Capacidades
El 30 de enero de 2012 el presidente autonómico Francisco Alvarez Cascos, anunciaba la convocatoria de nuevas elecciones regionales en Asturias, a los siete meses de las anteriores, al encontrarse con que "el PP mantiene una alianza férrea con el PSOE, utilizando la mayoría absoluta que tienen ambos, para impedir que se ponga en marcha el programa de gobierno de Foro Asturias".
Con solo 16 de los 45 diputados que forman la Cámara asturiana, resultaría obvio deducir que el programa electoral de Cascos y su partido no podría salir adelante, sin realizar pactos y, por tanto, sin hacer concesiones a otros partidos.
Lo natural, dada la procedencia del fundador del Foro y de muchos de sus principales apoyos, hubiera sido que esa alianza post-electoral se encontrara en el Partido Popular. No ha sido así y tampoco se han ahorrado críticas desde ambos grupos políticos, escenificando en muchas ocasiones con dureza la escisión entre las posiciones conservadoras asturianas -más bien, entre sus líderes- y perjudicando, con ello, la formación de una alianza estable para gobernar en la región, rompiendo de paso el ciclo largo de monopolio socialista, ya en su propia crisis de liderazgo e ideas.
No habiendo sido así y sin variaciones -al menos, no a mejor- en la situación, las nuevas elecciones convocadas ofrecen pocas opciones de provocar un cambio en escenario. No parece que el PSOE regional, sometido, como todo el partido, a una batalla interna por repartirse las insuficientes sillas que les han quedado en los estrados y a un descrédito externo -con mucho que ver con la teoría del chivo expiatorio- que amenazan provocar su cruel descalabro, pueda recomponer una candidatura solvente, que atraiga al electorado.
Tampoco lo tiene más fácil el PP, roto en Asturias y expectante respecto a la aparición de nuevas cabezas regionales que levanten ilusión regional por las capacidades de un partido conservador central, después de la experiencia de marginación y castigo a que han sometido al Principado los gobiernos estatales formados por partidos tanto de un signo como de su hipotético contrario.
La situación generada me inclina a poner nuevamente de manifiesto que el problema de Asturias no es de capacidades intelectuales; no falta materia gris en la región, pues el observador detecta de inmediato que existen numerosos focos de opinión juiciosa, tanto desde una posición ideológica como de otras, que estarían en posición de aportar valía y conocimientos por mejorar las cosas.
Pero no es un tema de capacidades, sino de voluntad de haceres, de coordinación de voluntades. Y allí la región fracasa estrepitosamente. Esos innumerables maestros en las mesas del café y el azucarillo, hábiles con la palabra en el círculo de sus habituales, mordaces e impenitentes en la crítica, después de haber despedezado por igual a enemigos que a próximos, de haber vituperado y ridiculizado tanto a familiares como a desconocidos, satisfechos con el desaguisado, con haber puesto de vuelta y media hasta al apuntador, se retiran a sus despachitos calientes, a cortar los cupones, atender a la colecta de sus subvenciones particulares y, por supuesto, a leer los periódicos del día, empezando (claro) por las crónicas de su pueblo.
Como en el poema de Cervantes, luego de apurar el último sorbo del cafelito, calan el sombrero, enfundan sus espadas, y donde tanto ardor, luego...no hubo nada (1).
Cascos ha de saber que en la segunda oportunidad que le concederán las elecciones de marzo de 2012, con la misma exigüa mayoría, tiene que pactar con los que le critican: no debe tener el menor miedo ni mayores escrúpulos; los asturianos hace tiempo que están dominados por la estrategia del sofá calentito y, a la hora de manifestar su discrepancia, se quedarán en casa, eso sí, subiéndose por las paredes.
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(1) El estupendo Soneto con estrambote dedicado por Miguel de Cervantes "Al túmulo elevado en Sevilla en las honras fúnebres de Felipe II", termina, en concreto, así:"Y luego incontinente/Caló el chapeo, requirió la espada,/miró al soslayo, fuese/ y no hubo nada."