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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los indicadores de sequía y la planificación hidrológica

La Ley 10/2001, del Plan Hidrológico Nacional, establece en su art. 27 las bases para la gestión planificada de las sequías, ordenando que se establecerá un sistema de indicadores hidrológicos que sirva como referencia a los Organismos de Cuenca, la entidad competente para la planificación hidrológica en su zona de acción.

La consolidación de un estado de sequía real, presentada en la mayor parte de las cuencas españolas a partir de 2004, ha cogido a los Organismos con los deberes a medio hacer. Las zonas más afectadas -por su densidad demográfica y por los intereses económicos en juego- han procurado poner en pié unos Planes de urgencia, en los que se delimitan algunos indicadores, fundamentalmente cuantitativos, refiriendo sus medidas a series históricas muy cortas y escasas.

La cuestión no es ya la cuantificación de la situación -grave en algunas zonas-, sino la dificultad de adoptar medidas inmediatas, creíbles y asumibles por los afectados, de forma que se actúe de una manera coordinada, priorizando las necesidades, distinguiendo entre las urgentes y las que, siendo necesarias, pueden hacerse esperar.

Esperemos que las lluvias de primavera palíen el dramatismo de una situación que ha levantado ampollas y encrespado los ánimos. Una vez resuelto el panorama de forma natural, lo que cabe esperar es que los agentes socio-económicos reconstruyan un debate en el que el objetivo debe ser, sí, cuantificar bien el alcance de las eventuales circunstancias de sequía, poniendo en pie indicadores fiables basados en medidas extensas y homogéneas.

Pero no puede olvidarse que el fin último del control de un momento de estrés hídrico es establecer los mecanismos para que, cuando haya que apretarse el cinturón, la distribución de los recursos esté sometida a criterios de completa racionalidad, asumidos por todos los implicados. De poco valdría que unos ahorren si otros despilfarran. Sería un despropósito obligar a unos a la contención mientras otros, más ladinos o menos considerados, aprovechan los momentos revueltos por el nerviosismo para reclamar para sí actuaciones que solo a ellos favorecen. El agua es, al fin y al cabo, recurso económico, y disponer de ella de forma suficiente tiene tanto más valor cuanto más escaso resulta.

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