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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Urbanismo

En la Sierra de Madrid, habitan devoradores de paisajes

En la Sierra de Madrid,  habitan devoradores de paisajes

Podemos, sencillamente, llevarnos las manos a la cabeza y lamentar que se haya dejado que las cosas llegaran a este punto de deterioro. Pero no ha de bastar: hay que hacer urgemente una reflexión de lo que se ha hecho, de sus porqués, incluso detectar a culpables y razones y, desde luego, donde sea más evidente, tomar medidas de restitución, porque no deberíamos consentir que una situación así se convierta en permanente.

De la insensatez, desidia, malgusto y egoismo de las generaciones actuales no deberían padecer las futuras.

Ni siquiera deberíamos consentir que sufriéramos los efectos durante más tiempo, una vez descubierto el descalabro, de ese mal que se ha establecido, -en el urbanismo como en otros campos, ay-, en nuestra sociedad y que resulta ser una fiel combinación de dos principios malignos: El que venga detrás, que le den; y Me cubro las espaldas con informes técnicos (incluídos en ellas artificiosas declaraciones de conformidad ambiental).

Una visita por la mayoría de los pueblos de la sierra de Madrid -pongamos como ejemplo de desastres, El Boalo y Mataelpino- nos serviría inmediatamente para tomar consciencia de lo que hablamos. En unos, el deterioro es grande, incluso total; en otros, conviven manifestaciones de respeto por el paisaje y la arquitectura "serrana" con aberraciones dignas de la piqueta.

Devoradores de paisajes, destructores de belleza, egoístas amparados en su poder sobre el cemento y el ladrillo, ignorantes de la estética más elemental, se han afincado entre nosotros y fagocitado, sin pudor, una buena parte de lo que nos pertenecía a todos.

Detrás de esas manifestaciones de mal gusto y de la insolencia de no querer mirar allá de las propias narices, junto a los propietarios de las, en general, previstas como fincas de recreo, o segundas residencias para días de asueto, se ocultan otros culpables: arquitectos y aparejadores incapaces, al parecer, de aplicar, las nociones de estética que han aprendido en sus Escuelas Técnicas, y responsables municipales que no saben, por los síntomas (queremos ser cuidadosos en no utilizar un lenguaje agresivo), lo que es elaborar un Plan de Urbanismo y hacerlo cumplir.

La combinación consolida un desastre en el que creen haber triunfado miles de nuevos ricos (aunque se autositúen en la nebulosa clase media) que no quieren saber de paisajística ni respeto al disfrute de los demás, ignorantes de ceja espesa y boina calada -intelectualmente hablando- que se creen que lo grande, aparatoso, brutal, es signo de opulencia, merecedor de admiración y envidias.

Proponemos que se haga el inventario completo de esos despropósitos, se analice lo que pueda corregirse, imponiendo obligaciones a sus dueños de resituir lo mal hecho o limitando las condiciones para la venta y, en todo caso, indicando que la vida útil autorizada de tales edificios perversos no será superior, digamos, a veinte años, a partir del momento en que deberán ser demolidos; y, por supuesto, que se trabaje seriamente en la reconfección de los Planes urbanos, bajo la supervisión de Comités de Estética y Paisajística que sepan de belleza, de conservación de valores paisajísticos, de respeto a terceros, y que...lo decimos con la boca pequeña, pero firmes, porque da vergüenza... no se dejen influir por el dinero.

Sobre la burbuja inmobiliaria y otras razones del mercado

En el sector inmobiliario español, hay muchas personas que se sienten como si les hubieran dado una bofetada en noche oscura para robarles la cartera y, además, se hubieran distribuído unos pasquines con su pálido rostro bajo el letrero de Se Busca.

La historia es conocida. La facilidad crediticia para comprar una vivienda, en la que eficientes bancarios te hacían sentir en un santiamén el rey del mambo sin más que presentar una nómina y el objeto inmobiliario de tus sueños, animó a muchos que vivían de alquiler a sentirse en casa propia.

Por añadidura, serios y dilectos individuos, impuestos por el Banco que te iba a adelantar el dinero, y que te cobraban una pasta por hacer que te miraban el piso y aplicarle unos baremos, tranquilizaban (se supone) a la entidad prestataria y a tí mismo, de que las cosas estaban atadas y bien atadas y de que la valoración que servía de base para el crédito era tan sólida como los cimientos de lo que te proponías comprar.

Paralelamente, señoras y señores del Gobierno, pertrechados (suponíamos) tras un profundo conocimiento de la realidad del país y sus necesidades, ilustraban a propios y extraños sobre el déficit de construcción de unas 700.000 viviendas. Incluso se atrevían, para que nadie se sintiera defraudado, a definir módulos mínimos habitables, para familias monoparentales.

Florecían permisos de habitabilidad, se perfeccionaban leyes del suelo y se multiplicaban planes de ordenación urbana e inversiones en ciudades jardín y polígonos y ciudades dormitorio. Todo, en fin, cuanto ayudaba a la construcción del estado de bienestar y a proporcionar tranquilidad de que el mundo estaba en orden.

Se nos quiere ahora convencer de que ha sido nuestra avidez, nuestro asqueroso afán especulativo, los que nos han llevado a encontrarnos con que el piso que habitamos, y que estábamos adquiriendo en plazos trabajosos que en este momento -suponemos que circusntancialmente- muchos no pueden pagar (ellos o su pareja, o ambos, han perdido su empleo), niéguese la mayor.

Niéguese, además, la pertinencia, de y que, para más inri, tengan que asumir esos compradores ultrajados por parte de aquellos en quienes confiaron para empeñarse hasta las cejas, que el mercado es variable como la dona del Rigoletto. No pueden creerse, y con razón, que quienes les dicen que lo que poseen ha bajado  brutalmente de precio, sean los mismos tasadores que, de nuevo de la mano de los Bancos prestatarios, vuelven a verlo con otros ojos, y, tan profesionales como antaño, lo valoran a la mitad de lo que calcularon hace apenas tres años.

Pues bien: la situación debiera ser mucho mejor explicada. No se eche la culpa al mercado inmobiliario, porque estamos hablando de un bien sustancial que no se rige, o no se debiera regir, por las reglas del mercado libre.

Ante todo, ayúdesenos a la ciudadanía, dejando claro que los compradores de pisos gracias a hipotecas alegremente concedidas por entidades financieras, han sido engañados.

Ellos no tienen ninguna influencia sobre el mercado. Necesitaban un piso para vivir en él, y no se hubieran decidido a adquirirlo en propiedad jamás, si esos asesores que no lo eran suyos, sino del Banco, no les hubieran construído puente de plata para ello.

Tampoco pueden entender (cómo van a hacerlo!) que los precios hayan caído de la noche a la mañana. Por una parte, porque se supone que los costes de construcción de la vivienda, no han bajado: son, si no se entiende mal, la suma del coste del terreno (vinculado a la existencia de un Plan de Ordenación Urbana y a la existencia de servicios públicos), con la de los materiales y mano de obra, más el razonable beneficio del constructor.

¿Qué ha bajado, de esa cadena de valor? ¿La mano de obra? ¿El precio de terreno? ¿Los materiales? ¿El beneficio del constructor?.

No creemos que ninguna de esos factores haya tenido una disminución significativa. Ha aumentado, solamente, la presión sobre los que tienen pisos y no pueden pagarlos.

Una razón de mercado, pues, muy miserable: exprimir a los más pobres, para hacerse a bajo precio con lo que poseen, y cuya insuficiente propiedad han pretendido ir adquiriendo, guiados por una luz que, manejada al antojo de intereses más poderosos, se ha convertido en espejismo.

Sobre la conservación del patrimonio arquitectónico y las ruinas

La declaración de un edificio como elemento merecedor de especial protección, supone, paralelamente, la asunción de claras obligaciones de conservación y, en su caso, restauración.

En otro caso, no tiene sentido llenar el país de BICs, (bienes de interés cultural), Monumentos nacionales y provinciales, edificios declarados con valor industrial, patrimonios culturales, etc. Si no se dedican las partidas presupuestarias correspondientes, todo será papel mojado. Aún peor, las declaraciones de valor que se hayan hecho servirán como muestra de la dejación pública y privada.

Tenemos demasiados edificios catalogados, monumentos y arquitecturas huérfanas, desasistidas del apoyo imprescindible, que se arruinan día a día. Muchos, en manos privadas, sufren el acoso de las inclemencias atmosféricas, mientras sus propietarios esperan que todo se derrumbe para conseguir la declaración de ruina y poder poner en valor el terreno en el que se asientan.

Vemos ventanas y puertas abiertas para que entren vientos, lluvias y visitantes de todo tipo, aceletando así el proceso de descomposición de lo que los libros entienden que tiene o tuvo importancia para ser conservado.

No le va mejor -en absoluto- al patrimonio en manos públicas. Una fiebre declarativa ha llenado el país de edificios a los que se dedicó dinero público para la compra, se les concedió título de protección -ya se ve que ni siquiera honorífica-, y son pasto de zarzas, ocupas, incendios provocados y fortuitos, agresiones de todo tipo.

Más coherencia, pues. Dar el nombre de la antigua dimensión a una ruina no sirve para mucho. Pretender que algo tiene valor y no ser consecuente en protegerlo como se entienda merezca, no demuestra más que la falta de respeto de estos tiempos hacia lo que debería apreciar e incluso, en algún momento, ha dado aprecio.

Sobre monumentos, ruinas, rehabilitaciones y nuevos edificios emblemáticos

El espacio se nos está llenando de ruinas. El origen de esas ruinas puede ser muy diverso, aunque el valor que se les concede parece depender exclusivamente del tiempo que ha transcurrido desde que fueron habitadas hasta llegar al momento presente.

Por supuesto, una ruina se produce por el hecho de que los que deberían atender a su cuidado, en un momento preciso, la abandonan.

No siempre se conocen las razones de ese abandono: puede haber sido la muerte de su propietario, una disputa hereditaria sin resolver, la peste, una enfermedad contagiosa, o la incuria privada o pública. Podría pensarse en una invasión, un fenómeno natural terrible, tal vez en una guerra.

Pero posiblemente el motivo más común de abandono provenga, simplemente, de que las nuevas generaciones han decidido que aquello ya no tenía utilidad alguna.

Las generaciones actuales, que viven un momento especialmente convulso -no en vano algunos creen que nos encontramos en los albores del fin del mundo, esto es, de la existencia del ser humano sobre la Tierra- viven una esquizofrenia particular en relación con la ruina.

En primer lugar, somos convulsivos generadores de ruinas. No hay más que pasear con los ojos más o menos abiertos por campos y ciudades, para advertir que el paisaje está repleto de casas y construcciones abandonadas; unas, en abandono consciente, con las ventanas y puertas abiertas para que la inclemencia haga su trabajo, que es destruir; otras, subsistiendo al lado de las construcciones modernas, mientras su deterioro se consuma.

Incluso, y curiosamente, algunas de las ruinas corresponden a edificios inventariados, monumentos que gozan de supuesta protección oficial.

La devoción hacia la ruina se demuestra también en el dinero público que se gasta en mantener como tales, considerándolas objetivos turísticos, restos de monumentos provenientes de culturas tartesas, fenicias, griegas, romanas, medievales y, en fin, otras cuantas, de las que la mayoría no sabría ni identificar en qué consistieron.

Y el loor a la ruina alcanza su plenitud con ese despilfarro con que el politicastro de turno se empeña en crear un teatro, un palacete de congresos, un parque industrial de alta tecnología, un museo o un estadio olímpico, en los que poner una placa con su nombre y pretender que la posteridad se alcanza de ese modo.

Sobre la vivienda del futuro

Sobre la vivienda del futuro

La intención hay que juzgarla como buena, pero los resultados han sido pobres o, cuanto menos, desconcertantes.

La exposición-concurso Solar Decathlon (organizado por el Departamento de Energía de los Estados Unidos desde 2002) ha reunido esta vez en Madrid, a orillas del río Manzanares, a diecisiete modelos de viviendas energéticamente muy eficientes, diseñados por grupos de alumnos de otras tantas Universidades de Arquitectura. En las ocasiones anteriores las "villas solares" se habían montado en el National Mall de Washington.

Se trata de viviendas que, deben aprovechar en exclusiva la energía solar, compitiendo también en aspectos de funcionalidad, estética, sostenibilidad (palabra que a los arquitectos les produce el comprensible rechazo, pues las edificaciones no están hechas para caerse). Todas ellas, por tanto, integran placas solares, buscan la orientación de máxima insolación y utilizan materiales baratos y aislamientos térmicos, además de los correspondientes ingenios de acumulación y cesión de ese calor, para mantener relativamente confortable la temperatura interior.

Los problemas técnicos centrales de estas viviendas hace ya algún tiempo que están resueltos y lo que se trata ahora, pues, es comprobar cómo esos condicionandos energéticos se traducen en diseño y, por supuesto, cuánto cuesta al habitante cada invento.

Aquí se produce la decepción, pues las casas presentadas son, -ya se sabe que para gustos hay colores-, estéticamente poco atractivas, produciendo un indeseable efecto-desolación -valga el juego de palabras-, cuando se las observa así, alineadas, diminutas, heterogéneas, pero, en esencia, cajitas junto a cajitaas, teniendo como fondo el perfil imponente de esa parte de Madrid, poco conocida del citadino madrileño.

El propósito de ser lo más autosuficiente posible en la producción de energía no es baladí. La Directiva Europea 2002/91 relativa a la eficiencia energética en Edificios,  obligó a replantear la Ley de Ordenación de la Edificación 38/99, y a revisar tanto el reglamento de instalaciones térmicas (RITE) como a desarrollar un sistema de calificación energética de los edificios (CALENER), creando nuevos marcos -de definición exacta, algo imprecisos- para cumplir los objetivos de ahorro de energía en los edificios, tanto de nueva construcción como de los existentes.

Pero las soluciones individuales están lejos de la casa ideal por la que alguien quisiera gastarse el dinero para vivir en habitáculos de 25 m2, con el techo sobrecargado de placas y el interior -o la caseta de al lado- lleno de artilugios. Tal vez la casa de la Universidad de Tongji conserve la mayor parte del atractivo que esperaríamos encontrar en una casa chalet a la que huir desde la ciudad, pero ¿merecería la pena el sacrificio de ubicar ese cajón en medio del campo yermo?.

Un invento paralelo nos ha llamado la atención, pues puede ser de aplicación en los países pobres en los que la leña es escasa y el sol achicharra. Una cocina solar tipo parabólica de aluminio refrectante parece útil para que coman caliente -si tienen qué- en poblados africanos. En Madrid, sin embargo, para cocinar los alimentos, habría que esperar a un día de sol intenso (el 26 de junio de 2010 en Madrid no lo fue) y adaptarse a bocadillos el resto del año.

Volviendo a las viviendas, y oyendo las opiniones de técnicos escépticos, poco tenemos que inventar por estos lares. Las casas de campo tradicionales, con las fachadas con ventana orientadas en dirección norte sur, y los otros laterales cerrados, y sus paredes de anchos espesores -más de un metro, muchas de ellas-, conservan el calor del día en invierno y son frías en verano. Se puede combinar la cuadra y la cocina en el piso inferior con las habitaciones en el superior. Tenemos, además, el botijo, la sandía y, en invierno, la manta toledana.

Y siempre queda la opción de volver a las cavernas, envueltos en pieles de mamíferos, si es que no nos apetece ya vivir en una casa con vecinos.

Sobre la rehabilitación como utility

Decir que donde hay una necesidad hay un negocio, no es una perogrullada, sino una ingenuidad. El negocio se puede plantear solo si existe alguien con solvencia para poder pagar por la satisfacción, total o parcial de la necesidad; y la necesidad puede ser real o provocada.

La rehabilitación urbana es una denominación genérica que abarca varios aspectos con el mismo vocablo. En las zonas antiguas de las ciudades, la rehabilitación supone, en la práctica, la reconstrucción completa del edificio, dejando muchas veces solamente la fachada y, en no pocos casos, reproduciendo mal que bien la antigua fisionomía, en un engaño al ojo y al cerebro del urbanita y del turista.

El abandono de los cascos históricos por una población que desea la comodidad de la periferia, dotada de infraestructuras y mejor ambiente, ha dejado a las almendras urbanas tradicionales, -allí donde tuvo su origen la población-, con el destino de ser durante el día por empleados de oficinas bancarias, lugares de comida rápida y/o típica y comercios multiproducto y sus clientes (que son los artífices de esa rehabilitación), y por la noche, refugio para desarraigados y turistas despistados, que conviven a diferentes niveles de la calle con residentes residuales de viejos edificios de bajas rentas que esperan su desmoronamiento o su compra por alguna cadena multinacional.

Pero la rehabilitación de edificios tiene más derivadas, al menos en España. Durante los años de desarrollismo del tardofranquismo -años 50 a 70- se pusieron en pie muchas viviendas -la inmensa mayoría, acogidas al esquema de "protección oficial"- que no cumplen el vigente código técnico de edifícación y necesitan algo más que una revisión estructural o, cuanto menos, importante, que obligaría a desalojar a sus habitantes mientras se hacen las obras de acondicionamiento.

Por otra parte, la aplicación de criterios de ahorro energético obliga a pensar en la rehabilitación parcial de un número importante de viviendas, construídas incluso en épocas recientes, que son focos de despilfarro de lo que ahora, por fin, entendemos como bien escaso, que es la energía.

La cátedra BP de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid ha reunido el 17 de mayo de 2010 al arquitecto Carlos Pezzi y a Valentín Alzaya, Director de Medio Ambiente de Ferrovial, para hablar de rehabilitación de edificios. Pezzi habló -con ese lenguaje ágil y directo que es su particular patrimonio- de que "al Gobierno y al público en general les cuesta hablar de rehabilitación masiva, pero son múltiples los edificios que no cumplen con las normas de aislamiento técnico y acústico". Por supuesto, también le preocupa la falta de sostenibilidad de las ciudades.

Alzaya puso cifras al problema de la rehabilitación, considerándola como un eje sustitutivo (parcial) a la pérdida de actividad y empleo en el sector de la construcción. La rehabilitación de 250.000 a 400.000 viviendas al año le parece un objetivo necesario y posible, que generaría del orden de 180.000 a 2990.000 empleos y ahorrraría entre 8 y 13 millones de t de CO2 equivalente en tres años, activando un volumen de mercado de 9.000 a 14.000 millones de euros.

¿Quién lo pagaría?. Alzaya esbozó la solución. "Convertir la rehabilitación en un servicio público, con un marco de financiación público-privada". Ferrovial está interesada y tiene ya ejemplos concretos de la puesta en pie del modelo. Pide la reforma del marco legal para generar certidumbre y que la rehabilitación energética la pague, en parte, el propietario o inquilino, manteniéndole la factura actual eléctrica (el ahorro iría para el constructor)  e incluyendo en el paquete la gestión de "otros servicios" (se entiende, agua, residuos, depuración, etc.).

Sobre la recuperación de Toledo

Sobre la recuperación de Toledo

El autobús le habrá dejado junto al Alcázar, sobre las diez de la mañana, procedente de Madrid, Sevilla, Zaragoza o tal vez Segovia. Bajará en grupo hasta la plaza de Zocodover, y de allí, le conducirán al Palacio de Santa Cruz, de admirable fachada; las exposiciones del recinto, que tienen escasa rotación, puede que no le ocupen su precioso tiempo. Hay tanto que ver...

Desde la plaza, en donde McDonalds luce su gloriosa enseña, su comitiva le conducirá luego por la calle del Comercio, prácticamente llana, para acercarse hasta la Catedral. No tiene pérdida, porque el gentío, una frenética aglomeración de turistas japones, italianos, norteamericanos, portoriqueños, catalanes y sevillanos, le conducirá hacia allí. Si hubiera tiempo, el recinto sacro merecería una visita, pero hay tantas cosas que reclaman  nuestra atención en Toledo, que deberemos contentarse con la visión desde la plaza, que es ya magnífica. 

Conviene luego acercarse hasta la casa de El Greco; el cuadro que allí se expone, El entierro del Conde Orgaz, es, desde luego, bien conocido; la cola para ver esa magnífica obra puede llevar a una hora de espera; no merece la pena, porque figura en todos los libros de arte. Nos acercaremos después hasta San Juan de los Reyes, donde es obligada la visita al claustro, precioso en esta época con sus naranjos... La entrada cuesta 2,3 euros por persona, pero el esfuerzo económico compensará: las fotografías que obtendrá serán espléndidas.

No olvide llevarse, además de las fotos, otro recuerdo agradable de la ciudad unos sabrosos manazapanes -convertidos en IGP desde finales de 2008 (1) y que aguantan mucho tiempo en las maletas, aunque es cierto que los podrá encontrar en cualquier lugar del mundo, pues la fórmula ha sido copiada hasta la saciedad-.

Si le apetece, porqué no, cómprese una de esas curiosas espaditas de adorno, reflejo de aquellos tiempos en los que el acero toledano fue famoso. Las armaduras medievales y las katanas, aunque atractivas para situar en el salón de la casa, son desaconsejables, porque debido a su volumen no son fáciles de transportar. Otro recuerdo impagable es el de su nombre en un cartel de toros: puede escoger un apodo que haga sonreir a sus amigos.

Un consejo adicional: En Toledo hay tanto que ver en tan poco tiempo que, sin darse cuenta, se anda mucho y rápido. Lleve zapato cómodo. Si está físicamente preparado, piérdase con tino por la ciudad, teniendo en cuenta que, abajo, está el río, que le servirá de referencia. Para comer, le aconsejamos que se lleven unos bocadillos de casa y un botellín o dos, con agua o su refresco preferido.

Sobre las seis de la tarde, le esperamos de vuelta en el autobús, haremos una rápida visita a la zona del Parador -bella vista de Toledo desde el mirador, aunque la carretera normal está actualmente cortada por desprendimientos- y contamos con llegar a Madrid a buena hora para la cena en un restaurante famoso y asistir luego a un espectáculo nocturno de los muchos que hay en la capital.

Si ha llegado hasta aquí pensando que vamos a proporcionarle una guía para visitar Toledo a uña de caballo (es una metáfora, en realidad, deberíamos decir, a suela de inculto esférico), cambie de página, por favor.

Toledo es una de las más hermosas ciudades de España, pero su promoción sigue adoleciendo de graves problemas: subsiste un terrible deterioro arquitectónico, añadido a la falta de visión comercial de las autoridades públicas y a la ausencia de estímulos reales para que el visitante conozca la ciudad fuera de los cuatro clichés, mal presentados en lo que debería ser un modelo de oferta de nuestra cultura plural, abierta, integradora. 

Hace dos años escribíamos en otro lugar sobre el deterioro de Toledo. No queremos ser reiterativos, sino enfocar ahora la atención hacia la necesidad concreta de aportar nuevos elementos al turismo de la ciudad. Que supone, también, consolidar definitivamente el casco histórico como uno de los lugares más gratos de España para vivir de forma permanente. Para ello, es imprescindible la recuperación absoluta de todo el entorno intramurallas, dotándolo de un tipo de comercio con variedad y calidad y auténtica vida ciudadana, no un pastiche sin vigor.

No vale para el caso sostener en pie algunos edificios singulares, -gracias, por supuesto a inversiones públicas cuantiosas- entre casas que se desploman, con una bella factura de arquitectura civil, pero construidas con pobres materiales que exigen una revisión inmediata y un análisis de estabilidad caso por caso. Edificios que están, en buena parte, vacías o que, en no despreciable número, han sido ocupados por inmigrantes que se aprovechan de los bajos alquileres y amontonan en sus pisos varias familias.

La proximidad a Madrid, de la que debiera convertirse claramente en ciudad alternativa, dota a Toledo de un atractivo adicional para residentes fijos potenciales. Es un sitio potencialmente ideal para profesionales, jubilados o prejubilados, y, desde luego, debiera ser el lugar obligado de residencia para funcionarios y políticos de la Comunidad de Castilla La Mancha.

Las comunicaciones por carretera son buenas, por más que no se pueda saber nunca cuánto tiempo puede durar el desplazamiento, debido a que existen lugares de congestión en Getafe y Pinto, tanto en la mañana como en la tarde. Utilizar el enlace por Ave entre las dos ciudades sería opción preferente, si bien deberán ampliarse aún los horarios, y completar el transporte interno: la estación está lejos del centro.

Para confort del turista, debe hacerse además un gigantesco esfuerzo en hostelería, restauración y comercio. Una ciudad con mucho menos atractivo que Toledo, como Oviedo, tiene mucho más gancho para pasar la noche. Analícese por qué, y extráiganse las consecuencias, aplicando el cuento.

Existen ejemplos en Toledo de buena recuperación de edificios para negocio, y esa línea debe impulsarse con decisión. Parece imprescindible eliminar los coches de la ciudad histórica, salvo los casos de urgencia y .de servicio al comercio. Se han construído dos estupendos aparcamientos, aceptables para el visitante ocasional, pero que resultan prohibitivos para el residente.

También habrá que incorporar las plazuelas a la vida urbana, que no han de ser solo empleadas como aguaduchos de dudoso gusto y ocupadas por sillas y mesas sin diseño, cuando no, desvencijadas. Toledo necesita crear más perspectivas desde el interior, más espacios visuales y quizá algunos edificios ruinosos deban caer definitivamente en la piqueta, para dar realce a otras joyas históricas. Hay que analizar la cuestión con rigor, y actuar con la cabeza, y, aprobado el criterio, con decisión. Antes de que sea muy tarde.

¿Dónde está la vida universitaria de Toledo? ¿Por qué no se promueve el enclave cultural que significa una ciudad histórica de tanto abolengo?. No tenemos respuesta a la realidad de una Universidad que se oculta, misteriosa, tan difícil de encontrar su ubicación física y creativa como resulta la de la mayor parte de los servicios públicos. ¿Dónde está Correos? ¿Cómo no perderse ningún edificio singular, en una ciudad falta de indicaciones completas? ¿A dónde van esos coches que aprietan al transeúnte contra las fachadas, faltos de espacio para circular?

Y, desde luego, hay que recuperar completamente las aguas del Tajo -no tiene perdón que sea todavía un río cloaca-, y llevar a la gente -propios y extraños- al paseo fluvial, uno de los mejores concebidos de España y un atractivo turístico de primer orden, si se sabe combinar con los enlaces a los monumentos históricos, al casco antiguo.

En definitiva, hay que dotar a Toledo de un encanto moderno, además de poner en valor ese rancio sabor de lo vetusto y hermoso, que impregna, todavía, la ciudad, a pesar de varios defectuosas "recuperaciones" de edificios que, muy al estilo de estos tiempos, han sustituído viejas glorias por una masa de ladrillos y hormigón con muy poca gracia.

Finalmente, es imprescindible ayudar al visitante a conocer la ciudad. Con indicaciones adecuadas, sobre el terreno, explicaciones históricas coherentes y suficientes, espectáculos, representaciones, renovaciones de contenidos museísticos, bonos completos para visita de monumentos, etc.

Toledo necesita cariño e inteligencia de las administraciones públicas. Es una oportunidad viva de llevar cultura histórica al pueblo español y a quienes nos vivitan, combinada con sentido de la actualidad y de la realidad ciudadana. No es un cliché, no puede serlo, sino una ciudad viva, proyectada hacia el futuro; no un conjunto mixto de ruinas y edificios espléndidos. Dótesela de coherencia, como la tuvo en su momento. Ya.

(1) Nota.- Parte del comentario está escrito desde la ironía. En lo que se refiere a los Mazapanes de Toledo, una delicia de almendra y azúcar, gozan de protección como IGP -indicación geográfica protegida- desde 2008, por Orden publicada en el Boletín de la Comunidad de Castilla La Mancha en septiembre de ese año. Tarde piache.

Sobre la probabilidad de morir atropellado en el desierto

En los desiertos, no hay muchas carreteras, y por las pocas que hay circulan escasos vehículos.  En particular, la probabilidad de que un blanco sea atropellado por un vehículo a motor en un desierto africano es muy pequeña. Y, siendo pequeña, es, seguramente, algo mayor la probabilidad de que un negro norteamericano sea atropellado por un vehículo a motor africano en el desierto de Atacama (que está, paciente lector, en Chile -con permiso de Bolivia- y se considera hasta hoy el mayor del mundo).

Son elucubraciones sin mucho sentido, pues incluso ambas podrían considerarse nulas, referida a una persona concreta, si ésta -blanca o negra- tomara la firme determinación de no pisar jamás de los jamases ninguna extensión de arena el resto de su vida.

Pues bien. Las cosas pueden cambiar. Las predicciones indican que la Tierra se calentará un par de grados en unos años. Unos investigadores bastante serios han confeccionado un informe con datos para afirmar lo que millones de personas estaban constatando por su cuenta. La Tierra se calienta. Parece que existe una correlación entre la concentración de CO2, el agujero de ozono en la atmósfera y el aumento de temperatura de la corteza  terreste. 

Como los convencidos de que el calentamiento global no tiene ya remedio se suman a quienes creen que todo es una patraña para vender más ventiladores, estas elucubraciones científicas y aquellas constataciones personales, no preocupan demasiado a los políticos.  Por ello, la tradicional bajísima probabilidad de morir atropellado en el desierto va a verse modificada en un doble sentido.

En primer lugar, poque aumentará el número de desiertos, ya que el calentamiento provocará la subida del nivel del mar (se especula que podría llegar hasta unos 7 metros, con lo que los apartamentos en las costas se convertirían en potenciales observatorios submarinos), y, al mismo tiempo, la tierra firme se convertirá en muchos lugares un secarral, por la falta de agua. En resumen, habrá más desiertos en una menor superficie libre de agua.

Además, habrá más coches. Los países en vías de desarrollo no están dispuestos a dejar de traducir el bienestar en términos de locomoción. China, India, Brasil y todos los países que ahora tienen bajas rentas per cápita aunque alto potencial de crecimiento, no cejarán de forzar su desarrollo hasta que su número de vehículos por habitante sea similar al de los países desarrollados.

Si tenemos en cuenta que 2.000 millones de personas adquirirán unos 1.000 millones de vehículos nuevos y, paralelamente, que la superficie útil para circular se dividirá por 4 en los próximos 50 años, y que, además, los desiertos estarán surcados por muchas nuevas carreteras para conducir con rapidez desde ninguna parte a otra ninguna parte, la probabilidad de morir atropellado en el desierto, aumentará muchísimo.

(Por cierto, ya están teniendo lugar otras modificaciones asombrosas. Por ejemplo, la probabilidad de encontrar un hotel-restaurante completamente construído en hielo en Dubai, que era hasta ahora igual a la unidad, debido a la suspensión de pagos de este rico emirato -razonablemente, la crisis económica ha afectado más intensamente a los que tienen mucho que a los que no tienen nada-, podrá pasar a ser cero en breve.

Este hecho no tiene que ver con el calentamiento global, sin embargo, sino con la tendencia ineluctable  hacia la racionalidad que, en contra de la contagiosa estupidez humana, presenta la propia naturaleza de las cosas.)

Sobre los tesoros de Madrid

Pulula por ahí una frase de esas pretendidamente ingeniosas, aunque por lo repetidas y el pelo que han adquirido con el paso del tiempo, más bien hieden, que quiere dar a entender que el alcalde de Madrid -que tiene la ciudad patas arriba- anda buscando un tesoro en los subsuelos de la ciudad.

Tesoro no hay, pero ruinas, muchas. La historia de Madrid, en lugar de mostrarse al aire libre como la de algunas otras famosas, está enterrada, incluso a varios metros de profundidad. Lo que queda a la vista, salvo excepciones, no refleja historia alguna, salvo la miseria de la concepción urbanística de la ciudad, hecha de remiendos, y falta de una concepción global, uniforme.

No ha tenido Madrid ni su Hausmann ni su Napoleón. Carlos III hizo algo, pero la ciudad era pequeña y el presupuesto exigüo. El hermano del prócer al que Francia venera todavía como compendio de virtudes, y que aquí se apodó Pepe Botella, mandó utilizar con ardor la piqueta sobre edificios y plazuelas que no merecían, según él, resistir el paso del tiempo. Arturo Soria o el no menos genial Palacios llegaron a esta ciudad cuando la mayor parte del mal estaba hecho.

Dicen que Franco mandó trazar el Paseo de la Castellana para llegar rápido desde el Pardo a la Plaza de Oriente; debe ser un remedo adaptado de lo que se cuenta que pretendía Napoleón para poder sacar o meter los carros de combate por los Campos Elíseos.

Lo sustancial es que cuando España tuvo medios -allá cuando en los dominios del emperador no se ponía el sol- la capitalidad de Madrid ni se presentía. Después, cuando Madrid empezó a ser centro de patrias chicas, no solamente los españoles no ganaban una guerra, sino que las perdieron todas, hasta la que entablaron contra sí mismos.

Gallardón, actual alcalde de Madrid -nos tememos, por él, que ya por poco tiempo- está empeñado en cambiar el adoquinado de la ciudad, una vez más. Como también ha mandado hacer algunos agujeros más profundos, lo que está aflorando por ellos es el esqueleto de Madrid. Una ruina de una ciudad que nació ya vieja, pobre, imprecisa, y cuyo máximo atractivo, mientras el ánimo resista, son sus habitantes: ciudadanos que venían de paso y han sido compelidos a quedarse por inextricables fuerzas de amor, conformidad, fatalidad, oportunidades, malestar e inútiles protestas.

Sobre la recuperación del casco antiguo de las ciudades

La mayoría de las ciudades europeas guardan en su seno, como pétreas matronas, maravillosos recuerdos de su historia. La belleza de las construcciones arquitectónicas no ha de encontrarse en superficie, sino en el subsuelo.

Las razones de esta situación son muy variadas. Generalmente estos restos de la ciudad que han quedado sumergidos en el terreno provienen de la tradicional desidia de sus habitantes. También del olvido, producido por el desprecio secular a lo que hacen los demás y la persistente ocupación en batallar con los vecinos o con los de dentro.

Después, está la falta de imaginación de las nuevas generaciones de arquitectos para conservar algo del pasado y, en general, para crear algo de verdadero valor. Los edificios han de ser sólidos, aguantar durante veinte o treinta años sin caerse y, sobre todo, han de ser baratos. Es conocido que las filigranas arquitectónicas encarecen innecesariamente el producto final.

Al fin y al cabo, una casa es un tejado y cuatro postes que lo sostengan.

Por eso, cuando, por cualquier motivo especial -subvenciones del Gobierno central, por ejemplo-, el Consistorio toma la decisión de realizar un aparcamiento subterráneo, que se deben construir preferentemente en el centro de las ciudades, para que se pueda acceder con el coche hasta el mimso cogollo comercial del núcleo urbano, existe una gran probabilidad de poner al descubierto un resto del casco antiguo.

Puede ser un trozo de muralla, una base de iglesia, un pilar de convento, un hueso de mamut o de literato principal, hasta un paño de mosaico de época increíblemente remota.

Entonces, con las tripas de la ciudad parcialmente al descubierto, la población aprenderá al de su pasado, se abrirá un debate fructífero sobre el paso inexorable del tiempo, y se sacarán a la luz algunas de las piedras de inmenso valor.

Las gentes tendrán así el intenso placer de creer que esta es la forma de recuperar su pasado y, embutiendo el hallazgo en una construcción de metacrilato, podrá dedicarse a seguir destruyendo, reconfortada, las huellas de inteligencia del presente.

Sobre Cañadas Reales: diagnóstico y solución

Las trashumancia de ganado que floreció en los siglos XV y XVI en España, generó una red de caminos públicos, que recorrían el territorio. Las nueve más importantes suponen unos 5.000 km de longitud, lo que con un ancho promedio de 10 m ofrece la cifra de 500 Km2.

Pero hubo centenares. Todavía en la Comunidad de Madrid, se calcula que subsistirán 4.000 km de antiguas cañadas; en una parte, luchando contra la avidez de apropiación privada; en otras, utilizadas como caminos rurales; en quién sabe cuántas ocasiones, insuficientemente documentadas.

Esas vías pecuarias se empezaron a deteriorar, y lo hicieron con rapidez, con el abandono de la ganadería y la dejación característica del control de lo público, o sea, de todos.  A partir de los años 50 del siglo XX, el desorden fue en aumento, por la falta de guardería efectiva de esas propiedades, mal catalogadas, y dispersas por la geografía hispana.

La Ley 22/1974 (desarrollada por el RD 2876/78) reconoció que esos suelos eran ya innecesarios en algunos casos para el tránsito de ganado y, siguiendo recomendaciones del ICONA -el organismo que se encargaba de la gestión pública de los temas agrarios-, autorizó su enajenación a particulares. 

El reconocimiento que otorga ese artículo a los derechos sui géneris de sus ocupantes ilegales es un ejemplo, ahora esgrimido como precedente, de la creación de una vía de agua jurídica, pretendiendo tapar con una regularización de urgencia una situación ilegítima.

Artículo 15. Los terrenos enajenables en que se hubieren realizado edificaciones o instalaciones ... podrán ser ofrecidos por el ICONA a las entidades y particulares ocupantes, por el precio de tasación previamente fijado

La Ley no tuvo la difusión y el empleo pretendidos entre quienes estaban destinados a utilizar las ventajas que incorporaba. En la llamada Cañada Real Galiana, dentro del municipio de Coslada (Madrid), solo medio millar de propietarios se hicieron así con la propiedad del suelo y vieron legalizadas sus construcciones por ese concreto Municipio.

Esta situación generó un agravio comparativo entre legalizados e irregulares a partir de entonces, porque la Cañada en cuestión ya se encontraba prácticamente ocupada también en otros 10 a 15 km de la Comunidad de Madrid (a partir del centro de la capital). No solamente la ignorancia de la Ley beneficiaria propició esa discordancia, sino la diferencia entre los niveles adquitivos de sus beneficiarios potenciales.

Como la presión demográfica crecía, y el descontrol administrativo y policial  no cambiaron su tónica, la falta de soluciones habitacionales oficiales adecuadas a la demanda,  alimentó situaciones aberrantes. La Cañada se convirtió en un reducto al margen de la Ley, un foco de marginación, de pobreza, de delincuencia, de desatención pública, de tráfico de drogas y armas.

La situación administrativa cambió con la Ley 3/1995, que cedió la regulación de estos territorios a las Comunidades Autónomas. La Administración regional de Madrid se encontró, de pronto, con la responsabilidad de asumir un tramo de Cañada ya abarrotado de construcciones ilegales, y para las que no cabía una regularización, porque la Ley fijaba ahora que el uso debería mantenerse público, aunque se autorizaba a  modificar el trazado en casos de difícil recuperación, realizando permutas o compraventas de los terrenos.

En aplicación de esa potestad delegada, la Comunidad de Madrid promulgó la Ley 8/1998, de desarrollo de la Ley 3/1995, concretando esa solución, de forma formalmente impecable.

Artículo 19. Cuando no fuese posible la recuperación de los tramos ocupados ... el restablecimiento de la vía pecuaria ocupada podrá hacerse mediante un trazado alternativo. Procederá una compensación económica a favor de la Comunidad de Madrid.

Paralelamente, sin embargo, la práctica complicó la situación. Porque se debió proceder a expedientes de ocupación y expropiación para completar diversas infraestructuras -desde el AVE a la M-50, y, para evitar problemas y demoras, se ralizaron pagos a los ocupantes ilegales, tanto por la Comunidad como por las empresas constructoras. Algunos "falsos propietarios" revendieron, con escrituras privadas, a otros particulares, los terrenos y las viviendas que estaban ocupando. La maraña de situaciones irregulares crecía y se multiplicaba.

Hoy, el tramo ocupado de la Cañada Real Galiana lo configuran unos 15 km, en los que viven casi 40.000 personas. Es el mayor asentamiento irregular de Europa. Se dan en él, todo tipo de situaciones: desde chalets con piscina a chabolas miserables. Se ven lujosos automóviles enfilando por el eje de la ruta que fue de trashumancia, niños harapientos, traficantes de droga, familias de inmigrantes que han venido para sacudirse la pobreza de sus orígenes, etc.

El actual gobierno de la Comunidad de Madrid trabaja ahora en un anteproyecto para desafectar la Cañada Real de su territorio, dejando a los Ayuntamientos otra vez en libertad de hacer lo que crean más adecuado con esos terrenos.

Los Ayuntamientos podrán, pues, si se aprueba el texto, vender los terrenos cuando los ocupantes puedan pagar su justiprecio y, suponemos, las edificaciones ilegalmente construídas resulten integrables con el resto de la urbanización planificada del municipio.

Pero la inmensa mayoría de los habitantes de la Cañada Real Galiana, en ese tramo especial, no pueden pagar nada. No tienen, apenas, ni para malvivir.

La solución, para ellos, está en realojarlos, no en echarlos de allí. Si se les desaloja a la fuerza, buscarán otro sitio, por supuesto. Si, además, no se controla el espacio público recuperado, volverá a pasar lo que pasó, allí o en cualquier lugar sin dueño privado.

Hemos visto en algún periódico "soluciones arquitectónicas" para los realojamientos, creando viviendas en altura siguiendo el eje de la Cañada.

No parecen, en general, muy imaginativas ni una solución brillante.

Lo que resulta imprescindible es realizar el censo de las familias que viven en la Cañada y en cicunstancias de infravivienda en Madrid (y en otros lugares), y estudiar una solución de conjunto. La Cañada es solo una muestra del desorden urbanístico que padece el país.

Se puede poner un parche, desde luego, pero volverán a crecer, mientras subsista el infraempleo y el descontrol de los terrenos públicos, asentamientos irregulares. En realidad, el país está bastante lleno. Basta solo abrir los ojos.

Y lo que replantea, con crudeza, la situación, es la diferencia entre dos tipos de habitantes: los que respetan las leyes y se comportan como ciudadanos solidarios, y los que las incumplen, cualquiera que sean sus motivaciones. Mientras ambos tengan sitio en este país, en la Cañada Real como en cualquier otra circunstancia, seguiremos siendo un espacio de charanga y pandereta en el que ser delincuente, actuar al margen de la Ley, tiene una alta probabilidad de compensación.

Sobre las tramas de corrupción urbanística y sus efectos

El 7 de octubre de 2008 la Guardia civil detuvo al ex-arquitecto de San José de Eivissa, Antonio Huerta, por su presunta participación en una trama de corrupción urbanística que realizó calificaciones irregulares de terrenos en la zona marítimo-demanial de ese municipio, durante los años 1998 a 2007, según había denunciado el grupo ecologista GEN.

Para cuantos amamos el paisaje y habíamos disfrutado de la belleza de Ibiza, contemplando incluso desde un privilegiado apartamento las magníficas puestas de sol de las Pitiusas, es una buena noticia que se investigue qué estuvo pasando con los permisos de construcción. En muchos casos, ay, un buen día una constructora plantó un edificio de cinco pisos delante de nuestras narices, sobre las rocas o comiendo metros de playa, y la ilusión se esfumó.

Los efectos de la corrupción urbanística son muy variados. El más letal, desde luego, la destrucción del paisaje. Pero existen otros, entre los que se cuenta la pérdida de valor turístico de la belleza sometida a expolio. Cuánto atractivo se ha sacrificado a la especulación, con la connivencia de alcaldes y arquitectos municipales (entre otros, y sin presuponer lo que no esté juzgado aún). Para siempre.

Y, ¿para qué?. Para beneficio de unos pocos, y el perjuicio de todos, incluídos quienes, con la mejor voluntad y buena fe, habían adquirido con sus ahorros de años y pagando su buen precio un pequeño apartamento en una supuesta primera o segunda línea de edificación desde la que se contemplaba un cachito de mar.

Hasta que llegó un poderoso "constructor" y, con nocturnidad, le colocó un mastodonte delante de su refugio, pasándose la Ley y el respeto al paisaje por el forro del bolsillo de los que, teóricamente, están llamados a ser sus protectores. ¿Final de esa historia?. Colocar el cartel de "Se mal-vende" y retirarse a llorar en uan de esas esquinas en donde acaban las ilusiones perdidas.

Sobre Paris y Madrid, sin apasionamiento

Cada ciudad tiene sus encantos y miserias, pero es muy difícil negar a París la categoría de ser la ciudad más hermosa de Europa. Desde luego, desde el punto de vista del turista, no tiene rival. El centro de París ofrece al visitante un conjunto de monumentos, museos, actividades y lugares de encuentro que superan ampliamente los de cualquier otra ciudad europea.

Para quienes vivimos en Madrid, superado el primer momento de envidia, cabe preguntarse qué nos falta para igualarla y, también, qué medidas podrían adoptarse para mejorar la oferta de una ciudad que, por supuesto, también tiene un gran atractivo.

Sin que pretendamos realizar en este Comentario un repaso exhaustivo, sí que deseamos poner de manifiesto algunas pinceladas de lo que habría que hacer, sin olvidar, la referencia a lo que ya se está haciendo. Porque hay que reconocer que el alcalde Alberto R. Gallardón es, desde Tierno Galván, el mejor regidor de la capital de España, en cuanto a su capacidad para plasmar un concepto de ciudad moderna, preocupado por corregir, de forma decidida y conceptualmente correcta, sus mayores deficiencias.

Madrid debe corregir de forma sustancial el transporte urbano, reduciendo el número de coches privados, convirtiendo muchas más calles en peatonales. La unificación de la gestión de metro y autobuses es imprescindible. Se deben revisar todas las líneas de transporte urbano por superficie, compaginándolas con las de metro. Ha de analizarse, con los programas informáticos adecuados, todo el entramado de la red viaria, y actuar en consencuencia.

Madrid necesita aparcamientos disuasorios para vehículos particulares y, claro está, llevar al convencimiento ciudadano de que el coche es un medio inadecuado para desplazarse por el interior de la ciudad, en especial, por las calles del centro. Se han de crear múltiples zonas peatonales, en las que los ciudadanos puedan caminar tranquilamente, viviendo la ciudad y su atmósfera.

El río de Madrid, esa caricatura de río que fue hasta hace poco cloaca, no permitirá las alegrías del Sena, pero las orillas de un elemento fluvial son un magnífico relax y punto de referencia para el paseante y para el habitante, permanente o circunstancial de la ciudad. Hay que construir un verdadero paseo siguiendo buena parte del Manzanares, con árboles de sombra y lugares de reposo, con sus jardines verdeantes y bien cuidados.

París tiene mucha agua y el riego de las zonas verdes -y de las calles- es sencillo. Madrid podría tomar la referencia de París en crear esos deliciosos "jardines efímeros", verdaderos refugios de frescura, que se podrían cerrar por las noches, y que serían, durante el día, desde puntos wifi hasta refrescantes sitios donde reunirse, conversar, jugar a los bolos o, simplemente, mirar el paisaje urbano.

La restauración de Madrid es un capítulo aparte, que necesita especial atención, así como el comercio, en general. Hay zonas con gran encanto (Huertas, por ejemplo), aunque con deterioro provocado por la sensación de suciedad. Madrid es una ciudad con aspecto sucio, que proviene, por una parte, de la aglomeración excesiva de gentes en algunas pocas calles y zonas, de la proliferación de grafiteros sin ningún sentido ni estética, y de la concentración de comercios en escasos puntos. Se debe diversificar y extender la ciudad, porque Sol ya no es el centro comercial de Madrid.

Sobre el marrón de la vivienda y otros colores

La ministra de la Vivienda de España en la actualidad, Beatriz Corredor, es registradora de la propiedad. O sea, que del tema algo sabe. El 23 de julio de 2008, ante un grupo de periodistas y empresarios, invitada por Cinco Días y Accenture, nos trasladó su visión de la situación y presentó algunas de las medidas que, desde el Ministerio, se están arbitrando para disminuir la crisis.

Porque, ante todo, la ministra habla sin tapujos de crisis, y "crisis profunda" en el sector, "que afecta ya, y de lleno, a muchos ciudadanos". Citó varias causas: incremento de los precios de la construcción y del suelo, y de los tipos, conjuda con otros factores externos (subida del petróleo, de los alimentos, de las materias primas, etc).

Recordó que frente a una demanda real de 450.000 viviendas al año, se venían construyendo 650.000 (2007), lo que ha generado  una bolsa de 700-800.000 viviendas pendientes de comprador (400.000 de nueva construcción y 360.000 "usadas", utilizando su terminología, a las que habría que añadir otras 200.000 que están en construcción). Se tardará 3 años en absorber el stock.

El sector está pues, dijo, necesitado de reformas inaplazables, que supongan reactivar la construcción de viviendas protegidas y rehabilitación de las existentes, y cimentar una estructura sólda para que no vuelva a ocurrir una situación similar. En su posición de intervención mínima para corregir el mercado, defiende que el Gobierno no ha de impedir el ajuste, sino facilitar el acceso a la vivienda por parte de los ciudadanos que lo necesiten.

Agrupó las medidas en generales y específicas. Entre las primeras, citó la reducción de cuotas por alquiler, equiparándolas a la opción de compra, la supresión del impuesto sobre el patrimonio, la devolución mensual del iva a las empresas y la reducción del impuesto de sociedades.

De las específicas, se detuvo en el Plan Estatal de la Vivienda (2009-2012) que estará listo para principios del 2009, y que impulsará la construcción de la vivienda protegida con opción de compra y a la posibilidad de amplia la hipoteca sin coste. El ICO vió ampliada a 5.000 Mill. de euros la línea de avales para vivienda protegida.

Abogó por la creación de un parque estable de viviendas en alquiler, que supongan alojamientos específicos para jóvenes, investigadores y científicos, personas mayores, mujeres que hayan sufrido o tengan amenaza de malos tratos, o inválidos. La Ley de reforma de arrendamientos urbanos, para movilizar las viviendas vacíos y agilizar procesos de desahucio (con modificación de la LEC) fue otra de las medidas apuntadas, refiriéndose a la experiencia piloto del TS de Murcia, con su Unidad de Desahucios, que catalogó de modélica.

No concedió la ministra opciones a quienes creen que el Gobierno va a ayudar a las empresas en crisis. Que sea el mercado quien decida, y que se salven las que sepan y puedan hacerlo.

Sus preocupaciones van hacia la construcción de más viviendas de protección oficial, para lo que apoyará la compra de suelo urbano por Sepes -que recibirá 300 millones de euros, además de los 100-150 Mill. que ya dedica anualmente a la gestión del suelo, sin olvidar lanzar un brindis a la coordinación del Gobierno central con las comunidades autónomas y los ayuntamientos ("La Conferencia sectoral de junio pasado se desarrolló en una sintonía excelente. El ministerio no compite sino suma").

Corredor no se olvidó de que debe defender ideas socialistas y uno de los métodos es atacar la yugular del contrario, aunque sea de la entidad de Cristóbal Montoro, que hacía una semana, en el mismo Foro, había apoyado incrementar las deducciones fiscales por la compra de vivienda. "Ni podemos ni debemos -recplicó la ministra- "Es como apagar un fuego con gasolina o llevar bacalao a Escocia. Esa medida calienta el mercado, e insuflar 400.000 euros al año, favorece a los que venden. Montoro debería consultar a los especialistas de su propio partido")

Es decir, la vivienda se mueve entre el color marrón y el rojo suave, pero el amarillo oro se está yendo de allí, lamentablemente, a espuertas.

Sobre la recuperación de edificios antiguos

En todos las ciudades y pueblos de España hay ruinas. El paso del tiempo, la emigración, la desidia, unido a los estragos de la última guerra civil y al atractivo de vivir en casas modernas con más comodidades, ha dejado los recintos urbanos señalados con edificios que se caen, que se han caído ya en gran parte.

La suciedad, los gatos callejeros, las ratas y las palomas -junto a otros animales menos visibles- son los habitantes de estas ruinas. En algún caso, también sirven de morada estrafalaria a alguno de los muchos desarraigados de nuestra sociedad.

Situados en zonas que la especulación inmobiliaria ha hecho valiosas, algunos de estos edificios antiguos son "recuperados" o "rehabilitados" por inmobiliarias.

La rehabilitación consiste, en general, en vaciar completamente el edificio, conservando únicamente la fachada. Mientras se construye completamente nuevo el inmueble, incluso a veces, dividiendo en dos la altura de los pisos antiguos, se soporta la pared con andamios y redes que previenen de la caída de cascotes sobre los transeúntes.

Parecemos ignorar que la mayor parte de nuestros actuales orgullos arquitectónicos del pasado han sado reconstruídos, y muchas veces reimaginados, varias veces. En otras ciudades europeas, sufridoras de bombardeos, terremotos o incendios que las dejaron en cueros, sus hermosos edificios actuales no son sino reconstrucciones modernas con los planos y fachadas primigenios.

Nuestra propuesta va en dos sentidos. En primer lugar, que se inventaríen todos los edificios de los cascos urbanos, y se establezca una actuación preferente y urgente específica. para todos aquellos solares vacíos y casas en ruinas o con amenaza de ruina.

En segundo lugar que, decidida la rehabilitación y, en su caso, la forma de mantener una línea coherente con el resto de edificios del entorno, que se reconstruyan las fachadas de estos edificios, aprovechando algunos materiales, cuando se pueda, pero sin la preocupación obsesiva por conservar materiales sin real valor histórico y, lo que es peor, ya muy adulterados y afectados por el paso del tiempo.

Esto facilitaría la recuperación de un aspecto terminado y limpio del centro de nuestros pueblos y ciudades. Por supuesto, habría que analizar la rentabilidad de estas rehabiltiaciones, pero cuidando la generosidad actual con las líneas de crédito y subvenciones especiales con las que se han hecho algunas reconstrucciones que solo han servido para que se asienten en esos "edificios históricos" falsariamente reconstruídos, entidades bancarias, tiendas de modas o los más ricos del lugar.

Sobre la coordinación de las obras en las ciudades

Es un tema manido. La solución parece sencilla. La práctica viene a demostrar que los logros son escasos. Se trata de la coordinación de las obras que efectúan en las ciudades las compañías que se encargan de la gestión de los servicios urbanos: agua, saneamiento, televisión, teléfono, alumbrado, tendido eléctrico, etc.

También se deberían incluir aquellas otras intervenciones más o menos ocasionales sobre calzadas y aceras: renovación de asfalto, colocación de mobiliario urbano, pasquines y anuncios, adornos festivaleros, etc.
Dejamos aparte los impulsos furibundos de reformarlo todo -a la chita callando y a la aguántate como puedas- que enervan la actividad de gestores públicos y propietarios privados: levantar calles, reformar edificios, cambiar tabiques y escaleras, demoler muros, etc....En esta época de avances de los sistemas de localización territorial, de GIS y JAS, de comunicaciones telemáticas y de cálculos de reprogramación instantáneas, ¿sería posible que las empresas de servicios coordinaran sus trabajos entre sí y con los técnicos municipales?¿Sería difícil que se evitaran levantamientos en períodos de cortos de asfaltos y pavimentos, realizados con el único objetivo de situar una nueva conducción o acometida por parte de uno de los numerosos concesionarios de servicios que actúan en las ciudades?.¿Es muy complicado que se advierta con alguna antelación a los vecinos que vayan a verse afectados –por las mismas obras, por el ruido, por cualesquiera inconveniencias- , de una forma más elegante e inteligible que la simple colocación de un cartelillo metálico sobre una valla de cierre, y al que le faltarían la mayor parte de los datos relevantes? (fecha de comienzo y final de los trabajos, alcance de la obra, motivos, etc).¿Se podría penalizar a los incumplidores de esa programación acordada y, ya puestos, compensar a los vecinos sufrientes? –si no va a ser con dinero, con algún detalle como, por ejemplo, con una fiesta de final de obra o lavándoles gratis los coches mientras duren las obras-¿Cabría preguntar si todos esas actuaciones sobre la epidermis de la ciudad son imprescindibles, o sería insolente sospechar que algunas responden a dispendios municipales o a forzadas obras de las empresas de servicios para aumentar su facturación?

Sobre la verdadera profundidad de la crisis inmobiliaria

Las campanas del sector inmobiliario están tocando a rebato. Los comentaristas que analizan la situación hablan de crisis grave. Ya se sabe: no hay demanda, y la oferta se acumula. Los constructores de primeras viviendas tienen dificultades financieras, ya que se ven presionados por el pago de los vencimientos de los créditos que habían solicitado alegremente pensando en que podrían endosárselos sin problemas a los interesados, que se subrogarían de los compromisos mucho antes de que les entregaran las llaves. Así ha venido siendo desde hace bastantes años, décadas.

Si observamos las ofertas de venta en los mercados de vivienda usada, no hace falta ser un genio para comprender que hay una creciente oferta, pero que los pisos, en realidad, no bajan gran cosa. Si acaso, se puede conseguir la rebaja de un 5 o 10 por ciento, una vez que el vendedor ha constatado la seriedad del interés del presunto comprador. No hay mucho nuevo, pues, en las actitudes.

Sorprende, por tanto, que los media se esfuercen en machacar una y otra vez que el mercado se está cayendo, y que se esperan ajustes de hasta el 30%, en el desinfle de la burbuja inmobiliaria. ¿Por qué tanto interés en predecir una crisis que el mercado no ha puesto de manifiesto, al menos, no con la intensidad expresada?

Si lo encajamos con la situación de elecciones en EEUU, que pueden significar un cambio de partido político en la Presidencia, y lo matizamos con los resultados de las elecciones en nuestro país, podíamos hacer una hipótesis: como siempre sucede a principio de una legislatura, conviene pintar las cosas negras para que se disfrute durante el primero o segundo año de la legislatura de un período de incertidumbre y temor a recesión, para poder así plantear en la segunda etapa de gobierno, un panorama de éxitos.

Así ha sido una y otra vez. El mayor placer de un nuevo equipo de gobierno en una empresa o en una administración es poder achacar todos los problemas al anterior equipo, para poder lavar la situación de las rémoras del pasado y poder presentar así un panorama de éxitos. La crisis inmobiliaria actual, al menos en Estados Unidos y España, parece estar reforzada por factores exógenos, con la intención de crear un marco de incertidumbre y riesgo.

Esperen unos meses, potenciales compradores especulativos con liquidez. La demanda de vivienda subsiste, como es lógico. El mundo sigue. Los que dispongan de efectivo podrán obtener rendimientos extraordinarios a su inversión si saben aprovechar las oportunidades que se presentarán cuando los que necesitan, de verdad, vender, se vean forzados a hacer rebajas más significativas, precisamente porque desde algunos ángulos se está bombardeando la opinión del mercado con noticias alarmistas.

Sospechamos que, una vez más, el caldo se cuece caliente para que lo disfruten a la temperatura adecuada los comensales mejor situados en la mesa.

Sobre la conservación del Toledo antiguo

Si se pudiera apostar por el futuro de una ciudad española, pondríamos una buena parte de nuestros activos sobre Toledo. Descendida a lo largo de los siglos desde ciudad principal del Reino visigótico a capital de Castilla-La Mancha, las muchas batallas que ha tenido que librar por su subsistencia le han dejado múltiples heridas pero no le han privado de un encanto singular.

Toledo es hoy Patrimonio de la Humanidad, palabras mayores que suenan muy bien a oídos del visitante, pero que quizá no le hagan entender que, como todo ciudad construída de viejos edificios, corre un riesgo permanente de desmoronarse, por lo que hay que dedicar a su mantenimiento y restauración, muchos dineros.

La restauración del Toledo antiguo, en su parte de arquitectura civil, ha tenido en los útlimos diez años un empuje sustancial. Le queda todavía. Un paseo detenido por las calles y callejuelas del casco histórico descubre la labor que aún queda por hacer. Acá y allá un edificio presenta sus heridas, ventanas desvencijadas, huecos por los que entran las prolíficas palomas, arrullando a sus crías en este comienzo de primavera. Hay balconadas que parecen amenazar caerse sobre el viandante desprevenido.

Los visitantes de la ciudad, cámara digital en ristre, toman miles, millones de fotos de una combinación única de esplendor, riqueza monumental y artística, y decadencia aún no salvada. Existen importantes ayudas públicas para dejar al Toledo histórico "planchado", pero no parecen suficientes o no han conseguido aún movilizar a todos los que debieran haberlo sido.

Hoy es posible acercarse de Madrid a Toledo en menos de media hora. La escalera mecánica que conduce desde la parte nueva al casco histórico es un prodigio de buen gusto arquitectónico y agilidad para la movilidad ciudadana. La vista desde Roca Tarpeya, en el museo Victorio Macho, es, posiblemente, un anticipo de la eternidad serena. Turistas propios y, sobre todo, extranjeros, acuden regularmente, comprando dócilmente esos recuerdos que se asocian a lo toledano: espadas, mazapanes, encajes, repujados...

Se nos antoja que, para rehabilitar completamente a Toledo habría que impulsar un comercio menos "tradicional", diversificando la oferta -cultural, gastronómica, lúdica-. Hay que recuperar plenamente el centro toledano para la vida normal, para la convivencia diaria y sacar definitivamente los vehículos privados del casco antiguo.

Sobre la gestión de la corrupción en los servicios públicos

Los nombres de algunos funcionarios corruptos están aflorando el los últimos tiempos, y, como ya indicamos en este blog, parece que los que tenían que saberlo, ya estaban en el ajo. El superalcalde de Madrid, el multieficiente y prometedor D. Alberto Ruiz-Gallardón se ha apresurado a manifestar que piensa privatizar la concesión de licencias.

Contra corrupción, privatización. Parece un lema que no está a la altura de la inteligencia de ese animal político que es el Sr. Ruiz-Gallardón, aunque ya cuente con algunos apoyos extraordinarios, como el Secretario General de ECO, la Asociación que agrupa en Madrid la mayoría de los bares y discotecas.

Posiblemente las empresas privadas estén muy contentas (no todas, por supuesto) que existan funcionarios proclives a reconocer sus virtudes para gestionar, mejor que lo harían ellos mismos, los servicios públicos. Si entre las reglas del juego está pagar un peaje a los funcionarios corrompibles, seguro que cuentan con una partida de gastos para cubrir ese elemento anómalo del paisaje urbano.

Contra corrupción, más vigilancia, más transparencia, más competencia. Ahí te quiero ver.

Con uno de los porcentajes de funcionariado más altos de Europa, que es como decir del mundo, los ciudadanos que no disfrutamos de un puesto de trabajo fijo, tenemos todo el derecho a exigir que los empleados públicos españoles sean eficaces, y que gestionen con profesionalidad los servicios públicos que la Constitución y el reparto de competencias entre Administraciones han dejado en sus manos. Y, desde luego, que los controlen y que se controlen en la tentación de meter esas manos en la bolsa de los dineros.