El Club de la Tragedia: Menos lobos, Caperucitas
Está en la naturaleza del deseo de provocar el aprecio ajeno, exagerar los méritos propios. Cuando la narración de las hazañas imaginadas alcanza dimensiones descabelladas, (pasando, pues, de castaño oscuro) el que las oye suele utilizar alguna frase hecha, descalificándolas.
Por ejemplo, puede que diga: "Eso no te lo crees ni tú"; "Al cocer, mengua"; "Ya será menos" o incluso, "Apaga y vámonos"; Y si lo que se está aguantando "no tiene pies ni cabeza", si se peinan canas, habrá quien recurra a una frase caída hoy en desuso: "Tienes más cuento que Calleja".
Me parece más propio, sin embargo, ya que estamos en zona de lobos, advertir a quienes nos quieren convencer de que se están dejando el pellejo en batallas por rescatarnos del peligro en noche oscura, con una expresión que viene más al dedo, como anillo, o pellizco de monja: "Menos lobos, Caperucita".
Esta expresión tiene el mismo empaque que la que en Asturias, donde somos muy precisos con el lenguaje, concretamos con tiros largos: "Ya t´oyí, y al platu vendrás, peru, mastuerzu, de ónde saques que con la que tá cayendo, ¿vas facer algo viniendo como vienes de alpargates?".
Recordemos que no hace ni siquiera un año, en este bosquete hispano, los Pulgarcitos andábamos llevando cestas con mermelada y panecillos a la abuelita de Hänsel y Gretel que, -lo que ya son ganas de tocarnos los pinreles-, habitaba en el bosque, que es como decir, estaba en una Residencia de mayores, pero de las de pago.
Después de haber hecho la visita obligada por el catecismo, y como comprobábamos por la oscuridad creciente que se nos echaba la noche encima, teniendo aquellos pelos, desorientados además por algunos ladridos que tomamos por aullidos de licántropos, y temiendo que no pudiéramos llegar de vuelta a nuestra casita de chocolate sin destrozar los zapatos de charol que nos habían costado un riñón y la mitad de otro, y para los que no teníamos repuesto, llamamos al 012 (emergencias), solicitando protección.
Para nuestra desgracia, el número al que llamamos resultó equivocado, y no conectamos con la Protección Civil de los Siete Enanitos sino con el departamento de Caperucitas, sección Caperucitas Azules, que prometió enviar un destacamento y nos ordenó que no nos moviéramos, estuviéramos donde estuviéramos, que nos sacarían de allí (o de aquí), porque tenían la inspiración de Alicia en El Pais de las Maravillas, con la ventaja de que nos habían mirado desde El otro lado del Espejo.
Y ahí estamos, en medio del bosque, en noche cerrada, sin que osemos (que no viene de oso, sino de osar) avanzar ni para delante ni para atrás. Nadie ha venido, por supuesto, la batería de nuestro móvil está a punto de agotarse, porque aquí no tenemos donde enchufarlo, pero acabamos de recibir una llamada enigmática en la que una voz desconocida, con acento que nos ha parecido extranjero, nos ha anunciado: "Operativo resuelto. Vamos para allá de inmediato"
Apenas nos ha dado tiempo a gritar, "¡Menos lobos, Caperucitas!", y nos hemos puesto a correr hacia cualquier parte, despavoridos.
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