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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la nueva cultura del agua

La Expo de Zaragoza dedicada al agua ha abierto sus puertas, en una manifestación que pretende ser una llamada de atención hacia la nueva cultura del agua. Se hace desde un espectáculo polivalente, con la intención de llamar la atención sobre el agua, su maluso, su despilfarro, su repercusión socioeconómica. y todos cuantos aspectos sean capaces de concitar, desde lo divertido a lo dramático, la curiosidad de las gentes.

Se ha puesto, para ello, a Zaragoza boca arriba, removiendo las aguas del Ebro y los dineros públicos y privados. Como nada puede ahora hacerse sin justificación de futuro, se han erigido unos cuantos edificios creados ex profeso pero con vocación de permanencia, en terrreno ganado al río. Hay también pabellones para llamar la atención desde la perspectiva ecológica, desde la económica, la religiosa o la política.

Toda una parafernalia con múltiples lecturas, para disfrute -o meditación inquieta- de los zaragozanos y de los visitantes de la ciudad en donde tiene su residencia todavía -y que dure- la que no quiere ser francesa, sino capitana de la tropa aragonesa: la virgen del Pilar.

¿Nueva cultura del agua? ¿Qué es eso?, podemos preguntarnos. ¿En qué consiste que no hayamos experimentado ya?. ¿Hay que recuperar el respeto por un líquido que es esencial para nuestra vida y la de todos los seres vivos? ¿Hemos perdido tanto la noción de lo importante y caído en la veneración de lo superfluo que tendremos que aprender de nuevo a no despilfarrarla, a no contaminarla, a cuidarla más, a ver en ella un símbolo y una expresión de la solidaridad de los pueblos?

Tal vez sí. ¿Es necesario poner en la mesa sin que se acuchillen, a los que la beben y a los que la usan para regar los alimentos?. ¿Habrá que encontrar nuevos argumentos para unir a los que tienen agua con los que la precisan? ¿Ponerle precio al agua? ¿Qué será mejor, privatizar su gestión o mejorar el control público de este bien que se mueve a bandazos entre el valor y el precio?

No sabemos cómo responder, porque todo se ha dicho, y, como en todo lo que se ve desde diferentes ángulos, todos tienen una parte de la razón. Hay que guiarse por la razón de las mayorías, no de los que más chillan.

Roque Gistau, el Presidente de este magno acontecimiento por el que se han movilizado muchos dineros, y que ha venido a nacer en momento controvertido, entre trasvases y desalación, entre inundaciones y sequías, entre discusiones interminables sobre lo que debería ser un plan hidrológico nacional o un plan de cuenca, ha dicho varias veces que hay que encontrar y difundir una nueva cultura del agua.  Como sabe un "guevo" de agua, porque ha ido desde lo público a lo privado varias veces, y ha dedicado toda su vida profesional a gestionar ese líquido, hay que admitir que tiene claro el objetivo.

Nosotros diríamos que esa nueva cultura es parte del cambio de paradigma de nuestra sociedad: una nueva manera de responder a la pregunta de quién somos, y, sobre todo, adónde vamos, e incluso adónde queremos ir. Un cambio climático que deberá llegar también a los cerebros, en especial, a los de quienes toman decisiones.

Es decir, recuperar la vieja cultura del respeto al agua, de la que venimos todos. Tener respeto por el valor del agua, no por su precio, que es algo coyuntural que deciden unos pocos.

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