencia real, qué deben hacer si se encuentran en tal tesitura. El sentido común y la prudencia les evitará aplicar por su cuenta lo que han estudiado sin demandar antes la ayuda y supervisión de alguien experimentado.

Los métodos en cuestión son: 

a) El llamado en España método belga y en algunos foros de Madrid, método de Madrid (Cut and Cover Tunnelling), y que se realiza con herramientas manuales y maquinaria tradicional para excavación. Resulta, por tanto, muy versátil, por su facilidad para acomodar el avance de la perforación a los cambios de sección que puedan ser necesarios para incorporar las estaciones, los puntos de control y zonas de seguridad, etc. Requiere, por su naturaleza, mantener varios talleres solapados o simultáneos; es un método similar al utilizado en la construcción de carreteras en superficie; esto es, se va avanzando con regularidad y puede ser definido con palabras llanas como "el método de toda la vida", distinguiéndose variantes, de las que las más sencillas, por trabajar a cielo abierto, son el "bottom-up", el "top-down", cuya seguridad las hace preferidas cuando se tiene que actuar dentro de las poblaciones y se pueden cerrar las calles para realizar el túnel. (1)

b) El método austríaco (Drill and Blast), y, también, método alemán, canadiense, chileno e inglés, cuya filosofía es que el terreno contribuye fundamentalmente a su propio mantenimiento (por lo que hay que hacer evaluaciones geotécnicas muy precisas e instalar sensores y medidores con continua monitorización). Se utilizan explosivos para acelerar el avance, por lo que provoca niveles de vibración más altos pero de menor duración. En palabras más simples, es el método de "si te la quieres jugar, porque sabes cómo hacerlo, corre lo que puedas", y se utiliza, como se puede suponer, la experiencia geominera.

Cuando la solidez de la roca lo permite o en el caso de túneles de gran longitud, se utilizan máquinas perforadoras que, obviamente, se llaman aquí tuneladoras (método TBM, Tunnel Boring Machine). Estas máquinas son escasas, requieren una fuerte inversión y, desde luego, hay que tener mucho cuidado de que no te queden atrapadas si el terreno cede, porque, como no vas a dejar algo tan caro empotrado para siempre en el lugar donde pensabas construir un agujero, a veces tienes que preparar una galería de rescate para liberarla. Este procedimiento se puede llamar, en términos de andar por casa "si puedes permitírtelo y quieres ahorrar en personal y no arriesgar la seguridad de las personas, manda al agujero a una maquinita".

Existe un cuarto método, llamado Nuevo Método Austríaco (NATM, o método secuencial), en el que se avaza también por secciones, con un desfase entre las labores de excavación y el revestimiento definitivo, para permitir que el terreno se consolide; se utiliza cuando en el subsuelo existen anteriores estructuras subterráneas (por ejemplo, colectores y anteriores secciones de metro). Este método, ha sido objeto de múltiples críticas, por razones no del todo comprensibles, siendo la más probable que sus promotores han pretendido haber inventado un método cuando no había más que variante, o sea, ganas de presumir.

No tengo duda de que los expertos en tunelación criticarán esta división, tildándola de equivocada o, cuanto menos, de simplista, pero aquí lo que trato es de hacer ver que, cuando el objetivo es avanzar en un terreno fundamentalmente desconocido, teniendo claro solamente el punto original y el final (que esos son los datos geométricos de un túnel, a salvo de que alguien pretenda construir el agujero sin saber dónde acabará), hay muy pocas opciones válidas, conceptualmente hablando.

O se avanza poco a poco, afirmando de inmediato el terreno de los bordes del agujero con el sostenimiento más sólido que uno tenga a mano; o se avanza a trechos, corriendo si se puede, y confiando en que el terreno alcanzará un grado de estabilidad suficiente para que los gastos de sostenimiento sean más ligeros; o se avanza por métodos exclusivamente telemecánicos, con tuneladoras ideadas de forma que su propia estructura sirva de sostenimiento momentáneo para el frente de avance, que se irá consolidando posteriormente, una vez abierto el hueco, con métodos ya tradicionales.

En la vida económico-social, hay que saber, en primer lugar, de dónde se parte y a dónde se quiere ir. Si falla la determinación del lugar de origen y no se sabe adónde se pretende llegar (destino), no habrá túnel, sino chapuza. Pero aún sabiendo dónde se quiere ir, hay que arbitrar los medios y el procedimiento adecuado, para lo que es imprescindible realizar un estudio muy completo del terreno, acomodando el procedimiento a las características geológicas del mismo pero también teniendo en cuenta las otras infraestructuras que se van a encontrar en el avance y, puesto que siempre se estará trabajando en terreno sensible -la población, en especial, la de medios más modestos- hay que vigilar de continuo la seguridad de la excavación, modificando si es necesario las previsiones de sostenimiento.

El responsable máximo de la construcción de un túnel -el director facultativo-  (2) no podrá apelar ni a haber delegado su responsabilidad en otros, ni a haber segido métodos probados en otras tunelaciones.

Cada excavación es singular. Tampoco será admisible que pretenda que "ha hecho lo que hay que hacer", cuando está al principio de su perforación, en especial, cuando se mueve en terrenos de máxima sensibilidad. Y, en fin, para no hacer esto muy largo, si habiendo aceptado el método alemán, otros, según su experiencia, le indican que les ha ido bien el método americano o el inglés, mejor que inventarse sobre la marcha un nuevo método alemán o austríaco (a los efectos), podría serle más conveniente escuchar todas las opiniones y, para evitar que la discusión se centre en los destrozos ocasionales en vez de en el objetivo de llegar al final del agujero, ponerse de acuerdo en la manera más adecuada de hacer el avance, colocar las dovelas y el pilotaje, hacer los drenajes y no afectar a los servicios públicos existentes en la zona de perforación, o, si es imprescindible, hacer un proyecto separado sobre esas afecciones.

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(1) El método de avance se llama "avance en bóveda" (o calota) porque primero se excava la bóveda del túnel, que se asegura mediante un encofrado y posteriormente de excava la parte inferior.

(2) El Director facultativo es una figura que, en las obras complejas, casi nadie quiere ser. Es el responsable legal si algo va mal; por eso, a poco que se descuiden, suele ser un ingeniero joven, que no ha hecho el proyecto y que a lo peor es la primera obra de envergadura con la que se encuentra, pero que cuenta con la protección de varios santos y, sobre todo, con una inmensa capacidad para estar presente en el tajo casi a todas horas, leer toda la documentación sobre la obra y parecidas que caiga en sus manos y preguntar a todos los colegas que le conste (o no) que hayan hecho algo remotamente parecido. Su experiencia será básica cuando lo asciendan a jefe de departamento (raras veces), y se recogerá en el currículum como "experiencia a pie de obra".

 

Ingenieria para Abogados y Economistas: Métodos para construir túneles (1)

Una de las obras más sofisticadas de la ingeniería es el túnel, que casi todas las personas sin conocimientos técnicos definirán como "un agujero realizado en la tierra", distinguiéndolos, tal vez, si se pide que sean más precisos, entre los túneles con una sola entrada/salida, más conocidos como cavernas y los que tienen una entrada y una salida (o viceversa), o propiamente túneles.

Sin pretender hacer una historia de los túneles -construcciones subterráneas de extrema complejidad y, por tanto, potenciales riesgos- , convendrá decir aquí, para presentar el tema, que el suburbano o metro marca un hito especial en la construcción de estos agujeros, por discurrir bajo las ciudades, exigir una alta calidad y seguridad e incorporar incluso elementos estéticos. Pero estas construcciones, como se sabe, no son los únicos túneles urbanos, siendo, de entre estas obras de ingeniería, especialmente antiguas las redes de abastecimiento o saneamiento (alcantarillado).

Los abogados y economistas -en especial, los españoles- que suelen considerar a los ingenieros como un totum revolutum, sin hacer quizá más distinción que hacia los ingenieros de caminos (de la que este grupo profesional, por supuesto, se ha encargado y encarga -aunque con disminuído brío- de señalar distancias), no sabrán, por tanto, que existe una rivalidad de competencias (1) entre los ingenieros de caminos y los de minas en relación con quién sabe mejor hacer los túneles y a quién corresponde firmar los proyectos de estas obras civilísimas.

Solo para ilustración genérica, las ratas de hemeroteca recordarán (y los vecinos, además de las empresas aseguradoras, constructoras y de ingeniería afectadas y los técnicos, políticos, abogados y miembros de estamento judicial que intervinieron en el caso) que, cuando se produjo en enero de 2005 el hundimiento de una zona de El Carmel (Barcelona) con ocasión de una ampliación del metro de la ciudad, hubo una discusión de altísimo nivel emocional entre algún ingeniero de caminos y el colectivo de ingenieros de minas, acerca de si lo que había fallado era no el control, ni el dinero, ni la urgencia de los plazos, ni el método empleado, sino la elección del ingeniero, porque -se venía a decir-  los ingenieros de minas españoles ya no tienen trabajo en las minas y se intentan desplazar, sin conocimientos suficientes, hacia las obras civiles subterráneas.

Llamo la atención de abogados y economistas respecto a estas tres cuestiones, que desarrollaré más adelante: 1) Existen varios procedimientos para realizar túneles y aunque ninguno de ellos lleva el nombre de "método español", la experiencia en obras subterráneas de este pequeño país especializado en perder el tiempo dándose con el garrote es grande y, fundamentalmente, proviene de los ingenieros de minas; 2) Los ingenieros, a diferencia de los licenciados en derecho o en económicas o empresariales, forman un grupo tremendamente diversificado y, en principio, diversamente especializado (montes, minas, agrónomos, caminos, navales, aeronáuticos, defensa, industriales-icai); 3) Realizar obras complejas entraña riesgo y cuando se produce algún accidente, todos cuantos no han participado suelen convertirse en eruditos de lo que no habría que haber hecho.

(continuará)

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(1) Antes, al menos, de la aprobación final un Real Decreto que convertirá a todo lo que ostente el apelativo de ingeniero en una sola especie omnisciente, con lo que se cumplirá, legalmente, el deseo chusco que preconizaba que "después de Dios, el ingeniero"

Ingenieria para Abogados y Economistas: La teoría de la relatividad aplicada a la economía

Lo más sencillo sería comenzar esta reflexión expresando que, puesto que todo es relativo (o lo que es lo mismo, todo es según el color del cristal con que se mire, como indicó Ramón de Campoamor en una de sus Doloras), no hay que confiar en la verdad absoluta de ninguna de las teorías económicas -ni de cualesquiera otra ciencia aplicada-, ya vengan de Adam Smith, John Maynard Keynes, Paul Krugmann, Jürgen Donges, Cristóbal Montoro o Pedro Solbes, por citar, al azar, nombres de personas relacionadas con la economía. (1)

No lo pondré tan fácil, porque la teoría de la relatividad a que me refiero no es la de Campoamor, ni la de Galileo, y ni siquiera la imaginada por Albert Einstein para tratar de superar ciertas contradicciones en la Mecánica clásica de Newton.

Estoy apuntando a la relación mágica, aún por desentrañar del todo, que vincularía definitivamente las ecuaciones que relacionan masa y energía en el espacio-tiempo, con los fenómenos electromagnéticos, (analizados sistemáticamente por Maxwell), ya que éstos parecen disponer de su árbol genealógico propio -, y la fórmula de enlace se resiste a aparecer, a pesar de los hallazgos deslumbrantes de Feynman, Tomonaga y otros, casi a punto de conseguir encajar ambos submundos.

Con este trasfondo, la cuestión que pretendo suscitar aquí es la escasa investigación realizada hasta el presente para buscar otra relación misteriosa pero no menos apasionante: la que supondría descubrir el enlace entre los contextos en los que se mueven las preocupaciones sociales y las económicas, y que se nos aparecen, cada día, inconciliables, esto es, tan distintos.

La enseñanza, pues, que me gustaría trasladar aquí, no proviene del terreno de la ingeniería, sino que la he tomado de la familia de una de sus tías carnales, la respetabilísima física.

Voy por partes. El escenario de la economía sería asimilable, haciendo las abstracciones que nos apetezca, al que se presentaba en el terreno de la física tradicional, antes de la aparición de la recopilación de Newton, que acertó a combinar las leyes de la mecánica clásica de Galileo con la ley de la gravitación universal, por la que se explicaba el movimiento de los planetas que había observado Kepler con su telescopio casero.

La sensación de haber avanzado de manera gigantesca en el conocimiento de la naturaleza permaneció en el ambiente hasta que se observó que estas ideas resultaban útiles para aclarar movimientos "lentos" (¡alejados de la tremenda velocidad de la luz, que se calcula en 300.000 km/s!) (2), pero no servían para explicar comportamientos cuando las velocidades y los espacios eran grandes. Las nuevas relaciones, que explicaban situaciones en el campo de lo cósmico, fueron encontradas por Einstein y desarrolladas por él y otros científicos.

No debe existir ninguna duda de que tampoco estas relaciones, cuya comprensión cabal escapa el 99,99999 por ciento de los humanos (y no quiero poner más nueves), tampoco explican todos los fenómenos físicos cosmológicos, sino una parte que, a medida que vamos sabiendo más, resulta más pequeña.

El escenario de lo social, por su parte, se asemeja a lo que corresponde en física al campo electromagnético. Cuando analizamos lo que expresan tanto representantes sindicales como empresariales, nos aparecerá claro que no manejan fórmulas o conceptos económicos, sino "otra cosa".

Si los responsables de la economía, en general, dicen seguir a Keynes -que es como decir en la física que se está de acuerdo con Einstein-, a la hora de la verdad, opinan como les da la gana, pues para ganarse el pan tienen que aplicar la teoría de la relatividad de Keynes al pequeño escenario que todos tenemos delante de nuestras narices, y ahí no hace falta Keynes ni Eisntein, sino que les bastaría con Galileo, -digo, Adam Smith-... o Perico de los Palotes (con perdón).

Y hacen, por tanto, estos aparentes seguidores de Keynes lo que es más cómodo para convecer a los que no han estudiado economía: mentir en los presupuestos y balances, engordar las cifras reales, hablar de la combinación entre financiar y monetarizar, engañando al que está lejos como al que les sigue de cerca pero no posee el "dominio del hecho" (esto sirve para juristas) y, cuando se les descubre, recomiendan apretar el cinturón y las clavijas a los que menos tienen, amenazan con perjudicar a los que más han acumulado, y en un descuido, vuelven a barajar las cartas, mientras dan voces, etc.

Por su parte, los responsables y consejeros de las decisiones sociológicas (seguramente los mismos), aunque han estudiado a Marx y les sirva muy bien para entender lo que pasa por ese terreno -no importa que no lo citen, pues, según convenga, nombrarán preferiblemente a Jesucristo, Buda, Durkheim o Weber-, a la hora de la verdad, opinan como más les conviene para ganarse el pan (o el chalet en la costa o los depósitos en paraísos fiscales), utilizando argumentos de Rousseau o de Maquiavelo.

Todo lo cual les vale para hacer, en realidad, lo que tiene efecto multiplicador a escala liliputiense, y les es más rentable y mucho más cómodo: en lugar de organizar revoluciones o guerras, programar protestas callejeras con pitos y carteles, en lugar de imponer la ley marcial, demandar flexibilidad para el despido, en vez de suprimir de golpe cualquier tipo de prestación social, pedir la reducción de impuestos para las rentas altas y, según quién tenga el micrófono, llamarán explotador al empresario o vago al trabajador, etc.

Se está pendiente de descubrir el enlace entre la economía y la sociología, la fórmula mágica que permita desentrañar el paso suave de lo monetario a lo anímico colectivo, que sirva para conectar la generación de riqueza con la satisfacción de todos y no de unos pocos.

Y aquí la clave, seguramente está, como en la física, en elevarse por encima de lo que tenemos delante de las narices, y tratar de pensar en un mundo más grande que el que podemos observar.

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(1) Todo esto, en el supuesto de que algunos de ellos tengan o hayan tenido alguna teoría.

(2) Fernando Alonso, en sus mejores días, es capaz de poner su coche de carreras -casi independientemente de que se trate de la marca Ferrari, Renault o McLaren-Mercedes- a una velocidad punta de 400 km/h, es decir 0,11 km/s, que resulta ser 2,7*10 exp 7 veces inferior a la de la luz