Ingeniería para Abogados y Economistas: Investigación y Desarrollo tecnológicos (1)
No son los licenciados en Derecho, en particular, los ejercientes en esa confrontación con la rabiosa y beligerante actualidad que es la abogacía, proclives a la investigación tecnológica. Porque, en realidad, no se puede denominar investigación la búsqueda afanosa de sentencias (en particular de los Tribunales Superiores) que se acomoden, más o menos, a la pretensión que defienden en nombre de su cliente, sea cual fuere ésta.
Así que los licenciados en Derecho que se dedican a investigar, son mucho más fáciles de encontrar en las aulas universitarias que en los foros y lo harán, en general, sobre temas de Filosofía del Derecho, derechos comparados y la fértil veta imaginativa de la influencia del derecho romano sobre cualquier cosa que se mueva.
Tampoco se puede reconocer como investigación tecnológica, aunque merezca idéntico respeto, la labor que desarrollan los licenciados en economía, al menos, no aquellos que se dedican al mundo de la empresa, puesto que no cabe calificar como investigación, la previsión -acompañada o no de gráficos y citas-, realizada tanto a plazos cortos como largos o medios, de las futuras cifras principales (volumen de ventas, cashflow, beneficio neto, etc.) de aquellas entidades de las que son responsables de sus departamentos de economía y finanzas e incluso y, con creciente frecuencia, han llegado a ser sus consejeros delegados o presidentes ejecutivos.
La investigación tecnológica, tal como la entiendo, está relacionada con el propósito de innovar, esto es, descubrir algo nuevo que sea útil para mejorar lo existente.
No hay que dudar, pues, que un equipo que, después de arduos análisis y reflexiones prospecciones descubre o cree descubrir el eslabón perdido entre el mono-lémur y los proto-mamíferos, elucubrando sobre lo que pudo suceder hace 47 millones de años en la evolución de las especies, ha hecho una brillante investigación. Pero no se puede definir como tecnológica, porque saber de dónde venimos, casi desde el big bang, no nos mejora la calidad de vida de mañana (salvo en la satisfacción momentánea de verlo contado en un programa de televisión mientras nos tomamos una cerveza).
Estos y otros miles de ejemplos de investigación que realizan filósofos, antropólogos, sociólogos, y otras muchas dignísimas profesiones, junto a algunos abogados y economistas, nos permiten, por supuesto, profundizar en el conocimiento de lo que hemos dejado atrás y, en algunos casos, de las razones probables por las que hacemos mal lo que creemos estar haciendo bien en el presente, pero no mejoran, por sí mismas, la satisfacción colectiva, por más que llenarán de orgullo a quienes descubren tantos eslabones perdidos y cabos sueltos como la Humanidad ha dejado atrás en su frenética carrera hacia la destrucción masiva .
No les niego, en fin, carácter de investigación a muchas actividades humanas, pero no las califico como investigaciones tecnológicas, de la misma manera que, aunque la precisión no venga a mucha cuenta, no me parece que sea ingeniería (y ni siquiera ciencia financiera) actualizar los beneficios futuros imaginados de una empresa para convencer a crédulos de que se pueden convertir en dinero contante y sonante en el ahora, especialmente, si van y se lo gastan, metiéndonos en una burbuja de tomo y lomo.
(continuará)
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