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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre esqueletos y armarios

Como no había llegado la televisión a los hogares y se le habrían agotado todos los cuentos, en esas largas tardes grises del invierno, en las que no era posible salir sin embarrarse hasta el tuétano, mi tía nos reunía a la colección de sobrinos ("caterva de hijos" escribió mi padre) y nos proponía que hilvanáramos historias con un par de palabras.

Se que me gustaba el juego, y avivaba mi imaginación, tanto más cuanto más distantes fueran las palabras propuestas. No recuerdo, por supuesto, ninguna de las combinaciones que mi tía ponía sobre nuestras mentes infantiles, aunque hace un par de semanas me vino a la mente aquella diversión porque una institución seria, el Consejo General de la Abogacía invita a los abogados y gentes imaginativas en general a combinar una historia corta (150 palabras) en la que entren obligatoriamente a formar parte las cinco que se indican.

Combinar situaciones estrambóticas para sacarles el jugo de la moraleja sigue siendo un entretenimiento, no solamente para niños. El más complejo galimatías que tenemos ahora sobre el tapete es relacionar crisis con creación de empleo, o restricción crediticia con nuevas empresas, o concentración de riqueza con bienestar.

En un libro que acabo de comprar, se propone una explicación paa justificar el origen de la conocida frase: "guardar un esqueleto en el armario" (es decir, combinar esqueleto y armario): La policía encuentra en el armario de una señora de la alta sociedad, de intachable pedigree y comportamiento, un esqueleto. Preguntada por las razones, explica que es el de un amante, al que su marido asesinó, y que, como castigo a su infidelidad, le obliga a besar todas las noches antes de irse a la cama.

Cada día, especialmente por las noches, desde hace ya un par de años, los medios de comunicación nos obligan a tragarnos la historia de que estamos muy mal, por nuestros pecados. Y nos lo creemos, a fuerza de oirlo. Nos han colado un esqueleto en nuestro armario. Pero, ¿a quién diablos hemos sido infieles?

El Club de la Tragedia: ¿Holocausto o Barbacoa?

La tensión generada en torno al tiempo, modo y maneras que acabarán definiendo las condiciones concretas del préstamo que necesita España para salir del agujero, ha encontrado un culpable -mediático y político- en el que descargar el sufrimiento del Gobierno español: Angela Merkel la canciller alemana.

Merkel tiene las características para representar la mujer aviesa de los musicales populares: no es agraciada, tiene un semblante que bascula entre lo agradable y lo impenetrable y sabe decir que no cuando se la quiere llevar al huerto con frases nada rebuscadas: algo así como "¡contigo no, bicho!".

Enfrente de esta opereta que nos está dando dolores de cabeza está, aunque mantiene un papel secundario, un galán de los de antes: pobre, torpe, desgarbado, y de no muchos recursos intelectuales, aunque devoto del catecismo. Se ha metido en el berenjenal para hacer fortuna y está pasando las de Caín, y, sobre todo, haciéndolas pasar a los que le siguieron hasta aquí (Bueno: hasta allí, diciembre de 2011).

Para los que siguen, con aire aburrido, esta representación, la duda puede ser cómo terminará: si en barbacoa (una fiesta en la que todos se van a asar unas sallchichas y pasarse varias chuletitas del cordero degollado por el gaznate) o un holocausto (en el sentido de que, siguiendo la tradición germana, se despluma a los que tienen algo apetecible, diciendo luego que no se sabía lo que estaba pasando).

Una vez más, la historia se desenvuelve entre la colaboración de las gallinas y el compromiso del cerdo en ese plato delicioso de los huevos fritos con chorizo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Influencia de las mandrágoras y la corteza de abedul sobre la sexualidad

En ese magnífico libro de aventuras, amores y desvaríos que es el Génesis, hay pasajes que desbordarían cualquier imaginación humana, al menos, en condiciones normales. La historia de Jacob, el padre de José y hermano del que le comió el plato de lentejas a cambio de la primogenitura (Esaú) es, sin duda, una de ellas.

Recordemos el relato bíblico. Tuvo Jacob doce hijos, que los niños de mi generación sabíamos nombrar de memoria: Rubén, Simeón, Leví, Judá, etc. La mojigatería imperante por entonces (que no tiene nada que ver con la ignorancia rampante actual, aunque condujera, en ciertas ocasiones, al mismo resultado) nos ocultó que los tuvo de cuatro mujeres. Pero lo más notable es que también se nos ocultó que tuvo un hijo decimotercero, una hembra, a la que llamaron Dina. 

La historia de Jacob es un cuento de amor y sensualidad, y también de traiciones y misoginia y supersticiones. A dos de las últimas me refiero en este comentario.

La mandrágora es el nombre con el que ha trascendido una planta -posiblemente inaginaria- con virtudes mágicas, a la que se atribuía la fertilidad en las mujeres y, por extensión piadosa, el deseo sexual. Raquel, la mujer más amada por Jacob y a la que el inescrutable Jahvé había hecho estéril, cambió a la fértil esclava Lía (corresponsable hasta entonces de cuatro hijos de Jacob) unas mandrágoras por el mérito indudable de conseguir que el patriarca, ya un anciano, entrase nuevamente en ella. (1)

De la fecundidad de ambos, nacieron aún dos hijos varones, y una hembra, la tal Dina, lo que, según la secuencia, motivó que "se acordase Dios de Raquel y la hizo fecunda". Por tal razón, y no por la de dejar que tu marido disfrutara con terceras personas, se atribuyó a la mandrágora la virtud de la fertilidad y de lo afrodisíaco, llegando incluso a aberraciones medievales tales como aconsejar que la más adecuada para tales fines era aquella que creciera en donde hubiera caído el semen último de un ahorcado; no se había inventado Playboy ni el sostén Playtex, por supuesto.  

Otra cualidad sorprendente que se atribuye en el mismo pasaje, se centra en la hipotética y muy asombrosa propiedad de las ramas peladas de algunos árboles, de subcorteza blanca, que son capaces, cuando se come de ellas, de ayudar a generar animales de pelaje claro. Jacob aplicó este principio de la patafísica para quedarse con la producción de su malvado suegro (suegro y malvado por partida doble, pues Jacob se casó con sus dos hijas como previo a sendos trabajos de redención heptanuales), ya que le había prometido para él todas las ovejas y cabras de lana blanca..

Y ya basta por hoy; solo restaría extraer la moraleja, que es la que adelanté en el comentario anterior, al que me remito y gloso: "Si se desea que la población mundial no siga creciendo exponencialmente, vigílese lo de las mandrágoras y utilícese el preservativo". Aunque la iglesia católica no lo admite oficialmente, tampoco desaconseja leer la Biblia y, la verdad, le pone a un@ de muy buen tono.

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(1) No pretendo ser grosero, sino fiel al relato bíclico. 

Por cierto, Dina no es un nombre muy usado en la actualidad en nuestro país, pues solo me consta que sirva como unidad de fuerza del sistema de medidas CGS, o como apócope de nombres más rotundos, como Aladina, Enedina, Gerundina, etc.; en América y Asia tiene más aceptación.

 

Las virtudes de las mandrágoras

Las virtudes de las mandrágoras

No se si ya cité en este blog a  Cecil DMille por aquello de "Dadme un par de páginas de la Biblia y os haré una película", pero la frase tiene tanta enjundia que merece tenerla presente, para, convenientemente escrita con letra gótica en papel de estraza, forrar las tapas del libro sagrado.

Como todo buen contador de historias, Ramón Tamames también echa mano con cierta frecuencia, cuando se le contrata o es invitado para dar una conferencia, de párrafos extraídos de ese texto que aún sigue siendo explicado en iglesias, madrasas y sinagogas.

El 16 de octubre de 2012, en Peralejo (Cañada Real), en el acto de entrega de los Premios Club Español del Medio Ambiente (CEMA) en conmemoración extemporánea pero afectiva del Día Mundial del Ambiente -que es, en el resto del mundo, el 5 de junio-, Tamames pronosticó cómo y cuándo saldríamos de la crisis.

No quiero desvelar el secreto, porque, por lo que le entendí, el asunto será también núcleo central de su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Tamames parece haber encontrado la clave inspiradora en el hombre de Vitruvio, dibujado por Leonardo de Vinci, con sus cuatro brazos y cuatro piernas, que representarían, en la versión económica, los cuatro problemas principales (paro, destrucción de la biodiversidad, amenaza nuclear, tensiones económicas en la globalidad) y sus soluciones (que, -Dios y Tamames me perdonen-, no me lo parecieron tanto).

Más contundente me resultó el ilustre conferenciante, cuando, echando mano de la Biblia, criticó a los poderes fácticos de no haber guardado reservas en los años de bonanza. Hasta insinuó (evidentemente, sólo como genérica orientación), que en el Génesis se indica expresamente cuánto debe retirarse cada año del consumo: un quinto (20%), para que sirva de apoyo a los años de penuria. (1)

Dadme un par de páginas de la Biblia y os daré una conferencia y, con más tiempo, un programa político. Por eso, yo, apoyándome también en el mismo texto -un par de versículos antes de lo referido-, anuncio una parte de mi programa para salvar la economía mundial: más condones y menos mandrágoras.

La explicación para perezosos, espero poder darla mañana. Abstenerse obsexos.

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(1) Tamames indicó, de memoria, hasta el lugar de la Biblia donde encontrar el texto bíblico que cuenta el consejo que José, hijo de Jacob y Raquel, le dió al faraónde Egipto , cuando le interpretó los sueños en que siete vacas flacas se comían a las siete gordas y siete espigas raquíticas devoraron a las sazonadas:  Génesis, 41)

El Club de la Tragedia: Engañar como un chino

El Club de la Tragedia: Engañar como un chino

El 16 de octubre de 2012, la comunidad china de Madrid se despertó sobresaltada: se supo que decenas de sus miembros habían sido detenidos por blanqueo de capitales, evasión fiscal y otros presuntos delitos monetarios.

La operación policial, dirigida desde la Audiencia Nacional, continúa cuando escribo estas líneas. Según parece, algunos comerciantes chinos guardaban bajo sus esteras cientos de miles de euros, obtenidos por actividades desconocidas.

No me extraña tanto, a mí, sin embargo. En cada pueblo, por pequeño que sea, existe uno o varios comercios regidos por chinos, surtidos con todo tipo de mercancías. Están abiertos a todas horas, domingos y festivos incluídos.

Todos tienen una ordenación similar de sus estanterías, disponen de los mismos productos; sospecho que están incluso regidos por clones, que dominan (o chapurrean, según se quiera ser de exigente) el lenguaje de idéntica manera.

No seré el único que ha visto la frenética actividad diaria que se desarrolla en los almacenes de venta al por mayor regidos por chinos, en cualquiera de los polígonos industriales desparramados por nuestras geografía, en donde en caracteres mandarines (casi diría, con preferencia a los caracteres occidentales) se ilustra acerca de los nombres del comerciante, de su rubro empresarial y quién sabe de qué otras señales.

Los restaurantes de comida china, van ocupando sitio en los pueblos junto a las tiendas de comestibles, de ropa (venta de productos acabados y arreglos a medida), de masaje, etc.,

Dice la sabiduría popular, cuando alguien es víctima de una trampa, que lo engañaron como a un chino. Eran épocas en las que los chinos, por lo que cabe deducir, eran los más inocentes. Ahora, como expreso en una de las viñetas del personaje que he creado hace años, el Dr. Linkweak, la actualización obligará a admitir que también se puede engañar como un chino.

P.S. Entre los detenidos o imputados por la llamada "Operación Emperador" cuyo número crece por momentos, no todos son chinos; hay algunos españoles (un concejal de Fuenlabrada, un actor de películas porno, un jefe de policía, un sargento de la guardia civil, la directora de un centro de arte moderno, ...). Toos a las órdenes de un respetado (hasta ahora) empresario chino: Gao Ping, un artista múltiple, por lo que se va sabiendo. 

Carta abierta a una famosa

Carta abierta a una famosa

El 13 de octubre de 2012, cuando caminábamos por la calle Mayor de Toledo, nos encontramos -mi esposa y yo- inesperadamente con Aurora Díaz Guía, autoconsiderada "famosa", porque ha aireado en un programa de gran difusión mediática su presunta relación sentimental con el torero Jaime Ostos, de la que habría resultado la concepción de su hija, Gisela y que, como consecuencia de una demanda de paternidad por la que se exigió al presunto padre someterse a unas pruebas de ADN que no quiso éste realizar, junto a otras circunstancias que valoró el juez de instancia, pasó a llamarse Gisela Ostos Díaz (antes, Gisela Febres).

Nada me uniría a tales hechos, ni tendría interés alguno en escribir sobre ellos, sino fuera porque la citada Aurora estuvo ocupando, junto a dos de sus hijos, y durante aproximadamente un año, un piso de mi propiedad en Toledo, por el que, incumpliendo el contrato de arrendamiento, no me abonó la renta ni asumió los gastos de electricidad y agua a que venía obligada. No contenta con esa actuación, hurtó de la vivienda la mayor parte de los muebles y enseres (el piso se encontraba totalmente amueblado y dotado), deshizo otros y estropeó, a sabiendas o con la ayuda de un perro que introdujo en él, la tarima y las paredes, en comportamiento que solo cabe calificar de vandálico.

El Juzgado, después de un largo procedimiento (que solo con indulgencia infinita cabría calificar de "exprés"), ejecutó el desahucio, para comprobar que Aurora y sus hijos lo habían abandonado con anterioridad, dejando como recuerdo, junto a montones ingentes de basura, diversa documentación familiar, relativa a sus padres, sus hijos, junto a fotografía y escritos personales.

De la conversación que mantuvimos el pasado día 13, solo puedo confirmar la desfachatez con la que actúa esa señora, que pretendió ser víctima de enfermedades y malas suertes, manifestando que tenía la voluntad de pagarnos lo que nos debe, porque estaba preparando nuevas intervenciones mediáticas.

Por la documentación abandonada, y de la que tomamos judicialmente posesión en el momento del desahucio, por encontrarse en el piso del que somos propietarios, se desprende también que Aurora Díaz ha estado incursa en múltiples procedimientos judiciales, por estafa alguno de ellos, y por falta de pago de los arriendos en la mayoría. Se demuestra así que se ha convertido en una maestra del engaño, lo que no podemos sino lamentar, no ya por nosotros, ni por quienes han sido víctimas de sus actuaciones, sino porque tiene con ella, al menos, a un hijo menor de edad, fruto de una de sus relaciones.

Si fuéramos amigos de airear trapos sucios de otros para obtener beneficio económico de ellos, acudiríamos a uno de los muchos programas del Corazón para contar esta penosa historia que complementa las vivencias de Aurora Díaz. Pero no lo somos.

Unicamente me limito a expresar ahora, como hice ayer personalmente a la propia Aurora, que está haciéndole daño a la educación de sus hijos menores, afectando a la reputación de los que ya son mayores de edad y mancillando, con un comportamiento inexplicable, la memoria de su primer marido, el gran pintor Julio Ruzafa, de su padre -el muy estimable músico murciano Manuel Díaz Cano- y, en su búsqueda obsesiva de gentes a las que estafar, a su propia consideración y respeto.

 

El otro Mou

En la sociedad opulenta, existen organizaciones formadas por gentes de aspecto serio, que han ocupado u ocupan cargos públicos, y que, entremezcladas con eruditos, una selección de anteriores premiados y algún representante de la propia entidad, se reúnen a comer o cenar en sitios de abolengo, y conceden premios que combinan el prestigio que reciben con el que son capaces de dar.

De todos los premios que en la actualidad se conceden por el mundo, los dos más famosos, por distintas razones, son a) el que concede la Academia Sueca, que en realidad son varios y que se llaman Premios Nobel, porque se costean con los rendimientos que obtuvo el que inventó la dinamita (distinto del que inventó la pólvora, que es desconocido) y b) el que concede la Fundación Príncipe de Asturias, que también son varios, y que se llaman con ese título que ostenta (desde luego, con más determinación que el de Príncipe de Girona) el heredero del Reino de España.

Las razones por las que ambos galardones son famosos no son similares, estando el segundo más orientado a la repercusión mediática que el primero, por lo que algunos premiados son coincidentes, aunque los Príncipes de Asturias (los premios) van con algo de retraso respecto a los Nobel, que tienen a gala descubrir a gentes interesantes, pero bastante desconocidas fuera de su círculo.

La Academia sueca ha concedido el Premio Nobel de Literatura 2012 a Mò(u) Yan 莫言 que es el seudónimo con el que escribe el autor chino Guan Moye 管谟业, y que significa "Sin palabras" (o sea, "En boca cerrada)". Por cierto que la traducción de su nombre verdadero también es sugerente: "El que tiene por oficio adminsitrar las palabras".

Cuando oí que a este Mò(u) le habían dado el Nobel de Literatura, me avergoncé de lo poco que sabía de él, en contraste con el otro Mou, entrenador de fútbol, del que se mucho más, por su permanente presencia en los media, de lo que me importaría saber.

Del Mò(u) que hizo más méritos por pasar a la pequeña historia de la Humanidad, solo sabía, hasta ahora, de una de sus novelas, que leí en inglés, hace un par de años: "Life an death are wearing me out" (En español: "Vida y muerte me están desgastando). Narra la historia de un terrateniente, generoso y bueno, al que se le despoja de sus tierras en 1948 (al abrigo del Movimiento Reformista Agrario de Mao) y se le ejecuta con falsos cargos de despotismo y crueldad. En el infierno, su alma es sometida a tormento para que confiese su culpabilidad, lo que tampoco consiguen las fuerzas del inframundo. Devuelto a la tierra, sucesivamente como burro, buey, perro, mono y, finalmente como un muchacho cabezudo, el pretexto literario sirve para analizar la evolución de China hasta el final del siglo XX.

Me he prometido no leer ninguna noticia respecto al famoso Mou y el Real Madrid hasta no haberme leído las seis novelas que escribió Mó(u), el desconocido que solo se ocupaba de contar su visión de la evolución de China, ese país desconocido. 

 

El Club de la Tragedia: Hacia atrás

Se nos ha dicho con tanto énfasis que un síntoma de vejez es creerse que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que la juventud posee en sí misma el empuje para avanzar, que olvidamos hacer el análisis de lo que tenemos, como Humanidad, y si ha merecido la pena, y a quiénes.

Empiezo por lo más obvio: nuestra sensibilidad ambiental es consecuencia del gran deterioro de la naturaleza que hemos provocado. Especialmente, en los últimos cincuenta años. Podemos sentirnos emocionados a la vista de un paisaje impoluto, pero quedan pocos y, desde luego, no están cerca de nuestras viviendas.

He sido testigo personal, como todos los de mi generación, de que podíamos pescar y bañarnos en esos ríos que hoy pretendemos (en vano: nos cuesta demasiado) recuperar, jugábamos al balón en lo que hoy es un bloque de adefésicos edificios, respirábamos a pleno pulmón entre los árboles donde se ubica un parque industrial abandonado.

Podemos presumir de haber disminuído la pobreza en el mundo, e inventarnos un índice para seguir su evolución y tranquilizar nuestras conciencias. Pero, como somos muchos más para repartir casi lo mismo (¿o menos?), son muchas más las personas que sufren y mueren cada año de enfermedades superables, desnutrición o condiciones higiénicas deplorables.

No me engañan las cifras. La delantera que nos han tomado los muy ricos es mucho mayor. Y la clase media tiene tantas capas como un hojaldre, pero en el medio no hay crema pastelera, sino, simplemente, pasteleros. 

(Una anécdota para complacidos: Mi amigo el padre servita Javier contaba hace poco que tuvo que hacerse cargo de un colega que falleció de accidente en Mozambique. Murió desangrado, sin asistencia médica, entre tierras de nadie, pero no faltaron quienes acudieron a quitarle las pocas pertenencias que llevaba encima. Al recordar olores y detalles de la morgue, Javier encontró la palabra para describirlo: "dantesco". Expone, pero no se lamenta, que se han reducido las vocaciones y son muy pocos y que no dan abasto: no ya para hacer apostolado, sino para atender a tanta necesidad.)

Tenemos muchos aparatos eléctricos o a pilas que nos acercan la música, la imagen, voces y los hechos muy apartados -solo si queremos, claro, y, en general, solo "para estar bien informados"- a nuestra intimidad. Estamos conectados al mundo (escribo para occidente, en particular), pero no nos interesa que lo que sucede en otras partes, incluído en el piso del vecino de al lado, nos contagie de problemas. Vamos servido con "lo nuestro". Nos encerramos en nuestra complacencia, protegidos sólidamente para que no nos afecte negativamente.

Somos hoy más conscientes de nuestros derechos que de nuestros deberes. Acumulamos litigios en los juzgados, que colapsan la adminístración de justicia. Es cierto que hace tiempo que, en nuestras latitudes, no hacemos una guerra. Pero es que no se necesita empañar de sangre el tapete europeo para conseguir los objetivos.

Objetivos de unos pocos; a los demás, nos llevan, adormecidos, hacia atrás. ¿O queremos creernos de otra cosa?

 

Prácticas de supervivencia colectiva

Una vez cada cuatro meses, aproximadamente, los organizadores del Foro de la Nueva Sociedad me invitan a un desayuno en el Hotel Ritz, de Madrid.

Es un concepto interesante: mientras un centenar de personas, repartidos en unas cuantas mesas, engulle discretamente el café y comparte algunos bocadillos, alguien hace el panegírico del ponente y, seguidamente, éste desarrolla -con una intención publicitaria, más o menos transparente- sus ideas sobre el mundo.

Finalmente, al filo de las diez de la mañana, y después de responder a las preguntas que selecciona con criterios de oportunidad el director de El Foro, la sesión se levanta (hay unas palabras del que copaga el desayuno) y unos cuantos hacen cola para felicitar al conferenciante, al tiempo que la mayoría se escabulle silenciosa.

No soy masoquista, sino curioso de los comportamientos de quienes me rodean en los puestos de responsabilidad, por eso solicito con frecuencia que me incorporen al espectáculo. Pero lo habitual es que reciba una amable indicación automatizada de que el cupo de asistencia está cubierto.

El 9 de octubre de 2012, la Secretaria general adjunta de la Organización de las Naciones Unidas y administradora asociada del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), Rebeca Grynspan, presentó los éxitos del programa Objetivos de Desarrollo del Milenio -Informe 2012-y ofreció algunas perspectivas de lo que, desde su privilegiada atalaya, entiende que nos espera para el futuro.

Casi todo es positivo. La pobreza extrema -los que viven con menos de 1,25 dólares a día- disminuye. El número de personas sin acceso al agua potable se ha reducido a la mitad. Quienes viven en los "tugurios" (esa es la denominación para las infraviviendas que utiliza el Informe), tienen ahora más comodidades que en 1990. Las niñas tienen la misma posibilidad de acceso que los niños a la enseñanza primaria, se aceleran los avances en supervivencia infantil. Disminuyen las muertes por sida, tuberculosis y paludismo.

Quiero que me sigan invitando, cuando necesiten acudir a las segundas o terceras filas de interesados, los amigos de El Nuevo Lunes. En verdad, Rebeca Grynspan es una profesional de la política, culta, experimentada, que habla muy bien y tiene respuestas para todo, como lo demostró en el coloquio.

Rebeca ni ni los organizadores del acto tienen la culpa de mi pensamiento avieso. Pero la complacencia del Informe que nos entregaban a la salida a los que salimos primero, me recordó aquello de Vicente Aleixandre, que ya cité otras veces: "La serpiente se asoma por el ojo divino y encuentra que el mundo está bien hecho".

En este caso, en Nueva York, y en 2012, la divinidad ha tomado la forma de las Naciones Unidas.

 

Venezuela puede esperar

"Mientras me queden sueños por cumplir, la muerte puede esperar", dice la letra de una canción. Mario Vargas Llosa, el mismo día en que se celebraban elecciones presidenciales en Venezuela (7 de octubre de 2012, EP) , expresaba lo que pretendía ser una visión esperanzada, cualquiera que viniera a ser el resultado de las mismas.

Entendiendo que el cáncer de Chavez no estaba curado y que Capriles era joven y había conseguido aglutinar la oposición a un presidente autoreproducible, aunque éste ganara el referéndum, su previsible muerte durante el mandato y la necesaria convocatoria de nuevas elecciones dentro del trimestre siguiente, daría el triunfo seguro a su actual opositor, puesto que detrás del líder bolivariano no había sucesores cualificados.

Venezuela podría esperar, pues, a que la muerte hiciera su trabajo. Un votante subterráneo, con poder cualificado, en suma.

Hoy sabemos que Hugo Chavez ganó por casi de 1,5 millones de votos a Henrique Capriles, por lo que la introducción de la parca como defensora hipotética de los intereses del cambio en Venezuela vuelca hacia ella la esperanza de cambio de los 6 millones de venezolanos que se pusieron del lado del candidato liberal.

Lo que faltaría por resolver, en cualquier caso, es conseguir dar una respuesta a 7,5 millones de venezolanos respecto a los "sueños que les quedan por cumplir". Ciudadanos que siguen viendo en Chavez, el mejor de los líderes posibles, y que confían en él para que se los haga realidad. Aunque otros los vean como sonámbulos o drogados por una mezcla de populismo, santería y antiamericanismo.

Tengo mi propia experiencia. Hace unos tres años fui seleccionado como director de la Corporación Andina de Fomento, con sede en Caracas. Antes de firmar el contrato, fui invitado al país, para ultimar detalles de intendencia y conocer al resto del equipo.

Era un trabajo apasionante, un reto magnífico, con un grupo de gente cualificada, seria. Pero la inseguridad de la ciudad era tan alta, que había que limitar los desplazamientos prácticamente al área de Libertador, hacerlo en coche preferiblemente blindado, y ocultar la propia identidad.

Dije que no aceptaba esa restricción de mi libertad. Venezuela podrá esperar. Yo no puedo; no pude. Venezuela, como objetivo personal, se borró de mis sueños por cumplir.

Votantes pivotantes

Los partidos políticos son una creación instrumental de la democracia que, adaptándose perfectamente a la parte más oscura de su naturaleza, han conseguido suplantar su esencia.

La gradación de este comportamiento aberrante, podrá ser variable según en qué país de los considerados democráticos, pero no debiera ser obstáculo para que algunos observadores, libres de influencias, apuntemos ciertas verdades incómodas:

-los partidos políticos no representan a la sociedad civil, porque cualquier estructura de intereses particulares deja de ser representativa de la voluntad general;

-los partidos, tanto más cuanto más autonomía económica consiguen, no tienen interés real en representar, y ni siquiera en conocer, esa voluntad general, que queda suplantado por el objetivo de conseguir una mayoría de votantes que les permita gobernar; y

-los partidos evolucionan, en especial cuando alcanzan el poder, en el sentido que resulte más ventajoso para sus élites, engañando u ocultando lo que sea preciso a los que no pertenezcan a ese grupo.

La consecuencia más nefasta de esta adulteración, es la esquizofrenia a la que conducen a muchos votantes. Desorientados por los mensajes, entorpecidos en las ideologías (o sea, las ideas), se convierten en votantes pivotantes. Estos votantes que no saben quiénes son, ni lo que les interesa, ni lo que es mejor (o peor), no son mayoría, pero son suficientes.

Para que, con su voto, se perpetúe la maldad del sistema.

¿Inteligentes o hermosas?

¿Inteligentes o hermosas?

Entre las maneras de llamar la atención en una protesta, se está consolidando como fórmula preferible la de desnudarse. Con un poco de suerte, se obtendrá la primera página de la mayor parte de los diarios.

A condición de que quien se desnude sea una mujer joven y hermosa.

Esta opción publicitaria solo tiene competencia en el género (prefiero hablar de sexo, pero quiero estar con estos tiempos) masculino con la de quemarse a lo bonzo. Solo que en este caso no me consta que la performance pueda repetirse, al menos con el mismo protagonista.

He seleccionado esta foto, publicada en varios media con ocasión de las manifestaciones del 25-S en Madrid, aquella(s) en las que se estableció un cerco parcial al Congreso de Diputados, cuyo objetivo quedó un tanto desdibujado, por diversas razones.

Creo que será difícil que el lector -hombre o mujer- se fije en el cartel que está colocado en el suelo, al lado de la protagonista del hermoso espectáculo. Por eso, lo incorporo a este Comentario, evitándole la molestia de desviar su atención del objeto central del mensaje.

Dice así: "LOVE REVOLUTION. PAZ AMOR LIBERTAD PASSION. EL AMOR ES EL QUE NOS UNE, TOD@S SOMOS IGUALES. HEMOS NACIDO LIBRES Y MORIREMOS LIBRES" (1).

He pensado que si los boicoteadores de la manifestación contra la apatía y desconexión de los señores y señoras diputados respecto a los intereses de la ciudadanía están detrás de lo que motivó que esta señora o señorita y su cartel centraran la atención de los fotógrafos en ese acto de libertad, no lo pudieron haber maquinado mejor.

El cartel no dice una tontería. Tampoco una obviedad. En realidad, por más vueltas que le de a significantes y significados, no se qué diablos quiere expresar. Me resulta, enigmáticamente, vacío. Más aún, si vuelco mi curiosidad hacia la mujer yacente, descubierta con unas braguitas de puntillas, en estudiada descompostura.

No tengo información para juzgar la inteligencia de la "manifestante", aunque dispongo, como el lector, de amplios datos para juzgar su belleza. Y, en una línea peligrosa de pensamiento, seguramente estimable como poco convencional, me hago una pregunta: Si pudiéramos tener influencia alguna, ¿Cómo preferiríamos que fueran las mujeres -esposas, amigas, hermanas, hijas, nietas, transeúntes, clientes, colegas, competidoras, camareras, mineras, ministras, empresarias, profesoras, etc.-?

¿Inteligentes o hermosas?. No me contesten ahora; esperen a después de la publicidad. Por supuesto, la encuesta está abierta a ambos géneros, digo, sexos.

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(1) En esta foto no se ve la frase que completa el cartel, que se distingue en otra, también publicada, en la que se tuvo la precaución de sostener firme el papel con unos zapatos, dispuestos a cada lado : "Solo el amor vencerá el miedo"

 

El Club de la Tragedia: Divorcio en los Poderes

El trío de conveniencia -poderes legislativo, ejecutivo y judicial- en cuya civilizada separación un tal Montesquieu cifró, copiando a los anglosajones, la libertad de un sistema político, en España parece estar decidido a avanzar un paso más: el divorcio.

No les bastaría, a algunos de sus miembros cualificados, con guardar las apariencias de un distanciamiento respetuoso. Se acabó con lo de "acatamos, aunque no compartimos" de algunas decisiones judiciales. Caigan las máscaras. Lo de "la justicia es un cachondeo" no era resultado de un calentón. 

El divorcio deriva de la voluntad de injerencia entre poderes que se querrían estancos. Jueces políticos, políticos jueces, ministros diputados, diputados encausados, beneficios y prebendas desaforados...

Un diputado de Almería, después de la lectura del Auto de un magistrado de la Audiencia Nacional en la que se juzgan (o sea, se califican) los hechos sucedidos en las manifestaciones populares ante el Congreso a finales de septiembre de 2012, ha expresado, meridianamente, el estado de los ánimos entre poderes: "el juez se ha comportado como un pijo ácrata".

No importa que la (des)calificación sea ininteligible, porque el ánimo de injuriar se sobreentiende. S. Sª se ha permitido exonerar de toda culpa a quienes organizaron un cerco al lugar de encuentro de quienes legislan, dada -indica, dogmático- la "decadencia de la clase política".

En realidad, por actuaciones que, por demasiado recientes, el pueblo llano no puede olvidar, que la "decadencia de la clase judicial" -no toda, pero no estamos en momento de matices- se ha hecho también evidente. Así que, en este punto, llevamos dos de tres.

De la "decadencia del Gobierno", conseguida en menos de un año de ejercicio del poder ejecutivo, tampoco caben dudas, sin necesidad de que lo expresen en este caso los jueces (que tienen caminos ya trillados para hacerlo, por la vía ancha del Tribunal Constitucional), pues los propios diputados de la oposición se encargan de expresarlo a diario, para conocimiento general.

Pleno, pues.

La reconciliación aparece inviable, pero el divorcio, que es el camino posterior a la separación (incluso de los tríos) es imposible. Los poderes se habrán creído, a fuerza de oírselo repetir a sí mismo y a los otros dos, que son totalmente independientes, pero tienen un punto común irrenunciable, que es de dónde proceden.

Y si se pierde esa noción, no quedará otro remedio que poner orden, barajando las cartas otra vez. 

Esto es así, porque, como dejó escrito el tal Montesquieu, el poder último pertenece al pueblo, que es quien, dadivoso, pensando en lo que le resultaría conveniente, lo repartió entre representantes de los tres estamentos. Siendo el autor del guión, siempre podrá replantearse las funciones de los actores y, en especial, la forma cómo se hace la selección (el cásting) y, en su calidad adicional de público, es el único capaz de realizar el control, juzgando la bondad de la representación, de quienes detentan los papeles.

Parodiando la reflexión de Job ante la prueba de la adversidad a que fue sometido, si no valiera ya a estas alturas del agnosticismo lo de "polvo eres y en polvo te convertirás", recuerden quienes tienen poder delegado que eso que ostentan con tanto orgullo "el pueblo se lo dió y el pueblo se lo puede quitar. En nombre, bendito sea, de la democracia"

Que añado, yo, aunque eso de la democracia no sepamos bien lo que es, ni siquiera tengamos la seguridad de que exista plenamente, necesitamos creer en su contingencia. Concéntrese en su trabajo, señores; que con hacer lo suyo bien, ya tienen bastante y, en realidad, para lo que vamos buscando, no necesitamos otra cosa.

 

 

El Club de la Tragedia: Emprendedores, no ludópatas

Mientras algunos de los descontentos del funcionamiento del estado social y de derecho se manifiestan en donde más llaman la atención y, a ser posible, donde más daño hacen, en las catacumbas de la economía quiero imaginar -porque me resisto a dejarme llevar por el desánimo- que algunos cientos de personas -ojalá miles, porque seguramente necesitemos millones- se esfuerzan en encontrar posibilidades de empezar una empresa.

Exteriormente, no se diferencian en nada de los que han salido a las calles para cercar el Congreso de los diputados, exigir que no se les quite la paga extra, defender con palabras de manual que no se reduzcan las prestaciones a los parados o criticar al gobierno por incompetencia manifiesta o presunta, etc.

Tienen parecidas caras a los que se declaran en huelga intermitente como trabajadores encargados del transporte suburbano, y podrían pilotar aviones, dar clases de termodinámica, sacar hulla de un agujero en la tierra o soldar chapas de acero en forma de quilla de barco si tal fuera su formación o empleo.

Pero, por dentro, su actitud es distinta. Son emprendedores. Ven oportunidades, donde otros se obcecan en presentar las dificultades. No, claro está, en todas partes ven un camino; solo en lo que conocen mejor, en lo que han analizado más.

Lo que no son es ludópatas. No les gusta el riesgo por el riesgo, apostar veinte porque a lo mejor tienen suerte y reciben doscientos. Por eso, necesitan que las reglas estén claras. Por deformación socioeconómica, se suele hablar de "las reglas de juego". Pero no están jugando, ni quieren jugar para probar fortuna.

Están dispuestos a poner todo su tiempo, su capacidad de trabajo, su experiencia, sus ganas, para crear una opción de éxito allí donde la mayoría pasarían muchas veces sin ver otra cosa que un desierto.

¿Qué tenemos los demás para ofrecerles? ¿Nuestras legítimas reivindicaciones?

Incompetencias del mercado

Las técnicas del mercado se han impuesto entre nosotros tan sólidamente, que aparecen como elemento común tanto de las teorías neoliberales como de las comunistas y postmarxistas. (1)

Nihil prius Mercurio, se nos dice desde todos los ángulos de la sociedad global.

Complacientes en la devoción a Mercatus, su fallos se enmascaran u ocultan, teniéndolos por algo ocasional, por una aberración evitable en lo sucesivo, una deformación de su pura naturaleza, que, cuando aparece, una vez corregida, nos sirve de enseñanza para seguir por el camino de la prosperidad, pertrechados con esa luz que nos guía, firme, entre la oferta y la demanda, hacia el bienestar completo de la Humanidad.

Tendríamos, sin embargo, bastantes argumentos para sospechar que el mercado no funciona eficazmente -en muchos sentidos, pero especialmente como forma de encontrar un precio justo, que es su teórica esencia-.

No sirve, por ejemplo, cuando la oferta está controlada por unos pocos guiados por la búsqueda de conseguir maximizar su beneficio, imponiendo el mayor precio posible, al tiempo que crean, alimentan y engordan la necesidad de una mayoría, a la que se mantiene ignorante de lo que cuesta lo que se le ofrece y, por tanto, sin capacidad real para ejercer el control.

El proceso lógico de apoyar la sobrealimentación de la demanda implica generar una burbuja y el destino de las burbujas es estallar. Con los restos de las estructuras que han colapsado se construirán nuevos negocios por parte de quienes hayan conservado un mínimo de poder adquisitivo o el control de la situación, y así se hará, sucesivamente, ciclo tras ciclo.

Este tejemaneje, ¿se produce en búsqueda de la mayor felicidad colectiva?  El estallido de las burbujas, ¿aclara el panorama? No; solo sirve a la felicidad de unos pocos, y solo clarifica el espacio, por supuesto, de quienes hayan sobrevivido a la debacle; y es sabido que tienen siempre mayores posibilidades de supervivencia en un desastre quienes está más lejos del peligro y/o más cerca de los servicios de salvamento.

No necesitamos pensar en la estricta traducción de las situaciones a dinero para detectar las malformaciones del mercado.

Pensemos, por ejemplo, en una cuestión que preocupa a todos los organizadores de eventos en una ciudad que tiene, casi a diario, una gran oferta de actos.  ¿Cómo llenar el local? ¿Y cómo hacerlo, en particular, si el acto es gratuito? ¿Y, rizando el rizo, cómo conseguir el pleno de asistencia, si se ofrece, además de la gratuidad, un cóctel al final del mismo?

La experiencia demuestra que los alicientes teóricos surgidos del mercado (gratuidad, regalos extras) no incrementan el cumplimiento del objetivo. Tomemos la situación de Madrid, en la que pocos días se libran de que en ellos coincidan varios actos de los llamados culturales; la mayoría, con entrada libre.

Pocos consiguen atraer más de veinte o treinta personas.

Puede deducirse que lo que existe es exceso de actividades para lo que se puede calificar como desierto cultural. Observando los títulos de las conferencias y la entidad y competencia técnica de muchos ponentes, el que no consigan atraer público nos llevaría a creer que no hay tanta gente cualificada como los convocantes han imaginado, para seguir y entender ciertas presentaciones.

Quiá. El tema es lo de menos. Y la realidad demuestra que hay actos sin interés potencial alguno que gozan de un salón de actos repleto; incluso, hasta se puede llenar un estadio con la invocación de una tontería: y cobrar por ello.

Porque el interés del acto pasa a segundo o tercer término. Debiera ser fácil atraer a cien personas en una ciudad como Madrid, teniendo en cuenta que el "público objetivo ideal" de un acto es toda la población, porque a nadie le preocupará si los asistentes tienen el menor interés o relación con el tema que vaya a tratarse: la satisfacción está en llenar el local, no en el rendimiento obtenido por los asistentes.

Y llenar el local es un objetivo que no guarda relación con el producto, ni con la oferta, ni con la demanda del mismo. Está regido por elementos extraños, de parecida o idéntica naturaleza a los que causan aberraciones en el mercado en donde se transa con dinero.

Estos alienígenas al evento, sin ánimo de ser exhaustivo, son: presencia de artistas o políticos que hayan protagonizado recientemente algún escándalo con proyección mediática (desfalco, robo, engaño a su pareja, riña familiar, etc.), tiempo atmosférico de ese día (en Madrid, si llueve, además de ser milagro, no sale nadie de casa), número de conferenciantes y asistencia de sus familiares (si la sala tiene capacidad para cincuenta personas, puede que la mesa de ponentes tenga más ocupantes que el espacio para el auditorio), posibilidad de obtener algún punto de libre configuración por los estudiantes que tenga remota relación con el asunto, aire acondicionado y confort de los asientos en el local, etc.

Invito al lector a detectar los elementos que, en su opinión, hacen atractivo cualesquiera de los productos a los que atribuya éxito actual en el mercado y preguntarse qué relación guardan con los principios sacralizados de Mercatus. Confío en que concluya, como yo, que estamos confiando en un incompetente, que se nos hace el gracioso para ocultar sus profundas carencias.

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(1) No encuentro razón para disertar aquí sobre los ocasionales elementos "correctores" que se introducen al mercado desde las posiciones neoliberales; y, aún menos, para discutir con los defensores sectarios de un Gran Estado regulador a qué tipo de aberraciones conduce rápidamente, con el aval de la Historia, dejar que unos pocos (no importa cómo se elijan) controlen la producción y reparto de las plusvalías colectivas.

 

Un cuento chino

Siempre me gustó leer, aunque reconozco que mi afición literaria no surgió por leer a Montesquieu ni a Cortázar, sino de ser cómplice en las Aventuras de Guillermo y en el pasear imaginario junto a Salgari por sus descripciones apasionantes de gentes, paisajes y animales casi mitológicos que, por entonces, solo tenía ocasión de encontrar, enjaulados, en el circo Price.

Cuando alguna efemérides debía ser orlada con un regalo, y me consultaban sobre lo que prefería, yo pedía un libro. Debía tener nueve o diez años cuando llegaron a mis manos varios libritos, con la denominación genérica de "Los mejores cuentos de todos los países", editados por Araluce.

La mayoría de las historias eran entretenidas, y de ellas podía deducirse una moraleja, que mi imaginación de niño adornaba con recompensas personales, aventuras insólitas e ilusiones vencidas. Eran joyas mínimas, algunas ilustradas con una representación sugerente, a todo color.

Pero los cuentos chinos se me resistían. Me resultaban ininteligibles. Aunque los leía una y otra vez (como todos los demás), no les encontraba sentido; se escapaban de mi mundo. Se difuminaban, ligeros, como vapores en el cuarto de mi imaginación.

Solo me queda el débil recuerdo de uno de ellos, que creo se titulaba "El lector infatigable".

Narraba la historia de un joven que había heredado de su padre, únicamente, una biblioteca con miles de libros y un consejo: "Lee".

El cumplimiento de aquella instrucción de su progenitor le aisló del mundo, pero le dió un gran conocimiento de todas las cosas. En particular, los volúmenes titulados "Anales de la dinastía Han", que estaba ya a punto de concluir, al tiempo que se le acababa la juventud.

Así estaban las cosas, cuando, entre las páginas del último tomo, se le apareció una diminuta figura de mujer, residente en ese volumen, de extremada belleza, y de la que el joven erudito se enamoró perdidamente.

No consigo completar con exactitud el resto del cuento, pero supongo que discurriría entre difíciles pruebas que el joven hechizado tuvo que superar para conseguir doblegar el corazón de la aparecida -recobrado un tamaño normal, añado desde mi visión de adulto-, para alcanzar el trofeo de casarse con ella y, por supuesto, a su debido tiempo, tener ese hijo imprescindible en los cuentos chinos, con el que se acababa sellando el amor de una pareja, garantizando así el futuro de la estirpe.

Lo que sí me quedó grabado es que, al final del cuento, aquel ser sobrenatural desaparecía, comprometido con volver al mundo de la fantasía al que nunca dejó de pertenecer, y el lector empedernido se quedaba, padre y rico, pero solitario.

¿Cuál sería la enseñanza?: No tenía a mano a niños chinos para ayudarme a extraerla, así que me compuse la mía. Si cumples con lo que te ordenan tus mayores, tarde o temprano los espíritus te recompensarán con bienes terrenales; pero si te enamoras de una elucubración, no esperes que se quede a vivir contigo toda tu vida.

Ya sé que a mis lectores de hoy esto les parecerá un cuento chino.

Aunque, últimamente, en mi país...nos hemos aficionados a los cuentos chinos, que no son las historias escritas para chinos, sino los inventos de algunos para tratar de convencernos de lo que no tiene coherencia. A los adultos, como sucedía a los niños que leíamos cuentos chinos en Occidente, les resulta imposible o muy difícil extraer una moraleja, encontrar el sentido a lo que se nos cuenta.

 

 

El Club de la Tragedia: Menos lobos, Caperucitas

Está en la naturaleza del deseo de provocar el aprecio ajeno, exagerar los méritos propios. Cuando la narración de las hazañas imaginadas alcanza dimensiones descabelladas, (pasando, pues, de castaño oscuro) el que las oye suele utilizar alguna frase hecha, descalificándolas.

Por ejemplo, puede que diga: "Eso no te lo crees ni tú"; "Al cocer, mengua"; "Ya será menos" o incluso, "Apaga y vámonos"; Y si lo que se está aguantando "no tiene pies ni cabeza", si se peinan canas, habrá quien recurra a una frase caída hoy en desuso: "Tienes más cuento que Calleja".

Me parece más propio, sin embargo, ya que estamos en zona de lobos, advertir a quienes nos quieren convencer de que se están dejando el pellejo en batallas por rescatarnos del peligro en noche oscura, con una expresión que viene más al dedo, como anillo, o pellizco de monja: "Menos lobos, Caperucita".

Esta expresión tiene el mismo empaque que la que en Asturias, donde somos muy precisos con el lenguaje, concretamos con tiros largos: "Ya t´oyí, y al platu vendrás, peru, mastuerzu, de ónde saques que con la que tá cayendo, ¿vas facer algo viniendo como vienes de alpargates?".

Recordemos que no hace ni siquiera un año, en este bosquete hispano, los Pulgarcitos andábamos llevando cestas con mermelada y panecillos a la abuelita de Hänsel y Gretel que, -lo que ya son ganas de tocarnos los pinreles-, habitaba en el bosque, que es como decir, estaba en una Residencia de mayores, pero de las de pago.

Después de haber hecho la visita obligada por el catecismo, y como comprobábamos por la oscuridad creciente que se nos echaba la noche encima, teniendo aquellos pelos, desorientados además por algunos ladridos que tomamos por aullidos de licántropos, y temiendo que no pudiéramos llegar de vuelta a nuestra casita de chocolate sin destrozar los zapatos de charol que nos habían costado un riñón y la mitad de otro, y para los que no teníamos repuesto, llamamos al 012 (emergencias), solicitando protección.

Para nuestra desgracia, el número al que llamamos resultó equivocado, y no conectamos con la Protección Civil de los Siete Enanitos sino con el departamento de Caperucitas, sección Caperucitas Azules, que prometió enviar un destacamento y nos ordenó que no nos moviéramos, estuviéramos donde estuviéramos, que nos sacarían de allí (o de aquí), porque tenían la inspiración de Alicia en El Pais de las Maravillas, con la ventaja de que nos habían mirado desde El otro lado del Espejo.

Y ahí estamos, en medio del bosque, en noche cerrada, sin que osemos (que no viene de oso, sino de osar) avanzar ni para delante ni para atrás. Nadie  ha venido, por supuesto, la batería de nuestro móvil está a punto de agotarse, porque aquí no tenemos donde enchufarlo, pero acabamos de recibir una llamada enigmática en la que una voz desconocida, con acento que nos ha parecido extranjero, nos ha anunciado: "Operativo resuelto. Vamos para allá de inmediato"

Apenas nos ha dado tiempo a gritar, "¡Menos lobos, Caperucitas!", y nos hemos puesto a correr hacia cualquier parte, despavoridos. 

El Club de la Tragedia: A porrazos

Las imágenes registradas respecto a los comportamientos de algunos ciudadanos  y de los agentes de la autoridad en relación con las manifestaciones que han tenido lugar a finales de septiembre de 2012 en Madrid, bajo el lema "¡Ocupa el Congreso!", obligan a todos los sensatos a una profunda reflexión.

Es, además, inevitable, encajar el análisis en relación con el contexto más amplio: situación de deterioro económico en absoluto controlada, crisis institucional abierta -forma de Estado, responsabilidad y credibilidad de las instituciones, movimientos separatistas de quienes debería actuar como garantes de la Ley- y, no en último lugar, sensación de falta de criterios, conocimientos, interlocución y hasta voluntades, de superar el delicado momento.

No me resulta fácil desligar el análisis de lo que está pasando, de la actuación desmesurada de algunos miembros de la policía en la represión de ciertos comportamientos, indudablemente reprochables, que exhibieron algunos de quienes acudieron a la fuente de Neptuno y aledaños para expresar, en teoría, un legítimo descontento.

Porque unos y otros -los manifestantes que lanzaron piedras y cohetes contra las fuerzas de orden, o que agredieron físicamente a alguno, y los policías que se ensañaron con ciudadanos caídos en el suelo o que abandonaban pacíficamente el lugar, estimulándolos a porrazos- rebelan la cúspide de la crispación que se está instalando en el país, y el riesgo creciente de que no vayamos a entendernos.

Por qué no se crea empleo en España

Se nos viene diciendo que las pequeñas y medianas empresas son la base de la economía, y que, para reconstruir el tejido empresarial dañado por la crisis, es imprescindible crear muchas de esas empresas.

La teoría suena muy bien pero la práctica proporciona cifras demoledoras. Si en España es preciso crear, digamos, 5 millones de puestos de trabajo, pra volver a la situación de que disfrutábamos en tiempos de mayor bonanza, y teniendo en cuenta que una pyme promedio diera empleo a cinco personas, habría que pner en pie 1 millón de emprendimientos nuevos.

No solamente éso. Si concedemos una viabilidad realista a las ideas que se pongan en marcha, de manera que solo 1 de cada 5 o 10  proyectos consigue llegar a ver la luz del mercado o superar el primer año de vida, nuestra bolsa de iniciativas debería disponer de entre 5 y 10 millones de propuestas de generación de actividad.

Hay más:una reducción de empleo en una empresa de cierto tamaño supone una destrucción de tejido industrial bastante mayor que la que puede relacionarse con esa disminución directa de plantilla, y afecta especialmente a pequeños emprendedores (o autónomos) que tendrán muy difícil recuperarse, porque habrá perdido sus ahorros o se habrán endeudado sin remisión. 

El análisis de nuestro tejido industrial y empresarial es fundamental para estudiar en qué concretos aspectos se puede activar la economía. No se está haciendo; tal vez (y sería especialmente dramático) porque no se sepa hacer.

Mi propuesta implica abrir un debate urgente, abierto y profundo, en dos direcciones. Por una parte, sobre las posibilidades de generación de actividad que se detectan desde las grandes empresas. Se deberán analizar también las razones por las que las grandes empresas están reduciendo actividad o empleo, porque es fundamental extraer las consecuencias.

Por otra, analizando la viabilidad de propuestas que puedan ser el germen de nuevas líneas de negocio, interrelacionándolas. Estas propuestas provendrán de la interacción entre departamentos universitarios, centros de investigación, analistas socioeconómicos, expertos técnicos, etc. y tendrá en cuenta la evolución previsible de los mercados, tanto el interior como el internacional. La discusión ha de ser provocadora, estimulante, en absoluto cerrada, dinámica, pues ha de servir para orientar y estimular iniciativas.

Y, claro está, hay que apoyar a los emprendedores que se decidan a iniciar una nueva línea de negocio, montar un emprendimiento al que se le hayan otorgado posibilidades serias de crecimiento futuro.

Me gustaría escuchar muchas conferencias sobre ello, tener a la vista muchos artículos en relación con el tema, asistir a muchos debates en los que se intercambiaran opiniones sobre este asunto crucial.

Hace un par de días preparé una conferencia, para propiciar ese debate en el Instituto de Ingeniería de España. El tema "El tejido industrial y el desarrollo sostenible". Es, posiblemente, el germen de otro libro. La escasa asistencia a la reunión, a pesar de lo pomposo del nombre de la entidad convocante -y dejando aparte la hipótesis de mi débil gancho para atraer asistentes- viene a demostrarme, por si hacía falta tal reconvención a mis ilusiones, que tengo el paso cambiado.

Pero me resistiré a desfilar con otro ritmo, porque no lo hago con la música que suena estridente, sino siguiendo la que suena queda, como fondo subliminal.

 

Centauros tecnológicos o ciber-imbéciles

Ortega y Gasset, en momentos en los que la ciencia era venerada, presentaba al ser humano como una combinación de ansia de conocimiento y vitalidad natural, y lo asimilaba a una especie mitológica de nuevo cuño, los "centauros tecnológicos".

Pasadas unas cuantas décadas, no está nada claro que el ansia de conocimiento movilice los recursos propios de cada ser humano. Desde que el saber no ocupa lugar en las estanterías, ya que todo está en internet, una buena parte de los seres humanos han renunciado simultáneamente a que tampoco ocupe mucho lugar en sus mentes, cuyas propias neuronas son reservadas para almacenar información (tampoco mucha) que cualquier ser extraterreste juzgaría como inútil.

Puede así no tenerse ni idea de si en la vieja Europa hubo alguna vez reyes godos o rayos catódicos, pero pocos fallarán la alineación actual del Real Madrid o del Manchester United. No se sabrá decir dónde se ubica el Museo de Ciencias Naturales o la sede del CSIC, pero si no has visitado nunca el Bernabeu o el Nou Camp serás tomado por un siniestro.

He puesto énfasis en ejemplos tomados de un deporte concreto, pero igualmente se podían extraer del terreno de las artes, de la literatura o de cualquier manifestación de la actividad humana, si contraponemos lo que exige mayor atención de lo que no precisa prácticamente ninguna, o lo que demanda esfuerzo con lo que no lo necesita apenas.